L
O S A N C E S T R O S
De la novela: "Metal Riff para una sirena varada"
De la novela: "Metal Riff para una sirena varada"
(Omar García Ramírez)
1
Cuando comenzamos a fumar cáñamo
nuestras ciudades todavía eran pequeñas.
Aldeas de sol y cielos azules, transitables, paseables, se
podían caminar de norte a sur de un tirón.
Éramos jóvenes; halcones rapaces, cheyenes urbanos sobre el lomo de
nuestro mustang de sueños.
La gente tenía sus trabajos, sus ocupaciones, sus afanes…
Los desesperados tenían un techo.
Las multitudes no se habían lanzado a las calles a vender el
plástico multiforme que se toma las vías con miles de artefactos desechables.
Hacíamos pausas en los carritos de dulces para comprar
mentas o bocadillos.
En las tiendas de la esquina comíamos galletas dulces con
leche.
En los bares tomábamos una cerveza helada y nos quedábamos
congelados bajo el sol
horas enteras mirando las muchachas que dejaban a su paso,
gráciles sombras fragantes.
El tiempo transcurría dentro de una liviana crisálida de
precariedad.
Nosotros comíamos la pulpa de la vida sin caer en la
desesperanza.
La pobreza era abundancia de libertad.
Cuando una pregunta trascendental cruzaba frente a nuestros
ojos
íbamos a buscar a los
ancestros…A interrogar los oráculos de tinta y papel.
Descubrimiento de poetas y escritores en las bibliotecas.
Deslumbramientos de la música y el arte.
Y entonces, la ciudad sin perder su encanto, se hacía más pequeña.
Una provincia en donde los ancestros contaban. Nos
enseñaban.
Rondaban en los caminos, en los puntos de fuga del poema.
En los horizontes donde modulan sus gritos
las sirenas plateadas que bailan en el mar de las mitologías;
pesadillas livianas del poeta.
2
Mientras tanto…
Michaux se picaba en las azoteas de París. Las palomas
negras rompían el gris mojado de la tarde.
En los fumaderos de Pekín se le vio con su perfil pálido de
diablo europeo.
Pergamino amarillo en
el destello, caligrafía al borde de la
llama.
Un hueco, un vacio que como agujero negro condensaba la
energía de la noche.
Soplaba sobre el acantilado, empujaba las velas rotas de la nave
del alma.
Fumaba su pipa en los burdeles azures de la noche.
Hacia sus dibujos. ––Elementos quirúrgicos de la imagen––;
/aguadas coloreadas de los bosques iniciales.
Sedimentos de tintas vegetales.
En muchos de ellos estaba la clave para deshacer el
nudo-origen de la madeja.
Tinta china que mancha, una herida negra sobre el papel blanco.
Anfractuosidades de montaña.
––Cordillera Himalaya microscópica––. Herida de la mano
esclerótica, que tiende la cuerda nerviosa y negra de la locura.
3
Don Porfirio Barba Jacob
se fumaba sus largos, ásperos y gruesos canutos de María…
Cabellos ardientes de la noche en lenta combustión hasta el
alba mexicana…
Entonces los objetos tomaban vuelo.
Cinética del los fantasmas ruidosos cuando respiran el humo
vegetal
dentro del mobiliario oscuro, lustroso; arquitectura de
palacios devenidos en archivos.
Entonces su venéreo amor de marinero
se transformaba en un alambique sutil de palabras vegetales.
Y su mirada, adquiría la profundidad y la luz verde de un demonio
iniciado en los rituales de Pan.
4
James
Douglas Morrison Clarke
se ahogaba en alcohol
hasta que burbujas de fuego borgoña le hervían bajo la carótida.
Había salido de las ceremonias del lagarto del desierto con
su guerrero doppelgageer
para recorrer los caminos de la noche como jinete bajo la tormenta
y ahora, en retirada
se refugiaba en su bañera tibia, riachuelos de sangre y vino
tinto bajo la piel.
Era París en su noche verano.
Volvía al útero porcelanizado de la nada.
Había buscado a su hermano poeta, a su señor, a su demonio;
Abandonando todo para
desaparecer
como un grito que cruza las puertas luminosas de una
catedral de cristal.
¡¡Chica enciende las
puertas de la noche!!
Ellos estaban en su punto… no eran de tiempos diferentes.
Ya todos instalados en el meridiano del mito.
