lunes, 21 de enero de 2013

Houellebecq o la 'Poesía' de la insumisión


MICHEL HOUELLEBECQ


Última muralla contra el liberalismo


Nosotros rechazamos la ideología liberal porque ésta es incapaz de proporcionar un sentido, una vía para la reconciliación del individuo con su semejante en el seno de una comunidad que pueda ser calificada de humana,
Y, por otra parte, el fin que se propone incluso es del todo distinto.

Nosotros rechazamos la ideología liberal en nombre de la encíclica de León XIII sobre la misión social del Evangelio y con el mismo espíritu con el que los antiguos profetas invocaban la ruina y la maldición sobre Jerusalén,
Y Jerusalén cayó, y no tardó menos de cuatro mil años en volver a levantarse.

Es algo probado, e indiscutible, que todo proyecto humano se ve evaluado, cada vez más, en función de criterios puramente económicos,
De criterios absolutamente numéricos,
Memorizables en archivos informáticos.
Esto no es aceptable y nosotros debemos luchar para que se ponga a la economía bajo tutela y para que ésta se someta a ciertos criterios que me atrevería a llamar éticos,
Y es que cuando se despide a tres mil personas y oigo chalanear sobre el coste social de la operación me entran unas ganas locas de estrangular a media docena de consejeros auditores,
Lo que constituiría una excelente operación,
Una depuración absolutamente benéfica,
Una operación prácticamente higiénica.

Confíen en la iniciativa individual, eso es lo que ellos repiten por todas partes, lo que por todas partes van repitiendo como esos viejos despertadores cuyo uniforme tictac bastaba generalmente para sumirnos en un insomnio fatigante y definitivo,
A eso, yo sólo puedo responder una cosa, que surge de una experiencia a la vez desconsoladora y repetitiva,
Y ésta es que el individuo, me refiero al individuo humano, es muy por lo general un animalejo a la vez cruel y miserable,
Y que sería completamente inútil confiar en él a menos que se viese rechazado, encerrado y mantenido dentro de los principios rigurosos de una moral inexpugnable,
Cosa que no sucede.

En una ideología liberal, se entiende.



Debemos desarrollar una actitud de no-resistencia al mundo

Debemos desarrollar una actitud de no-resistencia al mundo;
Lo negativo es negativo,
Lo positivo es positivo,
Las cosas son.
Las cosas aparecen, se transforman,
Y luego cesan simplemente de existir;
El mundo exterior, en cierto modo, viene dado.

El ser perceptivo es parecido a un alga,
Una cosa repugnante y muy blanda,
Fundamentalmente femenina
Y es eso lo que debemos alcanzar
Si es que queremos hablar del mundo.

Simplemente, hablar del mundo.
No hemos de parecernos a quien trata de plegar el mundo a sus
deseos,
A sus creencias
Pese a ello nos está permitido tener deseos,
E incluso creencias
En número limitado.
Después de todo, formamos parte del fenómeno,
Y, a título de ello, somos eminentemente respetables.
Como los lagartos.

Como los lagartos, nos calentamos al sol del fenómeno
Esperando la noche
Pero nosotros no nos batiremos,
Nosotros no debemos batirnos,
Nosotros estamos en la posición eterna del vencido.



Hipermercado - Noviembre

Primero tropecé con un congelador.
Me asusté un poco y me puse a llorar.
Alguien masculló que yo rompía el clima;
Para parecer uno más, seguí adelante.

Barriobajeros embrutecidos de mirada animal
Se cruzaban sin prisa junto al agua mineral.
De entre los anaqueles llegaba un rumor
Como de circo y desmadre. Se me torcieron los pasos.

Me empotré en el mostrador de los quesos;
Había dos viejas comprando sardinas.
Una se volvió y le dijo a la otra:
«Hay que ver qué pena, un chico de su edad.»

Y luego vi unos pies, circunspectos y anchos:
Era un vendedor que tomaba medidas.
Muchos se sorprendieron con mis nuevos zapatos;
Una última vez me quedé un poco al margen.



Transposición, control

La sociedad es quien establece las distinciones
Y los procedimientos de control
Hago acto de presencia en el supermercado,
Interpreto muy bien mi papel.

Asumo mis diferencias,
Delimito mis exigencias
Y abro la mandíbula,
Mis dientes están un poco negros.

El precio de las cosas y los seres se tasa por consenso
transparente
Donde intervienen los dientes,
La piel y los órganos,
La belleza que se marchita.

Ciertos productos con glicerina
Pueden constituir un factor de plusvalía parcial;
Decimos: «Es usted hermosa»;
El terreno está minado.

El valor de los seres y las cosas es generalmente de una
precisión extrema
Y cuando decimos: «Te quiero»
Establecemos una crítica,
Una aproximación cuántica,
Escribimos un poema.



Exhibición

Pendiente de tus palabras,
Caminaba por la plaza al azar
Los cielos se abrían, y yo debía representar un papel
En algún sitio.

Desplegada, la cascada muerta
Derramaba fragmentos de gel
Alrededor de mi arteria aorta,
Me sentía superficial.

Volcán de palabras superfluas,
Olvido de relaciones humanas
Existe un mundo en que la gente se mata,
Existe un mundo entre nuestras venas.

La aquiescencia de este mundo es sencilla
Si uno se resigna a perder la felicidad
La palabra no es inútil,
Llega justo antes de la hora

En que los fragmentos de vida estallan,
Se ordenan con serenidad
Al fondo de un ataúd decorado
Terciopelo helado, madera antigua, viejo rosa.

Terciopelo como una gaseosa
Que chisporrotea a flor de piel,
Cribado como una piel nómada
Que se desgarra en finos jirones

En un universo de atrezzo,
Un universo donde todo es bello
En un universo de exhibición,
En un universo en jirones.


Golpear donde más duela

Esfuérzate por presentarte ante Dios como
un hombre probo, un obrero sin tacha, que dispensa
con destreza la palabra de la verdad.
Timoteo II, 2, 15

No busquéis el conocimiento por el conocimiento en sí. Todo aquello que, en poesía, no proceda directamente de la emoción, carece de valor.
(Por supuesto, se ha de entender emoción en un sentido amplio: ciertas emociones no son ni agradables ni desagradables, como, en general, es el caso del sentimiento de extrañeza.)

