domingo, 30 de marzo de 2014

LOS ANCESTROS












L O S   A N C E S T R O S

De la novela: "Metal Riff para una sirena varada"

(Omar García Ramírez)


1

Cuando comenzamos a fumar cáñamo
nuestras ciudades todavía eran pequeñas.
Aldeas de sol y cielos azules, transitables, paseables, se podían caminar de norte a sur de un tirón.  Éramos jóvenes; halcones rapaces, cheyenes urbanos sobre el lomo de nuestro mustang de sueños.
La gente tenía sus trabajos, sus ocupaciones, sus afanes…
Los desesperados tenían un techo.
Las multitudes no se habían lanzado a las calles a vender el plástico multiforme que se toma las vías con miles de artefactos desechables.
Hacíamos pausas en los carritos de dulces para comprar mentas o bocadillos.
En las tiendas de la esquina comíamos galletas dulces con leche.
En los bares  tomábamos una cerveza helada y nos quedábamos congelados bajo el sol
horas enteras mirando las muchachas que dejaban a su paso, gráciles sombras fragantes.
El tiempo transcurría dentro de una liviana crisálida de precariedad.
Nosotros comíamos la pulpa de la vida sin caer en la desesperanza.
La pobreza era abundancia de libertad.
Cuando una pregunta trascendental cruzaba frente a nuestros ojos
 íbamos a buscar a los ancestros…A interrogar los oráculos de tinta y papel.
Descubrimiento de poetas y escritores en las bibliotecas.
Deslumbramientos de la música y el arte.
Y entonces, la ciudad sin perder su encanto, se hacía más pequeña.
Una provincia en donde los ancestros contaban. Nos enseñaban.
Rondaban en los caminos, en los puntos de fuga del poema.
En los horizontes donde modulan sus gritos
las sirenas plateadas que bailan en el mar de las mitologías; pesadillas livianas del poeta.

2

Mientras tanto…
Michaux se picaba en las azoteas de París. Las palomas negras rompían el gris mojado de la tarde.
En los fumaderos de Pekín se le vio con su perfil pálido de diablo europeo.
Pergamino  amarillo en el  destello, caligrafía al borde de la llama.
Un hueco, un vacio que como agujero negro condensaba la energía de la noche.
Soplaba sobre el acantilado, empujaba las velas rotas de la nave del alma.
Fumaba su pipa en los burdeles azures de la noche.
Hacia sus dibujos. ––Elementos quirúrgicos de la imagen––;
                                   /aguadas coloreadas de los bosques iniciales. Sedimentos de tintas vegetales.
En muchos de ellos estaba la clave para deshacer el nudo-origen de la madeja.
Tinta china que mancha,  una herida negra sobre el papel blanco. Anfractuosidades de montaña.
––Cordillera   Himalaya microscópica––. Herida de la mano esclerótica, que tiende la cuerda nerviosa y negra de la locura.

 3

Don Porfirio Barba Jacob
se fumaba sus largos, ásperos y gruesos canutos de María…
Cabellos ardientes de la noche en lenta combustión hasta el alba mexicana…
Entonces los objetos tomaban vuelo.
Cinética del los fantasmas ruidosos cuando respiran el humo vegetal
dentro del mobiliario oscuro, lustroso; arquitectura de palacios devenidos en archivos.
Entonces su venéreo amor de marinero
se transformaba en un alambique sutil de palabras vegetales.
Y su mirada, adquiría la profundidad y la luz verde de un demonio iniciado en los rituales de Pan.

4

James Douglas Morrison Clarke  
se ahogaba en alcohol
hasta que burbujas de fuego borgoña le hervían bajo la carótida.
Había salido de las ceremonias del lagarto del desierto con su guerrero doppelgageer
para recorrer los caminos de la noche como jinete bajo la tormenta
 y ahora, en retirada
se refugiaba en su bañera tibia, riachuelos de sangre y vino tinto bajo la piel.
Era París en su noche verano.
Volvía al útero porcelanizado de la nada.
Había buscado a su hermano poeta, a su señor, a su demonio;
 Abandonando todo para desaparecer
como un grito que cruza las puertas luminosas de una catedral de cristal.
¡¡Chica enciende las puertas de la noche!!

