viernes, 27 de marzo de 2009

PJ Harvey - Big Exit





Big Exit



See danger come
I want a pistol
I want a gun
I'm scared baby
I wanna run
This world's crazy
Give me the gun

Baby Baby
Ain't it true ?
I'm immortal
When I'm with you
But I want a pistol
In my hand
And I want to go to
A different land

I met a man
He told me straight
"You gotta leave
It's getting late
Too many cops
Too many guns
All trying to do something
No one else has done"

Baby Baby
Ain't it true ?
I'm immortal when I'm with you
But I want a pistol
In my hand
And I want to go to
A different land

Sometimes it rains so hard
And I feel the hurt
In my heart
Feels like the end of the world
I see the children
Sharp as knives
I see the children
Dead and alives
Beautiful people
Beautiful girls
I just feel like it's the end of the world

I walk on concrete
I walk on sand
But I can't find
A safe place to stand
I'm scared baby
I wanna run
This world's crazy
Give me the gun

Baby Baby
Ain't it true ?
I'm immortal
When I'm with you
But I want a pistol
In my hand
I want to go to
A different land

jueves, 26 de marzo de 2009

LOS CRIMENES DE ISRAEL EN LA FRANJA DE GAZA





La cámara del activista español de Free Gaza Alberto Arce fue la única cámara extranjera que consiguió filmar el ataque a Gaza en su totalidad.



Una producción de C.I. COMUNICACIÓN
DIRECCIÓN: Alberto Arce y Miguel Llorens

TÍTULO: ERASED, WIPE OFF THE MAP
PRODUCCION: C.I. COMUNICACIÓN
FORMATO: Betacam Digital
DURACION: 55´
IDIOMA: V.O. INGLÉS / ÁRABE
DIRECCION: ALBERTO ARCE - MIGUEL LLORENS
MONTAJE: OLAF GONZÁLEZ
PRODUCCION EJECUTIVA: CHRISTIAN SEBASTIÁN - JOSÉ CARLOS DÍAZ.



El 19 de diciembre de 2008, el movimiento Free Gaza zarpó desde Chipre en dirección a Palestina.
Nuestro objetivo era romper el bloqueo israelí sobre la franja de Gaza. Fuimos los últimos extranjeros que lograron entrar y quedarse en Gaza. Nos vimos envueltos en algo que nadie se esperaba....



http://vimeo.com/3470653

Más informacion y conferencia de prensa de los documentalistas en:
http://elproyectomatriz.wordpress.com/2009/03/11/erased-eliminados/

domingo, 8 de marzo de 2009

HENRY MICHAUX/ POEMAS


HENRY MICHAUX
Henri Michaux (Namur, Bélgica, 24 de mayo de 1899-París, 18 de octubre de 1984)


HE NACIDO AGUJEREADO


Sopla un viento tremendo,
No es sino un pequeño agujero en mi pecho,
pero sopla en él un viento tremendo.
Pueblecito de Quito, tú no eres para mí.
Yo necesito odio, y envidia; ésta es mi salud.
Es una gran ciudad la que necesito.
Un gran consumo de envidia.
No es sino un pequeño agujero en mi pecho,
pero sopla en él un viento tremendo,
En el agujero hay odio (siempre), espanto también e impotencia.
Hay impotencia y el viento está cargado de ella;
fuerte como los torbellinos,
rompería una aguja de acero,
y no es más que un viento sin embargo, un vacío.
¡Caiga la maldición sobre toda la tierra, sobre toda la civilización,
sobre todos los seres en la superficie de todos los planetas, a causa de este vacío!
Un señor crítico ha dicho que yo no alimentaba odio.
Este vacío, he ahí mi respuesta.
¡Qué mal se está, ay, en mi pellejo!
Siento la necesidad de llorar sobre el pan de lujo de la dominación y del amor,
sobre el pan de gloria que está afuera.
Siento la necesidad de mirar por el cuadro de la ventana,
que está vacío como yo, que no se alimenta de nada,
Dije llorar; no, es un barreno a frío, que barrena,
barrena incansablemente,
como sobre una viga de haya en la que 200 generaciones de gusanos se hubiesen
legado esta herencia; "barrena, barrena..."
Esto ocurre a la izquierda, no digo que sea el corazón,
Digo agujero, y no digo más, es rabia y contra ella no puedo,
Tengo siete u ocho sentidos. Uno de ellos: el sentido de lo que falta.
Lo toco y lo palpo como se palpa una madera,
una madera que sería más bien una gran selva de esas que ya no se ven en Europa
desde hace mucho.
Y esto es mi vida, mi vida en medio del vacío.
Si este vacío desaparece, yo me busco, enloquezco y eso es todavía peor.
Yo me he construido sobre una columna ausente.
¿Qué habría dicho el Cristo si hubiese estado hecho de este modo?
Hay algunas de estas enfermedades que, si se las cura, no le dejan nada al hombre.
Muere pronto, era demasiado tarde.
¿Puede acaso una mujer contentarse solamente con odio?
Si es así, amadme, amadme mucho y no dejéis de decírmelo,
y que alguna de vosotras me escriba.
¿Pero qué significa este ínfimo ser?
Casi no lo había advertido,
Ni dos nalgas ni un gran corazón pueden llenar mi vacío,
Ni ojos llenos de Inglaterra y de ensueños, como suele decirse.
Ni una voz cantante que dijese completivo y calor.
Los estremecimientos encuentran en mí un frío siempre alerta.
Mi vacío es un gran glotón, gran moledor, gran aniquilador.
Mi vacío es algodón y silencio,
Silencio que todo lo detiene.
Un silencio de estrellas,
Y aunque ese agujero es profundo carece totalmente de forma.
Las palabras no lo encuentran,
chapotean a su alrededor,
Siempre he admirado a esos que por creerse revolucionarios se consideraban hermanos.
Hablaban los unos de los otros con emoción; chorreaban como sopa.
Eso no es odio, amigos míos, eso es gelatina.
El odio es siempre duro,
hiere a los demás,
pero también desgarra al hombre en su interior,
continuamente.
Es el reverso del odio,
Y no hay nada que hacer. No hay nada que hacer.


