Como en otros aspectos de la actividad digital, la educación ahora se plantea como algo susceptible de ser reprogramado, modificado y hackeado para satisfacer mejor las necesidades de cada individuo.
Así lo razona Dale Stephens (2013: 9):
Los sistemas y las instituciones que vemos a nuestro alrededor, en las escuelas, las universidades y el trabajo, están siendo sistemáticamente desmantelados. Si alguien desea aprender las habilidades necesarias para navegar por el mundo, con todo su ajetreo, su conectividad y su creatividad, tendrá que hackearse su propia educación.
Son todas ellas propuestas muy discutibles, aunque también muy tentadoras. Se trata de argumentos que, estemos o no de acuerdo con ellos, recalcan el reto fundamental que supone internet para el que, durante los últimos 100 años aproximadamente, ha sido el modelo educativo dominante. Por tanto, es comprensible que se hable de internet en términos de la inevitabilidad del cambio educativo, su transformación y la «disrupción» generalizada de los modelos de enseñanza del siglo XX. Tal y como escribió Jeff Jarvis (2009: 210), conocido experto en tecnologías, en un elogiado trabajo sobre la importancia de internet en la sociedad: «La educación es una de las instituciones que más necesita una disrupción, algo que traerá consigo excelentes oportunidades». Atrevidas declaraciones como esta se escuchan actualmente con una frecuencia y convicción tales que ya casi nadie duda de que la disrupción digital de la educación está próxima. Por eso muchas personas ya no se preguntan si internet va a reinventar la educación por completo, sino cuándo lo hará.
PRINCIPALES MODALIDADES EDUCATIVAS BASADAS EN EL USO DE INTERNET
Dado lo insistente de estas predicciones acerca de lo que va a suceder, tal vez sea buena idea mirar atrás y hacer un repaso de lo que ya ha sucedido en realidad con internet y la educación. Como se indicaba al principio de este artículo, a la vista de estas ambiciosas reivindicaciones de transformación y disrupción, es importante preguntarse cómo se está sacando provecho real del potencial educativo de internet. En este sentido hay que reconocer que internet se lleva usando hace tiempo para fines educativos, y que durante los últimos 20 años han surgido una serie de modelos destacados de educación basada en internet. Quizás el más difundido esté constituido por las diversas formas de lo que se ha dado en llamar e-learning, y que abarca desde cursos online hasta aulas e incluso escuelas virtuales. Muchos de los primeros ejemplos de e-learning consistían básicamente en suministrar contenidos de manera unidireccional y, por lo tanto, eran una réplica de las formas epistolares tradicionales de la educación a distancia. Estos programas (que aún existen) suelen depender de sistemas de gestión de contenidos online, aunque con el apoyo de algún tipo de interacción en forma de correos electrónicos, tablones de anuncios virtuales y otros sistemas de comunicaciones. Junto a estas formas de transmisión de contenidos se da un desarrollo constante de las llamadas «aulas virtuales», por lo común representaciones espaciales de aulas o salas de conferencias que pueden ser habitadas por alumnos y profesores. A menudo estos espacios virtuales han sido diseñados para alojar formas sincrónicas de instrucción y respuesta en vivo, en las que el estudiante puede escuchar clases, ver vídeos y presentaciones visuales y también interactuar con otros alumnos mediante texto y voz. Existen otras modalidades asincrónicas de aula virtual en forma de espacios digitales que permiten acceder a recursos tales como grabaciones de audio y transcripciones de textos de clases, lecturas complementarias y foros de discusión. Estas formas de e-learning se vienen desarrollando desde la década de 1990 y actualmente ya hay ciberescuelas y universidades online que constituyen elementos consolidados dentro de los sistemas educativos en todo el mundo.