Ellos estaban en su punto… no eran de tiempos diferentes.
Ya todos instalados en el meridiano del mito.
Ese, donde las hormigas caminan sobre un sendero de fuego
adquieren el peso de bestias antediluvianas
                                                          /cuando te miran a la cara con ojos de mil celdas.
 Punto rojo vegetal
que no conocen los secretarios de los ministerios, ni los gerentes de los grandes bancos.


Elvis 
 tomaba un puñado de pastillas para dormir, mientras apenas comenzaba a despuntar el día. Elvis se tomaba su cereal por la noche y salía como un gordo y pesado cadáver bello y famoso a caminar con sus zapatos azules por los parque de Menphis buscando las madonas de Delvaux.

Nik Draque cantaba un blues cocaine con acento sureño
mientras esnifaba una línea hacia la noche temprana.
Dejaba sobre el sendero un rastro de flores aplastadas
duende amarillo y dorado camino de su casa, cerca al sol de los inviernos tempranos.
Jimi Hendrix
Con su guitarra ilumina la noche de madera encendida.
La guitarra interpreta una tablatura de rayos y cometas.
El hey joe ve a buscar a tu mujer…


5

Silva el poeta…
Tomaba de un licor de rubíes líquidos como una pócima nueva en una copa de Bolonia.
Silva dejaba remojar sus barbas en la noche de plata martillada por los gnomos de la selva andina. Por los chamanes chibchas con tocados de oro.
En su pitillera siempre ardió un duende…
En su camisa blanca de seda, respiraba un dandy enamorado de la noche.
Forjó luna y sombra, mientras pesaba una bala sobre el círculo de su pecho.

6

Artaud….con su cara de chaman galo
Comiendo de una escudilla cerámica
Los rizomas secos del peyote. Y su mirada iluminada frente a la sierra mexicana.
Su teatro negro,  cruel teatro, mostrando un mundo moribundo bajo la sombra de la guerra.

6

Ellos, todos ellos, contaron con un momento de iluminación en la noche.
Una bocanada de aire puro al final de día.
Ellos, todos ellos, tuvieron  una compañera con crenchas 
                                                                                                       adornadas de flores y  yerbas brujas;
Afeites y talcos de puta francesa, axilas sudorosas de muchachas que caminaban las calles entre la marea del ruido, que frecuentaban las barras, muchachas que acampaban en los conciertos.
Muchachas obreras que rompieron sus lomos
sobre maquinas de costura para que ellos pudieran escribir, y cantar.
Todos ellos merecían su sueño; todos ellos hacían honor a su pesadilla.
Nada más era eso, dejarse ir.
Ser uno más, fragmentos infinitesimales de una estrella  que se disolvía…
Salamandras sobre  fogatas que ardían en el bosque los almendros rojos.
Floresta de  símbolos en la que se internara el viejo Valery.

Estamos todos
en el mismo giro que se repite bajo la boca de un sol hambriento.
Estaban todos
Bajo el volcán de una luna que oficiaba una fiesta  en los linderos de su cráter sagrado.
¿Qué sueño los iluminaba?
Un túnel los proyectaba afuera del tiempo, y eran ya  mitología secreta, leyenda de voces que despertaba los sueños de un niño, la voz tímida de algún adolescente, del despertar de un joven poeta.
¿Qué gruta secreta los esperaba para llevar allí los secretos de su viaje?
Tesoros ocultos para una dama con diadema de plata y frente de hueso.
En la hermandad del delirio y el éxtasis, sus bocas y sus pieles se reconocieron…
De alguna forma hacían parte de la misma cofradía

Ellos, cantaron con sus voces en alto, otras veces bajo la trémula luz de una vela
para que otros heredaran, el delirio, el horror, el espanto.
Pero también la música y el nirvana.
Ese tiritar desnudos frente a la playa o la rivera
 contemplando en silencio el lenguaje palimpsesto de la arena y de las piedras.

7

Ahora los veo caminar
como una tribu que va cerca al bosque perdido en la noche iluminada por la luna, y cantan…
Todos comieron de una parte del veneno, todos se alimentaron de una parte del sueño.
De la raíz de la estrella.
Melodía que sabe a mandrágora de sol y eucalipto de mercurio
a cortezas resinosas de sativa y a vino de ciruelas salvajes.
Actores destacados de la escena, muestran sus rostros de duendes estelares.
Y su coro es…., el de otros buscadores…
Jóvenes-viejos, que alcanzamos a vislumbrar sobre el límite de las sombras
 un fragmento de paraíso.
Cantores del fuego, en las alamedas del silencio.



O. G. R.
2014







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