jueves, 18 de julio de 2019





Decálogo para la gran transformación ecológica

Por Florent Marcellesi








¿Cuáles tendrían que ser las prioridades para una transición ecológica, social, democrática y ética hacia otros mundos posibles? Tras una breve introducción sobre qué es la crisis ecológica,[1] propongo un decálogo de acción para la gran transformación ecológica.
Crisis de modelo: Hoy en día sufrimos las consecuencias de un modelo socio-económico pernicioso y suicida tanto para la justicia social y la solidaridad intrageneracional como para la justicia ambiental y la solidaridad intergeneracional: el “liberal-productivismo”. Basado en un crecimiento financiero y material sin límites, no es otra cosa que una fusión progresiva entre los rasgos y estragos estructurales del neoliberalismo dominante desde los años setenta y los del productivismo reinante desde el fin de la II Guerra Mundial. Este modelo genera la tensión actual entre Humanidad y Naturaleza que se manifiesta a través de las principales crisis ecológicas que sufrimos: cambio climático, techo del petróleo, pérdida de biodiversidad, deforestación, crisis alimentaria, etc.
Crisis de escasez: Asimismo, detrás de las crisis financieras y especulativas, siempre se encuentran crisis más profundas que tocan lo que solemos llamar la economía real (también llamada economía productiva) y la economía real-real, es decir la de los flujos de materias y energía (que depende por una parte de factores económicos y por otra parte de los límites ecológicos del planeta). En este contexto, la crisis ecológica es principalmente una crisis de escasez: escasez de materias primas y de energía para mantener el ritmo de la economía actual, y aún menos extenderlo a los países del Sur. El modo de producción y de consumo impulsado por el Norte no tiene en cuenta los límites físicos del planeta, tal y como lo deja patente la huella ecológica: la humanidad ya supera en un 50% su capacidad de regenerar los recursos naturales que utilizamos y asimilar los residuos que desechamos. Y sobre todo, existe una profunda desigualdad en el uso de los recursos ambientales disponibles: mientras muchas comunidades humanas consumen por debajo de la capacidad de carga de su territorio, si todas las personas de este mundo consumieran como la ciudadanía española, necesitaríamos tres planetas.
Crisis ética: Desde que entramos en la edad moderna occidental y la revolución industrial, se ha ido apoderando de nuestras mentes el «antropocentrismo tecnocrático», es decir una cosmovisión particular donde la naturaleza es sobre todo el objeto propuesto para nuestro dominio, para nuestro provecho, gracias a la tecnociencia, fuente de la felicidad de los seres humanos. La crisis ecológica es por tanto también una crisis de valores y de civilización donde cada persona y cada sociedad tiene que repensar de forma individual y colectiva el sentido de nuestra existencia y, por consiguiente, nuestro lugar adecuado en la naturaleza. Es necesario contestar de forma democrática a preguntas fundamentales y existenciales: ¿por qué, para qué, hasta dónde y cómo producimos, consumimos y trabajamos?
La humanidad, es decir tanto los individuos como las sociedades que las componemos, está ante una encrucijada: puede decidir, al igual que la civilización maya clásica, cerrar los ojos ante el peligro y caminar sin marcha atrás hacia su derrumbe, o puede decidir rebelarse y perdurar dentro de la llamada “supervivencia civilizada de la humanidad”.  Para alcanzar este objetivo, es necesario otro modelo de producción y consumo donde reconciliemos, de forma democrática y solidaria, nuestra aspiración individual y colectiva a la buena vida con los límites ecológicos de un planeta finito.
En este camino, planteo diez prioridades hacia aquella transformación ecológica, social, democrática y ética de la sociedad:[2]
  1. Establecer los límites y fijar umbrales de recursos y emisiones per cápita, así como objetivos de reducción del consumo diferenciando entre países del Norte (contracción, es decir decrecimiento radical de la huella ecológica dentro de los límites ecológicos del Planeta) y del Sur (convergencia, es decir evolución socioecológica hacia un alto bienestar y una baja huella ecológica sin pasar por la casilla del maldesarrollo de los países occidentales).[3]
  2. Construir una macroeconomía ecológica que integre las variables ecológicas donde la estabilidad no dependa del crecimiento, donde la productividad del trabajo no sea el factor determinante. En este marco, es central superar definitivamente el Producto Interno Bruto (PIB) como indicador principal de riqueza, por ejemplo a través de indicadores construidos de forma participativa y de debates deliberativos —locales, estatales y europeos— sobre cuál es la naturaleza de la riqueza, su cálculo y su circulación. Por ejemplo, el estado de Acre, considerado uno de los más pobres de Brasil, ha definido unos indicadores de buen vivir que tienen en cuenta el medio ambiente y su principal riqueza: el bosque amazónico. El proceso se ha llevado a cabo de forma participativa con economistas brasileños y la sociedad civil local —en primer lugar, los pueblos indígenas— y ha contado con el asesoramiento de una ONG y una universidad francesa.[4]
  3. Relocalizar la economía. Es necesario privilegiar las actividades con utilidad social y ecológica, por ejemplo las de circuitos cortos que generan riqueza a nivel local con baja huella ecológica y con alta capacidad de resiliencia. Es el caso de los grupos de consumo. Creados en Japón en la década de 1960, este sistema pone en contacto directo a las personas que practican una agricultura ecológica y a las personas consumidoras que la utilizan. Llegado a España a finales de los años ochenta y principios de los noventa y, con una nueva oleada desde comienzos de 2000, es hoy en día una realidad en constante y rápida evolución, mezclando grupos autogestionados —difíciles de contabilizar— con cooperativas legalmente estructuradas.[5] Otra iniciativa en auge son las llamadas monedas locales (también llamadas sociales o complementarias), utilizadas para el intercambio de bienes y servicios por una comunidad reducida (un barrio, un pueblo, una ciudad, una provincia) y donde el dinero, controlado por la comunidad, vuelve a ser un medio al servicio de las personas y la economía real (y real-real).[6]  Además, para ser de verdad una herramienta transformadora, suele favorecer los intercambios de productos y servicios con alto valor ambiental, ético y social y busca aumentar el poder de control ciudadano sobre la economía.[7] Al mismo tiempo, la relocalización necesita una coordinación y una acumulación de fuerzas supralocales (regional, europea y global) para garantizar solidaridad interterritorial, políticas eficientes ante problemas transfronterizos y globales, y redes potentes capaces de hacer frente y ser alternativas a los poderes políticos y económicos globales. El camino seguido por Vía Campesina que lucha a la vez por la relocalización agrícola y por la construcción de alianzas mundiales es en este modo un buen ejemplo de esta dinámica donde la relocalización es un proyecto global.
  4. A través de un “New Deal Verde”, invertir masivamente en sectores sostenibles y empleo verde, es decir en puestos de trabajo que garanticen una conversión ecológica de la economía en sectores sostenibles como las energías renovables, agricultura ecológica, rehabilitación de edificios, gestión forestal sostenible, economía de cuidados, artesanía, economía social y solidaria, etc. Sin duda, vivir bien en un mundo eco-solidario implicará una contracción para los sectores intensivos en energía fósil y/o en especulación financiera y/o perjudiciales para un mundo pacífico (industria manufacturera, sector automovilístico, pesca industrial, bancos y seguros, industria armamentística, etc.), lo cual supone desarrollar una reconversión planificada y participada de las personas trabajadoras hacia los sectores antes mencionados. Según la Organización Internacional del Trabajo, se podrían crear en el mundo hasta 60 millones de empleos verdes y en España hasta 2 millones de aquí a 2020 (hasta 1,37 millones para mejorar el aislamiento y la eficiencia energética de 25 millones de viviendas, 770.000 empleos para movilidad sostenible, 125.265 empleosen energías renovables si este sector pasara a generar un mínimo del 20% de la producción primaria de energía).[8]
  5. Hacer un uso masivo de la reducción de la jornada laboral y del reparto del trabajo, incluyendo el de los cuidados. En este sentido, la propuesta de las 21 horas permite vincular reivindicaciones históricas del movimiento obrero y sindical con las del movimiento ecologista al afirmar que una semana laboral más corta puede ayudarnos al mismo tiempo a proteger el planeta, a aumentar la justicia social y el bienestar de la sociedad, y a construir una economía próspera sin crecimiento.[9]Entre otras cosas, el reequilibrar los tiempos de vida entre trabajo remunerado y no remunerado, vuelve a dar valor social y económico a los trabajos domésticos y de cuidados (principal e históricamente cubiertos por las mujeres), voluntarios, artísticos, políticos, culturales, autónomos, etc., permite aumentar sustancialmente tanto nuestra incorporación en circuitos cortos de producción y consumo como nuestra capacidad de producir parte de lo que vamos a consumir (alimentos, energía, etc.), apuesta por transformar los aumentos de productividad en tiempo libre no consumista y abre la posibilidad de una reducción de la factura energética.[10]
  6. (Re)Distribuir la riqueza a través de una renta máxima, una renta básica de ciudadanía y una fiscalidad sobre los capitales y los recursos naturales. En un planeta finito, hace falta una doble dinámica en torno a una «estrategia de máximos» de lucha contra la riqueza en las clases hiperconsumistas (renta máxima, limitación en el consumo de recursos naturales, gravamen del lujo) y una «estrategia de mínimos» de lucha contra la miseria social y ambiental para las clases empobrecidas y que infraconsumen (renta básica, acceso gratuito o barato a los recursos naturales). Para hacerla posible, necesitamos redistribuir la riqueza a través de una reforma profunda del sistema fiscal donde, además de bajar la fiscalidad sobre el trabajo, aumentamos la fiscalidad sobre capitales (lucha contra el fraude y paraísos fiscales, eliminación de todas las deducciones en el impuesto de sociedades, impuesto sobre las transacciones financieras, etc.) y sobre recursos naturales (eliminación de subvenciones a combustibles fósiles, tasa sobre emisiones de carbono, etc.). Por otro lado, necesitamos una mejor distribución inicial de las rentas primarias antes de impuestos, es decir revertir la creciente desigualdad entre salarios y ganancias del capital.
  7. Convertir la “banca ética” en norma para el sector financiero. Cualquier banco, sea público o privado, no puede invertir en actividades perjudiciales para el medio ambiente o las personas, como puede ser por ejemplo la fabricación de armas.[11] Al contrario, la banca ética, preferentemente pública o cooperativa, se presenta como una alternativa a la banca tradicional y su afán de buscar ante todo la creación de rendimiento económico y valor para sus accionistas y altos directivos. Además de obtener beneficios para garantizar la continuidad de la actividad, la banca ética persigue una economía al servicio de las personas y del medio ambiente. Se rige por criterios positivos (financiación de proyectos que transforman positivamente la sociedad), por criterios negativos (no financiación de proyectos nocivos para la sociedad) y por principios de transparencia, coherencia y participación.[12]
  8. Desmantelar la lógica social del consumismo. Por una parte, la educación en valores y verde, es decir una educación para “vivir bien con menos”, es fundamental para cambiar nuestras mentalidades y revertir la crisis ética hacia otra relación respetuosa con las demás sociedades humanas, nuestro entorno y el resto de seres vivos. Primero, se trata de evolucionar de una sociedad del tener hacia una sociedad del ser, donde el estatus social no dependa de la riqueza material sino del bienestar individual, social, comunitario y ecológico. Segundo, como nos lo aconsejan la educación no violenta o las resoluciones pacíficas de conflictos, se trata de enseñar y aprender respeto, escucha activa y empatía. Por otra parte, la regulación de la publicidad comercial, pilar verdadero de la sociedad de consumo, es un paso esencial que se puede concretar, por ejemplo, a través de la reducción de su presencia en los espacios y medios públicos o de la creación de un órgano de control independiente.
  9. Reestructurar nuestras ciudades y territorios. Supone construir “pueblos en transición” a escala humana y local que apuesten por parar el crecimiento de las ciudades (y también la construcción de grandes infraestructuras como nuevos aeropuertos, autopistas y trenes de alta velocidad), reciclar y revalorizar las ciudades existentes (programa masivo de rehabilitación de edificios, utilización de las viviendas vacías, impulso de las cooperativas de viviendas), relocalizar las actividades (además de lo apuntado en el punto 3, los huertos urbanos son un ejemplo magnífico), favorecer una movilidad sostenible (con el peatón y la bici en el centro de las preocupaciones urbanísticas hasta alcanzar en 2030 un reparto modal del 10% para el coche, 30% para el transporte colectivo y 60% para el peatón y la bici), alcanzar la autosuficiencia energética (reducción del consumo, energías renovables locales y eficiencia energética), reequilibrar ciudad y campo (un campo donde la agricultura convencional vuelva a ser la agricultura ecológica, capaz de producir localmente en cantidad suficiente productos de temporada y sanos para consumo local y que apueste por la soberanía alimentaria), democratizar la ciudad (pueblos policéntricos con núcleos urbanos más reducidos que permitan acercar la ciudadanía a los ámbitos de decisión).
  10. Poner en marcha una democracia participativa como instrumento vertebrador de una transición social y ecológica exitosa. De hecho, la democracia moderna tiene una deuda latente con la ecología política y con su lucha por extender la autonomía personal y la solidaridad colectiva en el espacio (solidaridad transnacional), en el tiempo (solidaridad transgeneracional) y al conjunto de la naturaleza (solidaridad biocéntrica e interespecie). Sobre todo, esta democracia tiene que integrar en sus procesos algunos aspectos que, además de ampliar nuestros círculos de solidaridad, son centrales para la transición hacia una supervivencia civilizada de la especie humana: la cuestión de la autolimitación, la representación de los sin voz, la gobernanza glocal y la capacidad de responder a la urgencia ecológica.[13]
Este esbozo de prioridades podría representar un sustrato mínimo capaz de juntar a multitud de personas y colectivos que desde sus ámbitos particulares ya están impulsando alternativas concretas aquí presentadas. De forma proactiva y propositiva, aliemos y tejamos cada vez más redes y plataformas de resistencia y creativas. Más que nunca necesitamos que cada nodo del cambio se conecte con todos los demás y juntos, con un programa compartido y que respete la diversidad de sus componentes, se conviertan en alternativa viable al sistema actual.

