CINCUENTA SOGAS DEL
BUEY
Y
(200 AZOTES EN MODO RAW-SPANKING
CUNDIBOYACENSE)
BY
Omar García Ramírez.
2025
(Todas las fotografias tomadas de la pagina:https://www.kinbaku-japan.com/)*
La soga de cuero trenzado…
es tensada sobre una viga de madera.
La mujer, burdamente inmovilizada por un crudo tejido corporal
realizado con un rejo engrasado
está con las manos atrás y suelta un gemido doloroso.
El macho se posiciona sobre ella.
La sombra del azote…
La palma de la mano que estalla sobre la grupa blanca.
El animal urbano sonríe.
El bruto amante ocasional devenido en amo; toma posición y
comienza a establecerse.
El gorrilla que se lleva el magro premio.
Grande y peludo, apesta a colonia barata y es pesado.
Cumplía su cometido.
Ese fuego en hierro que quemaba.
Y ese silencio rasgado en el espasmo de pulmones embriagados.
Era solo eso… nada más.
100 kilos de carne encima
para ella
que venía de todo…
Era suficiente.
En tiempos en donde el amor había muerto
y solo quedaba el fast
food de la feria, el carrusel y el supermercado.
2
Ella se llamaba Alondra Samantha...
y había transitado por
infinidad de calles, ciudades y labores.
Había saltado de mata en mata.
Su corazón había sido acribillado.
Desechado
diez veces y doce veces más, tirado a la cuneta.
Había sido utilizada como muñeca de utilería otras cuantas y
solo quedaban mordeduras…
Cicatrices burdas como
de soldadura sobre latonería barata.
Pero ahora estaba empoderada.
Y en tiempos de mecánica cuántica; I.A. y redes virtuales…
En donde todo estaba a un golpe de click…
Experimentaba con entusiasmo y con brío; surfeaba los
laberintos del gran supermercado.
Era hundirse en el abismo y dejar que sus besos navegaran
y quemarán sobre las
olas con sabor a sal y sangre.
El amor había muerto;
y ella venía de cerrar las puertas del cementerio después del sepelio.
Los capítulos más oscuros de su vida
los había vivido en la penumbra de los cuentos de la
infancia.
Era la caperucita devorada. Unas veces.
Era la caperucita con la escopeta de perdigones humeante
que hacia sombra
sobre la cabeza del abatido lobo. Otras tantas.
Su falda estaba sucia;
llenas de hojas secas, marcas de fuegos forestales
y besos de pólvora.
Y ahora sonreía sin compasión, sin pena.
Para esto había nacido.
“La vida es corta”,
se decía y entraba disparando a quemarropa
y dejaba besos como quemaduras de ácido en los pechos de
aquellos carroñeros sentimentales.
Los que rondaban en las redes
olisqueando los cadáveres ya
descompuestos
de romances rotos, de señoras un poco pasadas,
que se lanzaban de
nuevo a la arena.
De cuerpos mutilados y lacerados,
de bocas cortadas por
golpes de velocidad y hastío.
De besos deformados en los sanatorios del sexo.
Y de sexos mutilados y sangrantes
en los quirófanos de los inviernos duros
cuando
todos se lanzaban a una orgía de caníbales
para celebrar el fin del mundo....
Bajo la luna ulcerada que iluminaba las ciudades agonizantes.
Él se llamaba Godofardo, apodado "El Buey" por Alondra Samantha.
Ahora....tensa las sogas…
Pero solo sabe de nudos burdos
aprendidos en faenas de
vaquería y rodeo.
Aprieta con malicia;
reduce e inmoviliza la figura
estilizada de Alondra
convertida en una criatura frágil,
destinada a la apertura
violenta de su sexo
cubierto por una hirsuta mota de vello púbico…
Mientras los azotes iniciales, pesados y con ritmo
se dejan
caer sobre sus nalgas
y
toda ella es sometida
A la brutalización despiadada, en erótico ritual de sacrificio.
3
Él se llamaba Godofardo. Ya lo dije arriba.
Su padre carnicero muy rico y analfabeta violento.
Lo había marcado con esa chapa vocacional desde la cuna.
Ella lo había apodado cariñosamente: “Mi buey”
con la intension de ponerle el anillo entre la trompa.
Lo había abordado a la salida de una galería de mercado.
