“INVITACIÓN
AL PARNASO”
(Omar García Ramírez)
"Neither a servant nor a master I,
I take no sooner a large price than a small price, I will have my
own whoever enjoys me,
I will be even with you and you shall be even with me".
A SONG FOR OCCUPATIONS.
Walt Whitman
¿Por qué debería preocuparme por la posteridad? ¿Qué
ha hecho la posteridad por mí?
Groucho Marx
We have seen the best minds of our generation
destroyed by boredom at poetry readings.
POPULIST MANIFESTO
Lawrence Ferlinghetti
Recibí un par de e-mails en mi computador.
Y al buzón de mi apartamento, llegó una
extensa carta en sobre de manila.
Se me invitaba a entrar en el Parnaso.
Debía tener algunas referencias.
Adjuntar algunos títulos; notas
bibliográficas,
y un cheque con sello de banco
respaldando una cifra interesante…
Revisé bien. Que no fuese un error.
Nunca me he postulado para tales
dignidades.
No participé de ningún club con este
nombre.
Nunca fui de buen recibo en ciertos
círculos literarios.
(Los
únicos círculos que aspiraba trasegar eran algunos del inferno nombrados por
Dante Alighieri en su Divina Comedia).
No sé muy bien por qué…
Pagué mis cuentas de borracho.
Nunca cacé musas de pluma dentro de sus
territorios; además, el talento femenino en estos bosques casi siempre va
acompañado de una fealdad virtuosa...
Por esta razón, busqué la poesía y la
belleza en otros cotos.
No sableé, y resistí con estoicismo los
mandobles al cuello de una buena fracción Des poetariat
Abordé con paciencia los novelones de
los bestselleros y de los cuenteros de carrilera.
Leí sus libros, poniendo en riesgo mi
salud mental, mi digestión, mi sueño.
No me alineé con ningún petit comité; no lideré ninguna facción
sediciosa de la intelligentsia.
No hice proselitismo de mi luciferismo
Golden Dawn.
No hice ostentación de mi alquimia
personal.
No milité en ninguna célula académica o corporativa.
No recibí prebendas de la nomenklatura,
ni cadeaux del stablishment.
No fui seleccionado para ninguna antología.
Tampoco quise antologizar para incluirme.
No estoy en la polvorienta y ruinosa biblioteca del archivista…
(Afortunadamente, mis
libros han sido molidos entre las manos resinosas de los
cultores de la Dama de los cabellos ardientes...
Quemándose viven y fumándose en yerba, arden).
Compartí mi Maryjean; fui generoso con mis pepas de prescripción viciátrica y mis cartoons ácidos de nube
lisérgica;
mi aguardiente de mandrágoras, mi vino de amapolas.
Ejercí la ironía en los límites de una
caballerosidad británica
y el humor negro dentro de los cánones
de la poética irlandesa.
Pero, para ser estricto
siempre estuve dentro de las líneas de
la picaresca hispánica.
Nunca me dejé enredar en líos de poetas
inéditos e ilíquidos.
Sufrí las overdósis de oficio en sanatorios privados, alejado de los
reflectores.
En fin… traté de estar sobrio en medio
de crápulas
y estuve ligeramente ebrio en medio de
moralistas y fariseos.
Por algún momento, el órgano de mi
vanidad entró en erección.
Luego vino una calma de borrasca ligera
aires de manglares bajo una lluvia de
ron de las Antillas.
Pasada esa ligera embriaguez, dejé la
carta en la mesa de trabajo
sobre un par de libros viejos de dos
maestros orientales
cuyas cubiertas ajadas eran bañadas por
la luz ambarina de una lámpara.
Antes de entrar en el Parnaso…
Debo ofrecer un gambito de dama;
realizar un enroque de rey
sobre el tablero del escenario…
––Me dije mientras movía las fichas
hindúes de madera lacada––.
Colgarme de un sol de brillo noble;
que riachuelos de vino sanguíneo lo
adornen
como al escudo de un guerrero griego.
Las heridas sublimadas ––medallas de la
andadura y la batalla––,
dispuestas sobre la solapa del saco
azul.
O…debería pensarlo bien…
Dejar a un lado esa tentación de
trascendencia.
Antes de entrar en el parnaso…
¿Debería ponerme el vestido de juglar o
de payaso?
Bellas corbatas de sedas; tafetanes cruzados por
cintas de oro
y botones con broches de perlas.