Mientras que estos modelos de e-learning suelen reproducir la estructura y los procedimientos básicos de las escuelas y universidades físicas, en los últimos 20 años ha surgido toda una variedad de otros modelos de educación por internet. Una de las formas más conocidas de educación online es la creación abierta y colectiva de información y conocimientos. El mejor ejemplo de esto es la enciclopedia online Wikipedia. A pesar del continuo debate sobre su fiabilidad y alcance, Wikipedia tiene una importancia considerable en la educación. Aparte de dar acceso a una enorme cantidad de información, la posibilidad de que el usuario aporte contenidos y perfeccione los existentes convierte las herramientas Wiki, como Wikipedia, en importantes recursos educativos. Actualmente se está imponiendo entre muchos educadores la idea de que aplicaciones populares controladas por el usuario, como Wikipedia, permiten a los individuos participar en actividades de aprendizaje sin precedentes que son constructivas personalmente y significativas desde el punto de vista público. Como explica John Willinsky (2009: xiii):
Hoy en día un estudiante que hace una mínima corrección a un capítulo de Wikipedia está contribuyendo más y en cuestión de minutos al avance del conocimiento público de lo que yo hubiera podido hacerlo en el curso de toda mi carrera universitaria.
Estas características de las herramientas Wiki se corresponden con el movimiento más amplio de recursos educativos abiertos, que busca hacer accesibles online y de manera gratuita materiales educativos desarrollados por profesionales. Así, por ejemplo, se estima que casi el 80% de los cursos que se imparten en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) están disponibles en este soporte gratuito. Iniciativas similares se pueden encontrar en instituciones que van desde universidades de prestigio internacional, como Yale y Oxford, hasta centros de enseñanza superior locales. En todos estos casos, el material didáctico, como notas de seminarios, podcasts y vídeos de las clases se comparte online con estudiantes de todo el mundo, la mayoría de los cuales no podría asistir a clases presenciales. En esencia (como con la Wikipedia), en los recursos educativos abiertos el énfasis no se pone solo en el acceso a los materiales, sino en animar a los usuarios a que alteren y modifiquen dichos recursos cuando lo consideren necesario. Por ejemplo, el ambicioso proyecto OpenLearn de la Open University del Reino Unido proporciona acceso gratuito online a la totalidad del material didáctico de la institución e invita a los usuarios particulares a adaptarlo si así lo desean.
La libre difusión de contenidos educativos creados por individuos y también por instituciones es otra manera de compartir conocimientos online. Así, por ejemplo, el servicio YouTube.Edu ofrece acceso a millones de vídeos educativos producidos por educadores y estudiantes particulares. De modo similar, la colección de medios educativos de Apple Computers, la llamada iTunes-U, está diseñada para que los estudiantes no necesiten asistir a clases como en la educación tradicional y, en cambio, accedan a un aprendizaje móvil, libre y bajo demanda (ver Çelik et al., 2012). iTunes-U, que se describe a sí misma como «posiblemente la mayor colección mundial de medios educativos libres disponible para estudiantes, profesores y alumnos de formación continua», ofrece libre acceso a cientos de miles depodcasts con contenidos educativos en soporte audio y vídeo. Más recientemente, ha sido muy elogiado el acceso online de la Khan Academy a miles de vídeos educativos a medida, test y evaluaciones interactivas que abarcan una gran variedad de temas y áreas de conocimiento. El objetivo de la Khan Academy es proporcionar las herramientas a individuos para que aprendan a su propio ritmo y para que puedan repasar los contenidos cuantas veces quieran. Este modelo, denominado «aula invertida», está pensado para que los individuos puedan familiarizarse con los elementos de la instrucción antes de asistir a una clase formal. De este modo, las clases presenciales se podrán dedicar a la aplicación práctica de los conocimientos mediante resolución de problemas, trabajos de investigación y aprendizaje basado en proyectos y experimentación (ver Khan, 2012).
Otro ejemplo notable de educación abierta basada en internet ha sido el desarrollo, durante los últimos cinco años más o menos, de los Mooc (Massive open online course, esto es, cursos masivos online abiertos). Ahora mismo, especialmente gracias al éxito de iniciativas a gran escala como Coursera y Ed-X, los MOOC consisten en impartir cursos online gratuitos y con contacto directo a un gran público. La idea central del modelo MOOC es estimular a los individuos a que aprendan usando herramientas online de su propia elección, un sistema que se ha denominado «redes de aprendizaje personal». Los resultados colectivos de dicha elección pueden ser luego recopilados por los coordinadores de los cursos y compartidos con otros estudiantes. Este énfasis en el aprendizaje mediante el descubrimiento por iniciativa propia se ha revelado especialmente apropiado para la enseñanza universitaria. En la actualidad, individuos de todas las edades pueden participar en cursos masivos online dirigidos por profesores de centros universitarios tan prestigiosos como Stanford, MIT y Harvard. Los ejemplos son variados y van desde la asignatura optativa de Yale, Arquitectura Romana hasta el curso oficial de Harvard de Fundamentos de Neurociencia.
