viernes, 16 de noviembre de 2007

DE LOS SENTIDOS Y LA LUZ






DE LOS SENTIDOS Y LA LUZ


1

Sabor de sal
de un mar seco en los labios
palabra acantilada
que esperaba un sol perdido en la piedra.
Entre el poro del basalto y la dureza gris
afloraba la piel de la rémora, el musgo salino
vegetal cuidado, acunado, mecido por las aguas.

Antigua matemática de
piel de arena y de sandalias
de muchachos que corrían con un pregón
un grito azul de esperanza sobre el reino-eco del mundo.

Piel verde de un mar acariciado y perdido en la quemadura de un sol nuevo, detrás de las orejas sucias, sobre la espalda desnuda del atleta que contiene el aire y se zambulle, y luego es músculo, oxigeno, agua y peces veloces abajo.

Vamos navegando entre impresiones
entre cactus de espinas luminosas.
Escombros de Atlántidas cristalinas
que guardan una palabra frágil en un cofre de acero
que resaltan el perfil de un sueño o un naufragio.


Un nuevo firmamento
se desliza sobre la vía azul iluminada de soles
y las cabelleras doradas de los arcángeles ebrios.

2

Hemos venido navegando sobre un rió de cauce gigantesco.
Pieles de luz de plátano y aureola de palmeras
torsos de remeros negros
danzan sobre la madera y el agua
con un sincopado ritmo de trabajo natural.

Animal que danza y se recrea
que da un toque de tambor y una flauta dulce...
Todo parece estar alterado en un instante
La presencia del metal y el agua
la piel del leopardo
abanicando las hojas secas que limpian las arterias
y dejan dentro de los pulmones una algarabía verde
que respira en los manglares del mundo...

3

Habría renunciado a estar aquí
en esta ciudad de mecánica pesada
por mantenerse en ese salvaje estado de pureza
pálido puma mojado entre la maleza.
sin perecer un segundo en la calle
agitado sin respirar
caminando largo al ritmo de la multitud.
Se detuvo un instante y trató de encontrar una mirada
una boca, una frente, un aire de orilla fresca.
Pero solo era ese desenfoque, y ese ralentí de smog pesado y duro.
Y esas miradas de gasas que flotaban sin dejar pasar la luz.

Era de la luz de lo que se trataba...
Es de la luz de lo que se trata...

Algunas veces lo presintió y lo vio claro.
Al el escuchar algún canto quebrado adentro de la tierra
el vuelo enigmático de una nube
que emborronaba el firmamento
con su algodón blanco y azul.


Con la cabeza tendida sobre la hierba…
¿Recuerdas hermano?
Niños en la sabana, la cabeza boca arriba sobre la hierba
descifrando los símbolos aéreos del agua sublimada.



4

Pasajeros de los sentidos somos
ahora dentro del ruido.
De la geometría de la maquina.
De las grandes y silenciosas poleas que nos traen y nos llevan, que nos introducen en los túneles
donde antiguas simbologías se nutren de sangre y muerte.
Y sientes entonces eso...
los olores fabriles
la grasa de las pieles en liquidación;
hombres y mujeres que ruedan con una estrella rota sobre el cuello
gorra seca de cal y la mirada cansada y roja.
Constructores de paredes y columnas
soñadores de poemas
maquis urbanos
que en sus melenas alborotadas
esconden sueños libertarios y poemas
no clasificados ni documentados.
También las tintas y el papel periódico
y las voces de los vendedores negros
que huyeron del exterminio
en las vastas regiones del corazón de las tinieblas.
Aceras
de jugadores, equilibristas y ruleteros contra un sistema que tiene poderosos representantes y ministros plenipotenciarios; y periódicos
lanzados con tinta hecha de muñones y sangre de niños. Plomo derretido de bombas ligeras, precisas, indoloras.

5

El invierno en las mañanas
viene empapado de la oscuridad
de los pájaros negros
que revolotean como cuervos detrás de las fabricas delante de los espejos.
El exilio es un abrigo oscuro
con el puño adentro frió
y una carta arrugada junto al pecho...
Una carta que tiene los garabatos de un niño.
Caballito de batalla
y una casita amarilla y un sol que levanta los pistilos de las flores.

6

Tu piel amada mía
huele a naranja fresca
y al recorrerla mi mano se alimenta de su luz
por la palma de mi mano entra la orografía luminosa que sube sobre la piel encabritada y luego salta al corazón abierto sobre un cielo de cobre viejo.
Cielo de usura y melancolía
que se desploma sobre tu nuca como la cuerda pesada de una estación de ruido eléctrico.

Sin embargo algo nos salva…

Por la ventana entra un rayo
que sabe a zanahoria…
Y tu beso de ciruela
sabe a sangre de luz…

Luz de sangre marina
para el bardo solitario…

Luz de zanahoria rosada
para la dentadura
y la lengua y los labios…

Y más luz para el estomago acostumbrado a una oscuridad de hambre de cieno.
Los dedos y la estrella de la lluvia
señalando un horizonte.

