ENTREVISTA A CATALINA GUEVARA, ANTROPÓLOGA, ARTISTA Y CURADORA. GANADORA DE LA CONVOCATORIA SECRETARÍA DE CULTURA DEPARTAMENTAL PARA LA REALIZACIÓN DE UN SALÓN REGIONAL DE ARTES PLÁSTICAS.
(ARMENIA / QUINDIO /2025)
DISRUPTIVO NEXUS/ I.A.
ARTE/HUMANO/ NATURALEZA EN FLUJO.
––O.G.R.–– Catalina, la inteligencia Artificial generativa,
irrumpe y permea todos los campos de la vida y la sociedad. El arte no es una
excepción. ¿Cuál fue el criterio fundamental para proponer un salón regional de
artistas de estas características?
Sin duda, cuando una
tecnología disruptiva como la IA atraviesa todos los campos de la vida y la
sociedad, como Usted bien señala, nos encontramos todos, como humanidad,
expuestos a desarrollar procesos reflexivos, auto-reflexivos y creativos de
distinto tipo y, ojalá, desde una amplia diversidad de ángulos, perspectivas,
talentos y experiencias.
En esta medida, el arte o, mejor, las artes se develan como asunto vital. No solo porque sus lenguajes polifónicos tienen la capacidad de imaginar, de trabajar con la ficción, de encarar mucho mejor las sorpresas, la incertidumbre, en fin, de atravesar los momentos y las zonas disruptivas que suelen rebasar esos hábitos de pensamiento, emoción y respuesta preponderantes en la cultura, sino porque es la actividad creativa la que puede desplegarse sin límites y conectarse con lo que esté por venir y con lo que pueda llegar a ocurrir.
En primer lugar, quisiera responder
esta pregunta recordando el relato de dos vendedores de zapatos enviados a un
lugar remoto en el África. Pocos días después, el primero de ellos se
comunicaba con su agencia ubicada en una importante ciudad europea para informar
que sus esfuerzos por lograr una venta serían infructuosos, ya que en esa
región de la geografía “nadie usaba zapatos”. El segundo vendedor, en cambio,
llamó con urgencia a su jefe para solicitar el envío de unas quince docenas de
zapatos, porque, efectivamente, “allí nadie usaba zapatos”.
Como humanidad, nos encontramos en
medio de una verdadera revolución científica, para usar la expresión
popularizada por Thomas Kuhn, y en Colombia, más bien, asistimos a varias
revoluciones científicas al mismo tiempo. Las nuevas tecnologías tipo IA se
enmarcan en la tercera revolución científica (la cual concuerda con la tercera
y la cuarta revoluciones industriales).
En todo caso, se trata de múltiples procesos en curso, cuyos desenlaces
son imprevisibles, aunque como suele ser usual se escuchan tanto voces
pesimistas como optimistas al respecto. Lo importante es que esta tercera
revolución científica que comprehende la teoría o la ciencia de la información,
implica y requiere una revolución cultural. Creo que, en primer lugar, este es
el principal aporte para cualquier sociedad, incluyendo la nuestra.
Retomo de Maldonado la idea de que aprender
a movernos en el universo informacional nos permite acercarnos como nunca
antes, a la complejidad de la vida.
No se trata tan solo de la emergencia de la computación y sus nuevos
desarrollos, sino del surgimiento de grandes bases de datos y el nuevo tipo de
racionalidad que ello trae consigo, teniendo en cuenta que la información y su
procesamiento son una y la misma cosa. Así, nuestra época que sociológicamente
se ha denominado sociedad de la información, sociedad del conocimiento y
sociedad de redes, se define a partir de la importancia de la información y del
estrecho entrelazamiento entre nuestro futuro inmediato, a mediano y largo
plazo con el destino mismo de la información, sus dinámicas, su significado,
sus consecuencias y posibilidades.
En sentido fuerte, cuando me refiero
a cambios culturales con la información quisiera expresar que la realidad misma
consiste en un procesamiento incesante de información. La información no se
crea ni se destruye, sino que se transforma. Y, como ya mencioné: la información no existe antes del
procesamiento de información ni tampoco después de su procesamiento. En
otras palabras, la realidad es un código, y en cuanto tal, requiere ser
decodificada. Esta decodificación es tanto la historia misma de la ciencia en
general, como la historia misma del espíritu humano. Por supuesto, para decodificar la realidad
van surgiendo nuevos conceptos y metáforas, se inventan nuevas matemáticas,
nuevos métodos y herramientas. Tanto la ciencia y la tecnología, como la
filosofía y las artes confluyen en este esfuerzo de desciframiento de la
realidad. Es todo esto lo que subyace al espíritu del “cosmogoniar” como proceso vital.
En esta perspectiva, junto con la
adquisición de habilidades técnicas e infraestructura tecnológica, considero
crítico comprender que la información es una característica definitoria de los
sistemas adaptativos, como por ejemplo el sistema nervioso y el genoma, y que
no es la formulación de Shannon la que necesitamos para entender la vida, sino
un concepto de información pragmática que captura propiedades semánticas o
funcionales de comunicación. Nos hallamos inundados de información, y en esta
medida no solo se trata de comunicación sino de interpretación, de leer los
códigos que habitan no solo en los mensajes hablados o icónicos, sino en el
lenguaje mismo del cuerpo, de las comunidades, de la naturaleza, de la
humanidad, del cosmos. Para que haya información debe haber múltiples lenguajes
y esta es precisamente una característica de nuestra biodiversidad (humana y no
humana) colombiana.
Como afirmara Martha Nussbaum, cuanta
más y mejor información y más y mejor procesamiento de la misma se tenga, tanta
mayor será la calidad de vida y las posibilidades, potencialidades y
capacidades de la vida. Un aporte importante de la IA pudiera ser resaltar esta
diversidad y riqueza de información, lo cual se corresponde con que la vida
misma tenga más o menos grados de libertad. En una perspectiva biopolítica, las
posibilidades de liberación y emancipación, o por el contrario, las políticas
de control y sujeción pasan por la información; esto es, por su gestión, procesamiento
y posibilidades.
