domingo, 12 de abril de 2009

LA PRODUCCIÓN BIOPOLÍTICA *






POR MICHAEL HARDT Y TONI NEGRI




Nosotros hemos podido aprehender1, desde un punto de vista jurídico, ciertos elementos de la génesis ideal del Imperio. Pero de permanecer en esta perspectiva sería difícil, sino imposible, comprender cómo la " máquina" imperial es efectivamente puesta a trabajar. Las teorías y los sistemas jurídicos remiten siempre a otra cosa que a ellas mismas. A través de la evolución y el ejercicio del derecho, indican las condiciones materiales que definen su proyecto sobre la realidad social. Nuestro análisis debe entonces descender al nivel de lo concreto y explorar aquí la transformación material del paradigma del poder. Nos falta descubrir los modos y las fuerzas de producción de la realidad social, así como las subjetividades que la animan.

El biopoder en la "sociedad de control"


En más de un sentido, los trabajos de Michel Foucault han preparado el terreno para un examen de los mecanismos del poder imperial. Ante todo, en primer lugar estos trabajos nos permiten reconocer un paso histórico y decisivo, en las formas sociales, de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control. La sociedad disciplinaria es la sociedad en la cual el dominio social se construye a través de una red ramificada de dispositivos o de aparatos que producen y registran costumbres, hábitos y prácticas productivas. Poner a esta sociedad a trabajar y asegurar la obediencia a su poder y a sus mecanismos de integración y/o de exclusión se hace por medio de instituciones disciplinarias - la prisión, la fábrica, el asilo, el hospital, la universidad, el colegio, etc.- que estructuran el terreno social y ofrecen una lógica propia a la "razón" de la disciplina. El poder disciplinario gobierna, en efecto, estructurando los parámetros y los límites del pensamiento y de la práctica, sancionando y/o prescribiendo los componentes desviados y/o normales. Foucault se refiere habitualmente al Ancien Régime y al periodo clásico de la civilización francesa para ilustrar la aparición de la disciplinariedad, pero se podría decir, más generalmente, que la primera fase de acumulación capitalista (tanto en Europa como en otros lugares) se hace enteramente bajo este modelo de poder. Por el contrario, la sociedad de control debemos comprenderla como la sociedad que se desarrolla en el extremo fin de la modernidad, y opera sobre lo post-moderno, en donde los mecanismos de dominio se vuelven siempre más "democráticos", siempre más inmanentes al campo social, difusos en el cerebro y los cuerpos de los ciudadanos. Los comportamientos de integración y de exclusión social propios al poder son, de este modo, cada vez más interiorizados en los propios sujetos. El poder se ejerce ahora por máquinas que organizan directamente los cerebros (por sistemas de comunicación, de redes de información, etc.) y los cuerpos (por sistemas de ventajas sociales, de actividades encuadradas, etc.) hacia un estado de alienación autónoma, partiendo del sentido de la vida y del deseo de creatividad. La sociedad del control podría así ser caracterizada por una intensificación y una generalización de los aparatos normalizantes de la disciplinariedad que animan interiormente nuestras prácticas comunes y cotidianas; pero al contrario de la disciplina, este control se extiende mucho más allá de las estructuras de las instituciones sociales, por la vía de redes flexibles, modulables y fluctúantes.

En segundo lugar, el trabajo de Foucault nos permite reconocer la naturaleza biopolítica de este nuevo paradigma del poder. El biopoder es una forma de poder que rige y reglamenta la vida social por dentro, persiguiéndola, interpretándola, asimilándola y reformulándola. El poder no puede obtener un dominio efectivo sobre la vida entera de la población más que convirtiéndose en una función integrante y vital que todo individuo adopta y aviva de manera totalmente voluntaria. Como dice Foucault, " la vida se ha convertido ahora [...] en un objeto de poder". La más alta función de este poder es la de investir la vida de parte a parte, y su primera tarea la de administrarla. El biopoder se refiere así a una situación en la cual lo que está directamente en juego en el poder es la producción y la reproducción de la vida misma.

Estos dos elementos del trabajo de Foucault se enlazan entre sí en el sentido de que sólo la sociedad de control está en condiciones de adoptar el contexto biopolítico como su terreno exclusivo de referencia. En el paso de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control, un nuevo paradigma de poder se realiza, el cual es definido por las tecnologías, al reconocer a la sociedad como el terreno del biopoder. En la sociedad disciplinaria, los efectos de las tecnologías biopolíticas eran aún parciales, en el sentido de que la ejecución de las normas se hacía según una lógica relativamente cerrada, geométrica y cuantitativa. La disciplinariedad fijaba a los individuos en el marco de las instituciones, pero no conseguía consumirlos/consumarlos enteramente al ritmo de las prácticas y de la socialización productivas; no alcanzaba hasta el punto de penetrar por entero las consciencias y los cuerpos de los individuos, hasta el punto de tratarlos y organizarlos en la totalidad de sus actividades. En la sociedad disciplinaria, así, la relación entre el poder y el individuo era todavía una relación estática: la invasión disciplinaria del poder "contrapesaba" la resistencia del individuo. Por el contrario, cuando el poder se hace totalmente biopolítico, el conjunto del cuerpo social es apresado por la máquina del poder y desarrollado en su virtualidad. Esta relación es abierta, cualitativa y afectiva. La sociedad, subsumida bajo un poder que desciende hasta centros vitales de la estructura social y de sus procesos de desarrollo, reacciona como un único cuerpo. El poder se expresa así como un control que invade las profundidades de las consciencias y de los cuerpos de la población – y que se extiende, al mismo tiempo, a través de la integralidad de las relaciones sociales.

En este paso de la sociedad disciplinaria a la sociedad de control, podemos avanzar que la relación- cada vez más intensa- de implicación mutua de todas las fuerzas sociales que el capitalismo ha buscado a través de su desarrollo, se ha desarrollado ya totalmente. Marx reconocía algo similar en eso que él llamaba el paso de la subsunción formal a la subsunción real del trabajo al capital, y más tarde, los filósofos de la Escuela de Francfort han analizado el paso (muy próximo) de la subsunción de la cultura (y de las relaciones sociales) bajo la figura totalitaria del Estado, o realmente en la dialéctica perversa de las Luces. Sin embargo, el paso al que nosotros nos referimos es fundamentalmente diferente: en lugar de focalizarse sobre el carácter unidimensional del proceso descrito por Marx, después reformulado y extendido por la Escuela de Francfort, el paso evocado por Foucault trata fundamentalmente de la paradoja de la pluralidad y de la multiplicidad – perspectiva que Deleuze y Guattari desarrollaron aún con mayor claridad. El análisis de la subsunción real , cuando ésta es comprendida como un investimento, no sólo de la dimensión económica o cultural de la sociedad, sino también – o más bien- del propio bios social, y cuando está atenta a las modalidades de la disciplinariedad y/o del control, perturba la imagen lineal y totalitaria del desarrollo capitalista. La sociedad civil es absorvida en el Estado, pero la consecuencia de esto es un estallido de los elementos que anteriormente estaban coordinados y mediatizados en la sociedad civil. Las resistencias no son ya marginales sino activas, en el corazón de una sociedad que se ensancha en red; los puntos individuales son singularizados en "mil mesetas". Eso que Foucault construía implícitamente -y que Deleuze y Guattari han explicitado- es, por consecuencia, la paradoja de un poder que, unificando todo y englobando en él mismo todos los elementos de la vida social (y perdiendo al mismo tiempo su capacidad de mediatizar de manera efectiva las diferentes fuerzas sociales), revela en ese mismo instante un nuevo contexto, un nuevo medio de pluralidad y de singularización no dominable – un medio del acontecimiento.

Estas teorías de la sociedad de control y del biopoder describen ambas los aspectos fundamentales del concepto de Imperio. Este concepto es el marco en el que la nueva universalidad de los sujetos debe ser entendida, y la finalidad hacia la que tiende el nuevo paradigma del poder. Un verdadero abismo se abre aquí entre los viejos marcos teóricos de la ley internacional (bajo su forma contractual o bajo la forma de las Naciones Unidas) y la nueva realidad de la ley imperial. Todos los elementos intermediarios del proceso han desaparecido de facto, de modo que la legitimidad del orden internacional no puede ya construirse por mediaciones, sino que debe más bien ser aprehendida de golpe e inmediatamente en toda su diversidad. Hemos ya reconocido este hecho desde un punto de vista jurídico. En efecto, hemos visto que cuando la nueva noción del derecho emerge en el contexto de la mundialización y se presenta como capaz de tratar la totalidad de la esfera planetaria como un conjunto sistémico único, hay que suponer una cuestión previa inmediata (la acción en un estado de excepción) y una tecnología apropiada, flexible y formativa (las técnicas de policía).

Pero si el estado de excepción y las técnicas de policía constituyen el núcleo duro y el elemento central del nuevo derecho imperial, no obstante este nuevo régimen no tiene nada que ver con los artificios jurídicos de la dictadura o del totalitarismo que han sido descritos en otros tiempos y a grandes trompetazos por muchos (demasiados, de hecho) autores. Al contrario, el poder de la ley sigue teniendo un papel central en el contexto de la evolución contemporánea: el derecho permanece en vigor y -precisamente por la vía del estado de excepción y las técnicas policiales- se convierte en procedimiento. Es una transformación radical que revela la relación no mediatizada entre el poder y las subjetividades, y demuestra al mismo tiempo la imposibilidad de mediaciones "anteriores" y la diversidad temporal no dominable del acontecimiento. Dominar los espacios ilimitados del globo, penetrar las profundidades del mundo biopolítico y afrontar una temporalidad imprevisible, tales son las determinaciones sobre las que el nuevo derecho supranacional debe ser definido. Es ahí en donde el concepto de Imperio debe luchar por establecerse, ahí en donde debe probar su eficacia – partiendo de ahí como la máquina debe ponerse en marcha.

Desde este punto de vista, el contexto biopolítico del nuevo paradigma es perfectamente central a nuestro análisis. Es lo que ofrece al poder una elección, no sólo entre obediencia y desobediencia, o entre participación política formal o rechazo, sino también para todas las alternativas de vida y de muerte, de riqueza y de pobreza, de producción y de reproducción social, etc. Dadas las grandes dificultades que la nueva noción del derecho encuentra para representar esta dimensión del poder del Imperio, y habida cuenta de su incapacidad para tocar el biopoder concretamente en todos sus aspectos materiales, el derecho imperial no puede representar (en la mejor hipótesis) más que parcialmente el esquema subyacente de la nueva constitución de un orden mundial, y no sabría realmente concebir el motor que le pone en movimiento. Nuestro análisis debe así concentrarse preferentemente sobre la dimensión productiva del biopoder.

La producción de la vida


La cuestión de la producción, en relación con el biopoder y la sociedad de control, revela, sin embargo, una cierta flaqueza del trabajo de los autores de los que hemos tomado prestadas estas nociones. Así, nos queda clarificar las dimensiones "vitales" o biopolíticas de la obra de Foucault en relación con la dinámica de producción. En numerosas obras de mediados de los años setenta, el filósofo se anticipa hasta tal punto que no sabríamos comprender el paso del Estado "soberano" del Ancien régime al Estado disciplinario sin tener en cuenta el modo en que el contexto biopolítico ha sido progresivamente puesto al servicio de la acumulación capitalista: "El control de la sociedad sobre los individuos no se efectúa solamente a través de la consciencia o de la ideología, sino también en el cuerpo y con el cuerpo. Para la sociedad capitalista, es la biopolítica lo que más cuenta : lo biológico, lo somático, lo corporal."

