viernes, 18 de enero de 2008
EN UNA CIUDAD
Como en una ciudad
donde los poetas bohemios
saliesen a comprar mandarinas y manzanas
después de la borrachera
con el sol rompiendo tímidamente el frío del invierno
fumándose el último cigarrillo del gabán negro.
Con sus bufandas
sobre los cuellos calientes y sudorosos de caballos
empapados en bruma…
Pensando en despedirse para siempre de la noche
la de los labios rojos
pintura acrílica-fosforescente
medias negras de seda china
falda de Bangla Desh y pequeño tatuaje sobre lomo
elástico de perra asiria.
Pensando en olvidarse para siempre de la noche, esta el hombre...
“Así se mueve este corazón
sin paisaje ni background.
La tela roja de un pañuelo rueda sobre los senos de una poetisa eslava
con pequeñas heridas en las pantorrillas.
Una poetiza que grita como Lilith el día
de su acoplamiento con Adan kadmón, bajo el árbol de la ciencia.
Una poetisa
que viene de la última manifestación contra la globalización en Viena”.
Así, entre esa nomenclatura de nombres ibéricos, o garitos caribeños...
huyendo desde el puerto de Nueva York
hasta los burdeles de Ámsterdam. Así va entre el extraño tumulto que brota de los tunnelvannags, de los subways, metros y garés de la babilonia terrestre.
Como si en las ciudades
de cabelleras de smog, ojeras azules y alientos de tabaco
estuviesen escritos los símbolos de una revelación mesiánica.
Así va ese hombre.
Escribe y trata decir algo que conmueva su lucidez
y la invite a sentarse en el sillón turco de una placidez elemental.
Algo que cause pánico o risa…
Pero lo único que consigue es
aterrarse ante el famélico espejo de sus noches
rayar sobre la pizarra de su alma símbolos de yeso y nieve
soltar chistes crueles sobre la condición del exilio
y fumar, como fuman los condenados a muerte.
De vez en cuando saca de su chistera un conejo rojo
y lo prepara a las finas hiervas…
Un sabor que le deja una risa saltarina en el estomago.
¿Qué buscaba en las palabras ese hombre desde niño?
¿Qué mito de papel le asaltó y le enfermó?
Él, se aplicó con puntualidad, su dosis de fe y de locura
inoculado con el poema venenoso
como una pequeña hidra de brazos metálicos
que se retorcía en sus neuronas
recorrió los puertos y las calles
cercanas a los templos de Afrodíta.
Profanó las criptas de los adoradores de Lilith.
Sabe, que en su cabeza baila un demonio.
Que en su corazón
la danza será a muerte, que no podrá escapar de la noche
a no ser
que se refugie en el asilo
en donde irán a visitarle y a llevarle arenosos chocolates de Estambul
flacos ladrones, camellos paranoicos.
Que en su pecho, el humo del cigarro en la madrugada irritará sus palabras
resecará la prosa del palimpsesto, y enanitos de barro cuarteado
danzarán ruidosamente sobre sus cuartillas...
Que ese otro rostro
de muchacha ligera tomando café y comiendo manzanas será
tan solo una imagen más
ajada postal del extranjero.
Callejuela empedrada....
Piedra negra, sobre piedra blanca
casas antiguas, sin puertas ni ventanas
y vías que no conducen a ningún lado.
Territorio vedado de la muerte.
Las cartas que envío, no obtuvieron respuesta...
Seguramente se perdieron
En las compuertas de los aviones o en los pasillos azules
por donde transcurren
somnolientos y salitrosos los burócratas de los correos.
Sabe que no puede mirar atrás.
Que nunca podrá regresar.
Que nunca podrá despertar del sueño de las ciudades agonizantes.
Ahora esta metido en su madriguera
la luz acuchilla los cristales sucios
con las cagadas de las moscas.
Sobre la mesa
de madera y metal,
la dosis...
El torniquete de caucho estrangula un brazo herido.
La jeringa penetra la vena dejando un rió de volcán caliente en la piel...
Ya, la felicidad helada con su beso boreal
la pared en blanco, el nudo del zapato
la mancha de la manzana transgénica
que se desdobla…
mariposa vegetal
contra una cortina raída
sobre la que se empantana la mañana de Madrid.
El zen de la heroína es una forma elástica de la muerte.
Detrás de la cortina...
afuera, en la calle...
la ciudad aúlla
como zorra herida
desangrándose en la trampa.
GRANDE Y OBLICUA LA CORAZONADA
“El carácter de la batalla...es la matanza, y su precio es la sangre."
Clausewitz
Grande y oblicua la corazonada,
flecha de basalto que se encarna
sobre la plenitud del silencio.
Cuchillada de ceniza
en la cara de una ciudad que se va diluyendo
adentro, en su bruma de invierno.
Solo queda la huella de la mano que arañaba contra el cristal empañado
la herida negra que no duele,
adentro si, y abajo…un poco de frío
en el prepucio del alma.
Las criaturas de la madrugada
desfilan envueltas en sus atuendos de lanas protectoras
bufandas de crisálidas nerviosas.
Sus sonrisas…
escaparates de dentistas en invierno.
Así congeladas las manos,
dormido el arbolito,
como si un hielo druida congelara el corazón,
las dos bolas, el tuétano.
Alguien dijo que estábamos en guerra... ¿Desde cuando?
¿Ya no se firmó un armisticio?... ¡Ah! es otra guerra...
Es otra señal...