Si el aprendizaje es un proceso
inherente a la vida y, mucho mejor aún, la condición para la evolución, el
momento en que se deja de aprender es el momento en el que los sistemas vivos
se acercan a la muerte, y la incapacidad de aprender se aparece como la
imposibilidad de procesar nueva información. Dicho inversamente, lo que
mantiene a la vida como una posibilidad abierta e inacabada es su filia por la
información, el filia por el conocimiento, es decir, el gusto y la pasión por aprender
cosas siempre nuevas, por hallarse siempre ante un nuevo comienzo. La juventud
o la vejez de un individuo, de un pueblo, una cultura o una civilización es
directamente proporcional a la nueva información disponible y su procesamiento.
Por el contrario, el fundamentalismo consiste en la incapacidad para aprender e
incorporar información nueva; aparecen entonces las semillas de la violencia,
las guerras y la muerte por todos nosotros bien conocidas.
Desde todo punto de vista, es
decisivo que los colombianos podamos vincularnos social, cultural y
educativamente a estas transformaciones propias de la Tercera Revolución
Científica, dejando de asumir un papel eminentemente pasivo frente a internet y
sus diversos buscadores, frente a las diversas versiones de la IA y los chats
interactivos. Si nos limitamos a escribir un término, una frase o una idea (un
promt) para que la máquina nos arroje “la” o un abanico de respuestas,
alimentamos ese fenómeno que la Unesco señaló como la principal forma de
analfabetismo contemporáneo: el tecnológico.
Hoy por hoy, no podemos quedarnos
esperando ser insertados en algún tipo de circuito informacional, afianzando la
creencia de que internet es un acervo de información; tenemos que participar en
la escritura de la información, lo cual implica, de una parte el conocimiento
de lenguajes de programación (software, logiciels) y de otra, aprender a
navegar, encontrar y aprovechar la información de la web profunda.
Es preciso subrayar que la libertad,
la autonomía y la independencia, de un lado; pero, al mismo tiempo, de otra
parte, la calidad de vida y el bienestar pasan medularmente, hoy en día, por el
conocimiento de las dinámicas de la información. Y, adelantándome a otra de sus
preguntas, es esta comprensión básica la que nos permite reconocer que ciertas
instancias pretenden manejar la información como una manera de manejar a la
sociedad en su conjunto. Habría que sumarse a esas personas, a esos grupos y
organizaciones que entienden lo que está en juego con la información y la
complejidad de la misma, y se abocan a conocerla, divulgarla, compartirla,
desencriptarla y hacer de ella un bien común. La información no es una cosa,
sino un flujo, una dinámica, un proceso.
Por su parte, la CEPAL (Comisión Económica
para América Latina y el Caribe) 2025 [2], plantea
que …”avanzar en un uso real y efectivo de las tecnologías digitales puede
convertirse en el puente que permita superar las trampas del desarrollo en la
región, al cerrar brechas históricas de desigualdad y promover un crecimiento
más productivo, inclusivo y sostenible.
La región tiene ante sí la oportunidad
histórica de utilizar las herramientas digitales para abordar las tres trampas
que inhiben su desarrollo: una primera trampa de baja capacidad para crecer,
una segunda de alta desigualdad, baja movilidad y débil cohesión social, y una
tercera de baja capacidad institucional y gobernanza poco efectiva.
La transformación digital ofrece un
camino para fortalecer la competitividad, acelerar el aprendizaje, impulsar la
innovación y mejorar la calidad de vida de millones de personas. Pero este
cambio no se dará de manera automática; será necesario un esfuerzo conjunto en
el que participen tanto los gobiernos como el sector privado y la sociedad
civil para asegurar que los beneficios de la era digital sean compartidos por
todos. [3] (…)
Se afirma que la transformación
digital del tejido empresarial podría mejorar la eficiencia de los procesos
productivos, optimizar las cadenas de suministro y fomentar la innovación en
productos y servicios. Además, la digitalización facilitaría el acceso a
mercados globales, reduciendo la dependencia de sectores tradicionales y
promoviendo una diversificación económica necesaria para el crecimiento
sostenible. Todo lo anterior se facilitaría en la medida en que los países de
la región y sus territorios lograran articular sus esfuerzos en materia de
transformación digital con sus políticas de desarrollo productivo.”…
Sin embargo, no todo lo que se avizora
comparte este tono esperanzador. La misma CEPAL destaca el impacto económico y
en el empleo de la inteligencia artificial (IA) en la región. …”Según las
estimaciones realizadas, en 2023 la contribución económica total de la IA en 17
países de América Latina y el Caribe ascendió a 70.748 millones de dólares, lo
que representaría un 1,11% del PIB, en tanto que cerca del 44% de la fuerza
laboral en la región tiene una alta probabilidad de verse afectada por la IA.”…
Las brechas mencionadas urgen la
implementación de políticas que garanticen una "conectividad
significativa". Esta conectividad no se limita al acceso a internet, sino
que enfatiza la calidad, la asequibilidad y las habilidades necesarias para que
las personas puedan beneficiarse plenamente de las oportunidades digitales. Al
comparar los indicadores básicos de conectividad con otros más complejos que
capturan estas dimensiones, se observa que, a pesar de los avances en acceso,
aún persisten barreras que limitan un uso real y efectivo de las tecnologías
digitales. Resolver estas limitaciones es fundamental para cerrar las brechas y
promover un desarrollo digital más inclusivo y equitativo,”… recalca la
Comisión.
…”Finalmente, las tecnologías
digitales y la IA pueden fortalecer las instituciones y la capacidad de
gobernanza en América Latina y el Caribe, mejorando la transparencia, la
eficiencia y la rendición de cuentas, mediante herramientas diversas como la
digitalización de los procesos gubernamentales y la oferta de servicios
digitales a la población. Esto es fundamental si consideramos que el 70% de la
población de la región expresa desconfianza en sus gobiernos”… , apunta el
organismo internacional.
––O.G.R.––Sin entrar en sintonía con tendencias apocalípticas; ¿Cuáles crees que pueden ser sus peligros teniendo en cuenta que, cada vez es mayor el protagonismo de los sistemas de control bio político mediante el establecimiento de unas estadísticas biométricas, marcadores sociales, parámetros de marqueting en todas las interacciones de los seres humanos?
Son muchas cosas las que ya están en curso y las que se vienen en prácticamente todos los campos de la vida social y de la vida en general. Y no se trata solamente de afectaciones directas en esos momentos en que nos encontramos con las IA, sino que éstas impregnan nuestra vida por sus afectaciones indirectas (por ejemplo, por el impacto que tienen en la ciencia al acelerar muchos procesos y aplicaciones.) Las IA se mueve en las estructuras profundas de nuestra sociedad.
