GERMAN OSSA
(GEROSS)
(GEROSS)
ENTREVISTA A:
OMAR GARCÍA RAMÍREZ
La obra poética y literaria de Omar García Ramírez, es de obligada
referencia cuando se trata de hablar de la literatura del Eje cafetero. Periférica, underground,
experimental y contestataria; esta obra no encaja en los códigos del mainstream;
tal vez, el escritor ha tocado demasiados puntos negros, tal vez el autor ha
llevado algunos elementos de su literatura
hasta límites que no son bien asimilados por el establecimiento
cultural. Él, a su manera, ha hecho su andadura: tres premios literarios
regionales; dos reconocimientos nacionales; cinco libros publicados; seis obras
inéditas, listas para salir a buscar su camino y decenas de artículos polémicos
en la web, lo posicionan como un personaje en las fronteras externas de la
literatura bien pensante o políticamente correcta. Algunos, lo califican de
ácrata y hasta panfletario ––cosa que él no niega del todo––, pero cuando se
profundiza sin prejuicios en algunas de sus trabajos, se puede ver más allá del
slogan, algo que conecta con la verdadera poesía. Una poesía llena de humor
acido, corrosivo y negro; una poesía hecha de desencanto pero también de
humanismo. Una poesía autocrítica y en constante revisión, una obra que se
aborda como trabajo de escritura sobre la condición postmoderna del poeta en
tiempos de guerra, de alienación global, de ciertos oscurantismos virtuales.
De alguna manera, su obra ha sido ocultada, solo se publica de vez en
cuando, algo del “fast food” de la primeras épocas; pero su verdadero trabajos
de fondo, los de buceo a pulmón limpio siguen casi inéditos. Están, sin lugar a
dudas, en la cazuela sonde se preparan los platos fuertes de la literatura
colombiana. No vamos a utilizar la manida frase de: “el secreto mejor guardado
de la literatura colombiana” (utilizada por editorialistas y panegiristas de
talentos que, algunas veces, están muy sobredimensionados) porque de su
valía saben muchos, enemigos y amigos; pero sí sabemos que es uno de los
autores más ocultados y de cierta manera destinados a una reserva fronteriza de
los talentos que no merodean la feria de las vanidades; uno de los autores
colombianos que se mantiene en calidad de outsider ya que el oficio de trepa,
obsecuente y snob no va bien con su talante. Omar García Ramírez, no solo
escribe poesía, investiga la forma de hacerla nueva y vigorosa, mediante las
técnicas que van desde el cuento policiaco, el pastiche cultural y el collage.
Alguien dijo de vanguardias extinguidas; Omar García Ramírez siempre ha
estado en la vanguardia, aunque sus moldes literarios pudieran ser clásicos. Es
un escritor que rompe las fronteras y sale como los buenos salvajes en busca de
su propia verdad. En un país en donde la
mayoría de la poética tiene el acento burocrático, narcótico y provinciano del
lirismo para públicos dormidos; la obra de Omar García Ramírez supone un choque
de alto voltaje, una pesadilla de fuego denso, una carrera a campo traviesa,
trago fuerte en una taberna peligrosa; Un paseo por los límites portuarios de
ciudades afectadas por la gangrena del odio, bajo torrenciales aguaceros
purpura.
Aquí el salvaje, el polémico, el beduino obscuro, el poeta.
G.O.
G.O.––Los libros “La Balsa de la Medusa”, “Sobre el Jardín de las Delicias” y “Urbana Geografía Fraterna”
Componen tres etapas de su obra literaria. ¿Cómo definirías esos trabajos
literarios?
O.G.R.––Sí, comenzando por “El
jardín de las Delicias”, siguiendo con “Geografía fraterna” y terminando con
“La Balsa de la Medusa”; son tres obras desarrolladas y escritas en el trascurso
de 20 años. La primera es una obra en donde estaban todas mis inquietudes
literarias de juventud y en donde de alguna manera, plasmé algunas referencias
que conectaban con las problemáticas sociales y espirituales de aquella época. “Últimos Signos” y de “Los Regresos” son poemas que de alguna
manera fueron una especie de declaración de intenciones; por una parte los
elementos sociales y por otra el surrealismo; la historia corta en clave
poética. En “Urbana Geografía Fraterna”
hablo más de la amistad y de la vida en nuestras ciudades de provincia y la
compleja situación de comenzar asumir la
adultez en medio de un país caótico y bajo la sombra de la guerra. De cierta
manera, nuestra generación es de sobrevivientes. Y en “La Balsa de la Medusa” se puede apreciar una obra del desarraigo y
el exilio. Es una obra madura, y creo que su poesía es más ambiciosa,
experimental y rigurosa. En ella los elementos puramente literarios se
manifiestan estilizados y depurados.