MIS OCUPACIONES


Raras veces puedo ver a alguien sin abofetearlo,
Otros prefieren el monólogo interior. Yo, no. Más me gusta abofetear.
Hay gentes que se sientan frente a mí en el restaurante y no dicen nada; están allí
un buen rato porque han decidido comer.
Ahí tenéis a uno.
Yo me lo atraco, toc.
Me lo reatraco, toc.
Lo cuelgo en la percha.
Lo descuelgo.
Vuelvo a colgarlo,
Lo redescuelgo.
Lo pongo sobre la mesa, lo apilo y lo ahogo.
Lo ensucio, lo inundo.
Y vuelve a vivir.
Entonces lo enjuago, lo estiro (comienzo a enervarme, hay que terminar con él),
lo comprimo, lo aprieto, lo resumo, lo introduzco en mi vaso, arrojo ostensiblemente
el contenido por el suelo y le digo al camarero: "Tráigame un vaso más limpio".
Pero me siento mal; arreglo al punto la cuenta y me voy.


LA SIMPLICIDAD


Lo que ha faltado sobre todo hasta el presente a mi vida, ha sido simplicidad. Poco a poco comienzo cambiar.
Ahora, por ejemplo, siempre que salgo, llevo mi cama conmigo, y cuando una mujer me agrada,
la tomo y me acuesto con ella al instante.
Si sus orejas o su nariz son feas y grandes, se las quito juntamente con la ropa y las pongo
debajo de la cama. Allí las encontrará ella al partir. Sólo guardo lo que me agrada.
Si su ropa interior ganara al ser cambiada, la cambio en seguida. Ese será mi regalo.
Si entretanto veo a otra mujer más agradable que pasa, me excuso ante la primera y la
hago desaparecer inmediatamente.
Personas que me conocen sostienen que no soy capaz de hacer eso que digo; que no tengo
suficiente temperamento para ello. Yo también lo creía así, pero era porque no hacía todo
como se me antojaba.
Ahora, paso siempre muy lindas tardes. (Por la mañana trabajo.)


PERSECUCIÓN


Antes, mis enemigos tenían todavía cierto espesor, pero ahora se vuelven huidizos. Recibo un codazo (todo el santo día ando a los tumbos). Son ellos. Pero se eclipsan como por encanto.
Desde hace tres meses sufro una derrota continua;
enemigos sin rostro; raigambre, verdadera raigambre de enemigos.
Después de todo, ya dominaron mi infancia. Pero... yo me había imaginado que ahora estaría un poco más sosegado.


LA PEREZA


El alma adora nadar.
Para nadar es preciso extenderse sobre el vientre. El alma se disloca y huye. Huye nadando. (Si vuestra alma huye cuando os encontráis de pie, o sentados, o con las rodillas o los codos doblados, para cada posición corporal diferente el alma partirá con un modo de andar y una forma también diferentes; esto lo estableceré más tarde).
Se habla a menudo de volar. No es eso. Lo que hace el alma es nadar. Nada como las serpientes y las anguilas; nunca de otro modo.
Numerosas personas tienen así un alma que adora nadar. Se las denomina vulgarmente perezosas. Cuando el alma a través del vientre abandona el cuerpo para nadar, se produce una liberación tal de no sé qué; es como un abandono, como un goce, como una relajación tan íntima...
El alma va a nadar en la caja de la escalera o en la calle, según la timidez o la audacia del hombre, pues siempre guarda un hilo entre ella y él, y si este hilo se rompiese (es a menudo muy delgado aunque se precisaría una fuerza espantosa para romperlo) sería terrible para ambos (tanto para ella como para él).
Cuando se encuentra pues el alma nadando a lo lejos, gracias a este simple hilo que liga al hombre con el alma, se derraman volúmenes y volúmenes de una especie de materia espiritual, como el barro, como el mercurio o como el gas -goce sin fin.
Por eso el perezoso vuélvese cerril. No cambiará nunca. Por eso es también que la pereza es la madre de todos los vicios. ¿Hay acaso algo más egoísta que la pereza?
La pereza tiene también fundamentos que el orgullo no posee.
Pero siempre la gente se encarniza con los perezosos.
Cuando están recostados los golpean, les echan agua fría sobre la cabeza; no les queda otra cosa que apresurarse a hacer regresar su alma. Os miran entonces con esa mirada de odio tan conocida y que observamos particularmente en los niños..