Colocadas en el corazón del viviente y de nuestra historia,
las rupturas que conciernen estas técnicas que permiten almacenar, emitir y
recibir información, corren riesgos profundos. Instaladas en una sociedad
caracterizada por un miedo crónico y la urgente necesidad de seguridad y
control; en una sociedad que hace de la vigilancia una actividad constante y
justificada en todos los ámbitos y niveles, por supuesto la vida fácilmente
queda atrapada en dinámicas de poder de todo tipo.
Precisamente, la reducción de nuestra concepción de
“inteligencia” (“homo sapiens”) a parámetros de control y dominio sobre otros
humanos y también sobre la naturaleza; a criterios como eficiencia, efectividad
o utilidad, entre otros, nos hace
vulnerables a que el uso de las IA se traduzca en una catálisis de los lados
más oscuros y problemáticos de la sociedad capitalista occidental como de
sociedades al mismo tiempo totalitaristas, como la China por ejemplo.
Son estas configuraciones de los “nexus” IA – ARTE – HUMANO –
NATURALEZA, los que resultan críticos. El llamado del arte en este entramado es
a que podamos desarrollar una sensibilidad a favor del cuidado inmanente de la
vida y a reconocernos como “inteligentes” más allá de cualquier lógica
utilitarista, economicista, racionalista, en fin, reduccionista.
De nuevo, apelar a la capacidad de las artes para, no solo
poner en evidencia tales riesgos, sino para imaginar otras posibilidades, y más
aún, concebirnos como seres creativos, intuitivos y singulares, resulta
decisivo.
Tenemos que estar atentos a otros contextos problemáticos que
rodean el desarrollo y la difusión de las IA, tales como la lógica misma que
atraviesa los modelos de negocio subyacentes. De nuestras experiencias con los
medios sociales ya conocemos ciertas dinámicas que ahora se trasladan a las IA:
·
El
tiempo y la frecuencia de uso. Instagram, Tik Tok, etc. inducen
intencionalmente un comportamiento adictivo. Y, por supuesto, esto es lo que se
desea, esto es el sentido mismo del negocio: maximizar el tiempo de uso…
––O.G.R.––¿Qué mecanismos de control y regulación, se pueden impulsar desde la sociedad civil para el uso democrático y ético de estas nuevas tecnologías?
Es un hecho que las regulaciones siempre cojean detrás de los desarrollos tecnológicos. Mientras que aquellas esperan a que se vayan mostrando los impactos considerados negativos para comenzar a actuar, la tecnología avanza a pasos agigantados movida por sus propias dinámicas y las de los nichos que va encontrando o abriendo a su paso. Es más, los esfuerzos regulatorios que se han venido realizando, por ejemplo por parte de la Unión Europea, son considerados “obstáculos” para el desarrollo tecnológico en un mundo altamente competitivo.
Aunque China fue de los primeros países que introdujo
regulaciones, La UE (Unión Europea), que no es precisamente la que lidera el
desarrollo de estas tecnologías, quiso ponerse en la punta al proponer una primera regulación integral a nivel mundial, y, sobre todo, establecer una regulación de las IA como parte de su estrategia digital, con
el fin de garantizar mejores condiciones de desarrollo y uso de esta tecnología
innovadora. Así, en abril del 2021, la Comisión propuso la primera Ley de
Inteligencia Artificial, en función del riesgo que pueden generar. Propone que los sistemas de IA que
puedan utilizarse en distintas aplicaciones se analicen y clasifiquen según el
riesgo que supongan para los usuarios. Los distintos niveles de peligro
implican más o menos requisitos de cumplimiento de la normativa sobre IA.
Al respecto, la prioridad del Parlamento
Europeo era garantizar que los sistemas de IA utilizados en la Unión Europea
sean seguros, transparentes, trazables, no discriminatorios y respetuosos con
el medio ambiente. Los sistemas de IA deben ser supervisados por personas, en
lugar de por la automatización, para evitar resultados perjudiciales.
Vale la pena mencionar los parámetros de esa
clasificación de riesgo para darnos una idea de qué es lo que estaría sujeto a
regulación:
·
Riesgo inaceptable: Se prohíben prácticas como la puntuación social gubernamental o el
uso de sistemas de reconocimiento facial en tiempo real en espacios públicos
con fines de aplicación de la ley.
·
Alto riesgo: Aplicaciones críticas como las de salud, transporte, empleo o las
usadas en la administración pública, deben cumplir con rigurosos requisitos
como documentación, supervisión humana y evaluación de riesgos.
·
Riesgo limitado: Los sistemas como los chatbots deben ser transparentes para que
los usuarios sepan que están interactuando con una IA.
·
Riesgo mínimo: Aplicaciones como los filtros de spam o los videojuegos con IA
integrada tienen requisitos de regulación mínimos.
Las regulaciones
también prevén sanciones y pleitos jurídicos por incumplimiento.
En general, los
sistemas de regulación de la inteligencia artificial buscan establecer reglas y
marcos para un desarrollo y uso ético, seguro y responsable de la IA. Se
basan en principios como la transparencia, la privacidad y la no discriminación.
Además de la Ley de Inteligencia Artificial de la Unión Europea, existen el
acuerdo global de la ONU y esfuerzos en países como Colombia, que buscan
asegurar que la IA se alinee con los derechos humanos y el bienestar
social.
Las Naciones Unidas vienen promoviendo un acuerdo
mundial sobre la ética de la IA, buscando un enfoque global para su uso seguro
y responsable, mientras que diversos países, entre ellos Colombia intentan
precisar y establecer algunas medidas a nivel más local como es el enfocarse en
un sistema de gestión de riesgos y gobernanza
compartida, impulsando la innovación ética y buscando cerrar brechas digitales,
según se menciona en su Política Nacional para la Transformación Digital e
Inteligencia Artificial (CONPES 3975).
En los Estados
Unidos se ha propuesto una Carta de Derechos
de IA, con directrices sobre el diseño y uso equitativo y seguro de sistemas
automatizados.
Podría
decirse que un lugar común gira alrededor de:
·
Ética y
responsabilidad: Asegurar que el
desarrollo y uso de la IA se realice con principios éticos.
·
Confianza: Fomentar la confianza pública y del sector
productivo en la IA.
·
Seguridad: Proteger a los ciudadanos de posibles daños
que puedan causar los sistemas de IA.