Iniciativas como Hole-in-the-Wall (Agujero en la Pared) y School in the Cloud (Escuela en la Nube) constituyen otra aplicación radical de internet como soporte de un aprendizaje autodirigido y no institucional. Estos programas giran en torno al concepto de «educación mínimamente invasiva», en la que niños y jóvenes puedan acceder en cualquier momento a la tecnología digital y aprender a usar el ordenador e internet a su propio ritmo. La filosofía original que inspiró el programa Hole-in-the-Wall era llevar internet a puntos que Arora (2010: 691) denomina «lugares apartados y olvidados», en vez de a escenarios más formales, como escuelas o universidades. De hecho, la concepción ética de una educación mínimamente invasiva es declaradamente no institucional y prevé que los niños participen usando internet como herramienta educativa «gratuita y sin supervisión» (Mitra, 2010). Esta concepción se considera idónea para destinatarios como las comunidades más pobres de India y Camboya que, de otro modo, no tendrían acceso a internet. Por su parte, la reciente iniciativa de School in the Cloud supone un intento de utilizar las herramientas de comunicación online de manera que individuos de países de renta elevada actúen de mentores y mediadores «eruditos pero cercanos» de jóvenes estudiantes de países de nivel de renta menor. El hecho de brindar este acceso y apoyo se considera el eje central de lo que el equipo del proyecto denomina «entornos de aprendizaje autoorganizado» y «aprendizaje autoactivado». Se trata de ofrecer una alternativa a «quienes no pueden acceder a la escolarización formal» en países pobres (Arora, 2010: 700).
Estos programas, proyectos e iniciativas dan idea de la diversidad de vías por las que educación e internet se han ido fusionando a lo largo de los últimos 20 años. Aunque tal vez las formas más habituales de educación por internet son las del aprendizaje totalmente informal que trae consigo su uso diario. En este sentido, se podría considerar que el mayor impacto de internet en la educación se produce a través de su apoyo implícito a las diversas formas de «aprendizaje informal» (Ünlüsoy et al.: en prensa). Como ha descrito la antropóloga cultural Mimi Ito, existen varias modalidades de uso diario de internet de las que podría decirse que comportan elementos de aprendizaje (Ito et al., 2009). A un nivel básico, está la costumbre popular de usar internet solo para pasar el rato con otras personas. A menudo estas formas de pasar el rato pueden derivar hacia situaciones más intencionadas, que Ito denomina «entretenerse con algo», es decir, actividades motivadas por un interés y más centradas en socializar con personas afines, lo que frecuentemente implica búsquedas fortuitas, experimentación y jugar con recursos. Esta forma de entretenerse con algo puede conducir a un compromiso más intenso, que Ito llama «compartir el entusiasmo por alguna cosa». Se trata de sesiones con participación concentrada e intensiva dentro de comunidades concretas de individuos de gustos, ideas e intereses similares movidos por una afición común y a menudo muy especializada. Dado que facilita todas estas formas de aprendizaje, este uso diario de internet puede considerarse una actividad intrínsecamente educativa.
LA REALIDAD DE INTERNET Y LA EDUCACIÓN
Estos ejemplos y muchos otros similares se ven hoy como una prueba de la creciente aportación de internet a lo que significa aprender y recibir educación en el siglo XXI. Evidentemente, iniciativas como los MOOC, las aulas invertidas y el aprendizaje autoorganizado bien podrían resultar ser los desencadenantes del «cambio del estado de la educación» (Oblinger, 2012). No obstante, la historia de la tecnología educativa de los últimos 100 años nos enseña que un cambio rara vez es tan instantáneo o tan extensivo como a muchas personas les gustaría creer. De hecho, la historia de las tecnologías educativas modernas (empezando por el decidido apoyo de Thomas Edison a las películas educativas en la década de 1910) se ha caracterizado en líneas generales por una serie de complejas relaciones entre educación y tecnología en las que ambas se condicionan mutuamente (Cuban, 1986). En otras palabras, las nuevas tecnologías rara vez tienen un impacto directo y unívoco o un efecto predecible sobre la educación. Si bien, las culturas y tradiciones educativas establecidas tienen una profunda influencia en las tecnologías. Como ya apuntara el historiador Larry Cuban (1993: 185) acerca de la notable adaptación de las escuelas a las sucesivas oleadas de avances tecnológicos de las décadas de 1980 y 1990, en el encuentro entre «el ordenador y el aula, el aula gana». Al preguntarnos cómo está influyendo internet en los modelos de educación en la década de 2010, también tenemos que hacernos la pregunta inversa, a saber: cómo está influyendo la educación en internet.
