viernes, 2 de diciembre de 2016

TEN NOVELS AND THEIR AUTORS (FRAGMENTOS)








WILLIAM SOMERSET MAUGHAM
(París, 25 de enero de 1874 - Niza, 16 de diciembre de 1965)

TEN NOVELS AND THEIR AUTORS
DIEZ NOVELAS Y SUS AUTORES
(FRAGMENTOS)


Es natural que los hombres cuenten historias, y supongo que el cuento corto nació en aquella noche del tiempo en que el cazador narraba junto al fuego de la caverna, para amenizar el descanso de sus compañeros una vez que habían comido y bebido hasta hartarse, algún fantástico incidente que alguna vez oyera. Hasta hoy, en las ciudades del Este, podemos ver al narrador de historias sentado en la plaza del mercado, mientras lo rodea un círculo de ávidos oyentes, y escuchar cómo cuenta las historias que ha heredado de un pasado inmemorial. Pero yo creo que hasta el siglo XIX el cuento no obtuvo una difusión como para convertirlo en un aspecto importante de la creación literaria. Por supuesto que antes de esta época se habían escrito y leído ampliamente cuentos: existían narraciones religiosas de origen griego, las narraciones edificantes de la Edad Media y las inmortales historias de "Las mil y una noches". Durante todo el Renacimiento hubo gran predilección por el cuento corto en Italia y España, en Francia e Inglaterra. Tanto el "Decamerón" de Boccaccio, como las "Novelas ejemplares", de Cervantes, son monumentos imperecederos. Pero la moda decayó con el auge de la novela. Los libreros dejaron de pagar buenos precios por las colecciones de cuentos, y los autores llegaron a mirar desdeñosamente este género literario que no les reportaba ganancia ni renombre. Cuando, de tiempo en tiempo, concebían un tema apto para ser tratado en forma corta y escribían un cuento, no hallaban qué hacer con éste, y así, poco deseosos de perder el tema, lo insertaban sin más en medio de sus novelas, a veces, hay que decirlo, de manera muy torpe. Pero a comienzos del siglo XIX, surgió una nueva forma de publicación que pronto adquirió inmensa popularidad. Fueron los anuarios. Parece que nacieron en Alemania. Se componían de una miscelánea de prosa y verso, y en su país de origen proveyeron a sus lectores de sustancioso alimento, ya que nos han dicho que "La doncella de Orleans" de Schiller y "Hermann y Dorotea" de Goethe, aparecieron por vez primera en periódicos de este tipo. Pero cuando su éxito llevó a los editores ingleses a imitarlos, éstos se basaron primordialmente en los cuentos cortos para atraer una cantidad de lectores suficiente como para que la empresa fuera lucrativa.
Conviene que ahora informe un poco al lector sobre composición literaria, pues hasta donde yo sé, los críticos, cuyo deber consiste sin duda en guiarlos e instruirlos, no lo han hecho. El escritor tiene en sí el imperativo de crear, pero además tiene el deseo de presentar al lector el resultado de su trabajo y la legítima aspiración -que no concierne al lector- de ganar su pan. En general puede dirigir su facultad creadora por los canales que le permitirán satisfacer estos modestos designios. A riesgo de escandalizar al lector que piensa que la inspiración del autor no debe estar influida por consideraciones prácticas, debo decir que los escritores se ven obligados, con bastante naturalidad, a escribir el tipo de obras por las que hay demanda. Esto no es sorprendente, pues ellos no son sólo escritores sino también lectores, y, como tales, parte del público sujeto al ambiente de la opinión que prevalece. Si las obras del teatro en verso dieran al autor fama, si no fortuna, probablemente sería difícil hallar un joven con inclinaciones literarias que no tuviese entre sus papeles una tragedia en cinco actos. En cambio, creo que a muy pocos se les ocurriría escribirla hoy. Actualmente escriben piezas de teatro en prosa, novelas y cuentos cortos. Es cierto que en los últimos años se ha escrito con éxito cierto número de obras de teatro en verso, pero me parece que los espectadores aceptan el verso más como algo tolerable que deseable; la mayoría de los actores, conscientes de esto, han hecho cuanto es posible para apaciguar su desconcierto, interpretando el verso como si de hecho fuera prosa. La posibilidad de publicar, las exigencias de los editores, es decir, su conocimiento de lo que los lectores desean, tienen gran influencia en el tipo de obra que se produce en cada época. Por ello, si prosperan revistas que tienen espacio para cuentos largos, se escriben cuentos largos; si, por otro lado, los diarios publican ficción, dejando sólo un pequeño espacio para esto, surgen cuentos cortos. No hay nada censurable en ello. Un autor capaz puede escribir un cuento de mil quinientas palabras con tanta facilidad como uno de diez mil. No tiene más que elegir un argumento distinto o tratarlo en forma diferente. Guy de Maupassant escribió uno de sus cuentos más célebres, "La herencia", dos veces: una en pocos centenares de palabras para un diario, y la otra en varios miles para una revista. Ambos se publicaron en la edición de sus obras completas, y creo que nadie puede leer las dos versiones sin admitir que en la primera no hay una sola palabra de menos y en la segunda ninguna de más. Lo que quiero demostrar es lo siguiente: que la naturaleza del vehículo mediante el cual el escritor se aproxima al público es uno de los convencionalismos que aquél debe aceptar, y que, en general, habrá de darse cuenta de que puede hacerlo sin forzar sus íntimas inclinaciones. Pues bien, a comienzos del siglo XIX, los anuarios y volúmenes conmemorativos ofrecieron a los escritores la posibilidad de llegar al público mediante el cuento corto. Por lo tanto, los cuentos cortos, sirviendo a mejores propósitos que los de dar sólo un respiro al interés del lector en el curso de una novela interminable, empezaron a escribirse en mayor número que nunca.
Se han dicho cosas durísimas sobre los anuarios y almanaques femeninos, y aún más duras sobre las revistas que los reemplazaron en el favor del público; pero no podríamos negar que la proliferación del cuento corto durante el siglo XIX se debió directamente a la oportunidad que le proporcionaron estos periódicos. En Norteamérica formaron una escuela de escritores tan brillantes y fértiles, que algunas personas, desconocedoras de la historia de la literatura, han dicho que el cuento corto es invención norteamericana. Por supuesto que no es así; pero podemos admitir con justicia que en ningún país europeo fue tan cultivado este género como en Estados Unidos, ni sus métodos, técnicas y posibilidades tan atentamente estudiados. Al leer para una antología un gran número de cuentos del siglo XIX, aprendí bastante acerca de la forma. Debo advertir, eso sí, que un autor, es parcial respecto al arte que practica. El cree, naturalmente, que su experiencia es la más válida. Escribe como puede y como debe porque es un tipo determinado de hombre; tiene sus propias particularidades y su propio temperamento, por lo cual ve las cosas en forma peculiar, y da a su visión la forma que le ha sido impuesta por su naturaleza. Requiere un singular vigor intelectual tener simpatía por una obra antagónica a las inclinaciones instintivas. Hay que estar en guardia consigo mismo al leer la crítica que un novelista hace de las novelas de otros. Es posible que halle buenas las cualidades que él persigue y vea poco mérito en otras que le faltan. Uno de los mejores libros que he leído acerca de la novela pertenece a un admirable escritor que jamás pudo inventar un argumento plausible. No me sorprendió descubrir que estimaba poco a novelistas cuyo principal don consistía en dar una estremecedora verosimilitud a los hechos que relataban. No lo censuro por esto. La tolerancia es una buena cualidad en los humanos; si ella fuese más común, el mundo de hoy sería un lugar más agradable de lo que es para vivir; pero no estoy seguro de que sea una buena cualidad en un escritor. Porque, en definitiva, ¿qué ha de darnos el escritor? A sí mismo. Está bien que tenga una visión amplia, ya que su tema es la vida en toda su plenitud; pero sólo puede verla con sus propios ojos, aprenderla con sus propios nervios, corazón y entrañas; su conocimiento es parcial, pero distinto, porque pertenece a él y no a otro. Su actitud es definitiva y característica. Si piensa realmente que cualquier otro punto de vista es tan válido como el suyo, apenas podrá sostenerlo con energía, y es poco probable que lo presente con fuerza. Está bien que un hombre acepte que hay dos respuestas para una misma pregunta; pero un autor ante el arte que practica -ya que, por supuesto, su visión de la vida está implicada en su arte- sólo puede lograr este punto de vista mediante un esfuerzo mental sintiendo, en la medula de sus huesos, que no son seis para él y seis para el otro, sino doce para él y nada para el otro. Esta testarudez sería muy desafortunada si los escritores fueran pocos, o si la influencia de uno fuese tan grande como para obligar a conformarse a los demás; pero somos miles. Cada uno tiene su pequeño mensaje que formular, y de entre todos ellos pueden elegir los lectores, conforme a sus inclinaciones, el que más les convenga.

