LA POESÍA DE GUSTAVO RUBIO GUERRERO
Si existe una poesía a la que
podríamos calificar de insular en el eje cafetero, y que apenas se está
develando bajo una portada gris que le hacía de presentación, esa es la poesía
de Gustavo Rubio Guerrero. No es el poeta amigo de metáforas brillantes, ni
luminosas figuras literarias. El poeta corta sus versos, como si estuviese
armando la estructura de una declaración personal en las oficinas de un
panóptico. En efecto, Los muros y la Rosa, es poética de
claustrofobia en una ciudad, que, por sus referentes geográficos podría estar
destinada a otra visión más edénica, pero que en la óptica de Rubio Guerrero, es una prisión
cultural delimitada por el poder y la alienación. Al interior de esta prisión simbólica,
media docena de figuras operan como referentes sígnicos y metafóricos que
expresan el deterioro, la miseria y la decadencia. Iconografía personal de un
desencantado que se atreve a hundir su dedo en el estigma.
La obra de este poeta no se deja escuchar en
la línea de una musicalidad experimental, sino como golpes de una materia sorda
que, poco a poco, va horadando un punto, en la construcción semántica de su
obra. Si en algunos momentos, su dodecafonismo lírico pareciera comenzar a
constituir un ritmo, el poeta lo deshace con gesto rotundo y rompe la partitura. Dándole a cada línea la importancia
de un verso único; mantiene su referencia con los demás en la medida que
hace parte de una misma trama textual, pero que igual podría trasladarse a cualquier
parte del poema, convirtiéndose en nuevo referente del conjunto en la línea
estructural. Cada verso es una sentencia, un aforismo; cada aforismo engasta con una cadena de imágenes que parecieran fuesen a cristalizar, pero antes de llegar a ese punto luminoso, estallan, se rompen.
Sus poesías abordan temáticas que van desde lo social, lo político, lo
erótico, y algunos textos que se animan a esbozar una teratología citadina. En ella, el autor se reconoce como un ser
aislado en la marea de un ruido pesado que parece inundarlo todo. Su apuesta estética, es la de un
alucinado que escarba en las raíces culturales de esta nuestra región, pero que
mantiene tensiones abiertas a la tradición del modernismo vanguardista y la
postmodernidad. No cava en lo extenso,
va hacia el fondo como guaquero empapado de anís, que pretende sacar desde ese
nicho de arcilla mortuoria una respuesta que no llega. Una arqueología del desencanto; ironía contenida
y destilada en figuras e imágenes que, por anodinas no dejan de asombrar. Acertado el manejo del humor negro y la sátira
social enmascarada dentro de la sutileza de una crónica urbana. De alguna
manera, como extranjero que es cada poeta, Gustavo Rubio Guerrero, se asume
como forastero que mantiene una mirada escéptica y distante, sin aproximarse
emocionalmente al objeto de su trabajo. Eso le permite demoler sin remordimientos.
Su obra, durante algún tiempo merodeo por extramuros literarios, hoy la academia comienza a prestarle atención,
aunque sin develar de manera brillante las potencialidades de la misma. Para
sustentar lo anterior, el lector curioso podría remitirse a una reedición de
LOS MUROS Y LA ROSA de la universidad del Quindío dentro de la colección de
autores quindianos, 2010. (No tiene número el volumen) . Nos permitimos
discrepar de algunos planteamientos críticos, en el cuerpo de un estudio de más
de sesenta páginas que acompaña el texto que nos ocupa. El académico que estudia el poemario dedica
una gran parte de esta investigación a la figura del La vieja, tomando como referente
la hechicería y la brujería en la
obra pictórica de Goya, a la luz de los textos críticos del madrileño Ramón Gómez de la Serna. Dándole
unas connotaciones míticas, que el poeta
Rubio Guerrero desvirtúa de manera
directa, hacia el final, en una entrevista donde accede a mostrar algunas claves de su obra. Queda la impresión, de que
el profesor que se ocupa de su poesía, se extravió con una línea de
investigación que no era la acertada, o al menos no necesitaba darle
importancia capital, a riesgo de desplazar el punto de interés más incisivo de
la obra (cosa que, cualquier lector atento puede percibir). Al centrar su atención en los estudios de la
obra negra del genial Goya, parece que
hubiese sido mesmerizado por el Baphomet
de Mendes e inclinado a indagar
sobre el sello negro del sabbat. Sin
mantener distancia crítica, (tratándose de un ensayo no de una obra de ficción)
se erige por momentos en un nuevo inquisidor o Torquemada, esgrime argumentos
medievales casi prestados del Malleus
Malleficarun y que pondrían a más de una feminista de la Wicca en guardia, frente a este
nuevo funcionario del Santo Oficio.
