Hacer periodismo de opinión en este país, conlleva riesgos muy grandes teniendo en cuenta que grandes rebaños adoctrinados por el establecimiento se expresan argumentando no razones, ni siquiera argumentos radicales, sino amenazas.
Hacer periodismo investigativo en Colombia es asunto más complejo, siempre ha sido una tarea peligrosa ya que las familias delincuenciales están en todos los frentes del poder. Quien asuma esa tarea, entra en un laberinto complejo en donde los intereses del dinero y la ambición, cruzan sus caminos. El periodista de investigación (rama del periodismo de opinión, porque de alguna manera, esa mirada adopta un punto de vista subjetivo), tiene que viajar al centro del conflicto a donde no llegan los periodistas que repiten los informes oficiales ––cajas de resonancia de un engranaje propagandístico––, que tienen muy bien asimilado su papel y se sienten muy cómodos en el.
Muchos periodistas que adoptaron miradas críticas, independientes, que fueron a las fuentes del conflicto, tuvieron que exiliarse; y otros, pagaron un costo muy alto por atreverse a develar los cortinajes que ocultaban los hilos de la tramoya.
La minería en Colombia es el gran problema sobre el que se apuesta en el siglo XXI. Las élites financiadas y apoyadas por el gran capital subastaron la mitad del territorio nacional. Parques naturales, reservas de flora y fauna, territorios de comunidades indígenas y afro-caribes y hasta robaron las propiedades de cooperativas y sindicatos mineros como en el caso de los mineros de Segovia Antioquia.
El problema de los cultivos ilícitos ya no es el gran problema de Colombia. El problema del narcotráfico es apenas una deformación del espectro de la economía internacional. El problema de Colombia es la minería y los recursos naturales, el petróleo, el oro, el níquel, la plata, el agua. Se han abierto de par en par las compuertas para que mega-corporaciones canadienses, inglesas, francesas, estadounidenses y españolas vengan por la parte del león apoyadas en leyes y reformas creadas por un sector mayoritario de la clase política que les brindan la seguridad jurídica y el blindaje militar para su actividad depredadora.
Estamos asistiendo al desmantelamiento de un país. Estamos ad-portas de una gran tragedia ecológica de magnitudes insospechadas. Las generaciones futuras no se recuperaran de estos daños en décadas.
Sin embargo en esta Batraxia suramericana. Grandes rebaños adoctrinados que solo escuchan las opiniones y noticias que emanan de las cadenas oficiales y del gran capital. Esas que son idiotizadas mediante hábiles maniobras de espectáculos de masas: futbol, telenovelas amarillistas e impactantes, crece. Crece esa audiencia de analfabetas funcionales que se expresan en redes y que pasan rápidamente de un crimen pasional a una batalla verbal por la actitud de un senador borracho. Entran en el juego sutil del envenenamiento simbólico. Son castradas las mentes críticas y se multiplica el poder de los ejércitos de la propaganda. Asistimos por ejemplo a la lapidación simbólica de una mujer de ancestros africanos, de palabras directas y de actos valerosos que ha pagado con creces su independencia de criterio como lo es Piedad Córdoba; por una caterva de animales adoctrinados, trogloditas intoxicados de patriotismo barato, borregos marcados en los mercados de la opinión pública, cerdos inoculados con la gripe del unanimismo oficial, pandilla multitudinaria que se mueve como bancos de pirañas buscando víctimas propiciatorias para su banquete sangriento.
Pensaba que esas oleadas de odio visceral eran pasajeras, sobre todo, contra personas que de una u otra manera buscaban caminos, soluciones y alternativas concretas, a problemas consustanciales a un conflicto brutal que se ha engendrado bajo décadas de abandono y miseria, además de alienación y guerra contra los fronterizos. De eso se trata el conflicto colombiano; guerra de las clases dirigentes apoyados en los rebaños adoctrinados de la T.V. ––una plataforma poderosa sobre la que se pueden lanzar todo tipo de empresas, como la de la guerra interna––. Cuando la clase media acepta después de décadas de propaganda política, la necesidad de la guerra interna; llega a aceptar todo: los falsos positivos, las intervenciones telefónicas, la pérdida de las libertades, los recortes al presupuesto de la educación y la salud, la criminalización de la protesta social. Cuando se llega a la conclusión de que las solución al conflicto es dar más poder al poder, Entonces se hace parte de esa masa dispuesta al sacrificio en el altar de la guerra y de la usura.
Colombia-Batraxia. Batraxia-Colombia es un país que arrojó a los más pobres a sus fronteras y a sus selvas. Expulsó a más de tres millones de compatriotas; los llevo a vivir en el exilio del mundo como parias; y a los del exilio interno los aniquila con glifosato de la Monsanto y bombardeos sistemáticos programados y diseñados desde el norte por los contratistas de las “Black-Waters” (los mismos que asesinaron a más de 150.000 personas en Irak). Estos fronterizos sin patria, estos campesinos sin tierras atrapados en el cruce de fuego, estos mineros sin minas, estos ciudadanos sin derechos, estos "terroristas" sin ejércitos, son el objetivo de este y de todos los otros gobiernos.