G.O.––“La Balsa de La Medusa”, y “Altamira 2001” (la
novela), las escribiste en Europa. De qué forma influyó este periplo en tu voz
como escritor?
O.G.R.––Sí, algunos de los poemas
de “Sobre el Jardín de las Delicias” en especial “La balada de Estocolmo” la escribí en Suecia en donde estuve una
temporada en el año 93 (que fue mi primera experiencia europea); fue sentido
como un dictado y la escribí en una mañana en uno de los parques cercanos al
metro de la estación central de Estocolmo: Kungsträdgården (los jardines del rey). Fue un poco extraño, pero la escribí de un
tirón y luego prácticamente no corregí nada. Si alguna vez sentí algo parecido
a la inspiración fue en ese momento. Después, han sido horas y días y meses de
trabajo con la palabra. Aquel fenómeno no se volvió a repetir, salvo en un par
de ocasiones en que pude sentir algo parecido, pero nunca fue tan claro.
En “La Balsa”, Hubo más distancia
frente a los poemas relacionados con Colombia, y más cercanía con los problemas
globales del exilio, que veía de manera directa todos los días. También tuve
tiempo para lecturas meditadas y profundas, que crearon una especie de
sedimento poético que se manifiesta en la obra. Ahora, gran parte de los poemas
de “La Balsa de la Medusa” fueron
escritos en España en donde residí desde el año 99 hasta el 2006. Estos poemas
fueron mucho más complejos, y su elaboración más dilatada ya que en ellos
existen diversas maneras de afrontar el hecho poético, desde los elementos
formales y clásicos, hasta otros medios más experimentales. Siempre quiero llevar
mis textos hacia un lugar en donde se difuminen las fronteras de los géneros.
No me interesan las fórmulas, me interesa la búsqueda de nuevas maneras
estéticas. Algunos de esos poemas me tomaron meses terminarlos y creo que es un
libro complejo, además de extenso. De cierta forma es una suma, compuesta por
cinco libros cortos, cada uno con un estilo bien definido. Van desde la parodia
teatral, hasta el monólogo interior, pasando por relato hard boiled emparentado con la novela negra.
Luego la novela “Altamira 2001” la había comenzado a
escribir en Bogotá, pero la había dejado por un tiempo largo y en España la
retomé y finalicé en un año. Es una novela en clave de humor negro que recrea
una etapa de mi vida y mi juventud. De cierta manera es una especie de bildungsroman. Esa novela la envié a
concursar desde España y gano el premio nacional de novela ciudad de Pereira.
En el año 2001.
G.O.––Sé que a la par de tu viaje de escritor, desempeñaste una serie de trabajos agrarios
temporales. ¿Cómo fue esa experiencia?
O.G.R.––Mire los callos y las
cicatrices de estas manos; hice la vendimia en Languedoc-Rosellón en el sur de Francia; la campaña de la
manzana en Martigny Suiza; la recolección de la fresa a en Myolby Suecia, y la de la naranja en Huelva el sur
de España. He sido jornalero y temporario, le cuento que fueron momentos de
mucha vitalidad y de experiencia; aire
puro y sol; claro, también trabajo duro, a lado de nativos e inmigrantes de
todas la latitudes. Eso de una parte; de otra parte he sido albañil, pintor,
decorador, cartomancista, profesor de artes de verano, dibujante en películas
de dibujos animados y he desempeñado media docena de oficios fabriles en
tiempos luminosos del verano y en épocas frías y de bruma. Eso me sirvió para
moverme, hacer la economía
del viaje y conocer regiones y países, inmerso en la lucha cotidiana por el
pan. Esa es la vida de los emigrantes de todo el mundo.
G.O.––¿Qué leías en esa época en
España?
O.G.R.––Estuve un tiempo viviendo en "La latina", "Sol", y "Arguelles", luego en el sector de Aluche; allí cerca había una hermosa
biblioteca pública . Tenían una estupenda colección
de literatura y en especial de poesía; además
docenas de revistas literarias; muchos de los autores que leí en aquella
época fueron descubrimientos y otros fueron confirmaciones y relecturas de
estudio; algunos abordajes a tareas postergadas. Entre varios recuerdo: Joyce,
Milan kundera, Saint-Jhon Perse, Ferdinand de Celine, Malraux, Maurois, Steinbeck,
Rimbaud, Miller, Cortazar, Fogwill, Bokowski, entre otros.
