lunes, 21 de enero de 2013

GERMAN OSSA ENTREVISTA A OMAR GARCÍA RAMÍREZ





GERMAN OSSA
(GEROSS)
ENTREVISTA A:
OMAR GARCÍA RAMÍREZ



La obra poética y literaria de Omar García Ramírez, es de obligada referencia cuando se trata de hablar de la literatura del  Eje cafetero. Periférica, underground, experimental y contestataria; esta obra no encaja en los códigos del mainstream; tal vez, el escritor ha tocado demasiados puntos negros, tal vez el autor ha llevado algunos elementos de su literatura  hasta límites que no son bien asimilados por el establecimiento cultural. Él, a su manera, ha hecho su andadura: tres premios literarios regionales; dos reconocimientos nacionales; cinco libros publicados; seis obras inéditas, listas para salir a buscar su camino y decenas de artículos polémicos en la web, lo posicionan como un personaje en las fronteras externas de la literatura bien pensante o políticamente correcta. Algunos, lo califican de ácrata y hasta panfletario ––cosa que él no niega del todo––, pero cuando se profundiza sin prejuicios en algunas de sus trabajos, se puede ver más allá del slogan, algo que conecta con la verdadera poesía. Una poesía llena de humor acido, corrosivo y negro; una poesía hecha de desencanto pero también de humanismo. Una poesía autocrítica y en constante revisión, una obra que se aborda como trabajo de escritura sobre la condición postmoderna del poeta en tiempos de guerra, de alienación global, de ciertos oscurantismos virtuales.
De alguna manera, su obra ha sido ocultada, solo se publica de vez en cuando, algo del “fast food” de la primeras épocas; pero su verdadero trabajos de fondo, los de buceo a pulmón limpio siguen casi inéditos. Están, sin lugar a dudas, en la cazuela sonde se preparan los platos fuertes de la literatura colombiana. No vamos a utilizar la manida frase de: “el secreto mejor guardado de la literatura colombiana” (utilizada por editorialistas y panegiristas de talentos que, algunas veces, están muy sobredimensionados) porque de su valía saben muchos, enemigos y amigos; pero sí sabemos que es uno de los autores más ocultados y de cierta manera destinados a una reserva fronteriza de los talentos que no merodean la feria de las vanidades; uno de los autores colombianos que se mantiene en calidad de outsider ya que el oficio de trepa, obsecuente y snob no va bien con su talante. Omar García Ramírez, no solo escribe poesía, investiga la forma de hacerla nueva y vigorosa, mediante las técnicas que van desde el cuento policiaco, el pastiche cultural y el collage.
Alguien dijo de vanguardias extinguidas; Omar García Ramírez siempre ha estado en la vanguardia, aunque sus moldes literarios pudieran ser clásicos. Es un escritor que rompe las fronteras y sale como los buenos salvajes en busca de su propia verdad.  En un país en donde la mayoría de la poética tiene el acento burocrático, narcótico y provinciano del lirismo para públicos dormidos; la obra de Omar García Ramírez supone un choque de alto voltaje, una pesadilla de fuego denso, una carrera a campo traviesa, trago fuerte en una taberna peligrosa; Un paseo por los límites portuarios de ciudades afectadas por la gangrena del odio, bajo torrenciales aguaceros purpura.
Aquí el salvaje, el polémico, el beduino obscuro, el poeta.

G.O.


G.O.––Los libros “La Balsa de la Medusa”, “Sobre el Jardín de las Delicias” y “Urbana Geografía Fraterna” Componen tres etapas de su obra literaria. ¿Cómo definirías esos trabajos literarios?
O.G.R.––Sí, comenzando por “El jardín de las Delicias”, siguiendo con “Geografía fraterna” y terminando con “La Balsa de la Medusa”; son tres obras desarrolladas y escritas en el trascurso de 20 años. La primera es una obra en donde estaban todas mis inquietudes literarias de juventud y en donde de alguna manera, plasmé algunas referencias que conectaban con las problemáticas sociales y espirituales de aquella época. “Últimos Signos” y de “Los Regresos” son poemas que de alguna manera fueron una especie de declaración de intenciones; por una parte los elementos sociales y por otra el surrealismo; la historia corta en clave poética. En “Urbana Geografía Fraterna” hablo más de la amistad y de la vida en nuestras ciudades de provincia y la compleja situación de comenzar  asumir la adultez en medio de un país caótico y bajo la sombra de la guerra. De cierta manera, nuestra generación es de sobrevivientes. Y en “La Balsa de la Medusa” se puede apreciar una obra del desarraigo y el exilio. Es una obra madura, y creo que su poesía es más ambiciosa, experimental y rigurosa. En ella los elementos puramente literarios se manifiestan estilizados y depurados.