La emoción suprime la cadena causal, es la única capaz de haceros percibir las cosas en sí mismas. Transmitir dicha percepción es el objeto de la poesía.
Esta identidad de propósitos entre la filosofía y la poesía es la fuente de la secreta complicidad que las une. Ésta, en esencia, no se manifiesta escribiendo poemas filosóficos; la poesía debe descubrir la realidad por sus propias vías, puramente intuitivas, sin pasar por el filtro de una reconstrucción intelectual del mundo. Menos aún expresando la filosofía bajo una forma poética, lo que, a menudo, no es más que un timo. Pero es entre los poetas donde una nueva filosofía encontrará siempre a sus más serios lectores, a los más atentos y fecundos. Asimismo, sólo ciertos filósofos serán capaces de discernir, sacar a la luz y utilizar las verdades ocultas en la poesía.
En la poesía, casi tanto como en la contemplación directa -y mucho más que en anteriores filosofías- es donde encontrarán material para nuevas representaciones del mundo.

Respetad a los filósofos, pero no les imitéis. Vuestra vía, desgraciadamente, se encuentra en otro sitio. Es indisociable de la neurosis. La experiencia poética y la experiencia neurótica son dos caminos que se cruzan, se entrelazan, y acaban por confundirse la mayoría de las veces, esto último por disolución del filón poético en el torrente sangriento de la neurosis. Pero no tenéis elección. No hay otro camino.

Trabajar permanentemente en vuestras obsesiones acabará convirtiéndoos en una piltrafa patética, minada por la angustia o devastada por la apatía. Pero, lo repito, no hay otro camino. Debéis alcanzar el punto sin retorno. Romper el círculo. Y producir algunos poemas antes de estrellaros contra el suelo. Habréis entrevisto espacios inmensos. Toda gran pasión desemboca en el infinito.

En definitiva, el amor resuelve todos los problemas. Asimismo, toda gran pasión acaba conduciendo a una zona de verdad. A un espacio diferente, doloroso en extremo, pero en el que la vista alcanza lejos, y con claridad. En donde los objetos, purificados, aparecen con toda su nitidez, en su límpida verdad.

Creed en la identidad entre lo Verdadero, lo Bello y lo Bueno.

La sociedad en la que vivís tiene como fin destruiros. Otro tanto se puede decir de vosotros respecto a ella. El arma que empleará es la indiferencia. Vosotros no podéis permitiros adoptar la misma actitud. ¡Pasad al ataque!

Toda sociedad tiene sus puntos débiles, sus heridas. Meted el dedo en la llaga y apretad bien fuerte. Profundizad en los temas de los que nadie quiere oír hablar. El envés del decorado. Insistid sobre la enfermedad, la agonía, la fealdad.
Hablad de la muerte, y del olvido. De los celos, de laindiferencia, de la frustración, de la ausencia de amor. Sed abyectos, seréis auténticos.

No os adhiráis a ninguna idea. O bien hacedlo, y después traicionadla enseguida. Ninguna adhesión teórica debe reteneros por mucho tiempo. La militancia hace feliz, y vosotros no tenéis que ser felices. Vosotros estáis de parte de la infelicidad.
Sois el lado oscuro.

Vuestra misión no es ante todo proponer, ni construir. Si lo podéis hacer, hacedlo. Si acabáis por concluir contradicciones insostenibles, decidlo. Pues vuestra misión más primordial es la de profundizar hacia lo Verdadero.
Sois el enterrador y el cadáver. Sois el cuerpo de la sociedad.
Sois responsables del cuerpo de la sociedad. Todos responsables, en igual medida. ¡Besad el suelo, basura!

Determinad la inocencia, y la culpabilidad. Primero en vosotros mismos, lo que os proporcionará una guía. Pero también en los demás. Considerad su comportamiento, y sus excusas; luego juzgad, con toda imparcialidad. No os respetéis ni a vosotros; no respetéis a nadie.

Sois ricos. Conocéis el Bien, conocéis el Mal. No renunciéis nunca a separarlos; no os dejéis liar por la tolerancia, ese pobre estigma de la edad. La poesía está en condiciones de establecer verdades morales definitivas. Debéis odiar la libertad con todas vuestras fuerzas.

La verdad es escandalosa. Pero sin ella, no hay nada que valga. Una visión honesta y verosímil del mundo ya es en sí una obra maestra. Poco pesa la originalidad frente a esta exigencia. No os preocupéis por eso. De todos modos, la suma de vuestros fallos desprenderá, a la fuerza, cierta originalidad. En cuanto a vosotros, decid simplemente la verdad, ni más ni menos.

No podéis amar la verdad y al mundo. Pero vosotros ya elegisteis. Ahora el problema consiste en ser fieles a esa elección. Os invito a conservar el ánimo. No porque podáis esperar algo. Al contrario, sabed que estaréis muy solos. La mayoría de la gente se reconcilia con la vida, o bien se muere. Vosotros sois suicidas vivientes.

A medida que os aproximáis a la verdad, vuestra soledad aumenta. El edificio es espléndido, pero está desierto. Camináis por salas vacías, que os devuelven el eco de vuestros pasos. La atmósfera es límpida e inmutable, los objetos parecen esculpidos en piedra. A veces os ponéis a llorar, tan cruel resulta la nitidez de la visión. Os gustaría volver atrás, a las brumas del desconocimiento, pero en el fondo sabéis que ya es demasiado tarde.

Seguid. No temáis. Lo peor ya ha pasado. Por supuesto que la vida aún os desgarrará, pero, por vuestra parte, ya no tenéis demasiado que ver con ella. Recordad que, básicamente, ya estáis muertos. Ahora estáis cara a cara con la eternidad.



TOMADO DE "EL CULTURAL"


miércoles, 9 de enero de 2013

CUESTIONARIO DEL PLACER








Nataly García M.
Del taller literario RELATA QUINDIO.
Pregunta a: Omar García Ramírez.




Ø ¿Un placer peligroso?
Ø PRACTICAR EL COITO EN PARAPENTE.

Ø ¿Un placer compartido?
Ø LA PINTURA CORPORAL, EL BODY PAINTING, LA ALQUÍMIA SEXUAL.

