martes, 18 de septiembre de 2007
DESOBEDIENCIA CIVIL
Un texto que debería ser difundido y estudiado en todas las escuelas de secundaria y en todas las universidades colombianas. Sobre todo, si se tiene en cuenta el espíritu de filisteos, lameculos, genufléxos y esclavos que abunda al interior de nuestra sociedad. EN BATRAXIA UN HOMBRE DE PENSAMIENTO LIBRE ES UN HOMBRE PELIGROSO. Un texto clásico para los hombres de pensamiento libre de cualquier nacion:
“Sírvanse enterarse de que yo, Henry Thoreau, no deseo ser considerado miembro de ninguna sociedad a la cual yo mismo no me haya unido”
Nunca me he negado a pagar el impuesto de rodamiento, porque quiero ser tan buen vecino como mal subidito
No me interesa seguirle la pista a mi dólar, si puedo, hasta que ese dólar le compre un rifle a un hombre para que le dispare a otro – el dólar es inocente – pero sí me interesa seguirle la pista a los efectos de mi sumisión.
http://thoreau.eserver.org/spanishcivil.html
DE LOS REGRESOS AL JARDIN DE LAS DELICIAS
DE LOS REGRESOS AL JARDIN DE LAS DELICIAS
Yo iba orinando
contra los tótems místicos que abundan en el cosmos.
Huyendo de un pastor de lobos
que anhelaba con frenesí
mi piel de león que ondulaba sobre la pradera de la galaxia.
Escondiéndome en el hedor de las cantinas religiosas
en donde el vino era santificado
y todos los feligreses tenían los ojos rojos de la felicidad
como tus ojos rojos de luna enferma
y tenían tu almizcle de zorra
bajo las ojeras de la media noche.
Yo venía saltando de mata en mata
detectando obstáculos como un murciélago drogado
bañándome en pozos de ácido lisérgico y arena selenita
y ayunando en las condiciones objetivas de cada día estelar...
Con mis barbas luminosas y mis virtuales libros,
con mi locura a cuestas yo
c
a
í
a.
Entonces
en el último peldaño de la escala tierra
te vislumbre, no sé si te soñé
pariendo un ovo-vimana en el desierto
sobre un ramo de girasoles ingrávidos
y te vi depositarlos en mi tumba, anterior a otras tumbas
y tus ojos de ámbar egipcio, transparente vino tinto
sobre mis ojos de cronista caldeo en retirada.
Me uní a tu sueño...
Caminábamos en caravana hacia la tierra del fértil creciente
tus cabellos claros como ríos contra la sed y la arena
mantenían a raya el desaliento
y alegraron los anocheceres de aquellas heladas lunas.
Te descubría junto a la hoguera
cuando cantabas con las otras mujeres
al ritmo de cuernos de caza y tambores de corteza
dulces melodías de esperanza.
Varias veces me cruce contigo en el camino.
Pude sentirme humano cuando tus ojos me miraron.
Tus ojos claro lapislázuli, estrella de agua fresca
y comprendí a los que cayeron primero y se mezclaron
y esa extraña palabra, ese vocablo mágico...
El amor.
una noche nuestras manos se encontraron
en un cántaro de agua
nuestras miradas contemplaron un ígneo cometa
tu palidez alba desnuda alegró mi despertar en el desierto.
Aquella marcha nunca llegaría a su destino
y tu desapareciste el día que murió Ramses II
tras las dunas de un sol
que calcinaba a su pueblo predilecto.
Entonces fui convocado por los ángeles rebeldes
que luchaban contra el demiurgo
en su propio universo ilusorio.
Regresé luego durante la primera empresa
buscando el secreto de la bomba luminosa
y escapaba de unos hombres que querían degollar a otros hombres.
Llevaba una cruz como mi padre;
no era una cruz para la muerte
era una cruz para la vida.
Anuncie buenas nuevas para la gente nueva
en las plazas de mercado
en los garitos suburbanos
en los puertos de Buenaventura
y en los negocios de especias en Maicao.
