La poesía de Alexander Vélez González
Una temporada en la realidad
paralela de los paraísos artificiales. El testimonio de un connaisseur de tales búsquedas que sabe de sus peligros e
iluminaciones. Toma distancia de pesadillas y milagros, y va con la mirada de
los mil metros al fondo de un paisaje urbanita, cruzado de heroísmos menores y
desesperanzas condecoradas.
Su desafección de los rituales
sociales, es una vía, no de escape, sino una pista de baile oscuro en donde
crecen flores lisérgicas; alegres y siniestras al mismo tiempo. El poeta crea
una bitácora de viajes, en la cotidianidad de un existencialismo que esgrime el
humor negro y la ironía como su blasón de batalla. La poesía de Alexander Vélez
no es una enumeración de blasfemias en el aquelarre; es el fuego ardiendo
lento, en permanente combustión, como parte de una ceremonia de poesía; que es
en últimas, tomar un sendero peligroso; la práctica dolorosa de una ascesis de santo
oscuro.
Ya que la poesía tiende a ser
marginal dentro de la vida contemporánea, y como arte minoritario se repliega,
se hace más hermético, con signos y claves de un código lírico, solo
comprendido por quienes viven como extranjeros dentro de una comunidad cerrada
por derribo; existen guetos espirituales más terribles en donde la poesía está proscrita,
y solo aflora en la visión de quien se sabe jardinero de la noche lunfarda.
En una ciudad que a veces se manifiesta como una máquina agonizante entre los
espasmos de la violencia, la usura y comercio. El poeta-cronista se sumerge en
una bohemia urbana en donde la dureza de la noche va ligada al sexo, las drogas
y la filosofía precaria de las preguntas sin respuestas de los caminantes
noctívagos. El poeta, de alguna manera
propone: Hagamos la vida más consciente dentro de estrategias de existencialismo
en confrontación.
Alexander Vélez es a mi juicio,
un poeta que en su ruptura vital, intenta un corpus literario dentro de una tradición
universal; la de los poetas que caminan senderos solitarios para dar luz a una
idea personal. Como tal, su obra marcha en contravía de muchas prácticas
literarias del panorama nacional al uso, esas en donde la factura plástica; deja
ver la impronta de la factoría literaria académica; la pose de salón con sillón
chaise longe, elefantitos de
porcelana china sobe mesitas de laca y poesía destinada a un consumo cultural de
analgésicos y barbitúricos muy estimada por señoronas gordas con vocación de
sibilas.
Por el contrario, su obra comienza
a tomar distancia, busca la autopista del acelere pesado; Higway to Hell. Música aparte, que suena en duelo de alta
noche contra el felino violín del Demiurgo. No cae en la apatía de la epidemia
Matrix; camina a fondo su maratón nocturna y se bate en duelo contra sus
fantasmas.
Esa es, en mi opinión, su fuerza
y en ella, se perciben los destellos de su propia ordalía.
O.G.R.
STAND UP
Cuando los ángeles duermen, los amaneceres nunca fallan
y las luces de neón muertas para mí
y los sueños que cierran
sus puertas en sus barras
acorralados en sus trincheras
buscan escapar
patear la realidad de hojalata
como una basura en el camino.
Con los recuerdos de ayer que nunca han estado mal
volando donde no hay regreso
donde el tiempo es una pelota
con la que juega alguien en un parque.
Cuando los demonios nunca duermen
el silencio de la madrugada asusta y los que vagan por las calles
son fantasmas que siguen sus propios pasos
son hileras de pipas de fuego que los abriga como el gran vació de la soledad
que absorbe cualquier movimiento
por más miserable que parezca.
Por más que los hijos de Belial sigan soñando en la oscuridad
caminando por sus valles de fuego
azotados por el peso de sus elecciones
cruzaron las avenidas del miedo sin mirar a ambos lados
confiaron en sí mismos y para sí mismos, encontraron luz en una calle marginal:
cayeron de rodillas, con el agua salada en las mejillas
se liberaron de las angustias opresoras
aplastaron sus propios demonios internos y enemigos
intentaron ser felices
no despreciar el amor que despierta
a un corazón dormido, enajenado de su propia sangre.
Por más oscura que sea la noche
hay una vela encendida en el cuarto de las personas
por más que se despelleje la carne en las calles sucias
entre el cruce ambulatorio de las cofradías viciosas
siempre hay alguien que huye, al ver el inminente peligro
donde la propia mano asesina se confabula para ser verdugo
o se exilia para no ser víctima del fuego cruzado
y se reúne de nuevo con los que amó alguna vez
en un horizonte dibujado por él
donde brillan las auroras puras
los abrazos y las miradas limpias, sin trampas.
