jueves, 17 de febrero de 2011

"AFRODISIA" UMBERTO SENEGAL / COLOMBIA












Afrodisia







Amada, entrando por entre tus nalgas


de durazno,


debo asirme a lamentos silenciados


para no hundirme tan de prisa.


¿Alargar un dolor es convertirlo en placer?


Reclamas —leve queja de labios sobre la almohada—


la tardanza del viaje. Un siglo


masticándola para sólo saber del jugo


de la manzana.


Entrando poco a poco,


es el largo viaje del cual Odiseo no desea regresar.


¿Dónde aprieta más?


Sobre la concavidad de tu espalda,


desaforado el eco de mi corazón.


No sigas escalando hacia adentro.


¿Lo lamentas?


¿Estoy pensándolo?


Rechazarte aquí atrás, es hundirte más y más


dentro de mí.


Ignoraba que tan constrictora puertecilla


la custodiaba un pudoroso arcángel violado.


Continúo mi camino tu estrecho sendero.


¿Quién explica este éxtasis


si sólo hay espacio y tiempo para la agonía?


Tu espalda, caracolcillo conmigo a cuestas.


Remolino de uvas rituales.


Llego con mi antorcha encendida,


ofrenda que no se extingue en la honda plenitud


de las turgencias.


A tu surtidora fuente llego siempre


por cualquiera de los dos caminos.


Llego y desgrano, inmisericorde contigo y conmigo,


la luz dentro de ti.


Blanca luz que nos desintegra.


Y que nos funde hasta quedarnos


unidos en el sueño: tú sin querer huir de mí,


yo sin poder salir de ti.



Umberto Senegal








domingo, 30 de enero de 2011

MILPALABRAS FOGWILL





Nací a mediados del cuarenta y uno. Dos meses después, en primavera, me bautizaron. Según el álbum, mi fiesta de bautismo convocó a más de cincuenta consanguíneos de la rama paterna y a otros tantos de la rama materna. Papá era el mayor de una serie de ocho hermanos varones y tres mujeres. Mamá, la menor de una serie de nueve hermanas mujeres en la que se intercalaban las sombras patriarcales de dos varones. En el diario de la ciudad publicaron mi foto de bautismo. Después la familia se consiguió el cliché y mandaron a imprimir en pluma azul una tarjeta de saludos. Me quedan copias de esa impresión donde aparezco, ya sentado, con los ojos muy claros bajo un enorme rulo rubio y chupándome el pulgar derecho. Miro mi foto y se me ocurre que no he hecho otra cosa en la vida: posar, mirar hacia la cámara y chuparme los dedos. No recuerdo mi fiesta de bautismo; en cambio recuerdo la reunión familiar y el griterío de mi primer cumpleaños: pasé la infancia asombrando a mis padres, sus vecinos y a los parientes, con evocaciones precisas de escenas de tiempos en que aún no había empezado a caminar. Recuerdo las luces amarillas y titilantes del alumbrado público con lámparas de filamento que incandescían a partir de las diez de la noche, cuando todo el mundo apagaba la radio y se iba a dormir. Recuerdo la guerra, las historias de la guerra, las emisiones de radio de onda corta, y recuerdo con nitidez la revolución del cuarenta y tres y las primeras movilizaciones peronistas. Recuerdo las voces de los hombres apelotonados en camiones cantando la marcha peronista que decía “yo te daré, te daré patria hermosa, te daré una cosa, una cosa que empieza con pe: Perón”. Recuerdo todos los temas musicales de la época, los radioteatros, los shows aliadófilos en Harrods y en la confitería Ideal, los efectos especiales de radio Belgrano y sus cortinas musicales. Entre ellas, esos veinte compases del segundo movimiento del concierto número dos de Rachmaninoff que siempre aparecía a las ocho de la noche y me iniciaron en el amor a la música. Una abuela me cantaba canciones italianas y canciones de murgas y de grupos políticos que la habían entusiasmado en su infancia, hacia 1886. Otra me cantaba canciones inglesas y me contaba historias de campo inglesas, pero ambientadas en el sur argentino, con indios mansos aquerenciados en las estancias y ñandús domesticados que se comían los botones de la ropa y los broches de baquelita que usaban para colgarla en la cuerda de orear. Con papá recorrimos el centro y acompañamos las manifestaciones que celebraban la liberación de París; muy tarde –supongo que fue después de medianoche–, desayunamos café con leche y churros en la Victoria de Avenida de Mayo, colmada de gallegos republicanos que cantaban la Marsellesa por fonética. Justo cuando mis abuelas estaban perdiendo el temor a los anarquistas, a quienes, hasta entrados los años cincuenta, se seguía atribuyendo el hábito de poner bombas en las panaderías, mis padres empezaron a temer a la Alianza, que mataba a tiros. Mi padre me inculcó la iconoclasia: hacia 1946 recorriendo el centro y las estaciones de subterráneo, él prendía cigarrillos y me los iba pasando para que yo, fingiendo inocencia, le quemara los ojos y las narices en los afiches que habían pegado con fotos de Perón, Evita y del coronel Mercante. Tuve mi primera bicicleta a los cuatro años, en 1945. Mis primeros patines en 1946. Mi primer revólver –un Smith & Wesson 32 de los llamados “lechuceros”– en 1951. Ese fue el regalo de una tía y yo practicaba tiro en el pasillo del fondo de mi casa y no alcanzo a explicarme cómo no me maté. Tuve mi primer registro de conductor en 1955: era falso, pero pertenecía a una partida verdadera. Que distribuyó el intendente para los chicos de las familias que habían conspirado contra la dictadura. Tuve mi primer barco en 1956, mi primera novia en 1957, mi primer diploma –de licenciado en sociología– en 1964, mi primer hijo en 1968 y mi primer libro –de versos, pésimo– en 1978. Estudié medicina, letras, filosofía, matemáticas, canto, música, francés, inglés, alemán, rudimentos de griego y latín, y olvidé casi todo. Enseñé metodología, estadística, teorías de la comunicación, teorías de las ideologías y sociología: no aprendí casi nada. Fui publicitario, investigador de mercados, redactor, empresario, especulador de bolsa, terrorista y estafador –según advierte en mi prontuario la Policía Federal–, columnista especializado en muchísimos medios, profesor universitario y consultor de empresas. Con frecuencia imagino que soy una mujer, pero estas fantasías pronto se diluyen o desembocan en una vulgar escena de lesbianismo sádico y desazón. Estoy inhabilitado para el matrimonio: no sé de alguien que haya perdido tantas cosas, casas, muebles, ropa, discos y libros como yo. Hace veinte años que me he resignado a vivir sin biblioteca, lo que me libró de cualquier compromiso con simulacros críticos y académicos. Escribir me parece más fácil que evitar la sensación de sinsentido de hacerlo. Navegué mucho, planté unos pocos árboles y crié tres hijos. Creo que existe la menopausia masculina bajo la forma de un apego a la siesta y a los objetos que evocan la juventud del padre: la evidencia de que mis padres hayan muerto me resulta cada día menos tolerable. Pasé mis primeros veinte años nadando, remando y navegando bajo el sol del Río de la Plata: eso arruinó mi piel, cuyo envejecimiento prematuro fue una herramienta de seducción hace veinte años, y es ahora un testimonio del estado del alma que me espera. Durante diecisiete años fui objeto del psicoanálisis y eso me acostumbró a ser mal entendido. Durante más de quince años fui fumador de pipa y eso fue deformando mis maxilares hasta arrasar con mi dentadura. Por más de quince años fui cocainómano y eso alteró mis relaciones sociales y me hizo perder muchísimo tiempo. De mi obra publicada rescataría los poemas de Partes del todo, seis de los veinte relatos que figuran en Restos diurnos, Pájaros de la cabeza y Muchacha punk y la novela Los pichiciegos. En mi obra inédita hay tres cuentos, dos novelas y dos poemas que, si están a la altura de esa antología personal, serán oportunamente publicados.
Fogwill (1941-2010)