G.O.––¿Por qué después del premio a “La Balsa de la Medusa” decides publicarla en internet?
O.G.R.––Bueno, yo había publicado
una buena parte de esos poemas en internet, pero después del reconocimiento de
la revista “Prometeo” de Medellín en el 2008, saqué dos ediciones en rustica
que rápidamente se distribuyeron. No vendí; regalé para ser más exactos y
después decidí colgarlos en la red bajo la licencia creative commons. Considero que la poesía debe estar disponible
para quien desee e leerla. Una tirada de 500 o de mil ejemplares, que es lo que
suele editarse en Colombia, no llegarían al público que yo quería. Además, la
obra fue propuesta a varias editoriales, pero en nuestro país, a las
editoriales no les interesa la poesía; mucho menos si esta poesía no tiene la
facultad de enternecer señoras otoñales o para engrosar las selecciones de
florituras de ciertos periódicos.
“La Balsa de la Medusa” tiene
poemas complejos. Asimilar algunos de aquellos poemas no es fácil para un mundo
editorial, en donde lo comercial ha marcado y sigue marcando la pauta. De otra
parte, siempre me ha parecido un poco mezquina la actitud de algunos poetas
consagrados quienes no tienen casi nada publicado en la red. La literatura debe
estar disponible para los lectores de un país pobre y casi miserable como lo es
el nuestro, de forma gratuita. Sobre todo, si se trata una literatura que como
en el caso de mi poesía no tiene espacio editorial. Mi poesía ha aparecido en
un par de antologías y en algunos periódicos. Pero su fuerza y su mayor
difusión está en la web. Paginas argentinas, brasileñas, portuguesas, mexicanas
y españolas, tienen un amplio repertorio de mis poemas. La poesía en Colombia, debería ser donada en usufructo o regalada,
como dijera el gran León de Greiff, y eso no es demagogia. Lo más curioso es,
que quienes se oponen a ello, son los que disfrutan de las becas, las
subvenciones y las embajadas culturales; los que juegan en las bolsas de las
burocracias corruptas; los que ofician en los sanedrines culturales de la
republica. Yo, que no recibo un peso por ello, sostengo que la poesía es
alimento espiritual de los pueblos sedientos.
G.O.––He escuchado sottovoce, rumores y comentarios en
donde a usted se le califica de
panfletario. ¿Qué tiene que decir sobre ello?
O.G.R.––El libelo y el panfleto
son la guerra florida del escritor. De vez en cuando hay que salir como los
guerreros centroamericanos, con los rostros pintados de achiote y la sonrisa
del jaguar.
El mundo, la sociedad, los
elementos culturales que rodean al escritor en estos países tropicales, son de
una zafiedad y crueldad tan basta, que la sátira en la literatura es una de las
armas de defensa del escritor airado.
Pero sé distinguir, claro está, este tipo de ejercicios retóricos, políticos, enfáticos y críticos, de la verdadera obra poética. Quienes quieren echar
todo en el mismo saco, son casi siempre, algunos personajes tocados por los
venablos certeros del poeta en pie de guerra; uno que otro malandrín que se
escudan detrás de una falsa decencia y
también, escritorzuelos de media petaca que nunca miran con buenos ojos
la libertad del ácrata. Esos señores que tienen alquilado su sombrero y su
cerebro a un feudal metropolitano. La estética del panfleto se confunde con la ironía y la sátira; es, si se quiere, un
género menor, pero que ejercido con destreza, causa escoriaciones y
laceraciones que ciertas pieles delicadas no soportan; sobre todo, las de los
que siempre han vivido a la sombra del establecimiento, ––Esos que yo llamo “los Amenizadores”––. Cuando ven a un
escritor de piel curtida por el sol de la libertad, inmediatamente sufren un
desvanecimiento como señoritas frente al troglodita que viene a desflorarlas.
G.O.––Su escritura poética tiene
un marcado acento marginal y periférico, aunque en algunos momentos, ha
permeado la crítica académica, su trabajo, es por así decirlo un animal raro
que no encaja en el canon. ¿Cuál es su relación con la academia?
