viernes, 1 de agosto de 2008
DOMINGO DE LLUVIA Y OTROS POEMAS DE HENRY POSADA LOZADA
Escritor, poeta, ensayista y comunicador social, el poeta losada Pozada es uno de los escritores que se hizo presente en el pasado Festival Internacional de Poesía de Medellín. Aportó, ademas de su calidez humana y su estupendo humor, su ejercicio de cronista radial con una serie de entrevistas con poetas de todos los puntos cardinales de la tierra. Estos se transmitieron desde su programa "Tintos y Tintas" de la R.U.N. que se trasmite a toda Colombia en la onda 98.5 F.M.
Aquí una muestra de su poesía.
y un link a su blog.
http://escarcela.blogspot.com/
DOMINGO DE LLUVIA
Como agujas invisibles ésta lluvia
de domingo hiere mi corazón,
el ángel de la mañana hunde
su rostro, y llora en silencio.
He perdido el último tren este
domingo de lluvia, y no hay puerto
en éste pueblo, que cuelga como un
brazo cansado de la empinada cordillera;
no se escuchan aquí las marimbas de la Habana,
ni el mar juega como un niño contra el malecón;
no zarpan barcos de éste pueblo, aquí sólo naufragan las
ilusiones en los hondos despeñaderos; No se oyen arrullos negros,
ni las mujeres mueven sus caderas, al son de bongoes y clarinetes,
aquí sólo se escucha el lastimero
aullido de los perros en los lejanos
valles del desconsuelo.
Llueve, algún poeta dijo que
la lluvia fue el piano de su niñez, hermosa metáfora,
aquí todos los domingos
llueve, hoy más que nunca
el agua se empoza en el alma
y una bandada de aves huye
de ésta tierra de nadie,
donde el tedio asoma su inmundo
hocico hurgando en el pecho.
Hoy es domingo de lluvia,
un río ciego y espeso atraviesa
en silencio éste pueblo, aquí vivo hace años,
otros domingos recuerdo, había música en éste pueblo,
el ángel de la mañana abría sus alas, y “sobre los techos
se extendía un manto de sol desgranado”,
la dulce música de las cocinas, donde amorosas manos,
hacían el fuego de la vida, llenaba de voces el aire; El
tren se hundía en la cordillera con su aullido metálico,
y como una crisálida,
el domingo mostraba sus alas multicolores, embriagadoras flores
colgaban de los balcones,
el mañana era un pan recién horneado. Llegaron los heraldos negros,
y ahora los ahorcados me miran inmóviles
desde las lejanas orillas de la muerte....Y ésta lluvia de domingo
que como un cáliz amargo quema mi garganta.
MADRE
Un sanguinario Dios, quiso que fuésemos extraños, Madre,
perplejo veo cómo el transcurso inútil de los días,
levanta una pared, un inmenso iceberg, que ahoga
mi voz, impidiéndome retenerte.
Con que desesperación grito tu nombre...
pero ya no me oyes, mil paredes impiden
mirarte una vez mas, Madre hay lunas
rojas en el blanco desierto de mis noches, habito un
planeta solitario, donde como afilados cuchillos tu
recuerdo hiere mis ojos. El murmullo de tus pasos solitarios
en la casa entristece las tardes en ésta
extraña ciudad, donde inútilmente golpeo
puertas y ventanas, reclamando
lo que no se me dará jamás.
Madre, el miedo y su rostro de medusa, vigila...
La noche sigilosa lame la puerta de mí casa,
hordas de fantasmas la rodean,
el reloj, sobre la mesa inicia su lento, implacable y
desesperante aullido.
Madre, soy un niño que horrorizado mira el futuro.
Madre, las señales que me diste no existen:
del agua que dijiste calmaría mi sed, está turbia,
un extraño color hay en ella, obscuros hombres la
envenenaron; La guerra ha marchitado el trigo, y en
los campos como un mal presagio,
los perros huyen de las casas, las noches son largas y
desoladas. Aquí los cielos son de tierra, un ángel
exterminador recorre las calles, yo lo miro a través de las
hendijas de mí ventana, temeroso de su dedo señalándola.
¿Cómo me pregunto habré de multiplicar los panes
y olvidar para siempre la larga miseria de éstos años?
MERY “LA BOACHA”.
Todos me conocen como Mery “la boacha”,
por la dificultad que tengo para pronunciar
bien las palabras, las pocas que sé. . .
conozco éste barrio, sus noches donde
el viento aúlla, trayendo presagios de muerte,
he trabajado en “el arañal”, donde “la ñata”,
Mery “la gorda”, Gloria “la chimba de oro”,
bueno, en casi todas las cantinas, donde por
unos pesos, hombres de todas las pelambres
dejan esa cosa viscosa y repugnante sobre mí.