En el cerro de Montserrat y en las cuevas de Sacromonte.
Traía en las manos las iniciales de tu nombre
y una cadena de oro con las pupilas carcomidas de tu dios.
Caminaba con mis sandalias de cuero de buey
y parecía un buey de tanto arar tu espera
sobre los caminos enlodados de la tierra.
Conocí a Pedro y a José
y a una hermosa hetaira llamada Magdalena;
por aquellos días estaban de moda las catapultas
y yo
con mi rayo láser escondido bajo el sobaco.
Las cosas perdieron interés
cuando crucificaron a un profeta
que había renunciado al reino de este mundo.
Pasaron quince siglos...
y volví a encontrarte cerca de un castillo,
borracha de doce lunas
vestida de seda blanca y un lirio azul silenciando tu boca...
Poco después
nos refocilamos sobre una cama olorosa a limón y mermelada
y estallaba de la risa cuando tu te comías mis libros sagrados
y los pulverizabas para hacer pastelillos del Nilo
mientras nos dábamos a los secretos primordiales
de la física del amor.
Juramos no repetir la historia
y pasábamos las horas del crepúsculo caminando por las playas normandas
comiendo langostinos en salsa y bebiendo vinos delicados
que aderezaban los perfumes de nuestras pieles castañas.
Pero...
Las estructuras de los castillos se sacudieron,
las ventanas se cayeron de sus marcos
llego la muerte acompañada de peste
de tormenta y de diluvio.
Te perdí a ti y a dos de mis mascotas preferidas
y me obligaron regresar
hasta que bajaran las aguas de aquella furiosa marea atlántica.
Después del tiempo aquel
regrese con la misma edad 33 años,
para ser santificado por tu amor
y tu amor era un montón de piedra muerta.
Una laguna que agonizaba... Tu ciclo había terminado.
Entonces
me dedique a recordarte para el bien de mis estrellas
en el puerto bengalí de Ali Banglass
alimentandome de pescado, frutas y algas frescas que traían los pescadores chinos
jugando a las cartas con los estibadores
encantando serpientes venenosas
sacándole los ojos a los mercaderes sefarditas
acostándome con las mujeres de los fariseos
y conocí a Omar Kayam
y a su secta de fumadores de amapola.
Me hice poner un diente de oro
y arroje al mar mi arete de silicio
y ellos perdieron la pista y me olvidaron.
Veraneé en las playas de Haití
me amotiné en las plazas de Belgrado
conocí los secretos del hachís con Rimbaud en Montparnasse.
Participé en la marcha de la sal con Gandhi
y en la gran marcha con Mao.
Me convertí en un vago intemporal,
un voyeur cósmico
que observa con ironía como estos destruyen hoy murallas
las mismas que ayer construyeron fervorosos.
Me di cuenta un poco tarde
que no valía la pena llevar flores a los muertos
que danzan eternos
sobre el jardín de las delicias.
O.G.R.
del libro
“SOBRE EL JARDIN DE LAS DELICIAS Y OTROS TEXTOS TERRENALES” 1993
RIMBAUD EN ABISINIA
RIMBAUD EN ABISINIA
J'ai appelé les bourreaux pour, en périssant, mordre la crosse de leurs fusils. J'ai appelé les fléaux, pour m'étouffer avec le sable, le sang. Le malheur a été mon dieu. Je me suis allongé dans la boue. Je me suis séché à l'air du crime. Et j'ai joué de bons tours à la folie.
Yo llamé a los verdugos para morir mordiendo la culata de sus fusiles. Invoqué a las plagas, para sofocarme con sangre, con arena. El infortunio fue mi dios. Yo me he tendido cuan largo era en el barro. Me he secado en la ráfaga del crimen. Y le he jugado malas pasadas a la locura.
UNE SAISON EN ENFER
A. R.
(¡que reviente mi quilla, que por fin vaya a pique!)
LE BATEAU IVRE.
A.R.
