jueves, 19 de mayo de 2011

THE WASTE LAND (LA TIERRA BALDIA) T.S. ELIOT







T.S. Eliot(Missouri, USA, 1888-Londes, 1965)









LA TIERRA BALDÍA (1922)




A Ezra Pound il miglior fabbro.
1. El entierro de los muertos

Abril es el mes más cruel: engendra
lilas de la tierra muerta, mezcla
recuerdos y anhelos, despierta
inertes raíces con lluvias primaverales.
El invierno nos mantuvo cálidos, cubriendo
la tierra con nieve olvidadiza, nutriendo
una pequeña vida con tubérculos secos.
Nos sorprendió el verano, precipitóse sobre el Starnbersee
con un chubasco, nos detuvimos bajo los pórticos,
y luego, bajo el sol, seguimos dentro de Hofgarten,
y tomamos café y charlamos durante una hora.
Bin gar keine Russin, stamm' aus Litauen,
echt
deutsch. Y cuando éramos niños, de visita en casa del archiduque,
mi primo, él me sacó en trineo.
Y yo tenía miedo. Él me dijo: Marie,
Marie, agárrate fuerte. Y cuesta abajo nos lanzamos.
Uno se siente libre, allí en las montañas.
Leo, casi toda la noche, y en invierno me marcho al Sur.

¿Cuáles son las raíces que arraigan, qué ramas crecen
en estos pétreos desperdicios? Oh hijo del hombre,
no puedes decirlo ni adivinarlo; tú sólo conoces
un montón de imágenes rotas, donde el sol bate,
y el árbol muerto no cobija, el grillo no consuela
y la piedra seca no da agua rumorosa. Sólo
hay sombra bajo esta roca roja
(ven a cobijarte bajo la sombra de esta roca roja),
y te enseñaré algo que no es
ni la sombra tuya que te sigue por la mañana
ni tu sombra que al atardecer sale a tu encuentro;
te mostraré el miedo en un puñado de polvo.

Frisch weht der Wind
Der Heimat zu
Mein Irisch Kind,
Wo weilest du?

"Hace un año me diste jacintos por primera vez;
me llamaron la muchacha de los jacintos".
-Pero cuando regresamos, tarde, del jardín de los jacintos,
llevando, tú, brazados de flores y el pelo húmedo, no pude
hablar, mis ojos se empañaron, no estaba
ni vivo ni muerto, y no sabía nada,
mirando el silencio dentro del corazón de la luz.
Oed'und leer das Meer.
Madame Sosostris, famosa pitonisa,
tenía un mal catarro, aun cuando
se la considera como la mujer más sabia de Europa,
con un pérfido mazo de naipes. Ahí -dijo ella-
está su naipe, el Marinero Fenicio que se ahogó,
(estas perlas fueron sus ojos. ¡Mira!)
aquí está la Belladonna, la Dama de las Rocas,
la dama de las peripecias.
Aquí está ell hombre de los tres bastos, y aquí la Rueda,
y aquí el comerciante tuerto, y este naipe
en blanco es algo que lleva sobre la espalda
y que no puedo ver. No encuentro
el Ahorcado.Temed la muerte por agua.
Veo una muchedumbre girar en círculo.
Gracias. Cuando vea a la señora Equitone,
dígale que yo misma le llevaré el horóscopo:
¡una tiene que andar con cuidado en estos días!

Ciudad irreal,
bajo la parda niebla del amanecer invernal,
una muchedumbre fluía sobre el puente de Londres, ¡eran tantos!
Nunca hubiera yo creído que la muerte se llevara a tantos.
Exhalaban cortos y rápidos suspiros
y cada hombre clavaba su mirada delante de sus pies.
Cuesta arriba y después calle King William abajo,
hacia donde Santa María Woolnoth cuenta las horas
con un repique sordo al final de la novena campanada.
Allí encontré un conocido y le detuve gritando: ¡Stetson!
¡tú que estuviste contigo en los barcos de Mylae!
¿Aquel cadáver que plantaste el año pasado en tu jardín,
ha empezado a germinar? ¿Florecerá este año?
¿No turba su lecho la súbita escarcha?
¡Oh, saca de allí al Perro, que es amigo de los hombres,
pues si no lo desenterrará de nuevo con sus uñas!
Tú, hypocrite lecteur! -mon semblable -mon frère!"


* * * * *

2. Una partida de ajedrez

La silla en que estaba sentada, como un bruñido trono,
se reflejaba en el mármol, donde el espejo
de soportes labrados con pámpanos y racimos
entre los cuales un Cupido dorado se asomaba
(otro ocultaba sus ojos bajo el ala)
copiaba las llamas de los candelabros de siete brazos
que arrojaban su luz sobre la mesa mientras
el brillo de sus joyas, desbordando profusamente
de los estuches de raso, subió a su encuentro.
En redomas de marfil y cristal policromo,
destapadas, acechaban sus raros perfumes sintéticos,
ungüentos, en polvo o líquidos -turbando, confundiendo
y ahogando los sentidos en olor; agitados por el aire
fresco que soplaba de la ventana, ascendían,
alimentando las alargadas llamas de las velas,
proyectando sus humos sobre los laquearios,
animando los diseños del artesonado techo.
Enormes leños arrojados por el mar, patinados de cobre,
ardían verdes y anaranjados, en su marco de piedra policroma,
y en su luz mortecina nadaba un delfín tallado.
Sobre la repisa de la chimenea -ventana abierta
a una escena silvestre- estaba representada
la Metamorfosis de Filomela, tan rudamente forzada
por el bárbaro rey; pero aún allí el ruiseñor
llenaba todo el desierto con inviolable voz
y todavía ella lloraba, y aún el mundo persigue
"Tiu Tiu" a oídos sucios.
Y otros tocones marchitos de tiempo
se alzaban en los muros, donde figuras de ojo abiertos
se inclinaban, imponiendo silencio a la estancia.
Se oyeron pasos en a escalera.
Al resplandor del fuego, bajo el cepillo, sus cabellos
se cruzaron en puntos ígneos,
brillaron en palabras y se aquietaron salvajemente.

"Estoy nerviosa esta noche. Muy nerviosa. Quédate conmigo.
Háblame. ¿Por qué nunca hablas? Habla.
¿En qué piensas? ¿Qué piensas? ¿Qué?
Nunca sé en qué piensas: Piensas."

Creo que nos hallamos en la calleja de las ratas
donde los muertos perdieron sus huesos.

"¿Qué ruido es ese?"
El viento bajo la puerta.
"¿Qué ruido es ese ahora? ¿Qué hace el viento?"
Nada, como siempre. Nada.
"¿No
sabes nada? ¿No ves nada? ¿No
te acuerdas
de nada?"

Recuerdo
que esas perlas fueron sus ojos.
¿Estás viva o no ? ¿No hay nada en tu cabeza?
Pero
O O O O ese aire Shakespeareriano:
es tan elegante
tan inteligente.

¿Qué haré ahora ? ¿Qué haré?
¿Salir tal como estoy y andar por la calle
así sin peinar? ¿Qué haremos mañana?
¿Qué haremos siempre?'
Agua caliente a las diez.
Y si llueve, un coche cerrado a las cuatro.
Y jugaremos una partida de ajedrez,
apretando nuestros ojos sin párpados, esperando que llamen a la puerta.

Cuando licenciaron al marido de Lil, yo dije
y no pesé mis palabras, lo dije sin ambages,
DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA
Ahora Alberto va a regresar, procura lucir mejor.
Él querrá saber qué hiciste con el dinero que te dio
para arreglarte los dientes. Te lo dio, yo estaba allí:
que te los extraigan todos, Lil, y que te pongan una buena dentadura,
dijo él , juro que no puedo soportar mirarte.
Y yo tampoco, dije yo; piensa en el pobre Alberto,
que ha estado en el ejército durante cuatro años, quiere divertirse,
y si no lo hace contigo, ya encontrara otras, dije yo.
Entonces ya sé a quién agradecérselo, dijo ella, mirándome fijamente.
DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA
Si esto no te gusta, lo mismo da, dije yo.
Otras se aprovecharán si tú no puedes.
Pero si Alberto se marcha, no podrás decir que no te han avisado.
Deberías avergonzarte, dije, de parecer tan vieja
(y no tiene más que treinta y un años)
no es culpa mía, dijo, poniendo cara triste.
Son esas píldoras que tomé para abortar, dijo.
(Ha tenido cinco ya, y casi se muere en el parto de Jorge.)
El boticario me dijo que no sería nada, pero nunca he vuelto a ser la misma.
Eres una tonta de capirote, dije yo.
Bueno, si Alberto no te suelta, no puedes quejarte, dije.
Por qué te casaste si no te gustan los niños?

DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA
Bueno, aquel domingo Alberto estaba en casa, tenían jamón,
me invitaron a cenar para que saboreara el jamón caliente.
DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA
DENSE PRISA POR FAVOR YA ES HORA
Buenas noches, Bill. Buenas noches, Lou. Buenas noches,
May. Buenas noches.
Adiós, adiós. Buenas noches. Buenas noches.
Buenas noches, señoras, buenas noches, adorables señoras,
buenas noches, buenas noches.


* * * * *


3. El sermón del fuego

El dosel del río se ha roto: los últimos dedos de las hojas
se aferran y se sumen en la húmeda ribera. El viento
cruza, silenciosamente, la tierra parda. Las ninfas se han
marchado.
Dulce Támesis, discurre plácidamente, hasta que termine
mi canción.
El río no arrastra botellas vacías, papeles de sandwiches,
pañuelos de seda, cajas de cartón, colillas
y otros testimonios de noches de estío. Las ninfas se han marchado.
Y sus amigos, los indolentes herederos de los potentados-
se han marchado sin dejar sus direcciones.
A orillas del Leman me senté a llorar...
Dulce Támesis, discurre plácidamente, hasta que termine mi canción.
Dulce Támesis, discurre plácidamente, pues no hablaré alto ni extenso.
Pero detrás de mí, en una fría ráfaga, oigo
matraqueos de huesos y risas descarnadas.

Un ratón se deslizó blandamente entre los hierbajos
arrastrando su viscoso vientre por la orilla
mientras yo pescaba en el sombrío canal
en una tarde de invierno detrás del gasómetro
meditando sobre el naufragio de mi hermano rey
y sobre la muerte anterior de mi padre rey.
Cuerpos blancos, cuerpos desnudos sobre la baja tierra húmeda
y huesos arrojados en una guardilla baja y seca,
rozados sólo por la pata del ratón, año tras año.
Pero a mi espalda de vez en cuando oigo
un estrépito de bocinas y motores, que llevarán
a Sweeney en la primavera a casa de la señora Porter
oh, la luna brillaba sobre la señora Porter
y sobre su hija
ambas se lavan los pies con agua gaseosa
et
O ces voix d'enfants, chantant dans la coupole!
Tuit tuit tuit
yag yag yag yag yag yag
tan rudamente forzada
Tereo.

Ciudad Irreal
bajo la parda niebla de un mediodía de invierno
el señor Eugenides, comerciante de Esmirna
sin afeitar, con un bolsillo lleno de pasas
C.i.f. Londres: documentos a la vista,
me invitó en francés demótico
a almorzar en el Hotel Cannon Street
y luego a pasar el fin de semana en el Metropole.

A la hora violeta, cuando los ojos y la espalda
se alzan del escritorio, cuando el motor humano espera
como un taxímetro espera palpitando,
yo, Tiresias, aunque ciego, palpitando entre dos vidas,
viejo con arrugados senos de mujer, puedo ver
a la hora violeta, esa hora del atardecer que nos empuja
hacia el hogar y envía del mar a casa al marinero,
la mecanógrafa, ya en casa a la hora del té, levanta la
mesa del desayuno, enciende
su estufa y prepara su comida de conservas.
Colgadas fuera de la ventana están puestas a secar
sus combinaciones acariciadas por los postreros rayos del sol,
sobre el diván (que por la noche le sirve de cama)
hay apilados medias, zapatillas, camisas y sostenes.
Yo, Tiresias, un viejo de tetas arrugadas
vi la escena, y predije el resto-
yo también esperaba al huésped previsto.
Él, un joven carbuncular, llega,
es un empleadillo cualquiera, de mirada atrevida,
uno de esos sujetos cuyo empaque le sienta
como una chistera sobre un millionario de Bradford.
El momento es propicio, como él esperaba,
La cena ha terminado, ella está aburrida y cansada,
él trata de excitarla con caricias
que aun cuando son irreprochables, no son deseadas.
Sonrojado y decidido, él empieza el asalto;
sus manos exploradoras no encuentran resistencia;
su vanidad no necesita respuesta,
y hasta acoge bien su indiferencia.
(Y yo, Tiresias, preví, sufriendo,
todo lo que ocurrió en este mismo diván o cama;
yo, que estuve sentado bajo los muros de Tebas
y anduve por el infierno de los muertos.)
Él le otorga un final beso protector,
y baja a tientas por la oscura escalera...