Publicado originalmente en Graciela Speranza, Primera persona (Buenos Aires, Norma, 1995). Foto: Alejandra López.
tomado de : OTRAPARTE REVISTA http://www.revistaotraparte.com/

miércoles, 26 de enero de 2011

"BOLEROS BRUTALES" Ángel Castaño Guzmán





Cinema-Verite

Examino las entrañas de la ventana en busca de una flor de vértigo. En la calle, sin prisa, desfilan maniquíes de quirúrgicos destellos, novilleros con astromelias en solapa y manos y enfermeras adictas a la adrenalina. Al filo de la aurora un clochard, conmovido por la pérdida de la cordura en borrascosas ecuaciones, muerde una botella de aguardiente Eva mientras un querubín con alas de guitarra prueba en carne propia la ley de la gravedad. En el edificio de enfrente el ángel de la guarda observa impávido la agilidad manual de la niña para sembrar incendios en la entrepierna. El poeta —libro muerto de frío en el regazo— mira el rostro de la nostalgia, fatigada en versos y rima perfecta para casi todo. El muro de la esquina sostiene la espalda de Jhony Delmas —cocuyo ardiendo en labios-— encargado del seguimiento de una Norma Jean venida a menos. Un jubilado —espesos lentes y tic de tristeza— llena las casillas del crucigrama con las nueve letras del nombre de un fantasma. La ciudad, pájaro de luces habitadas, anida en el vistazo, único aleph.

Anti-haiku

Mientras hacías las compras, querida, /violé un gualanday/. Descuida, gajes del oficio.



Pierre-Menard

El mundo necesita mi versión de los hechos.




Variación Tafur

El gato de porcelana dio un salto y huyó en mil direcciones.



Un cigarrillo en la boca

Me piden palabras para este agasajo brindado por amigos académicos. Le tengo pavor a la fálica forma del micrófono. Después de treinta años de trabajo literario, montones de hojas manchadas con pensamientos importantes en el instante —eso creí—, hoy tengo la simple convicción que ninguna frase arrancada al silencio conjuró a la mujer atascada en la punta del lápiz, intranquila palomita de miedo. Bueno, como de costumbre, estoy hablando de más —los adversarios, todos muertos, señalaron la incontinencia de mi Remington—. Gracias le doy a papá, dudó siempre del monopolio en la húmeda rosa náutica de mamá; a ella, bulto al que mis hermanos y yo asestamos golpes de boxeadores novatos; a Bibiana, salados pezones, crítica implacable de sonetos y lengüetazos; a Carmen, soldaditos de plomo arrojados al remolino del excusado; a los ojos de Nohemí, naos de amotinada tripulación; a García Lorca, maricón almidonado; a Rubén Darío, poemas escondidos en la chistera; a esta patria, el sueño de la revolución transformado en antifaz de la pesadilla; a las chapolas de arrabal, escondite disponible en cualquier momento. Nada importa. Al fin y al cabo, en los manuales soy dos fechas entre paréntesis.