(A cada uno un poco de dolor, un poco de arena, un poco de sangre).–
“Era un veneno de polvo rojizo en las trincheras...Yo recuerdo,... Me parece recordar” –, dijo el viejo asomándose detrás de la oreja mutilada, brotando como un espectro desde una ventana parietal, casi olvidada.
–“Yo recuerdo....El veneno rojizo de las trincheras revolviéndose contra la sangre,
el pesado casco perforado y el muchacho loco que corría
detrás de los caballos eléctricos,
sobre unas alambradas de metal negro...
Solo teníamos ripio de café y pan negro...
Yo no sé, si fue primero ese muerto, al que recuerdo...”–.
(¡Mira mi cara de antropófago con un garrote en mano!
¡Mi cara de sacerdote tatuada en achiote y un corazón humeante entre mis dientes!)
Alguien dice: “Estamos en guerra...”
De una espada,
de un escudo de luna se derrumba una cabeza
que da vueltas sobre el lomo dorado de la bestia.
Desde un caballo de madera,
unos barcos con velas incendiadas
y guerreros con cascos de bronce
y penachos de crines de caballos negros.
Viene su grito.
Luego, siglos más tarde,
El grito y la bomba venían de otras latitudes, fueron traídos en barcos...
Si, en barquitos de maderas mediterráneas que no se hundieron por que eran conducidos por buenos y valientes marineros.
Hasta estas tierras, después del sable y el arcabuz,
llegó el cañón y la metralla.
Muchas calaveras de niños indios, así dormidos como fetos
como si guardasen flores disecadas de los andes...
Con sus cabellos negros, lacios y brillantes
y mandíbulas de comedores de maíz y de guatín.
Así desde la orilla del barro genésico, hasta el ánfora de dureza musical
se sigue la pista de esta guerra. Su caminito de no me olvides.
Su cosecha de vasijas de barro con huesos apretados.
Que ya venía la muy ingrata, que tenía amores en la lejana Europa, y ya eran muchos los degollados y se hacían invasiones y luego grandes homenajes con lanzas de Breda y vino españoles.
Luego cambió de carruaje y le dio por volar (una barca empotrada en el lomo de la gran sardina) y en dejar caer bombas
unas más pequeñitas que otras,
bombas que caían sobre caballos grises,
y niñas que alumbraban con una vela temblorosa
entre los subterráneos y las ruinas.
–La mujer se arranca los cabellos de dolor,
una mano amputada arácnea sobre el barro–.
(¡Mira mi cara de justiciero, con arma de metal caliente cruzando el pecho. ¡¿Acaso, todas esas grandes marchas de la historia, no terminaron en esto?!)
Así de papel, de plano; fotocopiada, así como de conferencia de Clausewitz y Sun-Tzu... Así como impresa en los periódicos grises, literatura técnica, filosófica y política del horror que se imprime sobre la memoria de cera ensangrentada de la humanidad. En cromáticas gestas, en libros de aventuras y batallas memorables, de generales heroicos y soldados resueltos, parece natural…
(¡Oh¡ ¡nuestra infancia heroica, nuestros sueños de justicia y luz!)
–La ve uno pasar. A uno le entran ganas de salirle adelante, al paso.
Pero sigue derecho y tritura si uno no se mueve.
Ella si se mueve, pero sin piernas, sobre muletas; acompañada de un mendigo sobre una silla con ruedas de oruga, y de su gigantesco culo florece una trompeta de cobre oxidado–.
Así en películas en blanco y negro casi ni se siente, es un murmullo de cafetería o de taberna, la apreciación de un director, por un grupo de jóvenes que hablan de la matanza de celuloide, en cenáculo de su cine-club.
Pero ya está en la calle, tocándote los huesos
ya mordiéndote en el paseo del fuego
ya mirándote con ojos de carbones negros que brillan bajo el frío de la lluvia.
La ultima perra sarnoso de la época;
ella, la guerra, viene dando plomo
prendiendo fuego y aullando
bebiendo sangre en grandes dosis y con reverberación
de fanática-frenética-lunática.
La viciosa dentro
muy adentro del plasma
como una maromera de la sangre
que se hace invitar a la fiesta del circo
y luego saca su facón.
La rompe-vísceras
la muy rompe-corazones
la muy innoble, la muy cerda
la meretriz emperatriz
la muy indigna
y
lujuriosa guerra.
LA ESPERA
La noche ha invadido los rincones de la ciudad,
las sombras son la luz para perseguidos, desahuciados y ladrones.
“Atmósfera para amantes y ladrones”
Gaspar Aguilera Díaz (México)
Y son humanos, inhumanos,
fatalistas, sentimentales,
inocentes como animales
y canallas como cristianos.
“Los ladrones” de Canciones del tercer frente
Raúl González Muñón
(1941-1974 ARGENTINA)
Yo esperaba de niño
frente a la ventana de la tarde
un cometa de flamante estela
azotando la cara del sol.
Yo esperaba
un caballito blanco
de cola dorada, sobre el que cabalgaría hasta el fin de la tierra.
Años después...
Esperaba una muchacha callada
que en silencio leyera a Gustavo Adolfo Bécquer en un balcón rodeado de golondrinas.
Yo esperaba saltar con Roldan “El Temerario”, en la cara almidonada de la luna.
Pasaron los años....
Cayó mi cometa
estalló contra un planeta abandonado.
Me estrellaron una tarta de azufre en la cara en medio de la vía.
Mi caballo blanco murió de brucelosis.
Ya no espero
ya no rumio
ya no vuelo
no sueño
no planeo
tan solo trato de aterrizar.
