martes, 20 de julio de 2010

GUIDO CREPAX Y LOS RITUALES SADIANOS





(La novela gráfica erótica italiana)

Omar García Ramírez



El erotismo es consustancial a muchas obras de la mejor novela gráfica europea contemporánea, en ese continente, salvadas ocasiones, no ha existido la censura directa y velada que se dio en Norteamérica durante ciertos periodos de su historia reciente, ni el puritanismo fundamentalista que permea la mayoría de los mass media en Estados Unidos. De tal manera que grandes autores europeos han flanqueado y explorado ese territorio tabú, llevando su arte a límites que no se han bordeado en esta parte del Atlántico. Guido Crepax (Milán, 15 de julio de 1933 - Milán, 31 de julio de 2003) es un referente indiscutible del género ya que una gran parte de su obra gira en torno al erotismo.

Los artistas de la gráfica en Europa

Antes de entrar en materia (como diría el sátiro gusano a la amanerada larva), conviene sobrevolar y pintar a grosso modo el sinuoso panorama. En la línea clásica del erotismo de la novela gráfica europea en general, e italiana en particular; existe toda una tradición que viene desde los años sesenta y setenta –época dorada del comic erótico del viejo continente– descollan grandes autores que ya se han convertido en íconos de la cultura del fumetti, bande dessinée o novela gráfica contemporánea.
Para muestra podemos mencionar a unos pocos que de una u otra forma han abordado el género:

Tal es el caso de Jean-Claude Forest autor de “Barbarella” (1962), la aventurera estelar que fuera llevada al cine e interpretada por Jane Fonda. Con ligeras variantes del estereotipo, esta figura se prolongó en historietas como “Jodelle” (1966), de Pierre Bartier y Guy Peellaert; “Uranella” (1966), de Pier Carpi y Floriano Bozzi; Por la misma época, se inició en Francia una corriente más explícita, que no desdeñaba el juego provocador inspirado en la literatura del marqués de Sade. Una de las producciones más notables en este sentido fue “Blanche Épiphanie” (1967), de Jacques Lob y Georges Pichard, obra cuya vocación sadiana cabe relacionar con otro cómic de Pichard, “Marie-Gabrielle” (1977). Ampliando el repertorio temático del tebeo erótico francés, “Epoxy” (1968), de Jean Van Hamme y Paul Cuvelier, relacionaba los mitos helénicos y la sensualidad finisecular. En el ámbito europeo, destaca la línea de Moebious el francés y uno de los fundadores de la revista “Metal Hurlant” quien ha incursionado en el género con variantes futuristas, creando escuela y un estilo que ha influenciado a muchos otros artistas.

A la par de ese reciente crecimiento del cómic erótico europeo, se advierte un gran número de dibujantes que buscan nueva sangre y vetas temáticas en el género; algunos llegados desde Latinoamérica (Argentina), otros desde la antigua región del socialismo pro-soviético e Inglaterra, lanzados a la realización de tramas y dibujos en donde el erotismo prevalece. Todos ellos operando su pluma en el viejo continente, Tal es el caso, entre otros, de Berni Wrightson, Tanino Liberatore, Luis García, Fernando Fernández, Josep María Beá, Miguelanxo Prado, Enki Bilal, Erich Von Gotha, y Horacio Altuna.



Los de Italia

Por lo que concierne al fumetto/fumetti erótico italiano realizado a partir de la década de 1970, cabe destacar dos líneas principales: La primera, más caricaturesca, se debe a dibujantes como Leone Frollo y Roberto Raviola, responsables de aventuras humorísticas en torno a la tensión sexual y la obsesión amorosa. La segunda, realista en su concepción gráfica, cuenta con artistas como Eleuteri Serpieri (Venecia, Italia, 29 de febrero de 1944) autor de “Morbus Gravis” y padre putativo de “Drunna” la ragazza mediterránea y fornicattora estelar (1985), y dos seguidores de la  de la línea de Hugo Pratt en su Corto Maltese: Milo Manara y Vittorio Giardino.