G.O.––“La Balsa de La Medusa”, y “Altamira 2001” (la novela), las escribiste en Europa. De qué forma influyó este periplo en tu voz como escritor?
O.G.R.––Sí, algunos de los poemas de “Sobre el Jardín de las Delicias” en especial “La balada de Estocolmo” la escribí en Suecia en donde estuve una temporada en el año 93 (que fue mi primera experiencia europea); fue sentido como un dictado y la escribí en una mañana en uno de los parques cercanos al metro de la estación central de Estocolmo: Kungsträdgården (los jardines del rey).  Fue un poco extraño, pero la escribí de un tirón y luego prácticamente no corregí nada. Si alguna vez sentí algo parecido a la inspiración fue en ese momento. Después, han sido horas y días y meses de trabajo con la palabra. Aquel fenómeno no se volvió a repetir, salvo en un par de ocasiones en que pude sentir algo parecido, pero nunca fue tan claro.
En “La Balsa”, Hubo más distancia frente a los poemas relacionados con Colombia, y más cercanía con los problemas globales del exilio, que veía de manera directa todos los días. También tuve tiempo para lecturas meditadas y profundas, que crearon una especie de sedimento poético que se manifiesta en la obra. Ahora, gran parte de los poemas de “La Balsa de la Medusa” fueron escritos en España en donde residí desde el año 99 hasta el 2006. Estos poemas fueron mucho más complejos, y su elaboración más dilatada ya que en ellos existen diversas maneras de afrontar el hecho poético, desde los elementos formales y clásicos, hasta otros medios más experimentales. Siempre quiero llevar mis textos hacia un lugar en donde se difuminen las fronteras de los géneros. No me interesan las fórmulas, me interesa la búsqueda de nuevas maneras estéticas. Algunos de esos poemas me tomaron meses terminarlos y creo que es un libro complejo, además de extenso. De cierta forma es una suma, compuesta por cinco libros cortos, cada uno con un estilo bien definido. Van desde la parodia teatral, hasta el monólogo interior, pasando por relato hard boiled emparentado con la novela negra.
Luego la novela “Altamira 2001” la había comenzado a escribir en Bogotá, pero la había dejado por un tiempo largo y en España la retomé y finalicé en un año. Es una novela en clave de humor negro que recrea una etapa de mi vida y mi juventud. De cierta manera es una especie de bildungsroman. Esa novela la envié a concursar desde España y gano el premio nacional de novela ciudad de Pereira. En el año 2001.




G.O.––Sé que a la par de tu viaje de escritor, desempeñaste una serie de trabajos agrarios temporales. ¿Cómo fue esa experiencia?
O.G.R.––Mire los callos y las cicatrices de estas manos; hice la vendimia en Languedoc-Rosellón en el sur de Francia; la campaña de la manzana en Martigny Suiza; la recolección de la fresa a en Myolby  Suecia, y la de la naranja en Huelva el sur de España. He sido jornalero y temporario, le cuento que fueron momentos de mucha vitalidad y de experiencia;  aire puro y sol; claro, también trabajo duro, a lado de nativos e inmigrantes de todas la latitudes. Eso de una parte; de otra parte he sido albañil, pintor, decorador, cartomancista, profesor de artes de verano, dibujante en películas de dibujos animados y he desempeñado media docena de oficios fabriles en tiempos luminosos del verano y en épocas frías y de bruma. Eso me sirvió para moverme,  hacer la economía del viaje y conocer regiones y países, inmerso en la lucha cotidiana por el pan. Esa es la vida de los emigrantes de todo el mundo.