Uno de los objetivos centrales de su estrategia de investigación en este periodo era el de ir más allá de las versiones del materialismo histórico – incluidas numerosas variantes de la teoría marxista- , que consideraba el problema del poder y de la reproducción social sobre un plano supraestructural, distinto del plano real y fundamental de la producción. Foucault trataba así de volver a poner el problema de la reproducción social y todos los elementos de la "superestructura" en los límites de la estructura material fundamental, y de definir este terreno no sólo en términos económicos, sino también en términos culturales, corporales y subjetivos. De este modo podemos comprender cómo la concepción que tenía Foucault del conjunto social se realiza y se perfecciona cuando, en una fase subsiguiente de su trabajo, descubre las líneas emergentes de la sociedad de control como imagen del poder activo a través de la biopolítica global de la sociedad. No obstante, no parece que Foucault -a pesar de que hubiera captado poderosamente el horizonte biopolítico de la sociedad y lo hubiera definido como un campo de inmanencia- haya conseguido jamás liberar su pensamiento de esta epistemología estructuralista que guiaba su búsqueda desde el comienzo. Por "epistemología estructuralista" entendemos aquí la reinvención de un análisis funcionalista en el dominio de las ciencias humanas, método que sacrifica, efectivamente, la dinámica del sistema, la temporalidad creativa de su movimiento y la sustancia ontológica de la reproducción cultural y social. De hecho, si llegados a este punto, nosotros hubiéramos preguntado a Foucault quién (o qué) dirige el sistema, o más bien, qué es el "bios", su respuesta habría sido inaudible o inexistente. A fin de cuentas, lo que Foucault no consigue aprehender es la dinámica real de la producción en la sociedad biopolítica.

Por el contrario, Deleuze y Guattari nos ofrecen una comprehensión propiamente postestructuralista del biopoder, que renueva el pensamiento materialista y se introduce con solidez en la cuestión de la producción de ser social. Su trabajo desmitifica el estructuralismo y todas las concepciones filosóficas, sociológicas y políticas que hacen de la fijeza del marco epistemológico un punto de referencia incontorneable. Ellos concentran su atención sobre la sustancia ontológica de la producción social.Unas máquinas producen: el funcionamiento consta de máquinas sociales, en sus diversos aparatos y ensamblajes, produce el mundo con los sujetos y los objetos que le constituyen. Sin embargo, Deleuze y Guattari no pareden ser capaces de concebir positivamente más que las tendencias al movimiento continuo y los flujos absolutos. Así, también en su pensamiento los elementos creativos y la ontología radical de la producción de lo social permanecen sin sustancia ni poder. Deleuze y Guattari descubren la productividad de la reproducción social -producción innovadora, producción de valores, relaciones sociales, afectos, devenires, etc.- pero consiguen no articularla más que superficial y efímeramente, como un horizonte caótico indeterminado, marcado por el acontecimiento inasible.

Se puede concebir más fácilmente la relación entre producción social y biopoder en la obra de un grupo de marxistas italianos contemporáneos: ellos reconocen, en efecto, la dimensión biopolítica en función de la nueva naturaleza del trabajo productivo y de su evolución viva en sociedad, y para hacerlo utilizan expresiones tales como "intelectualidad de masa" y "trabajo inmaterial", así como el concepto marxista de "general intellet". Estos análisis parten de dos proyectos de búsqueda coordinados. El primero consiste en el análisis de las transformaciones recientes del trabajo productivo y de su tendencia cada vez más inmaterial. El papel central preferentemente ocupado por la fuerza de trabajo de los obreros de fábrica en la producción de plus-valores es hoy día asumida de forma creciente por una fuerza de trabajo intelectual, inmaterial y fundado sobre la comunicación. Es entonces necesario desarrollar una nueva teoría política de la plusvalía capaz de colocar el problema de esta nueva acumulación capitalista en el centro del mecanismo de explotación (y -quizá- en el centro de la revuelta potencial). El segundo proyecto (seguido lógicamente del primero) desarrollado por esta Escuela, consiste en el análisis de la dimensión social e inmediatamente comunicante del trabajo vivo en la sociedad capitalista contemporánea; de este modo plantea con insistencia el problema de las nuevas figuras de la subjetividad en su explotación, al tiempo que en su potencial revolucionario. La dimensión inmediatamente social de la explotación del trabajo vivo inmaterial ahoga el trabajo en todos los elementos relacionales que definen lo social, pero al mismo tiempo activa también los elementos críticos que desarrollan el potencial de insubordinación y de revuelta a través del conjunto de las prácticas laborales. Tras una nueva teoría de la plusvalía, una nueva teoría de la subjetividad debe ser formulada, teoría que pasa y funciona fundamentalmente por el conocimiento, la comunicación y el lenguaje.

Estos análisis han restablecido, así, la importancia de la producción en el marco del procreso biopolítico de la constitución social, pero igualmente lo han aislado bajo ciertos aspectos, al tomarlo bajo la forma pura y al afinarlo sobre el plano ideal. Han trabajado como si redescubrir las nuevas formas de fuerzas productivas -trabajo inmaterial, trabajo intelectual masificado, trabajo de "inteligencia colectiva"- fuera suficiente para aferrar con solidez la relación dinámica y creativa entre producción material y reproducción social. Reinsertando la producción en el contexto biopolítico, la presentan casi exclusivamente sobre el horizonte del lenguaje y la comunicación. Uno de los defectos más serios ha sido, en estos autores, la tendencia a no tratar las nuevas prácticas laborales en la sociedad biopolítica más que bajo sus aspectos intelectuales y no materiales. Ahora bien, la productividad de los cuerpos y el valor de los afectos son, por contra, absolutamente centrales en este contexto. Así pues, nosotros abordaremos los tres aspectos principales del trabajo inmaterial en la economía contemporánea: el trabajo de comunicación de la producción industrial, recientemente conectado en el interior de redes de información; el trabajo de interacción del análisis simbólico y del análisis de los problemas; el trabajo de producción y de manipulación de los afectos (cf. Section 3.4). Este tercer aspecto, con su focalización en la productividad de lo corporal y lo somático, es un elemento extremamente importante en las redes contemporáneas de la producción biopolítica. El trabajo de esta escuela y su análisis de la inteligencia colectiva establece, es verdad, un cierto progreso, pero su marco conceptual permanece demasiado puro, casi angelical. En último término, estas nuevas teorías no hacen, tampoco, sino raspar la superficie de la dinámica productiva del nuevo marco teórico del biopoder.

Nuestro propósito es entonces el de trabajar a partir de esos ensayos, parcialmente logrados, para reconocer el potencial de la producción biopolítica. Es precisamente aproximando de manera coherente las diferentes características que definen el contexto biopolítico que hemos descrito hasta aquí, y devolviéndolas a la ontología de la producción, que estaremos en condiciones de identificar la nueva figura del cuerpo biopolítico colectivo – que podría, sin embargo, permanecer tan contradictorio como paradójico. Es que ese cuerpo se convierte en estructura no ya negando la fuerza productiva originaria que la anima, sino reconociéndola; se hace lenguaje -a la vez científico y social- porque se trata de una multitud de cuerpos singulares y determinados a la búsqueda de una relación. Es así a la vez producción y reproducción, estructura y superestructura, porque está vivo, en el sentido más pleno, y es político, en el sentido propio. Nuestro análisis debe descender a la jungla de determinaciones productivas y conflictivas que nos ofrece el cuerpo biopolítico colectivo. El contexto de nuestro análisis debe así ser el desarrollo de la vida misma, el proceso de la constitución del mundo y de la historia. El análisis deberá ser propuesto no en el sentido de formas ideales, sino en el marco de la complejidad densa de la experiencia.

Sociedades y comunicación


Al preguntarnos cómo llegan a constituirse los elementos políticos y soberanos de la máquina imperial, descubrimos que no es de ningún modo necesario el limitar nuestro análisis a las instituciones reguladoras supranacionales establecidas; ni siquiera centrarlo ahí. Las organizaciones de las Naciones Unidas, con sus grandes agencias multinacionales y trasnacionales para la finanza y el comercio (el FMI, el Banco Mundial, el GATT, etc.) no se vuelven importantes en la perspectiva de una constitución jurídica supranacional sino cuando se las considera dentro del marco de la dinámica de la producción biopolítica del orden mundial. La función que ocupaban en el antiguo orden internacional -quisiéramos subrayar- no es lo que actualmente da una legitimidad a estas organizaciones: lo que en el presente las legitima es más bien la función nuevamente posible en el simbolismo del orden imperial. Fuera de este nuevo marco, estas instituciones son ineficaces. El antiguo marco institucional contribuye lo mejor posible a la formación y educación del personal administrativo de la máquina imperial, al "adiestramiento" de la nueva élite imperial. Las enormes sociedades transnacionales y multinacionales construyen el tejido conjuntivo fundamental del mundo biopolítico, bajo ciertos aspectos esenciales. El capital, en efecto, siempre ha organizado en una perspectiva totalizante el mundo entero, pero sólo en la segunda mitad del siglo XX las sociedades industriales y financieras multinacionales y transnacionales han comenzado de veras a estructurar biopolíticamente los territorios a escala mundial. Algunos anticipan que estas sociedades simplemente han venido a ocupar el lugar que antes pertenecía a los sistemas colonialistas e imperialistas de las diferentes naciones en las fases anteriores al desarrollo capitalista, desde el imperialismo europeo del siglo XIX hasta la fase fordista de la evolución en el siglo XX. Esto es en parte cierto, pero ese mismo lugar ha sido sustancialmente transformado por la nueva realidad del capitalismo. Las actividades de las sociedades no se definen ya por la imposición de un ordenamiento abstracto, la organización del pillaje puro y simple y los intercambios desiguales. Antes bien, ellas estructuran y articulan directamente territorios y poblaciones, y tienden a hacer de los Estados-naciones simples instrumentos para registrar los flujos de mercancías, las monedas y las poblaciones que se ponen en movimiento. Las sociedades transnacionales distribuyen directamente la fuerza de trabajo entre los diferentes mercados, atribuyen funcionalmente los recursos y organizan jerárquicamente los diferentes sectores de la producción mundial. El complejo aparato que selecciona los investimentos y dirige las maniobras financieras y monetarias determina la nueva geografía del mercado mundial, es decir realmente la nueva estructuración biopolítica del mundo.

La imagen más completa de ese mundo es ofrecida en una perspectiva financiera. Desde este punto de vista, podemos distinguir un horizonte de valores y una máquina de distribución, un mecanismo de acumulación y un medio de comunicación, un poder y un lenguaje. No existe ni "vida bruta" ni punto de vista exterior, nada, que pueda ser colocado en el exterior de un campo controlado por el dinero: nada escapa al dinero. Producción y reproducción son revestidos de hábitos financieros y, de hecho, sobre la escena del mundo, cada figura biopolítica se presenta adornada de sus oropeles monetarios: "¡Acumulad, acumulad! ¡Es la Ley y los Profetas!"

Las grandes potencias industriales y financieras producen, de este modo, no sólo mercancías, sino también subjetividades. Producen subjetividades agénticas en el marco del contexto biopolítico: necesidades, relaciones sociales, cuerpos y espíritus; lo que quiere decir que producen productores. En la esfera biopolítica, la vida es destinada a trabajar para la producción, y la producción a trabajar para la vida. Es una gran colmena en la que la reina vigila permanentemente producción y reproducción. Cuanto más profundiza el análisis, más descubre, a niveles crecientes de intensidad, las ensambladuras comunicantes de relaciones interactivas. El desarrollo de las redes de comunicación posee un vínculo orgánico con la aparición del nuevo orden mundial: se trata, en otros términos, del efecto y de la causa, del producto y del productor. La comunicación no sólo expresa sino también organiza el movimiento de mundialización. Organiza multiplicando y estructurando las interconexiones por medio de redes; expresa y controla el sentido y la dirección del imaginario que recorre estas conexiones comunicantes. En otros términos: el imaginario es guiado y canalizado en el marco de la máquina cominicatriz. Eso que las teorías del poder de la modernidad han estado forzadas a considerar como transcendente, es decir exterior a las relaciones productivas y sociales, es aquí formado en el interior, es decir inmanente a estas mismas relaciones. La mediación es absorvida en la máquina de producción. La síntesis política del espacio social es fijado en el espacio de la comunicación. Es por esta razón que las industrias de la comunicación han tomado una posición tan central: no sólo organizan la producción a una nueva escala e imponen una nueva estructura apropiada al espacio mundial, sino que convierten también su justificación inmanente. El poder organiza en tanto que productor; organizador, habla y se expresa en tanto que autoridad. El lenguaje, en tanto que comunicador, produce mercancías y crea, además, subjetividades que pone en relación y que jerarquiza. Las industrias de comunicación integran el imaginario y lo simbólico en la estructura de lo biopolítico, no sólo poniéndolos al servicio del poder, sino integrándolos realmente y de hecho en su propio funcionamiento.