Ellos viven en las selvas y maniguas, en las riveras de los ríos y son como las hormigas tambochas que abren caminos de herradura y rutas de barro buscando sustento y marcando brújula para que las dragas, el mercurio y los venenos puedan entrar a funcionar. ¿Destruyen y contaminan? claro que sí. No mucho más que los de las grandes multinacionales. Ellos, los colonos del oro, mueren dentro de las propias heridas que hacen a la tierra. Las multinacionales vienen, dañan, destrozan y se llevan las riquezas dejándonos los desiertos y la tierra baldías. Estas últimas, para poder invadir esas tierras se apoyan en ejércitos de servidumbre. Verlos en el documental sirviendo de protección a los verdaderos ladrones, causa grima.
La minería traerá progreso lo gritan a los cuatro vientos. Si es así, la pregunta más elemental es: ¿por qué no han podido resolver el problema de la pobreza en esa comunidades después de décadas de explotación permanente? ¿Por qué no han podido resolver las necesidades mínimas de educación y salud? ¿Por qué no dado trabajo digno a las comunidades ––dueñas por tradición– de eso territorios?
Por eso entiendo a escritores que NO aspiran a comulgar con el espíritu de esa terrible mancha humana. Es necesario ahora desconfiar de la legión. Periodistas como Langlois herido en su trabajo merecen al menos (antes de la censura y la vocinglería patriótica) el adoptar una postura crítica; mirar, leer y escuchar sus obras. Este video hace parte de ellas. Lo encuentro dilucidador, esclarecedor, además de la denuncia directa de cómo unos delincuentes de cuello blanco ––que hoy en día cobran sus vendettas a sangre y fuego sobre todo el territorio de la patria–– robaron los legítimos derechos de centenares de trabajares y mineros de Segovia Antioquia. Solo una muestra de los que ha pasado y seguirá pasando si estos documentales no se conocen, no circulan, si sobre ellos no se opina, si sobre ellos cae un velo de silencio.
Además una muestra directa de lo que ya conocíamos pero que en perspectiva nos pone a todos los colombianos ante una encrucijada real e inmediata. Los recursos naturales y la devastación de la naturaleza.
Los jóvenes colombianos deben saber que las familias y dinastías que hoy ocupan el poder son unos ecocidas y se están llenando los bolsillos con los recursos de todos. No tienen moral, recurren los falsos positivos, a las masacres, a las violaciones, a las interceptaciones, a las tergiversaciones, a los montajes, al rediseño de las fronteras de los santuarios de fauna y flora y están trabajando para los grandes dragones de las corporaciones mineras internacionales. Tienen un libreto de propaganda muy bien elaborado (destilación de los principales lineamientos de Edward Bernays) y los están poniendo en práctica. Tiene los cuchillos afilados sobre el mapa y sus cuentas protegidas en Suiza; están dispuestos a destrozarlo todo.
Se han atrevido a firmar tratados como el TLC en donde de manera explícita permiten la importación de residuos tóxicos dice de manera enfática Jorge Enrique Robledo en "EL TLC RECOLONIZA COLOMBIA" :
"....El TLC dañará a la
industria nacional no solo por la vía de
impedirle usar aranceles frente a los
bienes más baratos de Estados Unidos, al igual que emplear otros mecanismos que,
como las licencias previas o la calidad de los bienes, se han usado para impedir
o estorbar las importaciones en el mundo, con el sentido de estimular los
aparatos productivos locales. Tal el caso de los colombianos que remanufacturan bienes
industriales usados, pues muchos de estos perderán toda protección de manera
inmediata y el resto en diez años, plazo por completo insuficiente para
defenderse de la muy poderosa producción estadounidense de este tipo, los cuales
fueron definidos de una manera en la que, según un dirigente gremial de la
industria colombiana, “un usado más otro usado da un remanufacturado”. Fue
tal el control de Estados Unidos en la “negociación”, que ni siquiera la ropa y
los zapatos usados quedaron de prohibida importación, pues los dejaron en un
listado de licencia previa que anuncia que cualquier día podrán importarse sin ningún
obstáculo, luego de modificar una simple resolución. ¡Y en la misma condición
quedaron los residuos tóxicos y peligrosos! Cómo se nota el propósito de
Washington de llenar a Colombia con sus desechos: vísceras de reses, trozos de
pollos, lactosueros y gallinas y vacas viejas. ¡Triste condición la de los países que
terminan convertidos en la caneca donde los imperios tiran sus residuos!" *
Miren las heridas brutales sobre la tierra. Miren el veneno pesado dentro de las arterias de los ríos. Miren el despojo de los territorios sagrados.
Es verdad existen motivos de indignación y son estos, aquí están. No esperen a que nos programen la agenda de la indignación con novelitas y episodios de tercera. (La escena de los indígenas protegiendo sus lugares ancestrales es por lo menos elocuente) ya que de cierta manera revive una escena de siglos pasados: el hombre contra las máquinas; pero en este caso, no son las máquinas, sino lo que en este contexto de la minería en particular representan.
Apenas estamos entrando al centro del conflicto. Ya era hora.
*El TLC recoloniza a Colombia
Jorge Enrique Robledo
P44