martes, 28 de octubre de 2025

ENTREVISTA A CATALINA GUEVARA; ANTROPÓLOGA, ARTISTA Y CURADORA.

 

ENTREVISTA A CATALINA GUEVARA, ANTROPÓLOGA, ARTISTA Y CURADORA. GANADORA DE LA CONVOCATORIA SECRETARÍA DE CULTURA DEPARTAMENTAL  PARA LA REALIZACIÓN DE UN SALÓN REGIONAL DE ARTES PLÁSTICAS.

(ARMENIA / QUINDIO /2025)

DISRUPTIVO NEXUS/ I.A.

 ARTE/HUMANO/ NATURALEZA EN FLUJO.






––O.G.R.–– Catalina, la inteligencia Artificial generativa, irrumpe y permea todos los campos de la vida y la sociedad. El arte no es una excepción. ¿Cuál fue el criterio fundamental para proponer un salón regional de artistas de estas características?

Sin duda, cuando una tecnología disruptiva como la IA atraviesa todos los campos de la vida y la sociedad, como Usted bien señala, nos encontramos todos, como humanidad, expuestos a desarrollar procesos reflexivos, auto-reflexivos y creativos de distinto tipo y, ojalá, desde una amplia diversidad de ángulos, perspectivas, talentos y experiencias.

 De entrada, una tecnología disruptiva constituye un desafío para una cultura, ya que ésta suele ser una fuerza de tendencia conservadora. También nuestra biología privilegia el resistirse a los cambios y a movernos en esas zonas en las que ya no priman la comodidad, las rutinas, las repeticiones, lo conocido, de hecho, los algoritmos convertidos en hábitos.

 En esta medida, el arte o, mejor, las artes se develan como asunto vital. No solo porque sus lenguajes polifónicos tienen la capacidad de imaginar, de trabajar con la ficción, de encarar mucho mejor las sorpresas, la incertidumbre, en fin, de atravesar los momentos y las zonas disruptivas que suelen rebasar esos hábitos de pensamiento, emoción y respuesta preponderantes en la cultura, sino porque es la actividad creativa la que puede desplegarse sin límites y conectarse con lo que esté por venir y con lo que pueda llegar a ocurrir.

 El artista se acerca a la IA de una manera muy distinta al experto, quien se enfoca en buscar soluciones. En una cultura donde el énfasis se halla en una racionalidad hegemónica y utilitarista como principio que busca garantizar el control y el dominio a través de la representación y la manipulación de la naturaleza, de otros humanos, en fin, del mundo, el arte introduce la posibilidad de crear otros mundos, realidades y dimensiones. Precisamente, la complejidad del mundo consiste en la pluralidad y la riqueza de lenguajes. Y frente a la tendencia a simplificar, generalizar, linealizar y normalizar, el arte es capaz de capturar la finura de los detalles de la experiencia de lo singular. Y como afirman Maldonado y otros: es en las excepciones donde radica el encanto del mundo, el encantamiento de la vida.

 En tanto la IA emula y amplifica eficiente y enormemente nuestro razonamiento deductivo e inductivo, así como nuestros cálculos estadísticos y probabilísticos, el lenguaje de las artes es polisémico y admite silencios, ambigüedades, juego, experimentación; facilita un razonamiento abductivo. El proceso artístico incorpora el lenguaje de las sensaciones, de las emociones y los sentimientos, conectándonos con las formas creativas de la naturaleza, ajenas a la IA tradicional e incluso a la IA generativa.

 Mientras que tantas actividades y tareas automatizadas y mecanizadas pueden ser delegadas o facilitadas a un procesamiento tipo IA, la creación artística requiere esfuerzo y trabajo, formación y lúdica. En el campo de las artes una obra no puede ser separada de su creador, así como sucede con los actos encarnados de todos los sistemas vivos. Hacer y hacernos va de la mano y así la obra más grande de un artista (y de un viviente) es inseparable de la vida misma.

 Un salón que rinde tributo al quehacer del artista, no a un diseñador, no a un relojero ni a un ingeniero, resalta la importancia de descubrir también en cada uno de nosotros la posibilidad de ensuciarnos las manos, de moldear la arcilla, trazar bocetos e improvisar; de concebir una idea, pero dejarnos llevar por los materiales; de explorar las posibilidades de lo que hay al rehacer, avanzar e inventar creativamente. Sin un plan o programa, podernos relacionar libremente con nuestras propias intuiciones, imágenes o deseos; pensar “por fuera de la caja”. Llegar a amar este modo de trabajar no es propiamente un trabajo, sino una forma de vida.

 En este momento de la sociedad, cualquiera que tenga un teléfono ya está interactuando con una IA, muchas veces sin saberlo o haberlo decidido. Los espacios culturales como el salón de artistas son los únicos donde podemos probar y experimentar dichas interacciones de forma lúdica. Allí es donde podemos, por decirlo así, “abrir la máquina”, donde no presentamos esta máquina de conocimiento orientada a una solución, y donde los espectadores y visitantes pueden venir y probar un poco, junto con el artista, el espectro de lo que sucede en los nexos humano – IA – arte - naturaleza entretejidos en las narrativas de cada proceso creativo. 

 Comprender mejor cómo se realizan estos sistemas tecnológicos en nosotros resulta decisivo en esta era de transformación digital. Somos, al mismo tiempo su alimento, sus programadores, sus usuarios, sus nichos. La verdadera inteligencia, o más bien sabiduría, consiste, precisamente, en el tejido co – evolutivo.






 ––O.G.R.––Desde tu visión de investigadora y antropóloga, ¿Cuál crees que es el principal aporte de las nuevas tecnologías enmarcadas dentro de la I.A. para una sociedad como la colombiana?


En primer lugar, quisiera responder esta pregunta recordando el relato de dos vendedores de zapatos enviados a un lugar remoto en el África. Pocos días después, el primero de ellos se comunicaba con su agencia ubicada en una importante ciudad europea para informar que sus esfuerzos por lograr una venta serían infructuosos, ya que en esa región de la geografía “nadie usaba zapatos”. El segundo vendedor, en cambio, llamó con urgencia a su jefe para solicitar el envío de unas quince docenas de zapatos, porque, efectivamente, “allí nadie usaba zapatos”.

Como humanidad, nos encontramos en medio de una verdadera revolución científica, para usar la expresión popularizada por Thomas Kuhn, y en Colombia, más bien, asistimos a varias revoluciones científicas al mismo tiempo. Las nuevas tecnologías tipo IA se enmarcan en la tercera revolución científica (la cual concuerda con la tercera y la cuarta revoluciones industriales).  En todo caso, se trata de múltiples procesos en curso, cuyos desenlaces son imprevisibles, aunque como suele ser usual se escuchan tanto voces pesimistas como optimistas al respecto. Lo importante es que esta tercera revolución científica que comprehende la teoría o la ciencia de la información, implica y requiere una revolución cultural. Creo que, en primer lugar, este es el principal aporte para cualquier sociedad, incluyendo la nuestra.