Ella se vuelve y se mira un momento en el espejo,
sin advertir que su amante ya no está;
su cerebro formula un vago pensamiento:
«Bueno, el asunto terminó ya, y me alegro que así sea».
Cuando una mujer adorable comete tales locuras
y luego vuelve a pasearse sola por su cuarto,
se alisa el pelo con mano automática
y pone un disco en el gramófono.

«Esta música se deslizó junto a mí sobre las olas»
y a lo largo del Strand, calle Reina Victoria arriba
oh Ciudad Ciudad, a veces puedo escuchar
cerca de un bar de la calle Lower Thames,
el agradable lamento de una mandolina
y la bulla y la charla que sale del interior
donde los vendedores de pescado huelgan al mediodía:
donde los muros
de Magnus Mártir conservan
un inefable esplendor de jónica blancura y oro.

El río suda
aceite y brea
las barcazas derivan
con la cambiante marea
velas rojas
anchas
a sotavento, oscilan en los mástiles
las barcazas hunden
leños flotantes
al sur de Greenwich
más allá de la Isla de los Perros
Weialala leia
Wallala leialala


Elizabeth y Leicester
remando
la proa era
un casco dorado
rojo y oro
rizó ambas orillas
el viento del sudoeste
cargó agua abajo
el son de las campanas
torres blancas
Weialala leia
Wallala leialala.

«Tranvías y polvorientos árboles.
Highbury me hizo. Richmond y Kew
me deshicieron. Cerca de Richmond levanté las rodillas
acostada en el fondo de una angosta canoa.»

«Mis pies están en Moorgate y mi corazón
bajo mis pies. Después de lo ocurrido
él lloró. Me prometió "empezar de nuevo"
No contesté nada. ¿Para qué guardarle rencor?»

«En la playa de Margate
no puedo relacionar
nada con nada.
Las uñas rotas de manos sucias.
Mi gente, humilde gente que no espera
nada.»
la la.
Y entonces me marché a Cartago

Quemando quemando quemando quemando

Oh, Señor, Tú me arrancas
Oh, Señor, Tú arrancas
quemando.


* * * * * *


4. Muerte por agua

Flebas, el Fenicio, que murió hace quince días,
olvidó el chillido de las gaviotas y el hondo mar henchido
y las ganancias y las pérdidas.
Una corriente submarina
recogió sus huesos susurrando. Cayendo y levantándose
remontó hasta los días de su juventud
y entró en el remolino.
Pagano o judío
oh, tú, que das vuelta al timón y miras a barlovento,
piensa en Flebas, que otrora fue bello y tan alto como tú.


* * * * * *


5. Lo que dijo el trueno

Después de la roja luz de las antorchas sobre rostros sudorosos,
después del gélido silencio en los jardines
después de la agonía en lugares pétreos
y el griterío y el lloro
y prisión y palacio y reverberación
de trueno primaveral sobre lejanos montes
aquel que estaba vivo ahora está muerto
nosotros que vivíamos ahora estamos muriendo
con un poco de paciencia.

Aquí no hay agua, sólo roca,
roca y no agua, el camino arenoso
el camino serpentea entre las montañas
que son montañas rocosas sin agua
si hubiese agua nos detendríamos a beber
entre las rocas uno no puede detenerse y pensar
el sudor es seco y los pies se hunden en la arena
si por lo menos hubiera agua entre las rocas
muerta montaña boca de dientes cariados que no puede escupir
aquí no puede uno ni pararse ni acostarse ni sentarse
ni siquiera hay silencio en las montañas
sino el seco trueno estéril sin lluvia
ni siquiera hay soledad en las montañas
sino adustos rostros rojos que escarnecen y rezongan
en los umbrales de casas de fango hendido.
Si hubiese agua

y no rocas
si hubiese rocas
y también agua
y agua
un manantial
una hoya entre las rocas
si sólo se oyera rumor de agua
no la cigarra
ni la hierba seca cantando
sino rumor de agua sobre una roca
allí donde el zorzal canta entre los pinos
drip drop drip drop drop drop drop pero no hay agua

¿Quién es ese tercero que camina siempre a tu lado?
cuando cuento, sólo somos dos, tú y yo, juntos
pero cuando miro delante de mí sobre el blanco camino
siempre hay otro que marcha a tu lado
deslizándose envuelto en una capa parda, encapuchado
no sé si es un hombre o una mujer
-¿pero quién es ése que va a tu lado?

Qué sonido es ése que se oye en la altura
murmullo de lamento maternal
qué hordas encapuchadas son ésas que hormiguean
Por las llanuras infinitas, tropezando en las grietas
de una tierra limitada por el raso horizonte
qué ciudad es ésa sobre las montañas
chasquidos y reformas y llamas en el aire violeta
torres que se derrumban
Jerusalén Atenas Alejandría
Viena Londres
irreales.

Una mujer se soltó la larga cabellera negra
y suscitó una susurrante música con esas cuerdas
y murciélagos de rostros infantiles silbaban
en la luz violeta, y batían sus alas
y con cabeza hacia abajo se deslizaron por el negro muro
y de volteadas torres en el aire
caía un redoblar de campanas reminiscentes, que daban la hora
y se oían cantos dentro de cisternas vacías y agotados pozos.

En esta arruinada cavidad en medio de las montañas
bajo la mortecina claridad de la luna la hierba canta
sobre las desplomadas tumbas alrededor de la capilla
allí esta la desierta capilla donde sólo habita el viento.
No tiene ventanas y la puerta se balancea,
los huesos secos a nadie pueden dañar.
Sólo un gallo se alzaba en la cumbrera
co co rico co co rico
a la claridad de un relámpago. Luego vino una racha húmeda
trayendo lluvia.

Ganga estaba hundido y las hojas frágiles
esperaban la lluvia, mientras las negras nubes
se amontonaban a lo lejos, sobre el Himavant.
La selva se agachó, se encorvó en silencio.
Entonces habló el trueno
DA
Datta: ¿qué hemos dado?
Amigo mío, la sangre que sacude mi corazón
la espantosa audacia de un momento de debilidad
que un siglo de prudencia no puede borrar
por eso y eso sólo es por lo que hemos existido
y ello no se hallará registrado en nuestros obituarios
ni en los recuerdos que cubre la benéfica araña
ni bajo los sellos que rompe el flaco notario
en nuestros vacíos aposentos
DA
Dayadhwam: he oído la llave
voltear en la cerradura una vez y sólo una vez
pensamos en la llave, cada cual en su prisión
pensando en la llave, cada cual confirma una prisión
pero al anochecer, etéreos rumores
reaniman por un momento a un Coriolano roto
DA
Damyata: el barco obedeció
alegremente a la mano hábil para la vela y el remo
el mar estaba tranquilo, tu corazón podía haber respondido
alegremente a la invitación, palpitando obediente
a las diestras manos.

Me senté en la orilla
a pescar, con la árida llanura a mi espalda
¿Pondré por lo menos orden en mis tierras?
El Puente de Londres está cayendo cayendo cayendo
Poi s'ascose nel foco che gli affina
Quando fiam uti chelidon
-Oh, golondrina, golondrina
Le Prince d'Aquitaine à la tour abolie Estos fragmentos han sostenido mis ruinas
Why then Ile fit you.
Hieronymo's mad againe.
Datta. Dayadhwam. Damyata.
Shantih shantih shantih.

Versión de Agustí Bartra





La Tierra Baldía: Un Palimpsesto del siglo XX




Olga Osorio
IES Imaxe e Son de A Coruña







Dicen los expertos en Tarot que para interpretar los arcanos del mismo es necesaria una mezcla de intuición y de saberes ancestrales, no siempre conscientemente esgrimidos por aquel que los posee. Y de algún modo es así como hay que leer La Tierra Baldía, un poema que hace resonar complejas referencias culturales en la mente del espectador para situarlo ante la vacuidad y el misterio que finalmente, por muchos apoyos intelectuales a que se recurran, siempre acaban por rodear al ser humano.


La referencia al Tarot es el propio Eliot quien la propicia al convertirlo en protagonista de los versos 43 a 59 de su largo, bello, inquietante e indispensable poema. Porque si no tuviésemos esta disculpa hubiéramos optado, sin duda alguna, por calificar al poema de moderno palimpsesto, un texto indiscutiblemente moderno bajo el que subyacen los ecos de las civilizaciones que lo hicieron posible, vagos ecos de un pasado cultural diseminado por el autor a lo largo del texto para retratar al hombre que vio nacer el complejo, oscuro y confuso siglo XX.






1. LA TIERRA BALDÍA Y EL MITO ARTÚRICO




Y es que, como decíamos, en La Tierra Baldía se unen realidad, mito, presente y pasado en un complejo caleidoscopio de referencias culturalistas. Este mosaico poético configura el desolado retrato del hombre contemporáneo, el mismo que, en un poema posterior, aparecerá así claramente definido:


Somos los hombres huecos


somos los hombres rellenos


apoyados uno en otro


la mollera llena de paja. ¡Ay!


Nuestras voces resecas, cuando


susurramos juntos


son tranquilas y sin significado


como viento en hierba seca


o patas de ratas sobre cristal roto


en la bodega seca de nuestras provisiones


Los hombres huecos. (1925)




Eliot construye su poesía a partir de elementos evocadores estructurados de forma confusa, introduciendo pasajes y elementos formales más próximos a la vida cotidiana que a los tradicionales ámbitos poéticos, todo ello unido a una carga intelectual y cultural muy densa. Este intelectualismo de la poesía de Eliot queda, en cierto modo, contrarrestado por las brillantes y arriesgadas metáforas que se prodigan a lo largo de sus páginas, así como por el innovador ritmo que combina largos versos de respiración profunda con otros muy breves que agilizan y aceleran algunas partes de La tierra baldía, si bien es cierto que abundan más los primeros:


(...) y murciélagos con caras de niñitos en la luz violeta


silbaron, y agitaron las alas


y reptaron cabeza abajo por una pared ennegrecida abajo


y patas arriba en el aire había torres


repicando campanas reminiscentes, que daban las horas


y voces que cantaban desde cisternas vacías y pozos agotados.


La tierra baldía (379-383)


Metáforas, paralelismos y repeticiones rítmicas son algunos de los recursos formales que el poeta utiliza para lograr que cobre vida ese intento de hacer, en menos de quinientos versos, un poema cosmogónico, un texto que pretende desvelar o, mejor dicho, revelar, las grandes miserias de la decadencia contemporánea partiendo, para ello, de todo el acervo cultural que conforma al hombre que es objeto del poema. Proyecto sin duda pretencioso que sólo la genialidad poética del autor logra culminar de forma tan brillante que lo convierte en uno de los poemas clave e insoslayables del siglo XX.


En esto, opinamos, puede establecerse un paralelismo entre Eliot y el padre de la narrativa contemporánea: James Joyce. Y si Joyce tomaba como falsilla -y pretexto- el mito de Ulises, Eliot hará lo mismo con la leyenda artúrica. Sirve ésta de punto de partida para toda la simbología del poema, como elemento unificador que da la clave sobre la que se irán acumulando imágenes que servirán para reforzarla y hacerla intuitivamente visible a los ojos del lector: la tierra baldía, la tierra estéril, es la tierra del Rey Pescador enfermo. El Grial no deja de ser esa constante búsqueda de los seres humanos de una respuesta, de una solución para el vacío, sea esta respuesta mítica, trascendente o terrena. Eliot traslada el mito al mundo de entreguerras. El drama de la profunda soledad y desarraigo del hombre contemporáneo se apoya simbólicamente sobre esta tierra estéril por la que vagan gentes desorientadas y desesperanzadas.


A lo largo de La tierra baldía se van intercalando elementos del mito del Grial, como la esterilidad del rey, el simbolismo sexual que poseía la leyenda antes de ser incorporada a la tradición cristiana, la infidelidad de la reina Ginebra, el viaje a la Capilla Peligrosa, etc. Sin embargo todo esto no es en absoluto esencial en el poema. Como hemos dicho, Eliot toma el mito artúrico como punto de partida y elemento de cohesión del retrato del hombre de su tiempo y, junto a él, incorpora muchos elementos de otras tradiciones y culturas que veremos más adelante, lo que no quiere decir que estas referencias antes citadas no tengan un significado importantísimo en el conjunto del poema. Podríamos decir que en La tierra baldía nada es gratuito, por más que pudiera parecerlo en una primera lectura superficial. Así, el tema de la esterilidad de la tierra, de la esterilidad de la vida que se desenvuelve en un desierto inhóspito, aparece esencialmente tratado desde un punto de vista trascendente y espiritual. Pero, además, no desdeña Eliot toda la referencia a un oscuro mundo en que la sexualidad está teñida por la culpa, la esterilidad y una “suciedad” impuesta por esa falta de respuesta, por esa ausencia de sentido de los actos humanos que los convierte en meros ritos de supervivencia de unos seres enterrados y ciegos, que adormecidos vagan en círculos por las apocalípticas calles de un mundo decadente.