Llegados a este punto, podemos comenzar a tratar la cuestión de la legitimazión del nuevo orden mundial. Éste no nace de acuerdos internacionales existentes anteriormente, ni tampoco del funcionamiento de las primeras organizaciones supranacionales embrionarias, creadas ellas mismas por tratados fundados sobre la ley internacional. La legitimación de la máquina imperial nace – al menos en parte – de las industrias de la comunicación, es decir de la transformación del nuevo modo de producción en una máquina. Es un sujeto que produce su propia imagen de autoridad. Es una forma de legitimación que no descansa sobre nada exterior a ella misma, y que es reformulada sin cesar por el desarrollo de su propio lenguaje de auto-validación.

Otra consecuencia más debe ser abordada a partir de estas premisas: Si la comunicación es uno de los sectores hegemónicos de la producción, e influye sobre la totalidad del campo de lo biopolítico, entonces debemos considerar la comunicación y el contexto biopolítico como coexistentes y coextensivos. Esto nos lleva bien lejos del viejo terreno, tal y como la ha descrito Jürgen Habermas, por ejemplo. De hecho, cuando Habermas ha desarrollado el concepto de acción cominicatriz, demostrando tan fuertemente su forma productiva y las consecuencias ontológicas que de ella se derivan, él parte siempre de un punto de vista exterior a estos efectos de la mundialización, de una perspectiva de vida y de verdad que podría contrarrestar la colonización del individuo por la información. La máquina imperial, no obstante, demuestra que ese punto de vista exterior no existe ya; al contrario: la producción comunicatriz y la construcción de la legitimación imperial navegan juntas y ya no pueden ser separadas. La máquina es auto-validante y auto-poiética, es decir: sistémica. Ella construye estructuras sociales que vacían o vuelven inefectivas toda contradicción; crea situaciones en las que, antes incluso de neutralizar la diferencia por la coerción, parece absorverla en un juego de equilibrios auto-generadores y auto-reguladores. Como hemos dicho en otro lugar, toda teoría jurídica que trate condiciones de la posmodernidad, deberá tener en cuenta esta definición específicamente comunicatriz de la producción social. La máquina imperial vive produciendo un contexto de equilibrios y /o reduciendo las complejidades. Ella pretende proponer un proyecto de ciudadanía universal e intensifica, con este propósito, la eficacia de su intervención sobre todo elemento de la relación de comunicación, disolviendo toda identidad e historia sobre un modo enteramente postmoderno. Pero contrariamente a la forma en que muchas valoraciones postmodernas lo hubieran hecho, la máquina imperial, en lugar de eliminar los relatos fundadores, los produce y los reproduce realmente (en particular, los principales relatos ideológicos) con el fin de hacer valer y celebrar su propio poder. Es en esta coincidencia de producción por el lenguaje, de producción lingüística de la realidad y de lenguaje de auto-validación, en donde reside una clave fundamental para comprender la eficacia, la validez y la legitimación del derecho imperial.

TRADUCCIÓN DE MUXUILUNAK


* Traducido del francés del primer número del MULTITUDES (MULTITUDES, marzo de 2000). (N.T.) [volver]
1 Este texto es un extracto del capítulo I.2. del libro de Michael Hardt y Toni Negri, L´Empire, publicado en las ediciones Exils en el presente año. Las notas de pie de página no se reproducen en la versión presente (N. de MULTITUDES). [volver]

jueves, 9 de abril de 2009

EL SEÑOR DE LOS VENENOS ENRIQUE SYMNS




UNA LEYENDA VIVA EN ARGENTINA, CHILE, Y BRASIL, ENRIQUE SYMNS EL FILIBUSTERO DE LOS WHISKYS,  EL POETA DE LA COCA, EL MARIHUANERO ILUMINADO, EL SEÑOR DE LOS VENENOS, CREADOR DE LA REVISTA "CERDOS Y PECES"·, VAGAMUNDO DE LOS PARAÍSOS ARTIFICIALES Y NARRADOR DE LAS BIOGRAFÍAS DE LOS ROQUEROS ARGENTINOS MAS IMPORTANTES; CONOCIÓ LOS BACKSTAGES DEL ROCK AND ROLL DEL CONO SUR, Y LIBRÓ DEBATES CON MEDIA DOCENA DE INTELECTUALES DE ALTO CALIBRE Y UNA DOCENA DE BURÓCRATAS BIEN ADOCENADOS DENTRO DE LOS ESTABLOS DE LA FARSA DEMOCRÁTICO FASCISTA DE SUR AMÉRICA.
SOBRE LOS 65 ABRILES YA RONDANDO LOS 70 SIGUE EN PIE DE GUERRA.
DE GRIFFOS DE NNEONN PARA EL PIPOL WEBERO UN POT POURRI DE TEXTOS, ENSAYOS Y ARTÍCULOS, ADEMAS DE UNA ENTREVISTA CON EL MÍTICO ANARQUISTA.


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Como siempre, otra vez, la vida me asfixiaba.
Mi gran consuelo era una rusa alucinante que se llamaba Alma. Era la gran pasión de mi vida aunque jamás cogió conmigo. Ella se acostaba con hombres recios golpeadores, pero disfrutaba de mis relatos y teorías. La larga cabellera rojiza de Alma llameaba por la calle corrientes, entrando y saliendo de los lugares top de la década del 60: La Paz, el Bar Colombiano, Politeama y el Bar Cultural. Extremadamente flaca y decididamente atractiva, con un misterioso origen familiar que se ocupaba de ocultar con minuciosa paciencia, estudiante crónica de derecho y filosofía por vocación, Alma respiraba utopías y amaba a los hombres capaces de crearlas. Mi mayor placer consistía en que me cantara canciones rusas al oído hasta hacerme llorar.
(...)

Aquella tarde, con un gesto hipnótico Alma puso un porro en mi boca, y sin que mediara resistencia lo encendió.
(...)

En el instante en que inhalé aquel humo, toda mi vida se esclareció, como si un rayo aterrador iluminase cada instante de mi historia. Por primera vez desde niño, aterricé de ese insensato viaje hacia la adultez. Dejé de escuchar la frecuencia mediocre del guión que se oculta en las conversaciones, y percibí telegramas ocultos entre las oraciones. El insoportable peso que cargaba desde la infancia se esfumó, y entonces pude ver.

Alma me tomó de la mano y salimos del bar. Una bocanada de gritos del aire me traspasó los pulmones. En esos tramos de la caminata vomite la angustia que siempre me había anudado la boca del estomago con la parte baja de los pulmones: me desate de una estructura psíquica conformada por cadenas asociativas, temores, culpas y órdenes mal ensambladas. Me estaba escapando de la trampa.

Guardo un recuerdo doloroso y confuso de aquélla época. Entraba y salía de los bares coqueteando con proyectos que no se concretaban, orgías que no disfrutaba y fiestas en las que siempre quedaba afuera del jolgorio, invisible a la mirada de las mujeres hermosas.
Esa noche, como dos brujos expertos, Alma y yo fuimos esquivando las vidrieras colmadas del bar Politeama. Mientras flotaba por la calle, comencé a sentirme extremadamente torpe ante aquélla sensación de plenitud, y traté de librarme de ella.

Me reía de la confusión radiofónica que se había producido en mi cerebro. Todas las voces hablaban al mismo tiempo. Voces familiares se mezclaban con disputas amorosas, y hasta un locutor que no dejaba de transmitir viejas conversaciones inconclusas conmigo mismo. Los laberintos del cerebro se habían iluminado y cundía el caos. Fue mi primer descubrimiento: yo no pensaba, no era responsable de nada de lo que cruzaba por mi mente; era el espacio exterior de todos los sucesos que antiguamente denominaba “yo”. Alguien o Algo, un proceso infame y siniestro hablaba consigo mismo en mi cerebro, y construía sin cesar las madrigueras donde un gusano lleno de dolor y miedo viajaba hacia la oscuridad. Mi carcajada aterrorizaba al gusano y a las voces. Le dije a Alma:
- Tengo una radio en el cerebro...


En la esquina del Obelisco me ocurrió por primera vez una cosa difícil de explicar, y que posteriormente se convirtió en una cosa bastante habitual (la lectura de William Burroughs me permitió elaborar esa experiencia sin caer en pánico). Digámoslo de un tirón: desaparecí del mundo. Cuando volví, no sabía donde estaba ni quien era; desconocía el sentido de las palabras. Miraba el cartel con el nombre de una calle y veía dibujos en sánscrito. Se produjo un silencio inaudito, la actividad de miles de millones de sinapsis se congeló, y nada ni nadie pudo hacerse cargo de la identidad de las cosas. El sonido de la conversación de las personas que conformaban la multitud era el grito psicótico de un gigantesco sapo rabioso.

Yo era una aparición fulminante estampada como un grabado prehistórico sobre los pliegues de la vida, como si nunca antes hubiera existido. Reaparecí repentinamente dentro de mi cuerpo –que era casi una ropa ajena-, y esa masa desconocida que era yo estaba de pronto vomitando jugos sobre un semáforo.
(...)

Ese retorno al terror infantil me dejó con el culo pelado en plena calle Corrientes. Intenté hablar, pero al parecer solo farfullé ridiculeces sin sentido.
- Sí, nene- me susurro Alma, acariciándome la nuca con su voz orgásmica-. Éste es el baile...

La grotesca comparación de Alma me sustrajo del horror, haciéndome vislumbrar las características del “baile” el que se refería: una danza ejecutada sobre un infinito tonel lleno de melaza negra, un baile de abstracciones dibujadas sobre las tinieblas para no perder pie y caer eternamente contra la nada que articulaba toda la realidad. Miré a la gente en la calle y vi a los transeúntes patinar sobre el miedo, tratando locamente de creer en algo, aferrados a la bestial ignorancia. Indios bailando una danza vudú para sostener la brujería de la vida cotidiana, fantasmas de la luz proyectados desde el fondo del cosmos sobre el escenario grotesco de los días. Amores y trabajos, odios y rechazos, planes y recuerdos, cada detalle y cada argumento no eran sino tretas de la mente para evitar el choque repugnante con el vacío.

En el ascensor de la casa que visitábamos en la calle Tucumán, Alma encendió otro porro y me ordenó fumar. (...)

Y así fue como comenzó mi otra vida.
Cuando se abrió la puerta del departamento, fui Alicia entrando en la cueva del sombrerero loco.
El hombre hermoso sentado en un sillón como un antiguo y sabio rey estaba vestido de manera estrafalaria.
(...)

Reinaba sobre la casa y sobre las presencias casi sin proponérselo. Su figura destilaba luz, aunque él parecía estar hundido es las sombras en las que nadaba a gusto. A todo volumen, el lado dos de Abbey Road era una sustancia lisérgica flotando en el aire. Alrededor de él, y girando en distintas órbitas, estaban los personajes mas alucinantes que había conocido.
(...)

Lo llamaban Mister Fu, y era reconocido allí donde lo nombraras.
El porro fumado en la escalera y la repentina irrupción en aquella casa me deslizaron hacia las profundidades de mi inconsciente. Alma me contó luego que comencé a describir, como un técnico experto, los circuitos del mecanismo que manipulaba mi mente.
Hipnotizado por mis descripciones de ese horroroso paraje mental, Mister fu se arrastro desde el sillón como una serpiente, se puso de espaldas al espectacular paisaje de la ciudad tras la ventana, y con elegante tristeza me dijo:
-Yo nunca vi nada misterioso en este mundo...
Y en ese mismo instante, detrás de él, una estrella verde cayó del cielo y se desintegró.

Acurrucado en un sillón de aquélla casa desconocida, amanezco a la pesadilla de mi guión. Piadosamente alguien me ha cubierto con una manta. La magia se esfumó, dejando un recuerdo desagradable. Otra vez el estómago me ordena sigilosamente convertirme en comadreja.