He dicho esto para despejar el terreno. Me gusta el tipo de cuento que yo puedo escribir. Es la clase de cuento que muchos han escrito bien, pero nadie más brillantemente que Maupassant. Relata siempre un incidente curioso, pero no inverosímil. Presenta la escena con la brevedad que requiere el medio, pero con claridad. Las personas afectadas, la clase de vida que llevan y sus defectos se muestran con el número justo de detalles como para hacer claras las circunstancias del caso. Se dice todo lo que es necesario saber de ellos. Un autor como Maupassant no copia de la vida; la acomoda para sorprender, excitar e interesar. No intenta transcribir la vida sino dramatizarla. Sacrifica la verosimilitud al efecto, y su desafío consiste en ver si se sale con la suya. Si concibe los incidentes y las personas que intervienen en el cuento en forma que tomemos conciencia de su artificio, falla. Pero el que algunas veces falle no descalifica el método. En ciertas épocas los lectores exigen que se esté muy cerca de los hechos concretos, tal como ellos los ven; esto significa que el realismo está de moda. En otras, indiferentes a la realidad, piden lo extraño y lo maravilloso. Mientras ello dure, los lectores estarán dispuestos a prescindir de su incredulidad. La probabilidad no es algo establecido de una vez para siempre, cambia con los gustos de cada época: ella reside en el qué y en el cuánto se puede hacer tragar al lector. De hecho, en toda obra de ficción se aceptan algunas inverosimilitudes porque son usuales y a menudo necesarias para que el autor pueda seguir sin demora con su argumento. Pocos han establecido con mayor precisión las reglas del tipo de cuento que estoy describiendo que Edgar Allan Poe. Si no fuera por su extensión, citaría íntegramente su trabajo acerca de los "Cuentos contados dos veces", de Hawthorne. Allí dice todo lo que hay que decir sobre el asunto. No es difícil saber qué entendía Poe por un buen cuento: es una obra de imaginación que trata de un solo incidente, material o espiritual, que puede leerse de un tirón. Ha de ser original, chispeante, excitar o impresionar, y debe tener unidad de efecto. Deberá moverse en una sola línea desde el comienzo hasta el final. Escribir un cuento conforme a los principios que él estableció no resulta tan fácil como algunos piensan. Requiere inteligencia, quizá no de un orden muy superior pero sí de cierto tipo; requiere sentido de la forma y no poca capacidad inventiva. Rudyard Kipling ha escrito en Inglaterra los mejores cuentos de esta clase. Entre los escritores ingleses de cuentos cortos sólo él puede resistir ser comparado con los maestros franceses y rusos. Aunque Kipling tuvo éxito de público y lo mantuvo desde el principio de su carrera, la opinión de la gente culta fue siempre algo condescendiente en sus alabanzas. Ciertas peculiaridades de su estilo enojaban a los lectores de gusto exigente. Se le identificó con un imperialismo que irritaba a no pocas personas inteligentes, y que aún hoy produce desagrado. Era un maravilloso cuentista, variado y muy original. Poseía una fértil imaginación y en alto grado el don de narrar incidentes de manera sorpresiva y dramática. Tenía sus fallas, como las tiene todo escritor; creo que éstas se debían al ambiente y a su educación, a los rasgos de su carácter y a la época en que vivió. Ejerció una gran influencia en sus colegas escritores, pero tal vez la ejerció mayor en aquellos hombres que de una u otra forma llevaron el tipo de vida que él describió.
Cuando uno viaja por el Oriente se asombra al comprobar cuán a menudo se cruza uno con hombres que se modelaron de acuerdo a los personajes de su invención. Dicen que los personajes de Balzac pertenecían más a la generación que siguió que a la que él se propuso describir. Sé, por experiencia, que veinte años después de que Kipling escribiera sus primeros cuentos importantes, hubo hombres esparcidos en diferentes puntos del Imperio que jamás habrían sido lo que fueron de no haber existido él. No sólo creó personajes; modeló hombres. Eran individuos valientes y honrados que hacían el trabajo que se les encomendaba con la mayor habilidad de que eran capaces. Es difícil inventar un cuento como los que escribió Poe y, como bien sabemos, hasta él mismo se repitió más de una vez en su pequeña producción. En este tipo de narraciones hay muchos trucos y cuando, gracias a la aparición y rápida popularidad de la revista mensual, la demanda de tales narraciones llegó a ser grande, los autores no se hicieron de rogar para aprenderlos. Para que sus cuentos fueran más efectistas, les impusieron ciertas reglas convencionales, terminando por desviarse tanto de la realidad al describir la vida, que sus lectores se rebelaron. Se cansaron de estos cuentos hechos según un modelo que conocían demasiado. Dijeron que en la vida real las cosas no suceden con tanta claridad; la realidad es un enjambre de hilos cortados y puntas sueltas; meter todo en un molde sería falsearla. Pedían un mayor realismo. Pero copiar la vida nunca ha sido tarea de artista. El historiador del arte Kenneth Clark aclara bastante este punto en su obra "El desnudo". Nos muestra en ella cómo los grandes escultores de la antigua Grecia no se dedicaron a seguir paso a paso a sus modelos, sino que los usaron como instrumentos para realizar su ideal de belleza. Si observamos las pinturas y esculturas del pasado, no dejará de sorprendernos lo poco que los grandes artistas se preocupaban de dar un testimonio exacto de lo que veían. Se cree que las deformaciones impuestas a sus modelos por los artistas plásticos, muy bien representados por los cubistas de ayer, son invención de nuestro tiempo. No es así. Se piensa esto porque nos hemos acostumbrado de tal forma a las deformaciones impuestas en el pasado, que las aceptamos como representaciones literales de los hechos. Desde el nacimiento de la pintura occidental, los artistas sacrificaron la verosimilitud a los efectos que deseaban. Igual cosa ocurre con la literatura de ficción. Para no retroceder mucho, volvamos a Poe. Parece increíble que éste pensara que los seres humanos hablaban en la forma en que hacía dialogar a sus personajes; si ponía en su boca parlamentos que nos parecen tan irreales, debe ser porque pensaba que ello era necesario al tipo de cuento que estaba relatando, y porque lo ayudaba a realizar el esquema que sabemos tenía a la vista. Los artistas sólo caen en el naturalismo artificial cuando se les reprocha que se han alejado tanto de la vida que deben volver inexorablemente a ella. Entonces se ponen a copiarla con la mayor exactitud posible, no como un fin, sino tal vez como una saludable disciplina.