G.O.––¿Qué leías en esa época en España?
O.G.R.––Estuve un tiempo viviendo en "La latina", "Sol", y "Arguelles", luego en el sector de Aluche; allí cerca había una hermosa biblioteca pública . Tenían una estupenda colección de literatura y en especial de poesía; además  docenas de revistas literarias; muchos de los autores que leí en aquella época fueron descubrimientos y otros fueron confirmaciones y relecturas de estudio; algunos abordajes a tareas postergadas. Entre varios recuerdo: Joyce, Milan kundera, Saint-Jhon Perse, Ferdinand de Celine, Malraux, Maurois, Steinbeck, Rimbaud, Miller, Cortazar, Fogwill, Bokowski, entre otros.

G.O.––¿Por qué después del premio a “La Balsa de la Medusa” decides publicarla en internet?
O.G.R.––Bueno, yo había publicado una buena parte de esos poemas en internet, pero después del reconocimiento de la revista “Prometeo” de Medellín en el 2008, saqué dos ediciones en rustica que rápidamente se distribuyeron. No vendí; regalé para ser más exactos y después decidí colgarlos en la red bajo la licencia creative commons. Considero que la poesía debe estar disponible para quien desee e leerla. Una tirada de 500 o de mil ejemplares, que es lo que suele editarse en Colombia, no llegarían al público que yo quería. Además, la obra fue propuesta a varias editoriales, pero en nuestro país, a las editoriales no les interesa la poesía; mucho menos si esta poesía no tiene la facultad de enternecer señoras otoñales o para engrosar las selecciones de florituras de ciertos periódicos.
“La Balsa de la Medusa” tiene poemas complejos. Asimilar algunos de aquellos poemas no es fácil para un mundo editorial, en donde lo comercial ha marcado y sigue marcando la pauta. De otra parte, siempre me ha parecido un poco mezquina la actitud de algunos poetas consagrados quienes no tienen casi nada publicado en la red. La literatura debe estar disponible para los lectores de un país pobre y casi miserable como lo es el nuestro, de forma gratuita. Sobre todo, si se trata una literatura que como en el caso de mi poesía no tiene espacio editorial. Mi poesía ha aparecido en un par de antologías y en algunos periódicos. Pero su fuerza y su mayor difusión está en la web. Paginas argentinas, brasileñas, portuguesas, mexicanas y españolas, tienen un amplio repertorio de mis poemas. La poesía en Colombia, debería ser donada en usufructo o regalada, como dijera el gran León de Greiff, y eso no es demagogia. Lo más curioso es, que quienes se oponen a ello, son los que disfrutan de las becas, las subvenciones y las embajadas culturales; los que juegan en las bolsas de las burocracias corruptas; los que ofician en los sanedrines culturales de la republica. Yo, que no recibo un peso por ello, sostengo que la poesía es alimento espiritual de los pueblos sedientos.

G.O.––He escuchado sottovoce, rumores y comentarios en donde  a usted se le califica de panfletario. ¿Qué tiene que decir sobre ello?
O.G.R.––El libelo y el panfleto son la guerra florida del escritor. De vez en cuando hay que salir como los guerreros centroamericanos, con los rostros pintados de achiote y la sonrisa del jaguar.
El mundo, la sociedad, los elementos culturales que rodean al escritor en estos países tropicales, son de una zafiedad y crueldad tan basta, que la sátira en la literatura es una de las armas de  defensa del escritor airado. Pero sé distinguir, claro está, este tipo de ejercicios retóricos, políticos,  enfáticos y críticos, de la verdadera obra poética. Quienes quieren echar todo en el mismo saco, son casi siempre, algunos personajes tocados por los venablos certeros del poeta en pie de guerra; uno que otro malandrín que se escudan detrás de una falsa decencia y  también, escritorzuelos de media petaca que nunca miran con buenos ojos la libertad del ácrata. Esos señores que tienen alquilado su sombrero y su cerebro a un feudal metropolitano. La estética del panfleto se confunde con la ironía y la sátira; es, si se quiere, un género menor, pero que ejercido con destreza, causa escoriaciones y laceraciones que ciertas pieles delicadas no soportan; sobre todo, las de los que siempre han vivido a la sombra del establecimiento, ––Esos que yo llamo “los Amenizadores”––. Cuando ven a un escritor de piel curtida por el sol de la libertad, inmediatamente sufren un desvanecimiento como señoritas frente al troglodita que viene a desflorarlas.