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Extracto de
“En la cueva del mago” 
perteneciente al capítulo “¿Que hubiera sido de mí sin Alma? »



La marihuana comenzó a plantarse en cualquier sitio y por cualquier idiota estudiante de botánica. En las macetas de un departamento de San Isidro, en un jardincito de La Plata, en los fondos de la casa de la tía Adela. Estas marihuanas, efectivas pero domesticadas, han perdido la furiosa embestida con que las dotaba la tierra primitiva y la mano inequívoca del traficante. Nada que crezca en el jardín de la vida tendrá la efectividad de todo aquello que se desarrolla bárbaro y viril en la salvaje calle. Así será todo: niños y plantas, colores y artistas, peleadores y perros. Todo lo que crece en el jardín desarrolla el tramado de los virus, la vida le ha sido expropiada y reemplazada por un plan, por un Ansia Cobarde. Actualmente el maravilloso escalón que te transportaba inmediatamente hacia plantas más poderosas; se fue transformando a lo largo de los años en el mantel coqueto en el que psicólogos y rastafaris, amas de casa y toda clase de gente adaptada sirve su porción de misterio para luego contar con orgullo: "Nos fumamos un porrito". Por otra parte, la marihuana ha comenzado a tener un notable índice de adicción. Lamentablemente, es una planta que se parece cada vez más a las pildoritas psiquiátricas con las que los médicos y psiquiatrones amansan a la fiera dolida que se despierta en muchos de sus pacientes. El mejor argumento para defenestrarla lo ha aportado la casta médica de cierto estado del gran país del Norte: ¡muchos médicos recomiendan la marihuana como remedio para casi todos los males! Se trata del suicidio de una planta mágica. El té de los chinos es una clara demostración: de aquella poderosa fiera alucinógena ha quedado ese gatito ensobrado que tomamos cuando nos duele la panza."

Pág 47.

"Y cuando leí al Marqués de Sade a los 12 años, siguiendo las enseñanzas de Las 120 jornadas de Sodoma me convertí en el maestro de pajas de todo el vecindario. Hay algo siniestramente naíf en las propuestas del Marqués, que suele encajar con la imaginación perversa de los niños. Él nos recuerda siempre la época legendaria e inexistente en la que fuimos los reyes de nuestra voluntad."

Pág 57.

"Actualmente, no importa de quien se trate, al cabo de diez o quince minutos de una charla banal sé inmediatamente si el tipo es un tonto que cree en lo que dice, o si hay en él ecos misteriosos de otras voces. Por dar un ejemplo, sin ánimo de ofender: Ernesto Sábato, con quien charlé en un par de ocasiones, es un tonto del culo, aburrido y deprimente, y Borges un auténtico guerrero de la palabra. La charla entre ellos es un enfrentamiento entre un mandril y un alienígena."

Pág 109.

Leer El libro de Mut, El loto blanco, El libro de Ptah-nun, El sendero de Kons.

"(...) con el Indio habíamos desarrollado una amistad cocainómana y febril. En su casa sosteníamos agotadoras maratones conversacionales, en las que él era un experto ajedrecista. Yo estaba recién iniciado en las artes del consumo de cocaína, e ignoraba que uno de sus peores efectos consiste en esas conversaciones absorbentes que parecen construir una escalera al cielo y en realidad te hunden en el sótano de tus vilezas y debilidades. Confesás traiciones y engaños, pero para mejorar las estrategias llorás; para blanquearte triturás el tiempo con tus zambullidas afectivas, pero te congelás; lo decís todo para que nada se escuche. "Me cogí a tu hija" tiene el mismo valor que "Hoy te quiero mucho"(...)"

Pág 131.

"Sus miserias personales, su incapacidad de ensuciarse con la roña de la calle, su inesperada traición a los principios de nuestra tarea cuando un muchacho llamado Walter Bulacio fue asesinado por la Policía Federal en uno de sus recitales (convirtiéndose en el primer crimen de la historia del rock argentino, y que el Indio no sólo no denunció sino que tampoco asumió), jamás consiguieron borrar el efecto sedante que me producía su sonrisa irónica, su mirada permanentemente llorosa que transparentaba una desolación tan lacerante como asumida."

Pág 132.

"Walter era un auténtico caballero con las damas, era elegante en su juego erótico y no se las trincaba bestialmente como el Pelado de la Bersuit Vergarabat y sus adláteres que en los camarines de la disco Cemento se han apoderado del culo de pendejas vírgenes como si fueran lechones que carneaban sin esfuerzo antes de salir a tocar."

"Fue protagonista (nota mía: Willy Crook) de peleas memorables defendiendo a Miguel Abuelo, y antes de que lo internaran en el neuropsiquiátrico Borda casi destroza una comisaría."

Pág 173.


En El señor de los venenos de Symns, Enrique,
Editorial el cuenco de plata, 2006.



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ENTREVISTA



LOS REDONDOS, NIETZSCHE, BURROUGHS, COCAINA, POESIA, LUCA, SEXO, ROCK CHABON Y LA INFATIGABLE TEORIA DEL COMPLOT, SON ALGUNOS DE LOS TEMAS QUE ENRIQUE SYMNS DESGRANA A LO LARGO DE ESTA ENTREVISTA. 
UNO DE LOS POCOS PERSONAJES INDOMABLES DE LA CULTURA ARTÍSTICA MARGINAL DE LAS ULTIMAS DOS DECADAS. 
ABRE LA BOCA Y NO QUEDA NADIE EN PIE.


Memorias de un viejo indecente

Enrique Symns no se cansa de decir que ya tiene sesenta años y que quiere vivir en la leyenda. Con su melena de canas largas encarna una especie de profesor Locovich diabólico, que afirma que no se avergüenza de no tener nada: “Esta ropa que tengo puesta no es mía, me la regalaron”, se confiesa mientras se le escapa su rosada panza por entre los huecos de una camisa a la que le faltan algunos botones.

“Y que querés: me quedé pelado, estoy gordo, las chicas no me quieren besar porque se me cayeron los dientes”, se lamenta por celular ante un hipotético Sebastián Ortega en un pasaje de su obra Un guión para Tinelli, que estuvo en cartel en el Café Ghandi hasta comienzos del mes de abril. La pieza, que contó con la presencia del actor Héctor Ledo, fue escrita por Symns en sus días como habitante de el Bolsón –paraíso hippie que lo encontró fugazmente haciendo radio en FM Alas-. “Tres días sin dormir, mucha merca, pum-pum y listo”, cuenta riéndose y acaparando la tensión de todo el bar La Perla, donde estamos realizando la nota.
Aunque lejos del sur, Symns volvió a la radio y hoy se ocupa de conducir La noche del cazador todos los viernes de 22 a 01 por Radio Ciudad, algo que, según él, lo hace “sólo para poder pagar el alquiler en Buenos Aires”.

El héroe del Whisky, como lo llamó alguna vez el Indio Solari, saborea su ginebra de las cinco de la tarde y muestra su libro próximo a salir. De acuerdo a sus palabras, En busca del asesino es un thriller real sobre un crimen en el que él estuvo involucrado. “Es mejor que el otro pero se va a vender menos”, analiza refiriéndose a la publicación El señor de los venenos, que ya va por la tercera edición y en el que cuenta sus aventuras y recuerdos de la época en la que era el monologuista oficial que abría los shows de los Redonditos de Ricota, oficio que se extendió hasta comienzos de los noventa. Época en que flameaba como bandera under su revista Cerdos y Peces. En ésta, además de notas a las nuevas figuras de rock (el Indio llegó a publicar poesía y dibujos bajo un pseudónimo) o del teatro independiente, Symns inventaba fabulosas entrevistas a Micky Rourke o firmaba notas simulando ser el escritor William Burroughs.

De allí surgió su Teoría del Complot, por la cual afirma: “todavía hoy, que la humanidad está controlada por leyes absurdas, considerando la familia y el hogar como uno de los instrumentos de dominación que posee el sistema”. En este contexto, aparece el espacio de lo salvaje del bar como lo opuesto a la domesticación familiar.
¿Qué te sugiere que en Castelar haya un bar que se llame Tarzán?

Y mirá, dentro de lo que es la construcción tremenda que esa la ciudad, que consiste en la eliminación de toda trasgresión con lo regular de sus calles y sus veredas, es la encarnación del capitalismo. Te educan desde niño para tres cosas: estudiar, trabajar y casarte. Eso es el proyecto de la ciudad. Y ahí se terminó la aventura. Dejás de ser un niño y te convertís en uno de esos bastardos que andan por acá. El bar, ante esto, es el último lugar en donde todavía existe la aventura posible de que te pase algo distinto. En los otros lugares nunca te va a pasar más nada, ¡y menos en el hogar! En el bar entonces están las conversaciones transgresoras, están los amigos marginales, los intelectuales, las putas. Hasta los posibles romances. Por lo tanto lo llamo la selva. De ahí puede estar la posibilidad de ser un Tarzán, aunque sea por un rato. Porque el bar, si bien es el último reducto, la última porción de selva que le queda a la ciudad, es muy pequeño.

El repaso por el oeste nos lleva a los vagos recuerdos de Enrique por esta zona y sus visitas al Indio Solari cuando residía en Ramos Mejía. Pero como en esta vasta porción de tierra todo está conectado, de allí nos vamos a Hurlingham y su música.


¿Cuánto creés que hay de Sumo en Divididos y Las Pelotas?

Son los hermanitos menores de Luca... muy menores. Divididos no me gusta. Las Pelotas un poco más, por su experimentación, pero no es lo mismo, yo lo extraño a Luca. Era un gran creador, el mejor de todos. Un tipo de una enorme cultura. Él se hacía el bruto pero no lo era. La última vez que lo encontré estaba haciendo algo distinto en el Parakultural y ya estaba podrido de Sumo, del éxito. Porque él vino y trajo una música alucinante, pero era todo lo que ya sabía, por eso creo que de lo que estaba podrido era de él. Además no tenía competencia porque los Redondos no existían comparados con él. Ellos nunca podrían haber llegado a tanto si Luca no se moría. No porque no tenga talento el Indio, sino porque Luca era lo máximo. Tenía algo que ellos no tenían, era un Jim Morrison. Yo siempre lo digo: vos veías caminar a Luca por la calle Corrientes y la calle se movía. Un loco, un demente... Y no hay más de esa especie.



Lo último que había escuchado de vos antes de los libros fue el tema “Soy un virus”, que grabaste con los uruguayos de La Tabaré. ¿Con esto te referís al viejo complot?

Sí, pero es algo serio. Lo he hablado con virólogos. La palabra es un virus traído por extraterrestres para dominarnos. Ellos se alojaron en el cerebro de los monos hace millones de años y les enseñaron a hablar para poder sobrevivir. Cuando los monos hablaban ellos respiraban. Pero es una teoría que no es mía. Lo podés rastrear en Tótem y tabú de Freud o en El trabajo de Burroughs. Porque el origen de la palabra es un misterio, pero lo han logrado junto con otras invenciones: palabras, letras, el dinero, el trabajo, Dios. Imaginate, ¡la nada!



¿Y la noción del tiempo cómo juega?

Otra invención. Porque los científicos se olvidan de que el tiempo y el espacio no existen, son leyes creadas por la mente. ¿Qué es lo que nos transforma en esta especie de monos especiales? La invención del calendario. Porque, como diría Artaud, cuando crearon el reloj “nos hicieron esclavos de nuevo”. Nos sacaron el grillete de los tobillos y lo pusieron en la pulsera. El reloj te mata, te va envejeciendo, te va destruyendo la vida. Por eso es hermoso ver a un hombre con el ojo de un tigre acechando al tiempo para matarlo.



¿La educación es parte del complot?