Respecto al cuento corto, el naturalismo del siglo XIX se puso de moda como reacción al romanticismo, que se había hecho aburridor. Uno tras otro, los escritores intentaron retratar la vida con intransigente veracidad. Los escritores de esta escuela miraron la vida con ojos menos parciales que los de la generación precedente; fueron menos dulzones y menos optimistas, más violentos y directos. Sus diálogos eran más naturales y elegían a sus personajes de un mundo que, desde los tiempos de Defoe, los autores de ficción habían descuidado; pero no innovaron en la técnica. Respecto a lo esencial del cuento corto, se contentaron con los viejos moldes. Persiguieron los mismos efectos que Edgar Allan Poe; usaron las mismas fórmulas que éste fijó. Pero hubo un país en donde aquella fórmula prevaleció poco. En Rusia se había estado escribiendo cuentos de un orden totalmente distinto durante un par de generaciones. Y cuando los hechos indicaron tanto a los autores como a los lectores que el tipo de narración que gozó tanto tiempo del favor del público se había tornado aburridoramente mecánico, se descubrió que en ese país existía un grupo de escritores que habían hecho del cuento corto algo nuevo. Es raro que esta nueva forma de narración breve haya tardado tanto tiempo en llegar al mundo occidental. Cierto es que los cuentos de Turguenev fueron leídos en traducciones francesas. Los Goncourt, Flaubert y los círculos intelectuales en que éstos se movían aceptaron a Turguenev por su majestuosa presencia, la amplitud de sus medios y su aristocrático origen; sus obras, empero, fueron miradas con el moderado entusiasmo con que los franceses han mirado siempre las producciones de autores extranjeros. Sólo cuando, en 1886, Melchior de Vogué publicó su obra "La novela Rusa", empezó a influir en el mundo literario parisiense la literatura de aquel país.Con el tiempo -creo que alrededor de 1905- varios cuentos de Chejov fueron traducidos al francés y recibidos favorablemente. No obstante, en Inglaterra seguía sin conocérsele. Cuando murió, en 1904, los rusos lo consideraron el mejor escritor de su generación. La Enciclopedia Británica, en su undécima edición, publicada en 1911, no supo decir de él más que lo siguiente: "A. Chejov mostró considerables dotes en sus cuentos cortos". Fría alabanza. Sólo cuando Constance Garnett publicó en trece pequeños volúmenes una selección de su extensa obra, se interesaron por él los lectores ingleses. Desde entonces, el prestigio de los escritores rusos en general, y de Chejov en particular, ha sido inmenso. Cambió en gran parte la forma y la actitud hacia el cuento corto. El conocía muy bien su técnica y dijo algunas cosas de extraordinario interés acerca de éste. Insistía en que un cuento corto no debe contener nada superfluo. Esto parece bastante razonable, como también es razonable lo que observa respecto a las descripciones de la naturaleza, que han de ser breves y claras. El era capaz de dar al lector, en una o dos palabras la vívida impresión de una noche nevada, el cantar de los ruiseñores hasta agotarse. O el frío brillo de las ilimitadas estepas cubiertas de nieve invernal. Su don era inapreciable.
Un día leí, siguiendo mi costumbre, la página que uno de nuestros mejores semanarios dedica a comentar la literatura del día. El crítico empezaba su artículo acerca de una obra de ficción con las palabras siguientes: "El señor Fulano de Tal no es sino un mero cuentista". La palabra mero se me atravesó en la garganta y aquel día no seguí leyendo. El crítico era un novelista muy conocido y, aunque no he tenido la suerte de leer alguna de sus obras, no dudo de que sean admirables. Pero de su observación yo no puedo dejar de concluir que un novelista deba ser más que un novelista. Parece obvio que él piensa que, en el mundo revuelto en que vivimos, es una frivolidad que un autor escriba novelas destinadas sólo a que el lector pase algunas horas agradables. Esta misma opinión prevalece en algunos escritores actuales. Tales obras son, como bien sabemos, descartadas por "escapistas". Este vocablo debe descartarse del vocabulario de los críticos. Todo arte es "escapista", tanto las sinfonías de Wolfgang Mozart como los paisajes de John Constable. ¿Acaso leemos los sonetos de Shakespeare o las odas de Keats por algo que no sea el agrado que nos producen? ¿Por qué hemos de pedir más a un novelista de lo que pedimos a un poeta, a un compositor, a un pintor? De hecho, no existe algo que sea un mero cuento. Aunque su autor lo escriba sin más intenciones que la de hacerlo legible, sin querer, a veces, hará una crítica de la vida. Cuando Rudyard Kipling, en sus "Cuentos de las colinas", escribió acerca de los civiles hindúes, los oficiales jugadores de polo y sus esposas, lo hizo con la ingenua admiración de un joven periodista de origen modesto, deslumbrado por lo que él consideró fascinante. Es extraño que en su época nadie viera la dura acusación al poder supremo que encerraban esos cuentos. Hoy no se pueden leer sin pensar que era inevitable que los británicos, tarde o temprano, se verían forzados a perder su dominio en la India. Igual cosa pasaba con Chejov. Trataba de ser objetivo, procuraba describir la vida con veracidad, y es imposible leer sus cuentos sin sentir que la brutalidad e ignorancia sobre las que escribió, la corrupción, la miserable pobreza de los humildes y la despreocupación de los ricos acabarían necesariamente en una revolución sangrienta.

Supongo que mucha gente lee obras de ficción porque no tiene nada mejor que hacer. Lee por agrado, y es lo que se debe hacer. Pero algunos buscan en sus lecturas distintos placeres que otros. Hay quienes buscan el placer de reconocerse en ellas. Los lectores de "Las torres de Barchester" de Anthony Trollope, las leen con íntima satisfacción porque retratan el tipo de vida que ellos mismos llevaron. En su mayor parte estos lectores pertenecen a la alta clase media, y se sienten a gusto con la alta clase media que describe Trollope. Otros lectores buscan en la novela cosas extrañas y novedosas. El cuento exótico ha tenido siempre sus partidarios. La mayoría de la gente vive existencias asombrosamente aburridas y constituye una forma de descansar de la monótona vida el dejarse absorber un rato por un mundo de arriesgadas y peligrosas aventuras. Sospecho que los lectores rusos de los cuentos de Chejov hallaron en ellos un placer distinto del encontrado por los lectores del mundo occidental. Conocían bien las condiciones de la gente que aquél describió tan nítidamente. En cambio, los lectores occidentales ven en sus cuentos algo nuevo, raro, a veces terrible y depresivo, pero presentado con una veracidad impresionante, fascinadora y hasta romántica. Sólo los muy ingenuos pueden suponer que una obra de ficción ha de dar informes fidedignos sobre temas importantes para sus vidas. Por la naturaleza misma de su capacidad creadora, el novelista es incompetente para tratar dichos asuntos; él no se debe a la razón sino al sentir, al imaginar y al inventar. Es parcial. Los temas elegidos por el escritor, los personajes que crea y su actitud ante ellos, están condicionados por su parcialidad. Lo que escribe es expresión de su personalidad, manifestación de sus instintos, emociones, intuiciones y de su experiencia. Arregla sus datos a veces sin saber cómo, pero otras sabiendo muy bien lo que se propone; después usa su destreza toda para evitar que el lector lo descubra. Henry James insistía en que el autor de ficción debía dramatizar. Esta es una impresionante, aunque no muy lúcida, forma de decir que el escritor debe arreglar de tal manera los hechos que atrape y mantenga la atención del lector. Fue lo que hizo Henry James, como todos saben bien. Lógicamente, esta no es la forma adecuada para escribir un trabajo científico o informativo. Si los lectores se interesan en los problemas importantes de la actualidad, harán bien en no leer -como lo aconsejaba Chejov- ni novelas ni cuentos cortos, sino obras que traten específicamente de ellos. El fin propio de los autores de ficción no consiste en instruir sino en agradar.

Los escritores llevan vidas oscuras. No son invitados a la mesa del alcalde, ni se los nombra ciudadanos honorarios de las ciudades. No es para ellos el honor de romper una botella de champaña contra el caso de un barco pronto a salir al océano en su viaje inaugural. No se agolpan multitudes, como ocurre con las estrellas de cine, para verlos salir de su hotel y saltar dentro de un Rolls Royce. Pero tienen sus compensaciones. Desde los tiempos prehistóricos ha habido hombres que, favorecidos por el don creador, han adornado mediante sus obras de arte el feo negocio de la vida. Como puede verlo cualquiera que viaje a Creta, allí fueron decoradas las copas, las tazas y las vasijas no para hacerlas mas útiles sino más agradables a la vista. A través de las diversas épocas, los artistas se satisficieron en forma completa produciendo obra de arte. Si el autor de ficción es capaz de esto mismo hace todo lo que se le puede exigir dentro de lo razonable. Es un abuso utilizar la novela como púlpito o estrado.

martes, 18 de octubre de 2016

EL NOBEL DE BOB DYLAN; RECONOCIMIENTO A LA POESÍA DE UNA EPOCA







Bob D. y Allen G. compartiendo su porrito.





EL NOBEL DE BOB DYLAN; RECONOCIMIENTO A LA POESÍA MUSICAL DE UNA ÉPOCA

Por: Omar García Ramírez


   El debate sobre un premio Nobel de literatura que ahora se sirve en bandeja de plata por la academia sueca, dará para rato. A lo mejor, eso era lo que buscaban; que un premio mediático diera origen a un debate mundial entre los sectores que se ocupan de la cultura; y en particular, los gremios de escritores, periodistas y académicos.

   Algunos dicen que el premio a un músico puede ser una jugada estratégica de la industria del sector que va de capa caída y un golpe bajo para la literatura, que, en los tiempos que corren está siendo desplazada de la escena mundial por la obscenidad pornográfica de la banalidad; es muy posible que tengan razón. La música popular, el folk, el pop y el rock tuvieron en sus momentos de gloria la genialidad artística para decirle al mundo cuatro verdades; inspiraron generaciones, motivaron cambios sociales y espirituales, se opusieron a los conflictos bélicos que en los años sesenta marcaban el inicio de la carrera armamentística y la línea caliente de la guerra fría; ahora, los músicos en una gran mayoría solo esperan estar sonando en la radio para tener su primer millón como dice una parranda techno pop muy colombiana.

