sábado, 17 de noviembre de 2007

GRAFFITI Y ARTE PUBLICO



El colectivo "AGUACERO" de Bogotá, utiliza el graffiti y las intervenciones en espacios públicos de la ciudad, como mecanismos de accionar artistico.

En el articulo sobre ARTE PÚBLICO, dicen lo siguiente:
"Es posible ver el fenómeno del graffiti como arte, y aún más, como arte nuevo, como el arte que sale de la galería y ha dejado de servir a la belleza, la armonía o el asombro, y sirve a la verdad, la verdad de sí mismo, que habla de él; es un arte que no habla de eslóganes políticos, ideológicos, publicitarios o que representa escenas, sino que habla de él mismo, a través de él mismo, con formas, trazos, colores, que siempre esconden a alguien, a un anónimo que aunque se expone al otro, permanece oculto".

Con este va el link a su blog:
http://artespaciopublico.blogspot.com/

viernes, 16 de noviembre de 2007

DE LOS SENTIDOS Y LA LUZ






DE LOS SENTIDOS Y LA LUZ


1

Sabor de sal
de un mar seco en los labios
palabra acantilada
que esperaba un sol perdido en la piedra.
Entre el poro del basalto y la dureza gris
afloraba la piel de la rémora, el musgo salino
vegetal cuidado, acunado, mecido por las aguas.

Antigua matemática de
piel de arena y de sandalias
de muchachos que corrían con un pregón
un grito azul de esperanza sobre el reino-eco del mundo.

Piel verde de un mar acariciado y perdido en la quemadura de un sol nuevo, detrás de las orejas sucias, sobre la espalda desnuda del atleta que contiene el aire y se zambulle, y luego es músculo, oxigeno, agua y peces veloces abajo.

Vamos navegando entre impresiones
entre cactus de espinas luminosas.
Escombros de Atlántidas cristalinas
que guardan una palabra frágil en un cofre de acero
que resaltan el perfil de un sueño o un naufragio.


Un nuevo firmamento
se desliza sobre la vía azul iluminada de soles
y las cabelleras doradas de los arcángeles ebrios.

2

Hemos venido navegando sobre un rió de cauce gigantesco.
Pieles de luz de plátano y aureola de palmeras
torsos de remeros negros
danzan sobre la madera y el agua
con un sincopado ritmo de trabajo natural.

Animal que danza y se recrea
que da un toque de tambor y una flauta dulce...
Todo parece estar alterado en un instante
La presencia del metal y el agua
la piel del leopardo
abanicando las hojas secas que limpian las arterias
y dejan dentro de los pulmones una algarabía verde
que respira en los manglares del mundo...

3

Habría renunciado a estar aquí
en esta ciudad de mecánica pesada
por mantenerse en ese salvaje estado de pureza
pálido puma mojado entre la maleza.
sin perecer un segundo en la calle
agitado sin respirar
caminando largo al ritmo de la multitud.
Se detuvo un instante y trató de encontrar una mirada
una boca, una frente, un aire de orilla fresca.
Pero solo era ese desenfoque, y ese ralentí de smog pesado y duro.
Y esas miradas de gasas que flotaban sin dejar pasar la luz.

Era de la luz de lo que se trataba...
Es de la luz de lo que se trata...

Algunas veces lo presintió y lo vio claro.
Al el escuchar algún canto quebrado adentro de la tierra
el vuelo enigmático de una nube
que emborronaba el firmamento
con su algodón blanco y azul.


Con la cabeza tendida sobre la hierba…
¿Recuerdas hermano?
Niños en la sabana, la cabeza boca arriba sobre la hierba
descifrando los símbolos aéreos del agua sublimada.