El
autor del ensayo arriba citado, un poco despistado, y después de haber
sido iniciado en el aquelarre de las vieille
sorcières, osculum infame de por medio. Pasa negra página y propone adelante
una literatura regional, autóctona, vernácula, ajena a todo cosmopolitismo como
paradigma y casi como canon. No explica por qué, para su análisis, se apoya
en una bibliografía de autores europeos, críticos, académicos y lingüistas que
a todas luces hacen parte del logo centrismo al uso desde hace varios siglos y que son el acervo de utilería programática
donde se alimentan estos nuevos académicos. Es verdad que el ensayo es un género
literario que se presta a la especulación. De cierta manera es su razón de ser. Pero si
quienes lo ejercen posan de estrictos y hasta cientifistas. Deberían al menos afinar
la intuición que es cara a la heurística del discurso apodíctico
destinado a los lectores de poesía y de los buenos diletantes literarios. En su defecto, es de mínimo
esperar que liberase su breve discurso,
reconociendo la universalidad de la poesía, en esta época que por colonialismo
histórico, episteme al uso, avasallamiento económico del capital informatico, o
virtualidad invasiva, (entre otros muchos factores), esta al centro de ese malestar global, que
para bien o para mal, a todos nos afecta.
Si para analizar la poética de un autor
regional, el académico devenido en critico por exigencias del pensum, utiliza
como sustentadores de validez teórica dentro de su discurso unos referentes que
a todas luces son europeos, existe notoria contradicción cuando exige un canon
de literatura para el eje cafetero y por extensión para Colombia, basado en el solipsismo estético. Se debe
agregar, que dentro del corpus poético de Los muros y la rosa, las referencias
literarias a algunos filósofos y escritores del postmodernismo están presentes
en forma explícita.
Dejando a un lado esa inquietud
teórica, que insiste en un debate actual, en donde desde esta parte del
espectro poético sostenemos (colectivo Griffos de NNeoNN) una amplitud de miras
y apertura de fronteras estéticas. Abrevar en las tradiciones literarias
latinoamericanas, colombianas y universales, es desde ya, una forma de acceder a una herencia que a todos pertenece. Termino esta presentación, diciendo que la literatura de Rubio Guerreo es una metáfora donde el simbolismo personal arriesga
en una obra que está abierta a los referentes culturales concretos de una época
reciente, viva en la memoria de todos los
habitantes de estas ciudades en donde la sociedad, fracturada por la violencia,
La miseria, el desplazamiento, la
alienación cultural y política, parece que viviera inmersa en una burbuja de
amnesia, que solo de vez en cuando, es rota por la tragedia.
Para Griffos de NNeoNN
Una muestra
de su poesía.
