TODOS
VEN EL FÚTBOL…
(Omar García Ramírez)
Todos ven el fútbol…
La invasión de un
espectáculo
donde se asiste al brillo
de una estrella por diez segundos
y se espera una
eternidad, entre la expectativa y el aburrimiento.
El árbitro pita…
Los tipos se estiran de
plancha sobre el césped…
Alguien arriesga, toma la
iniciativa y trata de pergeñar una jugada maravillosa…
Pero, a pocos metros del
arco, un codazo y una patada desbaratan la magia.
No aguantan mucho estos
señores…
(En
un juego ritual de Pok ta pok con los Olmecas, habrían perdido algo más que la
cabeza. Deberían ver un partido de rugby con algunos guerreros maorís, para que
supieran lo que en verdad representa el dolor…).
Yo…
Desnudo sobre un sillón
de terciopelo negro….
Espero el beso de la
Nina.
El beso de la Nina es
lento y acaramelado; almibarada gelatina de frambuesa.
Helado copo de algodón,
alimento ritual de alpinista solitario.
Gruta lluviosa en mi
expedición de espeleólogo.
Mi pálido estertor, mi
lento abatimiento.
Respiración entrecortada
bajo el liviano peso de su cuerpo.
La flauta de luna se
estiliza en el silencio para alcanzar su más alta melodía…
Todo ven las olimpiadas…
Hockey sobre el hielo…
La ruta ciclística de
Francia…
Yo respiro y me caliento
en la gimnasia de la aurora.
Empuño mi florete y
arremeto en una danza cortesana.
Esgrima de la flor más
purpurina, galope y vals de primavera…
Equitación aureolada en
destellos solares sobre mi potra encabritada.
No quiero escuchar las
hordas victoriosas;
carnavaleros deportivos;
borrachos en la efímera gloria...
Cuando no, perdedores en rebaño que ahogan en aguardiente el dolor de sus derrotas…
Pequeños gorrones de la
ira, atrapa-pelotas, pateadores de canillas.
Hooligans
de la masa embrutecida, rebaño alienado de las bravas barras.
Rituales gastronómicos de grasa y de cerveza, sus himnos guturales, sus cánticos marciales…
Medallistas de la
histeria, bajo el control de los señores de la publicidad.
No asisto a los estadios...
He decidido entregarme
a los olímpicos escarceos
de la puna andina, sobre mi cobija de lana
alpaca.
El galope índico con mi
Devi Sakti.
Lucha grecorromana con mi
amada sobre la lona blanca del amanecer.
Y respiro el día, que
poco a poco, se torna lluvia o ruido…
Gracejo in crescendo de calles
y tabernas.
No sé qué celebran ahora…
Caminamos en medio de la
turba.
Altos y ebrios; nuestras
melenas negras bajo la constelación de sagitario.
Beduinos cetrinos, proyectamos sombras dibujadas por el sol de las calles encendidas…
Encandilados en la
noche de los ángeles fugados. Pálidos, livianos…
Ojos rayados;
Ojos rayados;
tibetanos y
orientales…inmersos en un lago de purpura profunda.
Bereberes tostados por el viento, mostramos
los colmillos de la risa
ataviados de cafstánes
negros
que se recortan contra las dunas del sueño.
Ese triunfo del que
hablamos… está más allá de la gloria y de la muerte.
Todos ven el fútbol...
Gilipollas mecánicos con
trompetitas de plástico…
Sombras epilépticas,
proyectadas sobre grietas de piedra en las cavernas.
Balompié masivo e industrial, para las hordas
de los espantos ruidosos.
Los críticos deportivos
de salón, armaran su equipo ideal….
En los diarios, diseñaran
una jugada de fantasía frente al pórtico de papel…
Condenaran al atleta
lisiado…
Levantaran un pedestal
para el legionario que hace méritos en canchas extranjeras
Después… lo crucificaran,
le partirán las piernas.
(La
historia del fútbol la conforman treinta cosas memorables…
Cuarenta
instantes de iluminados e inspirados…
Sesenta
caligramas blancos sobre una pantalla verde…
A
lo sumo, 100 poemas de coraje, inteligencia, resistencia y velocidad.
Sobre
un siglo de sangre, sudor, patadas y aburrimiento…
No
mucha cosa, desde que se inventó esta ceremonia balompédica).
¿Cuánto tiempo ha
transcurrido para esto?…
Doscientos setenta
millones
que conforman la torcida
universal, siguen enganchados.
Espero sinceramente… Nos
los defrauden.
Mientras tanto, sigan
posando sus gordos traseros porcinos del lúpulo
sobre barras de tabernas
ruidosas, mientras afuera, pasa la vida;
y el tiempo,… pasa de todo…
Nosotros…
Ingeniamos un vuelo de
amantes que cruza el arcoíris.
Dribleamos sobre el
viento…
Surfeamos sobre olas de
luz con reflejos de espaldas solares…
Duendes de invierno;
risas bajo cero; esquiamos bajo los pinos del silencio.
Nosotros…
Estamos alcanzando una
marca más lenta en cuarentena…
Seis yardas más
profundas; apneas contenidas bajo piscinas de azures oleosos…
12 metros más en las
fronteras de la risa; tambor que pone a límite el corazón del fuego…
24 asanas de yoga en Sutra del cordón dorado
enardecidos por flamígeras
grenchas de la verde María.
48 keshari mudras con lengua de colibrí sobre el campo erótico del chakra Muladhara…
60 golpes de Taichí,
sobre la gruta barroca del jardín perfumado…
Poemas gimnásticos de un
antiguo libro de piedra
cubierto por líquenes y enredaderas en las selvas del Indostán.
En el verano frente al
mar…
Tensamos el arco;
apuntamos contra el escudo dorado; damos en el blanco.
Como pareja de jóvenes antiguos en la isla
golpeada por un sol que molió las playas; tejió su áureo vellocino.
Contenemos la
respiración, soltamos los diques de los ríos interiores…
Oleaje sereno después de
la tormenta.
Y esperamos…
A que se fundan las
preseas de oro en las huellas de la arena.
Ya batimos todos los
récords.
Tenemos las heridas del
esfuerzo grabadas en la piel
maceradas con semillas, aceite, lodo…
Y en nuestras frentes relucientes…
las coronas
de laurel espigan victoriosas con el viento.
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