Más luz para los ojos
para la risa y la esperanza...

Por que de la luz es de lo que se trata.

7

Habría sido mejor a este ruido de aceite y miedo...
el rumor de los ríos
y el pasar cerca aquellas montañas reverberantes de mi juventud.

¿Recuerdan amigos?

Las excursiones al lomo de la madrugada
duras pantorrillas de andinistas iluminados
el cauce helado
la cima blanca y la laguna
el vuelo de las águilas arriba.
Nuestro cielo resistiendo siempre contra las corrientes.
Abajo las piedras, los cauces del agua generosa.
Las montañas sembradas de café
y los conejos y las ardillas y las tórtolas
revoloteando contra la hierva seca.

El aire
la respiración en fuego y los pulmones,
el vaso, el vino dulce alimentando el pecho
y las alas del gorrión metálico
aleteando en el esfuerzo de la montaña.
Y las manos en cuenco bebiendo de la fuente.
Y sentir que es la tierra madre nutricia
esa hermana
esa hoguera
ese poema
Por todos presentido.

Más luz...
más luz...
más luz...
Para tu rostro joven que espera inmortalizarse en un rayo de la aurora.

Por que de la luz es de lo que hablamos.

De la luz...
Espejo de cristal bruñido por un cielo gastado sobre la piedra estelar y este fuego de atanor ligero, en el que calcinamos nuestro espíritu,
nuestra historia
y nuestros sueños.


O.G.R.

2004 Madrid/2007 Bogota.

jueves, 15 de noviembre de 2007

LA BALSA DE LA MEDUSA





LA BALSA DE LA MEDUSA


I


¿Podremos intentar una canción?
¿Podría intentar una canción?
¿Un gesto de fuego, una metáfora de marinería?....


Los que esperaron barco en el muelle

una tarde galvánica picoteada de eléctricas gaviotas.

Los que cruzaron con la luna sobre sus espaldas ferrocarriles de hielo.

Los que se hundieron en el lago negro.

Los que saltaron el muro.

Los que chapotearon en las rutas fangosas del miedo.

Los que miraban detrás de las ventanas.

Los que bajaron las cortinas.

Los que sintieron el vértigo de la caída libre,

mientras sus alas

se encendían con el fuego de la estrella.

Los que se marcharon con el sol a cuestas.

Los que nunca regresaron.

los que perdieron la partida

la maleta y un par de zapatos.

Los que nunca creyeron que las cosas iban a cambiar.

Los que creyeron, y regresaron.

Los que quedaron a mitad del camino.

Los que llegaron tiritando con un sueño pálido

–papel desleído, palabras ateridas

sobre un pentagrama lluvioso–.

Los que fueron requisados y pateados

mientras se hablaba de “bondad” en los discursos.

Los que fueron escupidos y pisoteados.

Los que fueron vapuleados,

mientras otros robaban su cosecha de sueños.

Los que tuvieron que inclinar un poco el rostro

bajar el ala del sombrero

mientras las sombras duras del fuego, faroleaban

sobre los pozos de agua.

Los que cambiaban de estación

de andén, de cielo.


Los que vieron que las bombas eran nuevas

y con ellos, las estaban ensayando.


Los que se enfrentaron a piedra

contra el hierro y el metal.



Los que creyeron en la historia oficial

y muchos años después,

sus sueños fueron marcados por el hielo

–estatuas de sal, sonrisas de fuego–.

Cuando vieron la verdad, quedaron ciegos.


También

los que fueron tatuados, sellados, numerados

mientras hombres con cabezas de carretes metálicos y lenguas de celuloide,

bajo un foco amarillo proyectaban

películas en blanco y negro

para hacer reír a las masas.

En otras coordenadas

se encerraban campesinos orientales

en reformatorios de campos dolorosos,

Luego se hacían obras de teatro

que dejaban una sensación de humanismo

con las técnicas dramáticas del señor Aristóteles.


En sus particulares estados

repartían porra y fuego,

blindaban fronteras, fundaban frenocomios,

cotos de caza, túneles con extrañas inscripciones,

y mostraban un desliz filantrópico

sobre las tesis del señor Morguentau.

Los mismos que llamaron al odio y a la guerra en technicolor.

(leones esfumados contra las alas del silencio,

fuego, sobre ciudades de piedra

fuego, sobre ciudades vencidas

fuego, sobre ciudades calcinadas.)


Dos caras del mismo asunto

dos caras de la misma moneda.


Los que no tuvieron otra oportunidad

e hicieron de payasos y bailaron con violines

sobre las vías ateridas de la miseria.

Los que se fueron adentro de las cuevas buscando pictogramas de tauróbolos celestes y danzas de piedra.

