domingo, 15 de diciembre de 2013
lunes, 2 de diciembre de 2013
BEGOTTEN DE ELIAS MERHIGE
BEGOTTEN
Existen películas bizarras, esas
que tocan las fibras más oscuras de la condición humana; "Eraserhead" de David Lynch,
pudiera ser una de ellas. Luego existen otras que no se pueden definir fácilmente;
que se crean a la manera de documentos fílmicos de una época en donde el hombre
no tenía habla; el paisaje era un páramo de lava y brezos secos a la orilla de
un mar muerto. Dios era un ser obscuro, asilado en la cabaña de un bosque donde
los grillos cantaban una salmodia cruzada de sables romos y truenos mudos. Que
naciéramos de esa horrible y poderosa presencia y fuésemos lanzados hacia una
guerra sorda y obscura como una enfermedad. Que surgiéramos desde allí a otros
sacrificios fratricidas en medio de una pesadilla en blanco y negro a 20
cuadros por segundo, para situarnos como sombras frente al cinematógrafo, casi
aliviados ––pero no del todo–– ya que la mirada no se puede apartar de esa
negra metáfora que se graba a punta de cinceles de piedra sobre nuestros
cerebros; es efecto directo de esta pesadilla fílmica. Begotten Obra de E. Elías
Merhige, quien después de un accidente de tránsito, vislumbró esta siniestra imaginería
como un sol en fragua sobre el escenario negro de un mundo arcaico. La película
es repulsiva desde el primer momento, en donde ese dios agónico pugna por
expulsar a la criatura “Madre Tierra” como si estuviese sometido a un electroshock
sincopado; de su costillar y su vientre surge la sangre que la regará y anegará
de vida. “Madre Tierra” tomará su simiente de manera obscena y sacrílega; la introducirá
en su vagina boscosa para ir después a la tierra devastada, ––la tierra baldía;
tierra yerma de los hombres huecos–– para entregar a su hijo “Carne de Hueso”
en sacrificio. Los hombres, siempre a la espera de una señal divina para tomar su
venganza, se ocuparan del ritual.
Una obra inclasificable, en los
linderos de la imaginería de un Bosco minimalista; Lautreamont de paramos y
volcanes apagados; Lovecraft geógrafo de una tierra quemada. Obra que busca el
deleite en el terror y el miedo metafísico. Sabernos herederos de una noche
solar que no se extingue. Acaso, de ese caos primordial, de ese surco pantanoso
en donde cayó la simiente en putrefacción, vendrían siglos más tarde otras
pesadillas organizadas y técnicas, encajadas en cuadriculas virtuales y
expendidas al por mayor en factorías de odio. Pero esa metáfora visceral, ––poesía
macabra de un pasado protohistórico––, queda como el origen de un mal absoluto;
desasosiego lacerante cuya redención y alivio solo se encuentra en las
estrellas.
No deja de ser interesante la
aproximación crítica de Andrea Latrhop (catedrática chilena), en un interesante
artículo: en donde dirige la mirada a esta joya aberrante desde el performance;
el territorio del cuerpo como escenario del arte. Aunque mantengo una postura
diferente frente a este experimento fílmico como un modo de ver––cierta manera
de ver––, ya que presto más atención a la mirada, que a la puesta en escena. Creo
que los actores allí no son más que marionetas convulsas sobre una gran mancha
de Rorschach. Sin embargo, el punto de vista de la crítica, arroja luces sobre
una obra que tiene meritos para conseguir una apariencia oscura. Ella dice:
“De la misma manera que la puesta en obra del cuerpo (performances), el
film de Merhige, corresponde a la ruptura de un orden para dar paso a uno
nuevo. Es la destrucción del cuerpo, la puesta en obra de las búsquedas
posmodernas de reinstalar al cuerpo como soporte operacional. Mediante la
violación de éste, el sujeto busca dar con él, permitir una autoconciencia de
sus posibilidades, provocar una escisión de mundo que reestructura las
relaciones estéticas operantes. La transgresión de los cuerpos sagrados, como
lo son el de Mother Earth y Son of Earth, permite hacer aparecer un acontecer
único dentro de las lógicas terrenales. Aflora, además, un carácter cíclico:
dios se mata a sí mismo para dar vida a la naturaleza, y ella sus frutos, a su
vez mueren, para otorgar la posibilidad de trascender. Luego, ambos caminan por
el bosque. Nunca se resisten al sacrificio mismo, se entregan a las
violaciones, sufrientes, sin embargo conscientes de la apertura que éste
proceso permite. Lo ofrendado por los nómadas mediante la mutilación y la
transgresión de los cuerpos, da cuenta de un intento por sublimar e inducir un
momento, donde el portal hacia lo trascendente emerge y permite entrar en el
frenesí ritual, un cruce temporal hacia lo sagrado. De igual modo, las acciones
de arte que proceden de manera transgresiva sobre el cuerpo, pretenden expandir