Tenía la estatura adecuada.
Y su peso sobre una romana oscilaba entre los 90 y los 120
kilos. Dependiendo de la temporada.
No había leído un libro en su vida.
Solo sabía descuartizar reses y cerdos.
Todo un deconstructor de artiodáctilos y rumiantes. Que se dice.
Ya que "El Buey" (debemos repetirlo)
era carnicero por
tradición y vocación.
Tenía modales rudos y lentos, no exentos de cierta torpeza
de bovino.
Ella, en un principio, tuvo la tentación de educarlo.
Después pensó: Para qué perder el tiempo…
(Estudiosa como era, de las artes de las mentiras refinadas
y la manipulación).
Y luego reafirmó:
No des de comer perlas
a los cerdos...
No des educación aun
macho bruto...
Solo ponle la cadena y
deja que tu hipergamia haga el trabajo.
No estás aquí para
llevarlo a un podio.
Ni para convertirlo en
un gentleman.
Ni aunque se pudiera
reforzar con el método Ludovico.
No puedo traicionar a mi tribu woke.
Bruja soy de la corriente wicca.
Y qué más da si lo
convierto en burro. Igual no se daría cuenta.
Dejémoslo así y que
haga su trabajo.
Es moderadamente violento y le gusta
el futbol.
A veces es tierno y
llora de angustia.
Su trabajo de
carnicero a veces le pasa la factura.
“El amor ha muerto”.
Ya
solo es sangre y a veces el brillo maléfico del oro.
Y también la música primitiva
del antro voraz que nos consume
en un fuego negro de
espasmos narcóticos…
Así es mejor. Soñando en
las fronteras de la amnesia y del olvido.
Mordiendo sus heridas,
escupiendo mi veneno.
"El Buey" retoma su tarea.
Tensa las cuerdas de cuero, patinadas de grasa y de betún.
(Ella le había dicho, que eran mejor las de 9 metros reglamentarios de cuerda de fique dentro de la ortodoxia japonesa; pero él no se quiso comprometer a estas duras y estrictas ceremonias; Si Alondra Samantha no aceptaba que se hicieran con cuerdas de rejo retorcidas, las pieles dolorosas de los rumiantes muertos).
Y Alondra aceptó.
y encontró después en ello cierta
vulgaridad excitante
Y terminó por pedir estos artilugios de sumisión y bondage en cada sesión.
Después de cruzar las sogas a la altura de la cintura…
Y de cruzar una cuerda penetrando la hendidura de los labios
mayores y la rosa negra del culo.
Para rematarla en nudo corredizo en las muñecas a su
espalda.
De nuevo "El Buey" arremete en su cadencia de azotes...
Uno y dos más, diez y doce treinta y dos…
Y así siempre… En el crescendo de la orgia.
4
Alondra Samantha...
Venía del Gran Caldas, de un pueblo perdido
en la zona cafetera colombiana.
Ella se había bautizado de nuevo…
El nombre de origen griego, el de pila original
que su madre le había puesto; le parecía vulgar.
“Es un nombre hermoso”:
Le dijo un artista con el que había mantenido un romance borrascoso. (Y también, una separación traumática después de una golpiza propinada por el bardo, entre las brumas de un bar lunfardo).
Pero ella; refractaria a estas lisonjas, no lo aceptó.
Quería un nombre de batalla. Un escudo de guerrera.
Una chapa para correr los antros y burdeles de la noche.
Ese que le había puesto su madre, le parecía un nombre
frágil
de mujer perdida en un laberinto.
Yo voy con mis heridas a la refriega; se dijo.
con mis no muy agraciadas tetas a la primera línea de la
guerra.
Era un nombre trampa, un nombre compuesto de dulzura y
misterio,
ya que parecía frágil
el primero; como la miel para cazar a un oso
y ese encanto de hechicera en el segundo.
En donde se ocultaba la ponzoña y el veneno.
Había tenido media docena de chapas anteriores.
Algunas puestas por sus amantes ocasionales:
Valentina.
Karen Dinamita
Yesenia la bandida.
Selene la panchota.
Casandra la malandra.
Pero todos habían quedado atrás
como disfraces baratos de una feria que se había ido del
pueblo.
Ahora solo quedaba ese.
Y era ese nombre
con el que quería hacer carrera por el
resto de sus días.