De Manara se puede decir que La saga de “Las aventuras de Giuseppe Bergman” es una de las mejores series del fumetti de todos los tiempos; obra maestra y de culto, en donde maneja con fluidez los grandes escenarios, así como los close ups intimistas, las acciones cambiantes y rápidas que conservan gracia y fuerza en el desplazamiento sumado a la maestría plástica en las dinámicas del movimiento. Una historia interesante, llena de referencias literarias y cinematográficas, en donde adivinamos su cercanía al cine de Fellini (colaboraron juntos en varios proyectos) y a quien el autor hace numerosos homenajes sobre todo en su mencionada tetralogía (no recuerdo ya si pentaloga) de “La Aventura”. Además de otros aportes a la concepción grafica, un enfoque postmoderno que cuestionó el oficio desde adentro y un dibujo afortunado, inteligente y preciosista. Militando ya en las filas del gran capital y dirigiendo su factoría (cosa que no deslegitima su importancia), Milo Manara –debemos expresarlo–, merece mención aparte y otro estudio al igual que el viejo capitán, Hugo Pratt (15 de Junio 1927 Rimini. 1995 Lausanne Suiza) un artista que sobresalió con gran proyección internacional y a quien no se deben dejar de mencionar en el panorama comiquero de la bota itálica, ya que aportó sustancialmente al lenguaje. A su legado artístico, casi todos los anteriores muestran gratitud y deuda; Figura señera del movimiento veneciano que con su serie “Corto Maltese” posiciono a la novela gráfica entre las artes mayores.


Sin lugar a dudas el comic erótico europeo en su vertiente italiana, ha creado una tradición, se ha hecho a un estilo, a una escuela, a una tendencia que difícilmente puede ser igualada. Los erotómanos del mundo entero reconocen ese linaje artístico, libertino y libertario. Llegado a este punto, tenemos naturalmente que hablar de quien a mi juicio, es el artista más importante de esa ola de genenialidades: Guido Crepax que desde la creación de valentina –1965– una heroína inspirada en el rostro de la estrella de cine mudo Lousie Broocks famosa den los años 30/40 comenzó a caminar la sinuosa senda del comic erótico. Hasta llegar a sus obras maestras, las adaptaciones de cuatro grandes novelas:

“Histoire d'O” (1975),escrito por Pauline Réage. “Justine” (1979) de Sade. “Venere in pelliccia” (Venus de las pieles) (1984), inspirado en la obra de Leopold von SacherMasoch, y “Emanuelle”, de la escritora Emanuelle Arsan.

Partiendo de esas premisas históricas, abordemos la obra de Guido Crepax, tomando como punto de partida una de las novelas de Sade adaptadas por su pluma.
 
 
Primero el Monstruo

Donatien Alphonse François de Sade (París, 2 de junio de 1740 – Charenton-Saint-Maurice, Val-de-Marne, 2 de diciembre de 1814), conocido por su título de Marqués de Sade, fue un escritor francés, autor de “Justine o los infortunios de la virtud”, y otras numerosas novelas, cuentos y piezas de teatro. También le son atribuidas “Los 120 días de Sodoma”, “La filosofía en el tocador”, “La nueva Justine y Juliette”. En sus obras son característicos los antihéroes, protagonistas de los más aberrantes crímenes y violaciones; autores de disertaciones en las que, mediante sofismas y parábolas filosóficas justifican sus actos. Y las heroínas o protagonistas objetos de deseo, llevadas a las más bajas formas de humillación, degradación y castigo.

Sade Fue encarcelado por el absolutismo, por la asamblea revolucionaria y por el régimen napoleónico, pasando 30 años encerrado en diferentes fortalezas y manicomios (es decir, le dieron como a bacalao en semana santa). También figuró en las listas de la guillotina de la que se salvó al final de sus días debido a sus precarias y ya mermadas influencias. Sade escribió en su texto “Idea sobre las novelas”: "Nunca, repito, nunca pintaré el crimen bajo otros colores que los del infierno; quiero que se lo vea al desnudo, que se le tema, que se le deteste, y no conozco otra forma de lograrlo que mostrarlo con todo el horror que lo caracteriza".

Después de estar condenado al olvido de los malditos por más de un siglo; a principios del XX, el poeta Guillaume Apollinaire editó las obras del marqués de Sade, a quien consideraba "el espíritu más libre que haya existido jamás". Los surrealistas lo reivindicaron, declarándolo como uno de sus principales precursores. Se considera que ha influido, también, en el teatro de la crueldad de Artaud y en la producción de Buñuel, entre otros. Después de la Segunda Guerra Mundial, un gran número de intelectuales prestaron atención en Francia a la figura de Sade: Pierre Klossowski (Sade mon prochain, 1947), Georges Bataille (La literatura y el mal), Maurice Blanchot (Sade et Lautréamont, 1949), Roland Barthes, y Jean Genet, entre otros.