G.O.––Su escritura poética tiene un marcado acento marginal y periférico, aunque en algunos momentos, ha permeado la crítica académica, su trabajo, es por así decirlo un animal raro que no encaja en el canon. ¿Cuál es su relación con la academia?
O.G.R.––Mi relación con la academia es la que sostengo con todos los gremios de nuestra sociedad, ni más ni menos. Me relaciono con gente abierta, librepensadora y sin corsés ideológicos. En todo segmento social y cultural existe gente de lo más interesante y noble en el buen sentido de la palabra. Personas y maestros que sin ser obsecuentes ni epígonos de ninguna verdad establecida, son generosos en la crítica y severos en las observaciones del arte literario; además de inspiradores y orientadores de los jóvenes talentos. De la misma manera, existe la canalla ilustrada de refinadas costumbres. Los conozco mucho, los he tratado demasiado. La verdad en algún momento nuestra relación es de mutuo desinterés. He tratado de acercarme a muchas instancias literarias que emanan del Alma mater ––es decir su producción y sus revistas––; pero la verdad están tan llenas de clisés, de corrección, de rigidez, aridez y de idiotez, que nunca me han seducido y mucho menos conquistado. Prefiero mil veces las aberraciones de un poeta librepensador y de espíritu abierto, a las disertaciones engoladas y barrocas de estos escritores domadores de conciencias. Además muchos de ellos piensan que todavía estamos en el siglo XV, no se han dado cuenta que estamos en la era de la conciencia planetaria y que afortunadamente la llave de la caja de pandora ha sido entregada a los hombres sedientos de sabiduría. Esa censura velada que en el pasado ejercían, esa mutua fornicación de familia sindiasmica, cuya mayor señal es el mutuo elogio con espíritu de cuerpo funcionaril; esa forma cuasi-papal de repartir bulas, admoniciones, bendiciones y baratijas a la que estaban tan acostumbrados, hoy en día; queda en evidencia y se hace más patética. Para terminar, te puedo decir mi estimado amigo, que la academia en algunos momentos, me parece un burdel muy animado, exquisito y simpático.

G.O.––En algún momento he observado en tus textos más críticos, una mezcla de estilo que va desde el ensayo hasta el poema de sal gruesa ––como dicen los españoles––, pasando por formas abreviadas del cuento y la sentencia. ¿Crees que el internet de alguna manera favorece nuevos formatos híbridos y en general, la literatura mínima en internet, qué futuro tiene?
O.G.R.––Creo que es una observación acertada, en internet se abren múltiples posibilidades para el poema, el cuento y la nouvelle; la literatura de dimensiones reducidas, la short history, el ensayo. La mezcla de los géneros es de obligatoriedad; se hace condición sine qua non. Además el poema que me interesa es el que de alguna manera rompe los cánones, se sale de las fronteras trazadas por la gente cuadriculada de la hablábamos hace unos momentos. Es un territorio comanche para la experimentación y sin lugar a dudas, sale ganando la literatura. El link, el hiper-texto, las suma de la imagen, el video, las arboladuras rizomáticas del idioma, y la música que se pueden integrar a la obra.

G.O.––Has probado muchas formulas para dotar a tu poesía de un nuevo vigor, ¿no corres el riego de ser descalificado por no transitar los caminos de cierta, digamos, ortodoxia postmoderna?
O.G.R.–– Bueno varias cosas. Primero: Si la poesía se enmascara en un texto de apariencia policíaca, o en un texto de corte existencial; en una historia de drogas y rocanroll, en una orgía decadente; si la poesía se logra mimetizar dentro de un texto de estos, pero al final sale desnuda en su más intima y verdadera condición. Me suena, me interesa. He postulado por ejemplo la “Novela Trampa”, esa que guarda en su interior aristotélico, el secreto de la poesía; la verdadera anagnórisis sería encontrarse con ella, con la poesía. De alguna manera puede ser una forma de sobrevivencia, una trágica y teatral manera de sobrevivencia. Los cánones y las clasificaciones son buenos para la academia, esa institución de funda en la segmentación y el archivo; su estética es de Cabinet de stampes, de museo, y hasta de parque temático. Pero no creo que ayuden en la exploración conformación de nueva literatura. Ahora la ruptura, esa búsqueda cruzando trochas y senderos, para encontrar nuevas vías puede durar años y décadas. A lo mejor resulta uno perdido. Bueno hay que admitirlo, casi siempre resulta uno perdido y perdiendo.