Al final tenés que estudiar porque tenés que aprender a utilizar el lenguaje. Yo veo a los niños chiquitos y es maravilloso. Un niño hasta los tres años vive 7 mil años, porque no existe el tiempo. Luego, con el lenguaje, se le empiezan a transmitir conocimientos, como el tiempo. Lo agarra una maestra y lo convierte en un panadero, en un estudiante de sociología, ¡en una mierda! Sin sueños, sin poesía. ¿Cuántos quedan que sobreviven a ese matadero de almas en que consiste la educación? Porque un ser humano lo que tiene que hacer es nunca dejar de ser niño. O sea, ser un duende. Porque un duende es eso: un ser escondido en el rostro de un viejo.



¿Y ser un duende qué implica?

Nunca rendirse. No saber nada. Es como si vos fueras el extraterrestre que mira a los mandriles vivir... y encima una vida impiadosa, desagradable. ¡Viven en parejas! No conozco una sola pareja que sea feliz. Se casan y dejan de flotar. Empiezan a preocuparse, dejan de coger, de besarse la concha. Se convierten en cajas de seguridad, cuidan la economía. Porque la base del capitalismo no es la familia, es la pareja. La base de la maldición del mundo es que un hombre y una mujer se enamoren. El amor es una psicosis colectiva. Cuando el hombre se enamora se convierte en un imbécil, en un degenerado. Lo dijo Freud: “el encuentro entre el hombre y la mujer es imposible porque cuando el hombre se enamora busca a su madre”. Y la mujer busca en el hombre a Dios, busca algo más misterioso, pero no lo encuentra. Ninguno encuentra al otro. Entonces se forma ese nido de frustraciones donde comen, duermen, cagan, tienen hijos y reproducen la maldición.


Vos siempre dijiste que la única manera de escapar al Complot era a través de la locura. Hoy en tu obra Un guión... el discurso que primero es políticamente correcto cambia cuando las drogas hacen efecto. ¿El punto de contacto es que el gobierno del inconsciente es lo que permite sustraerse, aunque sea por un momento, del Complot?

Puede ser. Yo, por ejemplo, a la locura la pude experimentar a través de las drogas. La que más me llevó adentro fue la cocaína. No el ácido lisérgico o la mezcalina que me metieron en experiencias excepcionales o que me asustaron. La cocaína es la que me introdujo en el manicomio de mi cerebro, que es como una radio en la que hablan los demás. Porque yo soy un sujeto hablado, en el que hablan mis padres, mis abuelos, no yo. Entonces cuando vos tomás cocaína y te pasás días sin comer y sin dormir, llegás a lugares del cerebro impensados. Nietzsche lo decía así: “cuando vos mirás e abismo, el abismo te mira. Y le gustás”. El inconsciente quiere que vos hagas eso, que sufras para que él goce.



En tus notas y libros es constante la mentira, como citar autores o firmar con nombres falsos. ¿La mentira es un recurso para salir del Complot?

Pero esas no son mentiras, son trucos lingüísticos. Por ejemplo: si yo tengo algo importante para decir se lo adjudico a otro, porque si lo digo yo nadie me da bola. Pero la mentira es otra cosa. Por ejemplo, vos estás casado. Conocés a una chica, te la cogés. Vas a tu casa y no tenés por qué contarlo. ¿Por qué vas a hacer daño? Eso es una mentira. Hay derecho a tener secretos. Pero te dio el teléfono. La llamás y le decís a tu mujer que vas a trabajar. Dos mentiras dan un engaño. Y después con el tiempo se hace tu amante. Muchos engaños dan traición. Entonces la gente está acostumbrada a traicionar. Todos viven traicionando.

¿Vos por qué creés que los rockeros no me dan bola? Tipos que son ricos, que hasta hace poco tiempo veía. Porque yo soy testigo de esa traición que hicieron. Porque siempre quisieron eso: tener una pileta llena de conchas, con cámaras de video, sanguches de solomillo de no sé donde y viajar en un avión con el jet-set.


Después de aquella discusión sobre el caso Bulacio, donde les reprochaste el no haberse puesto al frente de los reclamos. ¿Volviste a tener contacto con alguno de Los Redondos?

Al Indio nunca más lo vi desde aquello, pero me gustaría. Cuando llegué a Buenos Aires los vi a Skay y a Poli. Están hechos dos gorditos, dos pelotudos. En cambio el Indio sigue siendo el mismo tipo sufrido. Millonario, pero malo. Siempre le molestó la gente, nunca podría haber estado como nosotros en este bar. Por eso me gusta, porque es un jodido.



A pesar de la pelea siempre noto en vos un tono de cariño para con él, por más que lo critiques.

Sí, porque yo lo amo. A él y al Semilla (Bucciarelli). Por ejemplo, las canciones que me dedicó son geniales. En “El héroe del Whisky” él me trata de frívolo y tenía razón. Yo cogía todo el tiempo y me encantaba. Y en el otro (“El blues de la artillería) también todo es cierto. Que “cabe todo lo mío en una maldita valija”. Estoy orgulloso de eso, de no tener nada. Ese tema es todo un halago. Pero después se metió con que yo vendía merca (“líder dealer sin freno...”) y era cierto también. Pero, como dije en ese momento, yo vendía cocaína porque era un tipo honesto. No andaba inventando canciones sobre que “viajo en trenes” y resulta que después me compro mansiones de lujo. Pero bueno, fue una pelea muy dura, muy desgarrante. Pero yo los amo. Es más, el disco que más me gusta es justamente La mosca y la sopa. Después de eso no hicieron nada más bueno.



¿Qué te parece lo que están haciendo hoy?

Bueno, el Indio todavía tiene algo. Su disco tiene un tema muy bueno. Lo de Skay no me gusta. Del resto del rock de acá casi no conozco. El ‘rock chabón’ me parece patético, sin poesía, sin música. Pero además me parece asqueroso que el rock se haya puesto de moda y se codee con el jet-set. Porque lo peor que le pasó a la música es Santaolalla. Es un vendedor de almas, un Tinelli. Por eso ganó ese premio de mierda. Yo me acuerdo que los Bersuit eran buenísimos. Me encantaba el peor disco que hicieron, Don Leopardo. Era el mejor. Hasta que después los agarró este tipo y empezaron a hacer discos de mierda y a decirle cosas emocionantes y cálidas a la gente porque son un clan. A todo el arte le está pasando algo siniestro: la pintura tiene el curador. El productor es más importante que el músico. ¿Cómo es esa mierda? O sea que Van Gogh no hubiera existido, Beethoven tampoco si no fuera por el intermediario. Yo fui a presentar mi libro y cuando un editor me quiso venir a decir cómo tenía qué escribir lo mandé a la mierda.



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ALGUNOS TEXTOS
DE Enrique Slims




El arte alguna vez fue lo que hizo a las mujeres levantarse de sus asientos y bailar desnudas como dislocadas hasta al amanecer griego, mientras los hombres comían como animales y un poeta cantaba cosas que decía que veía. Ese juglar era un artista. Cantaba las bellezas exuberantes de los dioses nefastos que arremetían contra los hombres, porque así simplemente sentía al mundo más grande que él.
Hoy los artistas no son otra cosa que cadáveres expuestos en vitrinas al igual que sus obras, tan muertas como ellos. No hay diferencia, todo es igual disfrazado de lo mismo; vestida de incertidumbres una obra vaga de salón en salón, de museo en museo, y es celebrada y premiada por muchos, y todo eso no sirve más que para alimentar a la codicia del artista."

"El futuro es algo que también fue inventado, y como todo tiene que acabar. El futuro hace siglos es el pasado. El hombre citadino, -hoy ya casi no hay rastros de otro hombre-, sabe su futuro a cinco o diez años. Lo planifica, lo cuenta, la maquiniza. Compra automóviles o casas quintas o un convoy de tasas chinas en cuotas, porque sabe que estará allí una década después para seguir pagando. Cuando firma un pagaré ese hombre firma su esclavitud, o peor aún, su muerte, o su futuro, que hoy por hoy es casi lo mismo."

"Conozco el dolor desde niño, cuando bajaba corriendo afiebrado hacia la costa de las aventuras y me encontraba siempre con esa cárcel de rutinas en que consiste la vida. Porque estamos aquí, en donde todo es dolor y todo resulta gratis, porque el sol se quema todos los días como un bonzo que se suicida por tristeza, en donde las sonrisas terminan siempre en puñaladas, y en donde el primer pez cuando tuvo hambre se convirtió en asesino.
El dolor de estar aquí, en donde los pajaros aprenden a leer y escribir las leyes que prohiben volar".

"Esos viejos flacos y orgullosos en el supermercado, arrastrando el carrito vacio con los ojos bajos y en silencio. Porque ellos creen que el silencio es de bravos.
Esos viejos muertos de hambre que trabajaron toda una vida y no se roban ni una uva.
Esos viejos que se cruzan con un muchacho rubio de pelo largo que no los ve porque va pensando en el futuro, porque este es un mundo de jovenes que olvidan su origen y de viejos que no recuerdan el destino, pero si las moscas usaron corbata, si las balas cantaran blues, si el cielo sacudiera su viejo culo azul y las ventanas catodicas de los edificios explotaran, igual, igual habria un anciano babeando fantasias sobre las piernas
de una muchacha e igual habria todos esos tipos con cara de clavo sonriendo por las calles del mundo".

"Un hombre solo en un cuarto regando una planta, sufriendo porque nadie le habla o nadie lo toca y solo le cabe recordar. O las camareras de los bares nocturnos de polleras cortas que van naufragando entre las brumas del deseo o las conversaciones de mis amigos que antes soñaban ser héroes y ahora cobran un sueldo.
Estan inyectando la jeringa del miedo en las venas del mundo".

"Yo tenia 20 años y siempre estaba borracho en una pieza mugrienta viendo reflejar mi rostro sobre las frias paredes del mundo. Ahora tengo casi 60, y nunca lo ví.
Nunca vi a un hombre encendido y llameante, un hombre que cuando levantara la mano para encender un cigarrillo yo viera en sus ojos los ojos de un tigre acechando en el viento el paso del tiempo para matarlo. Siempre vi los ojos del miedo. Siempre vi los ojos tristes de la nostalgia".


EL FANTASMA DEL VIOLADOR Por Enrique Symns

Diario Crítica 29.10.08

Resulta por lo menos sospechoso que una tragedia tan frecuente y traumática como es la violación (cada 60 segundos es atacada una mujer en el mundo) carezca de narrativa. Que yo sepa, no existe en Latinoamérica ningún ensayo que cuente las vicisitudes de las víctimas, el proceder del depredador y las consecuencias existenciales posteriores tanto para la víctima como para el victimario. Con respecto a los Estados Unidos y el resto de los países integrantes del Primer Mundo, encontré un libro titulado Estudio sobre 200 casos de violación en Filadelfia. Los ataques sexuales a niños en Bélgica, del Dr. Besancon, y una variada gama de estudios psicológicos plagados de abstracciones, muy aburridos y carentes de toda utilidad. En varias oportunidades presenté proyectos sobre el tema a importantes editoriales de Chile y la Argentina sin conseguir despertar su interés.

Estoy tentado de afirmar que ese silencio narrativo está sustentado y vigilado por una oscura voluntad abismal de los poderes con la finalidad de mantener cierto statu quo en el discurso público sobre “la normalidad del deseo”. Si hay algo que no tiene nada que ver con la normalidad, es la sexualidad humana y basta echarle una ojeada al Diccionario de la parafilia, del Dr. Yhon Money, para comprender que el culto al coito vaginal es solamente una publicidad anticuada del matrimonio heterosexual. El cantante canadiense Leonard Cohen lo expresa mejor “El hombre y la mujer, juntos, son un artefacto demasiado anticuado”.

El mayor fraude epistemológico consistió en acreditarle al violador cierta patología, ciertos rasgos caracteropáticos. En todas las guerras de todas las latitudes, las mujeres son violadas salvajemente por soldados que son padres de familia o jóvenes universitarios. En los apagones masivos de energía eléctrica que suelen acaecer en grandes ciudades como Nueva York o San Pablo, docenas de transeúntes femeninas son manoseadas, abusadas y hasta violadas por empleados públicos, obreros y estudiantes. No hay un identikit del depredador ocasional. Los sistemas utilizados por los abusadores son múltiples. Las noticias sólo dan testimonio de los ataques concretados bajo la amenaza de un arma o la violencia física. Pero hay violadores que utilizan la seducción para atraer a sus víctimas hacia el sitio donde serán sometidas. Las formas de amedrentamiento son variadas, se utiliza la extorsión y el chantaje, el uso de drogas y hasta el casamiento. No es cierto que la mayoría de los violadores hayan sido abusados de niños, los hay también que tuvieron una infancia aparentemente normal. Los hay seriales y ocasionales, oportunistas y sistematizadores, hay quienes incluso no son conscientes de haber cometido una violación y hasta acusan a sus víctimas de haberlos provocado.