Junio-Bruto

Hará pronto seis meses que su fortuna selló en combates con el azar. La encontró sobre la mesa de noche. Dos relámpagos de tinta: lo siento, no tuve escapatoria…

Los puntos suspensivos no dejan de asombrarme, piensa mientras el gabán en el respaldo de la silla pende. Enciende el enésimo pielroja de la noche; el humo espanta las chapolas en la garganta atoradas. La ciudad, finas pinceladas de neón sobre terciopelo negro, trajina indiferente. Detective reconocido en todos los rincones del planeta, huye de sabuesos de Scotland Yard. En este caso hay un elemento que enmaraña el método de investigación. El principal sospechoso de la muerte de Castaño G es un espejo, mastica las palabras. Pasa los dedos por el lomo de un gozque. Un tenue trazo carmín cruza, de un lado al otro, el cuello.



Judas

El hasta entonces desconocido Mark David Chapman unió con pólvora su destino al de la estrella de pop. Ese día Chapman, adicto a libros ocultistas, despertó con ingeniosa idea: esperar, oculto tras matorrales, el regreso de John al edificio Dakota y mostrarle su admiración al estilo de Wilkes Booth, Oswald y Roa Sierra. Chapman acarició el tibio vientre de la celebridad. Hay quienes copulan con páginas. Otros, lánguidas sombras recortadas contra el brillo de globos eléctricos, prefieren la pistola al adjetivo. Apenas la silueta cruce la ventana, conocerá mi pasión.



Caronte

No entiendo la prisa de la ambulancia, piensa la porrista —dos lágrimas florecidas— antes de trasponer las aduanas del espacio sin límites. El enfermero, vista fija en las bronceadas piernas, imagina faenas dignas de Justine. Un chispazo suaviza el rostro de Yahvé. Viajo hasta el fondo del diccionario, en la boca un conjuro a los pájaros de la noche.

sábado, 20 de noviembre de 2010

CADA EPOCA TRAE SU HEROE, CADA GUERRA TRAE SU MOSNTRUO




fotografía. "UN SANTO OSCURO" Joel-Peter Witkin



CADA EPOCA TRAE SU HEROE, CADA GUERRA TRAE SU MOSNTRUO...
Así también
cada cultura amamantada en la teta de la violencia, trae su héroe
como un ángel custodio que la protege del dragón del bosque.
Cada guerra trae su monstruo que le dice del miedo, de la enfermedad y de la muerte…
Su peste, su cara golpeada, su espalda azotada, su leve sueño.
Cada tiempo
este tiempo y el que viene,  el que queda y el que retorna
trae su propia guerra, mitología de escaparate para asustar a los niños de boquitas torcidas.
12 muertitos traen las páginas de los diarios desde hace unas décadas.
12 muertitos feos, hinchados y fusilados contra el negro de la noche
como si al mostrarlos inermes y deformes, quisieran vengarlos en público
hacerlos fantasmas de una violencia que se anega en la violencia.
Pero resucitan y se trasforman en otros...
Aparecen cada vez más vitales; crecen dentro de los libros
(mitológicos bandidos que desafían al poder
y se hacen grandes entre la juglariada de sus miserables ciudades).
Su entorno propiciatorio  les da el combustible para
incendiar las praderas, las montañas, las ciudades.
El poder apunta al centro del corazón del pueblo
y bombardea con las imágenes de miedo y muerte
El poder tiene el plano de su propia trampa

(topográfia paranóica del crimen)

ya que para protegerse, debe rodearse de asesinos y facinerosos.
Desde ese muerto en primera plana
viene su pecado de sangre y pólvora; su guerra sin fin.
Se sabe que cada bandido trae su ángel
y que cada ángel trae su afilada espada para descargar sobre el yugo 

y sobre el cuello de la injusticia.
Cada época trae su héroe
que enfrenta al teatro social y luego, queda la leyenda, una canción o una tormenta.
Cada gobierno tiene su enemigo público; si no lo tiene, lo diseña a su medida.
Lo crea y lo consiente,  lo adereza con el poder aurático de la violencia.
Seguiremos recibiendo estas noticias. Alimento larvario del golem.
Las pantallas de los computadores sudan una baba espesa que se confunde con el silencio.
Para algunos la fiesta comienza.
Para otros que recogen las cenizas
la pupa parda de la venganza hace crecer sus alas sobre un cuerpo
que tiene signos de ira, correosas venas inchadas de sangre envenenada;

langosta hambrienta de todas las cosechas.