Cuando estoy triste bebo, hasta perder la
razón, y Don Anibal, para ahogar mis penas,
me complace con Jorge Negrete, “gaviota traidora”,
o con tangos de Gardel, Oscar Larroca. . .
Desde mi ventana he escuchado
el sordo rumor de la muerte, los gritos desesperados
de los condenados pidiendo clemencia: “pabuza”,
el hijo de Alba, que bañaba y peinaba cuando niño,
había sobrevivido a las balas oficiales,
en madrugadas sangrientas, cuando el duende del sueño
caía con la pesadez de un candado oxidado,
hoy yace como un perro moribundo sobre la calle
desierta; Unos gimen de rodillas, los contemplo por la hendija
y se me sobrecoge el corazón, cuando las armas vomitan
fuego sobre ellos; La otra noche en la esquina del “arañal”,
fusilaron a cinco ó seis, las Madres gritaban cubriendo
con su llanto los cuerpos, y encendiendo velas cuyas llamas
lamían el infame paredón. . . . Uno a uno, han desaparecido,
he visto sus lápidas, a una cuadra de aquí, está el cementerio
atroz coincidencia. He soñado que camino sobre sus huesos,
Sus cabellos, sus tejidos, sobre ríos de sangre. Este barrio, es
una fosa inmensa, desde donde miran los ojos de sus muertos,
yo, vivo ahora en “quebrada negra”,en compañía de mí hijo que le
dio la “polio”,y mi hija, que me ha dado tres nietos,
del barrio, sólo tengo recuerdos. . .
HERIDA 1
El rojo y alto cristal de la noche se rompió
entre sombras, gimiendo se movía, de nuevo, la violencia acechando,
sus innumerables y monstruosas cabezas reclamándome en la noche,
lamiendo mis heridas, mordiendo con indulgente prontitud, los huérfanos
costados, clavando sin piedad su afilada lengua, en el frágil corazón.
la guerra equívoca, obscena, hermana espúrea de la miseria
extendiendo sus brazos, exhalando la agria fetidez de su axila,
instaurando su largo y frío reino de molicie,
endureciendo el pan, humedeciendo con sus lenguas, el amparado
cobijo de los pobres. Atroz devastación de la guerra,
sus huestes sanguinarias erigen la ignominia, levantan el
incestuoso imperio del hambre, envenenan la leche de las Madres,
enceguecen de odio los hermanos, y como el cólera, la peste
bubónica, las pústulas venéreas, los delirios del mordido de víbora,
las heridas purulentas del leproso, siguen implacables
“los rumbos minuciosos de la muerte” . . .
¡Ay violencia que tu voz no reclame más el espeso y silencioso río de mi sangre!!!
POEMA DE LÁSTIMAS A LA MUERTE DE ANTONIO SIERRA“La vasta, populosa muerte”
J.L.Borges
I
El rojo y alto cristal de la noche se rompió
sin que lo supieras, niño sonámbulo en la
furiosa
noche de la helada ciudad.
¿Hacia donde frágil arlequín
los corceles de la noche, te llevaban?
¿En que abismos tus ojos orbe misterioso, sucumbían?
¿Qué imágenes imposibles trazo tu mano, en el brevísimo instante en que la
alta catedral
de cristal caía cercenándote?
Sobre el pavimento, en la anónima calle,
despedazadas
mariposas en tus sienes. Un río espeso y
tembloroso penetra los vagos
intersticios de la noche.
En la ventana iluminada Modigliani,
contempla la escena pavorosa.
II
Infaltable la muerte acudió a la cita
impostergable aquel sábado de junio:
fuiste en la mañana a tu taller,
era costumbre.
Contemplaste en la claridad de la mañana,
aquellos símbolos que entretejiste desde
siempre,
agregaste una línea al vasto tejido de tu vida
y pensaste en aquella espléndida frase
de Bacon:
“El pintor debe coserse la boca y expresarse
con las manos”.
Ahí en tu estudio, aquella mañana supiste
con certeza,
que aún en medio de las más penosas
dificultades,
esa trama de signos, grafías y símbolos,
que alguna vez estremeció mi entendimiento,
era lo único verdadero.
En la sucesión infinita de los días,
debiste concluir lo que alguna vez
empezaste, así me lo dijiste: “Tengo poco
tiempo”. Y reemprendías tu labor con la ferocidad del
que se le agotan los minutos.
una lenta y minuciosa lluvia cae
sobre la ciudad y moja impertinente
los caracteres de tu nombre, sobre
la blanca lápida. Las flores mustias que un
desconocido
dejó ayer, yacen olvidadas en el frío panteón
bestia moribunda de la tarde que débilmente
se queja,
cuando los hombres ausentes y vacíos,
regresan o se extravían en el oscuro
laberinto de las calles.
Bogotá, Junio 24 de 1999
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