Ya no alunizo; solo, sin parapente, caída libre dentro del abismo.
Cometa-Prometeo, denso espectro de metal y fuego.
Entonces en aquella ciudad...
Esperaba dentro del túnel; magullado (amaestrado por el dolor quizá...)
el último metro a la felicidad.
Era como llegar de la jornada
del vagabundeo urbano a la calidez de la cama sencilla
la mesa servida, copa de vino y cigarro andaluz.
Yo esperaba
que la cosa no se prolongase mucho tiempo en medio del paro
que el problema se arreglase, que se pudiese al menos vivir
y salir del atascón.
–Nadie puede pedir peras al olmo– Me había dicho Benaforte el catalán, de una manera que yo creí nueva.
–Cosas de las palabras. Cosas de los maesses de las calles–.
(Yo hacía lo que se podía y en medio de la ciudad aprendí a moverme, como se debe mover un ladrón en la metrópoli; barracuda cerca al banco plateado; tiburón blanco después del naufragio).
Caribeando en la vía me encontré a Malena. Musa lunfarda que organizó el panorama. Aligeró la carga. Aclaró las cosas.
Podría decir...
que en algún momento, no faltaba nada, o casi nada…
Malena y yo lo teníamos todo. Los buenos restaurantes, la moda fresca de prêt à porter, los vinos de crianza y las drogas de diseño. La nevera estaba llena y mis manos que eran ágiles (habían aprendido en sus falanges, las clases de un flayte chileno); se deslizaban con alegría de seda ladina, dentro de los gabanes y pantalones de los turistas, en pos de sus carteras pletóricas de dólares.
(La gran ciudad te pule a golpes de esquina y te afina con la dura canción del cemento. Cada calle es un libro, cada parque una biblioteca, cada policía un enemigo. Si sabes eso, estas salvado).
Y eso es mucho para una persona que se había emboscado,
que no pago servicio militar
que nunca ejerció de burócrata
que no fue de rodillas a la iglesia. (La verdad es que mis padres no me habían bautizado. En el fondo, tengo una acendrada vena mística que es recorrida por la cálida sangre del sacrificio).
Que nunca marcó papeleta alguna
por que a ellos les interesa que uno lea su basura; que uno se entrampe de cabeza en esas cosas. Las cosas de la máquina. Las cosas del cadalso.
Lo único que pedía era cariño y fidelidad.
Fidelidad a la hora de los hechos
fidelidad a la hora de la verdad. (Inocente perversidad de macho).
Pero también eso falló; a la doncella callejera que leía a Bécquer se le iba la mano con la jeringa y empinaba el codo dos copas más allá de la realidad… y comenzó a leer las revistas del corazón.
(Aconsejo: Monsiers voleurs, nunca dejen que sus mujeres de tacón negro y boquitas de caucho rojo, lean las revistas rosa y corazón –son mas dañinas que la T.V. y la drogas psíco-cinéticas – si no quieren ver el suyo, estrujado como un papel arrugado y viejo tirado en la basura.)
La que bailaba como una sirena en la piscina privada de nuestra felicidad de maleantes existencialistas, poetas de la acción...
Se fue... Se esfumó, se evaporó, ahuecó el ala, se piró, se transmutó en un fantasma de opio barato, maniquí de plástico con el pelo teñido y la sonrisa de vinilo rojo; minifalda de cuero negra y el último botín...
El más grande.
El alijo de la jubilación temprana.
Se acerca el invierno y la inspiración no llega.
Ya no espero....
Solo merodeo dentro de los túneles
Buscando la víctima propiciatoria.
Aguantando, sin perder el cigarro de los labios
el ultimo tren de la felicidad.
El bus nocturno de los guardianes del centeno que vienen buscando su gran noche.
Mirando a los meticulosos trabajadores de la factoría de avispas, que trabajan en su próximo juego sangriento.
Los vendedores de shop-suey,
y los ladrones y cabareteras de la Gran Vía.
Viendo pasar a los talladores de cristales negros, a los maleantes de la Yakuza; los marineros normandos buscando la bronca de la noche temprana; los skin heads colgados de una cruz levógira; a los gitanos húngaros prestidigitando con la luna y las carteras; a las mulatas de Abisinia, de Costa de Marfil, de Guinea y del Congo y su música de amuletos para el amor mercenario; los chulos de Madrid, las Drag- Quin de Barcelona; todos y todas, caminando alegres en medio de los juegos pirotécnicos hacia la torre de Babel.
Viendo los besos de chicle de cibernéticos amantes, que centellean sobre pantallas de neón y se acarician con gesto robotizado sobre una calle
de soledad metálica.
Todos marcados por la urbe. –Esta, si no daña, desfigura–.
A veces, cuando el caballo patea, voy a buscar a las trajinadas mujeres del puerto con aliento de maderas portuarias y aceite de cangrejos bermejos entre las piernas.
La maratón al fondo de la noche.
Ya había pasado el tiempo de las preguntas y las dudas.
Cambiaba de escenario constantemente tratando de mantenerme en forma.
Era solo una pieza a la que yo le daba vueltas y más vueltas , que venía buscándole respuesta, que venía siguiéndole los pasos
pisándole los talones y se escapó...
Elemental, trascendental,
accidental, occidental. Trova de borrachos.
Ya se fue la perra asiria
La babilónica meretriz
La puta de Bangla Desh.
La hetaira de Roma.
La perra de Sodoma. La putilla de Sevilla.