Cada época trae su monstruo,
cada gobierno engendra su guerra, y dentro de sus castillos
se guardan las calaveras de sus crímenes;
en sus mausoleos, las momias de sus héroes;
en sus catacumbas, los alaridos de fantasmas inocentes.
De eso se trata todo:
De héroes y bandidos; algunos reales, otros falsos
De monstruos, unos fabricados sobre el miedo…
otros que cantan sobre el filo de los cuchillos y la tinta de la prensa roja.
Y de fantasmas; todos camino a engalanarse de leyenda negra
y a coronarse con los laureles de la muerte sobre un telón de grasa parda

como un santo obscuro de Joel Peter witkin.
No ha cambiado nada.
Todo está más claro esta madrugada.
Ya se anuncian los últimos hallazgos: un ángel caído sobre la plaza, ha muerto.
Un hombre en la emboscada pagó con su vida, la muerte de otros hombres.
Pero al mismo tiempo todo está más negro.
Entonces llega el tiempo de las lluvias

que lavan las piedras en el camino de los cadalsos rotos.




Omar García Ramírez.
del libro en preparación:
"FETICHE PARA QUEMAR Y OTROS POEMAS"


lunes, 15 de noviembre de 2010

Tehching Hsieh






Tehching Hsieh

Posted on 15 Abril 2009

by artarchitectureandpolitics

Nacido el último día de 1950 en el seno de una familia de clase media de 15 hermanos y un padre autoritario con 5 esposas, en la localidad de Nan-Chou, al sur de Taiwan, nada hacía prever que Tehching Hsieh (más conocido durante su primera etapa artística como Sam Hsieh) iba a revolucionar años después, la vibrante escena artística neoyorkina de finales de los ’70-principios de los ’80. Pese a que su padre no consideraba el mundo del arte como una profesión Hsieh abandonó el instituto en 1967, para estudiar pintura y dedicarse plenamente al arte. En aquellos años Taiwan era una ciudad bastante cosmopolita, y el joven Hsieh ya había tenido ocasión de leer a Nietzsche, Kafka y Dostoyevsky, y de escuchar rock’n'roll. Tras finalizar los tres años (1970-1973), de servicio militar obligatorio que impone el gobierno taiwanés (que seguramente le dotaron del rigor y de la resistencia y disciplina necesaria para llevar a cabo sus obras) tuvo la oportunidad de exponer en la galería del American News Bureau de Taiwan, pero Hsieh buscaba otras formas de expresión, ya que estaba más interesado en el propio acto de pintar, que en el producto final (una de sus pinturas, denominada Paint— Red Repetitions fue realizada en 4 minutos, al pintar un círculo en cada página de un cuaderno de apuntes). Su primer performance, denominado Jump Piece, consistió en un salto al vacío desde una ventana de un edificio de dos pisos de Taiwan, de forma similar al fake fotográfico Saut dans le Vide que Yves Klein realizó en 1969. Debido a esta obra fue despreciado en su país natal, aunque el curador de arte del MoMA Klaus Biesenbach asegura que esa performance fue brillante, y que hacía prever la voluntad de dedicación absoluta al arte que tenía Hsieh. Sin embargo el propio Hsieh lo considera una pieza inmadura, premonitoria de otras performances de contenido autodestructivo a las que no les concede el calificativo de artísticas, y que se encuentran escasamente documentadas:



■Half-Ton: El artista se deja aplastar bajo 500 kilos de estuco.

■Throw-Up: El artista ingiere arroz frito sin parar, hasta provocarse el vómito.

La performance del Jump Piece fue documentada en una fotografía gigante con la ayuda de una cámara Super 8 recién comprada por el artista, pero, a consecuencia del salto Hsieh se rompió los dos tobillos y abandonó el arte temporalmente, en una etapa que aprovechó para formarse como marino mercante, con el único objetivo de poder entrar furtivamente en los Estados Unidos, donde estaba seguro que su arte encajaría de alguna manera. En julio de 1974 tuvo su oportunidad al formar parte de la tripulación de un petrolero iraní que desembarcó en un pequeño pueblo en el río Delaware, cerca de Philadelphia, momento que aprovechó Hsieh para emprender la fuga por territorio americano, convirtiéndose, durante más de 14 años en un inmigrante ilegal, hasta que en 1988 le fue concedida una amnistía. Su destino no podía ser otro que Manhattan, el epicentro del mundo artístico del momento, con lo que pagó $150 a un taxista para que le llevara a NYC. Ya en la Gran Manzana, Hsieh probó en sus carnes durante 4 años la durísima vida de un inmigrante ilegal en esta ciudad, arriesgándose a ser detenido y multado, lo que conllevaría la pérdida de su pasaporte taiwanés. Durante esta temporada fue encadenando trabajos temporales en la construcción con otros como lavaplatos y limpiador en restaurantes chinos, mientras dormía en un apartamento sin calefacción con un compatriota.



Toda esta rutina menoscababa su creatividad, haciéndole sentir tremendamente alienado, hasta que en 1978 decidió convertir su aislamiento en arte, en su primer One Year Performance, para el cual contó con la inestimable ayuda de su madre, quien, a pesar de no comprender su arte, le otorgó $10.000 con la única condición de “no ser un criminal”. Estas radicales performances de un año de duración se repitieron cinco veces más y exigían un esfuerzo físico, una entrega y una dedicación absoluta por parte de Hsieh que fascinaron a la escena artística de la ciudad. Sus obras hablan del paso del tiempo (al igual que ya lo hicieron otros artistas como Hanne Darboven, Roman Opalka, Jonathan Borofsky u On Kawara) desde una perspectiva radicalmente única. Las piezas no contaban con precedente alguno en la historia del arte, puesto que era la primera vez que alguien pretendía, a través de su trabajo, lograr una integración absoluta entre el arte y la vida, entendidos como procesos simultáneos.