Después de que el amor de los ángeles siameses le dejase una herida negra y supurante bajo sus alas de plata,
y que el castillo del alba
se derrumbase con el rayo de la tormenta;
que la torre de Notre Dame, cayera sobre su cabeza rompiéndole los sueños, tres costillas y un par de poemas.
Después de haber bebido
el ponzoñoso brebaje de las flores del mal
regadas en el jardín de la noche
por Monsieur Baudelaire;
Y haber asistido a la trepanación
en la cabeza de un cadáver exquisito
que embriagado de verde ajenjo
se había ahogado en las aguas del Sena...
El muchacho de Charleville
(Carne de lujuria en la comuna)
El del coeur supplicié.
El muchacho del corazón atormentado y pisoteado por la soldadesca rebelde de la Comuna de París.
Quiso ver el sol
Y las estrellas y dormir sobre las dunas del desierto.
“Yo regresaré con miembros de hierro, el rostro sombrío, la mirada furiosa, sobre mi rostro una mascara, me creerán de una raza fuerte. Tendré oro...” Después de haber arrastrado a Verlaine su poeta protector hasta las puertas del averno y que este con gesto de amante furioso le disparase hiriéndole en la mano...
Después de haber veraneado Une Saison en enfer ... Y haber visto los rituales fabriles que cubrían de hollín los rostros de los niños ingleses; de ganarse el pan de la miseria con todo tipo de oficios portuarios y de bruma;
Y haber conversado con Lucifer, el ángel caído,
sobre su rebeldía iconoclasta
coronada con la sangre de la estrella.
Después de que su formula mágica no funcionara y que el atanor alquímico solo le devolviese una arenilla negra, sin brillo. Que el esperado Rebis solo fuese una pequeña fiera, (homúnculo con cara de tigre) que comenzaba a tomar alas en el centro de su alma.
Después de haber fumado un centenar de porros de hachís y embriagarse de absenta,
hasta sentir en su hígado duendes con cuchillos apuñalándole.
Después de vomitar en las calles de París y ver la cara pálida y ulcerada de las prostitutas de la rue Campagne-Première y del hotel de Cluny.
Después de atravesar a pie los Alpes
en medio de una tormenta
para llegar a Génova,...
el señor de las semillas del viento,
el señor del barco ebrio
quiso ver el sol y quedarse ciego
como un chaman del norte de África.
Así que se fue tras el camino de los maleantes enlutados
con su carabina al hombro.
Nunca dejó de sentir cierto éxtasis por aquellos paisajes de lava rocosa y mares de sal.
Se refugió en Harar la ciudad de barro rojo y piedras blancas. La ciudad del fuego de Abisinia.
Entonces vio que todo el mundo estaba ocupado en traficar con armas,
Luego con esclavos.
¿Pensó en algún libro brillante. En alguna prosa magistral...
En la cadencia musical de algún alejandrino
o un endecasílabo,
o simplemente
en la palabra poderosa de la muerte
que flotaba como una presencia extraña
sobre un lago negro?.
A lo mejor, solo sentía el abanicar del viento sobre su torso desnudo y flotaba como un fantasma del oasis con sus pies helados sobre el agua.
“Es el silencio del desierto, lo único que llena mi soledad. La misteriosa mujer de cara pálida teje una falda negra. ¿Será mi mortaja? He intentado que aprenda un poco de francés. ¿Pero para qué?.... Para qué quiero que Asha hable esa lengua de miserables y piojosos tenderos de camisas blancas y sombreros de copa. Será mejor dejarla que teja en silencio mi mortaja, mientras afuera de las murallas de barro y piedra de la ciudad de Harar, las hienas cantan con risas de hielo luminoso, bajo una luna de metal ulcerado.”
Poco se sabe.
Solo leyendas,... muchos rumores,
Algunas cartas a su hermana Isabelle en Francia.
Andaba con sus ojos azules y claros,
y su mechones rubios y velados, mirando más allá de la gente,
de los esclavos, de los animales.