Retomo de Maldonado la idea de que aprender a movernos en el universo informacional nos permite acercarnos como nunca antes, a la complejidad de la vida.  No se trata tan solo de la emergencia de la computación y sus nuevos desarrollos, sino del surgimiento de grandes bases de datos y el nuevo tipo de racionalidad que ello trae consigo, teniendo en cuenta que la información y su procesamiento son una y la misma cosa. Así, nuestra época que sociológicamente se ha denominado sociedad de la información, sociedad del conocimiento y sociedad de redes, se define a partir de la importancia de la información y del estrecho entrelazamiento entre nuestro futuro inmediato, a mediano y largo plazo con el destino mismo de la información, sus dinámicas, su significado, sus consecuencias y posibilidades.

En sentido fuerte, cuando me refiero a cambios culturales con la información quisiera expresar que la realidad misma consiste en un procesamiento incesante de información. La información no se crea ni se destruye, sino que se transforma. Y, como ya mencioné: la información no existe antes del procesamiento de información ni tampoco después de su procesamiento. En otras palabras, la realidad es un código, y en cuanto tal, requiere ser decodificada. Esta decodificación es tanto la historia misma de la ciencia en general, como la historia misma del espíritu humano.  Por supuesto, para decodificar la realidad van surgiendo nuevos conceptos y metáforas, se inventan nuevas matemáticas, nuevos métodos y herramientas. Tanto la ciencia y la tecnología, como la filosofía y las artes confluyen en este esfuerzo de desciframiento de la realidad. Es todo esto lo que subyace al espíritu del “cosmogoniar” como proceso vital.

En esta perspectiva, junto con la adquisición de habilidades técnicas e infraestructura tecnológica, considero crítico comprender que la información es una característica definitoria de los sistemas adaptativos, como por ejemplo el sistema nervioso y el genoma, y que no es la formulación de Shannon la que necesitamos para entender la vida, sino un concepto de información pragmática que captura propiedades semánticas o funcionales de comunicación. Nos hallamos inundados de información, y en esta medida no solo se trata de comunicación sino de interpretación, de leer los códigos que habitan no solo en los mensajes hablados o icónicos, sino en el lenguaje mismo del cuerpo, de las comunidades, de la naturaleza, de la humanidad, del cosmos. Para que haya información debe haber múltiples lenguajes y esta es precisamente una característica de nuestra biodiversidad (humana y no humana) colombiana.

Como afirmara Martha Nussbaum, cuanta más y mejor información y más y mejor procesamiento de la misma se tenga, tanta mayor será la calidad de vida y las posibilidades, potencialidades y capacidades de la vida. Un aporte importante de la IA pudiera ser resaltar esta diversidad y riqueza de información, lo cual se corresponde con que la vida misma tenga más o menos grados de libertad. En una perspectiva biopolítica, las posibilidades de liberación y emancipación, o por el contrario, las políticas de control y sujeción pasan por la información; esto es, por su gestión, procesamiento y posibilidades.

Si el aprendizaje es un proceso inherente a la vida y, mucho mejor aún, la condición para la evolución, el momento en que se deja de aprender es el momento en el que los sistemas vivos se acercan a la muerte, y la incapacidad de aprender se aparece como la imposibilidad de procesar nueva información. Dicho inversamente, lo que mantiene a la vida como una posibilidad abierta e inacabada es su filia por la información, el filia por el conocimiento, es decir, el gusto y la pasión por aprender cosas siempre nuevas, por hallarse siempre ante un nuevo comienzo. La juventud o la vejez de un individuo, de un pueblo, una cultura o una civilización es directamente proporcional a la nueva información disponible y su procesamiento. Por el contrario, el fundamentalismo consiste en la incapacidad para aprender e incorporar información nueva; aparecen entonces las semillas de la violencia, las guerras y la muerte por todos nosotros bien conocidas.

Desde todo punto de vista, es decisivo que los colombianos podamos vincularnos social, cultural y educativamente a estas transformaciones propias de la Tercera Revolución Científica, dejando de asumir un papel eminentemente pasivo frente a internet y sus diversos buscadores, frente a las diversas versiones de la IA y los chats interactivos. Si nos limitamos a escribir un término, una frase o una idea (un promt) para que la máquina nos arroje “la” o un abanico de respuestas, alimentamos ese fenómeno que la Unesco señaló como la principal forma de analfabetismo contemporáneo: el tecnológico.

Hoy por hoy, no podemos quedarnos esperando ser insertados en algún tipo de circuito informacional, afianzando la creencia de que internet es un acervo de información; tenemos que participar en la escritura de la información, lo cual implica, de una parte el conocimiento de lenguajes de programación (software, logiciels) y de otra, aprender a navegar, encontrar y aprovechar la información de la web profunda.

Es preciso subrayar que la libertad, la autonomía y la independencia, de un lado; pero, al mismo tiempo, de otra parte, la calidad de vida y el bienestar pasan medularmente, hoy en día, por el conocimiento de las dinámicas de la información. Y, adelantándome a otra de sus preguntas, es esta comprensión básica la que nos permite reconocer que ciertas instancias pretenden manejar la información como una manera de manejar a la sociedad en su conjunto. Habría que sumarse a esas personas, a esos grupos y organizaciones que entienden lo que está en juego con la información y la complejidad de la misma, y se abocan a conocerla, divulgarla, compartirla, desencriptarla y hacer de ella un bien común. La información no es una cosa, sino un flujo, una dinámica, un proceso.

 Una vez expuesto lo anterior, que parece lo más abstracto y distante, es decir lo segundo, pero que en realidad es lo más práctico y lo primero, podríamos revisar algunos rasgos de la sociedad digital en América Latina, la cual se caracteriza por una aceleración de la digitalización, especialmente tras la pandemia, que ha intensificado las desigualdades preexistentes, como la brecha digital entre zonas urbanas y rurales. De acuerdo a la Agenda Digital para América Latina y el Caribe (eLAC) [1], para abordar estos desafíos y aprovechar las oportunidades de la transformación digital, la región busca impulsar la economía digital, mejorar la conectividad y las habilidades digitales, y fortalecer las políticas públicas a través de diversas iniciativas, entre ellas: que la digitalización pueda impulsar la transformación productiva, mejorar sectores como la educación, la salud y la agricultura, y fortalecer las instituciones; que la tecnología tenga el potencial de ser una herramienta para promover la justicia social y la inclusión, aunque se requiere un esfuerzo consciente para evitar el aumento de la desigualdad; que las pequeñas y medianas empresas (PyMEs) puedan beneficiarse enormemente de la digitalización, lo que es clave para la generación de empleo en la región; y que la IA juegue un papel crucial en el futuro, transformando sectores y el mercado laboral, y creando nuevas oportunidades de desarrollo. 

Por su parte, la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe) 2025 [2], plantea que …”avanzar en un uso real y efectivo de las tecnologías digitales puede convertirse en el puente que permita superar las trampas del desarrollo en la región, al cerrar brechas históricas de desigualdad y promover un crecimiento más productivo, inclusivo y sostenible.

La región tiene ante sí la oportunidad histórica de utilizar las herramientas digitales para abordar las tres trampas que inhiben su desarrollo: una primera trampa de baja capacidad para crecer, una segunda de alta desigualdad, baja movilidad y débil cohesión social, y una tercera de baja capacidad institucional y gobernanza poco efectiva.

