Los perros están en el bosque Y la cacería pinta bien Y a los mapaches en el monte Puedo oírlos arrastrarse
«Los perros están en el bosque»
Johnny Cash
Cada día es una montaña
nueva No bebas mucho de la misma fuente
Acabarás hecho una
bazofia
«Bazofia»
Bob Dylan
Estoy aquí, dije, con
los perros románticos
Y aquí me voy a quedar.
“Los perros románticos”
Roberto Bolaño
“Los carroñeros sentimentales”
BY
Omar García Ramírez
Cuando un león celeste, deja el cadáver
estrella de una gacela azul índigo, desteñida, entre aguas cenagosas …algo se mueve al fondo del
escenario. Pareciera un personaje de guiñol con cintura adiposa y barbas
hirsutas como eunuco un de una obra de Audrey Bearsley que viene con sonrisa
carroñera a devorar los restos de una hecatombe. Es el lider de los carroñeros sentimentales; ultimos en la escala de la depredacion que vienen a limpiar los restos y a contribuir con su labor en la cadena alimenticia.
El león, que han disfrutado de un largo festín con restos de purpura sobre su lomo, se aleja a paso lento, para dejar que las esporas parasiten las doradas flores de un cadáver con rizos argentados. Su saciedad
ha llegado. Aito su paladar y su panza. A veces son tiempos largos, muy largos, en donde
este tipo de caza calmó sus apetito. Pero una gacela azul índigo podría ser
otra cosa. Deja sus restos con sabor amargo y una acidez que baila en la retina.
Los carroñeros sentimentales
gozan de estas piezas ya desestructuradas, roídas por una lluvia gris y
podrida. Arqueadas estructuras óseas se abren al cielo, como piezas de interrogación
mecánica que brotan entre la yerba.
Las hienas sentimentales se
acercan al festín susurran cantos y gruñidos, teñidos de lubrico deseo. Y sobre
las mutiladas ancas de las criaturas depredadas hincan sus colmillos diestros
en el corte sobre nudos de carne flaca verde-azul y atacada de hongos purulentos.
El León celeste, con lomos bermejos
de un dorado brillante, con visos de aceites
de ultramar y manglares del trópico; sabe que, detrás de estas visiones de
brumas y serenos; vienen otras jaurías emboscadas; ya que las hienas no solo quieren
la presa desterrada y vencida sino también la fuerza animal del león: Su corazón
de ónix, sus garras de marfil melódico… Y para ello vienen con su tribu de
maldecidores, murmuradores, periodistillas de paskines, abogaduchos
liliputienses de pleitos pueriles, pintorcillos copistas y reproductores de
escenas de ganadería y caballería; y no
faltan brujos de baja estofa con sus talismanes de purificación. Se alían
además con maleantes justicieros y politiqueros hambrientos de protagonismo y wokismo de tercera categoría. Todo un
batiburrillo de tribu hambrienta y chismosa.
Danzan y liban de vinos de baja
calidad, Imploran reivindicaciones por las piezas cazadas en los cotos de caza
de los reyes abisinios. Se erigen en ecologistas y esgrimen catecismos y
arrojan anatemas contra los librepensadores que van rumbo a las gestas de la
furia. Desarrollan un canon de subterfugios y de pequeñas y ridículas conspiraciones.
Pero todo eso queda en vilo...
Con sus caras demacradas espabilan... Después de refocilarse en su festín…Cuando El león da la vuelta y se encamina con fiereza hacia sus cuellos moteados y cagurrentos bestezuelas de jardines llenos de mierda entre pequeñas piezas de decoración y modistería; coleccionistas de abalorios fútiles, falsificadores de idolatrías africanas y vendedores de géneros menores.
Todos ellos callan y boquean como
sonámbulos ahogados en el estercolero de su propia cobardía cuando se enfrentan
a la cara fiera del león.
De eso se trata todo; esta guerra
que se puede desarrollar aquí o en Cafarnaúm.
Siempre habrá carroñeros románticos
dispuestos a colgarse una medalla de cuero, un disimulado amuleto de pedantería,
para intentar ganar honores con batallas mínimas: sin ningún esfuerzo de honor,
más que el de sus lenguas bífidas y sus plumas de gansos anodinos.
El león se da la vuelta y la
estampida comienza…
Entonces decide, comenzar su verdadera cacería.
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