Florent Marcellesi, investigador y activista ecologista, es miembro del consejo de redacción de la revista Ecología Política y coordinador de Ecopolítica (http://ecopolitica.org/). Es también miembro de Equo. Más información: http://florentmarcellesi.eu/

[1]     Para profundizar en la crisis ecológica, véase por ejemplo Marcellesi, F. (2012): “¿Qué es la ecología política? Una vía para la esperanza en el siglo XXI”, en la revista CUIDES, nº7
[2]     Se basa en una profundización del artículo del mismo autor “Las sirenas del crecimiento” en Diario Público  23/08/2011
[3]     Para saber más, véase: Marcellesi, F. (2012): “Del desarrollo al postdesarrollo: otra cooperación es posible y deseable”, en Revista Pueblos, nº54.
[4]     Para más información, véase .
[5]     Solo en Cataluña, se estima que existen alrededor de 3.000 unidades de consumo que cuentan periódicamente con una cesta con productos del campo ecológicos.
[6]     En la “ciudad en transición” de Bristol (cuya zona metropolitana llega al millón de habitantes en Reino Unido), se ha puesto en marcha el Bristol Pound que opera en un rayo de 80 km y que incluso el alcalde arropa al declarar que cobrará el 100% de su sueldo en moneda local  http://bristolpound.org/
[7]     Para saber más sobre monedas locales: guía para montar una moneda local en Diagonal:  http://www.diagonalperiodico.net/Comenzar-a-andar-con-unas-monedas.html; funcionamiento de una moneda local en el caso de Bilbao: http://www.bilbodiru.org/anteproyecto.html; o mapa de las monedas locales (y también bancos de tiempo y demás instrumentos parecidos) en España: http://www.vivirsinempleo.org/
[8]     Por ejemplo para el caso de Euskadi, véase Marcellesi, F. Becerra, JR (2012): “Empleo verde para superar la crisis”, Fundación Manu-Robles
[9]     Para profundizar en esta cuestión, véase: Marcellesi, F. Esteban, A. (2011): “Reducir la semana laboral para afrontar los retos del siglo XXI”, con Aniol Esteban, en El Ecologista nº70.
[10]   Por ejemplo si los estadounidenses decidieran acortar su semana laboral a la altura de los países europeos(17), EEUU consumiría un 20% menos de energía, lo cual supone un acercamiento muy importante a los objetivos del Protocolo de Kyoto (Rosnick, Weisbrot, 2006).
[11]   Según la campaña Banca Limpia de Setem, el BBVA invierte en empresas productoras de armas prohibidas más de 1.000 millones de euros; el Santander ha prestado más de 700 millones de euros a fabricantes de armas nucleares, armas de uranio empobrecido y bombas de racimo, prohibidas desde el 2010, y el Banco Sabadell gestiona casi 3 millones de euros en acciones de siete empresas fabricantes de armas nucleares y armas de uranio empobrecido.
[12]   Hoy en España existen diversos proyectos de banca ética como Fiare, Triodos Bank, Coop57 u Oikocredit. En el caso de Fiare, cooperativa sin ánimo de lucro creada desde la base (nace en el País Vasco) desde el ámbito de la economía social y solidaria, es una apuesta por una banca ética europea en colaboración con la Banca Popolare Ética de Italia y la NEF de Francia.
[13]   Marcellesi, F. (2011): “Las deudas ecológicas de la democracia moderna”, en la revista Ecología política nº 42
tomado de:
revista Ecología política.
https://www.ecologiapolitica.info/

miércoles, 19 de junio de 2019

CONSEJOS INÚTILES A UN JOVEN PERIODISTA CULTURAL





IGOR MORSKI
 (DIGITAL PAINTING)


CONSEJOS INÚTILES A UN JOVEN PERIODISTA CULTURAL
(De periodistas y poetas)
Por: Omar García Ramírez




El periodismo es el arte de llenar columnas impresas al dorso de los anuncios.
Gilbert K. Chesterton

Hay que dar a los periodistas libertad para que no se conviertan en taquígrafos.
Clark Kent

El periodismo me atrae porque participa del prestigio literario y, sin embargo, sigue siendo una actividad poco respetable.
Tom Wolfe






Los periódicos son esos museos de minucias efímeras. Decía Jorge Luis Borges. Sin embargo, algunas veces desde allí, alguien pontifica, alecciona, arremete; o lo que es peor, trata de parecer cáustico e irónico, cayendo por la pendiente de una histeria ordinaria y lamentable. Hace poco, leí la columna de un plumífero regional, cuyo pelaje pardo y zanahoria de vez en cuando hace sonrojar a la parrilla; tratando de zaherir, con limitados recursos estilísticos a la cofradía ilustrada que gravita en torno la poesía. A pesar de ser animador de veladas culturales y entrevistador de cabecera de la nomenklatura cultural, no tiene reparos en arremeter contra los objetos de sus desvelos literarios.

Los periodistas culturales en Colombia, en su gran mayoría, demuestran una falta de lecturas y de oficio, que es notable solo con leer sus textos.  En algunos casos, utilizan sus tribunas de opinión en los pasquines municipales y departamentales para abrir fuego a mansalva sobre aquellos que no requieren de sus nobles capacidades de propaganda. En muchas ocasiones, el periodista cultural es un energúmeno imbuido de razones políticas frustradas, quien se cree en campo de tiro con licencia para hacer dianas en el corpus gaseoso de las prácticas culturales. Dispara a la masa fantasmal, con la intensión de dar en el blanco a algún espanto que le quita el sueño. Ese “periodismo”, aunque participa del prestigio literario es considerada una actividad poco respetable ya lo dijo Tom Wolf. Añadiría que esa falta de respetabilidad, ha sido ganada a pulso por quienes ejercen el periodismo cultural como una plataforma de sus aspiraciones literarias, sin hacer méritos para llegar a ser considerados escritores originales; sin haber logrado plasmar luces sobre obra propia o ajena; rémoras que navegan consumiendo los detritus culturales de una nave social inmersa en un mar de sangre; nave oxidada del trópico, en donde la cultura no es más que la comparsa que ameniza la fiesta del capital.  Hunter S. Thompson, Ese que escribía lo que le salía de los cojones y al que las opiniones del cirque raffiné le importaban un reverendo culo, bajo una curda politóxica, escupió: El periodismo no es ni una profesión ni un oficio. Es un cajón de sastre para meticones e inadaptados... acceso falso al lado posterior de la vida, un agujero sucio y meado desechado por el supervisor del editorial, pero justo lo bastante profundo para que un borracho se acurruque allí desde la acera, y se masturbe como un chimpancé en la jaula de un zoo. (Miedo y asco en Las Vegas). Bueno, debemos aclarar que era Thompson, el tipo siempre se iba a los extremos; no se metía un gramo de mezcalina se metía cuatro y no se comía un cartoncillo de lisérgico, se zampaba el álbum completo; además, eran tiempos de la nueva ola de la contracultura y en algún momento por allí en el poder, estaba R. Nixon en medio de la guerra del Vietnam. 

Cuando digo periodismo cultural, hablo de un título que se han adjudicado, ciertos escritores de la escena en Colombia. No lo digo refiriéndome a las opiniones personales que cualquier parroquiano pueda tener sobre una lectura, una película o una obra de teatro; al fin y al cabo, como consumidores de cultura, inmersos en el jardín temático y telemático, tenemos derecho a opinar sobre estos asuntos, sin necesidad de la visita guiada del columnista con cara de babuino pardo del parque de atracciones.

No debería dar consejos a  los jóvenes periodistas; los talentosos no los pondrán en práctica, y los capaces no los necesitan. Ya había dado en broma literaria mis consejos a los poetas; es mi campo. Pero como veo como se fusilan sin escrúpulos parte de algunos textos míos y como se abre fuego a discreción contra el gremio en el que hice mis primeras líneas; considero de caballeros partir una lanza por ellos y hasta parodiar la parodia de ciertos escribanos con ínfulas de intelectuales con patente de corso. Lo hago sin rencores ni fanatismos de ningún tipo. Estoy replicando en caliente con maneras frías. Además, algunas veces, los consejos son pretextos para despacharse contra los enemigos, reales e imaginarios; todo un género literario. Aquí se da y se recibe, de eso se trata la cosa.

Así que joven reportero de ferias culturales; si estas preparándote para hacer literatura portátil, esa que se suele ir en el reverso de los anuncios publicitarios que diría Chesterton; o literatura  de opinión, que se hace para intentar dar tus puntos de vista y juicios sobre algo que desconoces, no te importa mucho y al respetable le trae sin cuidado. Entonces, escucha:

Lo primero es: No vayas de lameculos como suelen hacer ciertos periodistas de provincia, los gacetilleros quinta columnistas de los medios regionales. Los que pretenden ser impolutos en sus modales y que al menor descuido muestran la ordinariez  de su cotidianidad. Esos que tratan de hacer carrera manteniendo la máscara de la moderación, pero que, bajo el roce de ciertos debates, escoran hacia el señalamiento gratuito. En este país, por su dinámica de confrontación ilimitada y permanente, el periodismo cultural, suele convertirse en la crítica armada de pluma para la política. La pluma suele ser de buitre o de cuervo y La política…bueno la politiquería de siempre.