ONE YEAR PERFORMANCE (CAGE PIECE): 29 septiembre 1978-30 septiembre 1979En 1978 Hsieh construyó en la esquina de un loft/estudio en el barrio de TriBeCa en Manhattan, una celda de unas dimensiones aproximadas de 3’5 x 2’75 x 2’5m a base de barrotes de madera de pino. La acondicionó con sólo lo básico para sobrevivir: una cama, unas sábanas, un uniforme con su nombre bordado, un lavabo (sin WC) y unos pocos productos de higiene personal. El 30 de septiembre de 1978, tras mecanografiar un manifiesto con su propósito (por aquel entonces firmaba como Sam Hsieh) el artista se encerró en esta celda bajo la supervisión del abogado Robert Projansky, quien se encargó de velar por la autenticidad de dicho encierro al colocar un sello firmado en el candado que sellaba la celda. El objetivo de Hsieh era permanecer durante un año en una soledad casi absoluta, privado de cualquier contacto con el mundo exterior y bajo una estricta normativa autoimpuesta que le impediría hacer absolutamente nada salvo pensar: no podía hablar con nadie, ni leer, ni escribir, ni escuchar la radio ni ver la televisión. Cheng Wei Kuong, un antiguo compañero con el que compartió clases de arte en Taiwan, se encargaría, diariamente de llevarle comida (sobretodo ternera y brécol), retirarle los desperdicios, y sacarle una fotografía que serviría para documentar el performance. Además, una vez cada tres semanas, la obra se abría al público en un horario de 11:00- 17:00. Con el fin de hacer todavía más patente el paso del tiempo, Hsieh se afeitó la cabeza nada más entrar en la celda dejándose crecer el pelo durante su estancia en la misma (la foto muestra la comparación entre el antes y el después), y cada día esculpió con las uñas una pequeña raya en el muro.Cuando, el 29 de septiembre de 1979, el abogado Robert Projansky volvió para verificar que los sellos permanecían inalterados con el fin de certificar la hazaña lograda por Hsieh, el artista fue liberado al fin. Su readaptación a la libertad fue un bastante dura, ya que a causa de su confinamiento se sentía constantemente “acechado por lobos” y tenía miedo de las personas que le rodeaban, en las que veía comportamientos agresivos, de forma que sólo se sentía seguro cuando estaba de vuelta en la celda. Tras un tiempo, decidió desmantelar la celda y todos los elementos que habían compuesto la performance, y los almacenó con la esperanza de que algún día fuesen expuestos.

Ese día llegó en 2009, con motivo de la inauguración de una pequeña exposición de este Cage Piece en el MoMA, que comprende, no sólo las fotografías diarias que Cheng Wei Kuong realizó, sino también, una reconstrucción de la celda tal y como se había montado 30 años antes. En contra de lo que pudiera parecer esta es una pieza que versa sobre la libertad, sobre cómo el confinamiento físico es incapaz de frenar la libertad de las ideas y pensamientos de la mente humana. El curador de esta muestra se refiere a ella como una pieza que tangibiliza la idea de la meditación y la contemplación, lo cual es tremendamente complicado, especialmente en Nueva York, la ciudad más rápida y estresante del mundo.No era la primera vez que un artista se había recluido durante varios días en una habitación (en 1974, Joseph Beuys, ya llevó a cabo una performance denominada I Like America and America Likes Me, en la que se encerró durante 3 días en una habitación, cubierto de mantas, con guantes y con un bastón, gozando de la única compañía de un coyote salvaje), ni la primera vez que un artista había puesto en juego su integridad física y mental en nombre del arte (Chris Burden ya había recibido en 1971 un disparo en su brazo izquierdo para la performance Shoot). Sin embargo, la relevancia de la obra de Hsieh implicaba un lapso temporal muchísimo más amplio y una implicación con la obra mucho mayor en el plano espiritual. Esta entrega parece haber inspirado a una multitud de artistas contemporáneos, entre los que destaca el colectivo MTAA, quienes han pretendido hacer un update de la obra de Hsieh, pero exigiendo un esfuerzo al espectador, quien para poder ver la obra completa deberá visualizar su performance en video durante un año entero.