4

Pasajeros de los sentidos somos
ahora dentro del ruido.
De la geometría de la maquina.
De las grandes y silenciosas poleas que nos traen y nos llevan, que nos introducen en los túneles
donde antiguas simbologías se nutren de sangre y muerte.
Y sientes entonces eso...
los olores fabriles
la grasa de las pieles en liquidación;
hombres y mujeres que ruedan con una estrella rota sobre el cuello
gorra seca de cal y la mirada cansada y roja.
Constructores de paredes y columnas
soñadores de poemas
maquis urbanos
que en sus melenas alborotadas
esconden sueños libertarios y poemas
no clasificados ni documentados.
También las tintas y el papel periódico
y las voces de los vendedores negros
que huyeron del exterminio
en las vastas regiones del corazón de las tinieblas.
Aceras
de jugadores, equilibristas y ruleteros contra un sistema que tiene poderosos representantes y ministros plenipotenciarios; y periódicos
lanzados con tinta hecha de muñones y sangre de niños. Plomo derretido de bombas ligeras, precisas, indoloras.

5

El invierno en las mañanas
viene empapado de la oscuridad
de los pájaros negros
que revolotean como cuervos detrás de las fabricas delante de los espejos.
El exilio es un abrigo oscuro
con el puño adentro frió
y una carta arrugada junto al pecho...
Una carta que tiene los garabatos de un niño.
Caballito de batalla
y una casita amarilla y un sol que levanta los pistilos de las flores.

6

Tu piel amada mía
huele a naranja fresca
y al recorrerla mi mano se alimenta de su luz
por la palma de mi mano entra la orografía luminosa que sube sobre la piel encabritada y luego salta al corazón abierto sobre un cielo de cobre viejo.
Cielo de usura y melancolía
que se desploma sobre tu nuca como la cuerda pesada de una estación de ruido eléctrico.

Sin embargo algo nos salva…

Por la ventana entra un rayo
que sabe a zanahoria…
Y tu beso de ciruela
sabe a sangre de luz…

Luz de sangre marina
para el bardo solitario…

Luz de zanahoria rosada
para la dentadura
y la lengua y los labios…

Y más luz para el estomago acostumbrado a una oscuridad de hambre de cieno.
Los dedos y la estrella de la lluvia
señalando un horizonte.

Más luz para los ojos
para la risa y la esperanza...

Por que de la luz es de lo que se trata.

7

Habría sido mejor a este ruido de aceite y miedo...
el rumor de los ríos
y el pasar cerca aquellas montañas reverberantes de mi juventud.

¿Recuerdan amigos?

Las excursiones al lomo de la madrugada
duras pantorrillas de andinistas iluminados
el cauce helado
la cima blanca y la laguna
el vuelo de las águilas arriba.
Nuestro cielo resistiendo siempre contra las corrientes.
Abajo las piedras, los cauces del agua generosa.
Las montañas sembradas de café
y los conejos y las ardillas y las tórtolas
revoloteando contra la hierva seca.

El aire
la respiración en fuego y los pulmones,
el vaso, el vino dulce alimentando el pecho
y las alas del gorrión metálico
aleteando en el esfuerzo de la montaña.
Y las manos en cuenco bebiendo de la fuente.
Y sentir que es la tierra madre nutricia
esa hermana
esa hoguera
ese poema
Por todos presentido.

Más luz...
más luz...
más luz...
Para tu rostro joven que espera inmortalizarse en un rayo de la aurora.

Por que de la luz es de lo que hablamos.

De la luz...
Espejo de cristal bruñido por un cielo gastado sobre la piedra estelar y este fuego de atanor ligero, en el que calcinamos nuestro espíritu,
nuestra historia
y nuestros sueños.


O.G.R.

2004 Madrid/2007 Bogota.

jueves, 15 de noviembre de 2007

LA BALSA DE LA MEDUSA





LA BALSA DE LA MEDUSA


I


¿Podremos intentar una canción?
¿Podría intentar una canción?
¿Un gesto de fuego, una metáfora de marinería?....


Los que esperaron barco en el muelle

una tarde galvánica picoteada de eléctricas gaviotas.

Los que cruzaron con la luna sobre sus espaldas ferrocarriles de hielo.

Los que se hundieron en el lago negro.

Los que saltaron el muro.

Los que chapotearon en las rutas fangosas del miedo.

Los que miraban detrás de las ventanas.