2. LA TIERRA BALDÍA: MOSAICO CULTURAL


La tierra baldía ofrece la imagen global de un hombre hijo de una compleja tradición cultural que en el poema se evoca a través de una serie de rápidos apuntes no siempre obvios para el lector. Cabe pensar que la intención de Eliot no es que el lector capte todas las referencias culturales y discierna su procedencia y significado, sino que con ellas pretende reconstruir poéticamente la confusa complejidad cultural de la que todos, de un modo consciente o no, somos deudores, así como el mestizaje cultural contemporáneo que lleva a una sociedad plural y barroca que acentúa la complejidad existencial: las respuestas no son nunca nítidas y unívocas, como lo fueron para nuestros antiguos, sino que se entremezclan por la realidad occidental en la que lo futil y trivial convive con lo profundo y trascendente.


Por ello Eliot introduce versos en otros idiomas -alemán, francés, italiano...- cuyo significado no siempre aporta algo a la comprensión del poema, sino que más bien sólo pretende ser una evocación “exótica” que impacte al lector por medio de la sorpresa. Versos tomados de autores clásicos abundan a lo largo de la obra: Dante, Shakespeare, Nerval, Baudelaire, etc. Mitos grecolatinos -Acteón y Diana, Filomena y Tereo, Tiresias- conviven, y en ciertos momentos se confunden, con desnudas y anónimas escenas cotidianas: la mecanógrafa que recibe al joven en su aposento, las mujeres que hablan en la taberna... Y todavía hay lugar para que Eliot se remita a las grandes cumbres del misticismo oriental y occidental: el Sermón del Fuego y San Agustín se quitan la palabra en versos alternos: “A Cartago llegué entonces/ Ardiendo ardiendo ardiendo ardiendo/ Oh Señor Tú me arrancas/ Oh Señor Tú me arrancas/ ardiendo” (307-311). Por supuesto, Eliot no deja nunca de lado la cultura cristiana, aunque las referencias a ella suelen ser más veladas -y también más presentes- que las otras. Así, por ejemplo, la parte V comienza con una oscura alusión a los apóstoles en el Camino de Emaús, que convierte la pagana regeneradora muerte por agua en la muerte de Cristo.


El que las distintas referencias se identifiquen no implica la idéntica valoración de las mismas. Es más bien un modo de universalizar el problema humano: los hombres siempre han emprendido y emprenderán una desoladora búsqueda del sentido de su existencia, búsqueda marcada por una soledad absoluta, una confusión y un desarraigo que cobran en nuestro siglo, por razones históricas, sociales y culturales, una nueva dimensión teñida de un dramatismo que es el que Eliot sabe hacer sentir vívidamente a través de sus palabras.






3. EL HOMBRE CONTEMPORÁNEO: TIRESIAS


El propio autor, en las notas añadidas al final del libro, hace especial hincapié en la figura de Tiresias. Cuenta Ovidio en La Metamorfosis que Tiresias se había convertido en mujer durante siete años al golpear a dos serpientes que se apareaban en un bosque. Transcurrido ese tiempo, volvió Tiresias a encontrarlas y, golpeándolas de nuevo, recuperó su forma original. Por ello Juno acude a Tiresias para resolver la cuestión de si es mayor el placer de las mujeres que el de los hombres; afirmándolo así Tiresias, que conocía ambos, tiene que sufrir las iras de Juno que le condena a la ceguera. Júpiter alivia el castigo dejando que Tiresias conozca el futuro.


Por tanto Tiresias es el personaje que unifica en sí mismo a los dos sexos, así como al pasado, al presente y al futuro. Al situar la clave de interpretación del poema en este personaje, T.S. Eliot confirma lo que venimos apuntando: La tierra baldía es un poema global, es el poema del Hombre contemporáneo con todo lo que es, fue y será. Todos los personajes se identifican y se confunden a lo largo del poema porque todos son uno. Son el mismo el Rey Pescador que tiene a su espalda la llanura estéril, el Marinero Fenicio que muere ahogado, no sin antes haber cobrado consciencia de los cadáveres que deambulan por las calles londinenses (presente y pasado mezclados de nuevo), el rey Tereo que fuerza a Filomena y el joven que abusa tristemente de una mecanógrafa que “se deja hacer”, el soldado Albert que, como el Marinero y el pescador de caña (Rey Pescador) regresará en breve a un hogar donde lo espera una relación decadente, Sweeney (que aparece equiparado a Acteón) y muchísimos otros que discurren a lo largo del poema.


Lo mismo puede decirse de las mujeres. En este caso la identificación aparece todavía más clara: forzadas sexualmente o resignadas, viven sus relaciones de una forma en la que conviven la culpabilidad y la indiferencia. La esterilidad de la tierra -no olvidemos que es un símbolo que hace referencia a la falta de una respuesta- aparece en ellas reflejada, como, por ejemplo, en los abortos de Lil o, en un plano distinto, en la incomunicación que revela el siguiente diálogo:


(...) Dime algo. ¿Por qué nunca me dices nada? Habla ¿En qué piensas? ¿Qué piensas? ¿Qué?


Nunca sé en qué estás pensando. Piensa”


Pienso que estamos en el callejón de ratas donde los muertos perdieron los huesos.


“¿Qué es ese ruido?”


El viento por debajo de la puerta.


“¿Qué es ese ruido ahora? ¿Qué hace el viento?”


Nada otra vez nada.


“¿No sabes


nada? ¿No ves nada? ¿No recuerdas nada?”


Recuerdo.


Perlas son estos que fueron sus ojos.


“¿Estás vivo, o no? ¿No tienes nada en la cabeza?”


Pero


Oh Oh Oh Oh ese Shakesperian Ragtime...


Es tan elegante


Es tan elegante


“¿Qué voy a hacer ahora? ¿Qué voy a hacer?


Saldré a toda prisa como estoy, y andaré por la calle


con el pelo suelto, así. ¿Qué vamos a hacer mañana?


¿Qué vamos a hacer jamás?”


El agua caliente a las diez.


Y si llueve, un coche cerrado a las cuatro.


Y jugaremos una partida de ajedrez,


apretando ojos sin párpados y aguardando un golpe en la puerta.


La tierra baldía (111-138)


Es este fragmento bastante representativo de algunos de los temas centrales que ya venimos apuntando. Se ve claramente, en primer lugar, la incomunicación, unida a una sensación de vacío reforzada por la palabra reiterada una y otra vez en el texto: “nada” lo que, unido a la parte final, en la que ella pregunta una y otra vez qué ha de hacer, la respuesta incide lúcidamente en la triste realidad. La vida parece reducirse a pequeños hábitos cotidianos pequeño-burgueses. Es la vida que se vive sin vivir, la vida de los muertos que caminan por las calles en la primera parte del poema.


Paradigmática también es la mecanógrafa cuya aventura con el joven es contemplada por Tiresias. Tras el fugaz y triste encuentro amoroso con él, Eliot reproduce así la escena que queda tras su marcha:


Ella se vuelve a mirarse un momento en el espejo, sin darse cuenta de que se fue su amante: su cerebro deja paso a un pensamiento a medio formar:


“Bueno, ahora ya está; y me alegro de que haya pasado”


La tierra baldía (249-253)


En cuatro versos Eliot logra reproducir de tal modo las sensaciones de la mecanógrafa que sería una estupidez tratar de comentarlos. Aun así, vienen a cuento las palabras del poeta contemporáneo y amigo de Eliot, Stephen Spender:


“(...) se refería al mundo moderno que considerábamos como real. (..) Para nosotros, en 1928, era toda una declaración. Declaraba el destino. el poeta entendía también nuestros problemas. El sexo le parecía algo un tanto sórdido, como “medias zapatillas, cubrecorsés y ballenas”. “El joven carbuncular” que había asaltado “la casa de la mecanógrafa a la hora del té” tenía mucho en común con cualquier estudiante que se pasase por Londres para ir con una ramera a una habitación con cama y volver a tiempo para colarse por la ventana del colegio”.


“Recordando a un amigo”
en Culturas, Diario 16, 24-IX-88


Así pues, y retomando el tema iniciado con la figura de Tiresias, todos los personajes masculinos son uno, del mismo modo que todos los femeninos se identifican para fundirse ambos en la citada figura. Es decir, Eliot universaliza el poema. Y no sólo desde la perspectiva contemporánea sino que también, no lo olvidemos, en Tiresias están unidos el presente, el pasado y el futuro. Con lo dicho en el apartado anterior sobre todas las referencias culturales de distinto signo y épocas se completa esta globalidad de La tierra baldía. Y es que, en definitiva, Eliot no plantea un tema coyuntural sino un problema esencialmente humano -aunque, insistiendo, cobre en nuestro siglo unas dimensiones particulares. El desarraigo, la soledad, la búsqueda de una respuesta... son consustanciales al hombre. Eliot, objetivando el problema, y dándole la dimensión que distintos rostros y situaciones le confieren, logra darle todo su sentido. Del “yo” que pretendería hacer suya una cuestión universal, Eliot pasa a un nosotros que, a la vez que distancia, identifica.




4. ESTRUCTURA DE LA TIERRA BALDÍA


La tierra baldía es un largo poema (433 versos) dividido en cinco partes. En cualquier caso, forma un todo unitario que sólo cobra sentido teniendo en cuenta todos sus elementos simultáneamente. Trataremos muy brevemente cada una de las partes, mutilando así inevitablemente toda su riqueza y, sobre todo, esa extraordinaria belleza que únicamente la lectura puede trasmitir.


I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS


Abril es el mes más cruel, criando


lilas de la tierra muerta, mezclando


memoria y deseo, removiendo


turbias raíces con lluvia de primavera.


El invierno nos mantenía calientes, cubriendo


tierra con nieve olvidadiza, nutriendo


un poco de vida con tubérculos secos.


La tierra baldía (1-7)




Con estos versos da comienzo La tierra baldía. La idea de la regeneración simbolizada en la estación primaveral -o en las fuentes, la lluvia y, en general, cualquier símbolo de fertilidad- aparece aquí matizada por la crueldad que la imposibilidad de dicha regeneración supone. Abril es un mes cruel porque trata de hacer brotar la vida de lo muerto, porque aleja ese olvido con el que se cubre el hombre para evitar enfrentarse con el páramo. Así, la necesidad y la esperanza de regeneración son crueles para el hombre porque, junto con ellas, percibe la imposibilidad que conllevan. En uno de los primeros poemas de Eliot, “Retrato de una dama”, incluido en Prufrock y otras observaciones, el poeta da una visión más obvia del mismo tema. La mujer madura, que retuerce una lila en flor entre sus dedos mientras habla con el joven, le dice:


“Ah, amigo mío, usted no sabe, no sabe


lo que es la vida, usted que la tiene en sus manos”;


(dando vueltas lentamente a los tallos de las lilas)


“usted la deja que se le vaya fluyendo, la deja fluir,


y la juventud es cruel y no le dura el remordimiento


y sonríe de las situaciones que no ve”.


Y sonrío, por supuesto,


y sigo tomando té.


“Pero con estos atardeceres de abril, que no sé por qué


me recuerdan


mi vida enterrada, y París en primavera (...)


Retrato de una dama (1917)


Vidas enterradas que aparecen reiteradamente en esta parte primera de La tierra baldía. La vida parece ser sólo una sombra que camina tras nosotros en nuestra juventud y que sube a nuestro encuentro al final y que acaba resumiéndose en “el miedo en un puñado de polvo” (27-30). El marinero vagando por Londres ve los muertos que pueblan las calles. A falta de una respuesta es mejor el olvido, parece decir al verlos: “¡Ah, mantén lejos de aquí al Perro, que es amigo del hombre,/o lo volverá a desenterrar con las uñas!”. Sin embargo, una vez que la promesa de la regeneración y la consciencia del absurdo de una vida decadente ha entrado en el corazón del hombre, es difícil tratar de refugiarse en el consolador y adormecedor olvido.


También en esta parte, madame Sosostris echa las cartas al marinero. Los arcanos del Tarot, arbitrariamente utilizados por el autor, representan a figuras y situaciones que luego se materializan a medida que el poema continúa. Y, dentro de la identificación a la que hemos hecho referencia más arriba, se funden en uno solo: un hombre universal enfrentado a la decadencia y al misterio.


II. UNA PARTIDA DE AJEDREZ


Si la parte primera nos hacía testigos de un posible despertar doloroso, en la segunda se nos introduce de lleno en la apatía, la desazón y la desesperanza de las vidas de varias mujeres que, desde un ambiente de palacio lujoso a una taberna, se suceden sin solución de continuidad. Formalmente esta parte evoluciona desde un lenguaje cargado de imágenes artificiosas y rebuscadas, con una pródiga adjetivación, a una reproducción poética pero fiel de la charla vulgar y sórdida de la mujer que se interesa por los asuntos de Lil. Esta última ha tenido cinco hijos, un aborto reciente, ha gastado el dinero con el que tenía que pagar su dentadura nueva y su marido está a punto de volver de la guerra. El cuadro mostrado es depresivo y decadente. El amor o una visión gozosa de las relaciones carnales están muy lejos de la escena mostrada por Eliot.