   Pero…
   Es algo más complejo;  un asunto lleno de matices, una piedra brillante llena de aristas y facetas. 

   Que se demoraran mucho tiempo para dar un Nobel, no tiene importancia. A la mayoría de los artistas consagrados con esta distinción, se les ha otorgado cuando estaban a un paso de la tumba.

   Que viniera de una línea periférica de la literatura, tampoco; (una buena parte de los distinguidos con el Nobel  de la paz, vienen desde las estructuras oficiales de la guerra. Y nadie ha dicho nada por ello. (remember kissiguer, Obama y Santos)

   El Nobel de química en su momento se lo hubiesen podido dar a Albert Hoffman por haber sintetizado el Ácido lisérgico y a Alexander Shulguin por su aporte en las investigaciones sobre la psicodelia y la expansión de la conciencia…pero no se los dieron. En el campo de la literatura, tampoco se le concedió a Borgues, ni a Navokov, ni a Miller, ni a Cortazar, como a tantos otros; sin contar los que lo han rechazado como Sartre, por diversos motivos que no vienen a lugar.

   El premio Nobel, a pesar de su desprestigio creciente (razones que ya todos conocemos), no deja de ser la condecoración oficial más importante del mundo. Es allí en donde se le dice a ciertos genios y talentos, ustedes hacen parte de la historia oficial del conocimiento, la ciencia y el arte de este planeta. Es su acervo, el arca de la alianza en donde los elegidos se suponen que pasan a un nuevo nivel. Bueno, hasta el momento no he sabido de un Nobel que se suicidara, alguno que terminara alcohólico, convertido en heroinómano o malviviendo en un hotel, con su obra en cajas de cartón como Nikola Tesla; o de uno que vendiera su medalla en una compraventa como ciertos deportistas del trópico caribeño.

   Este nobel de literatura en particular, es, a mi entender, un reconocimiento tardío a los miembros de dos generaciones: los beatnik y los hipsters. Algunos escritores británicos han desplegado su vena irónica; el autor de la novela Trainspotting, Irvine Welsh, escribio: "Soy un fan de Dylan pero este es un premio de nostalgia mal otorgado por las próstatas rancias de hippies seniles y delirantes".

  Otros usaron el momento para subir el P.H. de la acidez a sus comentarios; el escritor satírico Gary Shteyngart, dijo: "Entiendo completamente al comité del Nobel. Leer libros es difícil". El humor de la tribu de Leví aprieta y apalea, de eso no hay ninguna duda. El humor es lo que permitió a ciertos colectivos humanos el sobrevivir, y el entender sin prejuicios de ninguna índole los modelos culturales de otras naciones. 

   Tienen razón, lo señores arriba citados  ya que en esencia, los premios Nobel son eso; opiniones de un grupo de personas (los jurados) quienes de una u otra forma se tratan de justificar a sí mismas; justificar su historia o su vida, los sueños de su juventud, sus afinidades electivas. En fin de cuentas un premio no es más que el resultado de alguna opinión subjetiva sobre una obra en particular.

   El señor Robert Allen Zimmerman, después Bob Dylan en honor al poeta gales Dylan Thomas,  es el único sobreviviente (no hace parte del selecto club de los cadáveres bien parecidos a los 27) en la arena cultural de nuestros tiempos, de una generación que trató de inyectar por vía intravenosa algo de poesía y rebeldía en el cuerpo de una sociedad que para su época estaba dividida, confrontada y en guerra.

   Aunque Bob Dylan no viniese de esa misma camada, era hijo putativo de la misma, fue el engranaje que articuló en escena el ocaso de la Beat Generation, con la horda hippie de los hijos de las flores. Sus influencias literarias eran comunes y su retroalimentación no es una a leyenda, sino la realidad de toda la cultura poética norteamericana de los años sesenta, con influencias y ecos tardíos en todos los movimientos literarios de América latina y el mundo occidental.

   Bob Dylan es un bardo, un folksinger, que en su momento, intentó llegar con la poesía a un público más amplio; la middle class que nunca había conocido a un Rimbaud, ni aun Baudelaire, ni aun William Blake. Un público juvenil que estaba despertando al mundo, y que aún bajo presiones políticas, propaganda y hasta en casos muy documentados, siendo objeto de experimentos a gran escala de tipo militar; resistía y no entraba en el molde de la gran familia americana.  Esto no lo hizo solo; se debe entender su influencia global bajo la égida de su padre adoptivo y asesor espiritual, más tarde fan, y enamorado queer en modo platónico; Allen Ginsberg.

   En su magnífico libro “Bob Dylan en America” el historiador Sean Wilentz dice: “…la participación de Dylan con los escritos de Kerouac, Ginsberg, Burroughs, y el resto de la generación beat es casi tan esencial para la biografía de Dylan como su inmersión en el rock and roll, el rhythm and blues, y luego Woody Guthrie. "Salí del desierto, y naturalmente encontré con la escena Beat, el bohemio y multitudinario Be Bop, se conecta todo más o menos", dijo Dylan en 1985. "Fue Jack Kerouac, Ginsberg, Corso, Ferlinghetti... y me puse en la cola al final de esa magia y tenía un impacto tan grande en mí como Elvis Presley".

   Más adelante Sean Wilentz dice de Bob Dylan:  “…cuando llegó a Nueva York, con la cabeza llena de Woody Guthrie, descubriría que a pesar de los dos mundos se cruzaron, alineaciones culturales de Manhattan eran más enrevesado”. Para referirse a ese choque cultural que estaba gestándose en la escena neoyorkina de principios de los sesenta, los folkies herederos de la tradición popular y los beatniks que estaban más cercanos al jazz, al blues, al Rhytm&Blues. El radicalismo de raíces populares, los Wobblies del sindicalismo comunista, chocaba con el anarquismo multicultural y cosmopolita de los beatniks.

   Sin embargo estas dos grandes corrientes culturales, se fueron hermanando entre roces, bohemia, orgías, experimentaciones con las drogas y viajes en la carretera. Se reconocieron como tribus hermanas que tendían puentes y mantenían viva la llama de la poesía; eran  continuación de tradiciones, punto de confluencia de la cultura europea, el gnosticismo, el budismo y el hermetismo por parte de la comunidad Beatnick y las raíces de la América profunda, "la urdimbre de madera vieja de América" de la que hablara Jack kerouac. Los gyspsys y cowboys, los ferrocarrileros nómades de modales rudos, se encontraron con la sofisticación y la experimentación a ultranza de colectivos de intelectuales que parecían vivir en un continuo freak show. Sus influencias cruzadas, su deslumbramiento y mutua admiración, su desprejuiciamiento, su liberalismo a ultranza solo conocido en ciertos periodos de aquellos tiempos. Una época decandente en donde los citadinos beatnicks acogieron a los bárbaros y los convirtieron en sus ídolos, ya que de alguna manera esos bárbaros del medio oeste, esos vaqueros sin tierras ni ganado, esos fronterizos sin horizontes, representaban algo más auténtico y hablaban un idioma americano que les permitía decir cosas profundas con la música. Esto permitió que el caldo de cultivo de la nueva poesía norteamericana fuera colonizado por una cepa fuerte, algo viral que traía la sangre de los Apalaches, de las llanuras de Minnesota y las armónicas salpicadas de sal marina de la bahía de San Francisco.

   Luc Sante un cronista inspirado de la Nueva York que vio el nacimiento de todos estos brotes culturales y contraculturales dice en “Mataras a tus ídolos”: “La bohemia comenzó en Europa y se extendió al resto del mundo, pero lo hip (Leland emplea la palabra como nombre y adjetivo) es autóctono de Estados Unidos. La palabra deriva del término wolof hepi (“ver”) y hipi (“abrir los ojos”). El siglo XIX queda representado, por un lado, por los extraordinarios cimientos de Thoreau, Melville, Withman y, sobre todo, Emerson (un temible lector de los posos de té que, al parecer, predijo todas las tendencias culturales estadounidenses del futuro) y, por otro lado, por el crecimiento de bardos que sentaron las bases de esa piedra angular con extraña forma llamada IRONÍA. El siglo XX es frenético. Se pueden unir los puntos entre el jazz de Nueva Orleáns, la bohemia del Greenwich Village, el Renacimiento de Harlem y los exiliados del parís de los años 20 y escuchar después el riff repetido en un nuevo tono tras la Segunda Guerra Mundial, gracias al bebop y la generación beat. Pero al margen de la historia hay criminales, dibujos animados, (¿hubo alguna vez un hipster más perfecto que Bugs Bunny, al menos antes de que se convirtiera en cómplice?), cine negro, engaños, drogas”……Más adelante en la narrativa cronológica encontraremos hippies (brevemente), punk, hip hop y hackers, entre otros. ¿He mencionado ya las drogas? Hay tantas líneas argumentales entrelazadas que se necesitaría hacer un organigrama sobre el tema”.