el campo vivencial, evidenciando la existencia de un ámbito sagrado que se le
escapa al sujeto en estado cotidiano Tomaremos por cotidiano lo establecido por Cruz-Sánchez y
Hernández-Navarro en la presentación del libro Cartografías del Cuerpo. Lo que
según sus palabras, sería: “…lo que hace del cuerpo una entidad dormida,
plegada a los dictados de un discurso homogeneizador que lo instrumentaliza (…)
sin más intención que la de servir de cauce para la expansión del sistema de
valores dominantes”., retornando a los aspectos extirpados por la
modernidad. Éstas, se estructuran como posibilidad de retorno, un avistamiento
a lo primitivo que habita en el ser.” (1)
En efecto, el espectador atento,
además de estas mutilaciones y laceraciones, operadas sobre el territorio
corporal de estos actores destinados a escenificar un ritual de carácter mítico;
podrán vislumbrar flashes de luces quemadas bajo el efecto de un fuego de otoño;
y dejando a un lado el papel de cámara
testigo de un crimen cósmico, en algunos momentos, el director da la mirada a
otros actores de la escena; movimientos de cámara subjetiva memorables, como el
instante en donde el hijo ve el abandono de la Madre Tierra, el miedo a la
soledad y la ruptura. También se encontrará el espectador ––si dispone de
tiempo, estómago y paciencia––, con mares detenidos en un oleaje arenoso,
surcos yermos de campos en donde no florece la alegría de la flor en primavera;
barrancos y piedras destinados al suplicio. Efectos de una mirada, que pretende
experimentar con las texturas y los degradados minerales de la fotografía. Pareciera
que Daguerre mezcla ácidos y óxidos de hierros viejos, con los campos envenenados
de un Lumiere, al tiempo que los sarcófagos del expresionismo alemán, son
aireados en una hoguera para dejar como sedimento, cenizas de una danza fáunica.
Una mirada sin concesiones, que busca el alejamiento y el estupor, cuando no la
irascibilidad de quien asiste a este suplicio visual.
Tenemos otras referencias fílmicas en la
carrera de este singular autor: SHADOW OF THE VAMPIRE (2000).
“La Sombra del Vampiro” representa un punto de inflexión en la carrera de Merhige
ya que abandona sus características más singulares para dar a luz a una
película de una digestión que puede considerarse casi placentera, aunque tal
vez demasiado ligera sabiendo de quién viene. Esta vez, cuenta con presupuesto
millonario (de la mano de Saturn Films, la productora de Nicolas Cage),
estrellas (Willem Dafoe y John Malkovich) y hasta premios internacionales
(nominaciones a los Oscar incluidas). En ella el autor rinde tributo a Murnau
el cineasta expresionista alemán y su Nosferatu. Redondeando una faena muy hollywoodense,
aunque con algunos contrapuntos de estirpe alemana y aliento de selva negra.
El autor a pesar de haber transitado
por los caminos de corrientes comerciales y de haber colaborado en
varios videoclips con músicos como Marylin Manson (en varios singles de “Antichrist
Superstar” se utilizan partes de Begotten). Vuelve cada que puede a sus raíces más
duras, esas que están marcadas por el mito, la leyenda y lo hermético. Muestra
de ello es: “DIN OF CELESTIAL BIRDS” (2) más aéreo, más corto y con banda sonora. Con esta obra Merighe vuelve por sus fueros tratando de crear el
segundo eslabón de la cadena para su obra más personal, pero nunca llega a igualar,
ni de lejos, los elementos más gore de su opera más conocida. A pesar de la música
y la banda sonora, es una obra abstracta de meritos, aunque no alcanza el grado
de oscuridad y la poética metafísica de Begotten.
La técnica de postproducción de Begotten
es la animación. En efecto, el autor tardo 4 años en poder terminar su
pesadilla, fotografiando ––una vez filmada la primera película–– fotograma por
fotograma, para dar ese peculiar viraje a unos negros agrisados y blancos lluviosos,
mediante la sobre-exposición y sub-exposición. Que el autor no hubiese
utilizado técnicas más sofisticadas en época en donde ya se disponían de muchos
artilugios virtuales, da fe, de una paciente elaboración, la de quien sabe que
va a dejar huella; como quien arroja una bomba que dejará cráteres y sombras
minerales sobre las retinas y las cabezas de los espectadores. Una obra
realizada
con recursos mínimos y que pareciera un documental dejado en los bosques
profundos del paraíso terrenal, cuando dios estaba enfermo, cuando la tierra
era una roca calcinada que acababa de ser expulsada al cosmos bajo una lluvia
de fuego y sangre.
O.G.R.
2-DIN OF CELESTIAL BIRDS
http://youtu.be/XCnp63TbxXwhttp://youtu.be/XCnp63TbxXw
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