III. EL SERMÓN DEL FUEGO


El mítico Rey Pescador, trasladado a la orilla de la invernales aguas de un Támesis contemporáneo, llora junto al río la esterilidad de su tierra que, a sus espaldas, se resume en el ruido de los huesos que se entrechocan y las ratas que se deslizan entre la muerte y la decadencia, figuras estas recurrentes en toda La tierra baldía. Los amores culpables -en el sentido de una sexualidad forzada, vacía y decadente por su falta de sentido- aparecen de nuevo representados en la figura de Filomena forzada por Tereo, o en el paralelismo modernizado del encuentro entre Acteón y Diana desnuda, aludido oscuramente en las figuras de Sweeney y Mrs. Porter. Aparece también aquí Tiresias, mudo testigo del ya relatado encuentro entre la mecanógrafa y el joven “a la hora violeta”. Y, quizá el mercader de Esmirna -el mercader tuerto anticipado por la pitonisa- represente un mundo burocrático y comercial que podría venir a completar en La tierra baldía el cuadro trazado en Coros de “La Piedra”:


Los hombres han dejado a DIOS no por otros dioses, dicen,


sino por ningún dios; y eso no había ocurrido nunca


que los hombres a la vez negasen a los dioses y adorasen a dioses, profesando primero la Razón,


y luego el Dinero, y el Poder, y lo que llaman Vida, o Raza,


o Dialéctica. (..)




Cuando a la Iglesia ni se la considera ya, ni se oponen


siquiera a ella, y los hombres han olvidado


a todos los dioses excepto la Usura, la Lujuria y el Poder.


Coros de “La Piedra”


Y las tres hijas del Támesis cantan su canción en la que, en la primera parte (266-278), retratan, mediante el sudor de petróleo y alquitrán del río y las gabarras a la deriva, la reiterada decadencia en la que se desenvuelve el poema. En la segunda parte (289-291) se narra la infidelidad de la reina, con lo que nuevamente se introduce el amor culpable que, tomando la falsilla mitológica, nos recuerda como fue la infidelidad de la reina Ginebra con sir Lancelot la que sirvió de punto de partida para muchos de los males del rey y del reino. La pérdida de la pureza, la resignación forzosa y una indiferencia casi obligada ante la realidad decadente, constituyen la última parte de la canción de las hijas del Támesis. Por último, para aclarar más lo expuesto, Eliot introduce la primera parte de unas palabras de San Agustín que completa en las notas finales: “A Cartago llegué entonces” y, no presentes en el poema pero completando la cita: “donde un calderón de amores impíos cantó en torno a mis oidos”.


IV. MUERTE POR AGUA


La muerte por agua es el fin y el definitivo olvido:


Phlebas el Fenicio, muerto hace quince días,


olvidó el clamor de gaviotas y el hincharse del hondo mar


y la ganancia y la pérdida


Un destino que a todos les está reservado, como hace notar Eliot en los últimos versos de esta parte:


Gentil o Judío


oh tú que das vuelta a la rueda y miras a barlovento,


considera a Phlebas, que fue en otro tiempo tan gallardo


y alto como tú


Esta muerte por agua que trae el fin y el olvido podría ser el final, pero Eliot no renuncia a la esperanza de una salvación, como lo muestra el que el poema se prolongue con una parte más. No olvidemos que la muerte por agua es, para algunas culturas -la egipcia, por ejemplo- el camino de la purificación y la regeneración. Si el olvido temporal era rechazado en la primera parte, con esta se completa el ciclo: el hombre ha de seguir buscando la respuesta, aun en un mundo decadente y desorientado como el que se nos ha venido pintando.


V. LO QUE DIJO EL TRUENO


“En la primera parte de la Parte V se emplean tres temas: el viaje a Emáus, la aproximación a la Capilla Peligrosa (véase el libro de la señorita Weston) y el actual estado de humdimiento de la Europa oriental”


T.S. Eliot. Notas a “La tierra baldía”


Con esta aportación del propio autor lo primero que es fácil imaginar es que la parte V de La tierra baldía supera, si cabe, a todo el resto del poema en complejidad simbólica. Ciertamente, introducir tres temas como los citados en un escaso número de versos los convierte en un complejo criptograma cuya interpretación completa habría de ocupar casi un libro. Resumiendo podríamos decir que, efectivamente, con el viaje a Emaús se incide en la idea de la muerte como camino de la regeneración aunque tenga como primer efecto el acentuamiento de la desolación y la sensación de abandono. En cuanto a la Europa camino del caos, cita Eliot un texto de Herman Hesse que da la clave de las “hordas encapuchadas” que aparecen en el poema. Menciona a Jerusalén, Atenas, Alejandría, Viena y Londres: grandes centros culturales y espirituales de la humanidad que aparecen como irreales y que se unen a la idea de Europa oriental camino del abismo. El tono se hace apocalíptico y épico, si bien también introduce elementos intimistas: la alucinación que hace ver a un tercero confuso podría ser símbolo de muchas cosas unidas: esa humanidad camino del caos es también una humanidad que al final vislumbrará un signo de esperanza. La alucinación revela que el hombre no se ha resignado a esa soledad precipitante sino que, por momentos, percibe la presencia de otro desconocido que camina al lado de los desesperados. Y, por supuesto, teniendo en cuenta que el camino de Emaús está presente en la simbología, tenemos que recordar a unos apóstoles desesperados por la muerte del Mesías: ese tercero visible sólo por momentos, podría muy bien ser la presencia consoladora de un Cristo resucitado (no hay que olvidar las dudas que asaltaron a algunos de los discípulos que no creían posible la vuelta del Maestro).


Y la esperanza, tras un desolador trueno sin agua en el paisaje de roca estéril, viene de la mano de una “húmeda ráfaga trayendo lluvia”. El parlamento del trueno, con la fábula tomada del Upanishad, propone las claves de esta esperanza: “Da, simpatiza, gobierna”. Veamos brevemente cada una de ellas:


Da:


(...) el temible atrevimiento de la entrega de un momento


que toda una edad de prudencia nunca puede retractar


por esto hemos existido, y sólo esto


que no se ha de encontrar en nuestras necrologías


ni en memorias tapizadas por la benéfica araña


ni bajo sellos rotos por el macilento abogado


en nuestros cuartos vacíos


La tierra baldía (403-409)


Es, por tanto, un acto pequeño, un acto de entrega, el que salva una existencia. Es, el poeta lo dice claramente, un gesto que no se ha de perpetuar en la memoria de los hombres, que no ha de sobrevivir humanamente a aquel que ha justificado su vida gracias a él. Por tanto, cabe decir que si no es la memoria colectiva la que le da su significado, ha de ser en otra esfera en la que este gesto de entrega cobre su sentido.


SIMPATIZA:


(...) pensamos en la llave, cada cual en su cárcel


pensando en la llave, cada cual confirma una prisión


sólo al caer la noche, rumores etéreos


reviven por un momento a un Coriolano roto


La soledad del hombre, encerrado en un “yo” que es como una alta torre que a la vez que protege aisla, puede, parece decir Eliot, ser rota en un momento fugaz, definido por “rumores etéreos”. Uniendo esta aproximación a otro con el momento de entrega antes señalado, encontramos que esa justificación viene dada por una apertura en la que el ser se entrega a otro.


GOBIERNA:


Me senté en la orilla


a pescar, con la árida llanura detrás de mí


¿Pondré por lo menos mis tierras en orden?


Y sobre los decadentes fragmentos en los que ha apoyado sus ruinas, el Rey Pescador, habiendo vislumbrado la luz de esperanza, comienza a plantearse la posibilidad de ordenar sus tierras. El mensaje parece claro: la respuesta no es definitiva, las estériles tierras han de ser reconstruidas constantemente. La justificación de la existencia individual viene dada por un gesto que por su aparente pequeñez no redimirá la soledad de los hombres ni su sensación de estar abocados al caos y al abandono.


Pero vosotros, ¿habéis construido bien, para que ahora os quedéis sentados, desvalidos, en una casa arruinada?


Donde han nacido muchos para el ocio, para vidas


desperdiciadas y muertes miserables, desdén amargado en colmenas sin miel,


y los que quieren edificarla y restaurarla extienden la


palma de la mano, o miran en vano hacia tierras extranjeras para que haya más limosnas o se llene


el cacharro.(...)


Y la Iglesia debe estar edificando para siempre, y siempre


derrumbándose, y siempre siendo restaurada.


Coros de “La Piedra”




© Olga Osorio 2002

martes, 26 de abril de 2011

WHITESNAKE/ HERE I GO AGAIN

El Cerebro del Agente de Policía /ALFRED JARRY







Por: Alfred Jarry



Sin duda se recordará este reciente y lamentable asunto: al ser practicada la autopsia, se halló la caja craneana de un agente de policía vacía de todo rastro de cerebro y rellena, en cambio, de diarios viejos. La opinión pública se conmovió y asombró por lo que fue calificado de macabra mistificación. Estamos también dolorosamente conmovidos, pero de ninguna manera asombrados.

No vemos por qué se esperaba descubrir otra cosa que la que se ha descubierto efectivamente en el cráneo del agente de policía. La difusión de las noticias impresas es una de las glorias de este siglo de progreso; en todo caso, no queda duda de que esta mercadería es menos rara que la sustancia cerebral. ¿A quién de nosotros no le ha ocurrido infinitamente más a menudo tener en las manos un diario, viejo o del día, antes que una parcela, aunque fuera pequeña, de cerebro de agente de policía? Con mayor razón, sería ocioso exigir de esas oscuras y mal remuneradas víctimas del deber que, ante el primer requerimiento, puedan presentar un cerebro entero. Y, por otra parte, el hecho está allí: eran diarios.

El resultado de esta autopsia no dejará de provocar un saludable terror en el ánimo de los malhechores. De aquí en más, ¿cuál será el atracador o el bandido que vaya a arriesgarse a hacerse saltar la tapa de su propio cerebro por un adversario que, por su parte, se expone a un daño tan anodino como el que puede producir una aguja de ropavejero en un tacho de basuras? Quizás, a algunos demasiado escrupulosos pueda parecerles en cierta manera desleal recurrir a semejantes subterfugios para defender a la sociedad. Pero deberán reflexionar que tan noble función no conoce subterfugios.

Sería un deplorable abuso acusar a la Prefectura de Policía. No negamos a esta administración el derecho de munir de papel a sus agentes. Sabemos que nuestros padres marcharon contra el enemigo calzados con borceguíes también de papel y no ha de ser eso lo que nos impida clamar indomable y eternamente, si es necesario, por la Revancha. Pretendemos solamente examinar cuáles eran los diarios de que estaba confeccionado el cerebro del agente de policía.

Aquí se entristecen el moralista y hombre culto. ¡Ah!, eran La Gaudriole, el último número de Fin de Siécle y una cantidad de publicaciones algo más que frívolas algunas de ellas traídas dé Bélgica de contrabando.

He ahí algo que aclara ciertos actos de la policía, hasta hoy inexplicables, especialmente los que causaron la muerte del héroe de este asunto. Nuestro hombre quiso, si recordamos bien, detener por exceso de velocidad al conductor de un coche que se hallaba estacionado, y el cochero, queriendo corregir su infracción, sólo atinó, lógicamente, a hacer retroceder su coche. De allí la peligrosa caída del agente, que se hallaba detrás. No obstante, recobró sus fuerzas, luego de unos días de reposo, pero, al ser intimado a recobrar al mismo tiempo su puesto de servicio, murió repentinamente.

La responsabilidad de tales hechos atañe indudablemente a la incuria de la administración policial, que en adelante controle mejor la composición de los lóbulos cerebrales de sus agentes, que la verifique, si es menester, por trepanación, previa a todo nombramiento definitivo; que la pericia médico-legal sólo encuentre en sus cráneos... No digamos una colección de La Revue Blanche y de Le Cri de Paris, lo cual sería prematuro en una primera reforma; tampoco nuestras obras completas: a ello se opone nuestra natural modestia, tanto más que esos agentes, encargados de velar por el reposo de los ciudadanos, constituirían más bien un peligro público con la cabeza así rellenada. He aquí algunas de las obras recomendables en nuestra opinión para el uso; 1) El Código Penal, 2) Un plano de las calles de París, con la nomenclatura de los distritos, el cual coronaría el conjunto y representaría agradablemente, con su división geográfica, un simulacro de circunvoluciones cerebrales: se lo consultaría sin peligro para su portador por medio de una lupa, fijada luego de la trepanación; 3) un reducido número de tomos del gran diccionario de Policía, si nos arriesgamos a prejuzgar por su nombre: Larousse y sobre todo, una rigurosa selección de opúsculos de los miembros más notorios de la Liga contra el abuso de tabaco.


