miércoles, 19 de junio de 2019

CONSEJOS INÚTILES A UN JOVEN PERIODISTA CULTURAL





IGOR MORSKI
 (DIGITAL PAINTING)


CONSEJOS INÚTILES A UN JOVEN PERIODISTA CULTURAL
(De periodistas y poetas)
Por: Omar García Ramírez




El periodismo es el arte de llenar columnas impresas al dorso de los anuncios.
Gilbert K. Chesterton

Hay que dar a los periodistas libertad para que no se conviertan en taquígrafos.
Clark Kent

El periodismo me atrae porque participa del prestigio literario y, sin embargo, sigue siendo una actividad poco respetable.
Tom Wolfe






Los periódicos son esos museos de minucias efímeras. Decía Jorge Luis Borges. Sin embargo, algunas veces desde allí, alguien pontifica, alecciona, arremete; o lo que es peor, trata de parecer cáustico e irónico, cayendo por la pendiente de una histeria ordinaria y lamentable. Hace poco, leí la columna de un plumífero regional, cuyo pelaje pardo y zanahoria de vez en cuando hace sonrojar a la parrilla; tratando de zaherir, con limitados recursos estilísticos a la cofradía ilustrada que gravita en torno la poesía. A pesar de ser animador de veladas culturales y entrevistador de cabecera de la nomenklatura cultural, no tiene reparos en arremeter contra los objetos de sus desvelos literarios.

Los periodistas culturales en Colombia, en su gran mayoría, demuestran una falta de lecturas y de oficio, que es notable solo con leer sus textos.  En algunos casos, utilizan sus tribunas de opinión en los pasquines municipales y departamentales para abrir fuego a mansalva sobre aquellos que no requieren de sus nobles capacidades de propaganda. En muchas ocasiones, el periodista cultural es un energúmeno imbuido de razones políticas frustradas, quien se cree en campo de tiro con licencia para hacer dianas en el corpus gaseoso de las prácticas culturales. Dispara a la masa fantasmal, con la intensión de dar en el blanco a algún espanto que le quita el sueño. Ese “periodismo”, aunque participa del prestigio literario es considerada una actividad poco respetable ya lo dijo Tom Wolf. Añadiría que esa falta de respetabilidad, ha sido ganada a pulso por quienes ejercen el periodismo cultural como una plataforma de sus aspiraciones literarias, sin hacer méritos para llegar a ser considerados escritores originales; sin haber logrado plasmar luces sobre obra propia o ajena; rémoras que navegan consumiendo los detritus culturales de una nave social inmersa en un mar de sangre; nave oxidada del trópico, en donde la cultura no es más que la comparsa que ameniza la fiesta del capital.  Hunter S. Thompson, Ese que escribía lo que le salía de los cojones y al que las opiniones del cirque raffiné le importaban un reverendo culo, bajo una curda politóxica, escupió: El periodismo no es ni una profesión ni un oficio. Es un cajón de sastre para meticones e inadaptados... acceso falso al lado posterior de la vida, un agujero sucio y meado desechado por el supervisor del editorial, pero justo lo bastante profundo para que un borracho se acurruque allí desde la acera, y se masturbe como un chimpancé en la jaula de un zoo. (Miedo y asco en Las Vegas). Bueno, debemos aclarar que era Thompson, el tipo siempre se iba a los extremos; no se metía un gramo de mezcalina se metía cuatro y no se comía un cartoncillo de lisérgico, se zampaba el álbum completo; además, eran tiempos de la nueva ola de la contracultura y en algún momento por allí en el poder, estaba R. Nixon en medio de la guerra del Vietnam. 

Cuando digo periodismo cultural, hablo de un título que se han adjudicado, ciertos escritores de la escena en Colombia. No lo digo refiriéndome a las opiniones personales que cualquier parroquiano pueda tener sobre una lectura, una película o una obra de teatro; al fin y al cabo, como consumidores de cultura, inmersos en el jardín temático y telemático, tenemos derecho a opinar sobre estos asuntos, sin necesidad de la visita guiada del columnista con cara de babuino pardo del parque de atracciones.

No debería dar consejos a  los jóvenes periodistas; los talentosos no los pondrán en práctica, y los capaces no los necesitan. Ya había dado en broma literaria mis consejos a los poetas; es mi campo. Pero como veo como se fusilan sin escrúpulos parte de algunos textos míos y como se abre fuego a discreción contra el gremio en el que hice mis primeras líneas; considero de caballeros partir una lanza por ellos y hasta parodiar la parodia de ciertos escribanos con ínfulas de intelectuales con patente de corso. Lo hago sin rencores ni fanatismos de ningún tipo. Estoy replicando en caliente con maneras frías. Además, algunas veces, los consejos son pretextos para despacharse contra los enemigos, reales e imaginarios; todo un género literario. Aquí se da y se recibe, de eso se trata la cosa.

Así que joven reportero de ferias culturales; si estas preparándote para hacer literatura portátil, esa que se suele ir en el reverso de los anuncios publicitarios que diría Chesterton; o literatura  de opinión, que se hace para intentar dar tus puntos de vista y juicios sobre algo que desconoces, no te importa mucho y al respetable le trae sin cuidado. Entonces, escucha:

Lo primero es: No vayas de lameculos como suelen hacer ciertos periodistas de provincia, los gacetilleros quinta columnistas de los medios regionales. Los que pretenden ser impolutos en sus modales y que al menor descuido muestran la ordinariez  de su cotidianidad. Esos que tratan de hacer carrera manteniendo la máscara de la moderación, pero que, bajo el roce de ciertos debates, escoran hacia el señalamiento gratuito. En este país, por su dinámica de confrontación ilimitada y permanente, el periodismo cultural, suele convertirse en la crítica armada de pluma para la política. La pluma suele ser de buitre o de cuervo y La política…bueno la politiquería de siempre.