Desde esta perspectiva no sorprende observar que las modalidades más exitosas de educación por internet y de e-learning son las que reflejan o incluso replican los sistemas preinternet: aulas, clases libros, etcétera. Tampoco sorprende que la muy arraigada gramática de la educación formal y sus instituciones tenga una gran presencia en las formas emergentes de educación por internet (Tyack y Cuban, 1995). Tomemos como ejemplo la persistencia de métodos bien conocidos, como la división de los conocimientos en áreas temáticas, la evaluación individual o las consultas a profesores expertos. Aunque esta continuidad sea comprensible, contradice claramente a quienes reivindican la transformación radical y la disrupción del statu quo educativo. Así pues, en contraste con el celo revolucionario de algunos analistas, podría señalarse que internet tiene mayor impacto en la educación cuando no genera patrones de participación o practica unos radicalmente nuevos. Por ejemplo, el reciente auge de los MOOC en países como Estados Unidos y Reino Unido, en lugar de hacer llegar oportunidades de educación a aquellos que no las tienen, parece en cambio estar facilitando el acceso a más medios educativos a individuos con recursos, altamente motivados y con una buena preparación (replicando de este modo una tendencia que algunos sociólogos llaman el «efecto Mateo»). No quiere decir esto que los MOOC sean una modalidad insignificante de educación, a pesar de que todo apunta a que su principal impacto es intensificar antes que ampliar la participación educativa. De hecho, desde esta óptica, las supuestas propiedades transformadoras y de cambio social radicales que se atribuyen a los MOOC (y a otras formas de educación por internet) habrían de acogerse con suma cautela.
Esto lleva cualquier intento de predecir la posible influencia de internet sobre futuras formas de educación a un terreno incierto. Desde luego no es inteligente adoptar la postura directamente cínica de que la educación por internet no ofrece nada nuevo (es decir, que los efectos educativos de internet no son más que «vino viejo en odres nuevos»). Pero sería igualmente erróneo suponer que cualquiera de los ejemplos vistos hasta ahora en este artículo sea el preludio de un cambio fundamental en la educación. Desde luego que internet está asociada con cambios educativos, aunque dichos cambios sean complejos, contradictorios, enrevesados y claramente caóticos.
A este respecto, a la hora de analizar la relación entre internet y educación quizá sea más relevante recalcar los aspectos puramente sociológicos por encima de los técnicos.
Y es que internet plantea una serie de preguntas ideológicas (en lugar de dar respuestas puramente técnicas) acerca de educación en el futuro próximo. Por eso, ahora, debemos apartarnos del optimismo que impregna casi todo el diálogo sobre la educación por internet. En lugar de ello nos centraremos en las numerosas implicaciones sociales, culturales y políticas que no siempre se reconocen, pero que también merecen nuestra atención
1. Internet y la creciente individualización de la educación
En primer lugar, está la manera en que la educación por internet promueve una individualización implícita de la práctica y la acción. Muchos pedagogos valoran especialmente que internet aumente la responsabilidad de los individuos a la hora de elegir opciones en materia educativa y asumir las consecuencias de su elección. Todas las formas de educación por internet reseñadas en este artículo exigen al individuo un alto grado de autonomía, y en ellas el éxito educativo dependerá sobre todo de la capacidad para gestionar su compromiso progresivo con el aprendizaje a través de los medios que elija. Por lo general, se supone que esto actúa a favor del individuo y en detrimento de las instituciones. Pero la idea del estudiante responsable y autónomo se basa en el supuesto, nada realista, de que todos los individuos tienen la capacidad de actuar de un modo agéntico y autónomo en su vida diaria. En términos de Bauman (2001), el estudiante competente online es alguien capaz de actuar como un individuo con todo el poder de hecho y no solo de derecho (es decir, alguien a quien sencillamente se le supone el individualismo). Claramente solo una minoría privilegiada de personas es capaz de actuar de un modo por completo autónomo. Esta individualización de la acción en sí acabará convirtiendo la educación en un área de mayor riesgo, pero también de oportunidades.