·
Innovación: Impulsar el desarrollo tecnológico de manera
responsable.
·
Inclusión: Garantizar que la IA beneficie a toda la
sociedad sin crear nuevas desigualdades.
Se ha sugerido que deberíamos adoptar el modo de proceder de la tecnología y trabajar por versiones. “Versionings” es el término utilizado en la tecnología, en el software. Estos pudieran ser esfuerzos de una gobernanza contemporánea.
En
primer lugar, que detrás del reconocimiento de imágenes se esconde una gran explotación
humana y también de la naturaleza. Al respecto, Kate Crawford, - una escritora, compositora, productora y
académica australiana, además de investigadora principal en Microsoft Research
y profesora visitante en el Centro MIT -, elaboró un Atlas de lA; investigó ese “click” de los
trabajadores que tienen que revisar millones de imágenes para entrenar las
redes neuronales, entre ellas imágenes de gran impacto emocional. En general,
se trata de “obreros” residentes en países considerados “pobres y poco
desarrollados” a quienes se les paga muy poco por realizar esta ardua labor.
Y con relación a los materiales que se requieren para la
producción. No podemos pensar que la IA existe tan solo en la nube; por el
contrario, requiere un ingente insumo de materiales como silicio, litio y una
gran cantidad de energía. Con cada conversación que entablamos con la IA se
consumen unos 500 ml de agua para enfriar las máquinas calculadoras
estacionadas en las granjas de servidores.
Estamos ante una tecnología que es muy potente en sus
resultados, pero que también exige mucho de nuestro planeta y también de los
humanos.
Será imprescindible crear una mayor eficiencia energética y
no poner a otros humanos en este tipo de situaciones. Todavía la IA se caracteriza
por una inmensa huella ecológica y social.
Un aspecto que se ha reconocido como asunto a regular
consiste en el tipo de datos que se utilizan en la programación de tecnologías
de IA, así como el modo en que dichos datos se obtienen. Tal vez se puedan
programar algunas reglas éticas básicas, aunque la tecnología no es ni buena ni
mala en sí misma; pero tampoco neutral. Cada decisión durante su desarrollo
implica ciertas consecuencias en los resultados. Comprender que las IA y los softwares entrenados
no son neutrales, sino que están atravesados por decisiones humanas, resulta
crucial.
Existen, por tanto: distorsiones, sesgos, prejuicios racistas
y sexistas que han alimentado una IA programada prioritariamente por hombres
jóvenes y, por supuesto, también con los datos que se encuentran disponibles.
Al respecto se viene hablando de la
necesidad de “descolonizar” las IA que tenemos actualmente, porque, por
supuesto, la muestra de datos con la que opera todo esto son principalmente
datos de hombres blancos de los EE. UU., y allí se esconde una distorsión total
en las respuestas que recibimos. Si constatamos que existen formas de racismo en
Internet, entonces dichas formas alimentan al sistema y se emiten de nuevo, ya
que las redes neuronales están diseñadas para buscar patrones y si los encuentran,
los refuerzan, sin más.
Otro aspecto
especialmente sensible tiene que ver con lo que es verdadero y lo que es falso
en la información que se procesa y se genera. Se trata de lo que en inglés se conoce
como “deepfakes” y “fake news” – noticias falsas y falsedades profundas. Hace
alusión a que perfectamente se puede alimentar un sistema IA con información falsa. La IA “alucina”, es decir inventa cosas,
siempre y cuando suenen lo suficientemente plausibles estadísticamente. Por
ello, hay que comprobar si todo lo que contienen es correcto.
¿Qué reglas deberían existir con relación a las deepfakes? La
Unión Europea ha expedido algunas regulaciones, también con relación a las
deepfake, pero es necesario entender que el legislador no lo puede todo. Y
entonces siempre se requiere un usuario atento y partícipe que pueda reconocer
esas situaciones. Si como sociedad ya no nos podemos poner de acuerdo con que
exista algo así como “verdad”, entonces la IA se puede volver peligrosa en un
contexto como éste. De otra parte, avanzar en la fiabilidad, también puede
convertirse en una nueva forma de control y vigilancia, es decir de una pérdida
de libertad de expresión.
Más que de una representatividad exacta, se trata de un concepto propio de
la convivialidad, ya que toca el nodo crítico de la confianza mutua, de la
fiabilidad en la tecnología misma.
El espacio en el que se desenvuelven estas nuevas tecnologías
es un espacio distribuido. Esto significa que pensar en sistemas centralizados
de control y regulación obedece a otro momento histórico. Le apuesto más bien a
una dimensión ética que incluya aprender a movernos en un mundo de la
información y la virtualidad, es decir al surgimiento de esa nueva sociedad
civil que pueda promover formas simbióticas de convivencia humano – IA –
naturaleza.
Una de las características de las nuevas tecnologías es la ambigüedad,
lo cual impide hacer valoraciones simples del tipo “bueno o malo”, “positivo o
negativo”. Así, por ejemplo las brechas sociales pudieran incrementarse, pero
también reducirse, en la medida en que desde un terminal disponible se puede
tener acceso a cualquier información de cualquier lugar del mundo.
Un punto crítico en estos procesos colaborativos con la IA es
la pregunta acerca de la autonomía y los grados de libertad, es decir la
pregunta en torno a si ¿las herramientas que hemos inventado también
nos convierten a nosotros en herramientas? ¿Será que sutilmente a
través de sugerencias y retroalimentaciones nos estamos convirtiendo más bien
en copilotos y nuestras vidas han comenzado a ser vividas?
Esta cuestión no es para nada inocua. Cuando algunos
resultados que nos arroja la IA suenan tan plausibles y acertados, que parecen
tener que ser ciertos, fácilmente se pierde de vista que éste no es el caso.
Los modelos de la IA no se basan en la facticidad; no tienen “un sentido de
verdad”, sino de probabilidad; no saben de moral ni de intencionalidad. Y es
por ello que siempre tenemos que volver a discernir, a diferenciar, a decidir.
Es claro que existen aristas mucho más sutiles y
complementarias a cualquier regulación, como es el comprender mejor cómo operan
los sistemas IA. Me refiero, entonces, a que esta operatividad sea transparente
para todos. La inteligencia artificial son nuestros propios datos humanos. Podría
decirse, que “nos estamos mirando a la cara”…pero no se trata de nuestra cara,
sino de la de aquellos a quienes pertenecen estos programas y que han
introducido los datos. Por supuesto, esto nos hace fácilmente presa de
cualquier tipo de imperialismo (económico, social, cultural), es decir que
imperceptiblemente se nos impone a todos una visión normativa del mundo,
principalmente del espacio angloamericano, con datos angloamericanos y el
idioma angloamericano como matriz de pensamiento, sobre el mundo mismo. Este
escenario de pérdida de diversidad cultural es delicado.