PATTI SMITH

lunes, 18 de abril de 2011

POEMA A MALCOLM LOWRY/ German Cuervo









resplandeciente la copa empinada

Malcolm Lowry insaciable ante el lago del espejo

bogó su imagen los abisales vasos

las botellas el volcán ivonne

la suspicacia de las cosas en contra de uno



inútil embarcarse de marinero raso

las calles de ese pueblo

al caminar se le venían encima

adolecía de una enfermedad incurable

era un vacío de copa difícil de llenar



ante el espejo esa mañana de noviembre

bebió y bebió su imagen al descubrir su

/ verdadero rostro

¡imposible dialogar con ese gesto sin semblante!

era algo monstruoso imposible de ocultar

¡era una falla de diseño primordial! algo así

como una malformación física

¿pero cómo fue esto? ¿dónde fue ese cruce

ocasional de ríos? ¿cuáles fueron esas noches del alma?

¿dónde se quebró la clave del éxtasis para comenzar

la pesadilla? ¿los pasos en el corredor a mitad

de la noche?

ese llanto acurrucado y mudo en un rincón oscuro

¡oh! Malcolm ¡te quedaste encerrado en las

bodegas de la infancia!



¡quizá antes! ¡peor aun! esos tachones

y nubarrones grises

esa marca de indeleble estigma

es anterior al agua primera y posterior a las cenizas

esa herida no puede olvidarse el abandono de los

que ya caminan muertos no puede aplacarse con

lluvias de cerveza en las heridas esas hendiduras

ya no cierran quedan para siempre hay que

convivir con ellas

imposible cubrir ese abandono



¡oh malcolm! es fácil decirlo

esta ultima copa inundará de olvido el atroz borrón

tranquilizará al capullo amedrentado y traicionado

calmará el escozor es fácil decirlo

pero ¿cómo reparar la leche agria?



¡oh! ¡ las intercaladas copas!

esta debilidad estos ahogos de pozo oscuro

no pueden remediarse con paños tibios de whisky

con intercalados sorbos de vino ginebra o mexcal

¡oh Malcolm! ¡espirituosa sombra!



ahora

la cuesta del volcán se abre a tus pecados

también es fácil decirlo nadie tiene la culpa

pero el cielo se ha llenado de una sustancia pegajosa

y no puedes liberarte de ella

lo que sucedió nadie puede decirlo

por mucho que escriba

nada pueden tus infinitos renglones

inútiles tus proclamas al cielo solicitando alivio

(aunque sea transitorio)



esa resaca mañana de noviembre

malcolm bebió su imagen ante el espejo

con entrañable pulso

como beben los muertos

de antemano

sus flores del terror

una tras otras las copas

sin palabras



esa mañana bebió su sin piel

bebió su sin pierna

sin cadera su sin luna

bebió culo de botella sin marca

corcho sin frasco

bogó de costado acostado recostado dormido

y bañándose

bebió a todos los muertos en un solo día

en una fiesta espantosa



el corazón palpitando en la botella de naufrago

sin complicados brazos o correas

con un lazo sosteniendo la escritura

de un mar borracho tejido desvelado

orín en los pantalones tambaleante Malcolm



Geoffrey Firmin el cónsul sin calcetines

el interminable el otro el mismo escrito

esa resaca de mañana del día de los muertos

tuvo que tragarse ante el espejo el lago de su imagen



ingirió caravana de carnavales y la procesión

por dentro

vomitó palabras de ira incandescente bestias

arriadas

tambaleante al fin se fue de bruces

por el hueco del espejo

y cayó en la ladera del volcán



otras sombras con el empinaban la cuesta

la lava ascendía de las profundidades

de las bodegas más oscuras

y bañaba las otras sombras

se detuvo en el pecho del volcán

avanzó y tropezó con ese mar hirviente de quejidos

¡quiénes son ellos? ¡ya no más por favor! ... las

voces al oído

aceite hirviendo vomita el teléfono en la oreja

el monólogo de torso cornudo

la crucifixión de caballos blancos

esa luz violeta en interminables madrugadas

no había más remedio que empinar hasta el cráter

pero por más que empinara el codo el pecho la luna

siempre quedaba una queja

una estela de humo negro de largo aliento

no quedaba más remedio que colmar

el tubo digestivo del volcán

¡oh! tú malcolm ¡espirituosa sombra!

¡detente por favor malcolm!

¡esa copa no la vas a llenar nunca!





GERMAN CUERVO
Libros publicados:

LOS INDIOS QUE MATO JOHN WAYNE (cuentos)
Oveja Negra 1985

HISTORIAS DE AMOR, SALSA Y DOLOR, ANTOLOGIA DE CUENTOS DE ESCRITORES SALSÓMANOS
Cuervo Editores 1989

EL MAR (novela)
PLaza y Janes 1994

EL VIENTO EN LA BALANZA (Poemas)
Premio de poesía Jorge isaacs 2006

EL SOFA (poemas)
editorial "Perro que ladra"

lunes, 11 de abril de 2011

La propiedad intelectual en la nueva era digital








Por: Javier Villate




Uno de los temas que más preocupación ha suscitado entre vuestras aportaciones ha sido el de la propiedad intelectual en el ciberespacio. No quisiera acabar esta asignatura sin contribuir con unas notas críticas sobre el asunto.



La propiedad intelectual se desglosa, generalmente, en tres regulaciones diferentes: los derechos de autor (o copyright), las patentes y las marcas comerciales. Algunos incluyen, también, los secretos comerciales. Me voy a referir solamente al primero, a los derechos de autor, con el fin de no hacer excesivamente largo este texto.



Andrew Shapiro ha definido internet como "una gigantesca máquina de copiado"1. Muchos autores dicen que internet representa la muerte de los derechos de autor. Todos destacan, una y otra vez, que, con internet y las tecnologías digitales, ha surgido una realidad completamente nueva con la que nunca antes habíamos tratado: por primera vez en la historia, la tecnología permite realizar copias perfectas, idénticas al original, y distribuirlas masivamente sin apenas costes económicos. Más aún, permiten modificar los originales con casi total libertad. Esta situación es vivida por los autores y por la industria de los contenidos como una terrible amenaza.



Las respuestas que se han presentado para hacer frente a esta nueva realidad van desde un extremo al otro. Las industrias discográfica, cinematográfica y editorial, así como las asociaciones de autores, artistas y escritores están presionando para que se aprueben leyes que extienden el alcance de los derechos de autor reconocidos en las legislaciones vigentes. Otros propugnan la abolición de los derechos de propiedad intelectual2. Mientras tanto, tanto en la Unión Europea como en Estados Unidos se aprueban directivas y leyes que refuerzan los derechos de autor y restringen, severamente en ocasiones, las libertades de los individuos.



¿Qué son los derechos de autor? La concepción norteamericana y la europea



Generalmente, se entiende por derechos de autor aquellos derechos del autor para controlar el uso que se hace de su obra. Pero no existe una idea uniforme sobre el alcance y el contenido concretos de esos derechos. Las tradiciones anglosajona y europea conciben esos derechos de forma distinta. Mientras en el mundo anglosajón predomina una concepción utilitarista de los derechos de autor, en Europa se ha adoptado un enfoque que los concibe como derechos de la persona. Aunque creo que ambas concepciones aportan ideas y propuestas valiosas, no ocultaré mi preferencia por el enfoque utilitarista.



La Constitución de Estados Unidos, en su artículo I, Sección 8, cláusula 8 atribuye al Congreso la facultad de "promover el progreso de la ciencia y las artes útiles, garantizando por un tiempo limitado a los autores y a los inventores un derecho exclusivo sobre sus respectivos escritos y descubrimientos". Para mayor abundancia, varias sentencias de la Corte Suprema de aquel país han reafirmado este principio, como lo hizo, por ejemplo, en el caso Fox Films vs. Doyal: "el único interés de los Estados Unidos y el objetivo principal por el que se otorga el monopolio [del copyright] consiste en los beneficios generales obtenidos por el público gracias al trabajo de los autores". Esta ha sido la base conceptual sobre la que se han promulgado las leyes de copyright en ese país.



Es muy importante comprender cabalmente lo que dice la Constitución estadounidense. Es el Congreso el que otorga unos derechos limitados a los autores para promover el bienestar social, permitiendo que aquellos gocen de incentivos para desarrollar su creatividad y ponerla a disposición del público. No se trata, pues, como postula la tradición europea, de que exista un derecho natural de los autores a la propiedad de sus obras que la ley deba limitarse a reconocer. En su lugar, el copyright estadounidense es, más bien, una negociación entre los autores y la sociedad, por la cual esta última concede a los primeros un monopolio temporal y limitado para controlar y explotar sus obras, con la esperanza de que así florezca la cultura y el arte.



En la jurisprudencia estadounidense la doctrina del "uso legítimo" (fair use) ha adquirido un gran desarrollo. Cumple la función de buscar un equilibrio entre los derechos de los autores y los de los ciudadanos. El "uso legítimo" autoriza a los usuarios a utilizar obras con copyright siempre que no perjudiquen la explotación económica de las mismas por parte de los autores. Entran dentro del "uso legítimo", por ejemplo, las copias realizadas para uso privado y no comercial. La doctrina del "uso legítimo" toma en consideración cuatro factores: la finalidad y la naturaleza del uso (comercial o no lucrativo), la naturaleza de la obra, la calidad y sustancia de la parte utilizada en relación al conjunto de la obra y el efecto de su uso en el mercado potencial.



Este "uso legítimo", junto al periodo de tiempo limitado de los derechos de autor y la doctrina de la "primera venta"3 representan limitaciones a los derechos de autor.



J.A.L. Sterling ha resumido las principales diferencias entre los derechos de autor europeos y el copyright norteamericano:



1.Se dice que el sistema de copyright está fundamentado básicamente en consideraciones económicas, mientras que el sistema de derechos de autor está vinculado a un concepto de derecho de la personalidad.

2.En el sistema de copyright, es posible que el autor sea tanto una persona física como jurídica, mientras que en el ámbito de los derechos de autor se entiende que se trata siempre de una actividad surgida de una persona natural.

3.En el sistema de copyright el reconocimiento legal de derechos morales del autor ha tenido un lento desarrollo. En cambio, en el sistema de derechos de autor, los derechos morales ocupan una posición preeminente y existe una tradición de alto nivel de protección de tales derechos.

4.La fijación en forma material de la obra es generalmente esencial en el sistema de copyright. En el de derechos de autor no es, en cambio, precisa para la protección de la obra.

5.Cuando se trata de obras cinematográficas, en el sistema de copyright el propietario inicial del copyright puede ser una persona jurídica --por ejemplo, una compañía productora--, pero en el sistema de derechos de autor tienen que ser las personas que han contribuido a la creación de la obra.

6.En el sistema de copyright el empresario puede ser el inicial propietario del copyright, mientras que en el de derechos de autor, la regla general es que el empleado es el inicial propietario del derecho de autor, aunque pueda este ser cedido, mediante contrato, al empresario.

7.No es normal en el sistema de copyright que los contratos contengan previsiones muy detalladas sobre la publicación, mientras que tales regulaciones pormenorizadas son regla en el sistema de derechos de autor.

8.En cuanto a los derechos conexos a los de autor, en Estados Unidos solo los trabajos originales de autor se protegen mediante copyright. Los derechos conexos gozan de una protección minorada o incluso, a veces, de ninguna en especial. En el sistema de derechos de autor, en cambio, está generalmente clara la distinción entre derechos de autor en las obras de creación y los derechos conexos o vecinos de los ejecutantes, productores de fonogramas, productores televisivos u otros4.

Lo cierto es que muchas de esas diferencias son más teóricas que prácticas. De hecho, aunque se mantienen las discrepancias entre ambas concepciones, también se ha ido dando un proceso de convergencia en algunos aspectos, mientras que las aplicaciones prácticas de enfoques distintos no han dado como resultado divergencias serias.



Los derechos de autor en Europa continental se han desdoblado siempre en derechos morales y derechos patrimoniales5. Los primeros incluyen:


•el derecho de publicación: el autor puede escoger cuándo divulgar su trabajo al público;

•el derecho de atribución: el autor tiene el derecho de estar asociado con el trabajo como su autor, y

•el derecho de integridad del trabajo: el autor tiene el derecho de oponerse a cualquier modificación de su trabajo.

En la legislación de Estados Unidos no existe nada parecido a los "derechos morales", pero se han dado algunos movimientos hacia algo parecido a su aceptación.



En cuanto a los derechos patrimoniales podemos distinguir cuatro categorías :



•derecho de reproducción: es el derecho de autorizar o de prohibir la fijación de un trabajo en un medio tangible;

•derecho de transformación: el autor tiene el derecho de autorizar la traducción, adaptación, arreglo o cualquier transformación de su trabajo;

•derecho de distribución: permite al autor controlar la forma en que está disponible su trabajo al público, ya sea por venta, regalo, arrendamiento o préstamo, y

•derecho de comunicación pública: el autor controla la comunicación directa, o la comunicación en ausencia de cualquier medio tangible, de su trabajo al público.

En la legislación española también se contemplan excepciones a los derechos de autor: la copia para uso privado; la reproducción en procedimientos administrativos o judiciales o para uso privado de invidentes; las citas y reseñas de obras ajenas para fines docentes o de investigación; la reproducción de trabajos sobre temas de actualidad difundidos en los medios de comunicación, y la libre reproducción y préstamo que se realiza sin fines de lucro por los museos, bibliotecas, fonotecas, hemerotecas o archivos, de titularidad pública o integrados en instituciones de carácter cultural y científico, siempre que se realice "exclusivamente para fines de investigación". Las mismas instituciones y otras de carácter cultural, científico o educativo sin ánimo de lucro, así como algunas instituciones docentes están autorizadas para reproducir obras sin necesidad de que satisfagan ninguna remuneración7.