Se acostaba con mujeres que le llevaban otros mercaderes o los traficantes de marfil, los comerciantes de café, los negociantes de almizcle...
Una de ellas tenía una pústula de negro hollín detrás de la oreja; no se le notaba. Dicen que fue eso...Pero yo creo, que ya estaba envenenado desde Francia.
Se dijo: no volveré escribir...
La literatura, una noche se le presentó
como una princesa árabe de las mil y una noches....
Después amaneció ahogada, flotando con una cuchillada en el pecho, sobre un charco de lodo rojo. No hubo flores, solo espinas y cardos secos. Ofelia ultrajada por el mago rudo. El poeta del silencio.
Entonces comenzó el problema de la pierna
y los dolores; veía aparecer demonios creolés con acentos yorubas que le asaltaban en las noches.
Fue donde un brujo que le administró un poderoso narcótico, las hienas le despertaban en mitad de sus fiebres con sus cantos aterradores. Un médico del ejército egipcio, le dijo, que esa hinchazón de la rodilla derecha le estaba matando,
Por último,
regresó a Francia por el puerto de Marsella
en donde le amputaron la pierna, en el hospital “De La Inmaculada Concepción”. –Ese embriagado duende, en tu sangre prisionero, que envenenaba tu mirada, te mordía los huesos y te paralizaba las alas...
“He regresado de Charleville, pensaba curarme de la pierna pero veo que es inútil, ahora que no la tengo, es más pesada que un fardo de patatas. Estoy en el puerto de Marsella otra vez en el hospital de “La Inmaculada Concepción”, al fondo el mar azul intenso y los barcos que zarpan, que se alejan. Pensaba regresar a África…
Anoche estuvo aquí, lo se; sentí su mano fría y delicada y su beso de fosa negra.... Es el final.”
El jardinero de las flores de las flores del mal,
Que había comido las semillas del fuego,
y contagiado de poesía
el territorio de la bohemia lunfarda de Mont Parnase.
Que se enroló en la legión extranjera para desertar cuando le dijeron que tenía que matar nativos javaneses y de Sumatra.
Que traficó con almas negras y marfil
como demonio blanco,
para terminar entregando toda su fortuna, a las plañideras y a las viudas preñadas de un amigo traficante al que habían matado los temerarios Danakil (los hombres de la piel de arcilla) en los desiertos de Abisinia.
Se fue con una sola pierna
Dicen que fue un lobo negro de ojos rojos, el que le enseño su camino...
“Isabelle, querida hermana, haré las pases con dios, pero ya me siento condenado, será solo una formalidad más...”
Nadie perdonaría su exilio,
ni siquiera su gloria parisina
le había seducido para volver a escribir.
¡Que desperdicio!...... dijeron unos
¡Que insensatez!... dijeron lo demás
¡Pobre hombre!... dijeron en coro las musas de los salones capitalinos.
Y él, con su amarga mordida de cat tagle espumeando en sus mandíbulas
y su mueca rayada en fuego sobre el rostro broncíneo
junto a la hoguera con ramas secas...
Mis queridas cocottes
mis queridos poetas parnasianos y simbolistas de corbatincitos de seda roja y zapatitos de charol...
Monsieur
Artur Rimbaud esta pasando una merecidas vacaciones
A mil quinientos grados centígrados...
Haciendo sonar, no su lira,
si no aporreando un clavicordio con teclas de obsidiana....
¡Y haciendo estallar su carabina belga,
en las cálidas instalaciones del averno!.
O.G.R.
Del libro:
ÓPERA PRIMA (Altamira 2001)
LA VISION DE ANTONIN ARTAUD
LA VISION DE ANTONIN ARTAUD
(Sierra Tarahumara, México 1936)
Eran rocas
febriles y pálidas
rocas de cicatrices plúmbeas
como poemas revelados bajo una luz de fósforo mineral;
rocas que hacían de mi senda,
no lo creado por un Dios
Si no... el temor de lo no creado por los hombres,
lo no tocado por el tiempo;
huellas de pasos ya fosilizados,
animales pesados
que se habían enfrentado en estos cañones desérticos...
