jueves, 7 de enero de 2016

TRAIGO ESTE PEQUEÑO FUEGO... DONO ESTA HUMILDE LUZ...








TRAIGO ESTE PEQUEÑO FUEGO...
 DONO ESTA HUMILDE LUZ...


(Omar García Ramírez)



I


Traigo este pequeño fuego.
Dono esta humilde luz.
Esta luz que mi ceguera espanta con un sol de cobre...
moneda de canto oxidado
dracma perdido sobre una playa antigua y encontrado por un peregrino del silencio.
Una luciérnaga inquieta entre las manos de un niño.
Este fuego ondulante, esta lámpara de cristal.
Esta antorcha testigo que abrió camino en la noche.
Que calentó la hoguera en el desierto
iluminando el rostro amarillo de la esperanza.
Yo traigo esta voz, desde mi silencio y la comparto, reseca pero viva
con el que guarda ayuno y sufre.
Con el guerrero solar, herido y solitario, ignorado del mundo.
Con la hechicera lunar, amenazada en la hoguera.
Yo vengo desde lejano camino y me interno en grutas  oscuras
para buscar un vaso con la sangre del maestro.
Una espada.
Filo de plata y sonido de bronce, que puesta sobre la frente devele, revele, esclarezca.

Yo entrego esta imagen
al que va a dar el paso definitivo, sin temor pero sufriendo.
Y quiero purificarme a través de su existencia noble
de su dolor sin palabras.

El poeta es una voz
                            donada al mundo
el poeta es una voz
                            prestada de la tierra
el poeta es una voz
                             reflejada de una estrella.

Dolor recobrado y  encarnado...
                                                         semilla que florece
dentro de algodón ensangrentado
                                                         en la herida del costado.

El poeta es un rayo luminoso
terrible, y de existencia corta.
Una cara de mármol negro con ojos de diamante
catarata que resuena sin agotarse
en la verde cabellera de una virgen bajo la selva lluviosa.
Ola de cristal negro
                                        que flota sobre el mar
                                        y en la noche no se agota.
Minuto que espera la claridad de alba tras el insomnio y  la visión de las estrellas.
Una mano posada sobre el libro: roce litúrgico del pergamino
el sonido rítmico de la máquina.
                                                   El carácter negro, el punto, la esfera.

Yo vengo con esta antorcha
Agitando en la noche de los antiguos hombres o en la desesperanza
de aquellos que se saben inmersos en una causa de muerte y guerra.
Con este canto, este mantra doloroso, esta herida de estrella fragmentada
Y esta mano viril que acompaña al peregrino.

No somos más que viajeros eternos
aquí no se acaba nada, todo comenzará de nuevo.
Estoy seguro.
De otra forma el hombre
no tendría un recuerdo tan claro de su asombro y de su miedo.

Seremos  sencillos y sabios
como un beso terrón de azúcar
                                                 sobre los labios del sol.

Ligeros pececillos de lomos plateados sobre el mar de la galaxia
                                                     /cardumen de energía luminosa.

Este es un paso,
                          el camino apenas comienza.
Al final de las estrellas
existe una posada para los viajeros que realizaron su ruta
                                             /bajo el silencio de los astros.



II


Aquí todo es denso,
el polvo pegado a los zapatos...
Números sobre papeles. 
Letras y sellos.
Avaros de sangre y esclavos
sátrapas de pequeños imperios.
Robots  con el corazón grabado en una tableta de chips.
Canales de grandes supermercados llenan de imágenes falsas el alma de los niños.
Quieren hacer de la herramienta espíritu.
De la sofisticada maquinaria un cerebro de Golem cibernauta.
Yo traigo esta pequeña luz, esta palabra de silicio.
Utilizo esta  binaria herramienta.
(Apóstata angelical, francotirador de luz
                                     en la autopista-telaraña del imperio).

Porque hay unos señores
que quieren cerrar los graneros, codificar las semillas de las flores solares.
Clausurar las bibliotecas. 
Y quieren matar de hambruna a un continente de ébano y diamantes.

Porque hay unos señores
Que quieren patentar la raíz del tigre
(su amarillo luminoso, su azul vegetal-eléctrico, violeta-sueño-curandero).
Robándola de su selva verde y húmeda  para guardarla en un  vivero-banco de cristal




III


Joven

Que silencioso transitas las calles de la usura y las ciudades del destierro

empujado al camino del crimen

con el alma dividida y humillada.

Ve al río de tu historia, ve al río de tu pueblo

y busca arriba de su cauce las aguas claras

                                              que vienen a refrescar tu voz.

Busca ese manantial dentro de ti

como un canto que apaga la sed de tu alma.

Protégele de la contaminación fabril

y grábalo en las piedras primordiales.

Bebe en comunión con las raíces y la estrella.

Hay un mañana… será mañana

claro y luminoso para los desheredados de la tierra.

El cosmos está lleno de estrellas

y  ríos fecundos en donde beberán los espíritus sedientos

Los alados martirizados con la cara bajo la lluvia y el corazón tiritando.

Los filósofos solitarios que oficiaban en los altares de la piedra.

Los buscadores del tesoro oculto y sabio.

Los cultivadores del jardín silencioso.


El laberinto

se abrirá como una alameda

de vía clara y amplia con miles de soles centelleando

Y carrozas de fuego y oro.


Habremos olvidado todo. La cicatriz, la angustia, el miedo.

Todo lo recordaremos: 
La primavera, la luna, la flor;
el verano en la piel de Simoneta de Vespuchi.


Traigo este poema,

esta pequeña página de un libro antiguo para ser copiada, donada, impresa, grabada.


Y esta piedra luminosa

para ser cimiento, semilla;

para ser canción, estrella, voz, aliento.