A Godofardo “El Buey” cómo no; le encantaba.
Y se lo hizo tatuar en su pecho peludo.
(Un tatuaje torcido y en letras del gotiko
hecho por un burdo tatuador con pulso de Parkinson de la
periferia).
Ella, alabó con ironía esta marca de tinta corrida.
Un poco
con desgana.
“Si tu padre, el ya casi difunto ganadero, te hubiese tatuado con un hierro ardiente como a becerro. Estarías mejor mi dulce bruto”.
Dijo sottovoce.
pero despues se arepintió de su crueldad...
Y a su vez, se hizo tatuar un costado de la cadera
con un
astado descomunal. Cerca del escorpión, más abajo de la rosa.
Y en la base de su coxis un letrero muy explícito:
“Don't stop, just keep going until death”
Lo había copiado de un reel de una tiktoquera puertoriqueña amante de la “música regeatonera” y de las divas del mainstream como “Karol P” una dama pelirroja; cantante de cara bembona y culo de carrocera a la que llamaban "La Panchota"…(no se sabe si por las líneas ordinarias de sus letras o por la descomunal y abultada vagina dentada que exhibía en paños menores durante los conciertos para el éxtasis de sus admiradores y admiradoras)
Canciones Del melao candomblero de fórmulas tribales muy sandungueras para mover el jopo y sacudir las tetas.
El lema le había parecido genial y original.
(Ignoraba que miles de garotas y ragazzas street figthers ya se habían tatuado ese lema de legionarias
de los callejones y los antros. Y como tal, sería trending topic por una buena temporada, dentro del rebaño matrix- tropi-bomba-narco-tropical).
Y todas ellas se ponían a mover el culo y a postearlo en las
redes...
Porque si no para qué
se hacen tatuar esa caligrafía canalla sobre
la carne trémula.
Y luego perforó su nariz con un nostril.
y se colgó un piercing
en su ombligo.
Y luego pensó en operarse los senos.
(Cambiar esas flácidas y marchitas glándulas, maduradas y pasadas por las mordidas del folleteo, por unas nuevas y grávidas de silicona japonesa).
Cosa que motivó mucho al Buey.
Quien decidió que este tipo de cruzadas estéticas valían la
pena.
Y quedó comprometido en financiar con presupuesto esta
inteligente determinación
para agraciar a su bicha predilecta.
Pero el piercing del ombligo era otra cosa
cercana a un fetiche poetiano.
(Ni ella, ni él, sabrán
a que se refiere este cronista del ciberespacio, con ese adjetivo de cuna literaria.
No importa, no es necesario para la continuación de esta pequeña y perversa
saga de provincia)
“El Buey” se había obsesionado con morder aquella
prenda.
Y en la acometida feroz de una noche de aguardiente.
Se fijó en la pieza artilugio de su ombligo, esa dorada perla con energía sincopada. Se inclinó con su burda cabeza de Minotauro…abrió su jeta y quiso arrancarlo con sus dientes.
Ella se defendió a cachetazo limpio
y arrancó mechones de
cabellera hirsuta.
Y mantuvo al animal en celo controlado.
El guardó rencor por tres días.
Y después, poco después; se reconciliaron.
Y entonces él...
La llevo a comer fritanga a la salida de un partido de futbol.
El clásico capitalino.
Pero cuando las hordas deportivas salieron dirimir sus diferencias a punta de puñal y de garrote. En medio de una humareda de caña brava y de Baretha.
Salieron corriendo de allí, ya muy asustados cuando una cuadrilla de hinchas radicales entró al tropel a cobrar sus cuentas en rituales de acero bautizado en sangre y lubricados de manteca.…
Algo habitual y normal en estas fiestas balompédicas
colombianas.
“No te preocupes BB
que yo te cuido”
Le dijo Godofardo “El Buey” y sacó pecho.
Aunque el culo lo tenía
fruncido.
Ella supo esta vez que andaba con su escudero del sur
cuando cruzaron una calle peligrosa, llena de atarbanes,
sin que nadie les tocara un pelo.
5
La sombra del azote 70 se refleja en la ventana del hotel de
carretera.
Luego la mano velluda del carnicero toma el cuello de la Alondra...
Y parece que fuera a inmovilizarla para desplumarla.
Le amarra los tobillos.
