Las cenizas de una época
Las cenizas de una época
Metal-riff para una sirena varada.
Ómar García Ramírez. 2014.
Biblioteca de Autores Quindianos. 182 págs.
Metal-riff para una sirena varada.
Ómar García Ramírez. 2014.
Biblioteca de Autores Quindianos. 182 págs.
Una llamarada acústica asciende por las sinuosas geografías
de esta novela para incendiar nuestra lectura con una poética de la noche;
estridencia de bajos y platos eléctricos, gritos nómadas y de liturgias
metaleras que exorcizan la muerte.
Melodía demoniaca casi invencible que no obstante viene
acompañada de unos coros ahogados, jadeantes que susurran sobre el escenario
cánticos de desolación y fracaso.
Arpegios y distorsiones para una sociedad decadente que
sobrevive entre escombros de publicidad y consumo. Confrontación de propósito
estilístico y artístico: escribir una historia y una poética de esa historia
bajo otros cánones, utilizando otros artilugios, mezclando y subvirtiendo las
fronteras que separan a un género de otros, suerte de laberinto expuesto a
nuevos lenguajes e incertidumbres, con un rostro enrarecido y marginal.
Explosión de cuerdas y decibles como telón de fondo para un rebaño
ensangrentado y acorralado, para un país mancillado por la violencia.
Un resplandor melódico que decanta en su fulgor la historia
de Salomé, sirena metálica que acuna en su garganta la furia del infierno y de
los ángeles caídos, demonios eléctricos y delirantes que hablan el mismo
lenguaje de los malditos. Salomé con una voz mordida por el fuego de las
palabras despedaza los escenarios con su grupo Quimeras, guerreándole a la
violencia que tiene jodidos a los jóvenes con sus naufragios de sangre y carnavales
de muerte. Este escenario narcotizado por la voz de un ectoplasma polifónico y
ruidoso, que enloquecía con sus mejores vibratos, pronto es cercado, silenciado
y su cántico inigualable es expuesto a las demandas del mercado que reclaman la
conquista comercial.
Quimeras se niega a borrar sus raíces impetuosas
fusionándose con ritmos lights que transfiguren su rostro, razón por la cual es
borrado de la escena nacional, la bestia es acallada y en la periferia sus
rugidos son ecos moribundos que ya nadie escucha. Desde esa orilla, entre esos
escombros de gloria logra salvarse Salomé, que en un estado de abandono encalla
en el puerto de Gregorio Toscano, poeta periférico, letrista de la banda,
escritor fantasma de sus canciones y junto a él concibe un plan para recobrar
su fortuna, arriesgando la poca sangre en sus venas para torcer el rumbo de la
rueda. Dos criaturas extrañas acostumbradas a un estado de soledad compartida
que lanzan los dados sobre un tablero oscuro, muy parecido al abismo.
Ómar García Ramírez, poeta y novelista quindiano, edifica en
su reciente novela un universo de los evadidos, los habitantes de las márgenes,
los desertores de una cultura del fusil y de las esferas industriales, que se
desplazan por la periferia llevando el ritmo de la inconformidad en las botas,
una danza guerrera que resuena en las entrañas de la ciudad cada vez que el
aquelarre sinfónico entra en escena. Universo dinámico y convulso que se
enfrenta con todas sus garras y aullidos a una guerra que se sortea en cada esquina
para maldecir sus alcances. Pero el escritor no solo encarna el mundo de los
nómadas, a su vez construye el escenario del fracaso en sus personajes para
quienes la suerte es siempre esquiva, lejana, a pesar de las tentativas por
aferrarse a sus comarcas. La fortuna con todos sus engranajes no ha virado de
manera concluyente para estos desdichados que se encuentran en lo fondo de una
sociedad execrable.
Metal-riff para una sirena varada está escrita en clave de
nostalgia y en sus acordes se registra una añoranza desgarradora, progresión de
armonías que exaltan el pasado de una Salomé que se consume entre sombras,
entre tierras miserables donde su voz y su furia escénica son las cenizas de
una hoguera remota. Memorias de una victoria parcial, un sablazo al delirio de
la inmortalidad, oda al ímpetu y a la suerte de una valkiria abandonada.
Recuento de una historia de los gitanos del metal, genealogía de bandas que
respiran una misma onda humeante, un caldo de cultivo para Quimeras —que bajo
sus trombas reunía en una ola a los demonios náufragos dispersos por la marea—,
una cronología de la estética y poética musical del metal melódico; instrumento
cultural que es asimilado por el sistema, un universo de sueños quemados bajo
reflectores, un veneno excitante.
Pero además este riff, esta composición narrativa viene
acompañada de un telón musical de fondo para cada capítulo, fragmentos de
canciones, ración musical que dará los acordes necesarios para ajustar el
escenario y el entorno en que transcurre la historia, cada preámbulo brindará
un ritmo y un registro solemne para los pasajes posteriores, cadencia que
constituirá las coordenadas de expedición, la brújula que oriente el camino,
que demarque las fronteras.
Elementos como la inestabilidad y el vértigo hacen parte de
la apuesta narrativa de Ómar García, ingredientes que dotan de un aire de
movilidad, de rapidez a la novela que se vuelca sobre sí misma, sobre su sombra
observada para conocerse mejor, para obtener de su interior las razones más
disímiles y certeras acerca del mundo reflejado, universo que traza una única
vía de tránsito: la del infortunio. Destino que no comparte la propuesta
estética de García Ramírez que se levanta como un sólido baluarte, un prototipo
de lenguaje poético y audaz andamiaje experimental, construcción hibrida que
reúne irreverentes zarpazos callejeros, afiladas estrofas y versos fecundos en
sus páginas.
Por Aurora Osorio
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