Más allá de las disposiciones legales o los discursos médicos, una amplia mayoría de adultos varones no suele considerar como abuso el contacto sexual con las niñas de entre 12 y 15 años que han desarrollado un cuerpo turgente o atractivo. “Lolita”, ese diseño “Nabokov”, habita en las fantasías masturbatorias de millones de adultos en todo el mundo. La “colegiala” es un estereotipo de ese deseo. Henry Miller en Pesadilla de aire acondicionado lo describe así: “El uniforme diseñado para las colegialas es una publicidad descarada del cuerpo de las adolescentes y púberes vírgenes ofrecidas bajo ese disfraz como viejas putas calientes”.

Muchas de mis amigas y novias, en alguna oportunidad, me han contado de violaciones sufridas en la niñez o adolescencia. Puedo dar testimonio del dolor que esos relatos producen en quien los escucha. En una zona penumbral y siniestra de mi conciencia la figura anónima del violador me ha sido transferida. Ese fantasma que habita en los recuerdos de la mujer atacada se introduce en la memoria de quien escuche con atención. El fantasma del violador se mantiene vivo para siempre como si su presencia hubiese sido grabada a fuego en la carne de la víctima. Los testimonios de muchas prostitutas o simples amas de casa violadas en la niñez indican que el trauma y la lesión mental es menos intensa y deformante de la conducta si fueron atacadas por un desconocido en lugar de una persona cercana. La mayor cantidad de abusos sexuales a niños se produce en el propio hogar. En el barrio son acosados por los vecinos o los padres, abuelas y hermanos de alguna amiguita. En el colegio son corrompidos y abusados por maestros, curas y hasta psicólogos.

Hay dos hechos que se ponen en evidencia en el deseo pedófilo y que la sociedad se niega a aceptar: los niños son eróticamente atractivos y en algunos casos seductores. Quien los somete se aprovecha habitualmente del tabú que trata de protegerlos enmascarando su sexualidad. La otra evidencia es más compleja y siniestra: la fantasía de la violación sexual habita en casi todas las mentes masculinas. Ese deseo en ocasiones duerme domesticado e inofensivo hasta que algún suceso fortuito, alguna jubilación imprevista de la ética o el reconocimiento repentino de una vida sexual insatisfecha detonan el despertar de la pulsión y un nuevo monstruo se sube al escenario de la violencia.

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EL INICIO.

"Mi nueva experiencia estaba por comenzar cuando me metí en el pequeño camarín de la redacción, con la idea de salir a hacer un monólogo. Govida entró como una ráfaga y me introdujo una sustancia en la nariz. Quedé boqueando, y sali a hacer una de la peores actuaciones de mi vida. Me sentía sepultado adentro de esa masa de gestos y palabras que hacía y decía el fantoche que actuaba y proclamaba ser yo. Y cuando volví al camarín maldije la cocaína.
Dos años después era un cliente habitual de los baños de las casas de mis amigos y de todos los bares de la calle Corrientes, San Telmo y Once. Eran los viajes que Javier Lebonas denominaba << ir a buscar inteligencia al baño>> (...) cada visita al baño era una inmersión en las montañas de hielo del bajo fondo de la conciencia."

(El señor de los Venenos)

Aqui les dejo uno de los capitulos de la autobiografia de Enrique Symns,un personaje bastante conocido del under argentino y ex monologuista de los redondos!espero q les guste...


Siempre hay que volver

El primer bar que conocí en mi vida estaba frente a la estación de trenes de Monte Grande, mi pueblo natal.
Tenía 12 años y con mi amigo José, que todavía era más chico que yo, nos escapábamos por las noches. Cuando mi tía Angélica se quedaba dormida, yo salía por la ventana, caminaba por los techos y me encontraba con José en la escalera del edificio de la panadería donde el vivía con su familia. Habitualmente nos conseguíamos un trago que robábamos de la alacena de nuestras casas. Quizás empezábamos con oporto, vino moscazo o vermouth Cinzano, las bebidas que se consumían en nuestros hogares. Tomábamos aquellas dosis y nos cagabamos de risa. En reír y tratar de contener sin conseguirlo aquellas carcajadas consistía nuestra embriaguez. Fue la primera droga que me ayudo a salir a explorar el mundo. Para eso están las drogas, para ayudarnos a dejar de ver esa obstinada tranquera que nos impide ingresar en lo desconocido, para obligarnos a ser nosotros mismos.
Pero José economizaba el tiempo de sus excursiones nocturnas; no solo era mas chico sino que también tenia una familia que lo controlaba mas. Así que yo comencé a extender el territorio de mis excursiones hasta alcanzar la estación de trenes y de ese bar en donde inexplicablemente me dejaban entrar por las noches mientras los clientes asiduos juegan a las cartas o al dominó. Desde las ventanas miraba el ir y venir de los trenes y me imaginaba lo que pocos meses después hice: subirme a uno de ellos y zambullirme en esa fantasía inaudita que era Buenos Aires.
Recuero con nitidez palpitante todos los miedos que me habitaban. No eran tan intensos los que tenia que ver con el peligro físico, el castigo familiar o policial, como el miedo a decepcionarme con el mundo. ¿Y si no hubiera otra cosa más allá del horizonte de mi vida cotidiana?
A medida que mi conducta se fue haciendo caótica. Me importo cada vez menos que descubrieran mis ausencias y aun que mi tía me encontrara alcoholizado en mi cama todas las mañanas.
En el bar había un personaje que admiraba. Era un petiso malandra y peleador, un autentico choro experto en todos los trucos de la pelea callejera, un matón, pero chistoso y hasta cariñoso conmigo. El petiso se había encariñado conmigo. Yo era un niño muy flaco y esmirriado y en ese lugar eran pocos los que me prestaban atención. Sin embargo, el petiso siempre me convidaba.
-¿querés tomar un café con leche? –me preguntaban cada noche con expresión picara y codeando a sus acompañantes como si estuviera a punto de mostrarles una gracia.
-No… prefiero una ginebrita…
Todos se reían y bromeaban con mi exigencia pero, finalmente, con esa estupenda inmoralidad de los hombres de la noche, la ginebrita llegaba a mis manos. Yo me la tomaba casi por asalto y rápidamente quedaba en un estado de éxtasis frente a las maniobras de la vida adulta: las bromas, los empujones, el lenguaje sexual violento y grosero y a veces también las peleas.
La fama de peleador del petiso era muy grande; sin embargo, yo nunca había tenido la oportunidad de comprobarlo. Hasta que una noche, muy tarde, cuando ya había decidido continuar estirando mis horarios de permanencia en el bar, entro un grandote, un hombre verdaderamente grande, con aspecto de obrero de la construcción o ferroviario, de andar fiero y mirada esquiva, que pidió un café.
Enseguida el petiso se “enamoro” del grandote. Era la palabra que usaban los peleadores para señalar el momento en que un peleador decide, sin motivo alguno, buscar pelea con un desconocido. Era el tiempo del famoso “¿Qué me miras?”.
Yo estaba distraído esa noche porque había conseguido sentarme en la mesa de la ventana, con mi ginebrita, para mirar el mejor paisaje del universo: la llegada y partida de los trenes. Así que no fui testigo de los primeros escarceos. De inmediato el grandote acepto el reto y salio. Por la ventana, durante casi un minuto, quizá menos, tuve la oportunidad de ver la destreza increíble del petiso para enfrentar al grandote. Este no tuvo la menor oportunidad de acertarle una piña que seguramente hubiera noqueado al hombre de menor envergadura. Una serie de patadas y trompadas asestadas desmañadamente pero a gran velocidad por el petiso, que se agarraba al farol de la luz y lo usaba como punto de apoyo para lanzar sus mandobles y patadas, dieron por tierra con el rival. El grandote cayó al medio de la calle y allí quedo repantigado. El petiso no siguió pegándole; rodeado por sus amigos, volvió al bar.
El desarrollo de la pelea me había dejado completamente hipnotizado, pero lo que sucedió a continuación fue asombroso. Vi por la ventana como el grandote se ponía de pie, se sacudía las ropas y, con el rostro ensangrentado, volvía a la puerta del bar e invitaba a su rival a seguir peleando. Afuera se había formado un pequeño tumulto de hecho yo era el único que permanecía en el bar ya que el cajero y el mozo también habían salido a observar la pelea. El grandote volvió a recibir una terrible paliza y nuevamente regreso por más. No recuero exactamente si fueron tres o cuatro rounds lo de aquella despareja pelea, pero si la expresión preocupada, casi con un poco de miedo del petiso cuando vio regresa al grandote una vez mas. Confuso, se dejo rodear por sus amigos, que hablaban de la policía y de lo peligroso que significaba seguir con aquella riña. Finalmente el petiso se fue del bar. El grandote, medio destrozado, se sento en la misma mesa en donde estaba su café ya frío y, mientras se limpiaba la sangre con la camisa, exigió que le sirvieran otra taza.
Me quede mirándolo largamente y, cuando le trajeron el nuevo café, se dirigio al mozo, aunque yo siempre creí que hablaba conmigo, porque me miraba a los ojos con una expresión risueña, casi de alegría:
-Hay que volver –murmuro-, siempre hay que volver.
Aun hoy escucho a veces esa voz sin terminar de comprender que es lo que quiso decir.
Pero se que esa frase seguirá resonando siempre, como un himno guerrero en mi memoria


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EL RESULTADO ES IMPREVISIBLE
Por Enrique Symns
Diario Crítica 19.08.08

Hoy se inicia el juicio público en el que se han de juzgar a los múltiples responsables de la muerte de 194 jóvenes, suceso acaecido en la aterradora noche del 30 de diciembre del año 2004.
El que fue hasta hoy el principal acusado, Omar Chabán, es uno de los más importantes referentes de la historia del rock argentino. Hasta la década del 80, Daniel Grinbank monopolizaba el poder de la movida y seleccionaba con arbitrariedad las bandas que podían llegar a Obras.
En el enorme galpón donde Omar instaló Cemento, todas las bandas que en la actualidad son masivas y de público reconocimiento (Los Redondos de Ricota, Bersuit, Los Piojos, Memphis, La Mississipi entre otras) tuvieron acesso a la popularidad. En Cemento nació la nueva generación del rock que sucedió a los dinosaurios como Charly García, Spinetta o Fito Páez.
Por otra parte, no fallecimos en Cemento porque estaba construido justamente con ese material ya que siempre el boliche estuvo desbordado y al borde del caos.
Curiosamente, Omar, que detestaba el rock, se convirtió en el líder de la movida. Recuerdo con mucho cariño su gestión en aquellos años. Fue siempre un hombre noble en su trato aunque miserable con el dinero. Su ambición sin límites lo condujo como un guía del destino hacia su derrumbe existencial en la noche fatal de Cromañón. Sea cual sea el resultado del juicio, jamás podrá recuperar su oficio y difícilmente consiga hacer desaparecer el estigma social que lo condena.
Todas esas bandas y también quien esto escribe (que organizó recitales allí) deben reconocer que siempre se le pagó a la policía y a la municipalidad para que esos eventos pudieran realizarse. Sin esa corrupción hubiera resultado imposible organizar recitales y todos fuimos cómplices de esos arreglos fraudulentos.
En la actualidad, el control que se realiza sobre los lugares públicos ha conseguido reinstalar un sistema monopólico donde resulta casi imposible encontrar sitios en los que organizar recitales. Quizá, este oscurantismo burocrático instalado por la muncipalidad restaure las dañadas cepas de la música nacional, hoy víctima de la más deplorable de las sequías creativas de las últimas décadas. Como dijo alguna vez Pettinato: “Los rockers, instalados en sus mundos VIP, parece que compusieran leyendo el diario.”
El resultado de este juicio es imprevisible. La mayoría de los sobrevivientes se niega a recordar los episodios de aquella noche. Con una implacable tosudez, los músicos de Callejeros se niegan a disolverse y pretenden aun conseguir las prebendas de ese tsunami. No es necesario insistir en el hecho de que la banda siempre propició el disparo de bengalas. Ni siquiera esa noche intentaron contener a los transgresores. Recuerdo que en cierta ocasión el Indio Solari interrumpió un recital y amenazó a la concurrencia: “Una sola bengala y se terminó el recital”.
Las calles de Once involucradas en la catástrofe permanecen hasta hoy sumidas en el horror del pasado y algunos vehementes familiares insisten en la idea de cambiar el nombre de la calle Bartolomé Mitre por el de Víctimas de Cromañon. La nuestra es una sociedad colapsada por la injusticia y atada a un pasado necrófilo. Todavía no hemos terminado de juzgar los crímenes cometidos por la dictadura militar. Los atentados contra la embajada de ISrael y la Amia no han sido esclarecidos. Los secuestros, las violaciones, la nueva criminalidad casi terrorista que mata a sus víctimas ante la menor reacción convoca a los ciudadanos a movilizarse y reclamar justicia en forma de marchas, cacerolazos y hasta ataques a las comisarías.
Todos aquellos que aún frecuentamos la noche por sus paisajes menos turísticos y brillantes somos testigos del peligroso acechar de nuevas castas depredadoras, surgidas en la miseria de los últimos años. La noche de los encuentros creativos y frívolos quedó extraviada quizá para siempre en la noche del 30 de diciembre de 2004