 G.O.––Háblame un poco de la crítica. ¿Cómo ves la crítica de literatura en los media?
O.G.R.––En el campo de la crítica que tanto te interesa, voy a colocar un solo ejemplo: hace veinte años  los mejores ejemplos de critica se encontraban en los suplementos literarios o en los magazines de los grandes periódicos de todo el mundo; hoy en día, contadas excepciones, la mejor crítica literaria se encuentra en internet; hecha por lectores, escritores y por profesionales de las letras. Los magazines de impresión cosechan lo que encuentran en la gran caja del tesoro de la crítica literaria de internet y después ya sabemos: el copy & paste, pero sin citar las fuentes….Lo demás son habladurías de las editoriales y los monopolios. ¡Ah! y de uno que otro escritor muy bien pagáo, sí, de esos con libritos colgados en los stands en los malls de las grandes superficies ––un funcionario más de aquellas empresas––; uno de aquellos, que de vez en cuando, se rasga las vestiduras y llora como una verónica frente al respetable por que la gente no compra más libros. (¿Cómo van a comprar libros si no tienen con qué comer?): escritores que hacen su papelón en la comparsa y luego se queda tan tranquilos. De otra parte, vamos con la crítica; en Colombia existen, sobreviven, dos críticos de poesía, como dos ballenas varadas en la playa, los dos son bujarrones de la derecha canónica  uno está en Bogotá y el otro merodea por el territorio a la caza, no de talentos, sino de ortos canallitas, Príapos adolescentes e itifálicos y chismes de prostíbulo; el uno tiene aire de obispo embajador en el vaticano y es preferido de la cosa nostra poética de la capital, por sus maneras de té con galletitas; el otro; el otro, nunca en su vida ha escrito un verdadero artículo de literatura y que quiere para sí, la gloria del cerdo rijoso e ilustrado en los salones de Sodoma. El uno hace parte de la estructura burocrática de la patria, está en el A.D.N del frente nacional, y exige derecho de pernada para que un escritor pueda  ser “inmortalizado” en una de sus predecibles y eternas antologías; el otro se dice ilustrado y pareciera pertenecer a la Orden de la torre de Babel, por su contextura ciclópea y porque se ufana de saber veinte idiomas: unos vivos, otros muertos y otros putrefactos…

G.O.–– Bueno, bueno, dejando a un lado tan espinoso tema; hablemos de la edición: ¿Cuáles son sus prevenciones; o mejor,   tiene usted su reticencias con la edición impresa?
O.G.R.––No tengo nada contra la edición impresa, y es necesario recordarlo. Admiro el trabajo artesanal y cuidado de la edición. Mi biblioteca personal guarda un espacio generoso para ese tipo de edición. Me encanta el libro ilustrado y el comic o novela gráfica. Soy un coleccionista desde los años juveniles del libro ilustrado y creo que su verdadero encanto está en el papel. Pero en el campo estricto de las letras, el panorama es bien distinto y sobre todo desde que aparecieron las tabletas y la tinta electrónica. Es una realidad que convive con nosotros; el panorama se ha revolucionado y solo gente muy obtusa se niega a ver las ventajas. Nosotros, como inmigrantes digitales sabemos de las bondades del libro de toda la vida, y sabemos que afortunadamente, le queda mucho camino por delante; pero no por eso, se va a negar la importancia de la tecnología aplicada a la literatura, que  llegó para quedarse. Para que quede claro, no estoy en contra de las ediciones en papel. En este momento, preparo una cuidada edición impresa de “La Balsa de la Medusa” que espero salga en los próximos tres meses.  

G.O.––En muchas de sus obras veo unas profundas contradicciones entre el humanismo y la ecología. Entre la mística y el agnosticismo. Entre la poética de futuro y cierta poética del pesimismo existencialista. Aunque la mayoría de su obra gravita en las fronteras de un nihilismo obscuro, ¿Queda espacio para el optimismo?
O.G.R.––Toda obra esta echa de contradicciones. Toda obra esta echa de cambios y alteraciones. El humanismo, de cierta manera, entra en contradicción con la ecología; si partimos de la premisa de que el hombre es un ser depredador por naturaleza, su estructura social y económica triunfante es contaminante y destructora con el medio ambiente y posee una naturaleza que además de ser capaz de crear bellas obras de arte; inteligente hasta la capacidad de crear dioses; pero también es capaz de crueldades insospechadas. Entonces, mi humanismo es un humanismo crítico, autocrítico y severo con mi sociedad y con el hombre que hace parte de esa sociedad. Es verdad que los desequilibrios sociales y económicos hacen de nuestro semejante un ser vulnerable y al mismo tiempo peligroso. Entonces, en una buena parte de mi poesía, vive y palpita esa ilusión y esa fe en el hombre que se eleva hacia los ideales humanistas y de conciencia planetaria; en otra parte, se manifiesta  la idea de la destrucción, de la degradación y de aniquilamiento.
Poesía rosa nunca he escrito. Me ha tocado en suerte o en desgracia, un mundo demasiado gris y con demasiadas sombras. Pero si se me lee con atención, siempre en mi poesía, al final, esta una ventana luminosa. Un ideal de salvación.