Los que bajaron las cortinas.

Los que sintieron el vértigo de la caída libre,

mientras sus alas

se encendían con el fuego de la estrella.

Los que se marcharon con el sol a cuestas.

Los que nunca regresaron.

los que perdieron la partida

la maleta y un par de zapatos.

Los que nunca creyeron que las cosas iban a cambiar.

Los que creyeron, y regresaron.

Los que quedaron a mitad del camino.

Los que llegaron tiritando con un sueño pálido

–papel desleído, palabras ateridas

sobre un pentagrama lluvioso–.

Los que fueron requisados y pateados

mientras se hablaba de “bondad” en los discursos.

Los que fueron escupidos y pisoteados.

Los que fueron vapuleados,

mientras otros robaban su cosecha de sueños.

Los que tuvieron que inclinar un poco el rostro

bajar el ala del sombrero

mientras las sombras duras del fuego, faroleaban

sobre los pozos de agua.

Los que cambiaban de estación

de andén, de cielo.


Los que vieron que las bombas eran nuevas

y con ellos, las estaban ensayando.


Los que se enfrentaron a piedra

contra el hierro y el metal.



Los que creyeron en la historia oficial

y muchos años después,

sus sueños fueron marcados por el hielo

–estatuas de sal, sonrisas de fuego–.

Cuando vieron la verdad, quedaron ciegos.


También

los que fueron tatuados, sellados, numerados

mientras hombres con cabezas de carretes metálicos y lenguas de celuloide,

bajo un foco amarillo proyectaban

películas en blanco y negro

para hacer reír a las masas.

En otras coordenadas

se encerraban campesinos orientales

en reformatorios de campos dolorosos,

Luego se hacían obras de teatro

que dejaban una sensación de humanismo

con las técnicas dramáticas del señor Aristóteles.


En sus particulares estados

repartían porra y fuego,

blindaban fronteras, fundaban frenocomios,

cotos de caza, túneles con extrañas inscripciones,

y mostraban un desliz filantrópico

sobre las tesis del señor Morguentau.

Los mismos que llamaron al odio y a la guerra en technicolor.

(leones esfumados contra las alas del silencio,

fuego, sobre ciudades de piedra

fuego, sobre ciudades vencidas

fuego, sobre ciudades calcinadas.)


Dos caras del mismo asunto

dos caras de la misma moneda.


Los que no tuvieron otra oportunidad

e hicieron de payasos y bailaron con violines

sobre las vías ateridas de la miseria.

Los que se fueron adentro de las cuevas buscando pictogramas de tauróbolos celestes y danzas de piedra.

Los que cruzaron bajo alcantarillas,

casi ciegos

mientras afuera, el cielo y las constelaciones

se conjugaban en una danza hermosa.


Los que con el agua al cuello resistieron.

Los que bajaron de las montañas escarpadas

con frió de nieve en los ojos.

Los que perdieron el norte y estrujaron la brújula

hasta sentir en las palmas, las agujas sangrantes.

Los que esperaron detrás de las líneas una palabra de aliento,

Los que vieron amanecer,

bajo el alba dulce y sangrienta de gasas amarillas.....


Todos nosotros, y ellos también,

y los otros por supuesto.

Tres caras de la misma esfinge.


Navegamos a la deriva contra la tormenta,

después del naufragio

sobre la Balsa de la Medusa.



II


El que se opuso a los

Detentadores-patentadores de la historia.

El que confrontó el brazo secular.

El que alzó un telescopio para buscar la ruta.

El que ofrendó una palabra de aliento dentro de los escombros.

El que sembró una espiga.

El que puso un pez dorado

en la boca del ahogado.

El que coronó de flores la cabellera

de la muchacha Nubia.

El que sembró de estrellas

la cabellera de la ninfa boreal.

El que bebió de un pozo limpio en las estrellas...


Todos ellos señalan al fondo de la Vía Láctea.


Un lugar de nombre ignoto.

Puerto-Destino

para la balsa estelar.



III



Vamos a crear con pergaminos amarillos

un beso-collage

hecho de sueños compartidos....