La transformación digital ofrece un camino para fortalecer la competitividad, acelerar el aprendizaje, impulsar la innovación y mejorar la calidad de vida de millones de personas. Pero este cambio no se dará de manera automática; será necesario un esfuerzo conjunto en el que participen tanto los gobiernos como el sector privado y la sociedad civil para asegurar que los beneficios de la era digital sean compartidos por todos. [3] (…)

Se afirma que la transformación digital del tejido empresarial podría mejorar la eficiencia de los procesos productivos, optimizar las cadenas de suministro y fomentar la innovación en productos y servicios. Además, la digitalización facilitaría el acceso a mercados globales, reduciendo la dependencia de sectores tradicionales y promoviendo una diversificación económica necesaria para el crecimiento sostenible. Todo lo anterior se facilitaría en la medida en que los países de la región y sus territorios lograran articular sus esfuerzos en materia de transformación digital con sus políticas de desarrollo productivo.”…

Sin embargo, no todo lo que se avizora comparte este tono esperanzador. La misma CEPAL destaca el impacto económico y en el empleo de la inteligencia artificial (IA) en la región. …”Según las estimaciones realizadas, en 2023 la contribución económica total de la IA en 17 países de América Latina y el Caribe ascendió a 70.748 millones de dólares, lo que representaría un 1,11% del PIB, en tanto que cerca del 44% de la fuerza laboral en la región tiene una alta probabilidad de verse afectada por la IA.”…

Las brechas mencionadas urgen la implementación de políticas que garanticen una "conectividad significativa". Esta conectividad no se limita al acceso a internet, sino que enfatiza la calidad, la asequibilidad y las habilidades necesarias para que las personas puedan beneficiarse plenamente de las oportunidades digitales. Al comparar los indicadores básicos de conectividad con otros más complejos que capturan estas dimensiones, se observa que, a pesar de los avances en acceso, aún persisten barreras que limitan un uso real y efectivo de las tecnologías digitales. Resolver estas limitaciones es fundamental para cerrar las brechas y promover un desarrollo digital más inclusivo y equitativo,”… recalca la Comisión.

…”Finalmente, las tecnologías digitales y la IA pueden fortalecer las instituciones y la capacidad de gobernanza en América Latina y el Caribe, mejorando la transparencia, la eficiencia y la rendición de cuentas, mediante herramientas diversas como la digitalización de los procesos gubernamentales y la oferta de servicios digitales a la población. Esto es fundamental si consideramos que el 70% de la población de la región expresa desconfianza en sus gobiernos”… , apunta el organismo internacional.

 

  


––O.G.R.––Sin entrar en sintonía con tendencias apocalípticas; ¿Cuáles crees que pueden ser sus peligros teniendo en cuenta que, cada vez es mayor el protagonismo de los sistemas de control bio político mediante el establecimiento de unas estadísticas biométricas, marcadores sociales, parámetros de marqueting en todas las interacciones de los seres humanos?

Son muchas cosas las que ya están en curso y las que se vienen en prácticamente todos los campos de la vida social y de la vida en general. Y no se trata solamente de afectaciones directas en esos momentos en que nos encontramos con las IA, sino que éstas impregnan nuestra vida por sus afectaciones indirectas (por ejemplo, por el impacto que tienen en la ciencia al acelerar muchos procesos y aplicaciones.) Las IA se mueve en las estructuras profundas de nuestra sociedad.

Colocadas en el corazón del viviente y de nuestra historia, las rupturas que conciernen estas técnicas que permiten almacenar, emitir y recibir información, corren riesgos profundos. Instaladas en una sociedad caracterizada por un miedo crónico y la urgente necesidad de seguridad y control; en una sociedad que hace de la vigilancia una actividad constante y justificada en todos los ámbitos y niveles, por supuesto la vida fácilmente queda atrapada en dinámicas de poder de todo tipo.

Precisamente, la reducción de nuestra concepción de “inteligencia” (“homo sapiens”) a parámetros de control y dominio sobre otros humanos y también sobre la naturaleza; a criterios como eficiencia, efectividad o utilidad, entre otros,  nos hace vulnerables a que el uso de las IA se traduzca en una catálisis de los lados más oscuros y problemáticos de la sociedad capitalista occidental como de sociedades al mismo tiempo totalitaristas, como la China por ejemplo.  

Son estas configuraciones de los “nexus” IA – ARTE – HUMANO – NATURALEZA, los que resultan críticos. El llamado del arte en este entramado es a que podamos desarrollar una sensibilidad a favor del cuidado inmanente de la vida y a reconocernos como “inteligentes” más allá de cualquier lógica utilitarista, economicista, racionalista, en fin, reduccionista.

De nuevo, apelar a la capacidad de las artes para, no solo poner en evidencia tales riesgos, sino para imaginar otras posibilidades, y más aún, concebirnos como seres creativos, intuitivos y singulares, resulta decisivo.

Tenemos que estar atentos a otros contextos problemáticos que rodean el desarrollo y la difusión de las IA, tales como la lógica misma que atraviesa los modelos de negocio subyacentes. De nuestras experiencias con los medios sociales ya conocemos ciertas dinámicas que ahora se trasladan a las IA:

·         El tiempo y la frecuencia de uso. Instagram, Tik Tok, etc. inducen intencionalmente un comportamiento adictivo. Y, por supuesto, esto es lo que se desea, esto es el sentido mismo del negocio: maximizar el tiempo de uso…

 Y cuando esa lógica se traslada a la IA, y tenemos los primeros indicios de que así es, las personas son enganchadas en una relación emocional y una dependencia emocional para que interactúen con la mayor intensidad posible con estos programas. Y esto contiene un gran potencial, tanto para enajenarnos aún más, como para vigilarnos aún más.

 Convertir a una inteligencia artificial tipo CHATGPT en un asesor emocional, como si al otro lado se encontrara “un otro” que también piensa y siente. El diseño de los programas digitales hace que su aprendizaje se de a partir de los datos con los cuales el usuario los alimenta, de tal manera que éste termina escuchando lo que en primera instancia quiere escuchar. Este bucle cerrado sobre sí mismo puede resultar supremamente peligroso, ya que en vez de facilitar la salida hacia otro punto de vista o hacia la creación de una nueva dimensión del problema, lo que hace es afianzar cualquier patrón y tendencia inicial, incluyendo en casos dramáticos, el deseo de hacerse daño.

 Por supuesto, esto también se presta para la vigilancia, dado que la máquina va elaborando un perfil bastante preciso de cada usuario; perfil que puede ser aprovechado de muchas maneras en el ámbito social, económico, político, militar.

 

 




––O.G.R.––¿Qué mecanismos de control y regulación, se pueden impulsar desde la sociedad civil para el uso democrático y ético de estas nuevas tecnologías?