Ese, donde las hormigas caminan sobre un sendero de fuego
adquieren el peso de bestias antediluvianas
/cuando te miran a la cara con ojos
de mil celdas.
Punto rojo vegetal
que no conocen los secretarios de los ministerios, ni los
gerentes de los grandes bancos.
Elvis
tomaba un puñado de
pastillas para dormir, mientras apenas comenzaba a despuntar el día. Elvis se
tomaba su cereal por la noche y salía como un gordo y pesado cadáver bello y
famoso a caminar con sus zapatos azules por los parque de Menphis buscando las madonas
de Delvaux.
Nik Draque cantaba un blues cocaine con acento sureño
mientras esnifaba una línea hacia la noche temprana.
Dejaba sobre el sendero un rastro de flores aplastadas
duende amarillo y dorado camino de su casa, cerca al sol de
los inviernos tempranos.
Jimi Hendrix
Con su guitarra ilumina la noche de madera encendida.
La guitarra interpreta una tablatura de rayos y cometas.
El hey joe ve a buscar
a tu mujer…
5
Silva el poeta…
Tomaba de un licor de rubíes líquidos como una pócima nueva
en una copa de Bolonia.
Silva dejaba remojar sus barbas en la noche de plata
martillada por los gnomos de la selva andina. Por los chamanes chibchas con tocados
de oro.
En su pitillera siempre ardió un duende…
En su camisa blanca de seda, respiraba un dandy enamorado de
la noche.
Forjó luna y sombra, mientras pesaba una bala sobre el círculo
de su pecho.
6
Artaud….con su cara de chaman galo
Comiendo de una escudilla cerámica
Los rizomas secos del peyote. Y su mirada iluminada frente a
la sierra mexicana.
Su teatro negro, cruel teatro, mostrando un mundo moribundo
bajo la sombra de la guerra.
6
Ellos, todos ellos, contaron con un momento de iluminación
en la noche.
Una bocanada de aire puro al final de día.
Ellos, todos ellos, tuvieron una compañera con crenchas
adornadas de flores y yerbas
brujas;
Afeites y talcos de puta francesa, axilas sudorosas de
muchachas que caminaban las calles entre la marea del ruido, que frecuentaban
las barras, muchachas que acampaban en los conciertos.
Muchachas obreras que rompieron sus lomos
sobre maquinas de costura para que ellos pudieran escribir, y
cantar.
Todos ellos merecían su sueño; todos ellos hacían honor a su
pesadilla.
Nada más era eso, dejarse ir.
Ser uno más, fragmentos infinitesimales de una estrella que se disolvía…
Salamandras sobre fogatas
que ardían en el bosque los almendros rojos.
Floresta de símbolos
en la que se internara el viejo Valery.
Estamos todos
en el mismo giro que se repite bajo la boca de un sol hambriento.
Estaban todos
Bajo el volcán de una luna que oficiaba una fiesta en los linderos de su cráter sagrado.
¿Qué sueño los iluminaba?
Un túnel los proyectaba afuera del tiempo, y eran ya mitología secreta, leyenda de voces que
despertaba los sueños de un niño, la voz tímida de algún adolescente, del despertar
de un joven poeta.
¿Qué gruta secreta los esperaba para llevar allí los
secretos de su viaje?
Tesoros ocultos para una dama con diadema de plata y frente
de hueso.
En la hermandad del delirio y el éxtasis, sus bocas y sus
pieles se reconocieron…
De alguna forma hacían parte de la misma cofradía
Ellos, cantaron con sus voces en alto, otras veces bajo la
trémula luz de una vela
para que otros heredaran, el delirio, el horror, el espanto.
Pero también la música y el nirvana.
Ese tiritar desnudos frente a la playa o la rivera
contemplando en
silencio el lenguaje palimpsesto de la arena y de las piedras.
7
Ahora los veo caminar
como una tribu que va cerca al bosque perdido en la noche
iluminada por la luna, y cantan…
Todos comieron de una parte del veneno, todos se alimentaron
de una parte del sueño.
De la raíz de la estrella.
Melodía que sabe a mandrágora de sol y eucalipto de mercurio
a cortezas resinosas de sativa y a vino de ciruelas salvajes.
Actores destacados de la escena, muestran sus rostros de
duendes estelares.
Y su coro es…., el de otros buscadores…
Jóvenes-viejos, que alcanzamos a vislumbrar sobre el límite
de las sombras
un fragmento de
paraíso.
Cantores del fuego, en las alamedas del silencio.
O. G. R.
2014
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