    Todo lo anterior, que vincula a la generación literaria, con la poesía cantada de Bob Dylan se puede apreciar en las imágenes de uno de los primeros vídeos musicales de la historia: "Subterranean Homesick Blues" El famoso cameo de Ginsberg al fondo, mientras Dylan utiliza un original y modesto recurso de cartulinas rotuladas con su caligrafía. A lo anterior se sumarían otras colaboraciones, la musicalización de algunos poemas de William Blake, la experimentación con improvisaciones y grabaciones en viaje de carretera compartido, utilizando algunas técnicas del viejo y por aquel entonces incombustible Burrougs. Algunas obras que podemos considerar el fruto maduro de aquella relación y en donde las influencias están más acentuadas serían: “Desolation Row” de Dylan (1965) y “Wichita Vortex Sutra” (1966) de Ginsberg. Aunque distantes en su alumbramiento por unos pocos meses, hacen parte de lo que considero el cordón lírico y musical que termina por enganchar la dos nuevas tradiciones americanas, la de su poesía y las de su música folk.

   Por lo tanto, la afirmación de que a Bob Dylan no se le puede considerar un literato, a pesar de haber sido reconocido con otros premios para escritores como el príncipe de Asturias (que por cierto lo han recibido otros cantautores como Leonard Cohen), no puede ser considerada del todo. La poesía norteamericana de los 50, 60, y 70 del siglo pasado, gravitó en torno a una corriente vital muy particular en donde la música era un componente esencial; de la misma manera que la poesía europea de entreguerras estaba imbricada de manera genital y fraternal con la pintura.

   En muchos sectores académicos se mira con sospecha el estudio de la poesía musicalizada, o de la lírica contenida en la música popular. Dice Guadalupe Campos en artículo de la revista on line "Lutor":

"Si hemos de tomar el problema de la lírica entendida en general, sin atender a la especificidad de lo medieval, hace falta, primero, mencionar que hay un problema con la formación del canon: la lírica actual sólo en casos muy excepcionales llega a convertirse en objeto de estudio “serio” para los estudios literarios. Es más común encontrar tesis doctorales sobre oscuros poetas menores que sobre la lírica de las canciones de The Who, o sobre Enrique Molina antes que Spinetta. La excepción son aquellos conjuntos líricos que conforman, para algún sector de la academia internacional, una curiosidad cultural: sea porque su tiempo de gloria pasó dejándonos un pasado mítico sólo accesible para iniciados que ha tenido, por algún motivo normalmente externo a la lírica en sí, buena fortuna académica (como ocurre con el blues o el tango), o porque nos llegó en forma de lírica folklórica anónima, lo que en términos de estudios universitarios la cubre de un velo de interés antropológico antes que estético. El interés por la lírica, entonces, está supeditado a otros factores, y normalmente todos estos estudios tienen bastante poco para decirse entre sí." *


   Bob Dylan creó además un momento de ruptura en esas corrientes de la canción social, cuando se electrizó; cuando decidió  utilizar en sus presentaciones guitarras eléctricas y otros instrumentos que eran comunes en la escena del rock, pero que no era de buen recibo en la escena del folk; ganándose de paso la ira de sus seguidores y las simpatías de otros sectores de la música. Con ello,  demostró su independencia y su preocupación por expresar una poesía más personal, urbana y compleja.

   El punto de quiebre de aquella “transgresión” se dio durante un concierto en el año 1966 durante su gira por tierras británicas. Ante aquel grito de: "¡Judas!", Dylan se dirigió al público y dijo: I don´t believe you. You´re a liar. (No te creo. Eres un mentiroso), giró se volvió a la banda y les dijo: Play it fucking loud (Tocad jodidamente alto). Alza una mano para dedicarla al público y al instante empiezan a sonar los estallidos de la batería en lo que es el principio de una versión eléctrica de Like a Rolling Stone. Una canción que es en esencia toda la filosofía, la gloria y la desdicha de lo que significó en su mejor momento el rock.

   De esta manera se comenzó a forjar la leyenda de alguien que no sería fácil de domesticar por el sistema, pero que tampoco se dejaría manosear por los líderes del mercado intelectual. Era de cierta manera un hombre que caminaba buscando su destino.

***

    Pero volvamos al premio…Lo que, especulando un poco, representa.
   El premio en fin de cuentas, es el llamado en la tabla de la  ouija al fantasma de una corriente cultural. A la representación cultural de un fantasma. Algo que vivió de manera fuerte, plena y caótica. Un asteroide que en su paso afectó la vida de miles de seres humanos.

   Un premio también  para toda la izquierda exquisita de Greenwich Village; toda la masonería queer, la cofradía Yiddiz de la Partisan Review, que para bien o para mal, ha hecho presencia omnímoda en la escena cultural de occidente desde finales de la segunda guerra mundial y que giró en su momento, sobre un vórtice creativo en la capital americana encandilada por las luces de la bohemia chic. Y esto podría parecer una afirmación baladí, para intelectuales que carecen de rigor investigativo; pero, si se busca en las raíces aparece esta rebeldía atávica coronada en el laurel de la poesía más vanguardista. Casi salvada, inscrita en la historia, reafirmada por medio del reconocimiento mediático, sacada de las fronteras de la diáspora y puesta en las primeras instancias.


   Aquella mixtura de música, psicodelia y poesía, eran la corriente cultural más viva de otros tiempos, hay que decirlo.

   Y no se puede pedir a la escena musical del presente los ácidos frutos que en el jardín del edén se cultivaron, los hongos psicodélicos que florecieron en In-A-Gadda-Da-Vida.

   En aquella época, los poetas cantaban acompañados de músicos de jazz y panderetas; los músicos a su vez, intentaban la poesía con armónicas y  guitarras de pastillas lisérgicas.

   Kennet Patchen y Kenneth Rexroth inventaban un lenguaje en donde la pintura, los ideogramas y la música vernácula de la poesía, constituían un intento por alcanzar nuevos niveles de significado.

   No debemos olvidar que eran los 60. Hubo encuentros, pero también el choque de múltiples expresiones culturales: los primeros embates de la New wave, el desembarco de la armada del arco iris; las bandas británicas que venían a desenterrar sus raíces musicales, mientras los nietos de Whitman, que se habían embriagado en la Casa del Sol Naciente de New Orleans, ahora, los esperaban en las calles de N.Y.
Los poetas de la tradición cívica, contra los poetas psiconautas del misterio Eleusino.

   Hoy en día es difícil encontrar algo que sacuda las ramas de la imaginación en el árbol del conocimiento. No quiere decir que no exista. Solo que se ha diluido, como una droga dura a la que se la quitado su carga de veneno. Las trompetas no hacen temblar los muros de Jericó; sólo queda una tenue reverberación bajo la muralla del sonido.

   Entonces un premio, un reconocimiento casi arqueológico, se constituye en un ejercicio de nostalgia.

    Los tiempos han cambiado.

   También para el autor de esa docena de canciones, que, según los críticos, se encuentran entre las mejores de la música popular en idioma inglés; retirado a una expresión cada vez más personal y romántica, sigue siendo a su pesar, inspirador de cientos de grupos y cantautores de todo el mundo. Que algunas bandas del mainstream buscando recargar sus ondas recurran a esas composiciones para hacer versiones más o menos destacadas, es un signo de que, a pesar de todo, su carga poética sigue vigente para una buena parte del público.

   Canciones como:
   "Subterranean Homesick Blues", "Blowin 'in the Wind", "The Times They Are A-Changin'"
 "Hurricane", "Sad-Eyed Lady of The Lowlands”, “Like a rolling Stone”, "Desolation Row"  "Knocking On Heaven's Door" Se convirtieron en himnos, plegarias y poemas musicalizados de una generación.

   Sin embargo, este premio deja un sabor agridulce, no solo por la nostalgia de una trascendencia fallida. Es el ocaso de algo que brilló como una estrella, el sentimiento de una época en donde al parecer el mundo podría tomar un rumbo diferente al que ahora transita.

   Una estrella que ya apagada, clausurada, perdida su energía, fagocitada por la industria ya es otra cosa. El premio es, de cierta manera el esfuerzo por  reconocer los sueños de a una generación; quisiera suponerlo; Intento imaginarlo…

   Pero no.
   No es tan fácil como lo dije al principio.