Ø ¿Un placer literario?
Ø MARQUES DE SADE, GEORGES BATAILLE, CONDE LAUTRÉAMONT.

Ø ¿Un placer de tu niñez?
Ø OBSERVACION DE MI VECINA EN EL BAÑO EN BUSCA DE SU PETITE MORT.

Ø ¿Un olor placentero?
Ø EL DE UNA VAGINA RECIEN DEPILADA Y PERFUMADA CON ACEITE DE ROSAS.

Ø ¿Un placer para tus ojos?
Ø UNA MADONA RECLINADA CON UN CIGARRILLO DE MARI JEAN EN SUS DEDOS.

Ø ¿Un placer carnal?
Ø UNA QUIMERA  A LAS FINAS HIERBAS.

Ø ¿Un placer desconocido?
Ø EL QUE DESCUBRIRÉ MAÑANA.

Ø ¿Un placer del gusto?
Ø ORINES DE NÍNFULA BAJO EL EFECTO DE LA CHAMPAÑA. EN LA PERSPECTIVA DE LA LLUVIA DORADA.

Ø ¿Un placer anacrónico?
Ø VIOLAR A UNA CRÍTICA LITERARIA.

Ø ¿Un placer que no me cueste dinero?
Ø SOÑAR….NO CUESTA NADA PERO ES EN BLANCO Y NEGRO.

Ø ¿Un placer del  cual avergonzarse?
Ø VIOLAR A UNA CRÍTICA DE LA PLÁSTICA REGIONAL.

Ø ¿Un placer fuera de tu alcance?
Ø MIL COSAS QUE EL DINERO PUEDE COMPRAR Y QUE LUEGO TENDRÉ QUE BOTAR.

Ø ¿Un placer irrenunciable?
Ø LA BÚSQUEDA DE LA BELLEZA EN MEDIO DE LAS CIUDADES DEL HORROR Y LA FEALDAD.

ØUn placer sobreestimado?
Ø EL SEXO.

Ø ¿Un placer confesable?
Ø LOS PLACERES DE LA ADOLESCENCIA.

Ø ¿Un placer que evitaría?
Ø CIERTAS PRÁCTICAS BIRMANAS, HIDRÁULICAS Y PNEUMÁTICAS SOBRE EL CABALLITO DE TROYA.

Ø ¿Un placer cuando escribe?
Ø UNA COPA DE VINO Y UN AROMÁTICO CIGARRO DE MARÍA.

Ø ¿Un placer para tus amigos?
Ø ELLOS SABEN MUCHO DE PLACERES ORTO-DOXOS, PERO NO COMPARTO MUCHOS DE SUS GUSTOS.

Ø ¿Un placer para tus enemigos?
Ø QUE CAMINEN EN  UNA PLAYA NUDISTA FRECUENTADA POR SÁTIROS EBRIOS BAJO UN SOL CANICULAR.

Ø ¿Un placer sentimental?
Ø EL AMOR ROSA, EL AMOR SUTIL, EL AMOR DE CUPIDO HERIDO POR LA FLECHA DE MARTE.

Ø ¿Un placer lógico?
Ø LA SOLEDAD PARA CREAR.

Ø ¿Un placer filosófico?
Ø LA SOLEDAD PARA PENSAR.

Ø ¿Un placer repetible?
Ø NINGÚN PLACER SE DEBE REPETIR, HAY QUE IMPROVISAR NUEVOS PLACERES.

Ø ¿Un placer candente?
Ø CIERTAS PRACTICAS ÍGNICAS Y RITUALES DE ALGUNAS TRIBUS DE INDONESIA.

Ø ¿Un placer político?
Ø LA ANARQUÍA COMO SUEÑO, LA ANARQUÍA COMO POSIBILIDAD DE LA LIBERTAD, ZONA TEMPORALMENTE AUTÓNOMA.

Ø ¿Un placer olvidado?
Ø CIERTAS RUTAS Y CAMINATAS, DERIVAS DEL SUEÑO URBANO. 

Ø ¿Otros placeres literarios?
ØFERDINAN DE CELINE; HENRY MILLER; ANAIS NIN.

Ø ¿Un placer sexual?
Ø PUESTA EN PRÁCTICA DE ALGUNOS CUARTETOS DEL ANANGA RANGA SOBRE EL JARDÍN PERFUMADO.

Ø ¿Un placer religioso?
Ø EL SUEÑO DE LA ILUMINACIÓN, LA ALQUIMIA ESPIRITUAL, EL NIRVANA VEGETAL.

Ø ¿Un placer ya?
Ø DE RODILLAS POR FAVOR… Y ENSÉÑAME TU DEPURADA TÉCNICA DE BLOW JOB.

Ø ¿Un placer por consumarse?
Ø ¿SE DEMORA MUCHO SEÑORITA?

Ø ¿Un placer sucio?
Ø EL ROMPIMIENTO DE LA FLOR PARDA A UNA DONCELLA TODAVÍA NO DESDONCELLADA, EN LA PRIMAVERAL EDAD DE LA COSECHA .

Ø ¿Un placer opíparo?
Ø LA FIESTA PANTAGRUÉLICA DE TU CUERPO.

Ø ¿Un placer del alma?
Ø REGÁLAME LA TUYA, LA MÍA ESTA EN CUARENTENA.

Ø ¿Un placer al viajar?
Ø REDUCIR AMABLEMENTE Y FORZAR CON DELICADEZA A UNA AZAFATA EN EL BAÑO DEL AVIÓN.

Ø ¿Un placer del tacto?
Ø UN VELLOCINO ENCENDIDO EN LA FLOR ARDIENTE Y VIBRATORIA DEL DESEO.

Ø ¿Un placer húmedo?
Ø UN BARBADO Y PEQUEÑO CACHALOTE- MANATÍ TEMBLANDO Y BESANDO TUS PIERNAS DE SIRENA VARADA.

Ø ¿Un placer del lenguaje?
Ø CIERTOS EJERCICIOS DEL CUNILINGUS EN ARAMEO CERCA A LAS PLAYAS DEL MAR MUERTO.

Ø ¿Un placer pecaminoso?
Ø NINGÚN PLACER ES PECAMINOSO, POR ESO VA A LA MIEL DEL PANAL SIEMPRE EL OSO.