Es un hecho que las regulaciones siempre cojean detrás de los desarrollos tecnológicos. Mientras que aquellas esperan a que se vayan mostrando los impactos considerados negativos para comenzar a actuar, la tecnología avanza a pasos agigantados movida por sus propias dinámicas y las de los nichos que va encontrando o abriendo a su paso. Es más, los esfuerzos regulatorios que se han venido realizando, por ejemplo por parte de la Unión Europea, son considerados “obstáculos” para el desarrollo tecnológico en un mundo altamente competitivo.

Aunque China fue de los primeros países que introdujo regulaciones, La UE (Unión Europea), que no es precisamente la que lidera el desarrollo de estas tecnologías, quiso ponerse en la punta al proponer una primera regulación integral a nivel mundial, y, sobre todo, establecer una regulación de las IA como parte de su estrategia digital, con el fin de garantizar mejores condiciones de desarrollo y uso de esta tecnología innovadora. Así, en abril del 2021, la Comisión propuso la primera Ley de Inteligencia Artificial, en función del riesgo que pueden generar. Propone que los sistemas de IA que puedan utilizarse en distintas aplicaciones se analicen y clasifiquen según el riesgo que supongan para los usuarios. Los distintos niveles de peligro implican más o menos requisitos de cumplimiento de la normativa sobre IA.

Al respecto, la prioridad del Parlamento Europeo era garantizar que los sistemas de IA utilizados en la Unión Europea sean seguros, transparentes, trazables, no discriminatorios y respetuosos con el medio ambiente. Los sistemas de IA deben ser supervisados por personas, en lugar de por la automatización, para evitar resultados perjudiciales.

Vale la pena mencionar los parámetros de esa clasificación de riesgo para darnos una idea de qué es lo que estaría sujeto a regulación:

·         Riesgo inaceptable: Se prohíben prácticas como la puntuación social gubernamental o el uso de sistemas de reconocimiento facial en tiempo real en espacios públicos con fines de aplicación de la ley. 

·         Alto riesgo: Aplicaciones críticas como las de salud, transporte, empleo o las usadas en la administración pública, deben cumplir con rigurosos requisitos como documentación, supervisión humana y evaluación de riesgos. 

·         Riesgo limitado: Los sistemas como los chatbots deben ser transparentes para que los usuarios sepan que están interactuando con una IA. 

·         Riesgo mínimo: Aplicaciones como los filtros de spam o los videojuegos con IA integrada tienen requisitos de regulación mínimos. 

 Entre los puntos clave del así denominado “AI Act” se encuentra que su objetivo es fomentar la innovación en IA y al mismo tiempo proteger a los ciudadanos y sus derechos fundamentales; que la transparencia juega un papel importante para ciertos sistemas de IA y modelos de IA de propósito general (los que pueden realizar diversas tareas); que la gobernanza está en el centro de la atención y para ello se crea la Junta Europea de Inteligencia Artificial para asesorar y ayudar a la Comisión y a los Estados miembros en la aplicación de la ley. También se establece un foro asesor con representantes de diversos sectores y un panel de expertos científicos independientes. 

Las regulaciones también prevén sanciones y pleitos jurídicos por incumplimiento.

En general, los sistemas de regulación de la inteligencia artificial buscan establecer reglas y marcos para un desarrollo y uso ético, seguro y responsable de la IA. Se basan en principios como la transparencia, la privacidad y la no discriminación. Además de la Ley de Inteligencia Artificial de la Unión Europea, existen el acuerdo global de la ONU y esfuerzos en países como Colombia, que buscan asegurar que la IA se alinee con los derechos humanos y el bienestar social. 

Las Naciones Unidas vienen promoviendo un acuerdo mundial sobre la ética de la IA, buscando un enfoque global para su uso seguro y responsable, mientras que diversos países, entre ellos Colombia intentan precisar y establecer algunas medidas a nivel más local como es el enfocarse en un sistema de gestión de riesgos y gobernanza compartida, impulsando la innovación ética y buscando cerrar brechas digitales, según se menciona en su Política Nacional para la Transformación Digital e Inteligencia Artificial (CONPES 3975). 

En los Estados Unidos se ha propuesto una Carta de Derechos de IA, con directrices sobre el diseño y uso equitativo y seguro de sistemas automatizados. 

Podría decirse que un lugar común gira alrededor de:

·         Ética y responsabilidad: Asegurar que el desarrollo y uso de la IA se realice con principios éticos. 

·         Confianza: Fomentar la confianza pública y del sector productivo en la IA. 

·         Seguridad: Proteger a los ciudadanos de posibles daños que puedan causar los sistemas de IA. 

·         Innovación: Impulsar el desarrollo tecnológico de manera responsable. 

·         Inclusión: Garantizar que la IA beneficie a toda la sociedad sin crear nuevas desigualdades. 

 

Se ha sugerido que deberíamos adoptar el modo de proceder de la tecnología y trabajar por versiones. “Versionings” es el término utilizado en la tecnología, en el software. Estos pudieran ser esfuerzos de una gobernanza contemporánea.

 

 Luego de este breve paso por algunos intentos de regulación ya en curso, quisiera más bien detenerme un tanto en algunos puntos críticos:

En primer lugar, que detrás del reconocimiento de imágenes se esconde una gran explotación humana y también de la naturaleza. Al respecto, Kate Crawford, - una escritora, compositora, productora y académica australiana, además de investigadora principal en Microsoft Research y profesora visitante en el Centro MIT -, elaboró un Atlas de lA; investigó ese “click” de los trabajadores que tienen que revisar millones de imágenes para entrenar las redes neuronales, entre ellas imágenes de gran impacto emocional. En general, se trata de “obreros” residentes en países considerados “pobres y poco desarrollados” a quienes se les paga muy poco por realizar esta ardua labor.

Y con relación a los materiales que se requieren para la producción. No podemos pensar que la IA existe tan solo en la nube; por el contrario, requiere un ingente insumo de materiales como silicio, litio y una gran cantidad de energía. Con cada conversación que entablamos con la IA se consumen unos 500 ml de agua para enfriar las máquinas calculadoras estacionadas en las granjas de servidores.

Estamos ante una tecnología que es muy potente en sus resultados, pero que también exige mucho de nuestro planeta y también de los humanos.

Será imprescindible crear una mayor eficiencia energética y no poner a otros humanos en este tipo de situaciones. Todavía la IA se caracteriza por una inmensa huella ecológica y social.   

Un aspecto que se ha reconocido como asunto a regular consiste en el tipo de datos que se utilizan en la programación de tecnologías de IA, así como el modo en que dichos datos se obtienen. Tal vez se puedan programar algunas reglas éticas básicas, aunque la tecnología no es ni buena ni mala en sí misma; pero tampoco neutral. Cada decisión durante su desarrollo implica ciertas consecuencias en los resultados.  Comprender que las IA y los softwares entrenados no son neutrales, sino que están atravesados por decisiones humanas, resulta crucial.

Existen, por tanto: distorsiones, sesgos, prejuicios racistas y sexistas que han alimentado una IA programada prioritariamente por hombres jóvenes y, por supuesto, también con los datos que se encuentran disponibles.