Sin trampas, sin cruces, y sin pesos
soñaron un nuevo presente que gritaron desde el edificio más alto
y su eco se esparció por los subsuelos de la ciudad
donde algunos de sus internautas más preciados
se rescataron a sí mismos de las cavernas de los submundos
por medio de ese eco
que se los llevó como el viento a las hojas secas
a otra parte
donde ya no hay sombras
quemando las vísceras de los pasajeros que se pierden
en esos pasajes.
POR CULPA DE REGAL
Mi boca, con el sabor a madera de Chivas Regal
me recuerda los recitales de poesía en Armada. Dos sueños frustrados que ya no importan
una extraña tomándose fotos conmigo, como si yo fuera una superestrella de la poesía;
un retrato de Bowie mirando a una francesa
inhalar un poco de polvo negro del hades,
mientras las luces ciudad seguían encendidas, cuando miles duermen
Dos o tres astillas de madera clavadas en el cuerpo
importan menos que un sueño frustrado o una caída.
EL ÚLTIMO ECO
Bailo mi propio swing en los rincones del tiempo
cuando la poesía es un trago amargo
que me tomo con gusto a solas
cuando en la oscuridad
un solo día basta para soñar
y los espejos de agua nunca dicen la verdad
y las gaviotas con picos de amapola
son el último eco de los desesperados
que esperan el regreso
de lo que se ha perdido para siempre
que toman tragos amargos soñando lo imposible
mientras un aroma predice las tardes acaloradas
vacías de enero
mientras la carne fría y moribunda
encuentra el calor del Dios sol
y grita desde un morro las perturbaciones de su insomnio
para bajar como un loco bohemio por más tragos de una adicción con nombre propio,
cómplice eterno de la muerte
que no está acostumbrada a procrastinar
en el juego cruzado de los vivos
y a la que le gusta su momento de fama en los periódicos
y a la que no hay que despreciar
cuando llega
en el momento
en que menos piensas.
PUEDO
Soy un hombre de adicciones
y puedo amar a los que me desprecian, por un tiempo
tomarme toda la noche y sus entretenimientos, terminar en un privado
y salir al día siguiente con el sol aplastándome la cara
tratando de poner freno al acelerador
y de continuar al mismo tiempo.
Puedo hacer magia con mi boca.
Tirarlo todo por un agujero
y tener al otro día más en mis bolsillos
exprimir mi cerebro sin que se acabe su líquido de locura.
Puedo pintar poetas muertos
y caminar por las calles tranquilo
sin fama y admiradores
sin oír esa etiqueta de poeta maldito en los oídos.
Puedo salvarte o perderte con tres palabras
antes de que alguien pueda sentirse a salvo en la comodidad de su casa
puedo bailar sin razón
sentarme en un andén cualquiera sin razón
escribir bajo la mirada sospechosa sin razón
y continuar por caminos curvos mientras puedo hacerlo sin razón.
Antes del tiempo de los rectos
puedo ahorrar gastar dinero en placeres
y conseguirlos sin un peso
cantando la música de mi corazón
lamiendo mi propio pellejo hasta la medula ósea del cansancio
en una mañana publica de drugs, drugs, drugs y más drugs
con los ojos usurpados por la decadencia
viendo gramos de luz filtrarse por las rendijas
donde una pareja de enamorados
fantasean sus vidas sin atardeceres histéricos
sin tragos amargos de oscuridad
sin reprobaciones infelices
en esa realidad cortante que es soñar.
EDEN MISTIC INDIA
Solo queda
el salvajismo haragán de los reservados
y los gemidos teatrales en operas sexuales
salpicadas por el polvo rosa
y las calles oliendo a esperma
supremas en su depravación de luces.
Unas cuantas lágrimas sobreviven
cuando el olvido total
es más doloroso que la muerte.
Solo quedan, los cocteles nocturnos en los virajes ciegos
apostar a la nada
escrutar rendijas de vida incendiándose
y el polvorín de cenizas volando hacia su desaparición en la claridad
atravesadas por su propio fuego mortuorio.
Deambular más para evitar el hastío de la soledad, solo queda
sus crueles fugas
evitar el paroxismo en las peatonales
donde algunas personas tienen alma de Edenes Místicos perfumados en India
y tejen locuras glamurosas con manos suaves de satín
casi siempre en los pórticos de los placeres
a un paso del inframundo y el paraíso.
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