TRAIGO ESTE PEQUEÑO FUEGO...
DONO
ESTA HUMILDE LUZ...
(Omar García Ramírez)
I
Traigo este pequeño fuego.
Dono esta humilde luz.
Esta luz que mi ceguera espanta con un sol de cobre...
moneda de canto oxidado
dracma perdido sobre una playa antigua y
encontrado por un peregrino del silencio.
Una luciérnaga inquieta entre las manos de un
niño.
Este fuego ondulante, esta lámpara de cristal.
Esta antorcha testigo que abrió camino en la
noche.
Que calentó la hoguera en el desierto
iluminando el rostro amarillo de la esperanza.
Yo traigo esta voz, desde mi silencio y la
comparto, reseca pero viva
con el que guarda ayuno y sufre.
Con el guerrero solar, herido y solitario, ignorado
del mundo.
Con la hechicera lunar, amenazada en la
hoguera.
Yo vengo desde lejano camino y me interno en
grutas oscuras
para buscar un vaso con la sangre del maestro.
Una espada.
Filo de plata y sonido de bronce, que puesta
sobre la frente devele, revele, esclarezca.
Yo entrego esta imagen
al que va a dar el paso definitivo, sin temor
pero sufriendo.
Y quiero purificarme a través de su existencia
noble
de su
dolor sin palabras.
El poeta es una voz
donada al mundo
el poeta es una voz
prestada de la
tierra
el poeta es una voz
reflejada de una estrella.
Dolor recobrado y encarnado...
semilla que florece
dentro de algodón ensangrentado
en la herida del costado.
El poeta es un rayo luminoso
terrible, y de existencia corta.
Una cara de mármol negro con ojos de diamante
catarata que resuena sin agotarse
en la verde cabellera de una virgen bajo la
selva lluviosa.
Ola de cristal negro
que flota sobre el mar
y en la
noche no se agota.
Minuto que espera la claridad de alba tras
el insomnio y la visión de las
estrellas.
Una mano posada sobre el libro: roce
litúrgico del pergamino
el
sonido rítmico de la máquina.
El carácter negro, el punto, la esfera.
Yo vengo con esta antorcha
Agitando en la noche de los antiguos hombres o
en la desesperanza
de aquellos que se saben inmersos en una causa de muerte
y guerra.
Con este canto, este mantra doloroso, esta herida
de estrella fragmentada
Y esta mano viril que acompaña al peregrino.
No somos más que viajeros eternos
aquí no se acaba nada, todo comenzará de
nuevo.
Estoy seguro.
De otra forma el hombre
no tendría un recuerdo tan claro de su asombro
y de su miedo.
Seremos
sencillos y sabios
como un beso terrón de azúcar
sobre los labios del sol.
Ligeros pececillos de lomos plateados sobre el
mar de la galaxia
/cardumen de energía luminosa.
Este es un paso,
el camino apenas
comienza.
Al final de las estrellas
existe una posada para los viajeros que
realizaron su ruta
/bajo el silencio de los astros.
II
Aquí todo es denso,
el polvo pegado a los zapatos...
Números sobre papeles.
Letras y sellos.
Letras y sellos.
Avaros de sangre y esclavos
sátrapas de pequeños imperios.
Robots
con el corazón grabado en una tableta de chips.
Canales de grandes supermercados llenan de
imágenes falsas el alma de los niños.
Quieren hacer de la herramienta espíritu.
De la sofisticada maquinaria un cerebro de
Golem cibernauta.
Yo traigo esta pequeña luz, esta palabra de
silicio.
Utilizo esta
binaria herramienta.
(Apóstata angelical, francotirador de luz
en la autopista-telaraña del imperio).
Porque hay unos señores
que quieren cerrar los graneros, codificar las
semillas de las flores solares.
Clausurar las bibliotecas.
Y quieren matar de hambruna a un continente de ébano y diamantes.
Y quieren matar de hambruna a un continente de ébano y diamantes.
Porque hay unos señores
Que quieren patentar la raíz del tigre
(su amarillo luminoso, su azul
vegetal-eléctrico, violeta-sueño-curandero).
Robándola de su selva verde y húmeda para guardarla en un vivero-banco de cristal
III
Joven
La primavera, la luna, la flor;
el verano en la piel de Simoneta de Vespuchi.