Los que cruzaron bajo alcantarillas,

casi ciegos

mientras afuera, el cielo y las constelaciones

se conjugaban en una danza hermosa.


Los que con el agua al cuello resistieron.

Los que bajaron de las montañas escarpadas

con frió de nieve en los ojos.

Los que perdieron el norte y estrujaron la brújula

hasta sentir en las palmas, las agujas sangrantes.

Los que esperaron detrás de las líneas una palabra de aliento,

Los que vieron amanecer,

bajo el alba dulce y sangrienta de gasas amarillas.....


Todos nosotros, y ellos también,

y los otros por supuesto.

Tres caras de la misma esfinge.


Navegamos a la deriva contra la tormenta,

después del naufragio

sobre la Balsa de la Medusa.



II


El que se opuso a los

Detentadores-patentadores de la historia.

El que confrontó el brazo secular.

El que alzó un telescopio para buscar la ruta.

El que ofrendó una palabra de aliento dentro de los escombros.

El que sembró una espiga.

El que puso un pez dorado

en la boca del ahogado.

El que coronó de flores la cabellera

de la muchacha Nubia.

El que sembró de estrellas

la cabellera de la ninfa boreal.

El que bebió de un pozo limpio en las estrellas...


Todos ellos señalan al fondo de la Vía Láctea.


Un lugar de nombre ignoto.

Puerto-Destino

para la balsa estelar.



III



Vamos a crear con pergaminos amarillos

un beso-collage

hecho de sueños compartidos....

Una imagen derrotero

hasta juntar todos los mapas que nos orienten

y hagan más amables

nuestros rostros en este desierto mar.


En estos tiempos de tormenta
¿Será posible convocar a las palabras?
Una poesía de marinería estelar,
¿o solo nos es dado escuchar, los gritos del naufragio?



IV


(Sueño-Pesadilla con Rimbaud)


Estaba allí sentado sobre un tronco de un árbol talado

como esperando que alguien le dijera o preguntara algo.

Después de todo, él se había callado de muy joven

y se había muerto frió y redondo como un cometa fugaz.


Me acerqué le pregunté:

Rimbaud



que marchaste

detrás de un tanque de combate

mientras llovía, y se hundían tus rodillas hasta el fango;

mientras tu cara de joven poeta

era azotada por una bufanda helada de viento y ceniza.

Niño todavía

reías de los conejos asustados

que saltaban dentro de los bosques

hasta que caían las bombas...

Los muchachos

de no importa que uniforme; gris o azul

morían

mirando conejos destrozados

bajo un sol sangriento...


Tú,

Que viajaste hacia Bélgica y viste

El cuerpo del muchacho soldado

muerto en esa guerra, a la orilla de la carretera...

Dime Rimbaud…poeta muerto en la hermandad de la tormenta.

Señor de las semillas del viento

cosechador del fuego sacro.

¿En esa guerra lejana murieron tus sueños?

¿Perdiste el amor por la poesía y encontraste el camino de la locura?


Volteó a mirarme

–en sus ojos de estrellas heridas, gravitaba una danza pesada

y su boca era una piedra dura, con la que se lapidan a los cantores inoportunos–.


Sacó un viejo revolver con el que me apuntó.

Sentí que era el final.


Sin embargo le seguía preguntando en voz alta:


¿Será en esta guerra cercana

donde mueran nuestros sueños?

¿Podremos aspirar a ese surco

sembrado de semillas y estrellas

donde florezca la rosa planetaria?



Dime tú

marinero del barco ebrio -a-la- deriva...

Si dejamos que la nave naufrague

si dejamos

que la carta de marear sobre el cosmos

se llene de escombros radiactivos y cenizas.

¿Arribaremos a ese sueño,

que espera en la estación del tiempo?


(Esta nuestra tormenta...Esta nuestra guerra...
¿Tiempos de poesía?
¿Vano intento de la literatura?
Pero sin ella, instrumento viejo de la utopía
¿Qué nos queda? )

Rimbaud no responde.

Guarda su viejo revolver en la funda del sobaco.

Rimbaud se ríe,

carcajada etiope de cuervos negros

y se aleja cojeando, por un platanar anegado en sangre.




V



¿Pondré intentar una canción en medio de nuestro naufragio?
¿O será arrojada a la tormenta del silencio?
¿Una imagen?
¿Una voz?



La imagen que hace aguas,

la metáfora que se hunde.

Es una balsa la que ondula trémula

y danza sobre las olas.....

Marea buscando

una luz salvadora en la tormenta.

Una balsa, un brazo, un grito-meteoro

bandera empapada de huracanes.

Balsa de Medusa-Terra

sobre un mar de soles helados

bajo el cosmos de lunas blancas,

estrellas calcinadas, maderos mojados.


Balsa Terra-Medusa

qué se rompe sin sus remos primordiales

contra una tormenta de esmeraldas de hielo.