Ya puedo llegar con el ataque de frío en la madrugada
después de mi trabajo de sombras chinescas en los extramuros del entorno.
Al licor de los primeros minutos del alba
A la muerte lenta
con beso de resaca en la mañana.
Nadie espera por mí, y yo no espero a nadie.
El reloj negro,
de tic-tac seco y metálico,...
¡Lo estrellé contra la pared de la miseria!
O.G.R.
DEL LIBRO
"LOS PARAJES PELIGROSOS"
sábado, 17 de noviembre de 2007
GRAFFITI Y ARTE PUBLICO
El colectivo "AGUACERO" de Bogotá, utiliza el graffiti y las intervenciones en espacios públicos de la ciudad, como mecanismos de accionar artistico.
En el articulo sobre ARTE PÚBLICO, dicen lo siguiente:
"Es posible ver el fenómeno del graffiti como arte, y aún más, como arte nuevo, como el arte que sale de la galería y ha dejado de servir a la belleza, la armonía o el asombro, y sirve a la verdad, la verdad de sí mismo, que habla de él; es un arte que no habla de eslóganes políticos, ideológicos, publicitarios o que representa escenas, sino que habla de él mismo, a través de él mismo, con formas, trazos, colores, que siempre esconden a alguien, a un anónimo que aunque se expone al otro, permanece oculto".
Con este va el link a su blog:
http://artespaciopublico.blogspot.com/
viernes, 16 de noviembre de 2007
DE LOS SENTIDOS Y LA LUZ
DE LOS SENTIDOS Y LA LUZ
1
Sabor de sal
de un mar seco en los labios
palabra acantilada
que esperaba un sol perdido en la piedra.
Entre el poro del basalto y la dureza gris
afloraba la piel de la rémora, el musgo salino
vegetal cuidado, acunado, mecido por las aguas.
Antigua matemática de
piel de arena y de sandalias
de muchachos que corrían con un pregón
un grito azul de esperanza sobre el reino-eco del mundo.
Piel verde de un mar acariciado y perdido en la quemadura de un sol nuevo, detrás de las orejas sucias, sobre la espalda desnuda del atleta que contiene el aire y se zambulle, y luego es músculo, oxigeno, agua y peces veloces abajo.
Vamos navegando entre impresiones
entre cactus de espinas luminosas.
Escombros de Atlántidas cristalinas
que guardan una palabra frágil en un cofre de acero
que resaltan el perfil de un sueño o un naufragio.
Un nuevo firmamento
se desliza sobre la vía azul iluminada de soles
y las cabelleras doradas de los arcángeles ebrios.
2
Hemos venido navegando sobre un rió de cauce gigantesco.
Pieles de luz de plátano y aureola de palmeras
torsos de remeros negros
danzan sobre la madera y el agua
con un sincopado ritmo de trabajo natural.
Animal que danza y se recrea
que da un toque de tambor y una flauta dulce...
Todo parece estar alterado en un instante
La presencia del metal y el agua
la piel del leopardo
abanicando las hojas secas que limpian las arterias
y dejan dentro de los pulmones una algarabía verde
que respira en los manglares del mundo...
3
Habría renunciado a estar aquí
en esta ciudad de mecánica pesada
por mantenerse en ese salvaje estado de pureza
pálido puma mojado entre la maleza.
sin perecer un segundo en la calle
agitado sin respirar
caminando largo al ritmo de la multitud.
Se detuvo un instante y trató de encontrar una mirada
una boca, una frente, un aire de orilla fresca.
Pero solo era ese desenfoque, y ese ralentí de smog pesado y duro.
Y esas miradas de gasas que flotaban sin dejar pasar la luz.
Era de la luz de lo que se trataba...
Es de la luz de lo que se trata...
Algunas veces lo presintió y lo vio claro.
Al el escuchar algún canto quebrado adentro de la tierra
el vuelo enigmático de una nube
que emborronaba el firmamento
con su algodón blanco y azul.
Con la cabeza tendida sobre la hierba…
¿Recuerdas hermano?
Niños en la sabana, la cabeza boca arriba sobre la hierba
descifrando los símbolos aéreos del agua sublimada.
4
Pasajeros de los sentidos somos
ahora dentro del ruido.
De la geometría de la maquina.
De las grandes y silenciosas poleas que nos traen y nos llevan, que nos introducen en los túneles
donde antiguas simbologías se nutren de sangre y muerte.
Y sientes entonces eso...
los olores fabriles
la grasa de las pieles en liquidación;
hombres y mujeres que ruedan con una estrella rota sobre el cuello
gorra seca de cal y la mirada cansada y roja.
Constructores de paredes y columnas
soñadores de poemas
maquis urbanos
que en sus melenas alborotadas
esconden sueños libertarios y poemas
no clasificados ni documentados.
También las tintas y el papel periódico
y las voces de los vendedores negros
que huyeron del exterminio
en las vastas regiones del corazón de las tinieblas.
Aceras
de jugadores, equilibristas y ruleteros contra un sistema que tiene poderosos representantes y ministros plenipotenciarios; y periódicos
lanzados con tinta hecha de muñones y sangre de niños. Plomo derretido de bombas ligeras, precisas, indoloras.
5
El invierno en las mañanas
viene empapado de la oscuridad
de los pájaros negros
que revolotean como cuervos detrás de las fabricas delante de los espejos.
El exilio es un abrigo oscuro
con el puño adentro frió
y una carta arrugada junto al pecho...
Una carta que tiene los garabatos de un niño.