Y más aún, tal vez un asunto aún más profundo es que nos
enfrentamos, en el fondo, a un enfoque centrado en datos. Y esto
significa que los datos del mundo que son datos del pasado, se convierten en la
base para las declaraciones sobre el futuro; los hechos se convierten en norma…Para
investigadores como Bajhor, éste es un problema fundamental.
Por eso repito, culturalmente, es tan
importante que sepamos como funciona esta tecnología; comprender que carecen de
responsabilidad respecto a nuestro propio futuro y el de la vida en general, y
que somos nosotros (todos) quienes tenemos que asumirla. En esta perspectiva,
es indispensable no ver la tecnología simplemente como una superautopista de
información o un constructo económico, sino también como un constructo social
por el cual debemos asumir la responsabilidad como humanos y como parte de la
naturaleza. No es solamente el hecho de que los sistemas IA sean ciegos a la
verdad o a la falsedad, ni siquiera se puede decir que no les importe,
literalmente no tienen ningún concepto de lo que podría significar decir algo
verdadero o falso, y por lo tanto, tampoco les importa lo que dicen. Son
generadores de texto asociales y moralmente ciegos.
El sentido de la vida
siempre se haya en el “ENTRE”, en los nexus con los otros, con nosotros, con el
mundo. Y en esta
perspectiva, la IA nos puede ayudar a fortalecer capacidades sociales y
comunicacionales con inteligencias humanas y no humanas; aprender cosas en un
encuentro tranquilo, siempre ambiguo, siempre complejo, lejos de grandes
pronósticos y determinismos y mucho más cerca de un futuro que vamos instalando
y anidando a cada momento. Constantemente, aunque no parezca, estamos
introduciendo variaciones y distintos escenarios posibles. Esto es decisivo
ahora que nos encontramos todavía en un momento más disruptivo, más caótico,
más plástico.
Tenemos que aprovechar
creativamente el vacío. ¿Cuáles son nuestros imaginarios y qué queremos? Son
preguntas que comienzan en cualquier lugar, en cualquier organización de este
espacio – tiempo distribuido. Y este es el propósito de Cosmogoniando con el
trabajo en torno al Salón de Artistas 2025.
––O.G.R.––En el campo del
arte, la experimentación con estas nuevas plataformas tecnológicas toma un
nuevo impulso; ¿Cuáles serían esos vectores que tu consideras más determinantes
y que se presentan con más protagonismo en la escena actual?
Cuando se anunciaba que los sistemas de IA mejorarían sustancialmente nuestras vidas mediante dispositivos como los autos autónomos, los robots en el campo, los detectores de enfermedades, etc. no nos imaginamos que lo que primero que podría afectarse eran las profesiones consideradas “creativas”, propias de una especie que se ha autodenominado “homo sapiens”. Por supuesto, la incursión de la IA en el escenario del arte constituye un nuevo marcador de una ausencia total de barreras para una tecnología disruptiva, la cual con seguridad transformará mucho de lo que se consideraba inamovible.
Tal vez la promesa más provocativa que se nos viene ofreciendo
con la IA es que nos liberaría del trabajo automatizado y nos regalaría tiempo
para nuestra actividad creativa, no solo en el escenario del arte, sino en la
vida cotidiana en general. Sin embargo, eso no parece tan fácil cuando se
cierne, al mismo tiempo, la amenaza del desplazamiento del trabajo de un gran
número de humanos. En todo caso, esto exige una reorganización social, política
y también económica y cultural de gran envergadura.
De otra parte, se ha ido comprendiendo que no es posible
adoptar la IA como cualquier otra tecnología a la cual estábamos acostumbrados.
Solemos tratar a la tecnología como una simple herramienta y si bien las
tecnologías digitales también lo son, estas nuevas máquinas de conocimiento ya
no se dejan deslindar con tanta claridad de nuestra propia existencia; gracias
a su capacidad de conectar una enorme cantidad de datos, se han ido
convirtiendo en “actantes”, en asistentes para el desempeño, incluso en
“compañeros” y “sparrings” que, gracias a que operan de una manera diferente,
nos pueden mostrar lo que pasamos por alto.
Así, en el campo creativo
nos puede facilitar una imagen, una analogía, una metáfora; señalarnos cuál
considera el punto clave, etc. También se le pueden presentar los avances de
una obra y pedirle que la evalúe, que la complemente. En este sentido, podemos
utilizar la IA para que nos rete.
Por supuesto, nunca es
necesario adoptar directamente esas ideas que la IA genera. Por el contrario,
es preciso conservar ese pensar “por fuera de la caja” (out of the box
thinking) que no es propio de los sistemas tecnológicos.
1.- NOVEDAD Y
CREATIVIDAD
Con relación a la IA generativa, nos vemos expuestos a
repensar en qué consisten la creatividad y la innovación. En el escenario de ciencia, tecnología e
innovación, la IA puede adelantar muchos pasos en la investigación de
medicamentos, en la medida en que puede realizar nuevas combinaciones, a partir
de lo que ya existe. Lo mismo ocurre en el campo de la investigación de
materiales. Sin duda, esto conduce a innovaciones y nuevas patentes.
Cuando en ese momento histórico en el año 1997, Deep Blue le
gana la partida a Kasparov, el campeón de ajedrez, comenzamos a comprender que
no estamos solamente ante una “buena calculadora”. La IA aprende en la medida
en que puede jugar millones de partidas de ajedrez consigo misma. Y si la
creatividad tiene algo que ver con el aprendizaje, resulta que también
aprendemos de la IA y que, de otra parte, tenemos que seguir entrenándonos,
porque la IA tiene que seguir aprendiendo de nosotros.
En el caso de los humanos, ¿somos capaces de introducir una
pregunta, una cuestión o una obra verdaderamente nuevas, algo que nadie ha
pensado o realizado anteriormente? O, ¿también procedemos combinando de nuevas
maneras lo ya existente y conocido, es decir, del mismo modo en que lo hace la
IA?