Al respecto se viene hablando de la necesidad de “descolonizar” las IA que tenemos actualmente, porque, por supuesto, la muestra de datos con la que opera todo esto son principalmente datos de hombres blancos de los EE. UU., y allí se esconde una distorsión total en las respuestas que recibimos. Si constatamos que existen formas de racismo en Internet, entonces dichas formas alimentan al sistema y se emiten de nuevo, ya que las redes neuronales están diseñadas para buscar patrones y si los encuentran, los refuerzan, sin más.   

Otro aspecto especialmente sensible tiene que ver con lo que es verdadero y lo que es falso en la información que se procesa y se genera. Se trata de lo que en inglés se conoce como “deepfakes” y “fake news” – noticias falsas y falsedades profundas. Hace alusión a que perfectamente se puede alimentar un sistema IA con información falsa. La IA “alucina”, es decir inventa cosas, siempre y cuando suenen lo suficientemente plausibles estadísticamente. Por ello, hay que comprobar si todo lo que contienen es correcto. 

¿Qué reglas deberían existir con relación a las deepfakes? La Unión Europea ha expedido algunas regulaciones, también con relación a las deepfake, pero es necesario entender que el legislador no lo puede todo. Y entonces siempre se requiere un usuario atento y partícipe que pueda reconocer esas situaciones. Si como sociedad ya no nos podemos poner de acuerdo con que exista algo así como “verdad”, entonces la IA se puede volver peligrosa en un contexto como éste. De otra parte, avanzar en la fiabilidad, también puede convertirse en una nueva forma de control y vigilancia, es decir de una pérdida de libertad de expresión.

Más que de una representatividad exacta, se trata de un concepto propio de la convivialidad, ya que toca el nodo crítico de la confianza mutua, de la fiabilidad en la tecnología misma.

 

El espacio en el que se desenvuelven estas nuevas tecnologías es un espacio distribuido. Esto significa que pensar en sistemas centralizados de control y regulación obedece a otro momento histórico. Le apuesto más bien a una dimensión ética que incluya aprender a movernos en un mundo de la información y la virtualidad, es decir al surgimiento de esa nueva sociedad civil que pueda promover formas simbióticas de convivencia humano – IA – naturaleza.

Una de las características de las nuevas tecnologías es la ambigüedad, lo cual impide hacer valoraciones simples del tipo “bueno o malo”, “positivo o negativo”. Así, por ejemplo las brechas sociales pudieran incrementarse, pero también reducirse, en la medida en que desde un terminal disponible se puede tener acceso a cualquier información de cualquier lugar del mundo.

Un punto crítico en estos procesos colaborativos con la IA es la pregunta acerca de la autonomía y los grados de libertad, es decir la pregunta en torno a si ¿las herramientas que hemos inventado también nos convierten a nosotros en herramientas? ¿Será que sutilmente a través de sugerencias y retroalimentaciones nos estamos convirtiendo más bien en copilotos y nuestras vidas han comenzado a ser vividas?

Esta cuestión no es para nada inocua. Cuando algunos resultados que nos arroja la IA suenan tan plausibles y acertados, que parecen tener que ser ciertos, fácilmente se pierde de vista que éste no es el caso. Los modelos de la IA no se basan en la facticidad; no tienen “un sentido de verdad”, sino de probabilidad; no saben de moral ni de intencionalidad. Y es por ello que siempre tenemos que volver a discernir, a diferenciar, a decidir.

Es claro que existen aristas mucho más sutiles y complementarias a cualquier regulación, como es el comprender mejor cómo operan los sistemas IA. Me refiero, entonces, a que esta operatividad sea transparente para todos. La inteligencia artificial son nuestros propios datos humanos. Podría decirse, que “nos estamos mirando a la cara”…pero no se trata de nuestra cara, sino de la de aquellos a quienes pertenecen estos programas y que han introducido los datos. Por supuesto, esto nos hace fácilmente presa de cualquier tipo de imperialismo (económico, social, cultural), es decir que imperceptiblemente se nos impone a todos una visión normativa del mundo, principalmente del espacio angloamericano, con datos angloamericanos y el idioma angloamericano como matriz de pensamiento, sobre el mundo mismo. Este escenario de pérdida de diversidad cultural es delicado.

Y más aún, tal vez un asunto aún más profundo es que nos enfrentamos, en el fondo, a un enfoque centrado en datos. Y esto significa que los datos del mundo que son datos del pasado, se convierten en la base para las declaraciones sobre el futuro; los hechos se convierten en norma…Para investigadores como Bajhor, éste es un problema fundamental.

Por eso repito, culturalmente, es tan importante que sepamos como funciona esta tecnología; comprender que carecen de responsabilidad respecto a nuestro propio futuro y el de la vida en general, y que somos nosotros (todos) quienes tenemos que asumirla. En esta perspectiva, es indispensable no ver la tecnología simplemente como una superautopista de información o un constructo económico, sino también como un constructo social por el cual debemos asumir la responsabilidad como humanos y como parte de la naturaleza. No es solamente el hecho de que los sistemas IA sean ciegos a la verdad o a la falsedad, ni siquiera se puede decir que no les importe, literalmente no tienen ningún concepto de lo que podría significar decir algo verdadero o falso, y por lo tanto, tampoco les importa lo que dicen. Son generadores de texto asociales y moralmente ciegos.

El sentido de la vida siempre se haya en el “ENTRE”, en los nexus con los otros, con nosotros, con el mundo. Y en esta perspectiva, la IA nos puede ayudar a fortalecer capacidades sociales y comunicacionales con inteligencias humanas y no humanas; aprender cosas en un encuentro tranquilo, siempre ambiguo, siempre complejo, lejos de grandes pronósticos y determinismos y mucho más cerca de un futuro que vamos instalando y anidando a cada momento. Constantemente, aunque no parezca, estamos introduciendo variaciones y distintos escenarios posibles. Esto es decisivo ahora que nos encontramos todavía en un momento más disruptivo, más caótico, más plástico.

Tenemos que aprovechar creativamente el vacío. ¿Cuáles son nuestros imaginarios y qué queremos? Son preguntas que comienzan en cualquier lugar, en cualquier organización de este espacio – tiempo distribuido. Y este es el propósito de Cosmogoniando con el trabajo en torno al Salón de Artistas 2025.

 

 



––O.G.R.––En el campo del arte, la experimentación con estas nuevas plataformas tecnológicas toma un nuevo impulso; ¿Cuáles serían esos vectores que tu consideras más determinantes y que se presentan con más protagonismo en la escena actual?

Cuando se anunciaba que los sistemas de IA mejorarían sustancialmente nuestras vidas mediante dispositivos como los autos autónomos, los robots en el campo, los detectores de enfermedades, etc. no nos imaginamos que lo que primero que podría afectarse eran las profesiones consideradas “creativas”, propias de una especie que se ha autodenominado “homo sapiens”.  Por supuesto, la incursión de la IA en el escenario del arte constituye un nuevo marcador de una ausencia total de barreras para una tecnología disruptiva, la cual con seguridad transformará mucho de lo que se consideraba inamovible.

