lunes, 2 de diciembre de 2013

BEGOTTEN DE ELIAS MERHIGE










BEGOTTEN




Existen películas bizarras, esas que tocan las fibras más oscuras de la condición humana; "Eraserhead" de David Lynch, pudiera ser una de ellas. Luego existen otras que no se pueden definir fácilmente; que se crean a la manera de documentos fílmicos de una época en donde el hombre no tenía habla; el paisaje era un páramo de lava y brezos secos a la orilla de un mar muerto. Dios era un ser obscuro, asilado en la cabaña de un bosque donde los grillos cantaban una salmodia cruzada de sables romos y truenos mudos. Que naciéramos de esa horrible y poderosa presencia y fuésemos lanzados hacia una guerra sorda y obscura como una enfermedad. Que surgiéramos desde allí a otros sacrificios fratricidas en medio de una pesadilla en blanco y negro a 20 cuadros por segundo, para situarnos como sombras frente al cinematógrafo, casi aliviados ––pero no del todo–– ya que la mirada no se puede apartar de esa negra metáfora que se graba a punta de cinceles de piedra sobre nuestros cerebros; es efecto directo de esta pesadilla fílmica. Begotten Obra de E. Elías Merhige, quien después de un accidente de tránsito, vislumbró esta siniestra imaginería como un sol en fragua sobre el escenario negro de un mundo arcaico. La película es repulsiva desde el primer momento, en donde ese dios agónico pugna por expulsar a la criatura “Madre Tierra” como si estuviese sometido a un electroshock sincopado; de su costillar y su vientre surge la sangre que la regará y anegará de vida. “Madre Tierra” tomará su simiente de manera obscena y sacrílega; la introducirá en su vagina boscosa para ir después a la tierra devastada, ––la tierra baldía; tierra yerma de los hombres huecos–– para entregar a su hijo “Carne de Hueso” en sacrificio. Los hombres, siempre a la espera de una señal divina para tomar su venganza, se ocuparan del ritual. 


Una obra inclasificable, en los linderos de la imaginería de un Bosco minimalista; Lautreamont de paramos y volcanes apagados; Lovecraft geógrafo de una tierra quemada. Obra que busca el deleite en el terror y el miedo metafísico. Sabernos herederos de una noche solar que no se extingue. Acaso, de ese caos primordial, de ese surco pantanoso en donde cayó la simiente en putrefacción, vendrían siglos más tarde otras pesadillas organizadas y técnicas, encajadas en cuadriculas virtuales y expendidas al por mayor en factorías de odio. Pero esa metáfora visceral, ––poesía macabra de un pasado protohistórico––, queda como el origen de un mal absoluto; desasosiego lacerante cuya redención y alivio solo se encuentra en las estrellas.


No deja de ser interesante la aproximación crítica de Andrea Latrhop (catedrática chilena), en un interesante artículo: en donde dirige la mirada a esta joya aberrante desde el performance; el territorio del cuerpo como escenario del arte. Aunque mantengo una postura diferente frente a este experimento fílmico como un modo de ver––cierta manera de ver––, ya que presto más atención a la mirada, que a la puesta en escena. Creo que los actores allí no son más que marionetas convulsas sobre una gran mancha de Rorschach. Sin embargo, el punto de vista de la crítica, arroja luces sobre una obra que tiene meritos para conseguir una apariencia oscura. Ella dice:

“De la misma manera que la puesta en obra del cuerpo (performances), el film de Merhige, corresponde a la ruptura de un orden para dar paso a uno nuevo. Es la destrucción del cuerpo, la puesta en obra de las búsquedas posmodernas de reinstalar al cuerpo como soporte operacional. Mediante la violación de éste, el sujeto busca dar con él, permitir una autoconciencia de sus posibilidades, provocar una escisión de mundo que reestructura las relaciones estéticas operantes. La transgresión de los cuerpos sagrados, como lo son el de Mother Earth y Son of Earth, permite hacer aparecer un acontecer único dentro de las lógicas terrenales. Aflora, además, un carácter cíclico: dios se mata a sí mismo para dar vida a la naturaleza, y ella sus frutos, a su vez mueren, para otorgar la posibilidad de trascender. Luego, ambos caminan por el bosque. Nunca se resisten al sacrificio mismo, se entregan a las violaciones, sufrientes, sin embargo conscientes de la apertura que éste proceso permite. Lo ofrendado por los nómadas mediante la mutilación y la transgresión de los cuerpos, da cuenta de un intento por sublimar e inducir un momento, donde el portal hacia lo trascendente emerge y permite entrar en el frenesí ritual, un cruce temporal hacia lo sagrado. De igual modo, las acciones de arte que proceden de manera transgresiva sobre el cuerpo, pretenden expandir el campo vivencial, evidenciando la existencia de un ámbito sagrado que se le escapa al sujeto en estado cotidiano Tomaremos por cotidiano lo establecido por Cruz-Sánchez y Hernández-Navarro en la presentación del libro Cartografías del Cuerpo. Lo que según sus palabras, sería: “…lo que hace del cuerpo una entidad dormida, plegada a los dictados de un discurso homogeneizador que lo instrumentaliza (…) sin más intención que la de servir de cauce para la expansión del sistema de valores dominantes”., retornando a los aspectos extirpados por la modernidad. Éstas, se estructuran como posibilidad de retorno, un avistamiento a lo primitivo que habita en el ser.” (1)
 