Y después sus muñecas para atarla a la cabecera de la cama.
Mientras la toma con rudeza y la posee con frenesí de
jabalí.
Ella, atrapada cede y abre su boca buscando aire…
Al límite del desmayo su ojos buscan una luz que se filtra por los ventanales mientras el ruido lejano llega de la ciudad nocturna…
Kilómetros abajo todo crudo.
El abismo de los últimos fantasmas que rondan esperando su número de suerte. Su toque de Midas, su jugada fatal.
Entonces "El Buey" afloja los amarres y retorna a la refriega;
Alondra Samantha ya liberada.
Arremete saltando entre
las piernas densas de su buey y troglodita
que regurgita algo de saliva mientras muerde su cuello...
Y para ella, que es delicada, no es una muestra de fineza.
No se podría comparar con los modales de un caballero inglés; digamos un sir Richard Burton; viajero y etnógrafo Conocedor de las técnicas sexuales milenarias de la India.
O como aquel amante ejecutivo
que se levantó una
vez en la piscina de un hotel en Girardot
en su época de cocotte de
tierra caliente.
Pero qué podíamos hacer, si esto era lo que había.
Si esto era lo que necesitaba. Era hora de follar y de brindar.
Y como en un cuadro de La gran fornicada colombiana pintado por el gran Bardhaz. La cerveza de marca alemana helada.
Y un cigarrillo humeante sobre el belfo inferior de su macho
alfa.
Y ella con su Smartphone a darle scrolling,
buscando más dopamina digital
entre la niebla de la borrachera.
Y ahora él dormido y
roncando entre las sucias sabanas.
Hermoso
para ella; con su cara de ternero destetado.
Entonces le pareció que aquella tierna escena
era el marco perfecto para
terminar la jornada.
Y entonces tomó su ineludible selfie.
Apoyando su cara de princesa vieja, poniendo cara de ahegao junto a la cara bovina de su héroe…Y la instagramió sin perder tiempo para ponerla a rodar entre las redes.
Todas sus antiguas amigas...
Camareras, dependientas, bodegueras, tenderas y pisqeras del burdel…Se morirían de envidia. Eso era seguro.
De eso, no había ninguna duda.
6
El amor había muerto…
Ya no existiría esa meliflua influencia del poema.
Ya no la flor, ya no el canto de un cisne perdido.
Ni el eterno jurar sobre el reflejo de la luna.
Ya no el azar. El descubrirse en una calle.
Las miradas esquivas. El temblor del primer beso.
El paseo en bote al atardecer en un lago de melancolía y
frio.
Todo eso había terminado.
Ella, Alondra Samantha lo sabía.
Había pasado mil veces a la izquierda
Y mil veces a la derecha sobre su Smartphone. En las apps de citas.
Rostros de hombres sonrientes con mascotas…
Torsos de falsos machos alfa con barcos de cruceros al fondo.
Jetas de machos betas con caras de estúpidos y adictos.
Otros con escenografías de teatro para impresionar a las féminas.
Todo muy clean,
todo muy de utilería.
Músico, baladistas y pianistas fracasados.
abogadillos de medio pelo y escritores rechazados.
Y ejecutivos y tenderos;
camioneros y toreros.
Y ella pasaba de todo ya que buscaba el top ten…
Estaba convencida de ser única y merecerlo todo.
Ya pasados bien los cuarenta. La competencia es dura.
Pero también hay mucho ganado de descarte. Nada está
perdido.
Mucho estúpido babeante que se queda en mitad del camino buscando su carroña romántica y sentimental.
Mucho idiota medio desubicado, buscando su princesa añeja.
Y aquellos últimos...
con los que había sufrido por lustros la rutina, solo merecían
el desprecio y el olvido.
Trabajadores, Madrugadores y proveedores.
Gentes y hombres más o menos decentes.
Salarymans, esos Washei-ego. Asalariados de rutinas
grises.
(Este cronista aficionado a los comics,al manga, y al Metal Hurlant, utiliza estos
neologismos; aclaro y no me excuso. Este es mi jodido cuento. Si nos les gusta búsquense otro. Eso sí les advierto
que se aburrirán y morirán de tedio.)
Hombres con proyectos y algunos con grandes ideas. Que también los tuvo. A todos los había enviado con una patada al basurero.