Tal vez la promesa más provocativa que se nos viene ofreciendo con la IA es que nos liberaría del trabajo automatizado y nos regalaría tiempo para nuestra actividad creativa, no solo en el escenario del arte, sino en la vida cotidiana en general. Sin embargo, eso no parece tan fácil cuando se cierne, al mismo tiempo, la amenaza del desplazamiento del trabajo de un gran número de humanos. En todo caso, esto exige una reorganización social, política y también económica y cultural de gran envergadura.

De otra parte, se ha ido comprendiendo que no es posible adoptar la IA como cualquier otra tecnología a la cual estábamos acostumbrados. Solemos tratar a la tecnología como una simple herramienta y si bien las tecnologías digitales también lo son, estas nuevas máquinas de conocimiento ya no se dejan deslindar con tanta claridad de nuestra propia existencia; gracias a su capacidad de conectar una enorme cantidad de datos, se han ido convirtiendo en “actantes”, en asistentes para el desempeño, incluso en “compañeros” y “sparrings” que, gracias a que operan de una manera diferente, nos pueden mostrar lo que pasamos por alto.

Así, en el campo creativo nos puede facilitar una imagen, una analogía, una metáfora; señalarnos cuál considera el punto clave, etc. También se le pueden presentar los avances de una obra y pedirle que la evalúe, que la complemente. En este sentido, podemos utilizar la IA para que nos rete. 

Por supuesto, nunca es necesario adoptar directamente esas ideas que la IA genera. Por el contrario, es preciso conservar ese pensar “por fuera de la caja” (out of the box thinking) que no es propio de los sistemas tecnológicos.

 

1.- NOVEDAD Y CREATIVIDAD

Con relación a la IA generativa, nos vemos expuestos a repensar en qué consisten la creatividad y la innovación.  En el escenario de ciencia, tecnología e innovación, la IA puede adelantar muchos pasos en la investigación de medicamentos, en la medida en que puede realizar nuevas combinaciones, a partir de lo que ya existe. Lo mismo ocurre en el campo de la investigación de materiales. Sin duda, esto conduce a innovaciones y nuevas patentes.

Cuando en ese momento histórico en el año 1997, Deep Blue le gana la partida a Kasparov, el campeón de ajedrez, comenzamos a comprender que no estamos solamente ante una “buena calculadora”. La IA aprende en la medida en que puede jugar millones de partidas de ajedrez consigo misma. Y si la creatividad tiene algo que ver con el aprendizaje, resulta que también aprendemos de la IA y que, de otra parte, tenemos que seguir entrenándonos, porque la IA tiene que seguir aprendiendo de nosotros.

En el caso de los humanos, ¿somos capaces de introducir una pregunta, una cuestión o una obra verdaderamente nuevas, algo que nadie ha pensado o realizado anteriormente? O, ¿también procedemos combinando de nuevas maneras lo ya existente y conocido, es decir, del mismo modo en que lo hace la IA?

En últimas, ¿qué es eso que llamamos “creatividad” y “originalidad”, por ejemplo en el campo del arte? Tal vez lo distintivo de una nueva pregunta o de una nueva obra sería que no las podríamos comprender con los recursos intelectuales que manejamos hasta ahora. 

Se ha propuesto que la creatividad hace referencia al desplazamiento o a la transformación del marco de referencia dentro del cual algo es percibido. (Hannes Bajohr, 2025)

 

Ahora bien, se ha argumentado que, desde un punto de vista operativo, positivista, estas reflexiones son válidas, pero desde una perspectiva constructivista, podríamos llegar a una conclusión diferente, ya que lo que prima allí es aquello que interpretamos nosotros los humanos con relación a lo que nos ofrece la IA.  Para entender mejor lo que se quiere decir, tomemos como ejemplo lo que ocurrió cuando se comenzó a hablar de  “máquinas inteligentes”. En ese momento, el criterio utilizado fue el famoso Test de Turing: cuando un observador externo ya no distingue si al frente tiene un humano o una máquina, es señal de que la máquina tiene inteligencia humana. No es que la IA la tenga en un sentido positivista, pero sí la tiene a la luz de la lectura del otro y eso puede ser, a la postre, lo decisivo.

Algo similar podría ocurrir en el escenario de las artes. Cuando alguien dibuja un punto rojo sobre una tela o un lienzo blanco y otro se lo compra por cinco millones, entonces ese alguien se ha convertido en una artista. ¿El valor artístico del lienzo yace en el lienzo mismo o en una dimensión interpretativa? Si la respuesta se inclina hacia una perspectiva constructivista, el día en que nos parezca que la IA nos ofrece algo nuevo, comenzamos a considerar que la IA es creativa e, incluso, que puede crear arte…

Esta afirmación parece estar ligada a la idea de que el arte no ocurre en el objeto mismo, sino que se trata de un proceso de “negociación social”. En este sentido, siempre se necesita de otro y otros que reconozcan ese objeto como una obra de arte. Si esto es así, la pregunta acerca de si alguna vez una IA puede producir arte no es una pregunta técnica, sino una pregunta social.

 

2.- EL TEMA DE LA AUTORÍA y LA ORIGINALIDAD:

Otro vector, como Usted lo llama, en el campo del arte consiste en la cuestión de la autoría.

El tema surgió de manera relevante cuando el artista visual alemán Boris Eldagsen ganó los Sony World Photography Awards en abril de 2023 y luego confesó que había elaborado su trabajo con la IA. Finalmente, rechazó el premio.

Enlazando la cuestión de la autoría con el de la creatividad, Eldagsen viene explorando estos nexus en profundidad: …”En el último año, he impartido más de 30 talleres, dado 60 conferencias y participado en 20 paneles. En repetidas ocasiones, me he encontrado con miedos infundados que resultan de una falta de conocimiento práctico y/o terminología bien definida. Estos miedos se expresan, por ejemplo en frases tales como: la IA reemplaza la creatividad humana; la IA vuelve superfluos a los artistas; la IA es más inteligente que las personas y está desarrollando una consciencia.”…

(https://www.goethe.de/prj/geg/es/thm/tru/25358570.html)

Lo que Eldagsen ha podido recabar es que generalmente se pierde la oportunidad de una conversación más profunda en torno a lo que se considera creatividad, inteligencia o conciencia. No se tiene en cuenta que todos los conceptos usados en los medios y paneles son “filosóficos”, conceptos que no pueden ser claramente definidos y que están sujetos a cambios. Sin embargo, los términos “creatividad, inteligencia y conciencia” son usados como si fueran conceptos únicos y, entonces, las personas creen que saben lo que significan y temen que la IA se las quite.

A raíz de lo ocurrido con Eldagsen y el concurso de fotografía, se comenzaron a explorar y a revelar los detalles del proceso creativo que atravesó el artista y el modo en que puso en juego las capacidades de la IA.  Se diferenciaron al menos unos veinte pasos, muchos de los cuales involucraban una y otra vez al artista humano, quien había realimentado continuamente a la IA con sus ideas. Y así se había logrado, finalmente, el producto, la obra. Eldagsen la llamó PROMPTOGRAFÍA (ya no fotografía), una nueva forma de la creatividad conjunta y del producto final.

Nos hallamos, pues, ante una nueva forma de colaboración; colaboración con la IA: ¿qué papel juegan los humanos?