G.O.––Siendo usted el  ganador de varios concursos y certámenes. ¿Qué opina de los concursos literarios?
O.G.R.––Bueno la verdad es que no he ganado tantos concursos como piensan algunos. Solo participo en aquellos en los que tengo algo para mostrar. En días pasados un contertulio me dijo en tono de sátira, que sabía de escritores que solo escribían para ganar concursos. Bueno, esa especie me parece extraña, ya que un libro de poemas y una novela no se elaboran en tres fines de semana. Requieren de mucho trabajo y dedicación. Además nadie es tan necio para participar sin tener algo de peso que proponer. Participar en un concurso literario presupone un gasto de energía, de tiempo y de economía extra en la vida de un escritor, y uno no está para dilapidar lo poco con lo que cuenta. Sé que una buena parte de los concursos literarios están desprestigiados, sobre todo, algunos premios de ciertas editoriales españolas ––Miren el blog “La Fiera Literaria” para que sepan a qué me refiero––. Pero en otros casos, los concursos literarios en donde la bolsa no es demasiado grande y ostentosa, se puede participar con algunas garantías. Aclaro, eso de los concursos literarios: son la ruleta rusa del escritor. Apuestas a ganar, pero muchas veces sales perdiendo y con un balazo brutal en la autoestima; ya se sabe que algunas ocasiones los jurados están allí no para premiar lo mejor, sino para frenar a los talentos en ciernes o los trabajos serios. En fin, no soy muy entusiasta, ni me hago muchas ilusiones; pero tampoco me auto-margino de las posibilidades que puede dar un concurso literario, si las bases de juego son claras. Ahora, muchos de esos concursos pasan por un filtro de lectores que nos son los jurados finales, y que en palabras de Jack London en su novela “Martin Edén” (no se me olvidan, ya que mi memoria todavía tiene un disco duro en buenas condiciones); dice más o menos que: “Todas las puertas que conducen al éxito literario están vigiladas por esos perros guardianes, los fracasados de la literatura”. Y Jack London no hablaba de dinero, hablaba de otra cosa. De modo que así, es casi imposible surgir en un medio en donde te las tienes que ver con esos individuos. De cierta manera, el escritor auténtico siempre juega en desventaja. Pero, nadie ha dicho que sería fácil.

G.O.––En Colombia, el panorama editorial parece plantear nuevas alternativas y nuevos escenarios. ¿Cuál es tu opinión de las editoriales de los grandes consorcios y las editoriales independientes?
O.G.R.––Las editoriales del mainstream quieren escándalos de farándula y sensacionalismo amarillo; y las editoriales independientes ––en una buena parte––, parece que… también. Lo digo con conocimiento de causa. Mi libro “LA BALSA DE LA MEDUSA” Lo propuse a varias editoriales; dos del común y tres “independientes” no les interesó. Seguramente debería haberlo enviado a más editoriales a lo mejor hubiese tenido receptiva. Pero no, preferí publicarlo directamente en internet bajo la licencia creative commons. A mi edad no estoy para filtros de ningún tipo. Ellos tienen filtros, sifones y pozos sépticos. Ahora, las editoriales independientes que conozco, son editoriales de amigos para amigos y tienen unas políticas cerradas; además, la mayoría no son independientes ya que viven de las subvenciones. ¿Cómo puede una editorial llamarse independiente, si está sometida a la politiquería benefactora y controladora de los fondos estatales para la cultura?
Espero que en futuro el panorama cambie. Existen síntomas en el mercado editorial, de que así será. En ese sentido soy más optimista y yo mismo participo de un proyecto privado que pretende crear en los próximos meses una editorial independiente económica y conceptualmente: “GRIFFOS DE NNEONN” con énfasis en el libro ilustrado. Pero ese un proyecto sobre el que no puedo hablar demasiado. Apenas está en etapa de diseño y en bocetos virtuales y sobre el papel.