Una imagen derrotero

hasta juntar todos los mapas que nos orienten

y hagan más amables

nuestros rostros en este desierto mar.


En estos tiempos de tormenta
¿Será posible convocar a las palabras?
Una poesía de marinería estelar,
¿o solo nos es dado escuchar, los gritos del naufragio?



IV


(Sueño-Pesadilla con Rimbaud)


Estaba allí sentado sobre un tronco de un árbol talado

como esperando que alguien le dijera o preguntara algo.

Después de todo, él se había callado de muy joven

y se había muerto frió y redondo como un cometa fugaz.


Me acerqué le pregunté:

Rimbaud



que marchaste

detrás de un tanque de combate

mientras llovía, y se hundían tus rodillas hasta el fango;

mientras tu cara de joven poeta

era azotada por una bufanda helada de viento y ceniza.

Niño todavía

reías de los conejos asustados

que saltaban dentro de los bosques

hasta que caían las bombas...

Los muchachos

de no importa que uniforme; gris o azul

morían

mirando conejos destrozados

bajo un sol sangriento...


Tú,

Que viajaste hacia Bélgica y viste

El cuerpo del muchacho soldado

muerto en esa guerra, a la orilla de la carretera...

Dime Rimbaud…poeta muerto en la hermandad de la tormenta.

Señor de las semillas del viento

cosechador del fuego sacro.

¿En esa guerra lejana murieron tus sueños?

¿Perdiste el amor por la poesía y encontraste el camino de la locura?


Volteó a mirarme

–en sus ojos de estrellas heridas, gravitaba una danza pesada

y su boca era una piedra dura, con la que se lapidan a los cantores inoportunos–.


Sacó un viejo revolver con el que me apuntó.

Sentí que era el final.


Sin embargo le seguía preguntando en voz alta:


¿Será en esta guerra cercana

donde mueran nuestros sueños?

¿Podremos aspirar a ese surco

sembrado de semillas y estrellas

donde florezca la rosa planetaria?



Dime tú

marinero del barco ebrio -a-la- deriva...

Si dejamos que la nave naufrague

si dejamos

que la carta de marear sobre el cosmos

se llene de escombros radiactivos y cenizas.

¿Arribaremos a ese sueño,

que espera en la estación del tiempo?


(Esta nuestra tormenta...Esta nuestra guerra...
¿Tiempos de poesía?
¿Vano intento de la literatura?
Pero sin ella, instrumento viejo de la utopía
¿Qué nos queda? )

Rimbaud no responde.

Guarda su viejo revolver en la funda del sobaco.

Rimbaud se ríe,

carcajada etiope de cuervos negros

y se aleja cojeando, por un platanar anegado en sangre.




V



¿Pondré intentar una canción en medio de nuestro naufragio?
¿O será arrojada a la tormenta del silencio?
¿Una imagen?
¿Una voz?



La imagen que hace aguas,

la metáfora que se hunde.

Es una balsa la que ondula trémula

y danza sobre las olas.....

Marea buscando

una luz salvadora en la tormenta.

Una balsa, un brazo, un grito-meteoro

bandera empapada de huracanes.

Balsa de Medusa-Terra

sobre un mar de soles helados

bajo el cosmos de lunas blancas,

estrellas calcinadas, maderos mojados.


Balsa Terra-Medusa

qué se rompe sin sus remos primordiales

contra una tormenta de esmeraldas de hielo.


Sangre de estrellas heridas

que fluye hacia el firmamento.


No dejemos que naufrague la balsa.

Apuntalemos entre todos el mástil.

Que llegue sólida a las costas

ligera de temores y miedos.


Un hombre empapado grita

agitando un pedazo de tela blanca:


“¡Más arena de nebulosas!

¡Más soles!

¡Un faro de constelaciones!

¡Más saetas de estrellas!....

¡Que tiritan los huesos,

que arrecia la tormenta,....

Que se hiela el alma!



¿Podríamomos intentar
una canción que nos lleve de regreso?


O.G.R.