martes, 26 de abril de 2011

WHITESNAKE/ HERE I GO AGAIN

El Cerebro del Agente de Policía /ALFRED JARRY







Por: Alfred Jarry



Sin duda se recordará este reciente y lamentable asunto: al ser practicada la autopsia, se halló la caja craneana de un agente de policía vacía de todo rastro de cerebro y rellena, en cambio, de diarios viejos. La opinión pública se conmovió y asombró por lo que fue calificado de macabra mistificación. Estamos también dolorosamente conmovidos, pero de ninguna manera asombrados.

No vemos por qué se esperaba descubrir otra cosa que la que se ha descubierto efectivamente en el cráneo del agente de policía. La difusión de las noticias impresas es una de las glorias de este siglo de progreso; en todo caso, no queda duda de que esta mercadería es menos rara que la sustancia cerebral. ¿A quién de nosotros no le ha ocurrido infinitamente más a menudo tener en las manos un diario, viejo o del día, antes que una parcela, aunque fuera pequeña, de cerebro de agente de policía? Con mayor razón, sería ocioso exigir de esas oscuras y mal remuneradas víctimas del deber que, ante el primer requerimiento, puedan presentar un cerebro entero. Y, por otra parte, el hecho está allí: eran diarios.

El resultado de esta autopsia no dejará de provocar un saludable terror en el ánimo de los malhechores. De aquí en más, ¿cuál será el atracador o el bandido que vaya a arriesgarse a hacerse saltar la tapa de su propio cerebro por un adversario que, por su parte, se expone a un daño tan anodino como el que puede producir una aguja de ropavejero en un tacho de basuras? Quizás, a algunos demasiado escrupulosos pueda parecerles en cierta manera desleal recurrir a semejantes subterfugios para defender a la sociedad. Pero deberán reflexionar que tan noble función no conoce subterfugios.

Sería un deplorable abuso acusar a la Prefectura de Policía. No negamos a esta administración el derecho de munir de papel a sus agentes. Sabemos que nuestros padres marcharon contra el enemigo calzados con borceguíes también de papel y no ha de ser eso lo que nos impida clamar indomable y eternamente, si es necesario, por la Revancha. Pretendemos solamente examinar cuáles eran los diarios de que estaba confeccionado el cerebro del agente de policía.

Aquí se entristecen el moralista y hombre culto. ¡Ah!, eran La Gaudriole, el último número de Fin de Siécle y una cantidad de publicaciones algo más que frívolas algunas de ellas traídas dé Bélgica de contrabando.

He ahí algo que aclara ciertos actos de la policía, hasta hoy inexplicables, especialmente los que causaron la muerte del héroe de este asunto. Nuestro hombre quiso, si recordamos bien, detener por exceso de velocidad al conductor de un coche que se hallaba estacionado, y el cochero, queriendo corregir su infracción, sólo atinó, lógicamente, a hacer retroceder su coche. De allí la peligrosa caída del agente, que se hallaba detrás. No obstante, recobró sus fuerzas, luego de unos días de reposo, pero, al ser intimado a recobrar al mismo tiempo su puesto de servicio, murió repentinamente.

La responsabilidad de tales hechos atañe indudablemente a la incuria de la administración policial, que en adelante controle mejor la composición de los lóbulos cerebrales de sus agentes, que la verifique, si es menester, por trepanación, previa a todo nombramiento definitivo; que la pericia médico-legal sólo encuentre en sus cráneos... No digamos una colección de La Revue Blanche y de Le Cri de Paris, lo cual sería prematuro en una primera reforma; tampoco nuestras obras completas: a ello se opone nuestra natural modestia, tanto más que esos agentes, encargados de velar por el reposo de los ciudadanos, constituirían más bien un peligro público con la cabeza así rellenada. He aquí algunas de las obras recomendables en nuestra opinión para el uso; 1) El Código Penal, 2) Un plano de las calles de París, con la nomenclatura de los distritos, el cual coronaría el conjunto y representaría agradablemente, con su división geográfica, un simulacro de circunvoluciones cerebrales: se lo consultaría sin peligro para su portador por medio de una lupa, fijada luego de la trepanación; 3) un reducido número de tomos del gran diccionario de Policía, si nos arriesgamos a prejuzgar por su nombre: Larousse y sobre todo, una rigurosa selección de opúsculos de los miembros más notorios de la Liga contra el abuso de tabaco.