Caballito de batalla
y una casita amarilla y un sol que levanta los pistilos de las flores.
6
Tu piel amada mía
huele a naranja fresca
y al recorrerla mi mano se alimenta de su luz
por la palma de mi mano entra la orografía luminosa que sube sobre la piel encabritada y luego salta al corazón abierto sobre un cielo de cobre viejo.
Cielo de usura y melancolía
que se desploma sobre tu nuca como la cuerda pesada de una estación de ruido eléctrico.
Sin embargo algo nos salva…
Por la ventana entra un rayo
que sabe a zanahoria…
Y tu beso de ciruela
sabe a sangre de luz…
Luz de sangre marina
para el bardo solitario…
Luz de zanahoria rosada
para la dentadura
y la lengua y los labios…
Y más luz para el estomago acostumbrado a una oscuridad de hambre de cieno.
Los dedos y la estrella de la lluvia
señalando un horizonte.
Más luz para los ojos
para la risa y la esperanza...
Por que de la luz es de lo que se trata.
7
Habría sido mejor a este ruido de aceite y miedo...
el rumor de los ríos
y el pasar cerca aquellas montañas reverberantes de mi juventud.
¿Recuerdan amigos?
Las excursiones al lomo de la madrugada
duras pantorrillas de andinistas iluminados
el cauce helado
la cima blanca y la laguna
el vuelo de las águilas arriba.
Nuestro cielo resistiendo siempre contra las corrientes.
Abajo las piedras, los cauces del agua generosa.
Las montañas sembradas de café
y los conejos y las ardillas y las tórtolas
revoloteando contra la hierva seca.
El aire
la respiración en fuego y los pulmones,
el vaso, el vino dulce alimentando el pecho
y las alas del gorrión metálico
aleteando en el esfuerzo de la montaña.
Y las manos en cuenco bebiendo de la fuente.
Y sentir que es la tierra madre nutricia
esa hermana
esa hoguera
ese poema
Por todos presentido.
Más luz...
más luz...
más luz...
Para tu rostro joven que espera inmortalizarse en un rayo de la aurora.
Por que de la luz es de lo que hablamos.
De la luz...
Espejo de cristal bruñido por un cielo gastado sobre la piedra estelar y este fuego de atanor ligero, en el que calcinamos nuestro espíritu,
nuestra historia
y nuestros sueños.
O.G.R.
2004 Madrid/2007 Bogota.
jueves, 15 de noviembre de 2007
LA BALSA DE LA MEDUSA
LA BALSA DE LA MEDUSA
I
¿Podremos intentar una canción?
¿Podría intentar una canción?
¿Un gesto de fuego, una metáfora de marinería?....
Los que esperaron barco en el muelle
una tarde galvánica picoteada de eléctricas gaviotas.
Los que cruzaron con la luna sobre sus espaldas ferrocarriles de hielo.
Los que se hundieron en el lago negro.
Los que saltaron el muro.
Los que chapotearon en las rutas fangosas del miedo.
Los que miraban detrás de las ventanas.
Los que bajaron las cortinas.
Los que sintieron el vértigo de la caída libre,
mientras sus alas
se encendían con el fuego de la estrella.
Los que se marcharon con el sol a cuestas.
Los que nunca regresaron.
los que perdieron la partida
la maleta y un par de zapatos.
Los que nunca creyeron que las cosas iban a cambiar.
Los que creyeron, y regresaron.
Los que quedaron a mitad del camino.
Los que llegaron tiritando con un sueño pálido
–papel desleído, palabras ateridas
sobre un pentagrama lluvioso–.
Los que fueron requisados y pateados
mientras se hablaba de “bondad” en los discursos.
Los que fueron escupidos y pisoteados.
Los que fueron vapuleados,
mientras otros robaban su cosecha de sueños.
Los que tuvieron que inclinar un poco el rostro
bajar el ala del sombrero
mientras las sombras duras del fuego, faroleaban
sobre los pozos de agua.
Los que cambiaban de estación
de andén, de cielo.
Los que vieron que las bombas eran nuevas
y con ellos, las estaban ensayando.
Los que se enfrentaron a piedra
contra el hierro y el metal.
Los que creyeron en la historia oficial
y muchos años después,
sus sueños fueron marcados por el hielo
–estatuas de sal, sonrisas de fuego–.
Cuando vieron la verdad, quedaron ciegos.
También
los que fueron tatuados, sellados, numerados
mientras hombres con cabezas de carretes metálicos y lenguas de celuloide,
bajo un foco amarillo proyectaban
películas en blanco y negro
para hacer reír a las masas.
En otras coordenadas
se encerraban campesinos orientales
en reformatorios de campos dolorosos,
Luego se hacían obras de teatro
que dejaban una sensación de humanismo
con las técnicas dramáticas del señor Aristóteles.
En sus particulares estados
repartían porra y fuego,
blindaban fronteras, fundaban frenocomios,
cotos de caza, túneles con extrañas inscripciones,
y mostraban un desliz filantrópico
sobre las tesis del señor Morguentau.
Los mismos que llamaron al odio y a la guerra en technicolor.
(leones esfumados contra las alas del silencio,
fuego, sobre ciudades de piedra
fuego, sobre ciudades vencidas
fuego, sobre ciudades calcinadas.)
Dos caras del mismo asunto
dos caras de la misma moneda.
Los que no tuvieron otra oportunidad
e hicieron de payasos y bailaron con violines
sobre las vías ateridas de la miseria.
Los que se fueron adentro de las cuevas buscando pictogramas de tauróbolos celestes y danzas de piedra.
