miércoles, 13 de febrero de 2019

"EL kōan DEL LITERATO BARROCO"






(N. Samori)




"EL kōan DEL LITERATO BARROCO"

Por: Omar García Ramírez

del libro en preparación
(400 golpes y una partida de póker )


El literato barroco
crea su discurso salpicado de referencias eruditas.
El hablador barroco, sube en vuelo y alcanza cierto clímax estilístico…
Pero pierde profundidad…
                                            Agoniza en el maremágnum de citas.
El name dropped…
El hipervínculo aleatorio que no logra conexión, el rizoma pseudo académico...
El punto de vista anémico.
El hablador barroco resbala en su deriva
se pierde en las habitaciones desoladas de su novela negra.
Su pequeño gabinete de horrores.
Se dice partidario del minimalismo zen
pero extiende su rosario de imprecaciones a la manera de un inquisidor
(Torquemada de provincia con el pábilo tostao)
Quiere llevar a su terreno a lectores descarriados.
En el pasado, se esforzó por establecer dentro del canon nacional
el trabajo literario de poetizas bucólicas y poetas castizos; estirpe ruda de la colonización antioqueña,
(Cantores de relicarios y bohíos; querubines y oropeles)
sin argumentar mayores muestras de su valor
que el de considerarlos en privado, como colonos versificadores.

(Acaso..¿hubiese debido dejarlos en su lugar, como cantores telúricos de una tierra agreste?).

El hablador barroco…
El columnista zen…
El sufí rijoso...
Juega a la condescendencia.
Declina su partida de ajedrez, Apuesta por las damas.
Siente que esa erudición adquirida con el tiempo, le da visión en perspectiva.
Trata de consumirlo todo, de deglutirlo todo, de zapotearlo todo, hasta descubrir en sus últimos destellos a una africana, una polaca; un literato de Zimbawe
y un clérigo de las islas escocesas que, según él
debería ser leído, adorado, idolatrado, por todo la cofradía culterana…
Cofradía que, no lee bien…
No fornica bien…Ni escribe bien…
Y solo especula con arrogancias.

El mundo literario hoy, está en todas partes…
Para él...
El arte literario se ha concentrado en la nomenclatura de su villa
como un sol negro que lo consume todo:
Su vida…
Sus obras…
Su brillo…
Las muecas retorcidas de su soberbia evanescente.

Cómo esperar, a que el globo de repente gire con un golpe de gracia
y la tierra, toda suelta, caiga sobre su cabeza tonsurada...

Los funcionarios barrocos, los pompier desaliñados…
Los mojes del nirvana idílico en las veredas cafeteras
se ejercitan en bordados rústicos, abalorios de juegos baratos.

No se arriesgan…Juegan sobre seguro.
Los brillos metálicos y las guirnaldas florales, pierden fuerza.
Han caído en un estanque de flores marchitas, huellas de lodo calcinado…
Cenizas del volcán apagado.

De vez en cuando,
dan vueltas a los parques pletóricos de ancianos y muchachos andrajosos…
Inmigrantes hermanos, extraños fronterizos
                                          que han venido a mancillar su territorio de sombra verde.

Comen helado en barquillo…Mientras rumian su Koan para la gacetilla del domingo.
En una libreta apuntan los matices del sabor de un tamarindo…
Gastrónomos de una tierra que fue café y plátano; bruma y dulzura.
Icónicos literatos de una tierra que fue labranza y fruto honrado.
Perpetúan y quieren perpetuar, lo que ya no está;
(el carriel de nutria, la barbera, el juego de dados)
                sobre los muros de una ciudad que cae a pedazos.
Reliquias de un trabajo digno, ya solo recordado por pintores cortesanos.
Jornaleros de un fruto ya casi desaparecido...

                              Cantan un bambuco de arriería...
                                            Mientras en las costas y en las fronteras del mundo…
                                                                                     La gente se hunde y chapotea.