Continuemos…

Forma un clan o afíliate a él. En todas las provincias cafeteras de Platanalandia hay uno que progresa y trepa dentro de los órganos de propaganda del poder; el de los que hacen sonar timbres en las estribaciones de la cordillera central es digno representante de tales colectivos ; dura melaza de la intelligenzia de la provincia, siempre merodeando ante el botín presupuestal del poder de turno y confabulando dentro de las estructuras de la burocracia. Lobbys y sanedrines, que deambulan como sombras largas dentro de los pasillos de las estructuras arquitectónicas del aparato, para licitar y monopolizar. Dispuestos a quemar en la hoguera pública al enemigo, o al poco convencido de sus sermones de popes culturettas; al díscolo que ha tomado su camino, sin consultar el oráculo rosquero de sus cuevas de letrados. Magos en combinar sus críticas de viva voz al funcionarado, de la mano de sus aspiraciones presupuestales; suelen glosar al margen de los balances y dependiendo de la ocasión, se pondrán vestidos harapientos e imploraran una limosna; como también harán faena de manzanillos y entraran a saco por la puerta principal buscando la oficina del tesorero.

Un periodista escribe para dar fuerza a la idea de ciudadanía como cultura de cambio y debería estar siempre atento en la defensa de esta noble causa; la de empoderar a la ciudadanía mediante el ejercicio de una crítica a las anomalías de lo que se llama democracia. Y como tal, darle voz, única voz, a los mal llamados ciudadanos que no participan de las decisiones importantes para la sociedad. La crítica cultural más importante, es al sistema cultural como cuerpo reproductor de anomalías que pretende hacer pasar por cosas naturales en la esfera de lo social, su injusticia y su inherente corrupción; su guerra de baja intensidad contra los sectores marginales de la sociedad. El periodista cultural con visión aguda, busca estas historias dentro de la producción de los artistas y crea los hipervinculos simbólicos que generen nuevos espacios de debate para los temas candentes y actuales de nuestra sociedad; no, para amenizar veladitas chic de los intelectuales consagrados en las revistas de corazón; eso se deja deja para los modistillos de la literatura, esos que tejen con bordados e hilos dorados coronas icónicas de laureles, sobre los escudos de la cultural oficial. Los de la marcha del orgullo gay, los del meltin pot sado-barroco, que suelen solazarse en ceremonias de bajo presupuesto en las bacanales del director del hebdomadario de turno. Los que desde la comodidad de sus culos calientes de escritorio, pretenden convencernos de que estamos todos desquiciados por no seguir sus postulados estéticos. Los que, de tarde en tarde, llaman a salvar la patria y quemar en la hoguera a los herejes.

Si vas de periodista gonzo ten cuidado; te señalarán con el dedo ciertos fundamentalistas del papel periódico o de la columna virtual; te tildaran de drogo, desequilibrado y pervertido; ellos, los ladronzuelos del imaginario colectivo, los decoradores de los escenarios republicanos en donde se solazan las bestezuelas de la cosa pública. Las putitas tristes de boquitas pintadas que han salido rápido de la orgía del terrateniente de turno por que los han pillao  birlando una cartera, o, los que han salido por la puerta de atrás del gamonal emergente, después de haber sido violentadas a punta de pistola contra las vallas de su jardín, en una noche de parranda después de un Gay Festival.

Periodistas de opinión, que tratasen hacer brotar una perla, así sea de plástico brillante, dentro de la maquinaria negra y grasienta de las ideas estéticas; serán siempre golpeados. El martillo de la corriente central, hunde a golpe de hierro al clavo que sobresale;  lo remacharán contra la tabula rasa de la mediocridad.

Si tienes suerte,  y dejas tus pretensiones de gurú cultural, te darán un trabajito en Arcadia; reseñitas para una editorial del monopolio ibérico; entrevistas por enésima vez a un escritor semi iluminado que vive en Guatavita, y al que pretendes poner en el la cima de la veneración como una deidad pre hispana en el altar de un coleccionista en la feria de las vanidades. No olvides, Tus grandes exclusivas de hoy envuelven el pescado de mañana; decía Walter Lippmann el dos veces premio Pulitzer norteamericano en los años cincuenta. Así que, por favor ve con calma y no te lo creas.

A lo mejor, te nombraran entrevistador oficial de una velada cultural que pretende ilustrar a la damas grises de la capital montañera. Comparsa festivalera, que, como lamia ondulante, vive de la memoria de un librepensador ahora cooptada por una gang neocon de vereda platanera, burdamente ilustrada y fieramente enganchada al servicio de los intereses políticos y culturales del establecimiento. 

El periodista de revistilla cultural, (esa sub especie a la cual nos referimos), siempre guarda bajo su chalequito rosa tres botones; además del veneno en frasquito de dosis mínima, que suele aplicar a sus compotas literarias, una amenaza velada, un grito histérico para llamar la atención del espectáculo. En la fiesta de la bohemian rahpsody y con los ojos inyectados de alcohol, pretende alcanzar cierta perfección sublime; al no lograrlo, se pone la chaqueta Maccartista sin ningún rubor, y es diligente, cuando se trata de señalar  a los incómodos para la sociedad y para su amanerada cosa nostra.  Luego, extenderá su mano acusadora y desde la sombra de su tribuna pretenderá ser juez y parte: Gritará. 

Algunos, más atrevidos, se creen con el poder de amonestar, con gesto condescendiente; parecen querer decir a los poetas cachorros: Ojo; miren a ver;… hagan algo con sus vidas; de lo contrario pueden terminar convertidos en…Periodistas de columna cultural.

Porca miseria,...¡Que desgracia!





domingo, 24 de febrero de 2019

Medios de comunicación y globalización







Medios de comunicación y globalización: tensiones de la política, las identidades y la educación 

Medios de comunicación y globalización: tensiones de la política, las identidades y la educación.

Mídia e globalização: as tensões políticas, as identidades e a educação.

Media and globalization: political tensions, identities and education.

Carlos Eduardo Valderrama H.*


* Sociólogo. Docente/Investigador del Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos, IESCOUC (antiguo DIUC). Estudiante de doctorado del programa sobre la sociedad de información y el conocimiento de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC). E-mail: cvalderramah@ucentral.edu.co