   Esa generación estuvo en el poder, y se dedicaron a bombardear sin miramientos mientras recibían blow Jobs en el escritorio de la oficina oval; los herederos de la cabaña del tío Tom han decepcionado. No por su prosa ni su poesía, (no estaban cantando). Tenían el poder y el respaldo popular para impulsar los cambios en su espacio americano y de paso en el mundo. No les alcanzó la fuerza; se dieron cuenta que una cosa era la imaginación y la poesía; otra la guerra y la banca.

   Y la escena que rodea a la música popular norteamericana ha cambiado.

   En su tiempo La Factory de Andy Warhol producía pintura, incubaba geniales gafiteros como Jean-Michel Basquiat, se lanzaban experimentos musicales como the Velvet underground, se educaba a musas inspiradoras como Niko, la valkiria dorada;  o Edith Minturn Sedgwick la aristocrática, glamurosa y plateada musa que diera origen a la guerra entre los pupilos de Andy W. y los feligreses de B. Dylan atrincherados en el Chelsea hotel, e inmortalizada en letras de canciones tan bien logradas como "Just Like A Woman" y “Like a Rolling Stone"; se lanzaban al ruedo cortesanas líricas, como Pamela Des Barres, quien acunó en su sonrisa vertical para su erótico lullaby a varias bandas con sus respectivos Backstages. El caldo de cultivo; el hábitat de aquellas colmenas de creadores, era otra cosa.

   La industria de nuestros días produce en su gran factoría postmoderna y globalizada un producto homogenizado que ya no es ni la sombra de lo que fue. Algunos ídolos de esa industria destinada a la juventud parecen sacados de un museo de cera, los Justin Biebers y sucedáneos y como musas de escaparate se nos quiere vender a una madona jamona forrada grasa hidrogenizada como kardashian o una freak lobotomizada que en época de celo, acostumbra meterse bolas de demolición entre las piernas como la Myley Cyrus. A este nivel como consumidores y prosumidores globales de pop culture se nos quiere reducir. La juventud ya no tiene sus ídolos contraculturales, tiene a empresarios del gran capital que mueven fichas como modelos en el parque de atracciones del mercado.

   La contracultura ha desaparecido y en la escena de la canción norteamericana, solo el dios dólar abre su ojo de fuego sobre la pirámide del in God we trust, que algunos leen acertadamente como: in Gold we trust.

   Y sin embargo… Quedan doce o trece canciones, poemas de un bardo universal.
   Un folksinger que tuvo su gran momento cabalgando sobre el viento de un sueño libertario y que también descendió a los oscuros socavones de los desheredados de la tierra.
   Al fin y al cabo
   un poeta es sólo un hombre que intenta cantar en su propio funeral.

   Para mí es motivo de reflexión… Alegre y agridulce,
   (ya saben, no me entusiasmo fácilmente, ni doy elogios desmedidos).
   Y en tiempos de trinos, de mirlos y calandrias, retomar algunos modelos poéticos se hace más necesario que nunca; Zaratustra y Burrougs, ¿por qué no?; Dylan y Ginsberg, confluyen de nuevo en estas reflexiones.

   En fin…
   Amigos escritores
   (Me voy a permitir tomarles el pelo)
   No se ofusquen…
   No se preocupen…
El próximo nobel de literatura será para Woody Allen
de eso, pueden estar absolutamente seguros.



* La lírica en la época de su reproductibilidad técnica
   (La guitarra muerta en el ropero de la teoría)

O.G.R.


domingo, 4 de septiembre de 2016

UNA PAZ










UNA PAZ…

(Los tres niveles)


Por: Omar García Ramírez


1


Una paz….sí…
Pero no una paz chiquita y enclenque, no una paz asustadiza y perdida en la mirada hueca de los cientos de miles de jóvenes que han muerto al buscarla como a una quimera en las montañas.
Una paz sí,  pero no una paz de modales zalameros, Requerimos de una paz robusta, de brazos campesinos y obreros, ya que sobre ellos se ciñó encarnecida la sombra de la violencia.

(Esto no es realismo socialista, es la realidad que reclama nuestra sociedad)

Fue en los campos, donde la rapiña de los señores de la guerra se enseñoreó con más sevicia.
Fue en los campos, donde la usura sanguinaria dejó abierto el costillar tectónico del país;
un reguero de muertos, y alaridos sin almas, y  cuerpos sin sepelio.
Más en los campos….que en las ciudades.
Allí donde jóvenes soldados campesinos y obreros se enfrentaron a jóvenes campesinos y guerrilleros, dejando en sus camisas  perforadas, un ruido de pólvora y azufre, de odio y violencia.
No es nueva la matanza…. desde hace un siglo y medio, tal vez más, ha venido manifestándose esa guerra como una ola; marejada que viene cada tanto tiempo…
Esos jóvenes que perdieron su norte.
Esos jóvenes que nunca vieron la  llama dorada de su estrella.
Esos jóvenes que en las montañas se encontraron con los fantasmas
diluidos en la lluvia y en la niebla.
Esos jóvenes, ya en otra dimensión, bajo selvas de cardos y de líquenes;
de soles y estrellas…Merecen esa paz.

Pero no una paz de teatro o bambalina…
No una paz donde los señores de la banca sigan diseñando en sus computadoras los mercados y los dividendos para esquilmar al pueblo colombiano.
(Un pueblo que sueña, no es un pueblo que duerme).
Una paz requiere también del desarme de la banca y de la usura, y la casta terrateniente.
De las grandes bandas de guiñoles al servicio de las trasnacionales.
De las Onorata società al servicio de los monopolios del petróleo y el agua,
y los recursos naturales;
Se requiere crear una plataforma social que empodere al ciudadano.
Sobre esa plataforma se podrían erigir  los pilares de una paz sólida.
Poderes de veto, de control político, económico y social sobre esa caterva de cleptómanos profesionales y una buena parte de los que se sirven del respetable, es decir: algunos “los servidores públicos”. V.P.P. Veeduría popular y permanente.
Repitamos: Una paz que empodere al ciudadano dándole herramientas efectivas de control político y veto real.
Una paz que dé al ciudadano la dignidad que se merece.
El ciudadano, no solo es ciudadano el día de elecciones. Debería ser ciudadano durante toda su vida, mientras tenga herramientas para decidir el futuro de su sociedad y para controlar y vetar los desmanes de la autoridad.

Una paz también para las ciudades.

Porque allí se refugiaron los hombres y mujeres, los viejos y los niños, con todo el dolor y el miedo y las pesadillas de quienes huyen de la guerra.
Y luego, cuando pasa el temblor, ese miedo se convierte poco a poco, en una ira pequeña, pequeñita; pero que va creciendo, se torna dura, áspera y negra. Y tiene que salir al ruido de las calles.
Miles de pequeños maleantes, ladroncitos, expendedores, atracadores y todos los pequeños criminales colombianos llenando las cárceles.
Escoria de presidio, rostros de niños hambrientos, mulas del micro-tráfico, putas y rufianes,
merodeadores de la jugada del rebusque en ciudades donde esa paz está ausente.
¿Dónde estaría esa anhelada paz
si el hombre sin empleo, tuviese que jugarse el pellejo en la calle día a día?

Una paz sí…
Una paz digna; digna para que los periódicos, en sus últimas páginas no estén saturados por caritas de malandros del rebusque. Una paz digna, para que al menos, las oportunidades lleguen; las oportunidades se den a la gente que tiene derecho, a estudio, trabajo, vivienda y salud.

Una paz, para que al menos, esa dignidad pueda empezar a ser construida.

(ESE SERÍA EL PRIMER NIVEL)

Una paz, para que el dinero y los presupuestos gigantescos que van a parar a las empresas de los buitres de la guerra, pueda ser empleado en la construcción de un país más digno. De escuelas, colegios y universidades en donde se proyecte una revolución educativa. Revolución que amplíe la cobertura física y virtual, apoyada en lo científico y lo tecnológico. Revolución que dé las oportunidades a quienes quieran aportar al desarrollo de esa paz.
Alguna gente se quedará por fuera de ese espacio educativo, alguna gente perderá el ritmo, alguna gente transitará otros caminos más difíciles...
Este es un país en desarrollo. Existen problemas de tipo legal y social frente al sistema penitenciario.
Por lo tanto, se requiere también una reforma profunda del sistema carcelario; no queda más remedio, Cárceles más dignas. Más que cárceles reformatorios. Ya que si el hombre debe pagar por sus errores, lo debe hacer también con dignidad; no convertirlo a golpe de tortura y hacinamiento en una bestia de encierro y desecho.
Una paz para que los ancianos no se mueran de hambre; o colapsen bajo infartos mientras hacen filas en los servicios médicos; para que las pensiones lleguen oportunamente, como debe ser.
Una paz que dé a los hombres y mujeres que trabajaron toda una vida, su pensión. Eso es de importancia capital para una paz justa.
No una paz de miseria y humillación.
Deben los hombres y mujeres colombianos que alguna vez fueron jóvenes, que trabajaron de manera honesta, en hospitales, colegios, fábricas, universidades y campos. Perder su dignidad arrastrando sus pasos por miles de pasillos kafkianos. Llenando miles de sellos y enviando miles de tutelas y esperando inanes frente a taquillas en donde funcionarios ineptos les responderán con caras de fantasmas; negativas y dilaciones.