Ø ¿Un placer poético?
Ø ATRAPAR EL TROPO LA METÁFORA Y CONVERTIRLA EN VIENTO DE SUEÑO AZUL. EL EROTÓMANO DE OM-GARRATZ

Ø ¿Un placer recomendable?
Ø CIERTAS PRÁCTICAS FOLCLÓRICAS DE ALGUNOS PUEBLOS DE LOS BALCANES, EN FORMA DE DANZAS Y LIBACIONES CON LAS CAMPESINAS  DESNUDAS EN LAS FIESTAS DE LA PRIMAVERA.

Ø ¿Un placer en el cementerio?
Ø VISITAR LAS TUMBAS DE LOS MUERTOS ILUSTRES Y SOBRE ELLAS PRACTICAR EL SEXO CON LAS GROUPIES CULTURALES; TURISTAS DE LA NOSTALGIA.

Ø ¿Un placer sabio?
Ø ABSTENERSE DE TODOS LOS PLACERES.

Ø ¿Un placer fotográfico?
Ø 100 FOTOGRAFÍAS,  30 ENCUADRES DE CLOSE-UP SOBRE LA GATA MIMOSA(EL ARGENT CADRE, EL MONEY SHOT), Y PRACTICAR SPAMKING SOBRE EL TRASERO DE LA MODELO.

Ø ¿Un placer musical?
Ø IN-A-GADDA- DA-VIDA- IRON BUTERFLY.

Ø ¿Un placer excéntrico?
Ø DAR UN RODEO BRUTAL ANTES DE LLEGAR AL MEOLLO DEL ASUNTO.

Ø ¿Un placer extraordinario?
Ø CIERTAS WALKIRIAS NORUEGAS CASI DE TRIGO TRANSPARENTE; ALGUNAS DAMAS FINESAS DE PIELES DE ALABASTRO ENCENDIDO, LA DULZURA DE ALGUNAS MONGOLAS, EL FUEGO HELADO DE ALGUNAS ESLAVAS, EL CALOR VOLCÁNICO DE LAS AFROCARIBES EN BARRANQUILLA, LA ENTREGA TOTAL PODEROSA DE LAS ANTIOQUEÑAS, LA SABIDURÍA CORPORAL DE LAS VALLUNAS, EL DESENFADO PARADISÍACO Y ANDINO DE LAS MUJERES CAFETERAS, EL  AYUNTAMIENTO CON MUJERES PIGMEAS EN EL CENTRO DE ÁFRICA

Ø ¿Un placer máximo?
Ø AYUNTAMIENTO POTENCIADO Y PERMANENTE BAJO EL EFECTO DEL PRIAPISMO PRODUCIDO POR EL CONSUMO DE DROGAS PSICODÉLICAS DE RECIENTE PRODUCCIÓN POSTINDUSTRIAL CON CIERTAS MADONAS POSTMODERNAS.

Ø ¿Un placer absurdo?
Ø ACOPLAMIENTO CON LA DAMA ELEFANTE, BISECCIONADA SOBRE UNA MESA DE CIRUGÍA EN EL CENTRO DE UNA CENTRAL TERMONUCLEAR BAJO LA OBSERVACIÓN DE VEINTE GURÚS CIENTÍFICOS VESTIDOS DE NEGRO Y CON PARAGUAS BAJO UNA TORMENTA ELÉCTRICA.

Ø ¿Un placer sin fin?
Ø FORNICACIÓN CON UNA BAILARINA BALINESA SOBRE LA SUPERFICIE DE VENUS.

Ø ¿Un placer refinado?
Ø EL CANIBALISMO RITUAL, APLICADO A UNA MODELO DE PASARELLA FRANCESA, BAJO EL EFECTO DE LA ERGOTÍNA Y LA ABSENTA.

Ø ¿Un placer cotidiano?
Ø VAPULEAR A LA MEDIOCRACIA DE LA PROVINCIA Y LA CAPITAL; CIERTA FARANDULILLA MEDIOCRE DE LA POSE, LA FALSA MORAL Y EL CORREVEYDILE.

Ø ¿Un placer perverso?
Ø DISCIPLINA Y BONDAGE SOBRE MI DISCÍPULA PREDILECTA.

Ø ¿Un placer en el desierto?
Ø ENCONTRARSE UN PAR DE BOTAS DE SIETE LEGUAS Y UN VASO DE BOURBON CON CANADA DRY.

Ø ¿Un placer insustituible?
Ø AHORA Y SIEMPRE, ETERNAMENTE: LA MUJER.

Ø ¿Un placer minutos antes de morir?
Ø UNA INYECCIÓN INTRAVENOSA DE 30 MGS DE LSD.

Ø ¿Un placer de nunca olvidar?
Ø UN VIAJE DE HONGOS EN LAS PLAYAS DE CANASÍ EN LAS AFUERAS DE LA PROVINCIA DE LA HABANA CUBA.

domingo, 6 de enero de 2013

El genio de Robert Walser, por J.M. Coetzee











El genio de Robert Walser

por: J.M. Coetzee


El día de navidad de 1956, la policía de la ciudad de Herisau, al este de Suiza, recibió un llamado: un grupo niños se había topado con el cadáver de un hombre, muerto por el frío, en un campo cubierto de nieve. Al llegar a la escena, la policía tomó fotografías y removió el cuerpo.