UNO DEBERÍA
Uno
debería llevar un libro valioso al sanitario
En
el menor de los casos el silencio que no cabe
En
las paredes viejas de la alcoba uno
debería sentarse
No
a oler sino a leer las tácticas de amor que conocen las rosas
Un
poco de pudor untado de penumbras haría olvidar
Lo
que a fuerza de horas escapa del vientre
Uno
debería llevar al lugar de las heces las páginas
Todas
de Francisco de Asís o de Simón Bolívar porque sirven
Para
todos los crímenes y todos los bárbaros
Uno
debería escribir un poema mientras defeca
Ganaría
imaginar el hedor del mundo y el de los nóumenos
No
el de los caratejos ganaría para la
patria el agua quieta
Recordar
que no sólo de muerte vida y amor viven los poemas
Probablemente
se escribiese sobre el amor de las cosas
El
cariño a los lápices la vida y la muerte de los jueves
Uno
debería despedirse de diarreas sin tanta complacencia
PASTANDO EN OÍDO
Sorprende
el pintor de vacas
Es
decir la imagen de algunas vacas en un oído
Valentina
entiende no sabe cómo
Al
pintor no pudimos comprarle una vaca
Estábamos
enamorados trabajamos conseguimos
casa muebles
Espacios
pintados de verde optamos por el golf
el tenis
De noche sitios y personas de caras deprimidas tal la abundancia
De nosotros en los rostros mismos desde ayer no sabemos qué cosa
O nombre somos
la llamo patas de cigüeña pero recuerdo las vacas
Ponen
huevos a las ocho ella me llama verano
Oigo
algo como cascos de burro fueron
tiempos de bohemia
Allá
en sus anchos cielos y las noches escribí este poema
No
sé quién es Valentina y ese yo que escribe tampoco
PLAGIO EN DESUSO
Mañana
lánguida y oloroso café lo despertaron
Maravillosamente
solo sabe que su vecina desayuna
El
duchazo le recuerda el otro olor del chocolate
Le
preocupa escribir poema de encargo no
siendo poeta
Escribe
soneto por año Era toda de ensueño de
armonía
De
lumbre sideral de alba temprana era
suave lo mismo
Que
una hermana y por eso una hermana parecía
Una
canción de Luis Carlos Vélez suena en la distante
Soledad
del jueves Ante su encanto se doblaba
el día
Y
paraba su paso la mañana al verla se
alegraba la campana
Y
el corazón también porque era mía
Jamás
escribiría así y lo está haciendo
admira el soneto
No
la manida retórica la lección de Bloom
arruina la página
Plagio
en desuso dijo al espejo
En
adelante imitaría a Cavafis o a T. S. Eliot
DOS O TRES PALABRAS
Dos
o tres palabras al cruzar la calle
Una
de ellas útil el próximo jueves supo
que las canciones
Nacen
viejas o que en su país sólo se cantan lugares comunes
Pregunta
en librerías por apócrifos libros los
amigos le hablan
Todos
de su aspecto los relatos históricos y
sociales no abundan
En
estas tierras de brujas y chismorreo y mala literatura
Sombras
densas caen en la Armenia de hace veinte años
Vuelve
a casa y sacude el polvo la pereza
Se
detiene asombrado frente a su propia puerta
Se
sabe contemporáneo pero no sabe de qué época
Así
lo dice a ese hombre que camina siempre a su lado
A
ese que sin más señas es su doble moral y su ética
Le
duelen desengaños y la complicidad con el grupo dominante
Abre
la puerta que vuelve a ser suya
Seguro
de sí mismo adelanta a su contemporáneo
LA ABUELA Y EL GATO
Al
gato le brillan los ojos
Mi
abuela saca los trapos los tiende en el hilo
De
pájaros la mañana oscura el gato de
fuego
Incólume
mira el fluir de su época mi abuela
no saca
Los
trapos el hilo no existe la mañana
clara el gato de letras
Atisba
el transcurrir de lo informe al gato le
faltan los perros
Pero
para qué sin visión nadie sabe lo que
dicen sus metáforas
Nadie ha publicado El Palacio de los Atroces
donde se denuncia
El
compromiso entre capos de la droga y dirigentes de la región
O
Instrucciones a un habitante de Las Colinas en Armenia
Al
gato le atraen las paradojas lo mismo que a mi abuela
Escribir que Luz Stella Carmona o Luz Stella López son la
misma persona
No
altera la cuestión o la antinomia
Al
gato le importa un carajo la abismal diferencia
Ambos
consideran que sin ley no hay trampa y sin verdad mentira
GUSTAVO RUBIO GUERRERO, Armenia, Quindío,
Colombia (1952).
Poeta y narrador. Libros publicados: Los
Muros y la Rosa. El Amor Esa Bestia Un tanto Sola. Poemas Del Cuarto (primera y
segunda parte). Ganador de dos premios nacionales