Hermosos atavíos, legendarios vestuarios
de periclitadas épocas,
¡El escenario me llama, las tablas están
a la espera!
También es de rigor, al final de esa función,
una salida a los bajos fondos.
El sombrero calado, la bufanda negra
cruzando el pecho.
En el Parnaso, las bacanales están
cubiertas por talco de mármol. Frialdad lunar.
Aire de obsidianas
negras. Lápidas de bronce y candelabros de hierro.
Cierta pesadez de piedra sobre las bocas
cantoras...Ahora rosas secas.
Melancolía tejida sobre abarrocadas
faldas de poetisas bohemias
consagradas por la muerte.
Antes de ponerme a
danzar sobre lápidas frías; es recomendable un baile lunfardo y caliente por
callejones donde las cortesanas demimonde
estén a la espera de su sueño; y yo, a la búsqueda de una Ofelia perdida para
rescatarla del riachuelo cenagoso de la vida. (Aunque es muy posible, que terminemos los dos en el arroyo).
Antes de entrar en el parnaso…
Me gustaría encontrarme con viejos y
querido poetas.
Si no estuviesen
consumidos prematuramente por la bilis; si ejercieran el humor como antídoto
contra supercherías. Si en las ciudades, no se hubiesen convertido en
ciudadanos grises bajo las cámaras paranoicas del gran hermano. Si el corre-ve-y-dile y el radio bemba amarelo
no hubiese malgastado sus energías y su talento.
Algunos de ellos,
los más afortunados, ya escalan posiciones dentro de la frondosa estructura
burocrática de la patria y posan sus nobles y maceradas nalgas sobre sillones
de misiones extranjeras…
Pero con estos no
podría reunirme; no podría acceder a sus altos lobbies. Mi cara poetiana
no es de buen recibo en sus fiestas; mis modales de drogatta en su nube artificial, no son entendidos por parte de esa
exquisita fauna; sus secretos aquelarres; licenciosos Sabbats de banqueros y
usureros, secretarios de despacho, ministros y mandriles.
Deberé encontrarme
con los otros; gatos iluminados y
solitarios que transitan los territorios fronterizos del idioma. Los de la
juerga canalla. Los de la zambra pueblerina, gaznates abiertos a los rayos
cristalinos del vodka y de la risa.
A ellos va mi encuentro en una taberna
de pueblo.
En la barra de algún bar;
vere caer la lluvia
luminosa contra las ventanas del abismo.
Poetas de líricas ácidas, viejos
forajidos con su alijo de sueños…
“Sexo,
poesía y alcohol”; su divisa
corsaria.
Bueno…eran otros tiempos.
Teníamos el mazo de cartas completo...
El arcano de la estrella bajo la manga…
y no estábamos gastados por la rueda
sucia de la fortuna.
Antes de entrar en el Parnaso.
Deberé afinar el semblante y la
compostura.
Cuidar de mis modales y
Mandar lacrar con sellos mis papeles.
Para ingresar allí,
me dicen, se requieren además de talento y oficio; Comediar frente a ciertos
directores de revistas, hebdomadarios y pasquines de diferente condición.
Gerentes de los mass media,
publicistas de la gran estafa, quintacolumnistas de la opinión pública;
presentadores de farándula y televisión.
No sé si cumpla tales requisitos;
procuraré hacerme a algunos de ellos, de lo contrario…
Me sentiría muy desgraciado…
Tendré que contratar los servicios
profesionales de un falsificador de balances y un asesor de imagen.
Antes de entrar en el parnaso, deberé
pagar algunas cuentas.
Mi saldo en rojo no
me permite recibir títulos honoríficos. Así que para ello, como escritor freelance, deberé recurrir a los
ejecutivos librecambistas del laissez
faire, laissez passer. De esta manera, cuadrando caja, podré estar seguro
de dejar mis números en regla; es decir, igualar por rojo, los saldos negros
del fracaso.
La verdad, hay que decirlo…
nunca el
fracaso o el triunfo lograron afectarme.
Tomé esas notas, como señales de un sismógrafo averiado.
Ademas...
Todo el mundo hace algo mientras le llega
la hora.
Groucho Marx decía: “¿Por qué debería preocupararme por la posteridad? ¿Qué ha hecho la
posteridad por mí?”
Por esto… a veces pienso…
Que entrar en el Parnaso puede ser
bastante aburrido….