Los que cruzaron bajo alcantarillas,
casi ciegos
mientras afuera, el cielo y las constelaciones
se conjugaban en una danza hermosa.
Los que con el agua al cuello resistieron.
Los que bajaron de las montañas escarpadas
con frió de nieve en los ojos.
Los que perdieron el norte y estrujaron la brújula
hasta sentir en las palmas, las agujas sangrantes.
Los que esperaron detrás de las líneas una palabra de aliento,
Los que vieron amanecer,
bajo el alba dulce y sangrienta de gasas amarillas.....
Todos nosotros, y ellos también,
y los otros por supuesto.
Tres caras de la misma esfinge.
Navegamos a la deriva contra la tormenta,
después del naufragio
sobre la Balsa de la Medusa.
II
El que se opuso a los
Detentadores-patentadores de la historia.
El que confrontó el brazo secular.
El que alzó un telescopio para buscar la ruta.
El que ofrendó una palabra de aliento dentro de los escombros.
El que sembró una espiga.
El que puso un pez dorado
en la boca del ahogado.
El que coronó de flores la cabellera
de la muchacha Nubia.
El que sembró de estrellas
la cabellera de la ninfa boreal.
El que bebió de un pozo limpio en las estrellas...
Todos ellos señalan al fondo de la Vía Láctea.
Un lugar de nombre ignoto.
Puerto-Destino
para la balsa estelar.
III
Vamos a crear con pergaminos amarillos
un beso-collage
hecho de sueños compartidos....
Una imagen derrotero
hasta juntar todos los mapas que nos orienten
y hagan más amables
nuestros rostros en este desierto mar.
En estos tiempos de tormenta
¿Será posible convocar a las palabras?
Una poesía de marinería estelar,
¿o solo nos es dado escuchar, los gritos del naufragio?
IV
(Sueño-Pesadilla con Rimbaud)
Estaba allí sentado sobre un tronco de un árbol talado
como esperando que alguien le dijera o preguntara algo.
Después de todo, él se había callado de muy joven
y se había muerto frió y redondo como un cometa fugaz.
Me acerqué le pregunté:
Rimbaud
Tú
que marchaste
detrás de un tanque de combate
mientras llovía, y se hundían tus rodillas hasta el fango;
mientras tu cara de joven poeta
era azotada por una bufanda helada de viento y ceniza.
Niño todavía
reías de los conejos asustados
que saltaban dentro de los bosques
hasta que caían las bombas...
Los muchachos
de no importa que uniforme; gris o azul
morían
mirando conejos destrozados
bajo un sol sangriento...
Tú,
Que viajaste hacia Bélgica y viste
El cuerpo del muchacho soldado
muerto en esa guerra, a la orilla de la carretera...
Dime Rimbaud…poeta muerto en la hermandad de la tormenta.
Señor de las semillas del viento
cosechador del fuego sacro.
¿En esa guerra lejana murieron tus sueños?
¿Perdiste el amor por la poesía y encontraste el camino de la locura?
Volteó a mirarme
–en sus ojos de estrellas heridas, gravitaba una danza pesada
y su boca era una piedra dura, con la que se lapidan a los cantores inoportunos–.
Sacó un viejo revolver con el que me apuntó.
Sentí que era el final.
Sin embargo le seguía preguntando en voz alta:
¿Será en esta guerra cercana
donde mueran nuestros sueños?
¿Podremos aspirar a ese surco
sembrado de semillas y estrellas
donde florezca la rosa planetaria?
Dime tú
marinero del barco ebrio -a-la- deriva...
Si dejamos que la nave naufrague
si dejamos
que la carta de marear sobre el cosmos
se llene de escombros radiactivos y cenizas.
¿Arribaremos a ese sueño,
que espera en la estación del tiempo?
(Esta nuestra tormenta...Esta nuestra guerra...
¿Tiempos de poesía?
¿Vano intento de la literatura?
Pero sin ella, instrumento viejo de la utopía
¿Qué nos queda? )
Rimbaud no responde.
Guarda su viejo revolver en la funda del sobaco.
Rimbaud se ríe,
carcajada etiope de cuervos negros
y se aleja cojeando, por un platanar anegado en sangre.
V
¿Pondré intentar una canción en medio de nuestro naufragio?
¿O será arrojada a la tormenta del silencio?
¿Una imagen?
¿Una voz?
La imagen que hace aguas,
la metáfora que se hunde.
Es una balsa la que ondula trémula
y danza sobre las olas.....
Marea buscando
una luz salvadora en la tormenta.
Una balsa, un brazo, un grito-meteoro
bandera empapada de huracanes.
Balsa de Medusa-Terra
sobre un mar de soles helados
bajo el cosmos de lunas blancas,
estrellas calcinadas, maderos mojados.
Balsa Terra-Medusa
qué se rompe sin sus remos primordiales
contra una tormenta de esmeraldas de hielo.
Sangre de estrellas heridas
que fluye hacia el firmamento.
No dejemos que naufrague la balsa.
Apuntalemos entre todos el mástil.
Que llegue sólida a las costas
ligera de temores y miedos.
Un hombre empapado grita
agitando un pedazo de tela blanca:
“¡Más arena de nebulosas!
¡Más soles!
¡Un faro de constelaciones!
¡Más saetas de estrellas!....
¡Que tiritan los huesos,
que arrecia la tormenta,....
Que se hiela el alma!
¿Podríamomos intentar
una canción que nos lleve de regreso?