G.O.––Colombia es un país, en donde de alguna manera, y tarde que temprano, el artista inmerso en su sociedad tiene que tratar con la burocracia estatal. ¿Cuál es el papel del artista frente a la burocracia cultural?
O.G.R.––La burocracia cultural le hace mucho daño a la cultura. Desde que en esos puestos colocan a tecnócratas y a politiqueros, no es mucho lo que se puede esperar. Los presupuestos para la cultura, que son mínimos; son devorados por esa caterva pantagruélica; el Golem burocrático. Lo que dá más tristeza es que cuentan con el apoyo de una buena parte de los “gremios artísticos” beneficiados por este sistema: “Los Amenizadores”.
El artista independiente, debe, de ser posible, mantener prudente distancia frente a esa estructura, si quiere mantener su libertad. Lo ideal es mantener una distancia de tiro para poder afinar la puntería. Pero es casi imposible; estamos rodeados de esa estructura ubicua; de alguna manera, vivimos dentro de un panóptico cuya central de observación y control la maneja el Gran Hermano. Entonces, se hacen necesaria nuevas vías y alternativas, nuevas estrategias de resistencia. Algunas están en la línea de los mimetismos, las mutaciones fronterizas, en la inoculación de los virus como caballos de Troya; en la emboscadura de carácter civil, filosófico y espiritual, de la que hablaba Junger el escritor alemán ––una especie de retiro escéptico frente a la sociedad para mantener las fuerzas vivas del alma en alerta––; en las T.A.Z (zonas temporalmente autónomas) de las que hablara el teórico anarquista Hakim Bey; territorios liberados momentáneamente para el desarrollo del potlatch, la utopía y la libertad, aquí y ahora, sin esperar la tierra prometida, en las cooperativas de artistas que inicien proyectos autosuficientes…

G.O..––El gremio de los escritores abundan los poetas y los escribidores. En Colombia se ha dicho durante décadas que es tierra de poetas. ¿Son tantos como se dice o…?
O.G.R.––Los poetas pocos; los escribidores legión. Los primeros quieren acercarse a la complejidad del idioma mediante la ascensión a la montaña por caminos inéditos, vitales, complejos. Los otros manejan truquitos y formulas más o menos refinadas, consensuadas y aprobadas por el mainstream. La diferencia entre un poeta y un escribidor es de espíritu y de técnica. El poeta verdadero es un guerrero que va desnudo a su batalla final;  el escribidor va a los recitales a leer tres o cuatro cosas que hacen parte de su gabinete de utilería. Estos últimos aparecen mucho en las nóminas de la nomenclatura, pero rápidamente son olvidados. Los que han ganado y ganaran en la muerte son los poetas verdaderos.


G.O.––Hablemos un poco de tu vida. ¿En algún momento de tu juventud estuviste en un psiquiátrico, lo mencionas en varios trabajos literarios…?

O.G.R.––Sí, pero es un recuerdo demasiado visceral, que quiero remitir a lo puramente literario ya que sigue siendo complejo asimilarlo.



G.O.––¿Un pasado traumático puede ayudar en la búsqueda de temáticas para una obra?

O.G.R.––Puede que no, pero si se ha sentido verdadero dolor, miedo, e ira, sin duda podrás plasmar con mayor fidelidad literaria, esos sentimientos; de otra parte no lo encuentro nada aleccionador.



G.O.––Esa anécdota de escape de aquel psiquiátrico con hipodérmica de por medio…

O.G.R.––Bueno en el momento, no logro recordar con claridad aquel episodio de mi vida. Conocí gente maravillosa en los dos campos de aquel espacio sombrío de relaciones de razón y poder. Sé que muchos de los que allí trabajan, lo hacen buscando bienestar para la gente; en realidad muchos de ellos buscaban salvar vidas. No sé si me entiendes; muchos de ellos estaban trabajando de una manera honesta. Yo fui para una cura de desintoxicación, pero me di cuenta que me estaban intoxicando con otros fármacos. Así que en un momento de crisis, tomé las de Villadiego y de paso rompí algunas estanterías de aquel fármaco.  Pero como te digo, es un episodio obscuro y borroso del que procuro no hablar, aunque sí que me interesa llevar a cabo una novela. He comenzado tres versiones, pero ninguna ha llegado feliz término. Sin embargo, es un episodio, que requiere una revisión memorable.