Y su risa, ya no de princesa vintage
sino de hetaira añeja en franca decadencia.
Se tornaba más sofisticada. O eso parecía…
¿Solo se había endurecido y ahora iba a por lo suyo?
¿Acaso, no se había educado en las diez líneas de los coach de relaciones que aparecian en su celular cada día?
Los Pikup Artist de parte a parte.
Los gurús y brujas del ligue y del troleo; que corren de bando a bando. Los generadores de contenidos basura cada cual más delirante. Lesbianas y maricones con brillantes estrategias de flirteo y de banneo. Psicólogos de tres al cuarto y maestras de la ginecocracia en marcha cinco:
“Cómo mirar a tu macho y derribarlo con una mirada”
“Cómo atrapar a tu doncella y desflorarla per angostam viam la primera noche”.
“Cómo poner cara de muñeca sexi y que se derritan por ti a
la primera cita”
“Cómo lubricar a tu muñeca de hule y quitarle los hongos de
su vagina de termo succión”
“Cómo hacerla que retorne en tres días y te ofrezca un blow job con cubitos de hielo y wiski”
Y así ad nauseam
cada día en tu gadget administrado
por los señores de la Big data.
Y por último:
“Cómo escapar de este teatro miserable, si aún estas vivo. Conviértete en un lobo Sigma y que se jodan todos”. (Que, debo decirlo… como cronista que se ha tomado la red pill) Dentro de toda esta basura, era lo más sensato que se podía encontrar.
Salir de allí; y desaparecer de ese carrusel de sexo de gimnasio barato dominado por amanerados fisicolculturistas atiborrados de creatina y hormonas; en el oscuro y maloliente falansterio digital. Era una alternativa, gran alternativa, para los que estaban despertando.
Y después…
Se quejaban de las barras ultra y los colectivos de Young hungry que conformaban las legiones nocturnas en las batallas violentas contra la estuctura Matrix.
Pero volvamos a Alondra Samantha.
¿Acaso no estaba preparada?
Escuchaba y seguía a los influencers
de moda.
Las técnicas estoicas adaptadas a los juegos de poder.
Las maquiavélicas fórmulas, Los enredos de alcoba y de
burdel.
Los hechizos de factura digital para la programación del hackeo mental. Las técnicas del sexting; las miserias del gosthing.
Las disciplinas de guerra romántico cultural, que según estos diseñadores de pasquines digitales Habían sido la única ocupación de Marco Aurelio, Epicteto y compañía; estoicos y sofistas de la Italia y de la Grecia antigua. Gladiadores, filósofos y emperadores se habían dedicado a orillas del Mediterráneo hace más 20 siglos a diseñar estrategias futuras para los amantes en las minúsculas y ridículas guerras de poder del siglo XXI. No; no se habian dedicado a guerrear para conquistar el mediterraneo y el mundo conocido en medio de brutales y sangrientas batallas; se habian dedicado a filosofar para motivar a los esquizos del sexo y ligue del estas epocas doradas.
Hasta aquí habían llegado esos tesoros de filosofía y recién descubiertos Por tik-tokers que en su vida habían leído un libro.
Eran mirados con fascinación por Alondra Samantha cada
mañana…
Y ella a su vez ejercía de maestra...
Para irradiar estos “tesoros filosóficos”
A su tía solterona y bujarrona, y su mamá la gran bembona
y a su hermana, la putilla petiza
con aires de vampira,
y su amiga la bruja del barrio proletario en donde vivía.
Todas ellas…
Mamaban de esa sabiduría turbia filtrada en sus Smartphones cada día. Y utilizaban palabras como empatía y relaciones tóxicas.Y empoderamiento y Liberación y amor confluente, gaseoso, líquido, semilíquido y coloidal.
Ya no eran las
novelas Corín Tellado…
Ni los dramones de Hollywood…
Eran estas micro capsulas de sabiduría que destilaban esos adminículos. Omnímodos y ubicuos del capitalismo conductual de vigilancia, que a fuerza de repetirse; multiplicaban exponencialmente el algoritmo que alimentaba las mentes de las paranóicas masas atrapadas en las mil mesetas del desencanto.
Alimento y propaganda…
Para señoras gordas, para flacas cimarronas, para mujeres de oficios varios y precarios. Para divergentes, convergentes, colectivos inscritos dentro de los LGTBSDMXXL.