Sangre de estrellas heridas

que fluye hacia el firmamento.


No dejemos que naufrague la balsa.

Apuntalemos entre todos el mástil.

Que llegue sólida a las costas

ligera de temores y miedos.


Un hombre empapado grita

agitando un pedazo de tela blanca:


“¡Más arena de nebulosas!

¡Más soles!

¡Un faro de constelaciones!

¡Más saetas de estrellas!....

¡Que tiritan los huesos,

que arrecia la tormenta,....

Que se hiela el alma!



¿Podríamomos intentar
una canción que nos lleve de regreso?


O.G.R.

jueves, 27 de septiembre de 2007

A.ARTAUD.


CARTA AL SEÑOR LEGISLADOR

Carta al Señor Legislador de la Ley sobre Estupefacientes
Señor legislador de la ley 1916 aprobada por el decreto de Julio de 1917 sobre estupefacientes, eres un castrado.
Tu ley no sirve más que para fastidiar la farmacia mundial sin provecho alguno para el nivel toxicómano de la nación porque:
1º El número de los toxicómanos que se aprovisionan en las farmacias es ínfimo.
2º Los verdaderos toxicómanos no se aprovisionan en las farmacias.
3º Los toxicómanos que se aprovisionan en las farmacias son todos enfermos.
4º El número de de los toxicómanos enfermos es ínfimo en relación a los toxicómanos voluptuosos.
5º Las restricciones farmacéuticas de la droga no reprimirán jamás a los toxicómanos voluptuosos y organizados.
6º Habrá siempre traficantes.
7º Habrá siempre toxicómanos por vicio de forma, por pasión.
8º Los toxicómanos enfermos tienen sobre la sociedad un derecho imprescriptible que es el que se los deje en paz.
Es por sobre todo una cuestión de conciencia.
La ley sobre estupefacientes pone en manos del inspector-usurpador de la salud pública el derecho de disponer del dolor de los hombres; en una pretensión singular de la medicina moderna querer imponer sus reglas a la conciencia de cada uno. Todos los balidos oficiales de la ley no tienen poder de acción frente a este hecho de conciencia; a saber, que más aún que de la muerte, yo soy el dueño de mi dolor físico, o también de la vacuidad mental que pueda honestamente soportar.

Lucidez o no lucidez, hay una lucidez que ninguna enfermedad me arrebatará jamás, es aquella que me dicta el sentimiento de mi vida física. Y si yo he perdido mi lucidez la medicina no tiene otra cosa que hacer sino darme las sustancias que me permitan recobrar el uso de esta lucidez.
Señores dictadores de la escuela farmacéutica de Francia ustedes son unos pedantes roñosos: hay una cosa que debieran considerar mejor; el opio es esta imprescriptible e imperiosa sustancia que permite retornar a la vida de su alma a aquellos que han tenido la desgracia de haberla perdido.
Hay un mal contra el cual el opio es soberano y este mal se llama Angustia, en su forma mental, médica, psicológica o farmacéutica, o como Uds. quieran.

La Angustia que hace a los locos.
La Angustia que hace a los suicidas.
La Angustia que hace a los condenados.
La Angustia que la medicina no conoce.
La Angustia que vuestro doctor no entiende
La Angustia que quita la vida.
La Angustia que corta el cordón umbilical de la vida.

Por vuestra ley inicua ustedes ponen en manos de personas en las que no tengo confianza alguna, castrados en medicina, farmacéuticos de porquería, jueces fraudulentos, doctores, parteras, inspectores doctorales, el derecho a disponer de mi angustia, de una angustia que es en mí tan aguda como las agujas de todas las brújulas del infierno.
Temblores del cuerpo o del alma, no existe sismógrafo humano que permita a quien me mire, llegar a una evaluación de mi dolor más precisa, que aquella, fulminante, de mi espíritu..
Toda la azarosa ciencia de los hombres no es superior al conocimiento inmediato que puedo tener de mi ser. Soy el único juez de lo que está en mí.
Vuelvan a sus buhardillas, médicos parásitos, y tú también Legislador Moutonier, que no es por amor a los hombres que deliras; es por tradición de imbecilidad.
Tu ignorancia de aquello que es un hombre sólo es comparable a tu estupidez pretendiendo limitarlo. Deseo que tu ley recaiga sobre tu padre, sobre tu madre, sobre tu mujer y tus hijos, y toda tu posteridad. Y mientras tanto, soporto tu ley.
Antonin Artaud

martes, 18 de septiembre de 2007

DESOBEDIENCIA CIVIL


Un texto que debería ser difundido y estudiado en todas las escuelas de secundaria y en todas las universidades colombianas. Sobre todo, si se tiene en cuenta el espíritu de filisteos, lameculos, genufléxos y esclavos que abunda al interior de nuestra sociedad. EN BATRAXIA UN HOMBRE DE PENSAMIENTO LIBRE ES UN HOMBRE PELIGROSO. Un texto clásico para los hombres de pensamiento libre de cualquier nacion:

“Sírvanse enterarse de que yo, Henry Thoreau, no deseo ser considerado miembro de ninguna sociedad a la cual yo mismo no me haya unido”

Nunca me he negado a pagar el impuesto de rodamiento, porque quiero ser tan buen vecino como mal subidito


No me interesa seguirle la pista a mi dólar, si puedo, hasta que ese dólar le compre un rifle a un hombre para que le dispare a otro – el dólar es inocente – pero sí me interesa seguirle la pista a los efectos de mi sumisión.


http://thoreau.eserver.org/spanishcivil.html

DE LOS REGRESOS AL JARDIN DE LAS DELICIAS


DE LOS REGRESOS AL JARDIN DE LAS DELICIAS



Yo iba orinando
contra los tótems místicos que abundan en el cosmos.
Huyendo de un pastor de lobos
que anhelaba con frenesí
mi piel de león que ondulaba sobre la pradera de la galaxia.
Escondiéndome en el hedor de las cantinas religiosas
en donde el vino era santificado
y todos los feligreses tenían los ojos rojos de la felicidad
como tus ojos rojos de luna enferma
y tenían tu almizcle de zorra
bajo las ojeras de la media noche.

Yo venía saltando de mata en mata
detectando obstáculos como un murciélago drogado
bañándome en pozos de ácido lisérgico y arena selenita
y ayunando en las condiciones objetivas de cada día estelar...
Con mis barbas luminosas y mis virtuales libros,
con mi locura a cuestas yo
c
a
í
a.

Entonces
en el último peldaño de la escala tierra
te vislumbre, no sé si te soñé
pariendo un ovo-vimana en el desierto
sobre un ramo de girasoles ingrávidos
y te vi depositarlos en mi tumba, anterior a otras tumbas
y tus ojos de ámbar egipcio, transparente vino tinto
sobre mis ojos de cronista caldeo en retirada.

Me uní a tu sueño...
Caminábamos en caravana hacia la tierra del fértil creciente
tus cabellos claros como ríos contra la sed y la arena
mantenían a raya el desaliento
y alegraron los anocheceres de aquellas heladas lunas.
Te descubría junto a la hoguera
cuando cantabas con las otras mujeres
al ritmo de cuernos de caza y tambores de corteza
dulces melodías de esperanza.
Varias veces me cruce contigo en el camino.
Pude sentirme humano cuando tus ojos me miraron.
Tus ojos claro lapislázuli, estrella de agua fresca
y comprendí a los que cayeron primero y se mezclaron
y esa extraña palabra, ese vocablo mágico...
El amor.
una noche nuestras manos se encontraron
en un cántaro de agua
nuestras miradas contemplaron un ígneo cometa
tu palidez alba desnuda alegró mi despertar en el desierto.

Aquella marcha nunca llegaría a su destino
y tu desapareciste el día que murió Ramses II
tras las dunas de un sol
que calcinaba a su pueblo predilecto.

Entonces fui convocado por los ángeles rebeldes
que luchaban contra el demiurgo
en su propio universo ilusorio.

Regresé luego durante la primera empresa
buscando el secreto de la bomba luminosa
y escapaba de unos hombres que querían degollar a otros hombres.
Llevaba una cruz como mi padre;
no era una cruz para la muerte
era una cruz para la vida.
Anuncie buenas nuevas para la gente nueva
en las plazas de mercado
en los garitos suburbanos
en los puertos de Buenaventura
y en los negocios de especias en Maicao.
En el cerro de Montserrat y en las cuevas de Sacromonte.
Traía en las manos las iniciales de tu nombre
y una cadena de oro con las pupilas carcomidas de tu dios.
Caminaba con mis sandalias de cuero de buey
y parecía un buey de tanto arar tu espera
sobre los caminos enlodados de la tierra.

Conocí a Pedro y a José
y a una hermosa hetaira llamada Magdalena;
por aquellos días estaban de moda las catapultas
y yo
con mi rayo láser escondido bajo el sobaco.

Las cosas perdieron interés
cuando crucificaron a un profeta
que había renunciado al reino de este mundo.


Pasaron quince siglos...
y volví a encontrarte cerca de un castillo,
borracha de doce lunas
vestida de seda blanca y un lirio azul silenciando tu boca...
Poco después
nos refocilamos sobre una cama olorosa a limón y mermelada
y estallaba de la risa cuando tu te comías mis libros sagrados
y los pulverizabas para hacer pastelillos del Nilo
mientras nos dábamos a los secretos primordiales
de la física del amor.