O.G.R.––Mi relación con la
academia es la que sostengo con todos los gremios de nuestra sociedad, ni más
ni menos. Me relaciono con gente abierta, librepensadora y sin corsés
ideológicos. En todo segmento social y cultural existe gente de lo más
interesante y noble en el buen sentido de la palabra. Personas y maestros
que sin ser obsecuentes ni epígonos de
ninguna verdad establecida, son generosos en la crítica y severos en las
observaciones del arte literario; además de inspiradores y orientadores de los
jóvenes talentos. De la misma manera, existe la canalla ilustrada de refinadas
costumbres. Los conozco mucho, los he tratado demasiado. La verdad en algún
momento nuestra relación es de mutuo desinterés. He tratado de acercarme a
muchas instancias literarias que emanan del Alma mater ––es decir su producción
y sus revistas––; pero la verdad están tan llenas de clisés, de corrección, de
rigidez, aridez y de idiotez, que nunca me han seducido y mucho menos
conquistado. Prefiero mil veces las aberraciones de un poeta librepensador y de
espíritu abierto, a las disertaciones engoladas y barrocas de estos escritores
domadores de conciencias. Además muchos de ellos piensan que todavía estamos en
el siglo XV, no se han dado cuenta que estamos en la era de la conciencia
planetaria y que afortunadamente la llave de la caja de pandora ha sido
entregada a los hombres sedientos de sabiduría. Esa censura velada que en el
pasado ejercían, esa mutua fornicación de familia sindiasmica, cuya mayor señal
es el mutuo elogio con espíritu de cuerpo funcionaril; esa forma cuasi-papal de
repartir bulas, admoniciones, bendiciones y baratijas a la que estaban tan
acostumbrados, hoy en día; queda en evidencia y se hace más patética. Para
terminar, te puedo decir mi estimado amigo, que la academia en algunos momentos, me
parece un burdel muy animado, exquisito y simpático.
G.O.––En algún momento he
observado en tus textos más críticos, una mezcla de estilo que va desde el
ensayo hasta el poema de sal gruesa ––como dicen los españoles––, pasando por
formas abreviadas del cuento y la sentencia. ¿Crees que el internet de alguna
manera favorece nuevos formatos híbridos y en general, la literatura mínima en
internet, qué futuro tiene?
O.G.R.––Creo que es una
observación acertada, en internet se abren múltiples posibilidades para el
poema, el cuento y la nouvelle; la
literatura de dimensiones reducidas, la short
history, el ensayo. La mezcla de los géneros es de obligatoriedad; se hace condición sine
qua non. Además el poema que me interesa es el que de alguna manera
rompe los cánones, se sale de las fronteras trazadas por la gente cuadriculada
de la hablábamos hace unos momentos. Es un territorio comanche para la
experimentación y sin lugar a dudas, sale ganando la literatura. El link, el
hiper-texto, las suma de la imagen, el video, las arboladuras rizomáticas del
idioma, y la música que se pueden integrar a la obra.
G.O.––Has probado muchas formulas
para dotar a tu poesía de un nuevo vigor, ¿no corres el riego de ser
descalificado por no transitar los caminos de cierta, digamos, ortodoxia
postmoderna?
O.G.R.–– Bueno varias cosas.
Primero: Si la poesía se enmascara en un texto de apariencia policíaca, o en un
texto de corte existencial; en una historia de drogas y rocanroll, en una orgía
decadente; si la poesía se logra mimetizar dentro de un texto de estos, pero al
final sale desnuda en su más intima y verdadera condición. Me suena, me
interesa. He postulado por ejemplo la “Novela Trampa”, esa que guarda en su
interior aristotélico, el secreto de la poesía; la verdadera anagnórisis sería
encontrarse con ella, con la poesía. De alguna manera puede ser una forma de
sobrevivencia, una trágica y teatral manera de sobrevivencia. Los cánones y las
clasificaciones son buenos para la academia, esa institución de funda en la
segmentación y el archivo; su estética es de Cabinet de stampes, de museo, y hasta de parque temático. Pero no
creo que ayuden en la exploración conformación de nueva literatura. Ahora la
ruptura, esa búsqueda cruzando trochas y senderos, para encontrar nuevas vías
puede durar años y décadas. A lo mejor resulta uno perdido. Bueno hay que
admitirlo, casi siempre resulta uno perdido y perdiendo.
G.O.––Háblame un poco de la crítica. ¿Cómo ves
la crítica de literatura en los media?