En efecto, el espectador atento, además de estas mutilaciones y laceraciones, operadas sobre el territorio corporal de estos actores destinados a escenificar un ritual de carácter mítico; podrán vislumbrar flashes de luces quemadas bajo el efecto de un fuego de otoño; y  dejando a un lado el papel de cámara testigo de un crimen cósmico, en algunos momentos, el director da la mirada a otros actores de la escena; movimientos de cámara subjetiva memorables, como el instante en donde el hijo ve el abandono de la Madre Tierra, el miedo a la soledad y la ruptura. También se encontrará el espectador ––si dispone de tiempo, estómago y paciencia––, con mares detenidos en un oleaje arenoso, surcos yermos de campos en donde no florece la alegría de la flor en primavera; barrancos y piedras destinados al suplicio. Efectos de una mirada, que pretende experimentar con las texturas y los degradados minerales de la fotografía. Pareciera que Daguerre mezcla ácidos y óxidos de hierros viejos, con los campos envenenados de un Lumiere, al tiempo que los sarcófagos del expresionismo alemán, son aireados en una hoguera para dejar como sedimento, cenizas de una danza fáunica. Una mirada sin concesiones, que busca el alejamiento y el estupor, cuando no la irascibilidad de quien asiste a este suplicio visual. 


Tenemos otras referencias fílmicas en la carrera de este singular autor: SHADOW OF THE VAMPIRE (2000). “La Sombra del Vampiro” representa un punto de inflexión en la carrera de Merhige ya que abandona sus características más singulares para dar a luz a una película de una digestión que puede considerarse casi placentera, aunque tal vez demasiado ligera sabiendo de quién viene. Esta vez, cuenta con presupuesto millonario (de la mano de Saturn Films, la productora de Nicolas Cage), estrellas (Willem Dafoe y John Malkovich) y hasta premios internacionales (nominaciones a los Oscar incluidas). En ella el autor rinde tributo a Murnau el cineasta expresionista alemán y su Nosferatu. Redondeando una faena muy hollywoodense, aunque con algunos contrapuntos de estirpe alemana y aliento de selva negra. 


El autor a pesar de haber transitado por los caminos de corrientes comerciales y de haber colaborado en varios videoclips con músicos como Marylin Manson (en varios singles de “Antichrist Superstar” se utilizan partes de Begotten). Vuelve cada que puede a sus raíces más duras, esas que están marcadas por el mito, la leyenda y lo hermético. Muestra de ello es: “DIN OF CELESTIAL BIRDS” (2)  más aéreo, más corto y con banda sonora. Con esta obra Merighe vuelve por sus fueros tratando de crear el segundo eslabón de la cadena para su obra más personal, pero nunca llega a igualar, ni de lejos, los elementos más gore de su opera más conocida. A pesar de la música y la banda sonora, es una obra abstracta de meritos, aunque no alcanza el grado de oscuridad y la poética metafísica de Begotten.

La técnica de postproducción de Begotten es la animación. En efecto, el autor tardo 4 años en poder terminar su pesadilla, fotografiando ––una vez filmada la primera película–– fotograma por fotograma, para dar ese peculiar viraje a unos negros agrisados y blancos lluviosos, mediante la sobre-exposición y sub-exposición. Que el autor no hubiese utilizado técnicas más sofisticadas en época en donde ya se disponían de muchos artilugios virtuales, da fe, de una paciente elaboración, la de quien sabe que va a dejar huella; como quien arroja una bomba que dejará cráteres y sombras minerales sobre las retinas y las cabezas de los espectadores. Una obra realizada con recursos mínimos y que pareciera un documental dejado en los bosques profundos del paraíso terrenal, cuando dios estaba enfermo, cuando la tierra era una roca calcinada que acababa de ser expulsada al cosmos bajo una lluvia de fuego y  sangre.
O.G.R.



2-DIN OF CELESTIAL BIRDS
http://youtu.be/XCnp63TbxXwhttp://youtu.be/XCnp63TbxXw


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