En últimas, ¿qué es eso que llamamos “creatividad” y
“originalidad”, por ejemplo en el campo del arte? Tal vez lo distintivo de una
nueva pregunta o de una nueva obra sería que no las podríamos comprender con
los recursos intelectuales que manejamos hasta ahora.
Se ha propuesto que la creatividad hace referencia al desplazamiento o a la transformación del
marco de referencia dentro del cual algo es percibido. (Hannes Bajohr,
2025)
Ahora bien, se ha argumentado que, desde un punto de vista
operativo, positivista, estas reflexiones son válidas, pero desde una
perspectiva constructivista, podríamos llegar a una conclusión diferente, ya
que lo que prima allí es aquello que interpretamos nosotros los humanos con
relación a lo que nos ofrece la IA. Para
entender mejor lo que se quiere decir, tomemos como ejemplo lo que ocurrió
cuando se comenzó a hablar de “máquinas
inteligentes”. En ese momento, el criterio utilizado fue el famoso Test de
Turing: cuando un observador externo ya no distingue si al frente tiene un
humano o una máquina, es señal de que la máquina tiene inteligencia humana. No
es que la IA la tenga en un sentido positivista, pero sí la tiene a la luz de
la lectura del otro y eso puede ser, a la postre, lo decisivo.
Algo similar podría ocurrir en el escenario de las artes.
Cuando alguien dibuja un punto rojo sobre una tela o un lienzo blanco y otro se
lo compra por cinco millones, entonces ese alguien se ha convertido en una artista.
¿El valor artístico del lienzo yace en el lienzo mismo o en una dimensión
interpretativa? Si la respuesta se inclina hacia una perspectiva
constructivista, el día en que nos parezca que la IA nos ofrece algo nuevo, comenzamos a
considerar que la IA es creativa e, incluso, que puede crear arte…
Esta afirmación parece estar ligada a la idea de que el arte
no ocurre en el objeto mismo, sino que se trata de un proceso de “negociación
social”. En este sentido, siempre se necesita de otro y otros que reconozcan
ese objeto como una obra de arte. Si esto es así, la pregunta acerca de si
alguna vez una IA puede producir arte no es una pregunta técnica, sino una
pregunta social.
2.- EL TEMA DE LA
AUTORÍA y LA ORIGINALIDAD:
Otro vector, como Usted lo llama, en el campo del arte
consiste en la cuestión de la autoría.
El tema surgió de manera relevante cuando el artista visual alemán Boris
Eldagsen ganó los Sony World Photography Awards en abril de 2023 y luego
confesó que había elaborado su trabajo con la IA. Finalmente, rechazó el
premio.
Enlazando la cuestión de la autoría con el de la creatividad,
Eldagsen viene explorando estos nexus en profundidad: …”En el último año, he
impartido más de 30 talleres, dado 60 conferencias y participado en 20 paneles.
En repetidas ocasiones, me he encontrado con miedos infundados que resultan de
una falta de conocimiento práctico y/o terminología bien definida. Estos miedos
se expresan, por ejemplo en frases tales como: la IA reemplaza la creatividad
humana; la IA vuelve superfluos a los artistas; la IA es más inteligente que
las personas y está desarrollando una consciencia.”…
(https://www.goethe.de/prj/geg/es/thm/tru/25358570.html)
Lo que Eldagsen ha podido recabar es que generalmente se
pierde la oportunidad de una conversación más profunda en torno a lo que se
considera creatividad, inteligencia o
conciencia. No se tiene en cuenta que todos los conceptos usados en los
medios y paneles son “filosóficos”, conceptos que no pueden ser claramente
definidos y que están sujetos a cambios. Sin embargo, los términos
“creatividad, inteligencia y conciencia” son usados como si fueran conceptos
únicos y, entonces, las personas creen que saben lo que significan y temen que
la IA se las quite.
A
raíz de lo ocurrido con Eldagsen y el concurso de fotografía, se comenzaron a
explorar y a revelar los
detalles del proceso creativo que atravesó el artista y el modo en que puso en
juego las capacidades de la IA. Se
diferenciaron al menos unos veinte pasos, muchos de los cuales involucraban una
y otra vez al artista humano, quien había realimentado continuamente a la IA
con sus ideas. Y así se había logrado, finalmente, el producto, la obra.
Eldagsen la llamó PROMPTOGRAFÍA (ya no fotografía), una nueva forma de la
creatividad conjunta y del producto final.
Nos hallamos, pues, ante una nueva forma de colaboración; colaboración con la IA: ¿qué papel juegan los humanos?
La IA resulta ser una herramienta ideal para artistas. Los
libera de las restricciones materiales y les permite extraer formas, ideas,
etc., directamente de su imaginación, de manera que los materiales con los que
están trabajando son su propio conocimiento y experiencia. Así, el proceso
creativo adquiere el tono de una coproducción entre humanos e IA
y el papel del artista es comparable al de un director. El artista deja de ser
una única voz y, en cambio, se convierte en el director de un inmenso coro
conformado por un amplio universo de datos.
¿Quién es entonces el autor? Parece cada vez más difícil dar una respuesta.
En este momento OPEN IA ha sido demandada por haber utilizado
datos sin haber pagado por ellos. Es decir, algunos aducen que los autores se
remontan incluso a aquellos cuyos datos, imágenes, etc. se han utilizado para
poder entrenar los sistemas de IA. ADOBE, por ejemplo, solamente utiliza
imágenes y materiales para los cuales cuenta con una licencia, o cuando ha
compensado por ello a los artistas. Esta postura introduce una variación y un
direccionamiento importantes. Al mismo tiempo se está anunciando que son dignos
de confianza: hemos entrenado nuestras redes de una manera transparente,
de manera que no anulamos la autoría de alguien. Sin duda, esta es una postura
que señala diferencias significativas entre distintas empresas, pero también
entre distintos artistas, en el escenario internacional.
Sin embargo, el tema de las autorías es, en realidad, un
problema ya conocido y de más vieja data, aunque con la IA se nos presente de
una manera nueva. Pensemos en el apropiacionismo, por ejemplo. Se
trata de esa práctica artística que
consiste en tomar elementos de obras preexistentes (imágenes, sonidos, objetos)
y reincorporarlos en una obra nueva, transformando su significado. Este
movimiento, que se hizo popular en el arte conceptual del siglo XX, cuestiona
conceptos como la originalidad, la autoría y el genio artístico al utilizar la
cultura visual existente para crear una crítica o comentario. Se puede
manifestar de diversas formas, como copiar, modificar o simplemente cambiar el
contexto de una obra original.
