UN ESPEJO MUY NEG
THE NATIONAL ANTHEM
(BLACK MIRROR)
UN ESPEJO MUY OSCURO
Por:
Omar García Ramírez
“Black Mirror” no es una serie cualquiera.
En una época, donde la televisión de la órbita cultural anglosajona pasa por una etapa de esplendor al convertirse en el recipiente activo de una serie de talentos actorales, escriturales y realizadores de gran factura, en Estados Unidos y Europa. "Black Mirror" destaca.
Charlie Brooker su productor, explicó el porqué del título de la serie a “The Guardian” y señaló: "Si la tecnología es una droga (y se siente como tal) entonces, ¿cuáles son los efectos secundarios?”
Arriesgando una hipótesis, a grandes rasgos los escritores y pensadores del viejo continente han seguido tres líneas claras en cuanto a esa visión de futuro: Los británicos han sido generadores de grandes distopías; los alemanes creadores de meta-discursos o grandes narraciones; por su parte los franceses han ejercido de deconstructores; operando sobre cuanta corriente filosófica se haya creado en el mundo. Estos últimos han hilado fino buscando nuevos caminos y ramificaciones, encontrando bajo de los adoquines las flores de la revuelta, bailando sobre las superestructuras tambaleantes al ritmo del jazz y el blues.
Pero los ingleses, desde Mary Shelley (Frankestein); George Orwell (1984); Aldoux Huxley (Brave new world); H.G. Wells (La guerra de los mundos); por citar los escritores más relevantes y sus obras más significativas; siempre han mantenido una distancia irónica frente a todo tipo de utopías, esto les ha permitido crear un humor lacerante, brillante y escéptico frente al mito, el poder, la sociedad, la ciencia y la filosofía. En el campo de la cinematografía tiene también una tradición. Películas tan disímiles pero al mismo tiempo cercanas en su intención como “Britannia Hospital” de Linsay Anderson; “La naranja mecánica” de Stanley Kubrick inspirada en la obra de Anthony Burguess y “Brazil” de Terry Guilliam, han tenido la posibilidad de meter el dedo en la llaga y dejar al descubierto todo el sistema británico de control. Sistema que según los estudiosos de mitologías y conspiraciones comparadas, está al servicio de una casta elitista que tiene raíces en el linaje sumerio de los dragones; pero que, desde los tiempos de Napoleón ha dado a guardar su tesoro real a los Rothschild. En escuelas de estudios sociales avanzados como la Tavistock el estudio del control de los pueblos, las masas y las multitudes ha sido una constante. Un imperio no se hace imperio, sin haber estudiado a los habitantes de sus colonias, las sociedades y los vastos colectivos humanos que se disponían a dominar. El imperio británico les dio un idioma, la técnica, cierto estilo so british, un arcoíris de música amplificada; pero también el control militar, económico, propagandístico que más tarde devendría en sofisticado control bio-politico.
"BlacK Mirror" es una de esas series que sale en épocas doradas. Toca de manera brillante los temas más candentes de la distopía presente y futura. En una época en donde las series televisivas han alcanzado cotas altísimas de calidad, superando en muchas ocasiones la complejidad artística del cine. En Norteamérica, Europa, Asia y en algunos países de Latinoamérica, la televisión ha logrado sacarse el remoquete de caja tonta para brindar a los espectadores obras técnicamente impecables, brillantes guiones actorales y memorables puestas en escena. Resaltar de una manera particular sobre ese panorama es muy difícil, pero "Black Mirror" lo hace desde esa perspectiva que explora el rebaño conectado en los archivos de la Big Data manteniendo el humor negro, la pregunta filosófica y la ironía británica; esto la pone a la altura de grandes clásicos del género. Black Mirror utiliza efectos especiales muy racionados, solo los justos, prevaleciendo la corriente dramática al servicio de la obra. Desde el 2012 hasta el 2013 han salido dos temporadas con siete capítulos que se calcula han sido vistos por diez millones de personas en todo el mundo.
EL HIMNO
“The national anthem”
El capítulo que tomaré como ejemplo (me permitiré algunas ideas, pero no spoilers. Pretendo ser iniciador de espectadores. Los capítulos de las dos temporadas se pueden ver en You Tube) “El himno” a mi manera de ver planea una cuestión fundamental sobre el arte político de acción. Ese arte político que de alguna manera desequilibra al poder. El músico alemán Karlheinz Stockhausen dijo sobre los atentados del 11 de spt. 2001 que le parecían una verdadera obra de arte; Jean Baudrillard apostilló que aquello había sido una performance absoluta (y bueno estaban en Francia, de haber estado en la U.S.A habría pasado una larga temporada a la sombra después de haber sido sometidos a una serie de ordalías acompañadas de preguntas bastantes complejas). Esto parece una exageración que traspasa los límites demarcados por las artes contemporáneas, pero en un mundo de utopía fallida seguramente habrá un arte que estará dispuesto a romper códigos éticos y barreras morales. También es fácil predecir que ante un mundo cada vez más sofisticado en el ejercicio de la mirada escrutadora del Big Brother tendrán que saltar donde menos se les espera unos cuantos Guy Fawkes dispuestos a romper y a estallar. Ya se sabe lo de “Anónimos”; comenzó como una charada burlesca de jóvenes adolescentes, hoy por hoy, llevan varias batallas en donde el fenómeno hacker se ha refinado y radicalizado.