El hombre muerto fue identificado fácilmente: era Robert Walser, de 78 años, extraviado de un hospital psiquiátrico. En sus tempranos años, Walser se había ganado cierta reputación en Suiza y en Alemania como escritor. Algunos de sus libros todavía estaban en la imprenta, entre ellos había una biografía de él. Pasar un cuarto de siglo en instituciones mentales, había secado su escritura. Las largas caminatas por el campo, como en la que murió, habían sido su principal esparcimiento.
La fotografías de la policía mostraban a un anciano en sobretodo y botas tirado en la nieve, sus ojos abiertos, su mandíbula floja. Estas fotografías han sido ampliamente (y descaradamente) reproducidas en la literatura crítica sobre Walser que ha florecido en la década de 1960.
La supuesta locura de Walser, su solitaria muerte y el descubrimiento posmórten de sus escritos secretos, fueron los pilares en los cuales se basó su legendaria leyenda como un genio escandalosamente descuidado. Inclusive el repentino interés en Walser se convirtió parte del escándalo. “Me pregunto a mí mismo -escribió el novelista Elías Canetti en 1973- si entre aquellos que construyen su pausada, segura y muerta vida académica regular o un escritor que ha vivido en la miseria y en la desesperación hay uno que se avergüence de sí mismo”.
* * *
Robert Walser nació en 1878 en un cantón de Berna, fue el séptimo de ocho niños. Su padre se formó como encuadernador de libros y tenía una tienda de papelería y accesorios. A los 14 años, Robert fue sacado de la escuela y puesto como aprendiz en un banco, donde realizó sus tareas administrativas de manera ejemplar. Pero, poseído por su sueño de convertirse en actor, huyó a Stuttgart. Su única audición resultó un humillante fracaso: fue descartado por duro e inexpresivo. Abandonando los escenarios, Walser decidió convertirse en un “poeta de buena voluntad”. Pasando de trabajo en trabajo, escribió poemas, bocetos, obras de teatro en prosa y pequeños versos, no sin éxito. Pronto fue tomado por Ingel Verlar, editor de Rilke y Hofmannsthal, quien publicó su primer libro.
En 1905, en un intento de avanzar en su carrera, siguió a su hermano mayor, un exitoso ilustrador de libros y diseñador de escenarios, a Berlín. Allí, se inscribió en una escuela para sirvientes y trabajó un tiempo como mayordomo en una casa de campo (usaba uniforme y respondía al nombre de Monsieur Robert). No pasó mucho tiempo hasta que descubrió que él podía sostenerse a sí mismo mediante su escritura. Colaboró con prestigiosas revistas literarias y fue aceptado en círculos artísticos serios. Pero nunca estuvo cómodo en el rol de un intelectual metropolitano, después de unos tragos tendía a convertirse en un rudo y agresivo provinciano. Gradualmente se fue retirando de la sociedad hacia una solitaria y fructífera vida en las afueras. En ese contexto escribió cuatro novelas, de las cuales tres han sobrevivido: The Tanner Children (1906), The Factotum (1908) y Jakob von Gunten. Todo lo que escribió fue extraído del material de su propia experiencia de vida; pero en el caso de Jakob von Gunten, la más conocida de estas tempranas novelas, esa experiencia es maravillosamente transmutada.
“Uno aprende muy poco aquí”, observa un joven Jakob von Gunten, después de su primer día en el Instituto Benjamenta, donde se inscribió como estudiante. Los maestros yacen a su alrededor como muertos. Hay solamente un libro de texto: “¿A qué aspiran los chicos de la escuela Benjamenta?” y una sola lección: “Como un chico debería comportarse”. Toda la enseñanza es realizada por la señorita Lisa Benjamenta, hermana del director. El señor Benjamenta se sienta en la oficina y cuenta su dinero, como un ogro en un cuento de hadas, la escuela es una especie de estafa.
Sin embargo, después de haber escapado a la gran ciudad (sin nombre, pero está claro que es Berlín) a lo que él llama “una metrópolis muy, muy pequeña”, Jakob no tiene ninguna intención de renunciar. No le importa usar el uniforme de Benjamenta, sino que entra en contacto con sus compañeros y, además, tomar los ascensores del centro le da una emoción que lo hace sentir bien a un niño de su época.
Jacob von Gunten pretende ser el diario que Jakob mantiene durante su estancia en el Instituto. Se compone principalmente de sus reflexiones sobre la educación, una educación en humildad y en los extraños hermano y hermana que la ofrecen. La humildad enseñada por los Benjamentas no es de la variedad religiosa. Sus graduados aspiran a ser hombres de servicio o mayordomos, no santos. Pero Jakob es un caso especial, es un alumno al cual las lecciones de humildad le llegan de una manera profunda. “¡Cuán afortunado soy “, él escribe, “al no ser capaz de ver en mí mismo algo digno de respetar y ver! Ser pequeño y quedarme pequeño”.
Los Benjamentas son un misterio y, a primera vista, un par prohibido. Jakob se propone la tarea de penetrar en su misterio. No los trata no con respeto, sino con la atrevida confianza de un niño acostumbrado a que se perdone cualquier travesura porque es simpático, lo que mezcla descaro con una evidente falsa autodegradación, que se mofa de su falta de sinceridad, seguro de que la franqueza desarmará toda crítica, pero sin preocuparse realmente si no lo hace.
La palabra con la que se autocalificaría, con la que le gustaría que el mundo lo calificara, es diablillo. Un diablillo es un espíritu travieso; un diablillo también es menos que un diablo.
Pronto Jakob comenzó a ganar preponderancia sobre los Benjamenta. La señorita Benjamenta insinúa que le gusta, él simula no entender. Ella le revela que lo que siente es quizá más que cariño, quizá sea amor; Jakob responde con un extenso y evasivo discurso repleto de sentimientos respetuosos. Frustrada, la señorita Benjamenta se va suspirando y muere.
El señor Benjamenta inicialmente es hostil Jakob, es manejado hasta el punto de rogarle al niño para que sea su amigo, abondone sus planes y vaya a dar vueltas por el mundo con él. En un principio, Jakob se rehúsa: “Pero, cómo voy a comer, director. Es su deber encontrarme un trabajo decente. Todo lo que quiero es un trabajo”. Inclusive, en la última página de su diario, él anuncia que está cambiando de idea: va a tirar su pluma y partir hacia tierras salvajes junto con el señor Benjamenta (a lo que uno sólo puede responder Dios salve al señor Benjamenta)
* * *