Apertura
Uno de los rasgos más sobresalientes de la globalización es la emergencia de actores transnacionales de diverso tipo, orden y nivel diferentes a los Estados-nación: organizaciones panregionales de carácter económico o político, organismos supranacionales que aglutinan Estados- nación en torno de diversos intereses, organizaciones no gubernamentales, confederaciones militares, oligopolios de empresa privada, etc. La configuración de complejas redes y sistemas de interacción e intercambio entre éstos, dan forma a ese conjunto de procesos de carácter planetario que cubre prácticamente todos los órdenes de las sociedades: hablamos de los procesos constitutivos de dicha globalización política, económica y cultural.
Ahora bien, uno de esos actores, complejo, ambiguo, y cada vez más significativo, son los medios de comunicación1. En las dinámicas de su propio desarrollo, los medios van generando una serie de tensiones complejas en prácticamente todos los campos de la sociedad. En este texto pretendemos abordar algunas de esas tensiones clave, especialmente en los ámbitos de la política, las identidades y la educación, todo ello en el escenario, como ya se dijo, de la globalización.
Globalización y medios
La compleja relación entre los medios y la globalización, solo es posible entenderla si contemplamos simultáneamente dos procesos no siempre claramente diferenciables entre sí: por una parte, el proceso de globalización de los medios como tal, y por otra, los procesos que hacen de los medios condición de posibilidad de la globalización.
Con respecto del primero, en su condición de industria, los medios masivos de comunicación no escapan a la lógica y a las dinámicas de las grandes corporaciones. Si bien el surgimiento de las empresas de telecomunicaciones, las agencias de noticias y las industrias del entretenimiento se inició desde una perspectiva internacional, hoy los conglomerados de estos sectores han conformado un sólido mercado mundial, se han fusionado diversificando sus frentes de producción al tiempo que se consolidan monopolios y se formalizan oligopolios, y han entrado a su vez a formar parte de los intereses de otros sectores, pues como lo afirma Thompson (1998: 213), el sector financiero ha “adquirido sustanciosos intereses en el sector de la información y la comunicación, como parte de políticas explícitas de expansión global y diversificación”.
Según Held y otros (1999: 347), desde la década del setenta las dinámicas de la globalización en términos de la liberalización de los mercados y de las regulaciones nacionales y globales de las telecomunicaciones y las industrias mediáticas ha dado lugar a cinco principales tendencias: a) el incremento en la concentración de la propiedad, b) un cambio de la propiedad pública a la propiedad privada, c) una cada vez más frecuente transnacionalización de las corporaciones mediante el establecimiento de subsidiarias o de la compra de empresas locales, d) la diversificación general de las corporaciones a través de diferentes tipos de productos mediáticos, y e) un incremento en el número de fusiones entre productores culturales, corporaciones de telecomunicaciones y empresas productoras de hardware y software2.
En relación con la segunda dimensión de nuestro acercamiento, podemos decir, junto con Thompson (1998: 200), que existe globalización “sólo cuando la creciente interconectividad de diferentes regiones y lugares se convierte en sistemática, en cierto grado recíproca, y sólo cuando el alcance de la interconectividad resulta efectivamente global”. La interconectividad resulta siendo uno, si no el más importante, de los sustratos tecnosimbólicos3 de la globalización. Y los medios de comunicación, especialmente los nuevos medios, son justamente esos agentes globales que soportan ese sustrato.
La creciente mediatización de la sociedad, agenciada gracias al desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación (redes satelitales, telecomunicaciones, microelectrónica, etc.), incrementa una doble condición (de vieja data) de los medios: su carácter de mediadores sociales (Martín Serrano, 1978) y de agentes de la sociedad de mercado, y su carácter de mediadores sociopolíticos a través de los usos y empoderamientos que los sujetos individuales y colectivos hacen de ellos. Existe, pues, una especie de dependencia mediática, tanto individual como colectiva en casi todos los órdenes de la vida. Junto con otras tecnologías de la comunicación y la información, los medios han pasado a ocupar un lugar central en la construcción de nuevas formas cognoscitivas y maneras de relacionarse con el mundo. Para Orozco (2001: 20), el “resultado es que en el presente milenio (y ya desde las últimas décadas del anterior), no es posible sustraerse de los medios, y los que lo hacen, o son forzados a hacerlo, afrontan incalculables costos por su exclusión…”.
Y justamente sobre esto nos interesa llamar la atención: las asimetrías relacionadas con las dinámicas de conexión-desconexión que se generan a partir de la conformación de redes mediáticas. Si partimos del supuesto de que la actual sociedad se estructura a partir de la conformación de redes, tal y como nos lo ilustran ampliamente Castells (1999), Held y otros (1999), Carnoy (2000), entre otros, un aspecto clave para el análisis y caracterización de las dinámicas relacionadas con el acceso a los bienes simbólicos en el escenario de la sociedad de la información, es la tensión conexión-desconexión. Conexión-desconexión que va más allá de los indicadores cuantitativos de acceso a los sistemas y redes de información. En efecto, tanto para la vida cotidiana de los trabajadores y las personas en general, como para los países del Tercer Mundo, esta tensión significa también el ingreso a un juego perverso de inclusión-exclusión en los diferentes escenarios: laboral, educacional, de servicios, de bienestar social, etc. Como lo dicen Held y otros, ejercicios de poder en un continente pueden afectar la dinámica diaria de cientos de miles de hogares en otros continentes, hasta el punto que, como también lo reconoce Castells (1999: 160 y ss), países enteros (los del África subsahariana, por ejemplo) queden excluidos de esa nueva dinámica económica de la globalización y la sociedad de la información que la sustenta.
Además de la concentración de poder económico, la monopolización del ámbito de la comunicación y la información lleva a la concentración del poder simbólico de manera privada y con altas desigualdades de diverso orden. El consumo de productos mediáticos en muchos países depende de la producción de pocas empresas productoras de bienes simbólicos (Thompson, 1998: 216), de tal manera que los flujos de capital simbólico son de carácter marcadamente unidireccional. Se calcula que a finales de la década pasada, entre 20 y 30 corporaciones multinacionales dominaban el mercado del entretenimiento, las noticias, la televisión, etc., logrando significativa presencia económica y cultural en todos los continentes y teniendo como base los países desarrollados, especialmente los Estados Unidos (Held y otros, 1999: 347 y ss)4. Sin duda alguna, esto ha contribuido a acrecentar lo que Aníbal Ford (2000) llama las brechas infocomunicacionales entre países, la diferenciación –en calidad y cantidad– entre los sectores sociales en el acceso a las tecnologías de la comunicación y las desventajas en el ejercicio del poder mediado por los medios.
Medios, identidades, y subjetividad
De Sousa (2003: 196 y ss), afirma que la globalización no es un fenómeno lineal, monolítico e inequívoco. Una de las contradicciones que hacen que ella tenga estas características mencionadas por el autor es la tensión entre globalización y localización, en el sentido de que los procesos de globalización se manifiestan a la par con los procesos de localización. Con respecto de lo que nos interesa, ello significa que junto a la desterritorialización e interdependencia entre relaciones sociales pertenecientes a espacios múltiples y distantes, y junto a la fragmentación de la identidad en diversas identificaciones, se generan socialidades e identidades regionales, nacionales y locales fundadas en interacciones frente a frente, de proximidad e interactividad territorial profundamente arraigadas en raíces históricas, esto es, más fundamentadas en lo que se es o en lo que se cree ser que en lo que se hace (Castells, 1999).
En una línea similar de razonamiento, Appadurai (1996) señala cómo la producción de lo local –entendido por el autor como una característica fenomenológica de lo social, como estructura de las sensibilidades, como producción ideológica de comunidades concretas o situadas, todo ello con repercusiones en la organización material–, se ve afectada por ciertas fuerzas propias de la globalización y en tensión con el proyecto moderno del Estado-nación. Así, para el autor, las comunidades (neighbourhoods) –en permanente contrapunto con las pretensiones del Estado moderno de hacer de ellas escenarios para la producción de ciudadanos obedientes– se ven tensionadas gracias a la fuerza de las nuevas formas de comunicación mediada electrónicamente, y por el surgimiento de espacios virtuales dentro de los cuales se generan nuevas formas, o se reconfiguran las existentes, de comunidad local.