G.O.–– En algunas de tus obras, las ninfas y el erotismo constituyen una parcela especial destinada a sembrar los frutos más exquisitos de tu literatura. Recuerdo en especial una obra poética de largo aliento, “EL EROTÓMANO” ilustrada con tus dibujos y que está publicada en la plataforma de publicaciones virtuales ISSU. ¿Qué nos puedes decir sobre este tema tan afín a tu trabajo?
O.G.R.––Las ninfas, las nínfulas, las ninfetas y las ninfómanas, serán siempre objeto de estudio de los poetas y escritores. Son, por decirlo de alguna manera, los duendecillos y las femmes fatales que acompañan esta batalla. Son la pesadilla, el sueño opiado, el aquelarre libertino y el descanso del poeta. “EL EROTÓMANO” es una obra de largo aliento que  se lee en clave de poema de viaje, algo así como una road movie con un aire de humor negro y decadente. Allí, el tiempo marca la caída y la redención al final de ese viaje sobre la piel del mundo. Es uno de mis poemas favoritos; se hará una edición artesanal,  muy bella y cuidada, en los próximos meses. En ese mismo tono y tema, he compuesto mi particular grimorio. Me ha servido de mucho; con criaturas de estas categorías es mejor estar con los manuales a la mano.

G.O.––Aunque sé, que nos has pedido desde un principio, que solo hablemos de literatura y  materias afines. No puedo dejar pasar la oportunidad de preguntarle por esa faceta importante en su vida como artista. La relación pintura-poesía y el video-arte; es decir la plástica visual. ¿Cómo encajan en su vida de escritor?
O.G.R.––En mi vida como artista, mantengo en permanente desarrollo una faceta de praxis artesanal, de creación de símbolos e imágenes; un trabajo de iconografía que está directamente relacionadas con el audiovisual, el diseño y la plástica. En algunos periodos de mi vida se han constituido en único trabajo y de cierta manera mi única profesión; por lo tanto mi verdadero sustento material. Ahora, La pintura es la hermana, ––hasta cierto punto––, cercana de la literatura. A mí, las dos me hacen falta; tenemos una relación de ménage á trois que sencillamente  es indestructible. Dan muchas alegrías y cuando una se va de viaje, la otra me acompaña. Son dos musas en las que he invertido mi escasa fortuna, mis  sueños y mis delirios. También ellas me han enriquecido a su manera, con visiones, epifanías, fuegos, éxtasis, pesadillas; y en los momentos más difíciles de mi vida me han sacado del arroyo; me han lanzado una cuerda. No tengo queja alguna. Estoy perfectamente adaptado a esa forma de vida. Me quedo con las dos. Con las dos muero.

G.O.––El idioma está en su crisis más aguda. En los medios literarios más exquisitos de anuncia El fin de la novela. ¿Cuál es su opinión al respecto?
O.G.R.––Todas las artes están en crisis, el mundo, la sociedad, la economía está en crisis; siempre ha estado en crisis una veces más agudas y dolorosas que otras. La novela, la poesía, el cuento deben estar en otra sintonía. Los elementos decimonónicos de la novela quedaron relegados al best-seller. La poesía está en la narrativa más vanguardista. Los soportes cambian, las plataformas de distribución de la obra también. Pero en su esencia, la literatura tendrá algo que decir, algo que explorar y comentar sobre el mundo y el hombre. Es una herramienta crítica, pero también es una plataforma de comunicación y comunión que amplía el campo de batalla––recogiendo una expresión de Michel Houellebecq––. Es de cierta forma, una conciencia alerta sobre el mundo; nuestro planeta, nuestra bitácora de viaje en compañía de otros seres sobre el mar de la galaxia. Sencillamente se transforma en otra cosa. Muere, pero se abre de nuevo como una flor y nos ofrece cosas nuevas sobre el Jardín de las delicias y las desdichas terrenales.

PEREIRA/RISARALDA/COLOMBIA
ENERO/2013

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