Si comparamos las excepciones de "uso legítimo" de la jurisprudencia estadounidense y las contempladas por la legislación española --muy similares a las existentes en otros países de Europa continental--, podemos ver la mayor flexibilidad permitida por la doctrina norteamericana, más dinámica y menos rígida que la europea.



La inclusión, en Europa, de los derechos de autor como "derechos de la persona", por simple que parezca a primera vista, es algo que me parece muy controvertido.



La idea misma de los "derechos humanos" --y en algunos casos se ha llegado a incluir los derechos de autor entre ellos-- parte de una concepción naturalista. Son como "derechos naturales" que, en lugar de ser otorgados por Dios, nacen con la persona por el mero hecho de ser tal: de hecho, según la ley española, los derechos de autor nacen del acto mismo de la creación. Esta idea de derechos que nacen con la persona es realmente misteriosa. Una reiterada retórica al respecto nos ha familiarizado con esta idea y, de hecho, la aceptamos como algo también natural. Pero si hay algo que no es "natural" son los derechos. Todos ellos son productos históricos y resultado de la lucha por la dignificación de la vida humana. Cuando la Constitución española, por ejemplo, dice que "se reconocen y protegen los derechos" está basándose en una presunción naturalista de los derechos, como algo preexistente que el texto constitucional "reconoce". Pero, en realidad, esta retórica oculta el hecho de que son derechos construidos por la dinámica social, por las luchas de diferentes sectores sociales como parte de ese esfuerzo por dignificar la existencia humana. En definitiva, son creaciones humanas, creaciones históricas. Si, por ejemplo, tal y como se interpretan los "derechos morales" de autor, estos son inalienables, irrenunciables e imprescriptibles, en realidad no lo son por naturaleza, sino porque así lo han decidido nuestras sociedades. Al ocultar esto, se oscurece la verdadera naturaleza de los derechos en general, y de los derechos de autor, en particular. Podemos decidir que los derechos de autor son derechos de la persona, inalienables, irrenunciables e imprescriptibles, como también podemos decidir que, en la tradición norteamericana, son derechos utilitarios, monopolios otorgados, bajo ciertos límites, a los autores sobre el uso de sus obras para beneficio de la sociedad en general.



Una u otra concepción puede conducir a resultados diferentes. Aunque, como he dicho, tanto la ley y la jurisprudencia de Estados Unidos como la legislación europea conducen, con frecuencia, a resultados similares, sostengo que esto está siendo así, no tanto debido a una supuesta indiferencia teórica, sino por el éxito de la presión legislativa de los intereses de la industria cultural. La concepción utilitarista de los derechos de autor ofrece, en mi opinión, un enfoque más acorde con la realidad de estos derechos y posibilita un mejor equilibrio entre los intereses de los autores y los intereses de la sociedad en general. Así mismo, mientras que la concepción naturalista favorece una concepción dogmática de estos derechos, "que nacen con la persona", la concepción utilitarista nos permite adoptar un enfoque más dinámico que busque nuevos equilibrios en las situaciones nuevas. Y esto es, precisamente, lo que necesitamos en la era de la información digitalizada.



Consideremos, por ejemplo, las excepciones contempladas en la concepción europea de los derechos de autor y la doctrina del "uso legítimo" de la concepción norteamericana. Las excepciones contempladas en esta última tienen una clara justificación: son permitidos aquellos usos de las obras que (a) no perjudiquen el mercado potencial del autor o (b) sean necesarias para el progreso de la cultura y del arte. La Constitución y las leyes norteamericanas no ofrecen un catálogo de "usos legítimos", sino un criterio para su establecimiento. De este último se ocupan los jueces, la jurisprudencia. La aplicación de aquel criterio de "uso legítimo", basado en la Constitución, permite el análisis caso por caso, tomando en consideración los factores e intereses que deben equilibrarse en concreto. Esto mismo permite abordar las situaciones nuevas --como las presentadas en internet-- con una mayor flexibilidad.



Por el contrario, las excepciones de los derechos de autor europeos se incluyen como un catálogo en las leyes, un catálogo fijo e inalterable mientras no se modifiquen las mismas leyes. Es un enfoque más estático y dogmático, pero posiblemente inevitable. Porque ¿cuáles son los criterios que fundamentan esas excepciones? Personalmente no he sido capaz de descubrirlos ni por mí mismo ni por boca de otros. Siendo los derechos de autor, en la concepción europea, un derecho de la persona, las excepciones a los mismos solo podrían proceder de otros derechos de la persona. Por ejemplo, el derecho a la libertad de expresión tiene limitaciones claras y bien fundamentadas: son aquellas que vienen dictadas por los conflictos con otros derechos igualmente constitucionales, como el derecho a la intimidad personal, el derecho al honor y el derecho a la propia imagen.



Por ejemplo, ¿por qué deben detenerse los derechos de autor, en cuanto derechos de la persona, en las puertas de las bibliotecas, cuando estas copian y prestan libros sin ánimo de lucro? ¿Cuál es el derecho de la persona que está limitando, en este caso, a los derechos de autor? No conozco la respuesta. ¿Por qué los derechos de autor se detienen cuando uno hace una copia privada para su propio uso? ¿Cuál es el derecho de la persona que está limitando los derechos de autor en este caso? Tampoco conozco la respuesta. Tengo para mí que la concepción europea de los derechos de autor es inconsistente.



No quiero terminar este punto sin llamar la atención sobre las inconsistencias de los legisladores de ambos lados del Atlántico. Una de las expresiones más flagrantes de esas inconsistencias se encuentra en las sucesivas extensiones de los periodos de tiempo en que los derechos de autor siguen en poder de sus titulares.



Fue en la Francia revolucionaria donde surgieron los derechos de autor. En 1791 se promulgó la primera ley de derechos de autor. Según la misma, estos derechos pertenecían en propiedad al autor durante toda su vida y por cinco años más a sus herederos y derechohabientes. Después, las obras de los autores pasaban al dominio público. Desde entonces, ese periodo no ha dejado de aumentar, hasta que, en la actualidad, en Estados Unidos y en Canadá, están vigentes 50 años después de la muerte del autor, y en Europa, hasta 70 años después. ¿Qué sentido tiene esto? ¿A quién se pretende beneficiar? ¿A una persona muerta o a los verdaderos propietarios de los derechos? Porque, he aquí otra inconsistencia, generalmente los derechos no pertenecen, de facto, a los autores, sino a las casas discográficas, a los estudios cinematográficos, a los editores, etc. ¿Pero no eran derechos "inalienables, irrenunciables e imprescriptibles"? Algo que es irrenunciable e inalienable no se puede vender ni ceder. Pero los derechos de autor se venden y se ceden, en Europa como en Estados Unidos.



Si hiciéramos una historia de la propiedad intelectual, y de los derechos de autor en particular, comprobaríamos cómo algo que surgió con el fin de incentivar a los autores y a los inventores para promover el conocimiento, la cultura y las artes se ha ido convirtiendo, paulatinamente, en la base de una poderosa industria, en una forma de ejercer poder.



Hoy en día, los autores no son los principales beneficiarios de la propiedad intelectual, salvo unos pocos casos que confirman la regla. La mayoría de los autores, artistas, escritores y demás son explotados por la industria de los contenidos. La propiedad intelectual ya no cumple aquella misión de incentivar la creación y es una broma considerarla como un derecho de la persona. En la práctica, los intereses económicos de la industria se han impuesto tanto a la concepción utilitarista como a la naturalista de los derechos de autor y de la propiedad intelectual. En la práctica, como veremos, la propiedad intelectual es utilizada para restringir la libre competencia y la innovación. En su estado actual, los derechos de propiedad intelectual son un estorbo para el desarrollo de la ciencia y de la cultura, para el acceso de los ciudadanos a la información y el conocimiento y se han convertido en una burla trágica de sus primitivos objetivos.



Cada vez que se ha introducido una nueva tecnología, percibida por la industria de los contenidos como una amenaza para sus intereses, esta ha intentado detener el desarrollo tecnológico. Fue el caso de las fotocopiadoras, como lo fue también de los videocasetes, o como lo es ahora el de diferentes tecnologías digitales. El caso más notorio ha sido el de Napster y el software "punto a punto" (peer-to-peer o P2P)8. Los propietarios de derechos de autor no están utilizando esta institución para promover la cultura y el arte, sino para controlar y dominar la cultura y el arte.



Lo mismo sucede en otras esferas de la propiedad intelectual. Desde sus comienzos en 1876, la AT&T ha venido recogiendo patentes con el fin de asegurar su antiguo monopolio en la telefonía. Esto ralentizó la introducción de la radio en unos 20 años. De forma parecida, General Electric utilizó el control de patentes para retrasar la introducción de las lámparas fluorescentes, que eran una amenaza para las ventas de sus bombillas incandescentes9. También podríamos citar multitud de casos en el sentido contrario. Es bien sabido que Shakespeare no hubiera podido existir en la era de la propiedad intelectual, pues este genio de la cultura basó buena parte de sus dramas en obras de autores que le precedieron. O qué decir, por ejemplo, de cuando la ciudad de Nueva York se convirtió en el centro de la piratería mundial del siglo XIX. Christmas Carol, de Charles Dickens, se vendía entonces en la ciudad norteamericana por seis centavos, mientras que en Inglaterra costaba el equivalente de 2,5 dólares. Ahora, Estados Unidos exige a China, Rusia y demás países asiáticos y latinoamericanos que acaben con la piratería.



La propiedad intelectual, lejos de servir a sus objetivos iniciales, está siendo utilizada para facilitar el control de las grandes compañías sobre la cultura, el arte y la innovación tecnológica. De la misma forma, los derechos de autor, en lugar de incentivar a los verdaderos autores, que apenas se benefician de los mismos, están siendo utilizados para restringir las libertades de los individuos y permitir el mantenimiento del control de las grandes compañías sobre la creación y la distribución de libros, revistas, literatura, música, cine, software y demás.


De la imprenta de Gutenberg a internet




La institución de los derechos de autor se creó a partir del surgimiento de la imprenta. No se trató de un reconocimiento de un derecho natural preexistente, sino de la respuesta que encontró la sociedad de la época ante el surgimiento de un invento tecnológico que revolucionó la producción y la distribución de información y cultura.



Los derechos de autor se adaptaron relativamente bien a la era de la imprenta por una razón: representaron una regulación de la industria editorial.



Los derechos de autor no suponían restricciones para los lectores de libros. Un lector que no tuviera una imprenta solo podía copiar libros a mano, con pluma y tinta. La arquitectura del espacio físico levantaba una barrera prácticamente insalvable para que los individuos distribuyeran masivamente copias de libros. Quienes sí podían distribuir masivamente copias de libros eran los impresores y los editores, y a es a ellos a quienes se dirigió la institución de los derechos de autor. Los lectores ordinarios de libros no se vieron afectados en lo más mínimo en sus libertades de acceso a la información. Solo aquellos que podían hacer copias masivas vieron sus libertades restringidas. Con otras palabras, la creación de incentivos económicos para los autores exigía que se regularan las libertades de la industria (impresores, editores y escritores), no las de los lectores de libros.



Además, este sistema era fácil de aplicar porque solo había un pequeño número de lugares (las imprentas) donde había que aplicarlo, y porque eso no requería de una lucha contra el público. No había necesidad de imponer penas y castigos a los ciudadanos para disuadirles de hacer algo que, de todas formas, no podían hacer: copias masivas de libros.



La era de la imprenta comenzó a cambiar hace unas décadas, cuando aparecieron las fotocopiadoras y las grabadoras de cintas de audio. Y más recientemente, con el desarrollo de las nuevas tecnologías digitales de la información y de las redes informáticas. Ahora los individuos sí pueden hacer copias masivas y pueden hacerlas, además, sin necesidad de una producción centralizada, como era la imprenta, sino de forma completamente descentralizada: cada ordenador personal es, de hecho, una imprenta. La respuesta de los magnates de la edición, de la música y del cine fue, en cada caso, la misma: trataron de poner fuera de la ley a las fotocopiadoras, después a las grabadoras de cintas de audio, después a los videocasetes y ahora tratan de estigmatizar a los internautas y a sus tecnologías como piratas del siglo XXI.



Pero se han encontrado con un gran problema. Los derechos de autor fueron en sus orígenes, como hemos dicho, una regulación industrial; ahora son una regulación que pretende restringir las libertades de los individuos.