Como personaje literario, Jakob von Gunten no tiene precedente. En el placer que él tiene en extraerse de sí mismo, tiene algo del Underground Man (Memorias del subsuelo) de Dostoevsky y, detrás de él, de Confessions (Confesiones) de Jean-Jacques Rosseau. Pero, como señaló el primer traductor francés de Walser, Marthe Robert, hay también en Jakob algo del héroe del cuento tradicional alemán, algo del muchacho que entra al castillo del gigante y triunfa a pesar de todos los obstáculos. Franz Kafka, al principio de su carrera, admiraba el trabajo de Walser (Max Brod recuerda con qué deleite leía a Kafka en voz alta los sketches humorísticos de Walser).
En Kafka también se encuentran ecos de la prosa de Walser, con su lúcido diseño sintáctico, sus yuxtaposiciones casuales elevadas con lo banal, y su lógica extrañamente convincente de la paradoja, aquí está Jakob en estado de ánimo reflexivo:
Nosotros usamos uniformes. Ahora, usar uniformes al mismo tiempo nos humilla y nos exalta. Lucimos como gente sin libertad, y eso es posiblemente una desgracia, pero también lucimos agradables con nuestros uniformes y eso nos separa de la profunda desgracia de aquellas personas que caminan alrededor con su propia ropa, pero rodeados de sucias. Para mí, por ejemplo, usar uniforme es muy placentero porque antes nunca sabía qué ropa ponerme. Pero en éstas, también soy un misterio para mí mismo por el momento.
¿Cuál es el misterio de Jakob? Walter Benjamin escribió un artículo sobre Walser que resulta más llamativo por estar basado en un muy incompleto conocimiento sobres sus escritos. “La gente de Walser -sugiere Benjamin- son como personajes de cuentos de hadas cuando éstos llegan a su fin, personajes que ahora tienen que vivir en el mundo real. Hay algo de lacerante, inhumano, e infaliblemente superficial acerca de ellos, como si al haber sido rescatados de la locura (o de un hechizo), deben andar con cuidado por temor a caer en ella”.
Jakob es un ser tan extraño y el aire que respira en el instituto Benjamenta es tan raro, tan cerca de lo alegórico que es difícil pensar en él como representante de cualquier elemento de la sociedad. Sin embargo, el cinismo sobre la civilización y sobre los valores en general, su desprecio por la vida de la mente, sus creencias simplistas acerca de cómo el mundo realmente funciona (que está dirigido por las grandes empresas que explotan a los hombres pequeños), su elevada obediencia a la más altas de las virtudes, su predisposición a aguardar el momento oportuno, esperando la llamada del destino, su pretensión de ser descendiente de nobles antepasados guerreros, así como su gusto por el ambiente masculino de la escuela y su delite por las bromas maliciosas, todas estas cartacterísticas, tomadas en conjunto, apuntan proféticamente hacia el pequeño burgués tipo que, en tiempos de gran confusión social, encontraría a las camisas pardas de Hitler muy atractivas.
Walser no era abiertamente un escritor político. Sin embargo, su compromiso emocional con la clase de la que él venía, la clase de los comerciantes, empleados y maestros, era profundo. Berlín le ofreció una clara oportunidad para escapar de sus orígenes sociales, tal como lo hizo su hermano. Pero él rechazó esa oferta, escogiendo en su lugar regresar a los brazos de la Suiza provincial. Aún así, nunca perdió de vista, nunca se permitió perder de vista, las tendencias liberales conformistas de su clase, la intolerancia de gente como él mismo, soñadores y vagabundos.
* * *
En 1913 Walser dejó Berlín y volvió a Suiza, “un autor ridículo y sin éxito” (según sus propias disparatadas palabras). Tomó una habitación en un hotel en la ciudad industrial de Biel, cerca de su hermana, y por los siguientes siete años se ganaba la vida precariamente colaborando en folletines literarios y vendiendo sketches a los diarios. Para el resto se fue a caminatas largas por el país y cumplió sus obligaciones en la Guardia Nacional. En las colecciones de su poesía y de su prosa corta, que continúan apareciendo, se volvió más y más al paisaje suizo social y natural. Escribió dos novelas más. El manuscrito de la primera, Theodor, fue perdido por sus editores; la segunda, Tobold, fue destruída por el propio Walser.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el gusto entre el público por el tipo de escritura en la que Walser había confiado como ingreso, empezó a desaparecer. Perdió el contacto con sus conocidos en la amplia sociedad alemana; en cuanto a Suiza, el público lector era muy pequeño como para sostener una corporación de escritores. A pesar de que él se enorgullecía de su frugalidad, tuvo que cerrar lo que llamó “su pequeño taller de pedazos de prosa”. Comenzó a sentirse más y más oprimido por la mirada reprobadora de sus vecinos, por la demanda de respetabilidad. Se mudó a Berna, a un puesto en el archivo nacional, pero a los pocos meses fue despedido por insubordinación. Fue de alojamiento en alojamiento, bebía mucho. Sufrió de insomnio, oía voces imaginarias, tenía pesadillas y ataques de ansiedad. Intentó suicidarse, fallando, porque como él admitió con total franqueza “ni siquiera pude hacer un lazo apropiado”.
Era claro que Walser ya no podía vivir solo. Su familia estaba contaminada: su madre había sido una depresiva crónica, uno de sus hermanos se había suicidado, otro había muerto en un hospital psiquiátrico. Se sugirió que su hermana lo había aceptado, pero ella no quiso. Entonces Walser aceptó ser internado en un sanatario en Waldau. “Considerablemente deprimido y severamente inhibido”, decía el reporte médico inicial. “Respondió evasivamente a las preguntas sobre estar enfermo de la vida”.
En evaluaciones posteriores, los doctores de Walser no se ponían de acuerdo acerca de qué, o si algo, estaba mal en él. Inclusive le insitieron para que tratara de vivir afuera nuevamente. Sin embargo, los cimientos de la rutina institucional pareció tornarse indispensable para él y eligió quedarse. En 1933 su familia lo transfirió a un asilo en Herisau, donde tenía derecho a asistencia social. Allí ocupó su tiempo en tareas como pegar bolsas de papel y clasificar frijoles. Permaneció en total dominio de sus facultades, seguía leyendo los diarios y revistas populares; pero, después de 1932, no escribió. “No estoy aquí para escribir, estoy aquí para estar loco”, le dijo a un visitante. Aparte, decía, el tiempo de los literatos había terminado. (Recientemente, un miembro del staff de Herisau declaró haver visto a Walser en trabajo de escritura. Aunque esto sea cierto, no sobrevivió ningún rastro de escritura post 1932).
