IGOR MORSKI
(DIGITAL PAINTING)
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CONSEJOS INÚTILES A
UN JOVEN PERIODISTA CULTURAL
(De periodistas y poetas)
Por: Omar García
Ramírez
El periodismo es el arte
de llenar columnas impresas al dorso de los anuncios.
Gilbert K. Chesterton
Hay que dar a los
periodistas libertad para que no se conviertan en taquígrafos.
Clark Kent
El periodismo me atrae
porque participa del prestigio literario y, sin embargo, sigue siendo una
actividad poco respetable.
Tom Wolfe
Los periódicos son esos museos de minucias efímeras. Decía Jorge
Luis Borges. Sin embargo, algunas veces desde allí, alguien pontifica,
alecciona, arremete; o lo que es peor, trata de parecer cáustico e irónico, cayendo por la pendiente de una histeria ordinaria y lamentable.
Hace poco, leí la columna de un plumífero regional, cuyo pelaje pardo y zanahoria de vez en cuando hace sonrojar a la parrilla; tratando de zaherir, con limitados recursos estilísticos a la
cofradía ilustrada que gravita en torno la poesía. A pesar de ser animador de
veladas culturales y entrevistador de cabecera de la nomenklatura cultural, no
tiene reparos en arremeter contra los objetos de sus desvelos literarios.
Los periodistas culturales en Colombia,
en su gran mayoría, demuestran una falta de lecturas y de oficio, que es notable
solo con leer sus textos. En algunos
casos, utilizan sus tribunas de opinión en los pasquines municipales y
departamentales para abrir fuego a mansalva sobre aquellos que no requieren de
sus nobles capacidades de propaganda. En muchas ocasiones, el periodista
cultural es un energúmeno imbuido de razones políticas frustradas, quien se
cree en campo de tiro con licencia para hacer dianas en el corpus gaseoso de
las prácticas culturales. Dispara a la masa fantasmal, con la intensión de dar
en el blanco a algún espanto que le quita el sueño. Ese “periodismo”, aunque participa del prestigio literario es
considerada una actividad poco respetable ya lo dijo Tom Wolf. Añadiría que
esa falta de respetabilidad, ha sido ganada a pulso por quienes ejercen el
periodismo cultural como una plataforma de sus aspiraciones literarias, sin
hacer méritos para llegar a ser considerados escritores originales; sin haber
logrado plasmar luces sobre obra propia o ajena; rémoras que navegan
consumiendo los detritus culturales de una nave social inmersa en un mar de
sangre; nave oxidada del trópico, en donde la cultura no es más que la comparsa
que ameniza la fiesta del capital. Hunter S. Thompson, Ese que escribía lo que le salía de los cojones y al que las opiniones
del cirque raffiné le importaban un
reverendo culo, bajo una curda politóxica, escupió: El periodismo no es ni una profesión ni un oficio. Es un cajón de
sastre para meticones e inadaptados... acceso falso al lado posterior de la
vida, un agujero sucio y meado desechado por el supervisor del editorial, pero justo
lo bastante profundo para que un borracho se acurruque allí desde la acera, y
se masturbe como un chimpancé en la jaula de un zoo. (Miedo y asco en Las Vegas). Bueno, debemos aclarar que era Thompson, el tipo siempre se iba a los extremos; no se metía un gramo de mezcalina se metía cuatro y no se comía un cartoncillo de lisérgico, se zampaba el álbum completo; además, eran tiempos de la nueva ola de la contracultura y en algún momento por allí en el poder, estaba R. Nixon en medio de la guerra del Vietnam.
Cuando digo periodismo cultural, hablo de un título
que se han adjudicado, ciertos escritores de la escena en Colombia. No lo
digo refiriéndome a las opiniones personales que cualquier parroquiano pueda
tener sobre una lectura, una película o una obra de teatro; al fin y al cabo, como consumidores de cultura, inmersos en el jardín temático y telemático,
tenemos derecho a opinar sobre estos asuntos, sin necesidad de la visita guiada
del columnista con cara de babuino pardo del parque de atracciones.