La IA resulta ser una herramienta ideal para artistas. Los libera de las restricciones materiales y les permite extraer formas, ideas, etc., directamente de su imaginación, de manera que los materiales con los que están trabajando son su propio conocimiento y experiencia. Así, el proceso creativo adquiere el tono de una coproducción entre humanos e IA y el papel del artista es comparable al de un director. El artista deja de ser una única voz y, en cambio, se convierte en el director de un inmenso coro conformado por un amplio universo de datos.

¿Quién es entonces el autor? Parece cada vez más difícil dar una respuesta.

En este momento OPEN IA ha sido demandada por haber utilizado datos sin haber pagado por ellos. Es decir, algunos aducen que los autores se remontan incluso a aquellos cuyos datos, imágenes, etc. se han utilizado para poder entrenar los sistemas de IA. ADOBE, por ejemplo, solamente utiliza imágenes y materiales para los cuales cuenta con una licencia, o cuando ha compensado por ello a los artistas. Esta postura introduce una variación y un direccionamiento importantes. Al mismo tiempo se está anunciando que son dignos de confianza: hemos entrenado nuestras redes de una manera transparente, de manera que no anulamos la autoría de alguien. Sin duda, esta es una postura que señala diferencias significativas entre distintas empresas, pero también entre distintos artistas, en el escenario internacional.

Sin embargo, el tema de las autorías es, en realidad, un problema ya conocido y de más vieja data, aunque con la IA se nos presente de una manera nueva. Pensemos en el apropiacionismo, por ejemplo. Se trata de esa práctica artística que consiste en tomar elementos de obras preexistentes (imágenes, sonidos, objetos) y reincorporarlos en una obra nueva, transformando su significado. Este movimiento, que se hizo popular en el arte conceptual del siglo XX, cuestiona conceptos como la originalidad, la autoría y el genio artístico al utilizar la cultura visual existente para crear una crítica o comentario. Se puede manifestar de diversas formas, como copiar, modificar o simplemente cambiar el contexto de una obra original. 

En esta perspectiva, la reutilización de un material ya existente, así como las transformaciones y recontextualizaciones, ya ponían en cuestión conceptos tradicionales y desafiaron la idea de que el arte debe ser original, el virtuosismo técnico y la autoría individual, reflejando la saturación de imágenes en la sociedad contemporánea. En la historia de la literatura e incluso de la filosofía ya se vislumbró un cambio significativo hacia los años 60 y 70 consistente en lo que se denominó “la muerte de autor”, ligada a la intertextualidad. Podría decirse que actualmente el ChatGPT, por ejemplo, parece llevar estos dos fenómenos a una nueva escala: tenemos una especie de muerte del autor y tenemos una intertextualidad que se reproduce a sí misma. Hasta ahora habíamos dado por sentado que un texto o una imagen provienen de un ser humano; un ser humano lo escribió o lo pintó, grabó, fotografió. Pero esta parece ser una situación que estamos abandonando más o menos rápidamente. Hemos ingresado a un nuevo escenario y momento en los cuales siempre estaremos ante la duda acerca de la procedencia de un texto, una pintura, un grabado, una fotografía, etc.: ¿es el producto de un humano o de una máquina (que al fin y al cabo, también es un producto humano)? Tal vez, solo cuando esta duda ya no sea importante, la idea de la muerte del autor habrá alcanzado toda su envergadura.

Empíricamente, en el caso de un texto producido con IA resulta imposible rastrear con precisión de dónde proviene una palabra o una idea. Dicho producto consiste en un cálculo relacional, estocástico. Y un texto no significa nada. Alguien comparaba la IA con una bolsa de sopa instantánea en el océano.

Específicamente, en el arte veníamos de una época en la que, por ejemplo, cada texto era individual y era posible identificar un autor. Pero esto fue así porque únicamente se contaba con pocos libros y no existía la tecnología de la imprenta. Hace relativamente poco aprendimos a escribir con otros textos mediante la utilización de citas, lo cual resulta indispensable en el campo de la producción científica. Esta práctica podría escalar hacia otros niveles, reconociendo que, en el fondo, cualquier escrito o texto original es colectivo. La idea de que existe un genio detrás de cada pintura ha comenzado a ceder ante la posibilidad de que una IA ha traído a la escena de la producción artística insumos de otros tantos artistas.

Ahora bien, es decisivo anotar que los artistas contemplan e incorporan la tecnología de un modo muy diferente a como lo hacen los desarrolladores de tecnología o los especialistas en informática, quienes están enfocados en encontrar soluciones prácticas. En contraste, los artistas abordan el tema de forma lúdica al explorar todo un espectro de lo que pueden llevar a cabo las redes neuronales. Podría decirse, entonces, que la creatividad se ha desplazado o mejor, se ha amplificado al abarcar múltiples formas de encarar este nuevo desafío. Las inteligencias artificiales son tan solo un ingrediente de la producción artística y no ocupan el lugar del artista. Como lo señalan algunos creativos, se trata de incorporar el conocimiento como un nuevo material en el trabajo artístico, junto con la arcilla, las pinturas, los colores, las texturas, los elementos de una escultura, las palabras, etc. etc. Esto convierte a los artistas contemporáneos, cada vez más, en investigadores.

Tal vez resulte mucho más interesante comprender el valor colectivo de los datos. Esto nos lleva a contemplar la complejidad el proceso creativo de otras maneras, y también a acercarnos a la transformación de datos en signos, algo que resulta de importancia agónica para los sistemas vivos. Y podría decirse que la IA nos expone a ello; a dar al menos dos saltos relevantes: el primero tiene que ver con esa idea cultural y psicológicamente difícil para nosotros acerca de que lo decisivo no es el individuo como entidad aislable, sino que ha llegado el momento colectivo del cual cada quien es mediación. En este sentido habría que sensibilizarnos alrededor del valor colectivo de los datos, es decir, qué valor tienen para la sociedad y para la vida en general.

En esta perspectiva, comenzaríamos a hablar de una “infoesfera” y de la información como un bien común, ni público, ni privado, en analogía a la atmósfera que entre todos producimos e inspiramos. Hasta ahora, hemos descuidado esta dimensión y tal vez ahora podamos crear una nueva sensibilidad respecto a lo que implica vivir y movernos en un universo informacional, repleto de maneras diversas de procesar información, de atender y participar.

Esto nos lleva a un segundo salto que nos expone a la noción de que el valor solamente surge de la “relacionalidad” entre los datos, lo cual hace parte de la invitación curatorial a pensarnos embebidos y entretejidos en la co – creación con múltiples otros humanos y no humanos. Tal vez, la inteligencia consista precisamente en comprender las consecuencias de la vida no relacional  (basada en un dualismo ontológico) y en explorar la naturaleza de la “relacionalidad” ontológica y cómo ella se encarna en prácticas transformadoras en múltiples esferas de la vida.

Y allí radica la importancia de la exploración de la colaboración entre humanos y tecnología. Es decir, la exploración del nexus que finalmente hace referencia al proceso artístico en sí mismo. Consideramos que EL NEXUS ES EL PROCESO, la interacción, el tejer y el tejido.