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LA MAGIA DE LOS LIBROS
Por Enrique Symns
Diario Crítica 23.12.08

Las drogas más poderosas que he consumido en mi vida, las sustancias psicodélicas más transformadoras, fueron ciertamente algunos libros que he leído.

Cuando tenía 16 años, por ejemplo, las novelas de Leopoldo Marechal (Adán Buenosayres, Megafón o la guerra y El banquete de Severo Arcángelo) se transformaron en faros cuya luz atravesaban las penumbras de la miserable vida cotidiana, las rutinas embrutecedoras que agobiaban mi existencia, para iluminar la vida legendaria que desde niño había añorado como si ya la hubiera experimentado.

Tal fue mi pasión por Marechal que, con la excusa de un falso reportaje para una revista colegial, fui a tocarle el timbre. Leopoldo fue un anfitrión encantador y paciente que nunca expresó el aburrimiento que le produjo mi acechanza. En aquellos años, tanto su escritura como la de Roberto Arlt me transportaban a un territorio legendario, una región imaginaria que desbarataba los límites convencionales de la argentinidad. Ellos recorrían en sus narraciones los senderos laberínticos de una promesa existencial que yo también me había hecho.

En mi juventud fui un lector adicto y obsesivo. Leía todo aquello que estaba señalado en el mapa de las lecturas que habían diseñado los expertos. Descubrí tarde que así como el mapa no es el territorio, ni el menú es la comida, la literatura no son los libros. La auténtica droga, la magia transformadora, estaba oculta en la sustancia de algunos libros extraordinarios que se disfrazaban de libros. Crimen y castigo no era una novela que sucedía en Rusia y las vicisitudes de aquel asesinato nos identificaban con el homicida. Raskolnikov era un tipo como nosotros y su crimen era una invitación desesperada a comprender que la ley no existía, que todo estaba permitido, que vivíamos en un mundo salvaje y despiadado donde el primer pez que tuvo hambre se convirtió en asesino.

Los poetas malditos (Baudelaire, Rimbaud, Lautréamont, Artaud) azuzaban el fuego que ya quemaba tu alma. Ellos eran una patada en el culo a todas las promesas de la vida normal, a la dicha del amor y a las normas de la decencia.

William Burroughs, quien durante muchos años se resistió a convertirse en escritor, asegura que fue la magia de Hemingway la que lo empujó a la escritura. “No sé si su relato París era una fiesta estaba siquiera bien escrito, lo importante es que la gente comenzó a comportarse como sus personajes, a vestirse como ellos. Eso no es literatura, eso es magia y es lo mío, me dije.”

A principios de la década del 70 llegó a mis manos uno de esos libros inolvidables que afectaron mi rumbo existencial tanto o más que cualquiera de los estímulos e influencias reales que me rodeaban. Fue Primavera negra, de Henry Miller. Ese libro me ayudó a comprender que eran inútiles los esfuerzos que yo estaba haciendo por convertirme en el idiota que los seres queridos me insistían que fuera. Fue como sacarme un traje gris y pesado que era yo mismo. Henry Miller me hizo dar cuenta de que yo era lo que no sabía que podía ser.

El poeta Néstor Perlongher, en la década del 80, dijo en una entrevista: “Piensan los alemanes, hacen rock los ingleses y narran los yanquis”. No se equivocaba: toda la narrativa del siglo pasado estuvo atravesada por los escritores sajones. Truman Capote y Norman Mailer dieron nacimiento a la narrativa periodística o documental aunque desde mi punto de vista la figura más influyente de ese género fue Ernest Hemingway, un escritor que dejó estampado un sello de heroicidad y bravura alrededor de su figura.

En el camino, de Jack Kerouac, fue un manual de instrucciones de cómo escaparse de la vida ordinaria y su lectura arrastró a una gran cantidad de miembros de mi generación a sacarse la corbata de estudiante universitario para salir a vagabundear como linyeras por las calles del mundo.

La melancolía etílica de Malcolm Lowry, la mirada vulgar y certera de Bukowski sobre los pequeños y miserables actos en que consisten las vidas, las demoledoras visiones casi cinematográficas de Raymond Carver sobre la sordidez que se esconde tras los modales de la convivencia, la mágica inventiva que surge en El palacio de la luna, de Paul Auster, o en Rock Springs, de Richard Ford. Esos escritores eran amigos invisibles y distantes que yo amaba como si los conociera.

En Latinoamérica, bajo la publicitada etiqueta del realismo mágico, la literatura se sumergió en el buceo obsesivo de un pasado mítico, en una reivindicación ideológica de los fantasmas de lo extinto. En nuestro país todos los relatos de las últimas dos décadas estuvieron signados por la presencia más o menos visible de las dictaduras militares, de la tragedia de los desaparecidos y de las distintas vicisitudes de la epopeya del peronismo. Esa narrativa nos propuso la asunción de una culpa, la conciencia de un fracaso, convirtiéndonos en prisioneros de la historia. Yo creo que el artista debe oponerse a la legitimidad de la historia. Mientras que las verdades que surgen del pasado nos sujetan y determinan, las que vienen del futuro nos liberan y nos exponen a las tormentas del extravío.



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EL SILENCIO DE LOS CORDEROS.
Por Enrique Symns.
Diario Crítica 17.09.08

Schopenhauer fue quien planteó con más firmeza la pregunta sobre el significado de “la multitud” y lo multitudinario. La multitud no es nadie. En la multitud no hay nadie. La multitud ni siquiera habla, es hablada. Y por tanto lo que hay dentro de ella es una nada ruidosa.
Estoy convencido de que los hombres no somos semejantes. Somos tan diferentes como lo son nuestras huellas digitales o nuestro ADN. Cualquiera de los discursos sociales que nos convoque a la semejanza será sospechosamente manipulador y en algunos casos, fascista.
Lo que resulta evidente es que en los oscuros tiempos en los que prevalece lo multitudinario, la individualidad se extingue y las voces del misterio se ocultan en la oscuridad que generan las creencias masivas. Hace unos años lo anunció el filósofo Theodorov: “Nunca como hoy la palabra estuvo tan prohibida”·
En el transcurso de esta década, escuché en todas las conversaciones que me merodeaban un signo desesperante: todo lo que se hablaba era una descarada publicidad del silencio. Hablar es empezar de nuevo, es subvertir lo que dijimos ayer. Lo que escuché, en cambio, era un silencio aterrador, cómplice de un complot globalizador.
En el presente, casi todas las conversaciones que escucho sólo denuncian su miedo a hablar. Nadie dice nada. O todos se apuran para manifestarse arrepentidos. Es la más compleja conjura de los necios que puede describirse. Los argentinos nos hemos convertido en diseños ejemplares del hombre “sujetado” que describió Hobbes. Pensar se parece más a saber preguntar que a responder memoriosamente lo que ya sabes. Si tienes tu respuesta, entonces no estás pensando.
Michel Houellebeck coloca una frase asombrosa en el comienzo de uno de sus libros, una frase que ilumina el abismo de la ignorancia que nos aprisiona. Dice: “¿Qué es lo primero que hace una rata inteligente cuando se despierta?… Husmea”. Cuando dejas de husmear, te transformas en un militante de tus creencias.
Estoy convencido de que fuera de Engels y de Trotsky, la izquierda jamás pensó. El pensador no busca soluciones. Sabe que no las hay. El marxismo y, sobre todo, el trotskismo, fueron religiones que intentaron “salvar al hombre”. La militancia fue siempre una palabra muy sospechosa: el verbo militar coincide con el sustantivo militar.
Pero ese silencio vergonzante no se ubica solamente en la geografía del discurso de la clase media. Está expresada con mayor vigor en las poesías y en las canciones del rock nacional. Hasta fines del siglo pasado, no era tan visible como hoy el rumbo que ha tomado la poesía y las letras del rock.
Los grandes poetas y los grandes letristas del rock (Charles Bukowski, Raymond Carver, Roberto Bolaño, Lou Reed, Leonard Cohen, Tom Waits) usan sus estrofas para narrar las vicisitudes del mundo. No están persiguiendo ciertas rimas o ciertos hallazgos gramaticales.
En sus letras el mundo nos surge. Hasta se siente el aroma de esa desdicha en que consiste existir, las calles del mundo se sienten visitadas por esas voces. Ninguno de esos tipos que mencioné parece estar alojado en el salón de vanidades de los triunfadores. Si no vas a contarme nada, no me hables. No me interesan los frívolos vericuetos de tu alma ni los emocionados reclamos de una vida mejor.
¿Cuándo comenzamos a percibir la inmunda borrachera de letras que convocaban a la argentinidad y al festejo de la muerte del alma? ¿Fue solamente responsabilidad de Santaolalla y su aclamada capacidad de transformar un disco inteligente en una hamburguesa exitosa? ¿Nos dimos cuenta al sentir náuseas cuando nos embadurnábamos con esa melaza musical de Bersuit, Los Piojos o La Renga ubicada a miles años luz del más talentoso disco jamás escuchado en castellano: Artaud, de Luis Alberto Spinetta?
Dos enfermedades acosan a los compositores argentinos: la mediocridad de todas sus composiciones y la carencia irremediable de talento para componer discos conceptuales, escapado de esa celda de cancioncillas exitosas en la que se encuentran aprisionados.
Sin embargo, muchos de nosotros seguimos aguardando el advenimiento de los poetas. La aparición violenta y lacerante de una voz que surja de los abismos para resignificarnos. Mientras tanto, nos encontramos sumergidos en esta empalagosa ciénaga de música repulsiva.