No debería dar consejos a los jóvenes periodistas; los talentosos no
los pondrán en práctica, y los capaces no los necesitan. Ya había dado en broma
literaria mis consejos a los poetas; es mi campo. Pero como veo como se fusilan sin escrúpulos parte de algunos
textos míos y como se abre fuego a discreción contra el gremio en el que hice
mis primeras líneas; considero de caballeros partir una lanza por ellos y hasta
parodiar la parodia de ciertos escribanos con
ínfulas de intelectuales con patente de corso. Lo hago sin rencores ni
fanatismos de ningún tipo. Estoy replicando en caliente con maneras frías. Además, algunas veces, los consejos son pretextos
para despacharse contra los enemigos, reales e imaginarios; todo un género literario. Aquí se da y se recibe, de eso se trata la cosa.
Así que joven reportero de
ferias culturales; si estas preparándote para hacer literatura portátil, esa que se suele ir en el reverso de los
anuncios publicitarios que diría Chesterton; o literatura de opinión, que se hace para intentar dar tus puntos de vista y juicios sobre algo que desconoces, no
te importa mucho y al respetable le trae sin cuidado. Entonces, escucha:
Lo primero es: No vayas de
lameculos como suelen hacer ciertos periodistas de provincia, los gacetilleros
quinta columnistas de los medios regionales. Los que pretenden ser impolutos en
sus modales y que al menor descuido muestran la ordinariez de su cotidianidad. Esos que tratan de hacer
carrera manteniendo la máscara de la moderación, pero que, bajo el roce de ciertos debates, escoran hacia el señalamiento gratuito. En este país, por
su dinámica de confrontación ilimitada y permanente, el periodismo cultural, suele convertirse en la crítica armada de pluma para la política. La
pluma suele ser de buitre o de cuervo y La
política…bueno la politiquería de
siempre.
Continuemos…
Forma un clan o afíliate a él. En
todas las provincias cafeteras de Platanalandia hay uno que progresa y trepa
dentro de los órganos de propaganda del poder; el de los que hacen sonar
timbres en las estribaciones de la cordillera central es digno representante de tales colectivos ; dura melaza de
la intelligenzia de la provincia,
siempre merodeando ante el botín presupuestal del poder de turno y confabulando
dentro de las estructuras de la burocracia. Lobbys
y sanedrines, que deambulan como sombras largas dentro de los pasillos de
las estructuras arquitectónicas del aparato, para licitar y monopolizar. Dispuestos
a quemar en la hoguera pública al enemigo, o al poco convencido de sus sermones
de popes culturettas; al díscolo que
ha tomado su camino, sin consultar el oráculo rosquero de sus cuevas de
letrados. Magos en combinar sus críticas de viva voz al funcionarado, de la mano
de sus aspiraciones presupuestales; suelen glosar al margen de los balances y
dependiendo de la ocasión, se pondrán vestidos harapientos e imploraran una
limosna; como también harán faena de manzanillos y entraran a saco por la puerta
principal buscando la oficina del tesorero.