"El hombre es sus instintos, y el verdadero nombre de lo que llamamos Dios, es el miedo y el deseo mutilado", con estas palabras sintetiza Octavio Paz el pensamiento del marqués de Sade; y así, con esas palabras transformadas en imagen, concluye Buñuel a modo de epílogo su segunda película: L´ âge d´or (La edad de oro, 1930). En este primer film sonoro del cine francés y que daría a conocer al director español en todo el mundo.

Más adelante, dirá Octavio Paz en uno de sus ensayos sobre el escritor francés: "Basta que un hombre encadenado cierre sus ojos para que pueda hacer estallar el mundo". Y de cierta manera Sade, el eterno encarcelado y perseguido por la justicia francesa, quería hacer estallar los muros de las bastillas morales de su tiempo y llevar a la horca a los representantes de esa farsa representada en la sociedad; ese teatro de la crueldad que termina por eliminar sus actores más débiles. Sade aspiraba a un crimen que dejara secuelas aun después de cometido, y que de alguna manera siguiera destruyendo después de muerto su autor. Según Maurice Blanchot (Sade et Lautreamont), ese crimen, no era otro que el lograr una obra literaria cercana al mal absoluto, una obra que aspiraba elevar el crimen a la virtud suprema; enfrentarse a Dios y a su manifestación más cercana: La naturaleza.


“Justin” es una de las obras más importantes de Sade en ella se narran las desventuras y la tragedia de Justin hija de nobles burgueses que queda huérfana de padre y madre y que con junto a su hermana Juliette, corren hacia el mundo por caminos diferentes. Juliette cansada del moralismo y la educación católica busca la liberación en un mundo de prostitución, libertinaje y decadencia; Justin con acendrados valores morales, busca la salvación apegada a un moral fuerte, católica y puritana. Para su desgracia la núbil criatura encuentra a lo largo de su camino, una serie de personajes que la irán destrozando, violando y depredando, hasta llevarla a borde la muerte y la ruina física. Al final de la novela, es golpeada por la naturaleza en la forma de un rayo fulminante. (Justicia divina).


Desde un principio, Justin encuentra que esa búsqueda de un trabajo honrado y salvación personal, se verá imposibilitada, ya que en su camino, todos los que se cruzan con ella, son seres abyectos, ladrones, bandoleros, prostitutas, nobles desclasados, amorales y lujuriosos que abusaran de su juventud y su inocencia para convertirla en objeto de sus brutalidades y perversiones. Justin es el chivo expiatorio que recorre la escala social desde los más bajos nidos de víboras, hasta los castillos de una nobleza vil y depravada. Cuando cree encontrar la salvación en un monasterio, se encuentra con bestias disfrazadas de sotanas y hábitos pero sedientas de sangre y sexo. Aunque el "Divino marqués" (así llamado por Rubén Darío) nunca reconoció la autoría de esa obra, ya que en su tiempo lo hubiese llevado directamente a la guillotina (Los tratamientos capilares contra la caspa eran radicales). Tampoco abjuró prontamente de ella. Sade expresa en varias de sus obras que el mal es inherente al ser humano, y la inocencia, la virtud y la verdad, un objetivo a destruir por toda la sociedad.

Guido Crepax narra visualmente y con mucha fidelidad la novela de Sade. Sus prototipos físicos tienen los estigmas del vicio y la degeneración, que contrastan con la belleza de la doncella Justin, quien es retratada de manera idealizada. Una belleza distante e inocente, pero que al mismo tiempo incita al deseo de sus victimarios. En ella se refleja el poder y la destrucción del objeto del deseo y la búsqueda del poder absoluto de su deseador; la vorágine de una piel preparada para el dolor y gozosa bajo la voluptuosidad de la fuerza. Bataille dirá: “la parte femenina del erotismo aparece como la víctima, y la masculina, como el sacrificador; y, en el curso de la consumación, uno y otro se pierden en la continuidad establecida por un primer acto de destrucción”. En la novela de Sade adaptada por Crepax, son los hombres las bestias que devoran, mutilan y castigan sin piedad esa flor de inocencia y bondad que es Justin; imponen fuerza, y autoridad militar, moral o religiosa de una manera brutal, aunque –hay que decirlo–, las mujeres no se quedan atrás en su juego de poder y lujuria.