Estos aspectos plantean una serie de preguntas importantes. Por ejemplo, ¿qué igualdad real hay entre los individuos a la hora de tomar una decisión educativa entre las opciones que ofrece internet? ¿Por qué las aparentes libertades educativas de internet se traducen en importantes pérdidas de libertad (como la intensificación del trabajo educativo y su expansión al ámbito doméstico)? ¿En qué medida las formas personalizadas de educación por internet se están limitando a facilitar lapersonalización masiva de unos servicios y contenidos educativos homogéneos? ¿Cuál es la naturaleza de las formas colectivas de educación por internet? ¿Qué tienen de particular las comunidades de estudiantes de internet en cuanto a diversidad social, compromiso o solidaridad? ¿Está internet debilitando o incluso erosionando la noción de la educación como un bien público?
2. Internet y el desarrollo de la educación basada en datos
Otro aspecto importante a la creciente presencia de internet en la educación es la manera en que los datos y la información online definen, y al mismo tiempo describen, la vida social. Internet ha reforzado la importancia de bases de datos, minería de datos, analíticas y algoritmos, con lo que cada vez más organizaciones e instituciones funcionan mediante la continua recopilación, agregación y (re)análisis de datos. En esencia, internet permite que este trabajo de datos se desarrolle a gran escala y de forma acumulativa. Existe la convicción de que vivimos en la era de los big data, en la que los sistemas informáticos ponen a nuestra disposición «cantidades ingentes de información producida por y acerca de las personas, las cosas y sus interacciones» (Boyd y Crawford, 2012: 662).
La recopilación y el análisis de datos online son en este momento claves en la manera en que se estructuran las acciones y se toman decisiones en muchas áreas de la educación. Por ejemplo, se están generando, recopilando y acumulando enormes cantidades de datos online como consecuencia de actividades en internet dentro de instituciones educativas. Estas van desde el seguimiento interno o in-house de las condiciones del sistema a la recopilación pública de datos a escala local, estatal y federal. Los datos así obtenidos sirven a variedad de propósitos, entre ellos la administración interna de los cursos, la fijación de objetivos, la gestión del rendimiento y el seguimiento de alumnos. Existen procesos y prácticas similares en el uso de datos entre diferentes sistemas de educación, desde bases de datos de alumnos hasta clasificaciones por resultados académicos. Por supuesto que la relevancia creciente de los datos online ofrece muchas ventajas y últimamente se detecta gran entusiasmo acerca del potencial de la «analítica del aprendizaje», es decir, de la «medición, recopilación, análisis y comunicación de datos acerca de los alumnos y sus contextos con el fin de entender y optimizar el aprendizaje y el entorno en que se produce» (Siemens et al., 2011: 4). Al mismo tiempo, cada vez se habla más de minería de datos de educación y analítica académica. Se cree que todo este uso de datos digitales conducirá a procesos educativos más eficientes y transparentes, además de dar soporte al autoseguimiento y la autodiagnosis del aprendizaje por parte de los interesados (Eynon, 2013).
No obstante, hemos de ser cautos acerca de las posibles ventajas y, en particular, acerca del papel que desempeña la creciente prevalencia de datos online en la educación a la hora de definir lo que la gente puede y no puede hacer. Por ejemplo, ¿cómo están representados los individuos y su aprendizaje en los datos recogidos el línea? ¿Cómo facilita internet la conexión, la acumulación y el uso de estos datos de formas que antes no eran posibles? ¿En qué medida determinan los perfiles de datos las elecciones educativas de los individuos? ¿Cómo se usan estos datos online en acciones de supervisión predictiva, en las que educadores e instituciones se basan en datos de rendimiento y comportamiento existentes para informar sobre expectativas de futuras conductas? ¿Qué aspectos de la actividad educativa no están representados en los datos online que se recopilan y analizan?