Si el arte que se hace llamar como tal ya no puede ser el revulsivo del sistema porque esta imbricado de manera directa en el mercado simbólico del capitalismo global; si el arte ya no es más que el balbuceo plástico de una generación incapacitada para manejar los rudimentos de su técnica; Si el arte es un fetiche que ha perdido la fuerza de su magia simpática y no puede mediante su operación escénica neutralizar la maquina global que machaca con bombas sucias a los estados que se salen de sus lineamientos; máquina de guerra que despliega un sofisticado y complejo equipo de radares, máquinas climáticas tipo Harp, control mental de hondas hertzianas sobre el rebaño Matrix. Si el arte ha sido convertido en la estrella del cabaret brillante del capitalismo corporativo ––discurso minimalista para hípsters y filósofos de pared museística––. ¿Qué tipo de arte de acción y de compromiso, o que pretenda abrogarse para sí esas características, podría calificarse de tal? ¿Un arte cercano al accionismo pero con la capacidad de lacerar? ¿Un arte de sabotaje? ¿Un arte de alto significado simbólico que opere dentro de las redes y los medios de comunicación involucrando un público masivo? Los linderos de ese arte posible, hipotético, tocan dramáticamente con un accionar que podría no ser identificado como tal. Es decir, esos linderos entrarían en un terreno peligroso en donde las leyes, el estado policial y la maquinaria telemática de bio-control entrarían a jugar sus cartas de represión.
¿Hacia dónde marcha el arte critico dentro de una sociedad hiper-conectada? ¿Hacia dónde orientar su crítica sin que la fuerza de su gesto sea asimilada por el mercado? ¿Hacia dónde orientar su estética para que el ejercicio del arte no se convierta en una práctica solipsista y elitista sin ninguna efectividad en el plano social? ¿Puede el arte hacer un llamado de conciencia mediante un extrañamiento burlesco poniendo a las masas frente a sus propias adiciones y pesadillas? ¿Una sátira hipermedia, una parodia virtual? ¿Arte de la crueldad; artaudiano teatro del absurdo?... El arte a la manera de una sentencia nietzcheana podría ser la capsula de cianuro, la bofetada, el llamado sobre la cima de la montaña.
Y me refiero a ese arte que pretende ser un arte con dientes y herramientas críticas. Ese arte que se autoproclama de vanguardia y quiere estar en la vanguardia tocando los puntos sensibles en el cuerpo del sistema. Ese arte que la academia aparentemente trata de impulsar. Ese arte en algunas ocasiones se ha convertido en una especie de león domesticado; fiera útil al aparatich burocrático mientras no ejerza cacería fuera de la jaula que ha sido diseñada para él. No me refiero a ese otro arte. El arte interior, de retiro y soledad que también es una vía valedera como otras en el campo del arte. El arte del símbolo hermético; la ceremonia alquímica en las fronteras externas del ruido y la farándula; oración del místico; forma plástica del que sale del escenario y va en busca de la palabra interior. Esa que no se puede pronunciar a costa de caer en repeticiones que no encuentran eco ni significado en un mundo de ruido; ágora-propaganda del nuevo orden mundial. En un mundo de arte-mercado en donde los significados mediatizados por curadurías y artistas engagé dentro del gran show institucional del arte son un chiste ridículo para bienales aggiornadas; en contraposición ese arte silencioso y modesto por el que siento una simpatía sincera (ya que no pretende hacer una crítica desde las coordenadas impuestas por los curadores afectos al tinglado), es arte del cuarto camino si se quiere ya que está fundamentada en una visión personal, ceremonia privada de trasmutación.
Entonces se podría decir que existe un arte exotérico y un arte esotérico. El exotérico sería un arte político o con intenciones de efecto social; el otro sería un arte más opaco y centrado en lo espiritual. La pintura, en su esencia más compleja podría encajar dentro de esta última modalidad. El performance, la instalación y el ensamblaje caerían dentro de la órbita de un arte mediático, telemático y con intervención del video, la fotografía y el cine; y por supuesto el accionar vital sobre el mundo del espectáculo. El arte esotérico podría jugar un papel muy importante en la didáctica de jóvenes y ciudadanos libres; ciudadanos que puedan manejar un recurso expresivo tan importante como la misma escritura. El arte exotérico, de cara a la plaza, estaría más cercano a las multitudes ciudadanas; juglariadas, carnavales, el teatro del absurdo, la danza erótica y el baile popular de máscaras.
