No es una escena concreta o, mejor dicho, sí es una escena, pero no de la novela sino de una obrita de teatro que está dentro de la novela. En la escuela de mayordomos que describe el escritor suizo Robert Walser (1878-1956) en ‘Jakob von Gunten’ se adiestraba a los alumnos severamente para no ser nada en la vida. Dentro del estricto programa pedagógico por el que se regía esa peculiar institución, se hallaba la representación teatral de escenas humillantes que prepararan a los muchachos para el destino que les estaba exclusivamente reservado el día de mañana: ser unos ceros a la izquierda. Jakob, el protagonista y narrador, cuenta cómo interpretan comedias que siempre concluyen «con la glorificación de los que sirven con modestia». El ejemplo que pone es realmente sabroso. Un exalumno de ese instituto solicita a una señora la mano de su hija y acepta con resignación de mindundi vocacional el más rotundo no por supuesta:
La madre: «No puedo darle a mi hija por esposa. Es usted demasiado pobre».
El héroe: «La pobreza no es un vicio».
En otro momento del impagable diálogo la negativa llega al escarnio:
La madre: «Dígame, caballero, ¿dónde cursó usted sus estudios?»
El héroe: «Mi estimada señora. Soy exalumno del Instituto Benjamenta. Disculpe el orgullo con el que se lo digo».
La hija: «Ah, mamá, mire cómo se comporta. ¡Qué modales tan finos!»
La madre (con severidad): «Déjame en paz con los modales. Hace ya tiempo que a nadie le importan los modales aristocráticos. Pero usted mismo, señor, tenga la bondad de decirme, ¿qué ha aprendido en el Instituto Bagnamenta?»
El héroe: «Disculpe, pero el Instituto se llama Benjamenta, no Bagnamenta. ¿Qué he aprendido? Pues, para ser sincero, debo decir que muy poco. Pero hoy en día no tiene mayor importancia saber mucho, usted misma tendrá que admitirlo».
Tras esa brillante exposición, el solicitante recibe su merecido:
La madre: «Mi apuesto caballerito, me haría usted un favor inmenso alejándose y no volviendo nunca más por aquí».
El héroe: «¡Qué osadía, darme esas órdenes! Pues bien, sea. Me marcho, adiós».
En esta metaliteraria escena, Walser refleja con ironía la crisis de valores sociales del cambio de siglo (la novela fue publicada en 1909) que se resolvería con la Guerra del 14 y que acabaría con todo un modelo de vida, con la vieja Europa parasitaria de los rentistas ociosos y sus refinadas clases subalternas, para dar paso a la nueva Europa pragmática del comercio y la producción. Walser cuenta en esta ficción, con un humor expresionista que prefigura a Kafka, lo que contaría Thomas Mann en ‘La montaña mágica’, otra novela en la que el personaje flota en un extemporáneo sanatorio de los Alpes suizos que es otra irreal y caduca institución. ‘Jakob von Gunten’ cobra una inesperada vigencia en la actual Europa de la crisis en la que a los jóvenes les adiestramos severamente exigiéndoles mil carreras y másteres para acabar de taxistas. El Instituto Benjamenta reabre, después de un siglo, sus viejas puertas.
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