Un periodista escribe para dar
fuerza a la idea de ciudadanía como cultura de cambio y debería estar siempre atento en la defensa de esta noble causa; la de empoderar a la ciudadanía mediante el
ejercicio de una crítica a las anomalías de lo que se llama democracia. Y como tal, darle voz, única
voz, a los mal llamados ciudadanos que
no participan de las decisiones importantes para la sociedad. La crítica
cultural más importante, es al sistema cultural como cuerpo reproductor de anomalías que pretende hacer pasar por cosas naturales en la esfera de lo social, su injusticia y su inherente
corrupción; su guerra de baja intensidad contra los sectores marginales de la
sociedad. El periodista cultural con visión aguda, busca estas historias dentro de la producción de los artistas y crea los hipervinculos simbólicos que generen nuevos espacios de debate para los temas candentes y actuales de nuestra sociedad; no, para amenizar veladitas chic de los intelectuales consagrados en
las revistas de corazón; eso se deja deja para los modistillos de la literatura, esos
que tejen con bordados e hilos dorados coronas
icónicas de laureles, sobre los escudos de la cultural oficial. Los de la
marcha del orgullo gay, los del meltin pot
sado-barroco, que suelen solazarse en ceremonias de bajo presupuesto en las
bacanales del director del hebdomadario de turno. Los que desde la comodidad de
sus culos calientes de escritorio, pretenden convencernos de que estamos todos
desquiciados por no seguir sus postulados estéticos. Los que, de tarde en tarde, llaman a salvar la patria y quemar en
la hoguera a los herejes.
Si vas de periodista gonzo ten cuidado; te señalarán con el
dedo ciertos fundamentalistas del papel periódico o de la columna virtual; te tildaran de drogo, desequilibrado y pervertido;
ellos, los ladronzuelos del imaginario colectivo, los decoradores de los
escenarios republicanos en donde se solazan las bestezuelas de la cosa pública.
Las putitas tristes de boquitas pintadas que han salido rápido de la orgía del terrateniente
de turno por que los han pillao birlando una cartera, o, los que han salido
por la puerta de atrás del gamonal emergente, después de haber sido violentadas
a punta de pistola contra las vallas de su jardín, en una noche de parranda después de un Gay Festival.
Periodistas de opinión, que
tratasen hacer brotar una perla, así sea de plástico brillante, dentro de la
maquinaria negra y grasienta de las ideas estéticas; serán siempre golpeados. El
martillo de la corriente central, hunde a golpe de hierro al clavo que sobresale;
lo remacharán contra la tabula rasa de
la mediocridad.
Si tienes suerte, y dejas tus pretensiones
de gurú cultural, te darán un trabajito en Arcadia; reseñitas para una
editorial del monopolio ibérico; entrevistas por enésima vez a un escritor semi
iluminado que vive en Guatavita, y al que pretendes poner en el la cima de la
veneración como una deidad pre hispana en el altar de un coleccionista en la
feria de las vanidades. No olvides, Tus
grandes exclusivas de hoy envuelven el pescado de mañana; decía Walter
Lippmann el dos veces premio Pulitzer norteamericano en los años cincuenta. Así
que, por favor ve con calma y no te lo creas.
A lo mejor, te nombraran
entrevistador oficial de una velada cultural que pretende ilustrar a la damas grises de la capital montañera. Comparsa festivalera, que, como lamia ondulante, vive de la memoria
de un librepensador ahora cooptada por una gang
neocon de vereda platanera, burdamente ilustrada y fieramente enganchada al servicio de los
intereses políticos y culturales del establecimiento.
El periodista de revistilla
cultural, (esa sub especie a la cual nos referimos), siempre guarda bajo su
chalequito rosa tres botones; además del veneno en frasquito de dosis mínima, que suele aplicar a sus compotas literarias, una amenaza velada, un grito histérico para llamar la
atención del espectáculo. En la fiesta de la bohemian rahpsody y con los ojos inyectados de alcohol, pretende
alcanzar cierta perfección sublime; al no lograrlo, se pone la chaqueta Maccartista
sin ningún rubor, y es diligente, cuando se trata de señalar a los incómodos para
la sociedad y para su amanerada cosa
nostra. Luego, extenderá su mano acusadora y desde la sombra de su
tribuna pretenderá ser juez y parte: Gritará.
Algunos, más atrevidos, se creen con el poder de amonestar,
con gesto condescendiente; parecen querer decir a los poetas cachorros: Ojo; miren a ver;… hagan algo con sus vidas;
de lo contrario pueden terminar convertidos en…Periodistas de columna
cultural.
Porca miseria,...¡Que desgracia!