ONE YEAR PERFORMANCE (TIME CLOCK PIECE) 11 abril 1980-11 abril 1981El segundo One Year Performance requería de Hsieh una capacidad de sacrificio aún mayor que el primero, puesto que durante un año entero tuvo que “fichar” cada hora en un reloj especialmente diseñado para ello que se hizo instalar en su apartamento. Este reloj dividió la vida de Hsieh durante ese año en pequeñas fracciones de tiempo destrozando la continuidad de cualquier actividad o reflexión con interrupciones constantes, por no hablar de la falta de sueño que ocasionaba. David Milne, presidente de la Foundation for the Community of Artists, actuó como testigo firmando un sello que impediría cualquier ulterior manipulación del reloj y cada una de las 366 tarjetas (una por día) con las que Hsieh ficharía, demostrando la veracidad y autenticidad de esta performance. El autor, en su afán por el perfeccionismo y la meticulosidad, llegó incluso a elaborar unas tablas en las que mostraba las veces en las que se retrasó al fichar, y aquellas en las que se quedó dormido:Como seres temporales, el hombre raramente presta atención al paso del tiempo en sí mismo, puesto que la tendencia natural es pensar únicamente en lo que haremos con ese tiempo, con lo que vivimos presa de nuestra propia cárcel de actividades autoprogramadas. Sólo percibimos el paso del tiempo cuando este no se ajusta a nuestra actividad, y siempre lo hacemos en parámetros negativos (“no tengo tiempo para…” o “tengo que esperar hasta…”). Para esta obra Hsieh liberó el parámetro tiempo de todos estos convencionalismos y contextualizaciones, para experimentar el paso del tiempo en toda su pureza. Al mismo tiempo parodió la compartimentación que nuestra sociedad hace del tiempo al dividirlo en partes iguales, muchas de cuales exigen nuestra presencia física en un lugar muy concreto haciendo una actividad en concreto. Por ello, la obra de Hsieh, que muchos juzgarán absurda, no es mucho más absurda que la vida que muchos llevamos, estando pendientes de lo que dictan unas manecillas del reloj para poder desplazarnos a otro lugar o hacer algo distinto: en el fondo todos estamos apresados en el engranaje autoimpuesto del tiempo durante toda nuestra vida. Con esta obra me viene a la mente el precioso texto de Julio Cortazar llamado Instrucciones para dar Cuerda a un Reloj:



Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico (…) No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.



De nuevo, y con el fin de ilustrar el paso del tiempo y la naturaleza del mismo, Hsieh se afeitó la cabeza nada más comenzar la obra, para que le creciese el pelo a lo largo de la misma, y documentó con una cámara de 16 mm. las 8.760 veces que el artista insertó la tarjeta en el reloj. Estas imágenes se integraron en un sorprendente video que comprime cada día en un segundo y todo un año en 6 minutos. Tras finalizar la obra, el artista no sufrió secuelas importantes, salvo la capacidad de dormir durante una noche seguida sin necesidad de despertarse a cada hora. Todo el material que componía la performance fue conservado, y se expuso este año en el Guggenheim, dentro de la exposición The Third Mind: American Artists Contemplate Asia 1860-1989.




ONE YEAR PERFORMANCE (OUTDOOR PIECE) 26 septiembre 1981-26 septiembre 1982

Para su tercer One Year Performance, Hsieh pasó un año entero (que justo coincidió con el invierno en el que el Hudson se heló) en el exterior, sin poder acceder a ningún edificio ni a ninguna clase de recinto cubierto ni refugio, lo que incluía coches, trenes, aviones, barcos o tiendas de campaña (sólo fue obligado a meterse dentro de un recinto bajo techo cuando fue llevado a comisaría por meterse en una pelea). Durante todo este año Hsieh se movió principalmente por Lower Manhattan con una mochila y un saco de dormir, confiando en las cabinas de teléfonos y en los encuentros fortuitos para mantener el contacto con su familia y amigos. Durante toda esta performance, su única actividad aparte de intentar sobrevivir, fue la realización de un registro del camino que había recorrido en un día concreto señalando los lugares en los que había comido y dormido (muy parecido a los mapas de I Went de On Kawara, en los que registraba todos sus movimientos durante un día). Este tercer performance puede contemplarse como el opuesto del primero, ya que Hsieh ha pasado de recluirse en un espacio acotado interior a abrirse al exterior tanto como le fuese posible. Ambos extremos resultan tremendamente peligrosos, ya que durante la vida de nómada que el artista llevó tuvo que enfrentarse a situaciones que estaban completamente fuera de su control (frío extremo, violencia, marginación…). Todo ello le sirve para reflexionar acerca de la naturaleza de lo que llamamos vivienda, y de cómo esta es una necesidad básica para el ser humano al contribuir a forjar la identidad de cada uno. Sin una vivienda uno se convierte en un ser completamente libre, pero también en un ser invisible y anónimo, como tantos mendigos que Hsieh conoció durante esta estancia en las calles de Nueva York.







ART/LIFE ONE YEAR PERFORMANCE (ROPE PIECE) 18:00 4 julio 1983- 18:00 4 julio 1984



Pas besoin de gril: L’enfer, c’est les Autres

(Huis Clos. Jean-Paul Sartre)