O.G.R.––En el campo de la crítica
que tanto te interesa, voy a colocar un solo ejemplo: hace veinte
años los mejores ejemplos de critica se
encontraban en los suplementos literarios o en los magazines de los grandes periódicos
de todo el mundo; hoy en día, contadas excepciones, la mejor crítica literaria
se encuentra en internet; hecha por lectores, escritores y por profesionales de
las letras. Los magazines de impresión cosechan lo que encuentran en la gran
caja del tesoro de la crítica literaria de internet y después ya sabemos: el copy & paste, pero sin citar las fuentes….Lo
demás son habladurías de las editoriales y los monopolios. ¡Ah! y de uno que
otro escritor muy bien pagáo, sí, de
esos con libritos colgados en los stands
en los malls de las grandes superficies
––un funcionario más de aquellas empresas––; uno de aquellos, que de vez en
cuando, se rasga las vestiduras y llora como una verónica frente al respetable
por que la gente no compra más libros. (¿Cómo van a comprar libros si no tienen
con qué comer?): escritores que hacen su papelón en la comparsa y luego se
queda tan tranquilos. De otra parte, vamos con la crítica; en Colombia existen,
sobreviven, dos críticos de poesía, como dos ballenas varadas en la playa, los
dos son bujarrones de la derecha canónica uno está en Bogotá y el otro merodea por el
territorio a la caza, no de talentos, sino de ortos canallitas, Príapos
adolescentes e itifálicos y chismes de prostíbulo; el uno tiene aire de obispo
embajador en el vaticano y es preferido de la cosa nostra poética de la capital, por sus maneras de té con
galletitas; el otro; el otro, nunca en su vida ha
escrito un verdadero artículo de literatura y que quiere para sí, la gloria del cerdo
rijoso e ilustrado en los salones de Sodoma. El uno hace parte de la estructura
burocrática de la patria, está en el A.D.N del frente nacional, y exige derecho
de pernada para que un escritor pueda
ser “inmortalizado” en una de sus predecibles y eternas antologías; el
otro se dice ilustrado y pareciera pertenecer a la Orden de la torre de Babel, por
su contextura ciclópea y porque se ufana de saber veinte idiomas: unos vivos,
otros muertos y otros putrefactos…
G.O.–– Bueno, bueno, dejando a un
lado tan espinoso tema; hablemos de la edición: ¿Cuáles son sus prevenciones; o
mejor, tiene usted su reticencias con
la edición impresa?
O.G.R.––No tengo nada contra la
edición impresa, y es necesario recordarlo. Admiro el trabajo artesanal y
cuidado de la edición. Mi biblioteca personal guarda un espacio generoso para
ese tipo de edición. Me encanta el libro ilustrado y el comic o novela gráfica.
Soy un coleccionista desde los años juveniles del libro ilustrado y creo que su
verdadero encanto está en el papel. Pero en el campo estricto de las letras, el
panorama es bien distinto y sobre todo desde que aparecieron las tabletas y la
tinta electrónica. Es una realidad que convive con nosotros; el panorama se ha
revolucionado y solo gente muy obtusa se niega a ver las ventajas. Nosotros,
como inmigrantes digitales sabemos de las bondades del libro de toda la vida, y
sabemos que afortunadamente, le queda mucho camino por delante; pero no por
eso, se va a negar la importancia de la tecnología aplicada a la literatura,
que llegó para quedarse. Para que quede
claro, no estoy en contra de las ediciones en papel. En este momento, preparo
una cuidada edición impresa de “La Balsa de la Medusa” que espero salga en los
próximos tres meses.
G.O.––En muchas de sus obras veo
unas profundas contradicciones entre el humanismo y la ecología. Entre la
mística y el agnosticismo. Entre la poética de futuro y cierta poética del
pesimismo existencialista. Aunque la mayoría de su obra gravita en las
fronteras de un nihilismo obscuro, ¿Queda espacio para el optimismo?
O.G.R.––Toda obra esta echa de
contradicciones. Toda obra esta echa de cambios y alteraciones. El humanismo,
de cierta manera, entra en contradicción con la ecología; si partimos de la
premisa de que el hombre es un ser depredador por naturaleza, su estructura
social y económica triunfante es contaminante y destructora con el medio
ambiente y posee una naturaleza que además de ser capaz de crear bellas obras
de arte; inteligente hasta la capacidad de crear dioses; pero también es capaz
de crueldades insospechadas. Entonces, mi humanismo es un humanismo crítico,
autocrítico y severo con mi sociedad y con el hombre que hace parte de esa
sociedad. Es verdad que los desequilibrios sociales y económicos hacen de
nuestro semejante un ser vulnerable y al mismo tiempo peligroso. Entonces, en
una buena parte de mi poesía, vive y palpita esa ilusión y esa fe en el hombre
que se eleva hacia los ideales humanistas y de conciencia planetaria; en otra
parte, se manifiesta la idea de la
destrucción, de la degradación y de aniquilamiento.