¿Deberán seguir pasando por esto, para por ultimo caer en manos de los abogados?

¡No!

Una paz con leyes justas y herramientas civiles.
Una paz que dé al ciudadano los elementos de la construcción y la cosecha.
Una paz con tecnología y ciencia para los campesinos;  escuelas y hospitales;  vías de comunicación en los campos colombianos. Con créditos y apoyos efectivos para los agricultores.
Una paz robusta con aire de cosecha y tiples afinados y niños correteando por los parques…No mendigando o prostituyéndose en los semáforos.

Esa, es la paz que se requiere.

La otra, sería…solo un verano corto, antes de los aguaceros, las tormentas y las inundaciones del invierno.
No se puede permitir que banqueros y usureros que se han alimentado del sudor y de la sangre de miles de familias, sigan acaparando hectáreas de tierra que deberían ser para los campesinos pobres; tierras que estos terratenientes usufructúan a través de sus componendas con los politiqueros; produce indignación que los créditos para los medianos campesinos vayan a manos de los gamonales y sus secuaces, en un país en donde las cifras de concentración de la tierra y la riqueza son de las más altas del mundo; donde la desigualdad en la distribución de la riqueza es escandalosa. Ese punto, en la agenda de la paz, adquiere  vital importancia.

Una Paz donde los campesinos no sean lanzados a la miseria de las ciudades y en donde el latifundio improductivo tenga control estricto y leyes severas, de aplicación directa.

Colombia es un país en donde las leyes más estrictas están destinadas a las minucias de la vida cotidiana. Miles de infracciones relacionadas con el tránsito; miles de leyes relacionadas con asuntos de familia; el tabaco, el alcohol; la marihuana: etc. etc.
(Leyes y reglas sociales más estrictas que en Suecia y en Suiza. Leyes estrictas para un país en donde la gente sale a romperse contra el mundo en una subsistencia cotidiana bajo un clima de guerra).
Pero, tratándose de los grandes asuntos, de los asuntos verdaderamente importantes. Los que serían los transformadores; los pivotes legales y democráticos de las transformaciones sociales. Los engranajes dinámicos de unas reformas que potencien la democracia... Las leyes de sustancia y peso brillan por su ausencia. Y cuando intenta salir alguna con ánimo trasformador o reformador; los micos y las prebendas para los poderosos operan con eficiencia mientras la soga al cuello del ciudadano sigue apretando.
Pocas veces hemos visto verdaderas reformas, que, de manera importante,  intenten jalonar las transformaciones urgentes de esta nación.

Puede eso estar cambiando….
Esperamos todos, que por fin…
Grandes reformas se estén gestando.

2

La Constitución del 98 fue un pacto para nuevas reglas de juego; pero al parecer ese viejo juego del poder sigue inalterable. Las nuevas reglas de juego, que por aquellas épocas se implementaron;  se deformaron, perdieron su fuerza democrática; al menos, las viejas y corruptas prácticas del país político no han cambiado en su manera de operar.
El ciudadano, se ve abrumado por miles de multas, que afectan su vida diaria. Miles de sanciones económicas que llenan las arcas del estado y son objetivo de los chanchullos burocráticos y políticos; El pequeño empresario agobiado por el peso de impuestos y trabas legales; miles de infracciones legislativas hechas para un país como Dinamarca, No para Cundinamarca. Pequeños cambios cosméticos para que todo siga igual, como expresara en "El Gatopardo" G. T. de Lampedusa mientras degustaba su medusa. Pequeños ruidos de códigos civiles sobre la madera de los congresos para que el público del circo paranoide bajo efecto de publicidad, se deleite; y llene de trinos y eslóganes estúpidos las redes sociales.
Nunca una verdadera iniciativa de ley, que dé peso específico y HERRAMIENTAS a  trasformaciones IMPORTANTES para la paz.  Y si la paz de Colombia ha sido una enferma crónica por asuntos relacionados con la economía. Llegamos a la conclusión de que: ¡Es la economía, idiota!

(ESE SERÍA EL SEGUNDO NIVEL)

Es la economía de plutocracias como dijo en su momento Alberto Aguirre, el periodista antioqueño; economía que ha tirado a miles de pobres a las calles a recoger basuras; a atracar, robar celulares, poner el cuchillo o la navaja al cuello. El malestar del pequeño delito crea, poco a poco un sedimento grotesco y sangriento, una marea de odio que todo lo opaca. Y ese accionar delictivo entra en la balanza frente al otro accionar delictivo; el grande, el más dañino y depredador, ya que en  este país también existen y conviven, el delincuente patológico, el asesino serial, el terrateniente ambicioso  y el banquero terrorista.

Es la misma economía distorsionada y fracturada, la que ha llevado a miles de campesinos y pescadores, convertidos en improvisados mineros a buscar pepitas de oro en los caudales de los hermosos ríos del Choco y de Antioquia; Minería en pequeña escala; minería de subsistencia, que al igual que la mega minería, contamina nuestras reservas hídricas, nuestros bosques, nuestra tierra.

No debería ser así.

Pero esa meta efímera, ese sueño de riqueza, ha sido hábilmente publicitado en el corazón de la sociedad, para poder llevarnos como a una caterva de borregos que corren detrás de papeles verdes, ya sin valor. Todos tras el señuelo vil, en las ciudades, en los campos, en las selvas. Rompiendo cordilleras, profanando santuarios de agua, acabando con bosques indispensables para la flora y la fauna de nuestro país.

Todos caminando y enajenados por las líneas de desarrollo que nos han impuesto desde el norte…
Esas que se diseñan desde los grandes consorcios de la usura, desde la banca del FMI, desde las oficinas de la Trilateral y  desde la oficina del tesoro.

(Que unos señores muy avezados hayan comprado medio mundo con papeles verdes SIN RESPALDO EN ORO, impresos por la Reserva Federal americana; que no es federal, sino que es un holding de banqueros, una multinacional de la estafa y de la guerra; es algo que desde ya debería preocuparnos).*

O si no, pregunten por las cifras de la deuda externa.
Porque ya casi nadie habla de la deuda externa.
Un gran velo cubre ese espinoso tema...
(¿Un país que se ha endeudado en medio de la guerra
no debería discutir en tiempos de resolución de conflictos
y en el seno a las Naciones Unidas
la condonación de la deuda; totalmente o parcialmente y de esa manera destinar
los recursos necesarios a la construcción de la paz?)
¿Acaso, la paz de Colombia, no lo vale?
¿Qué es eso de la deuda externa?
¿Cuándo nos la piensan cobrar toda de golpe, a qué costo, intereses y mediante qué métodos?
¿Se han preguntado?
Vuelvo y pregunto…:
Preguntamos…:
¿Qué pasa con la deuda externa colombiana?
¿De qué manera afectará este proceso?
¿Nos dejarán construir la paz mientras estamos endeudados por décadas?
¿Cuando estemos despegando…apretarán el cepo?
(Otros paises de latinoamerica estan actuando)**
Ese no es moco de pavo…
Hay les dejo la tarea, jóvenes economistas.

Pequeños paraísos fiscales para los ladrones de cuello blanco.
Pequeños paraísos fiscales para los ladrones de la cosa pública.
Y al ciudadano de a pie: garrote y más garrote; porque ni siquiera zanahoria;  a lo mejor un poco de circo; circo barato, de corralejas y carnavales, verbena, aguardiente y carnaval; futbol…
No muy bueno…..Fútbol para el pueblo.

Mientras los grandes capitales de la usura y de la banca engordan, y ponen a buen recaudo sus cajas fuertes.