Ser un escritor fue difícil para Walser en el más elemental de los niveles. No usaba una máquina de escribir, escribía a mano con una letra muy clara y bien formada de la que él se enorgullecía. Los manuscritos que han sobrevivido son modelos de caligrafía. La escritura a mano fue uno de los puntos en que los trastornos psiquiátricos se manifestaron primero. En algún momento durante sus treinta comenzó a sufrir calambres psicosomáticos en su mano derecha que él atribuyó a una animosidad inconsciente hacia la lapicera como herramienta. Fue capaz de superar esos trances sólo dejando la lapicera y cambiándola por un lápiz.
El uso del lápiz fue lo suficientemente importante para Walser como para llamarlo “su sistema del lápiz” o “su método del lápiz”. Lo que él no menciona es que cuando cambiaba a escribir con lápiz radicalmente cambiaba su escritura. A su muerte dejó alrededor de quinientas páginas de papel cubiertas con una microscópica letra en lápiz, tan difícil de leer que su testamentario en un principio pensó que se trataba de un diario escrito en un código secreto. En realidad, Walser no mantenía ningún diario. Tampoco su letra era un código: es simplemente escritura a mano con tantas abreviaciones idiosincráticas que, inclusive para los editores familiarizados con ellas, el desciframiento no siempre es posible. Es en borradores escritos a lápiz como han llegado a nosotros sus últimos trabajos, incluyendo su última novela, The Robber (El ladrón) (24 páginas de letra microscópica, 141 páginas impresas).
Más interesante que la letra en sí misma, es la cuestión de lo que el “método del lápiz” hizo posible para Walser como escritor, algo que la lapicera no pudo proveerle (siguió usando lapicera para copias en limpio así como también para correspondencias). La respuesta parece ser que, tal como un artista con un palo de carbón entre sus dedos, Walser necesitaba tener un movimiento de mano rítmico y constante antes de que pudiera caer en un estado de ánimo en el que la ensoñación, la composición y el flujo de la propia herramienta de escritura se convirtiera en una misma cosa. En un artículo titulado “Boceto en Lápiz” de 1926-1927, menciona la “felicidad excepcional” que el método del lápiz le permitió tener. “Me calma y me alegra”, dijo en alguna parte. Los textos de Walser no están dirigidos ni por la lógica ni por la narrativa, sino por estados de ánimo, fantasías y asociaciones: en temperamento él es menos un pensador o un contador de historias que un ensayista. El lápiz y la auto inventada letra estenográfica permitieron el decisivo, ininterrumpido y todavía fantasioso movimiento de mano que se volvió indispensable para su ánimo creativo.
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El más extenso de los últimos trabajos de Walser es The Robber (El ladrón), escrito en 1925-1926, pero descifrado y publicado sólo en 1972. La historia es liviana al punto de ser insubstancial. Trata de los enredos sentimentales de un hombre de mediana edad conocido simplemente como “el ladrón”, un hombre que no tiene trabajo pero se las arregla para vivir al margen de la sociedad educada de Berna sobre la base de una modesta herencia.
Entre las mujeres, el ladrón tímidamente persigue a una camarera llamada Edith; entre las mujeres que lo persiguen a él están caseras variadas que lo desean tanto para sus hijas como para ellas mismas. La acción termina en una escena en la que “el ladrón” asciende al púlpito y, ante una gran audiencia, reprocha a Edith por preferir a un rival mediocre antes que a él. Indignada. Edith dispara un revólver hiriéndolo levemente. Hay una oleada de chismes alegres. Cuando el polvo se asiente, el ladrón estará colaborando con un escritor profesional para contarle su versión de la historia.
¿Porqué The Robber (El ladrón) como nombre para este tímido galán? La palabra es una indirecta, por supuesto, al primer nombre de Walser. La portada de la traducción de la University of Nebraska Press brinda una pista más. Reproduce una acuarela hecha por Karl Walser sobre su hermano Robert, de 15 años, vestido como su héroe favorito, Karl Moor, en el drama de Schiller Los Ladrones. El ladrón de tiempos modernos del cuento de Walser no es, por desgracia, ningún héroe. Un ratero y plagiario, en lugar de un bandido, que roba más que nada el afecto de las muchachas y las fórmulas de la ficción popular.
Detrás del Robert ladrón (a quien en adelante llamaremos R) se esconde una oscura figura, el autor nominal del libro, por el cual R es tratado ahora como un protegido, como un rival y como un simple títere para ser cambiado de lugar de situación en situación. Él es crítico de R (por el mal manejo de sus finanzas, por pasar tiempo con chicas de la clase obrera y, en general, por ser un ladrón de día o holgazán, en lugar de un buen suizo), aún así, confiesa, tiene que mantener su ingenio para no confundirse con R. En carácter él se parece mucho a R, burlándose de sí mismo, incluso mientras juega con sus rutinas sociales. De vez en cuando, el autor tiene una oleada de ansiedad sobre el libro que está escribiendo, sobre su lento progreso, la trivialidad de su contenido, la vacuidad de su héroe.
Fundamentalmente, The Robber (El ladrón) no es nada más ni nada menos que la aventura de su propia escritura. Su encanto reside en sus giros inesperados de dirección, en su tratamiento con delicadeza irónica de las fórmulas de juego amatorio, y su explotación flexible e inventiva de los recursos del alemán. Su autor, aturdido por la multiplicidad de hilos narrativos, de repente tiene que manejar, ahora que el lápiz en la mano se está moviendo, una reminiscencia, sobre todo, de Laurence Sterne, el lado suave, sin las miradas lascivas y los dobles sentidos.
El efecto de distanciamiento permitido por un estilo en el cual los sentimientos están cubiertos por un liviano tono de parodia, permite a Walser escribir, una y otra vez, sobre su propia indefensión en los márgenes de la sociedad suiza:
Estaba siempre solo como un pequeño corderito perdido. La gente lo perseguía para ayudarlo a aprender cómo vivir. Daba una impresión tan vulnerable. Se asemejaba a la hoja que un niño derriba de su rama con un palo porque su singularidad la hace llamar la atención. En otras palabras, él invitaba a la persecución.
Como Walser remarcaba, con igual ironía pero en propia persona, en una carta del mismo período: “En momentos siento que me comen vivo, es decir, parte o totalmente consumido por el amor, preocupación e interés de mis excelentes compatriotas”.