Continuemos…

Forma un clan o afíliate a él. En todas las provincias cafeteras de Platanalandia hay uno que progresa y trepa dentro de los órganos de propaganda del poder; el de los que hacen sonar timbres en las estribaciones de la cordillera central es digno representante de tales colectivos ; dura melaza de la intelligenzia de la provincia, siempre merodeando ante el botín presupuestal del poder de turno y confabulando dentro de las estructuras de la burocracia. Lobbys y sanedrines, que deambulan como sombras largas dentro de los pasillos de las estructuras arquitectónicas del aparato, para licitar y monopolizar. Dispuestos a quemar en la hoguera pública al enemigo, o al poco convencido de sus sermones de popes culturettas; al díscolo que ha tomado su camino, sin consultar el oráculo rosquero de sus cuevas de letrados. Magos en combinar sus críticas de viva voz al funcionarado, de la mano de sus aspiraciones presupuestales; suelen glosar al margen de los balances y dependiendo de la ocasión, se pondrán vestidos harapientos e imploraran una limosna; como también harán faena de manzanillos y entraran a saco por la puerta principal buscando la oficina del tesorero.

Un periodista escribe para dar fuerza a la idea de ciudadanía como cultura de cambio y debería estar siempre atento en la defensa de esta noble causa; la de empoderar a la ciudadanía mediante el ejercicio de una crítica a las anomalías de lo que se llama democracia. Y como tal, darle voz, única voz, a los mal llamados ciudadanos que no participan de las decisiones importantes para la sociedad. La crítica cultural más importante, es al sistema cultural como cuerpo reproductor de anomalías que pretende hacer pasar por cosas naturales en la esfera de lo social, su injusticia y su inherente corrupción; su guerra de baja intensidad contra los sectores marginales de la sociedad. El periodista cultural con visión aguda, busca estas historias dentro de la producción de los artistas y crea los hipervinculos simbólicos que generen nuevos espacios de debate para los temas candentes y actuales de nuestra sociedad; no, para amenizar veladitas chic de los intelectuales consagrados en las revistas de corazón; eso se deja deja para los modistillos de la literatura, esos que tejen con bordados e hilos dorados coronas icónicas de laureles, sobre los escudos de la cultural oficial. Los de la marcha del orgullo gay, los del meltin pot sado-barroco, que suelen solazarse en ceremonias de bajo presupuesto en las bacanales del director del hebdomadario de turno. Los que desde la comodidad de sus culos calientes de escritorio, pretenden convencernos de que estamos todos desquiciados por no seguir sus postulados estéticos. Los que, de tarde en tarde, llaman a salvar la patria y quemar en la hoguera a los herejes.

Si vas de periodista gonzo ten cuidado; te señalarán con el dedo ciertos fundamentalistas del papel periódico o de la columna virtual; te tildaran de drogo, desequilibrado y pervertido; ellos, los ladronzuelos del imaginario colectivo, los decoradores de los escenarios republicanos en donde se solazan las bestezuelas de la cosa pública. Las putitas tristes de boquitas pintadas que han salido rápido de la orgía del terrateniente de turno por que los han pillao  birlando una cartera, o, los que han salido por la puerta de atrás del gamonal emergente, después de haber sido violentadas a punta de pistola contra las vallas de su jardín, en una noche de parranda después de un Gay Festival.

Periodistas de opinión, que tratasen hacer brotar una perla, así sea de plástico brillante, dentro de la maquinaria negra y grasienta de las ideas estéticas; serán siempre golpeados. El martillo de la corriente central, hunde a golpe de hierro al clavo que sobresale;  lo remacharán contra la tabula rasa de la mediocridad.

Si tienes suerte,  y dejas tus pretensiones de gurú cultural, te darán un trabajito en Arcadia; reseñitas para una editorial del monopolio ibérico; entrevistas por enésima vez a un escritor semi iluminado que vive en Guatavita, y al que pretendes poner en el la cima de la veneración como una deidad pre hispana en el altar de un coleccionista en la feria de las vanidades. No olvides, Tus grandes exclusivas de hoy envuelven el pescado de mañana; decía Walter Lippmann el dos veces premio Pulitzer norteamericano en los años cincuenta. Así que, por favor ve con calma y no te lo creas.

A lo mejor, te nombraran entrevistador oficial de una velada cultural que pretende ilustrar a la damas grises de la capital montañera. Comparsa festivalera, que, como lamia ondulante, vive de la memoria de un librepensador ahora cooptada por una gang neocon de vereda platanera, burdamente ilustrada y fieramente enganchada al servicio de los intereses políticos y culturales del establecimiento. 

El periodista de revistilla cultural, (esa sub especie a la cual nos referimos), siempre guarda bajo su chalequito rosa tres botones; además del veneno en frasquito de dosis mínima, que suele aplicar a sus compotas literarias, una amenaza velada, un grito histérico para llamar la atención del espectáculo. En la fiesta de la bohemian rahpsody y con los ojos inyectados de alcohol, pretende alcanzar cierta perfección sublime; al no lograrlo, se pone la chaqueta Maccartista sin ningún rubor, y es diligente, cuando se trata de señalar  a los incómodos para la sociedad y para su amanerada cosa nostra.  Luego, extenderá su mano acusadora y desde la sombra de su tribuna pretenderá ser juez y parte: Gritará. 

Algunos, más atrevidos, se creen con el poder de amonestar, con gesto condescendiente; parecen querer decir a los poetas cachorros: Ojo; miren a ver;… hagan algo con sus vidas; de lo contrario pueden terminar convertidos en…Periodistas de columna cultural.

Porca miseria,...¡Que desgracia!