Tanto en el arte, como en cualquier otro campo, el panorama que se abre ante nosotros consiste más bien en aprender a crear y trabajar juntos. El asunto profundo es la convivialidad entre diversas inteligencias.

Así, por ejemplo, teniendo en cuenta que lo que biológicamente nos es más fácil, menos costoso en términos energéticos es la tendencia a la comodidad, podríamos estar poniendo en riesgo dimensiones como el orgullo, la autosatisfacción, el autoreconocimiento, la autoestima que acompañan los procesos de producción. De nuevo esto nos expone a la cuestión acerca de: ¿En qué futuro queremos vivir? ¿Uno en el que ha quedado obsoleto el ser humano como ser creativo y pensante, u otro, en el que se abren recursos insospechados para ampliar las fuerzas creativas?

Los creativos saben muy bien de esos momentos en los cuales nos ocurre un nudo, un atasco… y entonces la IA nos puede ayudar a pasarlo, pero para el creativo escribir, pintar, esculpir, componer, danzar… es un momento en que se ocurren las ideas, los trazos, las formas, las tonalidades, los movimientos. Dejar que la IA nos escriba, nos dibuje, nos esculpa, etc. es una cosa y entrar en un ir y venir colaborativo es otra; siempre tendremos que poner las guías y definir los cursos evolutivos del proceso creativo.  

Por supuesto, algunas capacidades se van a fortalecer y otras se van a debilitar; esta es la lógica del aprendizaje en un sustrato biológico: nos hacemos con lo que hacemos. Y, entonces, comprendemos en profundidad que escribir, pintar, esculpir, componer, danzar no es solo un producto, sino un proceso de desentrañamiento con nosotros mismos. Esta cuestión con concierne únicamente a quienes se autoreconocen y son reconocidos como “artistas”; con la IA nos vemos expuestos todos a desarrollar ese potencial creativo de manera transversal en todos los campos, escenarios y en la vida cotidiana.

Allí los meandros y las travesías son decisivas; hacen la diferencia; se encarnan; crean el cuerpo y la vida misma. Los vivientes no nos movemos con base en datos, sino en gracias a signos. No nos limitamos al cálculo de probabilidades y al conocimiento; pensamos, imaginamos y desarrollamos posibilidades. La inteligencia como sabiduría no se halla en una entidad específica, sino compone y comporta las formas de travesía, las modalidades que surgen en los nexus.

Por ello es indispensable que no nos quedemos únicamente con las promesas de potenciación, sino que podamos co – construir las estructuras correspondientes. De manera activa, consciente, política e individualmente, organizacionalmente.

También tenemos que preguntarnos y confrontarnos: qué puede la IA y qué no, cuáles son sus límites. Teniendo en cuenta que esos límites se están moviendo rápidamente. Y también, comprender mejor cuáles son nuestros propios límites, nuestras propias vulnerabilidades que si bien también se pueden transformar, lo hacen de manera más lenta, culturalmente hablando.  

 

Quisiera mencionar otra preocupación personal que tiene que ver con uno de los contextos de la actividad artística: la industria creativa. En la medida en que una lógica fabril ingresa al escenario de las artes, una IA experta en procesar una gran cantidad de datos, pero en el fondo una gran cantidad de datos que pueden terminar completamente fragmentados de la vida, puede instalar lo mejor de los procesos creativos al servicio de una lógica utilitarista y economicista. Nos la tendremos que ver, entonces, con problemáticas (como el fair use, por ejemplo) que distraen nuestra atención y empeño, alejándonos de los aportes que hacen las artes a un futuro “sobreconvivir” pleno, abierto, esperanzador, en fin, “vivo”.

En esta perspectiva, nos alcanzan preguntas tales como: ¿qué papel juega el arte en el proceso de hacernos humanos vivientes?, cuestiones que tendremos que explorar y que giran en torno al nexus arte – humano – naturaleza. Entre ellas, ¿qué es eso que experimentamos de manera auténtica, “verdadera”? De nuevo, la IA nos brinda la oportunidad de acercarnos a nuestra propia sensibilidad y singularidades, a reconocernos plenamente como sistemas vivos, y no como sistemas mecánicos, lo cual ha sido privilegiado por nuestra propia cultura. Creo que en este proceso las artes y su gran polifonía juegan un papel excepcional.

Si bien se han enfatizado las similitudes con el comportamiento entre sistemas artificiales y sistemas humanos/naturales, existen diferencias abismales. En primer lugar, la IA no piensa; interpola, pero no extrapola; no es capaz, por así decirlo, de “salirse de la caja”, aunque ésta sea enorme, como ya mencioné arriba. Lo nuevo siempre ocurre dentro del marco de datos de lo ya existente (…”un llamado espacio vectorial en el que los puntos de datos están distribuidos. Puede encontrar el punto medio entre dos puntos, eso es una interpolación. Pero no puede salir del espacio.”…(Bahjor, 2025)

Atravesamos un momento único: COMPRENDER LO INCREIBLE Y SINGULAR QUE ES SER UN SER HUMANO (como ser vivo) y hacerlo un poco más tangible.

No somos tan solo un sistema cognitivo (algorítmico). Contamos con un sistema bioquímico, un sistema nervioso, un sistema inmunológico que no se aloja solo en el cerebro, sino que atraviesa todo nuestro cuerpo gracias a los mensajeros (por ejemplo en el intestino). SOMOS SERES CORPOREIZADOS; SERES QUE SE MUEVEN DE UNA MANERA MUY COMPLEJA A TRAVÉS DEL MUNDO, gracias a nuestras emociones, nuestras sensibilidades, nuestras expresiones lingüísticas diversa, nuestra capacidad de autoreflexividad. SOMOS PARTE DE TODA LA NATURALEZA y de todo ello la IA está muy lejos…

En el mejor de los escenarios, la IA nos apoya en el trabajo de atrevernos a sentirnos y hacernos humanos…simple y complejamente: el arte de vivir.








[1] Desafíos y desigualdades

o    Brecha digital: 

Existe una marcada diferencia en el acceso a internet entre áreas urbanas (77% de los hogares) y rurales (38%). Además, una parte significativa de la población (un tercio) aún no utiliza internet. 

o    Brechas de habilidades: 

El acceso a la tecnología no es suficiente; es necesario desarrollar las competencias digitales para que las personas puedan participar plenamente en la sociedad digital. 

o    Debilidad en las agendas digitales nacionales: 

Muchos países tienen agendas digitales que carecen de hojas de ruta concretas, responsables operativos, presupuesto y mecanismos de evaluación. 

o    Retención de talento: 

La competencia por el talento tecnológico especializado es alta, tanto dentro como fuera de la región, lo que dificulta que las empresas locales retengan a sus profesionales. 

 

[2] Esto es lo que sostiene la CEPAL en el documento Superar las trampas del desarrollo en la era digital: el potencial transformador de las tecnologías digitales y la IA en América Latina y el Caribe divulgado hoy.

 

[3] Novena Conferencia Ministerial sobre la Sociedad de la Información de América Latina y el Caribe, celebrada el 7 y 8 de noviembre de 2024 en la sede de la CEPAL en Santiago.