Animales furiosos de pieles húmedas
y estructuras poderosas.
Luego
los moradores de una raza antigua
habían tallado estrellas, petrificado soles,
triángulos rojos
con las piedras de la corona de los rebeldes calcinados.
Cuencas de meteoros ciegos.
Heridas con la espada de la estrella.
Sabía que al llegar a la aldea Tarahumara
tostado por el sol y el viento despiadado de la
sierra mexicana,
una sonrisa de temida libertad,
júbilo de bestia armónica
cantaría como una cascada fresca en mi espíritu.
Una niña de dulce mirada
recibió con ternura mi agotamiento y calmó la
ansiedad de ese largo viaje, con un cuenco de agua en donde el cielo temblaba.
Hablé con el Chaman de la comunidad;
un anciano de frente cuarteada y ojos profundos
como un lago de montaña.
Durante las tardes paseamos por los
alrededores del pueblo
conversando en un rudimentario español sobre
mi preparatoria iniciática.
Respiré el cálido y puro aire de esos días
mientras fortalecía mi cuerpo con ejercicios
solares y antiguos
como: golpear con las palmas de las manos
ciertos puntos de mi cuerpo,
durante horas enteras;
o permanecer
con los brazos en la posición de quien
desea alcanzar una estrella.
Ejercicios que exigían todas mis fuerzas
en un empeño de conocimiento misterioso.
Después me sometí
a un ayuno prolongado
y fui sintiendo una embriaguez de ave ligera,
águila sobrevolando un desierto de arcillas terracotas.
Llegado el esperado día
bebí de una fuente negra
y me embriagué en el sagrado zumo de las flores del cactus.
Me retire solitario a una cueva
donde el Chaman me ordenó esperar
la presencia de Nahuatl;
allí yo era un coyote y la luna me enamoraría
con refinadas
artes de doncella oriental.
Comía setas y bayas azules dispuestas sobre
escudillas de cerámica ritualizada;
sobre la arena del suelo
-elaborada con ramitas de pino- una geométrica figura
de dos triángulos opuestos ligados por una rama al centro
(el árbol de la vida que pasa por el centro de la realidad)
Observaba criaturas de fuego
que danzaban
sobre una hoguera donde crepitaba el oro.
El chaman me había advertido sobre los
peligros del sendero:
“Para procurar los “ayudas”, es mejor no seducir
a los elementales….
Dominarlos serenamente en su medio,
es tu objetivo.
El cactus peyote, te da sólo lo que vibra en ti y
por ti se manifiesta,
y es, ésta observación y lucha lo que te da la fuerza”.
**********
El tiempo fluía lento como un río
otras veces cual rítmico y pesado tambor
cuero de cabra al mediodía...
Entendí que esta presencia se hacia piel de tierra,
cuando en las paredes de la gruta
aparecieron símbolos rojos y negros
y las piedras comenzaron a destilar un calor de sol herido.
Y apareció como una energía que no decaía,
que lo arrollaba todo con la fuerza de un torrente
lava-hirviente.
Aleteo de pájaros excitados en la noche,
una gran víscera de Dios olvidado,
herida de guerrero no cicatrizada;
oleada de bisontes rojos sobre la pradera;
puñal de ónix en mi garganta,
vegetal multicolor y venenoso
inundándome las venas, quemándome el cerebro.
Una deidad moraba obscura en mí
con su cara de lagarto pétreo
devoraba, una a una, mis palabras.
Mezclaba su sangre de lianas secas con mi sangre de arena
Y era él, …
El demonio de la tribu.
La historia de su muerte y la sombra de su guerra,
entonces grité
y mi lamento se extendió
sobre la nocturna sierra.
O.G.R.
del poemario
"SOBRE EL JARDIN DE LAS DELICIAS Y OTROS TEXTOS TERRENALES".1993
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