PATTI SMITH

lunes, 18 de abril de 2011

POEMA A MALCOLM LOWRY/ German Cuervo









resplandeciente la copa empinada

Malcolm Lowry insaciable ante el lago del espejo

bogó su imagen los abisales vasos

las botellas el volcán ivonne

la suspicacia de las cosas en contra de uno



inútil embarcarse de marinero raso

las calles de ese pueblo

al caminar se le venían encima

adolecía de una enfermedad incurable

era un vacío de copa difícil de llenar



ante el espejo esa mañana de noviembre

bebió y bebió su imagen al descubrir su

/ verdadero rostro

¡imposible dialogar con ese gesto sin semblante!

era algo monstruoso imposible de ocultar

¡era una falla de diseño primordial! algo así

como una malformación física

¿pero cómo fue esto? ¿dónde fue ese cruce

ocasional de ríos? ¿cuáles fueron esas noches del alma?

¿dónde se quebró la clave del éxtasis para comenzar

la pesadilla? ¿los pasos en el corredor a mitad

de la noche?

ese llanto acurrucado y mudo en un rincón oscuro

¡oh! Malcolm ¡te quedaste encerrado en las

bodegas de la infancia!



¡quizá antes! ¡peor aun! esos tachones

y nubarrones grises

esa marca de indeleble estigma

es anterior al agua primera y posterior a las cenizas

esa herida no puede olvidarse el abandono de los

que ya caminan muertos no puede aplacarse con

lluvias de cerveza en las heridas esas hendiduras

ya no cierran quedan para siempre hay que

convivir con ellas

imposible cubrir ese abandono



¡oh malcolm! es fácil decirlo

esta ultima copa inundará de olvido el atroz borrón

tranquilizará al capullo amedrentado y traicionado

calmará el escozor es fácil decirlo

pero ¿cómo reparar la leche agria?



¡oh! ¡ las intercaladas copas!

esta debilidad estos ahogos de pozo oscuro

no pueden remediarse con paños tibios de whisky

con intercalados sorbos de vino ginebra o mexcal

¡oh Malcolm! ¡espirituosa sombra!



ahora

la cuesta del volcán se abre a tus pecados

también es fácil decirlo nadie tiene la culpa

pero el cielo se ha llenado de una sustancia pegajosa

y no puedes liberarte de ella

lo que sucedió nadie puede decirlo

por mucho que escriba

nada pueden tus infinitos renglones

inútiles tus proclamas al cielo solicitando alivio

(aunque sea transitorio)



esa resaca mañana de noviembre

malcolm bebió su imagen ante el espejo

con entrañable pulso

como beben los muertos

de antemano

sus flores del terror

una tras otras las copas

sin palabras



esa mañana bebió su sin piel

bebió su sin pierna

sin cadera su sin luna

bebió culo de botella sin marca

corcho sin frasco

bogó de costado acostado recostado dormido

y bañándose

bebió a todos los muertos en un solo día

en una fiesta espantosa



el corazón palpitando en la botella de naufrago

sin complicados brazos o correas

con un lazo sosteniendo la escritura

de un mar borracho tejido desvelado

orín en los pantalones tambaleante Malcolm



Geoffrey Firmin el cónsul sin calcetines

el interminable el otro el mismo escrito

esa resaca de mañana del día de los muertos

tuvo que tragarse ante el espejo el lago de su imagen



ingirió caravana de carnavales y la procesión

por dentro

vomitó palabras de ira incandescente bestias

arriadas

tambaleante al fin se fue de bruces

por el hueco del espejo

y cayó en la ladera del volcán



otras sombras con el empinaban la cuesta

la lava ascendía de las profundidades

de las bodegas más oscuras

y bañaba las otras sombras

se detuvo en el pecho del volcán

avanzó y tropezó con ese mar hirviente de quejidos

¡quiénes son ellos? ¡ya no más por favor! ... las

voces al oído

aceite hirviendo vomita el teléfono en la oreja

el monólogo de torso cornudo

la crucifixión de caballos blancos

esa luz violeta en interminables madrugadas

no había más remedio que empinar hasta el cráter

pero por más que empinara el codo el pecho la luna

siempre quedaba una queja

una estela de humo negro de largo aliento

no quedaba más remedio que colmar

el tubo digestivo del volcán

¡oh! tú malcolm ¡espirituosa sombra!

¡detente por favor malcolm!

¡esa copa no la vas a llenar nunca!





GERMAN CUERVO
Libros publicados:

LOS INDIOS QUE MATO JOHN WAYNE (cuentos)
Oveja Negra 1985

HISTORIAS DE AMOR, SALSA Y DOLOR, ANTOLOGIA DE CUENTOS DE ESCRITORES SALSÓMANOS
Cuervo Editores 1989

EL MAR (novela)
PLaza y Janes 1994

EL VIENTO EN LA BALANZA (Poemas)
Premio de poesía Jorge isaacs 2006

EL SOFA (poemas)
editorial "Perro que ladra"