Para soñadoras con su príncipe azul, que manchaban cada día sus vestidos de labor caqui en los oscuros arsenales y bodegas de la industria alimentaria; aplicando blowjobs desesperados a celadores y vigilantes gordos con piel de mantequilla, en medio de un centro comercial ruidoso lleno de payasos en carnabal consumista. O cerca un estanque pantanoso y fétido lleno de sapos proletarios, operarios grises y labriegos sucios.
Las bromas destructoras y los encantamientos de aquellas
niñas sabias de los tiktokers
La forma en que se debe agenciar la cara para hacer el ahegao.
Cómo llevar los rímeles y los pintalabios más exquisitos.
Toda ella educada en las fórmulas triunfadoras de del fin
del siglo.
Sabía, sin lugar a dudas, que estaba en el comienzo de nueva
era.
Se dijo para sí, que había el perdido tiempo.
Mucho tiempo; y que solo ahora mientras maniatada
Recibía los azotes número 90, y 100 del Buey narcotizado
Era feliz…
Estaba en su fandango y bailaba su tango feroz
mientras afuera
llovía…
Y eso era todo lo que necesitaba.
Lo demás era milongas sin futuro.
Ese eterno presente aquí y ahora;
su cara de hechicera
urbana
tallada por la luz mortecina
que penetraba los ventanales de aquel sucio motel on the higway
con dos estrellas de pensión de mala muerte…
La fijaban en fragmentos de siluetas que emanaban
del kinetógrafo negro, como sombras chinescas…
Se hacía fantasma de su sueño… mientras desaparecía.
Empotrada, amarrada y lujuriosa
bajo el rudo spamking del
buey enardecido.
7
El Buey no entendía de sonetos...
Ni almibaradas películas de Almodóvar.
No le gustaban las historias largas Que durasen más que el minuto de una aplicación de dopamina. L.D. lisérgico-digital.
Solo estaba centrado en su trabajo para hacer dinero.
Pagar a sus matarifes del mercado y surtir de carne a la
tribu carnívora de la plataforma citadina.
En un principio. La encontró muy flaca y esmirriada para su gusto.
No tenía tetas, pero se dijo que eso se podía solucionar con algo de dinero. Le gustaba su culo, grande blanco y generoso.
Y cuando ella le hablo de entrar a Only fans le dio un par de cachetadas.
No tenía muy bien claro que era eso.
Pero si le habían dicho
que era una plataforma de putas que se empeñaba en romper
records.
Quizas en el ciclismo y el boxeo. Se podia entender.
Pero eso de comerse 300 pollas en una hora.
No iba con sus estrictos preceptos de capitalista
tercermundista.
Porque eso no era de católicos ni cristianos... Y él era de costumbres y tradiciones muy de carniceros…También paperos por parte de su madre y gentes honestas de la agricultura intensiva y de la tierra.
Cuando ella un día cualquiera
le hablo de liberarse y de entrar a bares swingers...
La acompañó de mala gana y casi por curiosidad.
Pero terminó estampando a un gordo ejecutivo muy meloso contra una de las barras de aquel antro, que prometía higiene y respeto y a la postre resultó ser una covacha mal iluminada; frecuentada por chaperos, putas, lesbianas de tres al cuarto; carteristas, pajeros y chulos hípsters con colitas en el pelo y chalecos de colores chillones muy erotizados. Cripto-sidosos y exhibicionistas de perfumes baratos y voyeurs de ojos saltones y vergas descomunales que se masturbaban tras las bambalinas. Vampiresas energéticas con tacones de 12 centimetros y damitas desubicadas con síndrome T.L.P. en modo carrusel de Disneylandia sexual, navegando su noche candomblera saturada de pesadillas borderline.
Godofardo era un macho de armas tomar. Y no iba a soportar a
estas cuadrillas de la noche depravada.
La sacó a rastras de allí y la azotó en plena calle
bajo
una llovizna helada.
Ninguno de los del circo swinguer
se metió.
Solo disfrutaron del espectáculo, como quien ve una escena más del teatro del guiñol urbano. Se reían a mandíbula batiente.
Hasta que como siempre; los vecinos de la zona roja avisaron y llegó la policía.Y se les acabó la función.