En este marco de convergencia entre procesos de globalización- localización y medios de comunicación, los sujetos están re-configurando sus subjetividades en el sentido de que están re-adecuando sus nociones de tiempo y espacio (Ortiz, 1998), la frontera entre lo vivo y lo muerto (Turkle, 1997), están descubriendo-viviendo lo que Ferrés (1998) llama las lógicas de la emoción y están re-descubriendo la relación de sí mismos con la técnica (Martín-Barbero, 2004). Dos conceptos introducidos por Thompson (1998: 55-56) nos ayudan a entender estos procesos: la “historicidad mediática” y la “experiencia mediática”. Con el primero, se refiere al hecho de que “nuestra percepción del pasado, y nuestra percepción de las maneras en que el pasado afecta nuestra vida actual, depende cada vez más de una creciente reserva de formas simbólicas mediáticas”, es decir, dependen cada vez menos de “su experiencia personal, o de la experiencia personal de otros cuyas aclaraciones procedan de la interacción cara-acara”. Con el segundo, se refiere a nuestra percepción “de que el mundo existe más allá de la esfera de nuestra experiencia personal” y al hecho de “experimentar acontecimientos, observar a los otros y, en general, aprender acerca de un mundo que se extiende más allá de la esfera de nuestros encuentros cotidianos”. En este desanclaje de tiempos y espacios, los horizontes de referencia se amplían y se complejizan para la comprensión del sí mismo.
Sin embargo, lo que nos interesa resaltar es el hecho de que a la vez que se re-configuran las subjetividades, los sujetos aprenden a transitar por las comunidades de adscripción e identificación. En efecto, no podemos aceptar abstractamente el hecho del actual cuestionamiento a la identidad cartesiana y la constatación de las múltiples pertenencias identitarias del sujeto contemporáneo, sin comprender y aceptar que esas múltiples comunidades de adscripción operan de manera muy diferente y exigen lógicas de legitimación de pertenencia bien diferentes. Las comunidades creadas en el escenario de la WWW, por ejemplo, son, en palabras de Kerckhove (2002), “just-intime communities”, hechas por conexión de personas con intereses y metas comunes que coinciden en tiempo y espacios virtuales –que no geográficos–, comunidades que pueden ser efímeras pero que no por esto dejan de ser significativas. Diferentes son las comunidades que crean los canales de televisión especializados, en las cuales las personas no necesariamente están interconectadas, aunque sí deban coincidir en tiempos y relativamente en los espacios. Por supuesto, diferentes son las comunidades “tradicionales” (cara a cara o mediadas institucionalmente por partidos políticos o por iglesias). Con ello, lo que en última instancia queremos decir, es que el sujeto contemporáneo tiene que vérselas con diferentes maneras de vivir juntos, con diferentes maneras de ejercer la ciudadanía, o por lo menos con múltiples posibilidades de ejercerla más allá de los espacios tradicionales de la política.
Medios y política
La idea actual de lo público, y por consiguiente la idea y la práctica de la actuación pública, está asociada a varios cambios estructurales y culturales de la sociedad contemporánea como los que mencionamos anteriormente. Uno de ellos tiene que ver con la noción de esfera pública. De acuerdo con Keane (1997: 57 y ss), hoy no existe como una esfera pública unificada sino “un complejo mosaico de esferas públicas de diversos tamaños, que se traslapan e interconectan y que nos obligan a reconsiderar radicalmente nuestros conceptos sobre la vida pública…”.
En efecto, para el autor existen tres niveles ideales de esfera pública: a) la microesfera pública, que se presenta en el ámbito del sub-Estadonación, b) la mesoesfera pública y, c) la macroesfera pública. Este último nivel corresponde a los macropúblicos conformados por millones de ciudadanos y tiene como escenario tanto las regiones como el planeta entero. Volkmer (2004) ha descrito cómo la nueva condición de la comunicación global, y especialmente la presencia de la WWW, ha generado una esfera pública global y autónoma, en la cual se reconfigura la información política, se ejerce cierta soberanía en la medida en que no obedece directamente a las regulaciones estatales, emerge una suerte de integración vertical entre los diferentes medios de comunicación, se provee información política entre las partes más alejadas del planeta. Para Keane (1997: 64), los “macropúblicos conformados por millones de ciudadanos son el resultado (no intencional) de la concentración internacional de las empresas de comunicación masiva, que antes eran detentadas y operadas en el espacio del Estado-nación”.
Para el caso de las esferas meso y micropúblicas, los diarios, las radiodifusoras y la televisión regionales y locales crean también sus propios públicos en el marco tanto del Estado- nación como en el de los ámbitos propiamente locales.
Sin embargo, la relación entre lo público y los medios de comunicación y las nuevas tecnologías de la comunicación y la información no se reduce a la mediación instrumental que ellos realizan. En efecto, los medios de comunicación no actúan sólo como vehículos de información o como escenarios pasivos del debate público. Una permanente tensión entre fuerzas hegemónicas y contrahegemónicas configura finalmente ese espacio o esfera pública en donde se da esa relación tan controvertida entre los medios y la política. Brevemente nos queremos referir a cuatro de esas tensiones, las cuales tienen que ver con las dimensiones espacial, ideológica, teleológica y participativa.
Espacialmente5 la tensión se genera entre los medios considerados y usados como un mero escenario o instrumentos burdos de lo público y una idea mucho más compleja de ellos, con la cual se les considera a la vez como actores políticos y como mediadores de matrices simbólicas de las dinámicas políticas y el ejercicio del poder. En efecto, como escenario y como instrumentos, con los medios se configuran espacios de exclusión y se construyen públicos para el espectáculo que, a través de la pantomima, despoja aquello que de público tiene el ejercicio de la política; y por otro lado, dependiendo de las correlaciones de fuerza, las fisuras, los juegos de intereses de diverso orden, los espacios mediáticos –especialmente los que se generan a partir de los medios locales y las redes y comunidades virtuales– se pueden transformar en condiciones y ambientes comunicativos de la actuación pública y del ejercicio político, es decir, en la dimensión verdaderamente comunicativa de la esfera pública. Es en esta tensión en donde se da, como dice Jesús Martín-Barbero (2000: 76), un desdoblamiento entre lo público y el público.
Ideológicamente, lo público se juega entre la opinión y la posición individual o colectiva. Siguiendo al autor anteriormente citado, la “opinión pública que los medios fabrican con sus sondeos y encuestas tiene así cada vez menos de debate y de crítica ciudadanos y más de simulacro: sondeada, la sociedad civil pierde su heterogeneidad y su espesor conflictivo para reducirse a una existencia estadística”6. Por otra parte, aunque nuestra perspectiva sobre los medios va más allá de considerarlos como meros instrumentos de transporte de información, no por ello se debe desconocer esta condición, y menos su capacidad de “fabricar” informaciones con fines políticos.
Esto justamente se halla en el corazón de lo que Chomsky (2004) llama la “fabricación del consenso” por parte de los medios, en clara alusión a los planteamientos de Walter Lippman sobre el papel que deben cumplir los medios y la elite político-académica frente al “rebaño desconcertado” que representa la gran masa de la población. La opinión pública así fabricada y así conducida no deja que la gran mayoría de la sociedad civil pueda trascender el plano de la doxa, el plano de un Sí-No-Ns/Nr, y pueda expresar su posición ética y política. Por otro lado, opiniones individuales, gracias a la magia de la manipulación estadística, se presentan como colectivas, de tal manera que lo colectivo resulta siendo una sumatoria de opiniones restringidas –restringidas por quien elabora la pregunta y la interpreta–, de individuos que nunca entraron en diálogo, que nunca construyeron su opinión colectivamente, públicamente.