En esta perspectiva, la reutilización
de un material ya existente, así como las transformaciones y
recontextualizaciones, ya ponían en cuestión conceptos tradicionales y
desafiaron la idea de que el arte debe ser original, el virtuosismo técnico y la autoría
individual, reflejando la saturación de imágenes en la sociedad contemporánea. En la historia de la literatura e incluso de la filosofía ya
se vislumbró un cambio significativo hacia los años 60 y 70 consistente en lo
que se denominó “la muerte de autor”, ligada
a la intertextualidad. Podría decirse
que actualmente el ChatGPT, por ejemplo, parece llevar estos dos fenómenos a
una nueva escala: tenemos una especie de muerte del autor y tenemos una
intertextualidad que se reproduce a sí misma. Hasta ahora habíamos dado por
sentado que un texto o una imagen provienen de un ser humano; un ser humano lo
escribió o lo pintó, grabó, fotografió. Pero esta parece ser una situación que
estamos abandonando más o menos rápidamente. Hemos ingresado a un nuevo
escenario y momento en los cuales siempre estaremos ante la duda acerca de la
procedencia de un texto, una pintura, un grabado, una fotografía, etc.: ¿es el
producto de un humano o de una máquina (que al fin y al cabo, también es un
producto humano)? Tal vez, solo cuando esta duda ya no sea importante, la idea
de la muerte del autor habrá alcanzado toda su envergadura.
Empíricamente, en el caso de un texto
producido con IA resulta imposible rastrear con precisión de dónde proviene una
palabra o una idea. Dicho producto consiste en un cálculo relacional,
estocástico. Y un texto no significa nada. Alguien comparaba la IA con una
bolsa de sopa instantánea en el océano.
Específicamente, en el arte veníamos
de una época en la que, por ejemplo, cada texto era individual y era posible
identificar un autor. Pero esto fue así porque únicamente se contaba con pocos
libros y no existía la tecnología de la imprenta. Hace relativamente poco
aprendimos a escribir con otros textos mediante la utilización de citas, lo
cual resulta indispensable en el campo de la producción científica. Esta
práctica podría escalar hacia otros niveles, reconociendo que, en el fondo,
cualquier escrito o texto original es colectivo. La idea de que existe un genio
detrás de cada pintura ha comenzado a ceder ante la posibilidad de que una IA
ha traído a la escena de la producción artística insumos de otros tantos
artistas.
Ahora bien, es decisivo anotar que los
artistas contemplan e incorporan la tecnología de un modo muy diferente a como
lo hacen los desarrolladores de tecnología o los especialistas en informática,
quienes están enfocados en encontrar soluciones prácticas. En contraste, los
artistas abordan el tema de forma lúdica al explorar todo un espectro de lo que
pueden llevar a cabo las redes neuronales. Podría decirse, entonces, que la
creatividad se ha desplazado o mejor, se ha amplificado al abarcar múltiples
formas de encarar este nuevo desafío. Las inteligencias artificiales son tan
solo un ingrediente de la producción artística y no ocupan el lugar del
artista. Como lo señalan algunos creativos, se trata de incorporar el conocimiento como
un nuevo material en el trabajo artístico, junto con la arcilla, las
pinturas, los colores, las texturas, los elementos de una escultura, las
palabras, etc. etc. Esto convierte a los artistas contemporáneos, cada vez más,
en investigadores.
Tal
vez resulte mucho más interesante comprender el valor colectivo de los datos. Esto
nos lleva a contemplar la complejidad el proceso creativo de otras maneras, y
también a acercarnos a la transformación de datos en signos,
algo que resulta de importancia agónica para los sistemas vivos. Y podría
decirse que la IA nos expone a ello; a dar al menos dos saltos relevantes: el
primero tiene que ver con esa idea cultural y psicológicamente difícil para
nosotros acerca de que lo decisivo no es el individuo como entidad aislable,
sino que ha llegado el momento colectivo del cual cada quien es mediación. En
este sentido habría que sensibilizarnos alrededor del valor colectivo de los datos, es decir, qué valor tienen para la
sociedad y para la vida en general.
En
esta perspectiva, comenzaríamos a hablar de una “infoesfera” y de la
información como un bien común, ni público, ni privado, en analogía a la
atmósfera que entre todos producimos e inspiramos. Hasta ahora, hemos
descuidado esta dimensión y tal vez ahora podamos crear una nueva sensibilidad
respecto a lo que implica vivir y movernos en un universo informacional,
repleto de maneras diversas de procesar información, de atender y participar.
Esto
nos lleva a un segundo salto que nos expone a la noción de que el valor solamente surge de la “relacionalidad” entre los datos, lo
cual hace parte de la invitación curatorial a pensarnos embebidos y
entretejidos en la co – creación con múltiples otros humanos y no humanos. Tal
vez, la inteligencia consista precisamente en comprender las consecuencias de
la vida no relacional (basada en un
dualismo ontológico) y en explorar la naturaleza de la “relacionalidad”
ontológica y cómo ella se encarna en prácticas transformadoras en múltiples
esferas de la vida.
Y
allí radica la importancia de la exploración de la colaboración entre
humanos y tecnología. Es decir, la exploración del nexus que finalmente hace
referencia al proceso artístico en sí mismo. Consideramos que EL NEXUS ES EL
PROCESO, la interacción, el tejer y el tejido.
Tanto en el arte, como en cualquier
otro campo, el panorama que se abre ante nosotros consiste más bien en aprender
a crear y trabajar juntos. El asunto profundo es la convivialidad entre diversas
inteligencias.
Así, por ejemplo, teniendo en cuenta que lo que
biológicamente nos es más fácil, menos costoso en términos energéticos es la tendencia a la comodidad, podríamos
estar poniendo en riesgo dimensiones como el orgullo, la autosatisfacción, el
autoreconocimiento, la autoestima que acompañan los procesos de producción. De
nuevo esto nos expone a la cuestión acerca de: ¿En qué futuro queremos vivir?
¿Uno en el que ha quedado obsoleto el ser humano como ser creativo y pensante,
u otro, en el que se abren recursos insospechados para ampliar las fuerzas
creativas?