O.G.R.
viernes, 5 de octubre de 2007
COLOMBIA ES PASION III
jueves, 27 de septiembre de 2007
A.ARTAUD.
CARTA AL SEÑOR LEGISLADOR
Carta al Señor Legislador de la Ley sobre Estupefacientes
Señor legislador de la ley 1916 aprobada por el decreto de Julio de 1917 sobre estupefacientes, eres un castrado.
Tu ley no sirve más que para fastidiar la farmacia mundial sin provecho alguno para el nivel toxicómano de la nación porque:
1º El número de los toxicómanos que se aprovisionan en las farmacias es ínfimo.
2º Los verdaderos toxicómanos no se aprovisionan en las farmacias.
3º Los toxicómanos que se aprovisionan en las farmacias son todos enfermos.
4º El número de de los toxicómanos enfermos es ínfimo en relación a los toxicómanos voluptuosos.
5º Las restricciones farmacéuticas de la droga no reprimirán jamás a los toxicómanos voluptuosos y organizados.
6º Habrá siempre traficantes.
7º Habrá siempre toxicómanos por vicio de forma, por pasión.
8º Los toxicómanos enfermos tienen sobre la sociedad un derecho imprescriptible que es el que se los deje en paz.
Es por sobre todo una cuestión de conciencia.
La ley sobre estupefacientes pone en manos del inspector-usurpador de la salud pública el derecho de disponer del dolor de los hombres; en una pretensión singular de la medicina moderna querer imponer sus reglas a la conciencia de cada uno. Todos los balidos oficiales de la ley no tienen poder de acción frente a este hecho de conciencia; a saber, que más aún que de la muerte, yo soy el dueño de mi dolor físico, o también de la vacuidad mental que pueda honestamente soportar.
Lucidez o no lucidez, hay una lucidez que ninguna enfermedad me arrebatará jamás, es aquella que me dicta el sentimiento de mi vida física. Y si yo he perdido mi lucidez la medicina no tiene otra cosa que hacer sino darme las sustancias que me permitan recobrar el uso de esta lucidez.
Señores dictadores de la escuela farmacéutica de Francia ustedes son unos pedantes roñosos: hay una cosa que debieran considerar mejor; el opio es esta imprescriptible e imperiosa sustancia que permite retornar a la vida de su alma a aquellos que han tenido la desgracia de haberla perdido.
Hay un mal contra el cual el opio es soberano y este mal se llama Angustia, en su forma mental, médica, psicológica o farmacéutica, o como Uds. quieran.
La Angustia que hace a los locos.
La Angustia que hace a los suicidas.
La Angustia que hace a los condenados.
La Angustia que la medicina no conoce.
La Angustia que vuestro doctor no entiende
La Angustia que quita la vida.
La Angustia que corta el cordón umbilical de la vida.
Por vuestra ley inicua ustedes ponen en manos de personas en las que no tengo confianza alguna, castrados en medicina, farmacéuticos de porquería, jueces fraudulentos, doctores, parteras, inspectores doctorales, el derecho a disponer de mi angustia, de una angustia que es en mí tan aguda como las agujas de todas las brújulas del infierno.
Temblores del cuerpo o del alma, no existe sismógrafo humano que permita a quien me mire, llegar a una evaluación de mi dolor más precisa, que aquella, fulminante, de mi espíritu..
Toda la azarosa ciencia de los hombres no es superior al conocimiento inmediato que puedo tener de mi ser. Soy el único juez de lo que está en mí.
Vuelvan a sus buhardillas, médicos parásitos, y tú también Legislador Moutonier, que no es por amor a los hombres que deliras; es por tradición de imbecilidad.
Tu ignorancia de aquello que es un hombre sólo es comparable a tu estupidez pretendiendo limitarlo. Deseo que tu ley recaiga sobre tu padre, sobre tu madre, sobre tu mujer y tus hijos, y toda tu posteridad. Y mientras tanto, soporto tu ley.
Antonin Artaud
martes, 18 de septiembre de 2007
DESOBEDIENCIA CIVIL
Un texto que debería ser difundido y estudiado en todas las escuelas de secundaria y en todas las universidades colombianas. Sobre todo, si se tiene en cuenta el espíritu de filisteos, lameculos, genufléxos y esclavos que abunda al interior de nuestra sociedad. EN BATRAXIA UN HOMBRE DE PENSAMIENTO LIBRE ES UN HOMBRE PELIGROSO. Un texto clásico para los hombres de pensamiento libre de cualquier nacion:
“Sírvanse enterarse de que yo, Henry Thoreau, no deseo ser considerado miembro de ninguna sociedad a la cual yo mismo no me haya unido”
Nunca me he negado a pagar el impuesto de rodamiento, porque quiero ser tan buen vecino como mal subidito
No me interesa seguirle la pista a mi dólar, si puedo, hasta que ese dólar le compre un rifle a un hombre para que le dispare a otro – el dólar es inocente – pero sí me interesa seguirle la pista a los efectos de mi sumisión.
http://thoreau.eserver.org/spanishcivil.html
DE LOS REGRESOS AL JARDIN DE LAS DELICIAS
DE LOS REGRESOS AL JARDIN DE LAS DELICIAS
Yo iba orinando
contra los tótems místicos que abundan en el cosmos.
Huyendo de un pastor de lobos
que anhelaba con frenesí
mi piel de león que ondulaba sobre la pradera de la galaxia.