Teleológicamente, la tensión está entre el interés privado, egoísta, y lo que los teóricos de la ciudadanía llaman el bien común; cuando los medios permiten, con la debida apertura de tiempos y espacios, la expresión de posiciones éticas y políticas, éstas corresponden principalmente a las esferas privadas, al interés privado: generalmente son los gremios económicos los que se pronuncian, argumentan y defienden sus intereses a nombre de un supuesto interés común y público. En definitiva, la concentración monopólica en general, y de los medios en particular, lleva también al ejercicio autoritario del poder político, a través de la fabricación de la información, la fabricación de la opinión “pública” y la generación de supuestos consensos que pretenden manipular dinámicas políticas tanto en el interior de los países como en las relaciones internacionales. Finalmente, la última tensión se da entre el simulacro y la participación ciudadana. Por un lado, la “participación” hueca, vacía de sentido que se propicia a través de las líneas telefónicas, correos electrónicos y chats abiertos, y de otro, en medio de la puja de los intereses económicos y privados de y en los medios masivos, aquellos espacios de canales, emisoras o impresos –a veces, si no comunitarios, sí con una filosofía parecida–, que generan ciertos escenarios de participación, de reivindicación, de exigencia y de resistencia. Escenarios estos en donde se configuran algunas de las nuevas formas de hacer política, pues como lo plantea Martín-Barbero (2002b: 314), más que sustituir, los medios han “entrado a constituir, a hacer parte de la trama de los discursos y de la acción política misma, ya que lo que esa mediación produce es la densificación de las dimensiones simbólicas, rituales y teatrales que siempre tuvo la política”7.
Medios y educación
Podemos decir que todo lo anterior nos lleva a plantearnos una serie de interrogantes que se concentran en torno de la pregunta por la formación del sujeto en general y por la formación del sujeto político –ciudadano– en particular. Los retos educativos en este escenario de la globalización y con ella la globalización de la comunicación y de los medios, tienen que ver con al menos tres grandes puntos:
1. Es indudable que el saber ha adquirido un nuevo estatuto (Martín- Barbero, 2003). Nuevas narrativas sobre y del conocimiento aparecen en el escenario. El sentido tradicional de la educación y la pedagogía, que consideraba al conocimiento como un conjunto de saberes acumulativos, estáticos e inmodificables, es hoy seriamente cuestionado. La transmisión del saber o de la información hoy no es suficiente para atender los retos de una sociedad en la cual circula una gran masa de información, a altísimas velocidades y con una muy rápida obsolescencia. Uno de los retos que según Castells (2001: 307-308) tenemos planteados con respecto de la actual sociedad está relacionado con la capacidad de procesar información y generar conocimientos. De esta manera, entender la educación como la “adquisición de la capacidad intelectual necesaria para aprender a aprender durante toda la vida, obteniendo información digitalmente almacenada, recombinándola y utilizándola para producir conocimientos para el objetivo deseado en cada momento”, se convierte en un elemento clave para todas las sociedades. Así entendida la educación, continúa Castells, se pone en tela de juicio todo el sistema educativo desarrollado en la era industrial.
En este sentido, el reto es tanto pedagógico como político. Pedagógico, porque asumir ese nuevo estatuto del saber implica generar prácticas pedagógicas que resignifiquen y actualicen, en primer lugar, postulados de la pedagogía que abogan por reconocer que el sujeto pedagógico es un sujeto activo, que posee saberes construidos a partir de sus experiencias cotidianas y que tiene un infinito potencial creativo; en segundo lugar, que consideren al conjunto de saberes como algo dinámico y en permanente renovación; y finalmente, que consideren que la construcción y producción de saberes es un proceso tanto individual como colectivo, en el cual es necesario generar espacios tanto de trabajo personal como de trabajo en equipo.
Y político, porque justamente ese papel y esa dinámica de la información y el conocimiento en la sociedad actual, son también escenarios de una nueva forma de desigualdad social que se fundamenta no ya en la relación laboral de explotación sino en la exclusión misma de los procesos de producción (de Sousa, 2003; Tedesco, 1999). En efecto, en la base de las desigualdades y las injusticias de nuevo cuño se encuentran procesos de exclusión basados tanto en las capacidades cognoscitivas para procesar información como en el acceso mismo a la información y al conocimiento. ¿Qué pueden hacer entonces los sistemas educativos al respecto? ¿cuáles serían las políticas públicas de la educación que permitan afrontar estas nuevas realidades?
2. Debemos anotar que los desarrollos tecnológicos han incrementado considerablemente la capacidad de transporte y manipulación de información por parte de los medios, lo cual los hace estratégicos en aquello que Moore (2002) consideró como lo verdaderamente importante en la sociedad actual: la conversión de la información en conocimiento.
Por lo anterior, es claro que uno de los principales retos es la formación o el desarrollo de ciertas competencias –cognitivas, comunicativas, sensibles, culturales– para actuar no sólo profesionalmente en la era de la información sino para generar un verdadero empoderamiento. Una de ellas es la alfabetización en otros lenguajes diferentes al escrito. Nos referimos especialmente al lenguaje audiovisual y al hipertexto. En efecto, hoy la información que circula y que es susceptible de transformarse en saberes específicos se expresa a través de múltiples lenguajes, muchos de ellos diferentes al escrito. Hoy, más que los mismos docentes, los/as niños/ as y los/as jóvenes poseen en la mayoría de los casos más habilidad y sensibilidad para decodificar e interpretar la información que circula por los medios masivos de comunicación y las nuevas tecnologías de la información, pero quizá les falta competencias para asumirla críticamente y trabajarla comprensivamente. Pero esta alfabetización no se refiere únicamente al ejercicio decodificador, ciertamente muy importante para asumir críticamente la gran masa de información que circula por los diferentes medios y bajo diferentes formatos. Se trata también de poseer las competencias para producir información y como lo ha dicho Castells “convertirla” en saber social y culturalmente productivo. En términos de Appadurai (1996), producir críticamente saber local, conocimiento local.
3. Finalmente, el último reto se refiere a la formación de sujetos que quieran y sepan dialogar con lo otro, con lo diferente. Mowlana (1996) afirma que aunque el muro de Berlín haya caído, las barreras étnicas están emergiendo y los conflictos fundamentales continuarán modelando las relaciones globales, que con el fin de la guerra fría, el sistema internacional se está reorientando a partir de la oposición de dos tendencias: el incremento del nacionalismo y el renaciente universalismo, y que si en el pasado, los eruditos en relaciones internacionales y en comunicación internacional consideraban que la cultura, la etnicidad y la religión jugaban pequeños papeles y más bien el lugar importante lo ocupaban el poder político, las relaciones de poder, la economía política y la toma de decisiones racionales, hoy estos aspectos se han convertido en ejes clave. En este sentido, el reto para los sistemas educativos es formar sujetos que tanto desde el punto de vista comunicativo, como en lo que se refiere a los saberes, a la capacidad de aprender a aprender, como en lo atinente a la constitución moral, estén preparados para asumir el reto de vivir juntos en medio de la diversidad cultural que caracteriza a la sociedad de la comunicación, la información y el conocimiento.
Por ello, la formación del sujeto en general y del sujeto político –ciudadano– en particular adquiere nuevos sentidos que el sistema educativo tradicional no puede cumplir. Primero, una esfera pública global implica un ejercicio de la participación cualitativamente diferente, con horizontes de referencia más amplios, con criterios que integren la tensión entre lo local y lo global, para lo cual la institución escolar debe abrir sus puertas a ese nuevo escenario y no continuar encerrada en la repetición de prácticas y saberes descontextualizados.
Segundo, esa esfera pública, y los nuevos escenarios de lo político, requieren un sujeto autónomo y crítico; para ello la escuela debe superar las pedagogías tradicionales fundamentalmente organizadas en la transmisión del saber y en la guía del maestro/ a. Tercero, los nuevos entornos de construcción de las subjetividades pasan por escenarios que poseen una alta densidad comunicativa8; el reto que aquí se plantea es el de reconocer ese hecho, pero no como un algo meramente formal, sino como una práctica real y democrática: aceptar activamente que los/as jóvenes tienen otras competencias, otras formas de comunicación y entendimiento del y con el mundo. Desde el punto de vista comunicativo, ello significa que la escuela debe propiciar que los actores educativos (los/as niños y los/as jóvenes, docentes, padresmadres) puedan expresar las múltiples maneras de ser joven o niño, docente o padre-madre, que puedan expresar la manera –o maneras– como ven el mundo, su mundo, que puedan tener otros recursos, otros sistemas de expresión, otros lenguajes diferentes al de la escritura y al de la verbalización. Finalmente, todo lo anterior pasa por una re-significación de los presupuestos, las éticas y los sentidos últimos de las políticas públicas en educación, de tal manera que efectivamente los sistemas educativos permitan generar entornos en los cuales podamos construirnos como humanos en un mundo justo y equitativo.