Los creativos saben muy bien de esos momentos en los cuales nos
ocurre un nudo, un atasco… y entonces la IA nos puede ayudar a pasarlo, pero para
el creativo escribir, pintar, esculpir, componer, danzar… es un momento en que
se ocurren las ideas, los trazos, las formas, las tonalidades, los movimientos.
Dejar que la IA nos escriba, nos dibuje, nos esculpa, etc. es una cosa y entrar
en un ir y venir colaborativo es otra; siempre tendremos que poner las guías y
definir los cursos evolutivos del proceso creativo.
Por supuesto, algunas capacidades se van a fortalecer y otras
se van a debilitar; esta es la lógica del aprendizaje en un sustrato biológico:
nos
hacemos con lo que hacemos. Y, entonces, comprendemos en profundidad que
escribir, pintar, esculpir, componer, danzar no es solo un producto, sino un
proceso de desentrañamiento con nosotros mismos. Esta cuestión con
concierne únicamente a quienes se autoreconocen y son reconocidos como
“artistas”; con la IA nos vemos expuestos todos
a desarrollar ese potencial creativo de manera transversal en todos los campos,
escenarios y en la vida cotidiana.
Allí los meandros y las travesías son decisivas; hacen la
diferencia; se encarnan; crean el cuerpo y la vida misma. Los vivientes no nos
movemos con base en datos, sino en gracias a signos. No nos limitamos
al cálculo de probabilidades y al conocimiento; pensamos, imaginamos y
desarrollamos posibilidades. La inteligencia como sabiduría no se halla en una
entidad específica, sino compone y comporta las formas de travesía, las
modalidades que surgen en los nexus.
Por ello es indispensable que no nos quedemos únicamente con
las promesas de potenciación, sino que podamos co – construir las estructuras
correspondientes. De manera activa, consciente, política e individualmente,
organizacionalmente.
También tenemos que
preguntarnos y confrontarnos: qué puede la IA y qué no, cuáles son sus límites.
Teniendo en cuenta que esos límites se están moviendo rápidamente. Y también,
comprender mejor cuáles son nuestros propios límites, nuestras propias
vulnerabilidades que si bien también se pueden transformar, lo hacen de manera
más lenta, culturalmente hablando.
Quisiera mencionar otra
preocupación personal que tiene que ver con uno de los contextos de la
actividad artística: la industria creativa. En la medida en que una lógica
fabril ingresa al escenario de las artes, una IA experta en procesar una gran
cantidad de datos, pero en el fondo una gran cantidad de datos que pueden
terminar completamente fragmentados de la vida, puede instalar lo mejor de los
procesos creativos al servicio de una lógica utilitarista y economicista. Nos
la tendremos que ver, entonces, con problemáticas (como el fair use, por
ejemplo) que distraen nuestra atención y empeño, alejándonos de los aportes que
hacen las artes a un futuro “sobreconvivir” pleno, abierto, esperanzador, en
fin, “vivo”.
En esta perspectiva, nos
alcanzan preguntas tales como: ¿qué papel juega el arte en el proceso de
hacernos humanos vivientes?, cuestiones que tendremos que explorar y que giran
en torno al nexus arte – humano – naturaleza. Entre ellas, ¿qué es eso que
experimentamos de manera auténtica, “verdadera”? De nuevo, la IA nos brinda la
oportunidad de acercarnos a nuestra propia sensibilidad y singularidades, a
reconocernos plenamente como sistemas vivos, y no como sistemas mecánicos, lo
cual ha sido privilegiado por nuestra propia cultura. Creo que en este proceso
las artes y su gran polifonía juegan un papel excepcional.
Si bien se han
enfatizado las similitudes con el comportamiento entre sistemas artificiales y
sistemas humanos/naturales, existen diferencias abismales. En primer lugar, la
IA no piensa; interpola, pero no extrapola; no es capaz, por así decirlo, de
“salirse de la caja”, aunque ésta sea enorme, como ya mencioné arriba. Lo nuevo
siempre ocurre dentro del marco de datos de lo ya existente (…”un llamado espacio vectorial en el que los puntos de datos están
distribuidos. Puede encontrar el punto medio entre dos puntos, eso es una
interpolación. Pero no puede salir del espacio.”…(Bahjor, 2025)
Atravesamos un momento único: COMPRENDER LO INCREIBLE Y
SINGULAR QUE ES SER UN SER HUMANO (como ser vivo) y hacerlo un poco más
tangible.
No somos tan solo un
sistema cognitivo (algorítmico). Contamos con un sistema bioquímico, un sistema
nervioso, un sistema inmunológico que no se aloja solo en el cerebro, sino que
atraviesa todo nuestro cuerpo gracias a los mensajeros (por ejemplo en el
intestino). SOMOS SERES CORPOREIZADOS; SERES QUE SE MUEVEN DE UNA MANERA MUY
COMPLEJA A TRAVÉS DEL MUNDO, gracias a nuestras emociones, nuestras
sensibilidades, nuestras expresiones lingüísticas diversa, nuestra capacidad de
autoreflexividad. SOMOS PARTE DE TODA LA NATURALEZA y de todo ello la IA está
muy lejos…
En el mejor de los escenarios, la IA nos apoya en el trabajo
de atrevernos
a sentirnos y hacernos humanos…simple y complejamente: el arte de vivir.
[1]
Desafíos y desigualdades
o Brecha digital:
Existe una marcada diferencia en el acceso a
internet entre áreas urbanas (77% de los hogares) y rurales (38%). Además,
una parte significativa de la población (un tercio) aún no utiliza internet.
o Brechas de habilidades:
El acceso a la tecnología no es
suficiente; es necesario desarrollar las competencias digitales para que
las personas puedan participar plenamente en la sociedad digital.
o Debilidad en las agendas digitales nacionales:
Muchos países tienen agendas
digitales que carecen de hojas de ruta concretas, responsables operativos,
presupuesto y mecanismos de evaluación.
o
Retención
de talento:
La competencia por el talento tecnológico
especializado es alta, tanto dentro como fuera de la región, lo que dificulta
que las empresas locales retengan a sus profesionales.
[2] Esto es lo que sostiene la CEPAL en el documento Superar las trampas del desarrollo en la era digital: el potencial transformador de las tecnologías digitales y la IA en América Latina y el Caribe divulgado hoy.
[3]
Novena Conferencia Ministerial sobre la Sociedad de la
Información de América Latina y el Caribe, celebrada
el 7 y 8 de noviembre de 2024 en la sede de la CEPAL en Santiago.
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