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LA IMPUNIDAD PSIQUIÁTRICA.
por Enrique Symns.
Diario Crítica.12.08.08

A partir de los sucesos trágicos de los denominados “balcones asesinos”, que involucraron de distinta manera a Alberto Olmedo y a Carlos Monzón con el abuso de cocaína, el consumo de esa sustancia recibió un espaldarazo publicitario que borró de un plumazo y para siempre su invisibilidad.
El periodismo terrorista se encargó de convertir a los consumidores en depravados peligrosos o en víctimas de una enfermedad mortal. Esas campañas nunca pudieron expresarse en estadísticas. Nadie muere por el consumo de cocaína a través de la nariz. Es más, fue Luca Prodan quien cierta vez me definió la peor cualidad de la merca: “La heroína por lo menos te mata -me dijo-; la cocaína te acompaña hasta la muerte.”
Posteriormente, desde el escenario de la fama hubo dos personajes célebres que encarnaron de diferente manera al personaje del consumidor. Diego Maradona, desde que fue atrapado en una redada consumiendo cocaína, encarnó reiteradas veces al arrepentido y asumió el rol del enfermo en cuanta oportunidad tuvo.
Charly García, por el contrario, hizo pública su adicción y nunca asumió el rol de adicto haciéndose cargo de su elección disidente. Llegó a declarar en un recital: “Muchachos, dejen las drogas, déjenmelas todas a mí”.
La primera vez, hace más de una década, que Charly García fue encerrado en un chaleco de fuerza y conducido al manicomio, fue por orden expresa de su propia madre. A partir de ese suceso, Charly al referirse a ella decía: “Es la madre de mi hermana."
Pero en los últimos años fueron aumentando sus maratones de consumo involucrándose en situaciones cada vez más violentas y casi delictivas facilitando de esa manera el acoso institucional que finalmente lo convirtió en su prisionero.
Hace unos días fue su hijo (que siente un sospechoso cariño por el padre) quien declaró: “Por mi papá soy capaz de convertirme en bombero”, insinuando sin percatarse que los fuegos de su padre deberían ser extinguidos.
Igualmente, más allá de los desmanes y atropellos que suele producir, cuando por la televisión escucho a los siquiatras que hablan de Charly, transformándolo simplemente en un “paciente”, no puedo evitar un gesto de repugnancia intelectual ante ese avasallamiento degradante que significa siempre la internación hospitalaria.
Una herencia bastante abominable que los estados pastoriles impusieron en algunas comunidades occidentales consiste en la creencia hoy bastante afianzada de que el Estado debe hacerse cargo de la salud de sus habitantes imponiéndoles prohibiciones respecto al consumo de ciertas sustancias e incluso castigando con reclusión las conductas extremas.
Hoy resulta inadmisible aceptar el diagnóstico que la psiquiatría realizó sobre la peligrosidad de Antonín Artaud, una de las mentes más brillantes y complejas del surrealismo, para encerrarlo en un manicomio.
La gnoseografía siquiátrica -además de pornográfica en su descripción de los estados alterados de la conciencia- desnuda en el proceder institucional su vocación profundamente policial y represiva.
Hace unos meses, un famoso rocker, anunció: “Volvió la cocaína”, refiriéndose efectivamente a un resurgimiento de la utilización del polvillo entre los habitantes del salón VIP del rock, el teatro y el periodismo.
En la calle, tal retorno resulta imposible ya que se mantiene el precio internacional de 20 dólares el gramo (60 pesos) y resulta prohibitivo para las masas. Mejor no saber qué es lo que consume la gente cuando a las tres de la mañana compra un papelillo a 20 pesos.
En cuanto a la peligrosidad del abuso de cocaína, éste puede resumirse en dos declaraciones.
Un famoso actor de Hollywood, al que le comentaron la adicción que generaba el consumo respondió asombrado: “¿Adicción? De qué me hablás, hace 18 años que la consumo y nunca sentí tal cosa”.
Mejor es la respuesta de Antonio Escohotado: “Yo no tomo cocaína. Soy como un tiburón, necesito estar siempre en movimiento y la cocaína es como la televisión”.

"Me opongo al sistema pastoril de la psiquiatría que tienen que decidir qué tomo. Yo decido qué sustancias puedo tomar, todo el mundo toma drogas y yo elijo las mías, he tomado drogas toda mi vida. Creo que la droga más complicada que tomé hasta ahora es la cocaína, porque se instala de una manera donde uno pierde el control. La marihuana es muy adictiva, la gente está equivocada, una de las abstinencias más fuerte es la de la marihuana, peor que la de la cocaína. La gente puede tomar lo que quiera. Yo no creo que la casta médica deba hacerse cargo a la fuerza de la salud pública de la gente. Otra cosa curiosa, y esto está demostrado, las sociedades donde se aumenta el castigo, más consumen drogas, y las publicidades que hacen parece hechas por los carteles “La droga es un viaje de ida” ¿y qué clase de pibe quiere volver de Mar del Plata? Entonces está pensado para atraerte más."


De vital importancia : " Yo considero que como dijo Nietzche “la universidad es la tumba del saber y la cuna del poder”. Allí nacen los jueces que nos mandan a la cárcel, los leicos que nos mandan a la tumba, los presidentes que nos gobiernan miserablemente, los sicólogos que nos encuentran locos. Siempre tuve una enemistad profunda con la universidad, lo cual no quiere decir que de allí no salgan grandes mentes."

"A mí me asombra la capacidad de sufrimiento, al revés que el dolor. Vos le pegás una puñalada a un gato y a los cinco minutos se olvidó, no tiene memoria, el sufrimiento es la memoria del dolor. Yo siempre cuando me voy a dormir a la noche descubro que sufro."

" Aquella obsesión, que cada vez elegía mejor sus presas, fue perfeccionando los tiempos y la vorágine de violencia sexual con las sometía. Aquella era la primera vez que me atrevía a utilizar la violación como argumento temático del guión de mis masturbaciones, que siempre fueron narrativamente complejas. Hasta ese momento había elegido casi siempre secuencias donde mis novias y amantes hacían el amor con mi peores enemigos, con los hombres más detestables, y aquello que en la vida real me hubiera destruido, en mis pajas elevaba la calentura a grados insoportables. Mi ética personal, que condena duramente la violación sexual, había conseguido introducir sus códigos perversos en la selva de las fantasías.
Así que acicateado por el opio y el relajo evidente de mi voluntad, decidí abrir la boca del lobo de la caja de Pandora de los deseos. nadie me podrá convencer de que con aquellas pajas le hacía daño a alguien"

"Cuando el guerrero llega al borde del abismo, salta en posición de combate. El bailarín se arroja con paso de baile. El místico, en postura de meditación. El tonto tropieza y cae. Sin embargo, es curioso lo que hace el elegante: antes de caer al abismo, se da la vuelta y saluda."


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La cámara Lúcida de Symns.
(Clarín)

Creo que fue Heráclito quien fundó los principios de su observación filosófica sobre el escuchar y no en el ver, tal como hicieron la mayor parte de sus colegas.
Como dijo Heidegger, escuchando a unos campesinos, "El agua no es H2O, sino aquello con lo que me lavo las manos".
Para poder observar la conducta de los fotones, los expertos han construido una especie de "caja negra" que simula la oscuridad total y entonces el fotón no se siente mirado. Nada en el universo quiere ser observado y mucho menos fotografiado, es decir, clonado en la falsa eternidad de un instante.
Todo aquello que es mirado, se enmascara de sí mismo.
El ojo es un cuchillo que intenta inútilmente rasgar las tinieblas que constituyen la realidad.
Recuerdo que después de tres años de estar de noviazgo con mi primer amor, vi por primera vez su rostro a la luz de una vela en una cabaña en Brasil. La vela, hace una danza donde las sombras son tan protagónicas como la luz.
Lo más apasionante de cualquier foto, entonces, es que devela siempre lo que no hay.

"Cuando el viaje al éxtasis fracasa, el individuo cae más atrás de sí...entonces el dealer se convierte en testigo de Jehová...el guerrillero en diputado nacional...la gran prostituta en ama de casa"

"No conozco una sola pareja que sea feliz. Se casan y dejan de flotar. Empiezan a preocuparse. Dejan de coger, de besarse la concha. Se convierten en cajas de seguridad, cuidan la economía. Porque la base del capitalismo no es la familia, es la pareja. La base de la maldición del mundo es que un hombre y una mujer se enamoren. El amor es una psicosis colectiva. ¡Cuando el hombre se enamora se convierte en un imbécil! En un degenerado. Lo dijo Freud: ‘el encuentro entre el hombre y la mujer es imposible’, porque cuando el hombre se enamora busca a su madre (¡mirá que mierda de sujeto!) y la mujer busca en el hombre a Dios, busca algo más misterioso. Pero no lo encuentra. Ninguno encuentra al otro, entonces se forma ese nido de frustraciones donde comen, duermen, cagan, tienen hijos y reproducen la maldición."


"Cómo llegar al éxtasis : Con el sexo indiscriminado, poligámico y promiscuo -promiscuo quiere decir en estado de confusión-, y con la droga. Son las dos cosas que producen éxtasis. Por lo tanto, la misma casta sacerdotal que prohíbe eso convierte a todos los inapestados. Por eso las mujeres promiscuas, los homosexuales o los bisexuales pasaron a ser seres perseguidos."

"Porque los científicos se olvidan de que el tiempo y el espacio no existen, son leyes creadas por la mente. ¿Qué es lo que nos transforma en esta especie de monos especiales? La invención del calendario. Porque, como diría Artaud, ‘cuando crearon el reloj nos hicieron esclavos de nuevo. Nos sacaron el grillete de los tobillos y lo pusieron en la pulsera’. El reloj te mata, te va envejeciendo, te va destruyendo la vida. Por eso es hermoso ver a un hombre con el ojo de un tigre, acechando al tiempo para matarlo"


"Somos las almas del mismo sueño, la aventura que compartimos no tiene escenario, si no lucha"

"La palabra es un virus traído por extraterrestres para dominarnos. Ellos se alojaron en el cerebro de los monos hace millones de años y les enseñaron a hablar para poder sobrevivir. Cuando los monos hablaban ellos respiraban. Pero es una teoría que no es mía. Lo podés rastrear en Tótem y tabú de Freud o en El trabajo de Burroughs.
Porque el origen de la palabra es un misterio, es imposible hablar. Pero lo han logrado junto con otras invenciones: palabras, letras, el dinero, el trabajo, Dios. Imaginate, ¡la nada!"

"La cocaína es la que me introdujo en el manicomio de mi cerebro. Me metió en las cadenas asociativas. Me hizo ver lo que es el cerebro, que es como una radio en la que hablan los demás. Porque yo soy un sujeto hablado, en el que hablan mis padres, mis abuelos, no yo. Entonces cuando vos comprendés que sos hablado y te ponés a escuchar la radio que habla, ahí comienza la locura… o el psicoanálisis. Yo elegí el camino de la locura. Entonces cuando vos tomás cocaína y te pasás días sin comer y sin dormir, llegás a lugares del cerebro impensados. Niesztche lo decía así: ‘cuando vos mirás el abismo, el abismo te mira. Y le gustás’. El inconsciente quiere que vos hagas eso. Que sufras, para que él goce."

"Un niño hasta los tres años vive 7 mil años, porque no existe el tiempo. Luego con el lenguaje, se le empiezan a transmitir conocimientos, entre ellos el tiempo. Lo agarra una maestra (¿sabés que quiere decir maestra? Amaestradora) y lo convierte en un panadero, en un estudiante de sociología, ¡en una mierda! Sin sueños, sin poesía. ¿Cuántos quedan que sobreviven a ese matadero de almas en que consiste la educación? Porque un ser humano lo que tiene que hacer es nunca dejar de ser niño."

“El corazón del universo late aquí donde, por suerte, todo está perdido. Aquí la guerra ha terminado y el guerrero vencido puede descansar. Aquí la sabiduría no existe y el sabio puede ignorar. Aquí el amor es una carta que las miradas jamás se escriben. Aquí podés abandonar tu libreto porque el teatro está vacío. Aquí podés hacer dormir tus planes porque el vacío ilumina lo único que hay: nada. (...) Estás aquí, donde todo te resulta gratis porque el sol se quema a sí mismo como un bonzo que se suicida por tristeza. Donde las sonrisas siempre terminan en puñaladas. Donde la noche miedosa deja corretear el misterio hasta que la maldición del día lo ilumina con sus preguntas. Aquí, donde los locos han esposado esposas al esposo, donde han madreado hijos para padrearlos, donde envejecen niños para que adulteen; en este colegio de atrasados mentales, donde el ángel aprende a leer y escribir las leyes que prohíben volar. Aquí, amigo, donde compartimos lo que nos robamos, donde mentimos lo que ignoramos. Hacia aquí venimos. Donde no esperamos a nadie ni nadie nos vendrá a buscar. Aquí, donde vos sos el único brillo que nadie podrá percibir.”