Citas
1 La progresiva convergencia entre sistemas análogos y digitales en el ámbito de la comunicación, hace cada vez más difícil que podamos distinguir tajantemente entre los viejos medios y los denominados nuevos medios (Internet, prensa y radio digitales, portales de canales de T.V.). Por esta razón, en este artículo vamos a referirnos indistintamente a ellos bajo el concepto genérico de medios de comunicación, aunque en algún momento podamos hacer la distinción.
2 Véase también a este respecto Ford (2000) y Ramonet (2004).
3 Entendemos por sustrato tecnosimbólico el conjunto de condiciones económicas, técnicas, tecnológicas, político-institucionales y culturales que permiten la configuración del tejido social y la interacción entre los diferentes agentes sociales.
4 Martín Barbero (2003: 10), refiriéndose a las megacorporaciones, dice que “…ya son sólo siete las que dominan el mercado mundial: AOL-Time Warner, Disney, Sony, News Corporation, Viacom y Bertelsmann…”
5 No podemos entender la idea de lo público, y de esfera pública en particular, sin relacionarla con la idea de espacio. Sin embargo, hoy tenemos que recurrir a una noción de espacio que supere su referente geográfico como lugar, especialmente la idea de territorio vinculado al Estado-nación, y nos permita aprehender una idea de espacio hecha de trozos y convergencias, o como dice Renato Ortiz (1998: 34), “un conjunto de planos atravesados por procesos sociales diferenciados”.
6 Cursiva del autor.
7 Cursivas del autor
8 Entendemos por densidad comunicativa la circulación de una gran masa de saberes a altísimas velocidades, la semiotización de la vida cotidiana, y las mediaciones que establecen las tecnologías de la comunicación y la información en la construcción de subjetividades. En el ámbito escolar, esta densidad se puede caracterizar desde tres dimensiones: convergencia de múltiples lenguajes, convergencia de diferentes medios de comunicación y convergencia de múltiples sentidos generados a partir de la diversidad de saberes y de informaciones que circulan en la institución escolar (Valderrama, 2004).5 No podemos entender la idea de lo público, y de esfera pública en particular, sin relacionarla con la idea de espacio. Sin embargo, hoy tenemos que recurrir a una noción de espacio que supere su referente geográfico como lugar, especialmente la idea de territorio vinculado al Estado-nación, y nos permita aprehender una idea de espacio hecha de trozos y convergencias, o como dice Renato Ortiz (1998: 34), “un conjunto de planos atravesados por procesos sociales diferenciados”.