Juramos no repetir la historia
y pasábamos las horas del crepúsculo caminando por las playas normandas
comiendo langostinos en salsa y bebiendo vinos delicados
que aderezaban los perfumes de nuestras pieles castañas.
Pero...
Las estructuras de los castillos se sacudieron,
las ventanas se cayeron de sus marcos
llego la muerte acompañada de peste
de tormenta y de diluvio.
Te perdí a ti y a dos de mis mascotas preferidas
y me obligaron regresar
hasta que bajaran las aguas de aquella furiosa marea atlántica.

Después del tiempo aquel
regrese con la misma edad 33 años,
para ser santificado por tu amor
y tu amor era un montón de piedra muerta.
Una laguna que agonizaba... Tu ciclo había terminado.

Entonces
me dedique a recordarte para el bien de mis estrellas
en el puerto bengalí de Ali Banglass
alimentandome de pescado, frutas y algas frescas que traían los pescadores chinos
jugando a las cartas con los estibadores
encantando serpientes venenosas
sacándole los ojos a los mercaderes sefarditas
acostándome con las mujeres de los fariseos
y conocí a Omar Kayam
y a su secta de fumadores de amapola.
Me hice poner un diente de oro
y arroje al mar mi arete de silicio
y ellos perdieron la pista y me olvidaron.

Veraneé en las playas de Haití
me amotiné en las plazas de Belgrado
conocí los secretos del hachís con Rimbaud en Montparnasse.
Participé en la marcha de la sal con Gandhi
y en la gran marcha con Mao.

Me convertí en un vago intemporal,
un voyeur cósmico
que observa con ironía como estos destruyen hoy murallas
las mismas que ayer construyeron fervorosos.
Me di cuenta un poco tarde
que no valía la pena llevar flores a los muertos
que danzan eternos
sobre el jardín de las delicias.

O.G.R.
del libro
“SOBRE EL JARDIN DE LAS DELICIAS Y OTROS TEXTOS TERRENALES” 1993

RIMBAUD EN ABISINIA


RIMBAUD EN ABISINIA


J'ai appelé les bourreaux pour, en périssant, mordre la crosse de leurs fusils. J'ai appelé les fléaux, pour m'étouffer avec le sable, le sang. Le malheur a été mon dieu. Je me suis allongé dans la boue. Je me suis séché à l'air du crime. Et j'ai joué de bons tours à la folie.

Yo llamé a los verdugos para morir mordiendo la culata de sus fusiles. Invoqué a las plagas, para sofocarme con sangre, con arena. El infortunio fue mi dios. Yo me he tendido cuan largo era en el barro. Me he secado en la ráfaga del crimen. Y le he jugado malas pasadas a la locura.
UNE SAISON EN ENFER
A. R.




(¡que reviente mi quilla, que por fin vaya a pique!)
LE BATEAU IVRE.
A.R.


Después de que el amor de los ángeles siameses le dejase una herida negra y supurante bajo sus alas de plata,
y que el castillo del alba
se derrumbase con el rayo de la tormenta;
que la torre de Notre Dame, cayera sobre su cabeza rompiéndole los sueños, tres costillas y un par de poemas.
Después de haber bebido
el ponzoñoso brebaje de las flores del mal
regadas en el jardín de la noche
por Monsieur Baudelaire;
Y haber asistido a la trepanación
en la cabeza de un cadáver exquisito
que embriagado de verde ajenjo
se había ahogado en las aguas del Sena...
El muchacho de Charleville
(Carne de lujuria en la comuna)
El del coeur supplicié.
El muchacho del corazón atormentado y pisoteado por la soldadesca rebelde de la Comuna de París.
Quiso ver el sol
Y las estrellas y dormir sobre las dunas del desierto.
“Yo regresaré con miembros de hierro, el rostro sombrío, la mirada furiosa, sobre mi rostro una mascara, me creerán de una raza fuerte. Tendré oro...” Después de haber arrastrado a Verlaine su poeta protector hasta las puertas del averno y que este con gesto de amante furioso le disparase hiriéndole en la mano...
Después de haber veraneado Une Saison en enfer ... Y haber visto los rituales fabriles que cubrían de hollín los rostros de los niños ingleses; de ganarse el pan de la miseria con todo tipo de oficios portuarios y de bruma;
Y haber conversado con Lucifer, el ángel caído,
sobre su rebeldía iconoclasta
coronada con la sangre de la estrella.
Después de que su formula mágica no funcionara y que el atanor alquímico solo le devolviese una arenilla negra, sin brillo. Que el esperado Rebis solo fuese una pequeña fiera, (homúnculo con cara de tigre) que comenzaba a tomar alas en el centro de su alma.
Después de haber fumado un centenar de porros de hachís y embriagarse de absenta,
hasta sentir en su hígado duendes con cuchillos apuñalándole.
Después de vomitar en las calles de París y ver la cara pálida y ulcerada de las prostitutas de la rue Campagne-Première y del hotel de Cluny.
Después de atravesar a pie los Alpes
en medio de una tormenta
para llegar a Génova,...
el señor de las semillas del viento,
el señor del barco ebrio
quiso ver el sol y quedarse ciego
como un chaman del norte de África.