Escondiéndome en el hedor de las cantinas religiosas
en donde el vino era santificado
y todos los feligreses tenían los ojos rojos de la felicidad
como tus ojos rojos de luna enferma
y tenían tu almizcle de zorra
bajo las ojeras de la media noche.
Yo venía saltando de mata en mata
detectando obstáculos como un murciélago drogado
bañándome en pozos de ácido lisérgico y arena selenita
y ayunando en las condiciones objetivas de cada día estelar...
Con mis barbas luminosas y mis virtuales libros,
con mi locura a cuestas yo
c
a
í
a.
Entonces
en el último peldaño de la escala tierra
te vislumbre, no sé si te soñé
pariendo un ovo-vimana en el desierto
sobre un ramo de girasoles ingrávidos
y te vi depositarlos en mi tumba, anterior a otras tumbas
y tus ojos de ámbar egipcio, transparente vino tinto
sobre mis ojos de cronista caldeo en retirada.
Me uní a tu sueño...
Caminábamos en caravana hacia la tierra del fértil creciente
tus cabellos claros como ríos contra la sed y la arena
mantenían a raya el desaliento
y alegraron los anocheceres de aquellas heladas lunas.
Te descubría junto a la hoguera
cuando cantabas con las otras mujeres
al ritmo de cuernos de caza y tambores de corteza
dulces melodías de esperanza.
Varias veces me cruce contigo en el camino.
Pude sentirme humano cuando tus ojos me miraron.
Tus ojos claro lapislázuli, estrella de agua fresca
y comprendí a los que cayeron primero y se mezclaron
y esa extraña palabra, ese vocablo mágico...
El amor.
una noche nuestras manos se encontraron
en un cántaro de agua
nuestras miradas contemplaron un ígneo cometa
tu palidez alba desnuda alegró mi despertar en el desierto.
Aquella marcha nunca llegaría a su destino
y tu desapareciste el día que murió Ramses II
tras las dunas de un sol
que calcinaba a su pueblo predilecto.
Entonces fui convocado por los ángeles rebeldes
que luchaban contra el demiurgo
en su propio universo ilusorio.
Regresé luego durante la primera empresa
buscando el secreto de la bomba luminosa
y escapaba de unos hombres que querían degollar a otros hombres.
Llevaba una cruz como mi padre;
no era una cruz para la muerte
era una cruz para la vida.
Anuncie buenas nuevas para la gente nueva
en las plazas de mercado
en los garitos suburbanos
en los puertos de Buenaventura
y en los negocios de especias en Maicao.
En el cerro de Montserrat y en las cuevas de Sacromonte.
Traía en las manos las iniciales de tu nombre
y una cadena de oro con las pupilas carcomidas de tu dios.
Caminaba con mis sandalias de cuero de buey
y parecía un buey de tanto arar tu espera
sobre los caminos enlodados de la tierra.
Conocí a Pedro y a José
y a una hermosa hetaira llamada Magdalena;
por aquellos días estaban de moda las catapultas
y yo
con mi rayo láser escondido bajo el sobaco.
Las cosas perdieron interés
cuando crucificaron a un profeta
que había renunciado al reino de este mundo.
Pasaron quince siglos...
y volví a encontrarte cerca de un castillo,
borracha de doce lunas
vestida de seda blanca y un lirio azul silenciando tu boca...
Poco después
nos refocilamos sobre una cama olorosa a limón y mermelada
y estallaba de la risa cuando tu te comías mis libros sagrados
y los pulverizabas para hacer pastelillos del Nilo
mientras nos dábamos a los secretos primordiales
de la física del amor.
Juramos no repetir la historia
y pasábamos las horas del crepúsculo caminando por las playas normandas
comiendo langostinos en salsa y bebiendo vinos delicados
que aderezaban los perfumes de nuestras pieles castañas.
Pero...
Las estructuras de los castillos se sacudieron,
las ventanas se cayeron de sus marcos
llego la muerte acompañada de peste
de tormenta y de diluvio.
Te perdí a ti y a dos de mis mascotas preferidas
y me obligaron regresar
hasta que bajaran las aguas de aquella furiosa marea atlántica.
Después del tiempo aquel
regrese con la misma edad 33 años,
para ser santificado por tu amor
y tu amor era un montón de piedra muerta.
Una laguna que agonizaba... Tu ciclo había terminado.
Entonces
me dedique a recordarte para el bien de mis estrellas
en el puerto bengalí de Ali Banglass
alimentandome de pescado, frutas y algas frescas que traían los pescadores chinos
jugando a las cartas con los estibadores
encantando serpientes venenosas
sacándole los ojos a los mercaderes sefarditas
acostándome con las mujeres de los fariseos
y conocí a Omar Kayam
y a su secta de fumadores de amapola.
Me hice poner un diente de oro
y arroje al mar mi arete de silicio
y ellos perdieron la pista y me olvidaron.
Veraneé en las playas de Haití
me amotiné en las plazas de Belgrado
conocí los secretos del hachís con Rimbaud en Montparnasse.
Participé en la marcha de la sal con Gandhi
y en la gran marcha con Mao.
Me convertí en un vago intemporal,
un voyeur cósmico
que observa con ironía como estos destruyen hoy murallas
las mismas que ayer construyeron fervorosos.
Me di cuenta un poco tarde
que no valía la pena llevar flores a los muertos
que danzan eternos
sobre el jardín de las delicias.
O.G.R.
del libro
“SOBRE EL JARDIN DE LAS DELICIAS Y OTROS TEXTOS TERRENALES” 1993
Suscribirse a:
Entradas (Atom)