El estilo Crepax en la Novela Gráfica
 

Crepax hace varias adaptaciones de novelas en donde la fuerte carga erótica y la violencia son estetizadas y sublimadas por la maestría de su pluma. “Historia de O” y “Venus in furs” –la venus de las pieles– esta última de de Sacher Masoch son otras de sus grandes adaptaciones. (Novelas que después de la serie Valentina se convierten en su legado y en obras de obligada referencia). El sadomasoquismo, los intercambios de roles de poder, los contratos eróticos de dominación y sumisión, los rituales sáficos, son tratados con elegancia escénica y brío en el grafismo. Ante las duras críticas, Crepax dirá: “mis dibujos pueden ser lascivos pero nunca vulgares”. Llevando estas adaptaciones literarias a la novela grafica, les dió una vitalidad contemporánea y las hizo llegar a públicos más extensos. Aunque mantiene su prestigio intacto dentro de los connaisseurs, su hermetismo se abre, se democratiza después de varias reediciones, en especial, las últimas en gran tirada: la “Evergreen” de la “Taschen”.

Su línea barroca, llena de arabescos en tinta china negra, que resaltan sobre el papel blanco, recrean el juego de la luz y del volumen, en donde la violencia se manifiesta de manera abigarrada y decadente. Los campos de blancos y negros  de algunas de sus composiciones nos remiten a la obra de Aubrey Bearsley (Grabador Ingles), cuando el espacio recargado y manierista se hace protagonista en la pagina (cierta recarga floral, la minuciocidad en el dibujo de vestuarios y la utilería del sadomasoquismo); en otras, se adivinan las sombras y tramas de los caprichos de Goya, fantasmagorías de sueños, bacanales y aquelarres.
En Crepax la caligrafía deviene poema erótico, y como ciertos artistas japoneses, se detiene en la descripción de los detalles; los eleva a la categoría de attrezzo preciosista. En sus viñetas se encuentra resumida y delineada la mise en habysme (detalles de viñetas que contienen otras viñetas, o sus reflejos, a la manera de las matrioskas rusas) los contrapuntos y el montaje cinematográfico, que algunos críticos han querido ver como directa influencia del montaje analítico-cinematográfico de Eisenstein. La escena general, los objetos, las miradas, y los ademanes, parecen ser captados por una infinidad de pequeñas cámaras, se adelantan décadas, a las ediciones de los videoclips de cualquier estrella de pop-rock contemporánea.

La línea sutil y delicada de la pluma, en oposición a la gruesa del pincel, crean un mundo plástico rico en texturas y drapeados. Además los escorzos, los planos cenitales, los grandes angulares, sus close ups, y los homenajes puntuales que hace a los grandes directores cinematográficos de todos los tiempos (guiños de imágenes claramente referenciadas en planos de la cinematografía clásica); son aportes enriquecedores de Crepax a la historieta contemporánea.

No sobra decir, que la historieta considerada como el 9no arte también aporta una mirada nueva al cine y no son pocos los directores que han tomado prestado de ella como género, referenciando esta manera de ver el mundo en sus películas. Se podría decir que historieta y cine son dos géneros artísticos autónomos, que se retroalimentan y se inspiran mutuamente. El montaje gráfico de Crepax es la mirada del voyeur y del voyant, ya que ese ensueño clarividente se adivina en los flashbacks, incorporados dentro de una corriente surrealista, donde la conciencia navega buscando sus propios fantasmas.

En algunas páginas Guido Crepax da significados a la línea de composición; hierática en las verticales y mórbida en las horizontales; copa la página, la utiliza con fruición, se arriesga en los picados y contrapicados resolviéndolos con sobriedad y belleza. Sus clouse ups y sus descomposiciones de la figura y de la imagen (que tienen claros referentes en el concepto del montaje cinematográfico de los soviéticos), aportan riqueza y movimiento a la mirada. Esos macros y zooms fuertes sobre los detalles, nos acercan a su predilección por el brillo de los objetos atribuyéndoles significados que bordean los límites de la imaginería fetichista; el parcelamiento del cuerpo buscando la línea abstracta que la imaginación deconstruye y reconstruye sobre el tapiz blanco y negro, logrando con este método, hacer partícipe al observador-voyeur de las muchas lecturas posibles.
Si dirigimos nuestra atención a la construcción general de la obra grafica de Crepax, nos encontramos con el arquitecto que fue; predilección por la arquitectura Art-decó, en donde prevalecen arcos de punto, ventana ojivales y puertas labradas de hierro; tal vez por esto, Crepax es considerado por algunos, un autor de reminiscencias vintage, algo nostálgico.