Poesía rosa nunca he escrito. Me
ha tocado en suerte o en desgracia, un mundo demasiado gris y con demasiadas
sombras. Pero si se me lee con atención, siempre en mi poesía, al final, esta
una ventana luminosa. Un ideal de salvación.
G.O.––Siendo usted el ganador de varios concursos y certámenes.
¿Qué opina de los concursos literarios?
O.G.R.––Bueno la verdad es que no
he ganado tantos concursos como piensan algunos. Solo participo en aquellos en
los que tengo algo para mostrar. En días pasados un contertulio me dijo en tono
de sátira, que sabía de escritores que solo escribían para ganar concursos.
Bueno, esa especie me parece extraña, ya que un libro de poemas y una novela no
se elaboran en tres fines de semana. Requieren de mucho trabajo y dedicación.
Además nadie es tan necio para participar sin tener algo de peso que proponer.
Participar en un concurso literario presupone un gasto de energía, de tiempo y
de economía extra en la vida de un escritor, y uno no está para dilapidar lo
poco con lo que cuenta. Sé que una buena parte de los concursos literarios
están desprestigiados, sobre todo, algunos premios de ciertas editoriales
españolas ––Miren el blog “La Fiera Literaria” para que sepan a qué me
refiero––. Pero en otros casos, los concursos literarios en donde la bolsa no
es demasiado grande y ostentosa, se puede participar con algunas garantías.
Aclaro, eso de los concursos literarios: son la ruleta rusa del escritor.
Apuestas a ganar, pero muchas veces sales perdiendo y con un balazo brutal en
la autoestima; ya se sabe que algunas ocasiones los jurados están allí no para
premiar lo mejor, sino para frenar a los talentos en ciernes o los trabajos
serios. En fin, no soy muy entusiasta, ni me hago muchas ilusiones; pero
tampoco me auto-margino de las posibilidades que puede dar un concurso
literario, si las bases de juego son claras. Ahora, muchos de esos concursos pasan
por un filtro de lectores que nos son los jurados finales, y que en palabras de
Jack London en su novela “Martin Edén” (no se me olvidan, ya que mi memoria
todavía tiene un disco duro en buenas condiciones); dice más o menos que: “Todas las puertas que conducen al éxito
literario están vigiladas por esos perros guardianes, los fracasados de la
literatura”. Y Jack London no hablaba de dinero, hablaba de otra cosa. De modo que así, es casi imposible surgir en un medio en donde te las
tienes que ver con esos individuos. De cierta manera, el escritor auténtico
siempre juega en desventaja. Pero, nadie ha dicho que sería fácil.
G.O.––En Colombia, el panorama
editorial parece plantear nuevas alternativas y nuevos escenarios. ¿Cuál es tu
opinión de las editoriales de los grandes consorcios y las editoriales
independientes?
O.G.R.––Las editoriales del mainstream quieren escándalos de
farándula y sensacionalismo amarillo; y las editoriales independientes ––en una
buena parte––, parece que… también. Lo digo con conocimiento de causa. Mi libro
“LA BALSA DE LA MEDUSA” Lo propuse a varias editoriales; dos del común y tres “independientes”
no les interesó. Seguramente debería haberlo enviado a más editoriales a lo
mejor hubiese tenido receptiva. Pero no, preferí publicarlo directamente en
internet bajo la licencia creative
commons. A mi edad no estoy para filtros de ningún tipo. Ellos tienen
filtros, sifones y pozos sépticos. Ahora, las editoriales independientes que
conozco, son editoriales de amigos para amigos y tienen unas políticas
cerradas; además, la mayoría no son independientes ya que viven de las
subvenciones. ¿Cómo puede una editorial llamarse independiente, si está
sometida a la politiquería benefactora y controladora de los fondos estatales
para la cultura?
