DEBERÁ BRILLAR UNA LUZ…
(Deriva nocturna en la
ciudad de Baal)
Omar
García Ramírez
“le
soleil est noir
la
beauté d’un être est le fond des caves un cri
de
la nuit définitive
ce
qui aime dans la lumière
le
frisson dont elle est glacée
est
le désir de la nuit”
L’
archangélique
GEORGES
BATAILLE
1
¿Debería
brillar una luz?...
Y deberá brillar una
luz… sobre este bestiario gris que se apiña
contra las paredes y las vías, los cristales y las maderas; el hierro, el
cemento y el latón.
Deberá brillar una luz…
una fuerza que ascienda en leve ectoplasma sobre el cuerpo proteiforme;
apretado rebaño que cruza las avenidas centrales; ligera subida de tensión
sobre los cables eléctricos, que suspendidos sobre las calles emanan un zumbido
agonizante. Amargo sabor de sopa
cotidiana; marabunta plástica que gimotea en la aceras; que gime en las
esquinas con acordeones y guitarras amargas; que monta su trágico teatro dentro
de los trasportes colectivos, se distorsiona, y luego, reaparece en carnaval
fantasmagórico dentro de la gran jaula del humo.
Deberá salir una luz…
dentro de la penumbra que arremete, esa que cubre la tarde citadina con su
abrigo de óxidos grasos; sedimento impregnado de olores, polvo mortuorio, sudor
de camisas manchadas de fatiga y miedo.
Deberá brillar una luz…
Así
como en medio de la lluvia una joven colegiala que camina con su paraguas rojo,
su falda de cuadros y sus medias ajustadas a las pantorrillas blancas, aparece,
como si estuviera fuera de la escena y no perteneciera al momento, a la tarde
agonizante, a la fecha de un calendario.. Colegiala de los barrios del sur que
ilumina con ojos de gata hambrienta la ventana vespertina. (No es tan joven como pareciera; una tintura de lujuria y un hollín de
depravación sombrean sus ojeras). La muchacha cosplayer, va al fondo, hacia el coliseo en donde los gritos de los
cuadrumanos del Bacalao esperan a sus ídolos de plástico; sobre el fondo del
escenario, las figuras virtuales comienzan la función y el aullido orgiástico
de los avatares se extiende como una ola lisérgica.
Deberá surgir una luz…
una luz que encandile, que estalle como esas luces que se lanzan en los campos
de batalla para orientar a los soldados en su camino. De los ojos, de las
manos, de los pechos manchados en grasa, de las voces broncas y abiertas al
frío del mundo, deberá surgir una luz.
No
sé, si de animal quimérico que aguarda con paciencia de piedra heráldica en un
costado de la plaza desierta.
Una
tormenta de fuego, devora la noche y el
palacio.
2
Mi
cara de aire talibán, me hace el sumario en la dura inmersión metropolitana.
Mi
cara algonquina y berebere…
Mi
cara de lobo de la estepa buscando la montaña nevada…
Cangaceiro del sartao;
bandolero ahumado por el sol gris ceniciento del eclipse y el cigarro sin filtro; Chaman
del trópico; Enteógena luciérnaga gira sobre el sombrero del rumiante de palabras.
Gritería en el camdombe serrallero; cumbia arrabalera, ballenato que encandila
en aguardiente y ron las aceras en donde lotean el último paraíso; te cruzas
con maleconeros y pirañeros, caraduras
de tierra seca.
El
querubín bujarrón y sifilítico de la boina y la astrosa mochila arawak, me
lanza sus venablos ponzoñosos; yo sigo imperturbable en mi casaca de hierro; ojos
de mirar rallado en nube de Treblinka. Parca y trinchera negra cruzada en
cremallera de pétalos metálicos; para protegerte del frío, para marchar en
contravía cruzando la avenida del gran burgo; tropezando contra el burgués;
contra el ladronzuelo sin condena y sin pecado perseguido por el gentil hombre
de corazón podrido. Los viandantes sin atributos, los enchufados de la
metrópoli; los burócratas de las comarcas ––esos que vienen a la capital para
pedir los avales y las comisiones––.
Los
cancerberos del carro presidencial, cruzan la avenida atropellando a los
ciclistas nocturnos de la escuela de Jarry.
En
los andenes el ruido infernal y sincopado extiende su eco contra las murallas
de Jericó. Al fondo, se tambalean los castillos del hambre y el comercio rinde tributo
a Baal mientras la ciudad se adentra en el carnaval. Samba de la sopa espesa;
changua de manigua cotidiana; sancocho de carretera. Orquesta de saltimbanquis
que anima la comparsa urbana y bate el espeso chocolate del hastío.
Estamos
todos aquí, ya metido en la carretera central; cañería humana que degluta los
cuerpos grises de la melancolía; potros asustados de jetas espumeantes en una
carrera hacia el barranco de la muerte.
Arriban
estallan cielos con mensajes en pantallas technicolor;
bites veloces dan cara luminosa a los sueños y las mercancías; estallidos de neón orgiásticos; eléctricos
orgasmos de la publicidad en donde giran las divas pornostar sobre el escenario de una hoguera dorada. El teatro
repite su enésima función; el mago virtual despliega su narcótico influjo sobre
los viandantes de la vía principal.