Y ese arte que pretende preguntar, influir, trasformar, torpedear, boicotear, sabotear el poder cuando este representa injusticia, represión y miedo. Ese arte dinámico que trata de poner en evidencia al Golem, meter palos a la maquinaria de la guerra; tendería a convertirse en una arte problemático, cuestionador, que acciona sobre la línea de fuego. En nuestro país es realizado con independencia por una minoría de artistas y activistas que saben la importancia de su gesto, así de momento no sean comprendidos. Para desgracia, otro sector pretende hacer conciencia y oposición mientras esperan los mendrugos que caen de las mesas de las burocracias oficiales de la cultura; grises estructuras que para malestar de una gran parte de los artistas se han trastocado en escenarios de feria. Esto sin lugar a dudas crea una distorsión ya que ese arte espectacular pretende ser conciencia social, espiritual, tercera religión agnóstica. Un arte que (de manera dudosa) está siendo patrocinado por grandes multinacionales ecocídas y genocidas mientras pretende romper brechas en los templos culturales y museos del imperio. Pasado el tiempo de créditos y la buena conciencia de cara al escenario, estas grietas serán rellenadas de nuevo con granito fundido y desaparecerán como cirugías plásticas en la cara de una señora animadora del espectáculo.
Pero bueno, dejemos las digresiones sobre el asunto de arte oficial y arte por la libre, para centrarnos en el primer capítulo de Black Mirror…
Aunque en ese capítulo del seriado no se advierte para nada la presencia del artista, ya que ese actuación puede ser interpretada como una broma de mal gusto o un acto de terrorismo simbólico difuminado en la sombra (en el mundo occidental todo acto espectacular y violento que se sale de las coordenadas del sistema es considerado terrorismo y por su parte todo acto de barbarie cometido sobre otros enemigos en nombre de la ley y la cultura democrática es un acto de guerra legitimo).
¿Qué vínculos extraños y sutiles quiso señalar el artista anónimo de ese primer capítulo de la serie cuando impone una penitencia simbólica a un funcionario del poder real?; poder que ha estado respaldado en su historia de guerra y pillaje por la secta oscura de la banca. Un imperio y sus finanzas entrelazadas con la usura y la realeza. La metáfora del cerdo allí en Inglaterra parece una bufonada brutal, pero tiene características de sacrilegio para cierto sector nobiliario; en la City de seguro, ese dramatizado, parteaguas de las serie, no fue de buen recibo por los señores cancerberos de las cajas fuertes. Los Shylocks mercaderes que siempre han merodeado a la sombra del poder cobrando sus diezmos como lo declarara Shakespeare.
El pueblo de otra parte solo ve el espectáculo. El pueblo toma sus pintas de Guiness en el pub y se asoma como apestosa y ruidosa horda de hooligans frente a las pantallas de televisión para burlarse del elegido para el escarmiento. El refocile con ese animal impuro, solo adquiere la estatura de un grito de guerra para un artista que muere con su enigma, dejando a los investigadores futuros decenas de interrogantes abiertas sobre el escenario.
Una serie que pretende dar un toque de diana…Una serie que intenta abrir un enigma sobre el telón del fondo de la comedia. Ya que los otros capítulos son en resumidas cuentas una sátira mordaz sobre el mundo que vivimos ahora y en el que dentro de pocos años estaremos inmersos: las redes sociales, el amor con ciborgs, la política bajo la ley del espectáculo, los implantes electrónicos, el control de nuestra privacidad.
Somos los vigilados y castigados; somos los castigadores y los vigilantes. Moldean nuestras opiniones con la propaganda y caemos en la tentación de la política por medio de la guerra mediática y el periodismo de alienación: criaturas de encuestas twitter, carne de cañón del faceboock, coleccionistas del Instagram, seguidores de reality shows, consumidores de amarillismo cotilla, cultura basura en el supermercado del fast food. Pero en este escenario de la vida telemática solo somos actores de una farsa abierta al escarmiento de borrachos y clochards. También en algún momento podremos oprimir el botón, marcar la diferencia en las encuestas… Y en algunos casos, los destronados por la osadía de un artista de acción serán reducidos a ser actores del vodevil mediático: el rey caminará desnudo; los señores de la gran corporación perderán su aura y tendrán que refocilarse con el símbolo ritual de su herejía.
https://youtu.be/Mn4KX1E_JP8
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