Los sicofantes, la pompa, y el derroche
de músicas graves…
Los archivos, los periodistas de la
farándula a la entrada de la eternidad.
Las alfombras rosa, los claveles negros.
Las nubes pesadas de helio.
Las luces solares muy altas.
Las noches de juerga interminables…
(Bueno,
esa es una de las pocas cosas que de verdad serían interesantes).
Pero no…
He decidido no presentar oposiciones.
Quince minutos de
fama son suficientes. Un orgasmo de más de media hora solo es soportado por
faquires o yoguis. Una eternidad, en constante inspiración, está destinada a
los dioses o a los espíritus selectos de la metempsicosis.
No presentaré mi currículo ante las
puertas de oro y cobre.
No pisaré la báscula de los pecadores y
los virtuosos.
No tañeré la lira en frente de vates
dorados y orates plúmbeos con testas coronadas de laurel.
Creo que mejor volveré a mi vida de
otros tiempos.
No vale la pena
entrar en el Parnaso cuando ya está lleno de bombines y chisteras; abogados y
libreas.
La verdad, de entrar
allí, sería para armar una gran conmoción y terminaría, para mi mal, vinculado
a una resistencia.
Y encontrarme… con
los mismos trepas montando escaleritas, tendiendo trampitas, montando tramoyas,
con sus enciclopedias abiertas debajo de sus atriles. Con sus heráldicos
corazones abrillantados para el desfile de las vanidades.
Con sus
recomendaciones; sombreros estirados implorando con lenguas de fuego bajo los
castillos de cristal y cemento. Sus circos del absurdo y sus colas de dragones.
Sus políticos de la Nueva Era, sus magos escleróticos, sus camaleones
contorsionistas.
Mejor seguir con el corazón en bandolera
bajo la luna de los caminos junto al mar
y los pies sobre la tierra.
Pasar por las tabernas goliardas para
libar los odres ásperos; mosto salvaje de las uvas abisales.
No debo perder la costumbre. (Ya me canso de esta vida de monje anacoreta
y ermitaño).
Arrojaré el guante a algunas crapulitas
de altar;
meapilas cortesanos que me vienen
manoseando los cojones.
En el pasado ejercí Mester de juglaría
en la plazas e inoculé tibios venenos, destilados del alambique surrealista, en las copas de los obispos ilustrados;
directores espirituales del rebaño Matrix; grandes ídolos de la clerecía
culterana.
(No me voy; estoy de regreso. Y no será para darles el
óbolo a los enchufados; mis aportes crematísticos solo se destinan a las filles galantes de madame Recamier; lo demás es despilfarro).
Creo que desertaré
del Parnaso; a pesar de que, dicen, algunas de mis canciones ya están tocando a
las puertas del cielo. (Están tocando,
pero no les abren; me dijo el viejo Dylan).
No quiero estar en las listas del top ten. Hace tiempo que no veo las
noticias. A los diarios solo los consulto para leer horóscopos, el pronóstico
del tiempo y las especulaciones bursátiles.
Entraré en un bosque negro con la
caravana de Rimbaud; con los juglares de la cuerda de Villon; los gatos de Celine, en busca de la Acuarimántima insular donde habita el fantasma de Barba Jacob. Sediento vino en
las gargantas de los emboscados de la luna; mi melena en cardos coronadas.
No habrá Walhalla, ni valkirias...
No habrá paraíso, ni bailes de huríes…
Ni arpas, ni ambrosías...
Solo el canto áspero y rojo de los minnesängers...
Las calles entintadas de luces
minerales, inundadas de riachuelos de plata
y asteroides giróvagos bajo estrellas y
cimbeles.
Mi poema… serena risa de la noche.
Mi poema… secreta sombra de los
acantilados.
Mi poema… faro avistado por el barco ebrio de mi corazón de piedra.
Mi poema enamorado de la luna…se forjó
de cara al sol subiendo a la montaña de la laguna.
Mi poema…
Se extenderá como el polen de los
vendavales
o se quemará como las cañas secas de los
incendios forestales.
A la tierra volverá como cimiente o
ceniza.
Seco y estilizado en la luz de las
estrellas, duro como diamante negro…
Carbón de flor al rojo en el río del tiempo; lava del
volcán más vigoroso.
Y cantará en silencio por siempre.
Y para siempre.
Como debe ser.
O.G.R.
Del libro en imprenta:
"12 TROVAS GOLIARDAS Y UNA CANCIÓN
MINNESÄNGER"