Espero que en futuro el panorama
cambie. Existen síntomas en el mercado editorial, de que así será. En ese sentido
soy más optimista y yo mismo participo de un proyecto privado que pretende
crear en los próximos meses una editorial independiente económica y conceptualmente: “GRIFFOS DE NNEONN” con énfasis en el
libro ilustrado. Pero ese un proyecto sobre el que no puedo hablar demasiado.
Apenas está en etapa de diseño y en bocetos virtuales y sobre el papel.
G.O.––Colombia es un país, en
donde de alguna manera, y tarde que temprano, el artista inmerso en su sociedad
tiene que tratar con la burocracia estatal. ¿Cuál es el papel del artista
frente a la burocracia cultural?
O.G.R.––La burocracia cultural le
hace mucho daño a la cultura. Desde que en esos puestos colocan a tecnócratas y
a politiqueros, no es mucho lo que se puede esperar. Los presupuestos para la
cultura, que son mínimos; son devorados por esa caterva pantagruélica; el Golem
burocrático. Lo que dá más tristeza es que cuentan con el apoyo de una buena
parte de los “gremios artísticos” beneficiados por este sistema: “Los
Amenizadores”.
El artista independiente, debe,
de ser posible, mantener prudente distancia frente a esa estructura, si quiere
mantener su libertad. Lo ideal es mantener una distancia de tiro para poder
afinar la puntería. Pero es casi imposible; estamos rodeados de esa estructura
ubicua; de alguna manera, vivimos dentro de un panóptico cuya central de
observación y control la maneja el Gran Hermano. Entonces, se hacen necesaria
nuevas vías y alternativas, nuevas estrategias de resistencia. Algunas están en
la línea de los mimetismos, las mutaciones fronterizas, en la inoculación de
los virus como caballos de Troya; en la emboscadura de carácter civil,
filosófico y espiritual, de la que hablaba Junger el escritor alemán ––una
especie de retiro escéptico frente a la sociedad para mantener las fuerzas
vivas del alma en alerta––; en las T.A.Z (zonas temporalmente autónomas) de las
que hablara el teórico anarquista Hakim Bey; territorios liberados
momentáneamente para el desarrollo del potlatch, la utopía y la libertad, aquí
y ahora, sin esperar la tierra prometida, en las cooperativas de artistas que
inicien proyectos autosuficientes…
G.O..––El gremio de los
escritores abundan los poetas y los escribidores. En Colombia se ha dicho
durante décadas que es tierra de poetas. ¿Son tantos como se dice o…?
O.G.R.––Los poetas pocos; los
escribidores legión. Los primeros quieren acercarse a la complejidad del idioma
mediante la ascensión a la montaña por caminos inéditos, vitales, complejos.
Los otros manejan truquitos y formulas más o menos refinadas, consensuadas y
aprobadas por el mainstream. La
diferencia entre un poeta y un escribidor es de espíritu y de técnica. El poeta
verdadero es un guerrero que va desnudo a su batalla final; el escribidor va a los recitales a leer tres
o cuatro cosas que hacen parte de su gabinete de utilería. Estos últimos
aparecen mucho en las nóminas de la nomenclatura, pero rápidamente son
olvidados. Los que han ganado y ganaran en la muerte son los poetas verdaderos.
G.O.––Hablemos un poco de tu
vida. ¿En algún momento de tu juventud estuviste en un psiquiátrico, lo
mencionas en varios trabajos literarios…?
O.G.R.––Sí, pero es un recuerdo
demasiado visceral, que quiero remitir a lo puramente literario ya que sigue
siendo complejo asimilarlo.
G.O.––¿Un pasado traumático puede
ayudar en la búsqueda de temáticas para una obra?
O.G.R.––Puede que no, pero si se
ha sentido verdadero dolor, miedo, e ira, sin duda podrás plasmar con mayor
fidelidad literaria, esos sentimientos; de otra parte no lo encuentro nada
aleccionador.
G.O.––Esa anécdota de escape de
aquel psiquiátrico con hipodérmica de por medio…
O.G.R.––Bueno en el momento, no logro
recordar con claridad aquel episodio de mi vida. Conocí gente maravillosa en
los dos campos de aquel espacio sombrío de relaciones de razón y poder. Sé que muchos
de los que allí trabajan, lo hacen buscando bienestar para la gente; en
realidad muchos de ellos buscaban salvar vidas. No sé si me entiendes; muchos
de ellos estaban trabajando de una manera honesta. Yo fui para una cura de desintoxicación,
pero me di cuenta que me estaban intoxicando con otros fármacos. Así que en un
momento de crisis, tomé las de Villadiego y de paso rompí algunas estanterías de aquel fármaco. Pero como te digo, es un episodio
obscuro y borroso del que procuro no hablar, aunque sí que me interesa llevar a
cabo una novela. He comenzado tres versiones, pero ninguna ha llegado feliz término.