Así que se fue tras el camino de los maleantes enlutados
con su carabina al hombro.
Nunca dejó de sentir cierto éxtasis por aquellos paisajes de lava rocosa y mares de sal.
Se refugió en Harar la ciudad de barro rojo y piedras blancas. La ciudad del fuego de Abisinia.
Entonces vio que todo el mundo estaba ocupado en traficar con armas,
Luego con esclavos.
¿Pensó en algún libro brillante. En alguna prosa magistral...
En la cadencia musical de algún alejandrino
o un endecasílabo,
o simplemente
en la palabra poderosa de la muerte
que flotaba como una presencia extraña
sobre un lago negro?.
A lo mejor, solo sentía el abanicar del viento sobre su torso desnudo y flotaba como un fantasma del oasis con sus pies helados sobre el agua.
“Es el silencio del desierto, lo único que llena mi soledad. La misteriosa mujer de cara pálida teje una falda negra. ¿Será mi mortaja? He intentado que aprenda un poco de francés. ¿Pero para qué?.... Para qué quiero que Asha hable esa lengua de miserables y piojosos tenderos de camisas blancas y sombreros de copa. Será mejor dejarla que teja en silencio mi mortaja, mientras afuera de las murallas de barro y piedra de la ciudad de Harar, las hienas cantan con risas de hielo luminoso, bajo una luna de metal ulcerado.”
Poco se sabe.
Solo leyendas,... muchos rumores,
Algunas cartas a su hermana Isabelle en Francia.
Andaba con sus ojos azules y claros,
y su mechones rubios y velados, mirando más allá de la gente,
de los esclavos, de los animales.
Se acostaba con mujeres que le llevaban otros mercaderes o los traficantes de marfil, los comerciantes de café, los negociantes de almizcle...
Una de ellas tenía una pústula de negro hollín detrás de la oreja; no se le notaba. Dicen que fue eso...Pero yo creo, que ya estaba envenenado desde Francia.

Se dijo: no volveré escribir...
La literatura, una noche se le presentó
como una princesa árabe de las mil y una noches....
Después amaneció ahogada, flotando con una cuchillada en el pecho, sobre un charco de lodo rojo. No hubo flores, solo espinas y cardos secos. Ofelia ultrajada por el mago rudo. El poeta del silencio.

Entonces comenzó el problema de la pierna
y los dolores; veía aparecer demonios creolés con acentos yorubas que le asaltaban en las noches.
Fue donde un brujo que le administró un poderoso narcótico, las hienas le despertaban en mitad de sus fiebres con sus cantos aterradores. Un médico del ejército egipcio, le dijo, que esa hinchazón de la rodilla derecha le estaba matando,
Por último,
regresó a Francia por el puerto de Marsella
en donde le amputaron la pierna, en el hospital “De La Inmaculada Concepción”. –Ese embriagado duende, en tu sangre prisionero, que envenenaba tu mirada, te mordía los huesos y te paralizaba las alas...

“He regresado de Charleville, pensaba curarme de la pierna pero veo que es inútil, ahora que no la tengo, es más pesada que un fardo de patatas. Estoy en el puerto de Marsella otra vez en el hospital de “La Inmaculada Concepción”, al fondo el mar azul intenso y los barcos que zarpan, que se alejan. Pensaba regresar a África…
Anoche estuvo aquí, lo se; sentí su mano fría y delicada y su beso de fosa negra.... Es el final.”


El jardinero de las flores de las flores del mal,
Que había comido las semillas del fuego,
y contagiado de poesía
el territorio de la bohemia lunfarda de Mont Parnase.
Que se enroló en la legión extranjera para desertar cuando le dijeron que tenía que matar nativos javaneses y de Sumatra.
Que traficó con almas negras y marfil
como demonio blanco,
para terminar entregando toda su fortuna, a las plañideras y a las viudas preñadas de un amigo traficante al que habían matado los temerarios Danakil (los hombres de la piel de arcilla) en los desiertos de Abisinia.
Se fue con una sola pierna
Dicen que fue un lobo negro de ojos rojos, el que le enseño su camino...
“Isabelle, querida hermana, haré las pases con dios, pero ya me siento condenado, será solo una formalidad más...”

Nadie perdonaría su exilio,
ni siquiera su gloria parisina
le había seducido para volver a escribir.
¡Que desperdicio!...... dijeron unos
¡Que insensatez!... dijeron lo demás
¡Pobre hombre!... dijeron en coro las musas de los salones capitalinos.

Y él, con su amarga mordida de cat tagle espumeando en sus mandíbulas
y su mueca rayada en fuego sobre el rostro broncíneo
junto a la hoguera con ramas secas...