Dentro de esta ambientación el ritmo ondula rápido, el compás enmarca nuevas melodías. Cambio de puntos de vista; la cámara subjetiva que nos adentra en la historia; los segmentos que estallan caleidoscópicamente; la fuerza y delicadeza gráfica que busca alineaciones y balanceos, miradas y contra puntos desde todos los ángulos de la página. La mise en escene de Guido Crepax ya es de por sí, un artilugio sofisticado. A veces crea joyas y camafeos de gusto poetiano, y otras veces, su minimalismo se queda con la desnudez de las líneas que expresan lo justo, y se detienen en el bosquecillo donde mora aquel obscuro objeto del deseo. A pesar de esos contrastes, entre las  líneas claras y las sombras duras de sus atmosferas; el equilibrio de los claroscuros sutiles, que a veces gana  protagonismo, deja leer la esencia literaria de sus historias  impregnándolas de estilos que pueden ir de lo gótico a lo gore. Este artista, a pesar de su gran producción, conservó siempre ese detalle artesano, sello de la obra bien terminada.

Crepax instala su dramaturgia dentro de estos escenarios donde no se puede dejar de admirar su arquitectura algo sombría y cierta utilería teatral. Fue un gran técnico en los manejos de la fragmentación de la página y uno de los pioneros dentro del género al abordar la novela gráfica como un set que se descompone en muchos planos y secuencias. Aportó muchísimo a los encuadres y la composición general. Estos elementos que pueden ser comunes a la mayoría de las historietas actuales, en su momento fueron arriesgados y revolucionaron la forma de enfrentar la diagramación de la obra. El primer plano de una sonrisa vertical; el lomo de un gato erizado; el pomo del báculo de la pasión finamente labrado; unos binóculos que enfocan los glúteos mórbidos de la doncella ya descongelada, desangelada y desdoncellada; el anillo de una madame, que labrado en tinta negra, brilla como un escarabajo ritual mientras empuña el látigo; Los corsés ceñidos y tejidos en la tela de la tinta que aprisionan las diminutas colinas de la cordillera láctea; los arabescos negros de un contraluz que rompe la vertical de las piernas; el cuarto abierto y el chiaroscuro reticulado en tinta china; las manos nervudas del obispo o del capitán crapuloso que abren las piernas mientras con sus vergas penetran las piernas coralinas de la doncella dominada; primeros planos de los gestos de extravío; la petit morte gesticulando y rasgando el labio rosa-negro de la onomatopeya.

Una vez instalados en su escenografía, los personajes son abordados con meticulosidad, el manejo de los drapeados y los diseños de la lingerie, sus bragas y culottes, podrían conformar un punto aparte y daría lugar a escribir todo un tratado sobre ese detalle tan importante en la obra de Crepax: el cuerpo maniquí de la mujer (que tanto enfadó a las feministas del todo el mundo) como un territorio para el deseo, sometido a todo tipo de tensiones y vizarras disciplinas, spamking (azotes), bondages (amarres) blow jobs (trabajos de aliento pegajoso), penetraciones poco ortodoxas, prácticas heteróclitas y violaciones explicitas, solo bien consideradas por los gourmets del buen arte erótico y algunas cofradías BDSM*, (para algunos porno-fumetti de alta graduación; para otros, arte provocador y liberador). La geografía corporal de sus modelos crea un prototipo único; no las tetas siliconadas o los derrieres plásticos del comic erótico español de los tiempos que corren; no las bocas neumáticas de porno-comic americano de los últimos lustros. Tal vez, y creo haberlo leido en alguna parte; si influyó en la estetica de Ellen Von Umwerth la fotografa alemana, quien alguna vez y en algún lugar, posó como Valentina y luego, cuando estuvo detras de la cámara se dejó atrapar por la luz que emana de estas hermosas bestezuelas, mitad cortesanas refinadas, mitad diablesas de alcurnia. 
En Crepax, a pesar de que los detalles no faltan y asaltan la pupila, toda la presencia dramática de los personajes centra nuestra atención y la lleva a descansar por unos segundos en sus líneas, en sus gestos felinos y en su estilizada arquitectura ósea. En nuestro país, cuando se habla de erotismo en el comic, (alguna vez asisti a una conferencia...) se habla de otra cosa; por ejemplo cuando los dibujantes de MARVEL o D.C.COMICS fijan su punto focal sobre la bisectriz que demarcan las mallas ajustadas de “La Mujer Maravilla”, o las ingles de hierro de “Superman” ya que hoy día, algunos dibujantes de esas factorías se pasan por la faja el estricto código del comic estadounidense.