Y "El Buey" amaneció en los calabozos de la metropolitana
en donde esa noche, se había dado en la trompa con tres tombos.
Y por ello, pagó una semana más en las celdas de rigor y de
aislamiento.
Pero no había de que preocuparse...
Los abogados de la familia del Buey. Los viejos conciglieri…
Todos eran profesionales.
Con las manos curtidas en la tinta
del dinero de las mordidas.
Y los dientes teñidos de nicotína y cafeína. No amanerados tinterillos de pasarella y de postín. Eso debemos admitirlo.
Lo sacaron con la fianza más económica. Y sin cargos.
Eso era todo… y punto.
8
Ella lo denunció de nuevo y habló en su contra.
Las cosas no prosperaron con mala suerte para ella.
Él callado e impertérrito guardó silencio.
Ella amenazó con irse.
Y él le dijo muy calmado: Toma tu camino y le mostró la
calle.
Y ella, orgullosa como era, se fue por un tiempo, explorando otros mercados…
También, nuevas aplicaciones más osadas atrevidas...
Y más liberadoras.
Se dijo que necesitaba tiempo para reencontrarse.
Se vio sentada de nuevo en las citas programadas, a tomar su
café…
Con nuevos tipos: dermatólogos con psoriasis; psiquiatras de provincia,
entrenadores de gimnasio y camioneros y taxistas,
(Bueno estos últimos, siempre habían sido su debilidad. Y
habían terminado por convertirse en una especialidad. Sabía aplicar rápidos y
profundos blow Jobs nocturnos entre
carrera y carrera a estos solitarios pilotos de la noche, faena de experticia que la ponía a
cien).
Pero su amplio espectro de gustos ya se había reducido.
Se vio de repente rebajando los estándares:
Toreros, saltimbanquis, payasos y carteristas…
Cocineros españoles expertos en brebajes y paellas; vegetarianos chamanes de Sumatra…Detectives grasientos y apestosos, de la oficina central, que habían montado operaciones para buscar al Yeti, grabarlo con una cámara digital y después proyectarlo bajo la sucia luz de sus delirios.
Tangueros y roqueros argentos, caminantes del coño sur
que pasaban por estas dulces tierras del trópico
para
comerse unas cuantas nativas
Ante de seguir sus correrías
de mochileros en viaje de
baretha hacia centro América.
Ejecutivos de industrias fantasmas; jefes de personal de cadenas de comidas rápidas. Tiktoquers de cara malandra y tatuajes hasta debajo de los parpados. Y personajes cuyos rostros no correspondían a esas fotos tipo "Brad Pitt" de las pantallas en las apps de citas y que ahora frente a ella se manifestaban como hambrientos depredadores de sexo con caras de chulos engominados que le decían de entrada: “Eres una monada flaca, pero la cena la pagas tú”.
¡¿Pero dónde habían quedado los galanes, los maromos de las
series y películas?!
Sex an the city
con esa pléyade de ejecutivas feas y cachondas
creadas por los excelsos guionistas talmúdicos de New York.
Y las fabulas románticas de Hollywood como “Puta y caballero”
…
¿O será: Pretty Woman?. Esa película con Julia Roberts y Richard Gere. (Bueno, perdonarán la memoria de este cronista. Mucho Bourbon y mucha ganya mientras escribo).
En lo que si se esforzaban estos sementales de barriada y
extrarradio
––Tenía que admitirlo–– Era en emular las faenas de sexo hard core tomados de modelos de la industria. Atiborrados de potenciadores químicos y pastillas Pfizer de la farmacopea suiza; La sometieron a extensas jornadas de temple y forja al rojo vivo que le dejaron las costillas y los riñones golpeados.
Y tres docenas de infecciones de extrañas categorías, que ni
los científicos chinos del instituto de virología de Wuhan; ni los del comando
de guerra biológica de Fort Detrick en Mariland, hubiesen podido clasificar en
una tabla de patógenos peligrosos, (En efecto, algunas de aquellas cepas I.T.S.
llevaban la impronta de la polinización cruzada; la zoophilia más vulgar y de
paso, con claros signos de ganancia de función).
Para Alondra Samantha, todo esto era pan comido.
Ella ya sabía lidiar con su coctel de microquimerismo.