Mis queridas cocottes
mis queridos poetas parnasianos y simbolistas de corbatincitos de seda roja y zapatitos de charol...
Monsieur
Artur Rimbaud esta pasando una merecidas vacaciones
A mil quinientos grados centígrados...
Haciendo sonar, no su lira,
si no aporreando un clavicordio con teclas de obsidiana....
¡Y haciendo estallar su carabina belga,
en las cálidas instalaciones del averno!.

O.G.R.
Del libro:
ÓPERA PRIMA (Altamira 2001)

LA VISION DE ANTONIN ARTAUD


LA VISION DE ANTONIN ARTAUD
(Sierra Tarahumara, México 1936)

Eran rocas
febriles y pálidas
rocas de cicatrices plúmbeas
como poemas revelados bajo una luz de fósforo mineral;
rocas que hacían de mi senda,
no lo creado por un Dios
Si no... el temor de lo no creado por los hombres,
lo no tocado por el tiempo;
huellas de pasos ya fosilizados,
animales pesados
que se habían enfrentado en estos cañones desérticos...

Animales furiosos de pieles húmedas
y estructuras poderosas.

Luego
los moradores de una raza antigua
habían tallado estrellas, petrificado soles,
triángulos rojos
con las piedras de la corona de los rebeldes calcinados.
Cuencas de meteoros ciegos.
Heridas con la espada de la estrella.

Sabía que al llegar a la aldea Tarahumara
tostado por el sol y el viento despiadado de la
sierra mexicana,
una sonrisa de temida libertad,
júbilo de bestia armónica
cantaría como una cascada fresca en mi espíritu.

Una niña de dulce mirada
recibió con ternura mi agotamiento y calmó la
ansiedad de ese largo viaje, con un cuenco de agua en donde el cielo temblaba.
Hablé con el Chaman de la comunidad;
un anciano de frente cuarteada y ojos profundos
como un lago de montaña.
Durante las tardes paseamos por los
alrededores del pueblo
conversando en un rudimentario español sobre
mi preparatoria iniciática.
Respiré el cálido y puro aire de esos días
mientras fortalecía mi cuerpo con ejercicios
solares y antiguos
como: golpear con las palmas de las manos
ciertos puntos de mi cuerpo,
durante horas enteras;
o permanecer
con los brazos en la posición de quien
desea alcanzar una estrella.
Ejercicios que exigían todas mis fuerzas
en un empeño de conocimiento misterioso.

Después me sometí
a un ayuno prolongado
y fui sintiendo una embriaguez de ave ligera,
águila sobrevolando un desierto de arcillas terracotas.
Llegado el esperado día
bebí de una fuente negra
y me embriagué en el sagrado zumo de las flores del cactus.
Me retire solitario a una cueva
donde el Chaman me ordenó esperar
la presencia de Nahuatl;
allí yo era un coyote y la luna me enamoraría
con refinadas
artes de doncella oriental.
Comía setas y bayas azules dispuestas sobre
escudillas de cerámica ritualizada;
sobre la arena del suelo
-elaborada con ramitas de pino- una geométrica figura
de dos triángulos opuestos ligados por una rama al centro
(el árbol de la vida que pasa por el centro de la realidad)
Observaba criaturas de fuego
que danzaban
sobre una hoguera donde crepitaba el oro.

El chaman me había advertido sobre los
peligros del sendero:
“Para procurar los “ayudas”, es mejor no seducir
a los elementales….
Dominarlos serenamente en su medio,
es tu objetivo.
El cactus peyote, te da sólo lo que vibra en ti y
por ti se manifiesta,
y es, ésta observación y lucha lo que te da la fuerza”.


**********

El tiempo fluía lento como un río
otras veces cual rítmico y pesado tambor
cuero de cabra al mediodía...
Entendí que esta presencia se hacia piel de tierra,
cuando en las paredes de la gruta
aparecieron símbolos rojos y negros
y las piedras comenzaron a destilar un calor de sol herido.
Y apareció como una energía que no decaía,
que lo arrollaba todo con la fuerza de un torrente
lava-hirviente.
Aleteo de pájaros excitados en la noche,
una gran víscera de Dios olvidado,
herida de guerrero no cicatrizada;
oleada de bisontes rojos sobre la pradera;
puñal de ónix en mi garganta,
vegetal multicolor y venenoso
inundándome las venas, quemándome el cerebro.
Una deidad moraba obscura en mí
con su cara de lagarto pétreo
devoraba, una a una, mis palabras.
Mezclaba su sangre de lianas secas con mi sangre de arena
Y era él, …
El demonio de la tribu.
La historia de su muerte y la sombra de su guerra,
entonces grité
y mi lamento se extendió
sobre la nocturna sierra.

O.G.R.
del poemario
"SOBRE EL JARDIN DE LAS DELICIAS Y OTROS TEXTOS TERRENALES".1993