Bibliografía
  1. APPADURAI, Arjun, Modernity at Larghe: Cultural dimensions of Globalization, Minneapolis, University of Minnesota Press, 1996.
  2. CARNOY, Martín, Sustaining the New Economy, New York, Russell Sage Foundation, 2000.
  3. CASTELLS, Manuel, La era de la información. Economía, sociedad y cultura, Vol. 1 La sociedad red, México, Siglo XXI, 1999.
  4. ________, La galaxia internet, Barcelona, Plaza y Janés, 2001.
  5. CHOMSKY, Noam, “El control de los medios de comunicación”, en: Revista Electrónica Razón y Palabrahttp://www.cem.itesm.mx/dacs/publicaciones/logos/publicado/chomsky.html, disponible julio de 2004.
  6. DE SOUSA, Boaventura, La caída del ángelus novus: ensayos para una nueva teoría social y una nueva práctica política, Bogotá,
  7. ILSA-Universidad Nacional de Colombia, 2003. FERRÉS, Joan, Televisión y educación, Barcelona, Editorial Paidós, 1998.
  8. FORD, Aníbal, “Procesados por otros. Diferencias infocomunicacionales y sociocultura contemporánea”, en: Valderrama Carlos E. (ed.), Comunicación-Educación. Coordenadas, abordajes y travesías, Bogotá, Universidad Central, DIUC - Siglo del Hombre Editores, 2000, pp. 65-74.
  9. HELD, D.; McGrew, A.; Goldblatt, D.; Perraton, J., Global Transformations, Cambridge, Polity Press, 1999.
  10. KEANE, John, “Transformaciones estructurales de la esfera pública”, en: Revista Estudios Sociológicos del Colegio de México, Vol. XV, No. 43, enero-abril, México, 1997.
  11. KERCKHOVE, Derrick, The Internet Enters Television, A Trojan Horse in The Public Mind, en: página web de The McLuhan Program in Culture and Technology, http://www.mcluhan.utoronto.ca/article_internettelevision.htm, disponible abril de 2004, 2002.
  12. MARTÍN-BARBERO, J., “Transformaciones comunicativas y tecnológicas de lo público”, en: Lo público. Una pregunta desde la sociedad civil, Memorias del V Encuentro Iberoamericano del Tercer Sector, Bogotá, 2000.
  13. ________, “Pistas para entre-ver medios y mediaciones”, en: Revista Signo y Pensamiento, No. 41, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, 2002, pp. 13-20.
  14. ________, Oficio de cartógrafo. Travesías latinoamericanas de la comunicación en la cultura, Santiago de Chile, Fondo de Cultura Económica, 2002b.
  15. ________, La educación desde la comunicación, Bogotá, Norma, 2003.
  16. ________, “Crisis identitarias y transformaciones de la subjetividad”, en: AA.VV. , Debates sobre el sujeto. Perspectivas contemporáneas, Bogotá, Universidad Central, DIUC - Siglo del Hombre Editores, 2004, pp. 33-45.
  17. MARTÍN SERRANO, Manuel, La mediación social, Madrid, Akal Editor, 1978.
  18. MOORE M., G., “A Personal View: Distance Education, Development, and the Problem of Culture in the Information Age”, en: Verugapal Reddy y S. Manjulika (eds.), Towards Virtualization: Open Distance Learning, Nueva Delhi, Kogan Page, 2002, pp. 634-640.
  19. MOWLANA, H., “Shapes of the Future: International Communication in the 21st Century”, en: Mowlana, H., Global Communications in Transition: The End of Diversity, London, Sage, 1996, pp.193- 214.
  20. OROZCO G., Guillermo, Televisión, audiencias y educación, Bogotá, Norma, 2001.
  21. ORTIZ, Renato, Otro territorio, Bogotá, Convenio Andrés Bello, 1998. RAMONET, Ignacio, “Los medios y la globalización”, página web de Radio Nederland, http://www.rnw.nl/informarn/html/cpa020730_ramonet.html, disponible junio de 2004.
  22. TEDESCO, Juan Carlos, “Educación y exclusión social. El fenómeno de la segregación en la sociedad de la información”, en: Por una ciudad comprometida con la educación, Vol. 2, Barcelona, Instituto de Educación del Ayuntamiento de Barcelona, 1999.
  23. THOMPSON, J. B., Los media y la modernidad. Una teoría de los medios de comunicación, Barcelona, Paidós, 1998.
  24. TURKLE, Sherry, La vida en la pantalla. La construcción de la identidad en la era de Internet, Barcelona, Paidós, 1997.
  25. VALDERRAMA H., Carlos Eduardo, “Densidad comunicativa y formación ciudadana en la escuela”, en: Revista Virtual Nodos No. 3, junio de 2004, Universidad de la Plata, http://perio.unlp.edu.ar/nodos/, disponible junio de 2004.
  26. VOLKMER, I., “Universalism and Particularism: The problem of Cultural Sovereignty and Global Program Flow”, http://www.ksg.harvard.edu/iip/GIIconf/volkmer.html, disponible febrero de 2004.