Esta obra se enmarca bien en el conjunto de la trayectoria artística de Hsieh; si entendemos que cada una de sus obras pasadas representa un esfuerzo en su vida (esfuerzo por aislarse, esfuerzo ante la monotonía, esfuerzo ante el entorno…), esta pieza recoge el esfuerzo de todo ser humano en su relación con los otros. Mientras que en su primer y tercer One Year Performance Hsieh había reflexionado sobre el aislamiento y el antagonismo con el resto del mundo, el objetivo de este cuarto performance era explorar la dimensión y los límites de la propia intimidad. Para plasmar su idea Hsieh necesitaba un colaborador, que encontró, gracias a la mediación de Martha Wilson (de la galería Franklin Furnace) en la artista Linda Montano. Montano era sin duda la candidata idónea, puesto que ya había hecho un proyecto similar al pasar tres días esposada a Tom Marioni para la obra Handcuff en 1973. A pesar de que Hsieh no conocía prácticamente de nada a Montano, su plan era permanecer un año unido a ella con una cuerda de casi 2’5 metros, intentando evitar a toda costa el contacto físico con el fin de mantener (en la medida de lo posible) un cierto espacio personal. Pauline Oliveros y Paul Grassfield actuaron de testigos y supervisaron el cumplimiento de la obra mediante sendos sellos firmados en cada uno de los extremos de la cuerda, confirmando, el 4 de julio de 1984, que ambos artistas habían permanecido unidos durante todo el año anterior. De manera previa, ambos artistas se habían alejado de NY (esta es la única obra que no se enmarca en NY) y se habían rapado la cabeza para hacer más patente el paso del tiempo. Además todo el proceso se documentó diariamente en fotografías y las reflexiones y conversaciones sobre la obra de los autores se registraron en video, con el fin de exponer todo el material con posterioridad.Cada persona representa una individualidad con ideas y objetivos propios, pero al mismo tiempo, al vivir en comunidad, nos convertimos en “jaulas” para los demás. Con una inusitada economía de medios, la obra pretendía investigar y profundizar en el complicado funcionamiento de las relaciones humanas. De este modo, la cuerda simplemente saca a la luz los vínculos y dependencias psíquicas, afectivas y emocionales que unen a cualquier pareja de personas relacionadas entre sí, presentando una inteligente dicotomía según la cual somos personas individuales, pero al mismo tiempo estamos “atados” a otras personas, con las que construimos nuestra propia red social.

Además de un performance artístico la obra tiene una dimensión tremendamente interesante dentro de la psicología experimental al mostrar cómo dos seres humanos pueden convivir con una proximidad física tan intensa y como evoluciona su relación durante el año que duró la obra e incluso a posteriori. El rigor en los horarios, la ausencia de intimidad y de sexo, las discusiones entre ambos, los diálogos y reflexiones conjuntas… hacen que este performance de un año de duración trascienda de lo puramente artístico para convertirse en una experiencia vital que dota a la pieza de un valor y una fuerza muy superior a cualquier otra manifestación artística “tradicional”.

Desde un punto de vista filosófico la pieza no acabará hasta que ambos artistas mueran, debido al efecto transformador de la misma: las dos personas que se ataron no son las mismas que se desataron un año después. Ese vínculo físico que constituía la cuerda se ha transformado en un lazo psíquico que les unirá durante el resto de sus vidas, pese a los problemas que tuvieron con el posterior reparto de la obra, ya que Hsieh considera que Montano se apropió de la performance y que ni siquiera incluye su nombre cuando expone en algún museo el material resultante de la misma.

En la edición de ARCO 2004 el artista Javier Núñez Gasco emuló Hsieh en su obra Cinco Minutos de Crítica de Arte, para la que, durante una hora y sin previo aviso, se esposó al crítico y comisario independiente estadounidense Victor Zamudio-Taylor (comisario de los Project Rooms ARCO’04), poniéndole como condición para liberarle que hiciese in situ un texto crítico acerca de esa performance.



ONE YEAR PERFORMANCE (No Art Piece) 1 julio 1985- 1 julio 1986Tal y como establece este documento (ya firmado usando el nombre de Tehching Hsieh en vez de Sam Hsieh) durante un año el artista no hizo arte, no habló de arte, no vio arte, no leyó acerca de arte y no visitó ningún museo o galería. Resulta tremendamente curiosa que su último One Year Performance sea precisamente una negación del arte, es decir, una negación de los cuatro performances anteriores.

A diferencia de los anteriores, la documentación de este performance es mínima, ya que, por propia definición no había nada que recoger o almacenar como arte.



TEHCHING HSIEH 1986-1999. EARTH (Thirteen Year Plan)

El último y más duradero de sus performances es además uno de los más significativos ya que de alguna manera pone en perspectiva toda su creación anterior. El 31 de diciembre de 1986, día de su 36º cumpleaños, Hsieh declaró:

“I will make Art during this time. will not show it publicly”

La idea era, de algún modo, similar al último de los One Year Performances pero con una diferencia muy importante: mientras que en el anterior no había documentación artística alguna (por propia definición de la pieza), en esta había múltiples registros artísticos sobre la vida de Hsieh, pero éstos se mostrarían en retrospectiva cuando finalizase el plazo de 13 años establecido por el artista: es decir, Hsieh haría arte, pero lo guardaría en secreto hasta que expirase el milenio. Cuando finalmente expiró el 31 de diciembre de 1999 (día de su 49º cumpleaños), y con ello se produjo el cambio de milenio, Hsieh se limitó a emitir un escueto comunicado: Esta obra de Earth no consistía ni en sobrevivir bajo determinadas circunstancias ni en negar dichas condiciones, como sus anteriores trabajos. La propia supervivencia y continuidad de su propia vida (keeping alive) constituían el objeto de esta obra y precisamente por ello su vida se transformaba en arte y al mismo tiempo transformaba el arte. Las condiciones extremas a las que se enfrentó Hsieh en sus cuatro primeras obras fueron absorbidas y normalizadas a través de la rutina y de la repetición, pero aquí sucede lo contrario: una rutina normal en apariencia es elevada a la categoría de arte, con el objetivo de invitarnos a una insólita reflexión a través del análisis exhaustivo de la totalidad de su carrera, vista en perspectiva y con el prisma de esta última obra, que es la clave para entender todas sus creaciones anteriores.Todo este rigor y la pasión puesta en sus obras, han convertido a Hsieh en una figura de culto, lo que le permitió, a partir del año 2000, exponer todo el material que documentaba su obra por museos de todo el mundo.