Los cuerpos del comic americano han sido labrados y esculpidos con proteínas de laboratorio y gimnasio, con drogas de ingeniería transgénica, cuando no, son productos abortivos de experimentos fallídos; la Catwoman o “Gatubela” no ostenta entre sus piernas un vellocino agreste y almizclado; cuelga de ella, amarrado a su cintura, un priápico artefacto de hule negro. Dan miedo esas damiselas de capa y correaje; hasta el bragado Batman evita sus encuentros (tal vez por esto, muchos lectores, lo relacionan idílicamente junto a Robín). Al contrario, los cuerpos de las heroínas del comic europeo, y en especial el italiano, tienen esa dejadez del dolce far niente o a lo sumo el arte refinado de los catres mullidos y las chaise longs que imprimen a sus madonas un aire de hetairas y vacantes,  coristas alucinadas que duermen el sueño misterioso del opio, la embriaguez del ajenjo, y que en sus bocas expresan el desarreglo sensual de todos los sentidos. Algunas, más teluricas, como las “Drunnas” de Serpieri y la Cassoto conservan esa esteatopigia deliciosa de las madonas mediterráneas, alimentadas con una dieta rica en pastas, tomate y buena grasa de burro; inclusive las muy “recatadas” protagonistas de las novelas gráficas de Erich Von Gotha tienen esa delicadeza inglesa con pinceladas francesas, que nunca van más allá de exhibir en sus cuerpos, la musculatura y la fuerza que requieren las relaciones peligrosas de las que hablara Pierre Chordelos de Laclos.
Las damas del fumetto italiano (me perdonaran las feministas) pesan como angeles lascivos, sudan, sangran, gritan y se prestan a ser colgadas, penetradas, fornicadas, bestializadas y azotadas con mucha frecuencia.


Crepax fue incomprendido por mucha gente que lo tildó de machista, pornógrafo y fascista, cuando en realidad fue, un gran artista erotómano, esteticista-fetichista. 
Escribía Bataille: “El terreno del erotismo es esencialmente el terreno de la violencia, de la violación ¿Qué significa el erotismo de los cuerpos sino una violación del ser de los que toman parte en él? ¿Una violación que confina con la muerte? ¿Una violación que confina con el acto de matar?”

Crepax plasmaba sueños y pesadillas sobre la hoja en blanco, pero antes los hacía participar de una ceremonia culta, muy cercana a los juegos de poder de los colectivos arriba mencionados, en donde el placer y el dolor se mezclaban. Un transgresor, que recreó toda sus historias dentro de los muros de un falansterio de papel y tinta, en donde atrapó y torturó a sus caprichos; un poeta que nunca estrujó la flor de sus encantos para marchitarla; la adornó con las espinas negras del dolor. Guido Crepax se instaló y nos instaló en un panóptico de poder, ese del que hablara Foucault (página abierta para vigilar y castigar), pero también, para darnos el placer de admirar su obra; la obra genial de un artista que no reconoció las fronteras de la moral burguesa y que al contrario las trasgredió para horror de los bien pensantes, de algunos mal pensantes instalados en la silla de las amonestaciones, y los vigilantes de la sexualidad en sociedad bio-disciplinaria.

El nombre de Guido Crepax estará, casi siempre, relacionado son el de "Valentina". Ésta le valió el reconocimiento mundial, la fama y la fortuna, pero fueron esas cuatro grandes novelas eróticas adaptadas por su pluma y sus rotuladores, las que lo consagraron como un maestro de la novela gráfica erótica europea.

Una obra grande, clásica, renovadora e innovadora, y hasta futurista. Una obra, a la que el aficionado de la novela gráfica erótica puede regresar cada vez que quiera, para descubrir cosas nuevas; adentrarse en los líneas de una bella perversidad que habita entre los muros de una abadía misteriosa, esa, en donde nuestros sueños afloran creando un jardín perverso, iluminado por un sol bruñido y negro; una boca, un gato que cruza el umbral de las sombras agrietadas hacia la blancura jadeante del papel labrado.


*El acrónimo está formado por las iniciales de algunas de dichas prácticas: B /Bondage: D/ Disciplina y Dominación: S/Sumisión y Sadismo: M/Masoquismo:


Omar García Ramírez
del libro inédito:
"8 Ensayos en Tinta Negra"


1 comentario:

caballero de la noche dijo...

Espero que esta ideas que enrriquecen la cultura se multipliquen y no terminen aqui.