Y era su pardo culo un meltin pot, y su cerebro una cazuela de mariscos y su flora genital un mar de los zargazos…Gran olla podrida en donde la herencia genética de cien bastardos se cocía a fuego lento con efectos colaterales que bailaban en su gran corteza prefrontal, inundándole la mente con pesadillas, neurosis y psicosis.
Pero, para lidiar con eso, estaban los barbitúricos, los
sedantes y también las anfetaminas.
“Que sólo es un día y
nadie nos quita lo bailao”… Se decía.
Los médicos internos de los seguros sociales, con los que ya había intimado en camillas de hospitales de ultramar…La sacarían de apuros, bajo cuerda la aprovicionarían de su dopping y la pondrían a pelar las nalgas para inyectarla…
y la harían
multimillonaria en unidades de penicilina.
9
Ella regresaría a los pocos meses.
Pidió perdon de rodillas al Buey.
Y recibió de bienvenida este castigo.
Disciplina y bondage. Bondage y disciplina.
La soga tensada bajo las vigas descubiertas de la pieza del
motel
Crean un tejido líneas de geometrías dolorosas
que terminan en las extremidades de la Alondra.
La palma de la mano, pesada como pala, del Buey castigador
se levanta y
cae.
para marcar y completar el azote numero 200.
Ya las nalgas de Alondra Samantha adquieren colores que van desde el violeta al negro, cruzadas por roturas de vasos sanguíneos están en combustión. El spanking brutal de Godofardo truena y suena dentro de una cámara de vacío (El golpe de un gong Sobre un tambor templado)
Esta vez su cetro de pasión está conectado a la vulva de la hembra ; y a cada golpe, la verga del verraco vibra y produce microsismos en el útero de Alondra-Samantha desatando pequeños desgarros y hemorragias.
Pero es ella, quien entra en éxtasis y exige más castigo a
su minotauro.
Él la toma desde las cuerdas de su pecho y la encabrita.
Y luego la toma de su moña larga y negra, a manera de rienda, la
controla.
Ella, al final, le ruega un poco de finura ya que en su último aquelarre sexual, "El Buey" le había roto dos muelas Y el costo de aquella reparación la dejo ilíquida por meses.
(Aunque aprovechó para llevar a la plancha al odontólogo, un gordo rijoso de cara rojiza y peluda). En el mismo consultorio en donde Le fue aplicada una fuerte dosis de Lidocaína entre los pliegues de su vulva para hacerla más resistente a la embestida. Y luego ser empotrada sin miramientos sobre la silla mecánica. Cosa que no olvida.
Amarrando aquí y allá, con sus 12, 24, 48 metros de cuerdas de faena
(No se le podría exigir ni por asomo La exquisita ritualidad metódica del Kinbaku (el arte del shibari japonés). Godofardo No es alumno de Nobuyoshi Araki. El artista japonés conocido por su estilo visual provocativo y por incorporar elementos de la cultura tradicional japonesa en sus fotografías)
––Esta referencia tampoco está dirigida a los amantes y actores
de esta ópera del teatro No. Tampoco importa, solo es un desvió estético para
los amantes de la cultura del sol naciente; espero me lo agradezcan y le den like. ¿Pero qué coño estoy diciendo?––
(Ya lo dije: mucho Bourbon blended y Ganya mango biche de la sierra, y también ejercicio de vuelo tipo condor sobre líneas de Nazca; qué puedo hacer si escribo este cuento-poema en dos noches y tres días).
Y ella pide que los amarres y los azotes se repitan con más rigor
ya que desea alcanzar los límites del dolor.
En el rodeo sangriento de la tarde, cuando el sol fenece entre el cobre y el oro. El buey Aplica más disciplina y más control.
Para alcanzar los 200 azotes brutales…
Hasta dejarla seminconsciente
en el centro de la penumbra de aquel cuarto en el motel de
carretera.
Cuando cae la noche...
Solo es silencio…
Y alguna música de mariachis al fondo, rompe y deforma
la escena de aquella cámara
en donde se ha ejecutado del doloroso idilio.
Ella suspendida, parece un ángel humillado.
Y él de pie…
Mira un poco asombrado la ejecución de su gran obra.
Sonríe y se manda al coleto
el último trago de la noche.
Su figura colosal en sombra negra…
Se estremece y tiembla
en un orgasmo de fuego y de ginebra.
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