La ley y el código en la regulación de los derechos de copia



Las nuevas leyes sobre derechos de autor



Hay quienes dicen que el ciberespacio no solo ha modificado la tecnología de copiado, sino también el poder de la ley para luchar contra la copia ilegal. Internet y el entorno digital no solo permiten hacer copias idénticas a los originales y distribuirlas masivamente con costes prácticamente nulos, sino que, además, amenazan con imponer una tarea casi imposible a los encargados de velar por el cumplimiento de la ley: localizar y castigar a quienes cometen violaciones sobre los derechos de autor. La amenaza de la tecnología contra los derechos de autor sería máxima, mientras que la protección que la ley puede ofrecer a esos mismos derechos sería mínima.



Esta es la visión de las cosas que ha conseguido imponer la industria de los contenidos y sus grupos de presión. Internet es el reino de la anarquía y de la piratería. Y si no se pone orden, editores, discográficas y estudios cinematográficos no tendrán incentivo alguno para derramar sus contenidos en el ciberespacio. Y si esto no sucede, internet no podrá ser ese fondo inagotable de información y cultura prometido.



Este discurso ha encontrado oídos receptivos. Las grandes compañías discográficas, cinematográficas y editoriales son grupos muy poderosos en todos los países del mundo. Los informes sobre "piratería" y sobre las consiguientes pérdidas multimillonarias de la industria llegan con extrema facilidad a los medios de comunicación y a los despachos de políticos y legisladores. El temor y la ignorancia hacen el resto.



En estos momentos, tanto a nivel internacional, como regional y estatal se han impuesto legislaciones draconianas que respaldan buena parte de las desmedidas pretensiones de la industria. Así ha sucedido en los nuevos tratados de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), en la directiva europea sobre derechos de autor y en la nefasta Ley de Copyright en el Milenio Digital de Estados Unidos (DMCA).



En 1995, el Departamento de Comercio de Estados Unidos elaboró el llamado Libro Blanco sobre Propiedad Intelectual y la Infraestructura Nacional de la Información. Este documento era un fiel reflejo del diagnóstico de la situación que hacía la industria y de sus propuestas para hacerle frente. Según sus propuestas, ver un libro prestado, prestar una revista, copiar noticias... convertiría a quien lo hiciera a través de las redes informáticas en un delincuente. El Libro Blanco no solo proponía perseguir la distribución de copias ilegales, sino el mismo acto de hacer sin autorización copias privadas para uso personal. Los proveedores de servicios de internet (PSIs) también serían responsables de la comisión de hechos delictivos de sus clientes y estarían obligados a supervisar las actividades sospechosas --casi todas-- de estos. El Libro Blanco eliminaba, de un plumazo, el "uso legítimo" y la privacidad de los internautas10. La industria no solo quería controlar todos los usos públicos y comerciales de sus contenidos, sino también todos los usos privados. Y el Libro Blanco aceptó esa pretensión. En concreto, proponía11:





1.Dar a los propietarios de derechos de autor un control sobre cada utilización de contenidos protegidos con copyright en formato digital, considerando que existe una violación de aquellos derechos siempre que un usuario hiciera copias temporales de contenidos en la memoria RAM de su ordenador;

2.Dar a los propietarios de derechos de autor un control sobre todas las transmisiones de contenidos en formato digital. Para ello habría que enmendar la ley entonces vigente sobre derechos de autor para que toda transmisión digital sea conceptualizada como una distribución de copias al público;

3.Eliminar los derechos de "uso legítimo" siempre que se acceda a un contenido mediante contrato privado;

4.Eliminar los tradicionales derechos de "primera venta" de los consumidores --los derechos que permiten que redistribuyas tu propia copia después de que la hayas adquirido legalmente;

5.Incorporar información de gestión de derechos de autor en las copias digitales de un trabajo con el fin de que los editores puedan registrar cada uno de los usos que una persona haga de las copias digitales, así como rastrear la localización de cada copia existente en la red y lo que se hace con ella en cada momento;

6.Proteger las copias digitales con medidas tecnológicas como la encriptación e ilegalizar cualquier intento de burlar estas medidas;

7.Obligar a los proveedores de servicios de internet a supervisar las actividades de sus clientes, siendo responsables de cortar el servicio a los pillastres, así como de informar de las violaciones de los derechos de autor a las autoridades judiciales;

8.Enseñar a los niños en las escuelas el camino recto del respeto a los derechos de autor.

Estas mismas propuestas fueron enérgicamente defendidas por la delegación norteamericana en las reuniones preparatorias de los nuevos tratados de la OMPI.



Afortunadamente, algunas de estas propuestas fueron modificadas en parte o de forma importante en el proceso congresual de aprobación de la DMCA, en 1998, debido principalmente a las protestas de las compañías de telecomunicaciones y de algunos PSIs. Sin embargo, otras muchas fueron incorporadas en una ley que ha sido, y sigue siendo, enérgicamente criticada por los grupos de defensa de las libertades civiles en internet y muchos expertos en leyes y en internet.



En todo caso, esto es lo que nos espera, porque tanto los tratados de la OMPI como la directiva europea sobre derechos de autor van en la misma dirección.



Tecnología para proteger los derechos de autor en el entorno digital



Nuestro viejo conocido Lawrence Lessig se ha ocupado de este tema con su acostumbrada perspicacia. En su opinión,





El código puede, y lo hará cada vez más, desplazar a la ley como defensa principal de la propiedad intelectual en el ciberespacio. Hablamos, pues, de vallas privadas, no de ley pública. [...] No estamos entrando en una época en la que los derechos de autor se encuentren bajo una amenaza mayor que la que sufrían en el espacio real. Más bien estamos entrando en una época en que los derechos de autor podrán gozar del mayor nivel de protección desde los tiempos de Gutenberg12.

Para Lessig, la verdadera pregunta a la que ha de responder la ley no es cómo puede contribuir a proteger los derechos de autor en el entorno digital, sino si esa protección no está empezando a ser demasiado grande.



La vieja arquitectura de internet que permitía el libre intercambio de información está a punto de morir, al menos en una parte importante.



Lessig menciona los cambios introducidos en la tecnología de audio digital (DAT). Cuando una máquina se utiliza para copiar un determinado CD, se graba en su memoria un número de serie asociado con ese CD en concreto. Si el usuario intenta copiar la cinta más de un número limitado de veces, la máquina modifica la calidad de sonido de la copia de modo que, a medida que el número de copias aumenta, la calidad va descendiendo. Esta degradación de la calidad del sonido es intencionada. Antes de las DAT, la degradación de la calidad de sonido era una consecuencia inevitable de las tecnologías de copia. Con la modificación del código, se ha reintroducido una protección que ya existía y que había sido erosionada por el avance tecnológico.



Lessig sigue explicando cómo la tecnología de gestión de derechos de autor o "sistemas de confianza" puede regular lo que el usuario puede hacer con contenidos protegidos por esa tecnología. Estos sistemas pueden hacer que un libro, una canción o un vídeo digitales puedan leerse, escucharse o verse un número limitado de veces o puedan copiarse un número limitado de veces; o pueden impedir que esas copias puedan reproducirse en otro ordenador; o pueden hacer que la calidad de las mismas se vaya deteriorando a medida que se vayan utilizando; o pueden hacer que, para seguir utilizándolas, haya que pagar un precio, etc.



Esta regulación a través del código puede ser, como es fácil comprender, mucho más estricta que la regulación a través de la ley.



La cuestión más importante que plantea este nuevo tipo de regulación es la situación en que quedan los derechos de los usuarios. Hemos visto que los derechos de autor se han construido con el trasfondo de la búsqueda de un equilibrio entre los intereses de los autores y los intereses públicos. Hemos visto que las leyes europeas contemplan unas excepciones para el uso de contenidos protegidos por derechos de autor sin necesidad de autorización del propietario de estos. También hemos visto que la Constitución y la jurisprudencia norteamericanas contemplan unos derechos de "uso legítimo". Este equilibrio ha sido el fruto de un largo proceso de "negociación" entre unos y otros intereses, que ha cristalizado en un gran numero de normas legales. Todo ello es lo que ha permitido que, por un lado, los autores tengan un incentivo o una recompensa por sus aportaciones creativas al patrimonio cultural y artístico de nuestras sociedades, mientras que, por otro lado, los ciudadanos han podido disfrutar de ese patrimonio bajo unas condiciones que hemos considerado básicamente aceptables. ¿Respetará la regulación por el código esta herencia? Esta es la cuestión clave.



Y tenemos fundados temores para pensar en lo peor. Ya hemos abundado en ello. Ahora debemos subrayar que si las leyes permiten que las grandes compañías regulen a través del código lo que los usuarios pueden hacer, con toda probabilidad estaremos a punto de perder el equilibrio que ha venido garantizando el acceso y el uso de los individuos a la información y la cultura. El código privado --apoyado en los contratos de licencia y en leyes públicas que lo autorizan-- puede acabar por mercantilizar, como nunca antes, el acceso a la información y a la cultura, con puestos de peaje a cada paso. El código no tiene por qué buscar el equilibrio mencionado, no tiene por qué contener excepciones ni derechos de "uso legítimo". De hecho, sería extraño que, conocidas las propuestas de legislación que han venido haciendo las grandes compañías de la industria cultural, se detuvieran en su camino para alcanzar el control perfecto del acceso y la distribución de sus productos culturales.



¿Qué hacemos con los derechos de autor?



Richard Stallman ha sido el primer y principal promotor del software libre, creador del sistema operativo GNU/Linux y fundador de la Free Software Foundation. Esta ha sido la primera organización que se ha ocupado de los temas públicos de la propiedad intelectual. Tiene fama de purista, intransigente y extremista. Aunque hay algunas expresiones y actitudes suyas que encajan en esas calificaciones, yo creo que en general son críticas injustas. Su pensamiento es sólido, sus críticas son acertadas y sus propuestas no son en absoluto extremistas. Su insistencia en la necesidad de adoptar una postura ética ante el tema de la propiedad intelectual desconcierta e incomoda a muchos, pero es consistente. Si para algunos --para la mayoría-- el robo es algo inmoral, para Stallman, la propiedad intelectual es también algo inmoral. En su opinión, roba a los ciudadanos libertades que le pertenecen. Él critica, acertadamente en mi opinión, que los derechos de autor sean considerados poco menos que unos derechos naturales, pero considera que la libertad de copiar es algo natural en la persona humana. Sin embargo, las libertades son también, como los derechos, una construcción social.



Stallman se ha ocupado, casi en exclusiva, de la propiedad intelectual del software. Pero sus reflexiones sirven, muchas veces, para otros ámbitos.



Stallman parte de la concepción de los derechos de autor incorporada en la Constitución de Estados Unidos. No cree que exista un derecho natural o intrínseco a la propiedad de las obras intelectuales. Explica cómo los derechos de autor, tal como están codificados en los textos legales, son una construcción social, un producto o acuerdo social acerca de la mejor forma para promover la cultura en beneficio de la sociedad en general. Con otras palabras, son un medio para alcanzar un bien público. Sostiene Stallman que la actual institución de los derechos de autor ha tenido sentido durante la época de la imprenta, por las razones que ya hemos apuntado en este texto. En particular, considera que en toda negociación alguien cede algo a cambio de un beneficio. En la "negociación" histórica de los derechos de autor, los ciudadanos cedieron su libertad de copiar a cambio de que los autores pusieran sus creaciones disponibles al público. Stallman considera que este fue un buen trato, porque los ciudadanos cedieron una libertad que, en aquella época, no podían ejercer. Los lectores de libros no podían hacer copias de libros fácilmente.



Pero ahora la situación ha cambiado y la sociedad puede querer renegociar el acuerdo. De hecho, en la práctica, está diciendo que quiere renegociar el acuerdo. La mayor parte de la gente hace copias "ilegales" de contenidos si puede hacerlo y, además, no considera que esté haciendo algo inmoral. Regular los derechos de copia en la actualidad, tal y como están codificados, supondría interferir severamente en las libertades de los individuos, a diferencia de lo que sucedía en la era de la imprenta, en la que solo se regulaba las libertades de los industriales y de los autores.



Stallman considera que las personas debemos tener derecho a usar, copiar y distribuir software libremente, porque eso es bueno para todos, beneficia a la sociedad en general. No solo extiende el uso de software, sino que extiende, también, el espíritu de cooperación que toda sociedad necesita. Pero, en contra de lo que muchos piensan, Stallman no está en favor de abolir los derechos de autor en todos los ámbitos.



Varias sentencias judiciales de Estados Unidos han considerado que el software es una "obra literaria" y, como tal, puede estar sujeta a regulación de copyright. Uno puede preguntarse qué hay de literario en el código fuente y en el código objeto de un programa de software, algo que le pueda comparar a un poema de Bertolt Brecht, a una obra de Shakespeare, a una novela de Kafka o a un artículo de cualquier periodista. Todas estas obras literarias pueden cumplir varias funciones, siendo las más destacadas la información y el goce estético. Pero el código fuente y el código objeto de un programa informático no contienen información --como no sea para los propios programadores-- ni procuran un goce estético.



En un famoso discurso pronunciado en octubre de 1986 en el Real Instituto de Tecnología de Estocolmo13, Stallman se hace eco de la analogía entre el software y las matemáticas, y recuerda que nadie puede poseer una fórmula matemática. Pero al creador del software libre le parece mejor comparar el software con las recetas culinarias. Ambos son instrucciones para hacer una tarea. Las diferencias radican en que una receta es ejecutada por una persona, mientras que un programa de software es ejecutado por una máquina. Nadie puede tener derechos de propiedad intelectual sobre una receta culinaria.