Deberá brotar una luz…
No
sé si… Una luz de incubadora de súcubos; o, aquella luz infrarroja de acerías
armamentísticas en cuevas que destacan
con resplandores mortecinos contra las murallas de piedra y arcilla. Luz azul,
de hospitales fríos; ulular de sirenas
frente a las mesas de café y fórmica; (una enfermera morena golpea con sus
nudillos esperando romper el tiempo con su metrónomo de huesos). Una luz de
taberna amarilla y untuosa sobre los vestidos engalanados de la sangre musical
y danzante.
(Lleva adelante tu
deriva, camina derviche metropolitano con tu cara pesada, teñida en
verde-ajenjo-yerbabuena y un toque de anís en bandolera).
Camina
adentrándote en la tarde que se extiende como una hermosa cortesana reclinada
en la penumbra ––gastada cintura de bulevares––; adéntrate más hacia el ruido
que desemboca en el carrusel de la industria pornográfica, carne reciclada y macerada en prostíbulos con
aromas de eucalipto y patchuli; carne de barras y metales cimbreantes, sedas
sangrantes y pieles de zorras y
camellos.
(¡¿Cuántas
veces esta cara de ciudad perdida golpeo contra tu pecho… una postal ajada que
flota sobre el mar; que se sitúa frente a la mirilla en el periscopio del
recuerdo?! deja vu en su verbena
barroca; aceras del mercado del deseo y el sexo tribal tocado de bisutería.)
¿De
esta maravilla en aquelarre, esta sinfonía de la miseria; podría estallar una
luz? ¿De esta porqueriza batida en grasa de salchicha y víscera de rumiante
deshuesado; podría gestarse una luz?
3
Escucha
el ruido de un gran pez que lucha enganchado en la carnada sobre el estanque
de la noche. Acuática bestia abatida
contra el altar del miedo y de la sangre.
Adéntrate
en los grandes serrallos del dios Baal, cotos de caza. Adéntrate con tu pinta
neo-gotika en la parodia burlesca de fuegos encendidos por el dios Pan. Y no
desmalles ya el que el dopping se
requiere. No desmayes, ya que el
dopping es lo único importante en esta noche. La mercancía perfecta de la
que hablara Burroughs; esa que te ama a costa de tu sangre.
Teatro
de guiñol, sangre de río coagulado que desemboca a un lago flanqueado por las
columnas del templo. Hojas de un verde dorado opalescente, glifos rojizos de un
mensaje para caníbales.
El icono de oro tiene mirada estrábica…
Tabla
central.
Plateada
y roja, tiembla; exudando espesos licores de cereza.
La
tabla de la derecha se quema en llamas de oro
coronadas por faisanes bermejos.
Estás
llegando; presenta tu credencial. Miembro honorario de la secta Lautréamont.
Paga
con tu denario oxidado al guarda tribal del purgatorio.
Y
entra de lleno a la plaza, atestada de fieras y quimeras.
Deberá estallar una luz…
O una primavera de candelas escleróticas; un crop circle suspendido bajo nubes envenenadas; chemtrails sobre la cosecha ciega de consumidores, bailarines y futboleros. Una estampida de guerreros ardorosos…Parodia de efectos especiales, montaje cinético de gánsteres contra la pantalla negra de un cinematógrafo derruido.
Una
avalancha de edificios de las castas financistas en bancarrota; una trifulca de maleantes que se acuchillan
en la vía. Petróleo y alcohol, sumado al trapiche de orégano quemado en el
caniche; cal mixturizada en glamurosa decadencia sobre los cristales en las
oficinas encargadas de las encuestas; en los telediarios del tinglado; en los
búnkeres de la nomenclatura. Grafitis
multicolores sobre ruinas de ladrillo, murallas veloces azotadas por una lluvia
de turba y de aceite mineral.
Y
este caer en sombra, de costado, con tu capa; catarata bordada en crespones
negros. Resurgiendo sobre el viento que anuncia goterones y aguacero sobre la
desértica noche ya violada y dejada a su
sueño intranquilo; animal que duerme entre el vaho tóxico, el smog y la
podredumbre.
La
ciudad asolada por la lluvia de la madrugada exhibe su piel de cobra negra,
brillante y diamantina. Ahora, camina adentro de la perspectiva Caligari;
muelle de altiplano, rúnica cartografía de cemento; puentes de hierro que
convergen hacia un lugar donde los relojes suspendidos giran de revés, y las
nubes cargadas de metralla, balan, truenan y chillan; ovejas negras degolladas
en bárbaro ritual nocturno; saltan y agonizan sobre un gran anfiteatro.
Camina
hacia esa fiesta obscura, donde los músicos occitanos de trovar hermético,
lisonjean el aire y afinan cornamusas de peltre y terciopelo. Sus cuchillos de
acero brillan; mientras bailan alrededor de un sol podrido, que muestra, su
costillar de estrella caída y pisoteada.
Del
libro inédito:
“LA
TURRA DEL GONZO”