Una paz Sí…

Pero con leyes al servicio del ciudadano de a pie; no al servicio de los gamonales, los caciques, los padrecitos de la patria y de los potentados.
Una paz con leyes justas para el ciudadano de a pie.
Una paz de control y dique a los consorcios que se quieren hacer con el control de los recursos naturales. Si los recursos naturales de este país nos pertenecen a todos según la constitución…. ¿por qué unos cuantos enchufados son los que deciden sobre su futuro? Los recursos naturales colombianos son la carta de seguridad, el pasaporte a nuestro futuro, el futuro de nuestros hijos.
¿Entonces por qué, unos cuantos potentados, amangualados con unos tantos políticos no representativos, pueden decidir sobre lo que le conviene, o no le conviene a la nación?

Control efectivo también a los monopolios internos de los cuadernos, del papel higiénico, de la leche, del gas y la electricidad. Los que carnean sin piedad todos los días. Una cosa es la libre empresa (muy respetable y necesaria) y otra la libre depredación sobre un colectivo popular enajenado de fútbol y propaganda.

Al pueblo colombiano nunca le han regalado nada.
Nunca le regalarán nada,
Ni siquiera esta paz que se merece.

El pueblo colombiano no quiere que le regalen nada. A pesar de todo, se la ha jugado de miles de formas para no morirse de hambre; pero esa historia larvada en violencia, no es muy de mostrar a los niños del mañana. Como se dice, es una página para superar en la agenda de la historia.
El pueblo colombiano quiere un clima de paz con leyes justas, reglas claras y derechos de control ciudadano. Esta paz que viene, que debe venir, que tiene que venir, no es regalada.

Esta paz no puede ser un regalo
ya que nunca un regalo ha costado tanta sangre y tanto dolor.

Esta paz tiene que ser construida entre todos, como un gran árbol que se siembra desde pequeño pero sobre terreno abonado, cuidado y protegido, para que pueda alguna vez dar sombra; alguna vez dar fruto y cobijo a todos.

Para que pueda aguantar las sequías y las tempestades.
Para que alguna vez un niño sentado bajo su fronda,
pueda mirar la danza de las estrellas.
Para que alguna vez alguien piense, que al menos… se intentó construir esa soñada paz.


3

El pueblo colombiano requiriere del clima de la paz para despertar de la pesadilla.
Solo despertando podrá darse cuenta de sus verdaderos potenciales.
Un pueblo puede despertar si el ruido ambiente del conflicto baja los decibeles.
Solo, si florece algo maravilloso como un sol en su interior.
Solo, si deja de identificarse con sus apaleadores…
Solo, si deja de identificarse con el movimiento caótico de la masa…
y deja de identificarse con la violencia epectacularizada.
Solo, si aleja el temor y lo pone a buen recaudo.
Solo, si empieza a escuchar su voz interior y la voz de su naturaleza íntima.
Solo, si comienza a escuchar la melodía de sus paisajes interiores.
Solo, si pone su fuerza, su energía y su inteligencia, al servicio de su libertad.
Solo, si fija su mirada en su redención.
Solo, si es capaz de levantarse y mirarse de frente
superando las pruebas del dolor y de la sangre…
Dejando a un lado del camino 
los fantasmas que todavía parecen querer seguir dominándole.
Solo, si se desnuda para acercarse en comunión con los elementos de su naturaleza
y busca en la sabiduría de su propia historia, algo que le aleje de la mecanicidad.
Cuando comience a despertar,
ya no como rebaño, sino como colectivo consciente.
Cuando despierte y comience a soñar,
ya no como masa dormida, sino como pueblo iluminado.

(ESE SERÍA EL TERCER NIVEL)

Cuando los hombres aclimaten el espacio de su redención,

sentirán y vivirán las fuerzas de una trasformación…

Un primer choque es exterior y comienza desde afuera.

Un choque que está en la mecanicidad del mundo maya…en su plano material.
Ese primer choque esta dado bajo la condición del accidente…
Ese primer choque esta dado bajo la condición de la rabia, el malestar, la limitación,
la identificación partidista, la embriaguez, el ruido de la guerra.

Luego puede venir un segundo choque de liberación que será interior.
Debe ser observado y asumido íntimamente.
Y expresado en comunión de comunidad,  y como tal, 
debe ser asumido como observación y superacion del error.
Camino de prueba, expiación de la culpa, sendero de iniciación.

Tomar un distanciamiento frente a todo lo que nos ha conducido a la violencia.
Este distanciamiento debe ser tomado como un distanciamiento frente al ruido
que permita la observación serena.
Pero no como una forma aristocrática del encierro o la lejanía.
No como una forma de la apatía y el nihilismo.
Debería ser tomado como una pausa para tomar aliento y reafirmar el poder interior.
Para reunir las reservas de nuestras fuerzas renovadoras.


El tercer choque…

Debería ser el del alumbramiento por iluminación.
No solo razón…
Razón más iluminación,
y acción, encaminada a la búsqueda de una alternativa de cambio consciente.
Después de la guerra o el accidente
Después del trauma o de la muerte…
Viene un tiempo de reflexión que afianza las fuerzas vivas de la naturaleza
y les da poder de expresión y plasticidad.

La PAZ
Nuestra paz…
La paz de todos nosotros…
La paz debe ser sustentada sobre una base material
ya que el plano material cruza
un vector, que para bien o para mal, afecta nuestra vida espiritual como pueblo.
(La mendicidad, la esclavitud y la precariedad
limita la búsqueda espiritual de una sociedad).
Un pueblo debe tener seguridad alimentaria, humana, social y educación.
Oportunidades
para comenzar a soñar su mañana.
Pero solo soñando su mañana en la acción consciente, puede alcanzar EL DESTINO de su historia.
La paz debe ser buscada como un campo de acercamientos a la política consciente.
Una política para enfrentar los problemas y los desafíos
una política para el debate constructivo.

Hay mucha gente que se opone a estos cambios…

(Los que intentan manejar la corporación; luchan por perpetuar el poder y tienen miedo al cambio. Se les debe entender como elementos estáticos que están imbricados en la estructura mecánica del poder y que buscan la perpetuación de privilegios. No entienden que transformaciones sociales, tecnológicas, científicas, espirituales, choques de fuerza universal, afectan los planos materiales, impulsando el paso a nuevos niveles, y desafíos. Por lo tanto la comunicación con ellos es puramente mecánica y se da sólo en el plano político, no en el plano filosófico).

Pero haciendo hincapié en reformas y transformaciones fundamentales que den apertura a un nuevo escenario donde se potencialice el desarrollo de nuevos discursos; el debate debería intentar subir los niveles y superar el canon de la grotesca politiquería nacional. No se puede quedar en eslóganes y consignas huecas. Deberíamos apelar a la poesía, la música, el arte, la magia y la alquimia; a la ciencia y la conciencia, al alma y al espíritu.

Las conciencias renovadoras se desarrollan mejor en campos de paz y de apertura.
Las altas conciencias prosperan mejor si se mira al futuro con optimismo
y se dejan libres las reservas de creación de un pueblo.
Si a un pueblo se le saca del accidente,
de la guerra por la venganza, el odio, la ambición o la supervivencia.
Se le le esta dando la oportunidad para crear, investigar, y transformar su entorno y su vida.

Son nuevos desafíos los que vienen y no serán pequeños…

Tenemos todo para dar el paso.

Se están abriendo las posibilidades para entrar en una nueva etapa de consciencia social,
humana y cósmica.

No solo es la patria.

¿Acaso jugamos solos en este pedazo de tierra sobre el globo?
¿Acaso no estamos intercomunicados con un mundo en cambio, en conflicto, en crisis?
Los hipervínculos están allí conectados como neuronas de una gran conciencia…
Estamos colapsando y destruyendo
una parte del ecosistema universal…
¿Podremos dejar escuchar nuestra voz en el escenario del mundo
si perpetuamos este bloqueo?

Es el hombre…
El planeta…
La vida…
La tierra…
Pero…
No es solo la consciencia de la tierra…
Es la consciencia del universo
que habla por nosotros, en un segundo, en un año, en un siglo.

No deberíamos ser más esclavos de la guerra…
No deberíamos ser más esclavos del odio…
No deberíamos ser más esclavos del espectáculo…

Nuestras fuerzas no pueden ser mermadas y dilapidadas
en la sangría partidista de opiniones y retaliaciones.

Es el salto…
Deberemos cruzar el puente…
Todos…
Deberemos llegar a nuestro sueño.

De no hacerlo…
Corremos el peligro
De morir bajo el pánico paralizante de nuestra propia pesadilla.

El sol está allí iluminando un momento de la historia
El tiempo ha dado un giro.
El brillo de la estrella está presto a ser cosechado.

El fruto del futuro…

Es, lo que nosotros comencemos a sembrar…

Ahora.