Sin embargo, es un episodio, que requiere una revisión memorable.
G.O.–– En algunas de tus obras,
las ninfas y el erotismo constituyen una parcela especial destinada a sembrar
los frutos más exquisitos de tu literatura. Recuerdo en especial una obra
poética de largo aliento, “EL EROTÓMANO” ilustrada con tus dibujos y que está
publicada en la plataforma de publicaciones virtuales ISSU. ¿Qué nos puedes
decir sobre este tema tan afín a tu trabajo?
O.G.R.––Las ninfas, las nínfulas,
las ninfetas y las ninfómanas, serán siempre objeto de estudio de los poetas y
escritores. Son, por decirlo de alguna manera, los duendecillos y las femmes fatales que acompañan esta
batalla. Son la pesadilla, el sueño opiado, el aquelarre libertino y el
descanso del poeta. “EL EROTÓMANO” es una obra de largo aliento que se lee en clave de poema de viaje, algo así
como una road movie con un aire de
humor negro y decadente. Allí, el tiempo marca la caída y la redención al final
de ese viaje sobre la piel del mundo. Es uno de mis poemas favoritos; se hará
una edición artesanal, muy bella y
cuidada, en los próximos meses. En ese mismo tono y tema, he compuesto mi particular grimorio. Me ha servido de mucho; con criaturas de estas categorías es mejor estar con los manuales a la mano.
G.O.––Aunque sé, que nos has
pedido desde un principio, que solo hablemos de literatura y materias afines. No puedo dejar pasar la
oportunidad de preguntarle por esa faceta importante en su vida como artista.
La relación pintura-poesía y el video-arte; es decir la plástica visual. ¿Cómo encajan
en su vida de escritor?
O.G.R.––En mi vida como artista,
mantengo en permanente desarrollo una faceta de praxis artesanal, de creación
de símbolos e imágenes; un trabajo de iconografía que está directamente
relacionadas con el audiovisual, el diseño y la plástica. En algunos periodos
de mi vida se han constituido en único trabajo y de cierta manera mi única
profesión; por lo tanto mi verdadero sustento material. Ahora, La pintura es la
hermana, ––hasta cierto punto––, cercana de la literatura. A mí, las dos me
hacen falta; tenemos una relación de ménage á trois que sencillamente es
indestructible. Dan muchas alegrías y cuando una se va de viaje, la otra me
acompaña. Son dos musas en las que he invertido mi escasa fortuna, mis sueños y mis delirios. También ellas me han
enriquecido a su manera, con visiones, epifanías, fuegos, éxtasis, pesadillas;
y en los momentos más difíciles de mi vida me han sacado del arroyo; me han
lanzado una cuerda. No tengo queja alguna. Estoy perfectamente adaptado a esa forma
de vida. Me quedo con las dos. Con las dos muero.
G.O.––El idioma está en su
crisis más aguda. En los medios literarios más exquisitos de anuncia El fin de
la novela. ¿Cuál es su opinión al respecto?
O.G.R.––Todas las artes están en
crisis, el mundo, la sociedad, la economía está en crisis; siempre ha estado en
crisis una veces más agudas y dolorosas que otras. La novela, la poesía, el
cuento deben estar en otra sintonía. Los elementos decimonónicos de la novela
quedaron relegados al best-seller. La poesía está en la narrativa más
vanguardista. Los soportes cambian, las plataformas de distribución de la obra también. Pero en su esencia, la literatura tendrá algo que decir, algo que
explorar y comentar sobre el mundo y el hombre. Es una herramienta crítica,
pero también es una plataforma de comunicación y comunión que amplía el campo
de batalla––recogiendo una expresión de Michel Houellebecq––. Es de cierta
forma, una conciencia alerta sobre el mundo; nuestro planeta, nuestra bitácora
de viaje en compañía de otros seres sobre el mar de la galaxia. Sencillamente
se transforma en otra cosa. Muere, pero se abre de nuevo como una flor y nos
ofrece cosas nuevas sobre el Jardín de las delicias y las desdichas terrenales.
PEREIRA/RISARALDA/COLOMBIA
ENERO/2013