En 1994 Hsieh subastó todas las pinturas de su primera etapa en Taiwan, obteniendo cerca de $500.000 con los que rehabilitó un viejo edificio en Williamsburg en el que convive actualmente con su tercera esposa Qinqin Li y con jóvenes artistas becados. La figura casi mitológica de Hsieh también ha sido fuente de inspiración para numerosos artistas contemporáneos, hasta tal punto que la artista de performance serbia Marina Abramović, le considera un auténtico maestro. En enero de 2009, Santiago Sierra en colaboración con el Live Art Development Agency de UK realizó una obra denominada Carta a Tehching Hsieh, en la que planteaba una larga lista de sugerencias para futuros One Year Performances.

TOMADO DE LA REVISTA ONLINE ART NOW

http://artesigloxxi.wordpress.com/

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martes, 9 de noviembre de 2010

ENTREVISTA CON JULIAN ASSANGE




Se llama Julian Assange (australiano de 40 años) es el periodista undergroun más importante del mundo, su pelea no es local, su lucha es global, y las filtraciones de secretos de estado que publica en su pagina web “Likileaks” afectan el nervio central de la guerra imperialista de los Estados Unidos de Norteamérica. La denuncia de las violaciones de los derechos humanos hechas por los mismos implicados, la guerra sucia de la super-potencia en países como Afganistán, e Irak demostrada con más de 400.000 documentos clasificados y top secret que se filtraron por parte de los mismos burócratas que trabajan para esos ejércitos tienen en jaque a toda la estructura de la inteligencia política de esa nación.


Aunque la guerra de desprestigio y las falsas acusaciones de intento de violación, son ya parte del montaje que los medios oficiales están tratando de vender a la opinión pública en contra del periodista. Este hombre en compañía de un colectivo de más de 800 personas alrededor del mundo no se deja amilanar ya que tienen claro una consigna: que no se quede sin develar ningún secreto de estado que comprometa la dignidad de los pueblos y que afecte a los derechos humanos. Este ex -hacker se mueve por el mundo como una sombra virtual a la espera de romper los sellos, top secrets, clasificados en los miles de archivos burocráticos que reposan en las oficinas de las falanges mercenarias del nuevo orden mundial

El periodismo oficial se siente afectado, Julian Assange narra la guerra desde dentro utilizando los miles de documentos oficiales que son el respaldo en papel, de los balances y contabilidades que junto a las balas y los tanques se suman a la sangre de inocentes. La guerra, como las dictaduras, o los secretos de empresarios inescrupulosos que envenenan el medio ambiente a cambio de utilidades astronómicas, son el objetivo de wikileaks. El periodismo de investigación ya dispone de documentos fidedignos y de primera mano a los que acudir para sustentar sus denuncias e investigaciones. Esto hace cambiar los términos del nuevo periodismo, lo lleva a las fronteras de una guerra de contra-información; en donde por un lado está la versión oficial que declaman como borregos adoctrinados los periodistas de los paskines oficiales, (cajas de resonancia que distorsionan la realidad) y por otro lado, está la historia de un conflicto impresa en los documentos que se guardan para el balance interno del gran negocio en las porquerizas de la guerra. (De cualquier guerra pequeña o grande). Patrimonio de la literatura burocrática de la infamia.

Antes, los periodistas de investigación buscaban sus fuentes fidedignas entre los desertores del régimen; ahora, los desertores del régimen buscan a Wikileaks. Por lo tanto de ahora en adelante cualquier tirano o tiranuelo, cualquier sátrapa tercermundista y la junta directiva de cualquier multinacional inescrupulosa tendrán dentro de sus filas tarde que temprano, un oficial, un alfil o un yuppie cansado u ofendido, o simplemente afectado moralmente, dispuesto a filtrar los documentos y hacerlos públicos a través de esta web.

El capitalismo global no puede sobrevivir sin la información. La información debe contar con la velocidad de la web, en ese territorio de confrontación se darán nuevos combates por la libertad. Propuestas como esta, ya se están implementando en el mundo entero. Los gobiernos guerreristas tambalean, sus castillos de naipes pueden caer en algún momento y ahora, sus cúpulas neocons, si se parecen a tigres de papel.


Enlace a la reciente entrevista para el diario “El País” de España. Documento importante para el periodismo independiente y por qué no decirlo, también para el periodismo oficial, que ya tiene su Némesis, su béte noir, su antítesis.

http://www.elpais.com/articulo/reportajes/Cita/secreta/hombre/hace/temblar/Pentagono/elpepusocdmg/20101024elpdmgrep_1/Tes

La web WIKILEAKS:

http://wikileaks.org/