En ese mismo discurso, Stallman propuso a su audiencia que imaginaran un bocadillo que cualquiera pudiera comer y, no obstante, nunca acabaría de consumirse. Tú podrías comer ese bocadillo, pero también podría hacerlo otra persona y otra y otra más, y el bocadillo siempre sería el mismo, no se consumiría ni perdería sus cualidades nutritivas. Pues bien, lo mejor que podríamos hacer con ese bocadillo sería llevarlo por todos los rincones del mundo donde hubiera personas hambrientas; llevarlo a tantas bocas como fuera posible, de forma que alimentara al mayor número de personas posible. No deberíamos ponerle un precio, porque entonces la gente no podía comerlo y el bocadillo se derrocharía.



El software, según Stallman, es como este mágico bocadillo pero mejor, porque puede estar en muchos lugares a la vez, utilizado por diferentes personas a la vez. Es como si el bocadillo estuviera alimentando a todo el mundo en cualquier parte, al mismo tiempo y para siempre. ¿Qué pensaríamos si alguien saltara y dijera que eso es ilegal o inmoral porque solo él puede decidir qué se puede hacer con el bocadillo mágico?



Bien, Stallman ha hecho aquí dos presupuestos. Uno, ha adoptado el punto de vista, no de un propietario individual, sino de la humanidad en su conjunto. Dos, ha hecho ciencia-ficción. Tal vez podemos quedarnos con lo primero y bromear con lo segundo.



El software es una herramienta para la ejecución de una tarea. No es una obra literaria. No ofrece información al público, ni tampoco le procura un goce estético. Stallman cree que el software no debería tener propietarios, cree que debería ser libre. Más en concreto, cree que el software debería poder ser utilizado con cuatro libertades básicas:





•libertad para copiar el programa y darlo a tus amigos

•libertad para modificar el programa como desees, para adaptarlo mejor a tus necesidades. Para que esta libertad sea efectiva, el usuario debe tener acceso al código fuente, porque modificar el programa sin disponer del código fuente es algo extremadamente difícil

•libertad para redistribuir copias, tanto gratis como por un precio

•libertad para distribuir versiones modificadas del programa, de tal manera que cualquier persona pueda beneficiarse de las mejoras

Con el fin de garantizar y preservar estas libertades, Stallman ideó el sistema de copyleft. El copyleft usa la ley de copyright, pero le da la vuelta para que sirva a un fin justamente contrario al original. En lugar de ser un medio de privatizar el software, el copyleft se transforma en un medio de mantener libre el software. La idea central del copyleft es que se otorga a todo el mundo libertad para usar, copiar, modificar y distribuir el programa y versiones modificadas del mismo, pero no se le da permiso para introducir restricciones propias. Quien quiera distribuir un programa con copyleft debe hacerlo bajo las condiciones estipuladas en la licencia de copyleft, así el software seguirá siendo libre.



Pero Stallman reconoce que no todos los productos intelectuales tienen las mismas características que el software. Señala que las situaciones en las que nos podemos encontrar son muy distintas. En un extremo tenemos la venta comercial de copias (de cualquier producto intelectual); en el otro extremo tenemos las copias hechas en privado. En medio hay multitud de situaciones diferentes: las emisiones de radio y televisión, la publicación en un sitio web, la distribución de copias en el seno de una organización o corporación, etc. Stallman sugiere que distingamos entre actividades que son más privadas, más cruciales para nuestras libertades individuales, y aquellas otras actividades que son más públicas y comerciales. Y sugiere que son estas últimas las más adecuadas para proporcionar algún tipo de ingreso o remuneración a los autores. Las actividades más privadas quedarían libres de restricciones.



Pero la distinción entre lo público y lo privado no siempre es nítida y muchas veces solo podemos distinguir un continuum confuso. Con el fin de ayudar a establecer esa línea divisoria, Stallman propone distinguir tres tipos de trabajo intelectual, pudiendo cada uno de los cuales buscar su propia línea divisoria. Esa categorización diferencia entre trabajos funcionales, trabajos que expresan una posición personal y trabajos fundamentalmente estéticos.



Son trabajos funcionales las recetas culinarias, el software informático, los libros de texto, los diccionarios y otras obras de consulta, todo lo que se usa para hacer bien una tarea. Para los trabajos funcionales la gente necesita una libertad muy amplia, incluyendo la libertad de publicar versiones modificadas. Lógicamente, esto debe incluir la exigencia de las acreditaciones de los autores y editores originales. Si alguien tiene una mejora que proponer en un diccionario, un libro de texto, un manual de instrucciones, una receta culinaria o un programa informático, debería tener libertad para hacer la modificación y publicar su versión mejorada --de forma gratuita o con precio--, dejando claro siempre quiénes son los autores y editores originales y de cada parte modificada. Es así como se están distribuyendo, por ejemplo, los manuales y la documentación del software de GNU.



Los trabajos que expresan una posición personal expresan experiencias u opiniones personales. Son de este tipo los ensayos (literarios, filosóficos, científicos, etc.), las ofertas comerciales, las memorias, las reseñas y comentarios de libros, películas o restaurantes, etc. En fin, todo aquello que dice lo que uno piensa o quiere o desea. Hacer copias modificadas de estos trabajos carece de sentido moral y de utilidad. No hay razón para que la gente deba tener libertad para publicar versiones modificadas de estos tipos de trabajos. En este caso, podemos considerar la idea de que la libertad de distribuir copias solo debe aplicarse en algunas situaciones; por ejemplo, limitadas a la distribución no comercial.



Por último, los trabajos estéticos tienen como valor de uso principal proporcionar un goce estético, lo que les hace ser apreciados. Son las novelas, las obras de teatro, los poemas, las pinturas, la música, el cine, etc. No son funcionales y, por tanto, la gente no tiene necesidad de modificarlos y mejorarlos. Pero su distribución podría regularse siguiendo el ejemplo de la música: se permiten los arreglos y la reproducción de una canción, pero hay que pagar por hacerlo, aunque no es necesario pedir permiso. Quizás las publicaciones comerciales de estos trabajos, sean modificadas o no, si van a ganar dinero con ello podrían tener que pagar alguna tasa. Pero Stallman no se atreve a proporcionar detalles al respecto.



Por último, junto a estas propuestas generales, Stallman apoya firmemente la reducción de la duración de los derechos de autor. No es de recibo que estos derechos duren toda la vida del autor y 50 ó 70 años más. La mayoría de los libros que se publican dejan de distribuirse al cabo de unos pocos años. No hay razón para que los derechos de autor se extiendan por más tiempo. Diez años serían suficientes. Tal vez el copyright de las películas deba durar más, unos 20 años, por ejemplo. Para el software, tres años sería un plazo adecuado: en ese tiempo es normal que se haya publicado una nueva versión. Mientras el software no sea libre, este sería un compromiso aceptable para Stallman. Sería conveniente, no obstante, que existiera una ley que obligara a depositar el código fuente de todo programa de software en alguna institución o entidad que hiciera de registro, de forma que, al cabo de esos tres años, el código sería hecho público.



Derechos de autor e incentivos económicos



Toda la problemática expuesta en torno a los derechos de autor en la era digital sugiere la necesidad de repensar la propiedad intelectual. El hecho de que estemos hablando de unos productos intelectuales compuestos de bits, de unos y ceros, intangibles, susceptibles de ser copiados masivamente y con la misma calidad que los originales, distribuidos y transmitidos por una red global... todo eso debería obligarnos a pensar que un sistema ideado para una realidad completamente diferente puede haber dejado de ser adecuado. Esa realidad diferente, ya lo hemos reiterado aquí en muchas ocasiones, era de la productos tangibles, cuya posibilidad de ser copiados estaba reducida a unos pocos editores, cuya distribución estaba concentrada en puntos muy localizados y cuyo acceso era siempre de unidades discretas y diferenciadas. Ese "mundo" ha desaparecido en el ciberespacio.



Lo que está en cuestión es la institución misma de la propiedad intelectual. Más aún cuando, como hemos argumentado, su función original ha sido completamente pervertida. No solo necesitamos un nuevo "contrato social" que establezca un nuevo equilibrio entre las libertades de los ciudadanos y los derechos de los autores, sino que, además, estos últimos y la industria de los contenidos están obligados a buscar nuevos modelos de negocio.



Las casas discográficas, los estudios cinematográficos y las editoriales siguen empeñados en aplicar el viejo esquema del espacio físico al nuevo ciberespacio. Para ello se están sirviendo de nuevas leyes y nuevas tecnologías anticopia y de gestión de derechos de autor. Así, esperan poder seguir cobrando al consumidor por cada acto de compra, en lugares de compra controlados y distribuyendo unidades discretas de productos controladas e identificadas. Todo ello bien supervisado por software de vigilancia y por proveedores de servicios y por policía y por lo que haga falta. Debemos preguntarnos si es este el mundo que queremos construir en el ciberespacio y si es consistente con nuestros principios de acceso a la cultura.



Un enfoque más adecuado parece que puede ser separar, en términos generales, los derechos de autor de la remuneración de los autores. No es algo nuevo. Antes del surgimiento de la imprenta y de los derechos de autor, los autores no tenían, lógicamente, estos derechos y obtenían sus ingresos de otras fuentes. Hoy, además, los internautas muestran muy poca inclinación a pagar por los contenidos y no parecen estar muy dispuestos a dejar de copiar estos de la forma que sea, más aún cuando nuevas tecnologías convierten esta operación en algo nada costoso. La industria de los contenidos, y los legisladores, deben optar. Pueden elegir una vía que les llevará, ineluctablemente, a enfrentarse, no con empresas rivales que piratean sus productos, sino con sus propios clientes potenciales y con su electorado, convirtiendo a unos y otros en sospechosos y presuntos delincuentes. O pueden elegir un camino que permita un acceso más libre a la cultura y nuevas formas por las que la sociedad remunera a sus artistas, escritores y trabajadores intelectuales.



Internet sigue siendo un medio joven aún, en el que se están generando constantemente nuevas iniciativas, nuevas tecnologías, nuevas oportunidades para hacer las cosas de otro modo. Separar los derechos de autor de la remuneración de los autores significa seguir experimentando nuevos modelos de negocio14. Los internautas pueden no estar dispuestos a pagar por los contenidos, pero sí parecen proclives a valorar servicios de valor añadido que, en cada caso, pueden adoptar formas distintas.



Notas



1 Andrew L. Shapiro, The Control Revolution, PublicAffairs, Nueva York, 1999, p. 79

2 Un fuerte argumento contra la propiedad intelectual es sostenido por Brian Martin, Information liberation: challenging the corruptions of information power, Freedom Press, Londres, 1998. Puede descargarse libremente el capítulo 3 en http://danny.oz.au/free-software/advocacy/against_IP.html.

3 Según esta doctrina, los derechos de autor sobre un ejemplar (copia) de su obra expiran a partir de la venta del mismo. De esta forma, una persona que haya comprado un libro, por ejemplo, tiene derecho a regalarlo, prestarlo, revenderlo, etc., y el autor no puede impedírselo ni recibir compensación económica por ello.

4 Citado en Santiago Muñoz Machado, La regulación de la red: Poder y derecho en Internet, Taurus, Madrid, 2000, pp. 206-207.

5 Olivier Hance, Leyes y negocios en Internet, McGraw-Hill Interamericana Editores, México D.F., 1996, pp. 88-90.

6 Íbidem, pp. 88-90.

7 Santiago Muñoz Machado, op. cit., p. 197-198.

8 Véanse mis artículos "Napster, Gnutella... y la tercera revolución de Internet", en.red.ando, 5/07/2000, http://enredando.com/cas/enredantes/enredantes79.html, y "Napster y Bertelsmann buscan el futuro", en.red.ando, 23/11/2000, http://enredando.com/cas/enredantes/enredantes87.html.

9 Brian Martin, op. cit.

10 Véase el excelente estudio de Pamela Samuelson, "The Copyright Grab", Wired 4.01, enero 1996, http://www.wired.com/wired/archive/4.01/white.paper_pr.html.

11 Íbidem.

12 Lawrence Lessig, El código y otras leyes del ciberespacio, Grupo Santillana de Ediciones, Madrid, 2001, pp. 229-262.

13 Richard Stallman, "Speech in Sweden", 30/10/1986, http://www.fsf.org/philosophy/stallman-kth.html. Muchos textos de Stallman se encuentran en el sitio web de la Free Software Foundation (http://www.fsf.org) y en el de GNU (http://www.gnu.org). Algunos de ellos están traducidos al español.

14 Véanse los artículos citados en la nota 8.

Para citar este artículo: Villate, Javier, 2001, "La propiedad intelectual en la nueva era digital". Disponible en el ARCHIVO del Observatorio para la CiberSociedad en http://www.cibersociedad.net/archivo/articulo.php?art=40