The Robber (El ladrón) no estaba preparado para ser publicado. De hecho en ninguna de sus muchas conversaciones con su amigo y benefactor durante sus años de asilo, Carl Seeling, Walser no mencionó mucho su existencia, aún así uno debe ser cuidadoso acerca de tomarlo como autobiográfico. R representa sólo un lado de Walser. Sin embargo, hay referencias de voces persecutorias, y aunque R sufre de delirios de referencia (sospecha significados escondidos, por ejemplo, en la forma en que hombres se suenan la nariz en su presencia), la propia melancolía de Walser, su lado autodestructivo es firmemente mantenido fuera de la imagen.
En un episodio importante R visita a un doctor y con un gran candor describe sus problemas sexuales. Él nunca sintió la urgencia de pasar noches con mujeres, aún así tiene “horribles reservas de potencial amoroso, tanto, que cada vez que salgo a la calle, inmediatamente comienzo a enamorarme”. La única estratagema que le brinda felicidad es imaginarse historias sobre él mismo y su objeto erótico, en las cuales él es “el subordinado, obediente, sacrificado y analizado acompañante”. Algunas veces, de hecho, él siente que es realmente una chica. Pero al mismo tiempo hay algo de muchacho adentro de él, un chico travieso. La respuesta del doctor es eminentemente sabia. “Usted parece conocerse muy bien a sí mismo -dice-. No intente cambiar”.
En otro pasaje memorable, Walser simplemente deja fluir el lápiz (permite que la censura dormite) como si se guiara de los placeres de una vida femenina imaginaria a un rico intercambio erótico de la experiencia de los amantes de la ópera, para quienes el gozo de derramar amor en una canción y la felicidad del amor en sí mismo son uno e iguales.
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Jakob von Gunten es traducido (del alemán al inglés) de manera ejemplar por Christopher Middleton, un estudiante pionero de Walser y uno de los grandes mediadores entre la literatura alemana y el mundo de habla inglés de nuestros tiempos. En el caso de The Robber (El ladrón), Susan Bernofsky, levanta espléndidamente el desafío de lo último de Walser, particularmente su juego de formaciones compuestas con las que el alemán es tan considerado.
En un ensayo publicado en 1994, Bernofsky describe algunos de los problemas que Walser presenta para el traductor. Uno de sus pasages más ilustrativos es el siguiente:
Se sentó en el jardín anteriormente mencionado, entrelazado por lianas, “enmariposado” por melodías, y absorto en su amor por la más bella joven aristócrata que bajó de los cielos del refugio de sus padres al ojo público para así, con su encanto, darle al corazón del ladrón una puñalada fatal.
Bernofsky ingenuamente acuña la palabra “enmariposado” (embutterflied) y sus inventivas para posponer el golpe en el última palabra, son admirables. Pero la oración también ilustra uno de los acuciantes problemas de los textos microscópicos de Walser. La palabra traducida aquí como “aristócrata” (herrentochter en alemán), es descifrada por otro editor de Walser como “saaltochter”, que significa “mesera” en suizo-alemán. (La mujer en cuestión, Edith, es ciertamente una mesera y no una aristócrata). Entonces, ¿la versión de quién aceptamos?.
Walser escribió en un alemán elevado (Hochdeutsch), el lenguaje que los niños suizos aprenden en la escuela. El alemán elevado se diferencia no solamente en una multitud de detalles linguísticos, sino también en el mismo temperamento del suizo-germano que es el lenguaje de hogar de tres cuartos de ciudadanos suizos. Escribir en alemán elavado era prácticamente la única opción posible para Walser, adoptando así, inevitablemente. una postura de aprendizaje y refinamiento social, una postura en la que él no estaba cómodo. A pesar de que tenía poco tiempo para la literatura regional suiza (Heimatliteratur) dedicada a reproducir el folcklore helvético y a celebrar agonizantes costumbres, Walser lo hizo, después de su regreso a Suiza, deliberadamente comenzó a introducir suizo-alemán a su escritura para así sonar más suizo.
La coexistencia de dos versiones del mismo lenguaje en el mismo espacio social es un fenómeno sin analogía en el mundo metropolitano de habla inglés, y uno que crea inmensos problemas para el traductor de inglés. La respuesta de Bernofsky al auto llamado dialecto de Walser, que comprende no sólo una frase o palabra rara, sino algo más difícil de definir que es el tono suizo de su lenguaje, es no hacer ningún intento por reproducirlo: traducir sus momentos suizos-germanos evocando algún otro dialecto social o regional inglés no lleva a nada, dice ella, salvo a la falsificación cultural.
Tanto Middleton y Bernofsky escriben introducciones informativas de sus traducciones; sin embargo, Middleton está desactualizado en la fecha de escolaridad de Walser. Ninguno de los dos opta por brindar notas explicativas. La ausencia de notas se hará sentir particularmente en The Robber (El ladrón), que está salpicado de referencias literarias, incluidas los orígenes oscuros de la literatura suiza.
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The Robber (El ladrón) es casi contemporáneo en composición con el Ulises de Joyce y con los últimos volúmenes de En busca del tiempo perdido de Proust. Haber sido publicada en 1926 quizás afectó el curso de la literatura alemana moderna, abriendo e inclusive legitimando como un sujeto de las aventuras de la escritura (o del sueño) a sí mismo y a la línea serpenteante de tinta (o lápiz) que surge debajo de la mano que escribe. El proyecto de reunir los escritos de Walser fue iniciado antes de su muerte, sólo fue después de ésta que los primeros volúmenes empezaron a aparecer en 1966, y después de haber sido notado por lectores de Inglaterra y Francia ganó amplia atención en Alemania. Él se siente más cómodo en el formato de ficción corta: historias como “Kleist in thun” (1913) y “Helbling’s Story” (1914) lo muestran en su momento más deslumbrante. Su tranquila y, a su manera, angustiosa vida fue su único y verdadero tema. Todas sus prosas, sugiere él en retrospectiva, deberían ser leídas como capítulos de una historia “real, larga y sin argumento”.
¿Walser fue un gran escritor? Si uno se resiste a llamarlo grande, dijo Canetti, eso es sólo porque nada podía ser más ajeno a él que la grandeza. En uno de sus últimos poemas Walser escribió:
No desearía a nadie ser yo.
Sólo yo soy capaz de soportarme a mí mismo.
Saber tanto, haber visto tanto y,
Decir nada acerca de nada.