sábado, 17 de junio de 2017

TODOS VEN EL FÚTBOL...








TODOS VEN EL FÚTBOL…

(Omar García Ramírez)




Todos ven el fútbol…
La invasión de un espectáculo
donde se asiste al brillo de una estrella por diez segundos
y se espera una eternidad, entre la expectativa y el aburrimiento.
El árbitro pita…
Los tipos se estiran de plancha sobre el césped…
Alguien arriesga, toma la iniciativa y trata de pergeñar una jugada maravillosa…
Pero, a pocos metros del arco, un codazo y una patada desbaratan la magia.
No aguantan mucho estos señores…
(En un juego ritual de Pok ta pok con los Olmecas, habrían perdido algo más que la cabeza. Deberían ver un partido de rugby con algunos guerreros maorís, para que supieran lo que en verdad representa el dolor…).

Yo…
Desnudo sobre un sillón de terciopelo negro….
Espero el beso de la Nina.

El beso de la Nina es lento y acaramelado; almibarada gelatina de frambuesa.
Helado copo de algodón, alimento ritual de alpinista solitario.
Gruta lluviosa en mi expedición de espeleólogo.
Mi pálido estertor, mi lento abatimiento.
Respiración entrecortada bajo el liviano peso de su cuerpo.
La flauta de luna se estiliza en el silencio para alcanzar su más alta melodía…

Todo ven las olimpiadas…
Hockey sobre el hielo…
La ruta ciclística de Francia…
Yo respiro y me caliento en la gimnasia de la aurora.
Empuño mi florete y arremeto en una danza cortesana.
Esgrima de la flor más purpurina, galope y vals de primavera…
Equitación aureolada en destellos solares sobre mi potra encabritada.

No quiero escuchar las hordas victoriosas; 
carnavaleros deportivos; borrachos en la efímera gloria...
Cuando no, perdedores en rebaño que ahogan en aguardiente el dolor de sus derrotas…
Pequeños gorrones de la ira, atrapa-pelotas, pateadores de canillas.
Hooligans de la masa embrutecida, rebaño alienado de las bravas barras.
Rituales gastronómicos de grasa y de cerveza, sus himnos guturales, sus cánticos marciales…
Medallistas de la histeria, bajo el control de los señores de la publicidad.

No asisto a los estadios...
He decidido entregarme
a los olímpicos escarceos de la puna andina, sobre mi cobija de lana alpaca.
El galope índico con mi Devi Sakti.
Lucha grecorromana con mi amada sobre la lona blanca del amanecer.
Y respiro el día, que poco a poco, se torna lluvia o ruido…
Gracejo in crescendo de calles y tabernas.

No sé qué celebran ahora…
Caminamos en medio de la turba.
Altos y ebrios; nuestras melenas negras bajo la constelación de sagitario.
Beduinos cetrinos, proyectamos sombras dibujadas por el sol de las calles encendidas…
Encandilados en la noche de los ángeles fugados. Pálidos, livianos…
Ojos rayados;
tibetanos y orientales…inmersos en un lago de purpura profunda.
Bereberes tostados por el viento, mostramos los colmillos de la risa
                                ataviados de cafstánes negros
                                                que se recortan contra las dunas del sueño.

Ese triunfo del que hablamos… está más allá de la gloria y de la muerte.

Todos ven el fútbol...

Gilipollas mecánicos con trompetitas de plástico…
Sombras epilépticas, proyectadas sobre grietas de piedra en las cavernas.
Balompié masivo e industrial, para las hordas de los espantos ruidosos.

Los críticos deportivos de salón, armaran su equipo ideal….
En los diarios, diseñaran una jugada de fantasía frente al pórtico de papel…
Condenaran al atleta lisiado…
Levantaran un pedestal para el legionario que hace méritos en canchas extranjeras
Después… lo crucificaran, le partirán las piernas.

(La historia del fútbol la conforman treinta cosas memorables…
Cuarenta instantes de iluminados e inspirados…
Sesenta caligramas blancos sobre una pantalla verde…
A lo sumo, 100 poemas de coraje, inteligencia, resistencia y velocidad.
Sobre un siglo de sangre, sudor, patadas y aburrimiento…
No mucha cosa, desde que se inventó esta ceremonia balompédica).

¿Cuánto tiempo ha transcurrido  para esto?…
Doscientos setenta millones
que conforman la torcida universal, siguen enganchados.
Espero sinceramente… Nos los defrauden.
Mientras tanto, sigan posando sus gordos traseros porcinos del lúpulo
sobre barras de tabernas ruidosas, mientras afuera, pasa la vida;
 y el tiempo,… pasa de todo…

Nosotros…
Ingeniamos un vuelo de amantes que cruza el arcoíris.
Dribleamos sobre el viento…
Surfeamos sobre olas de luz con reflejos de espaldas solares…
Duendes de invierno; risas bajo cero; esquiamos bajo los pinos del silencio.

Nosotros…
Estamos alcanzando una marca más lenta en cuarentena…
Seis yardas más profundas; apneas contenidas bajo piscinas de azures oleosos…
12 metros más en las fronteras de la risa; tambor que pone a límite el corazón del fuego…
24 asanas de yoga en Sutra del cordón dorado
                                                   enardecidos por flamígeras grenchas de la verde María.
48 keshari mudras con lengua de colibrí sobre el campo erótico del chakra Muladhara
60 golpes de Taichí, sobre la gruta barroca del jardín perfumado…

Poemas gimnásticos de un antiguo libro de piedra
                                           cubierto por líquenes y enredaderas en las selvas del Indostán.

En el verano frente al mar…
Tensamos el arco; apuntamos contra el escudo dorado; damos en el blanco.
Como pareja de jóvenes antiguos en la isla
golpeada por un sol que molió las playas; tejió su áureo vellocino.
Contenemos la respiración, soltamos los diques de los ríos interiores…
Oleaje sereno después de la tormenta.
Y esperamos…
                         A que se fundan las preseas de oro en las huellas de la arena.

Ya batimos todos los récords.
Tenemos las heridas del esfuerzo grabadas en la piel                      
                                                      maceradas con semillas, aceite, lodo…
 Y en nuestras frentes relucientes…

                                   las coronas de laurel espigan victoriosas con el viento.  




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