MALDITO


Dentro de seis o más meses, o tal vez mañana, estaré ciego. Es mi triste, mi triste vida
que continúa.
Los que me engendraron lo pagarán, decíame antaño. Pero hasta hoy no han pagado nada todavía. Yo, sin embargo... es preciso que entregue ahora mis ojos. Su pérdida definitiva me liberará de sufrimientos atroces. Es todo cuanto puede decirse. Una mañana mis pupilas estarán llenas de pus.
Sólo habrá tiempo de intentar inútilmente algunas pruebas con el terrible nitrato de plata, y se acabará con ellos.
Hace nueve años que mi madre me decía: "Preferiría que no hubieras nacido".

Rodolfo Enrique Fogwill




Y NUNCA MÁS VOLVIMOS A ENCONTRARNOS


a María Eugenia C.


Después de la famosa charla telefónica. Puse famosa porque durante mucho tiempo aquella charla fue famosa para nosotros, y porque aunque ahora ya no hablamos más de ella –porque no hablamos más– ahora siguen hablando de ella sus amigas y los novios de ella y de sus amigas. Todos hablan, la nombran; todos siguen imaginando aquella charla de mil maneras, con mil distintos desenlaces y por mucho tiempo más, pienso, seguirán charlando todos y comentándose la charla.
Pero aquella charla es más famosa para mi corazón, porque desde entonces nunca más ella y yo volvimos a vernos. ¿En Buenos Aires? ¿Es posible que en Buenos Aires, dos, nunca más hayan vuelto a encontrarse? Sí: es posible. Ni nos vimos, ni yo la vi, ni creo que tampoco ella a mí me haya visto.
Pero desde hoy serán las dos famosas: la charla y ella. Voy a nombrarla, se llama Diana Rivera Posse y fue mi amante por un tiempo: tres meses. Es una mujer alta, de ojos notables y manos grandes y ahora va a ser famosa por esta historia de la charla telefónica que comienzo a contar.
Diana: fuimos amantes por un tiempo. Nada serio. Nos encontrábamos algunos viernes. Salíamos a comer. Recuerdo que comimos en el antiguo restaurante japonés, en Bistró, en el griego de Córdoba y Montevideo y en la cantina El Viejo Pop de Mar del Plata. Dormimos juntos algunos de esos viernes –nada importante– y tres noches seguidas de aquel fin de semana largo de abril que nos fuimos al mar. Por lo demás, nos vimos poco. Algunas mañanas llamaba a mi oficina: "estoy libre", decía, y yo a veces arreglaba una cita, fingía un almuerzo de negocios y corría a abrazarla en mi piecita por unas horas. Era otoño: algunos mediodías de calor salimos apurados y sin bañarnos y al caer la tarde, en la oficina, yo sentía subir del saco olor a ella, olor a mí y olor a ensayo de bailarinas y perfumes mezclados.
Algunas veces la llamé yo. Atendía el padre o la madre y nos citábamos en un café después de la comida. Esas noches nos besábamos en el auto pero no nos acostábamos: ella debía levantarse temprano para sus clases y yo andaba arrastrando mis ganas de olvidarme de todo y sentarme a escribir. Llamo a esto escribir. Y ella ahora será famosa: todos sabrán desde hoy que en la fiesta de Caride nos acostamos en uno de los dormitorios del segundo piso con Equis –esa actriz peronista– y que enseguida se agregó a nuestro grupo Marcelo Siano, que trabaja en Wrigley's y puede atestiguarlo, y que más tarde se vino con nosotros Gonzalo Roca trayendo una botella, y que más tarde los tres hombres nos sentamos a beber directamente de la botella de Chandon, mirándolas a Diana Rivera y a la estrella peronista que jugaban a morderse y hacerse marcas como gatas mientras el novio (el que había sido su novio hasta poco antes y que me dicen que ahora ha vuelto a ser su novio) bailaba en el living de la planta baja.
No sé por qué, siempre los novios verdaderos bailan cuando las mejores cosas están sucediendo en la realidad. Me lo imagino ahora al novio bailando en algún otro lugar, musical, elástico, y sabiendo que desde hoy tiene una novia famosa: Diana. Dudo que ella lo ame.
Ni a mí me amaba. Fuimos amantes, pero no nos amamos hasta la vez de aquella charla telefónica. Me había llamado ella. Era domingo; yo estaba trabajando, cansado, y necesitaba liquidar un informe para la edición de la tarde del lunes. Ella quería que le hablase. Conté qué estaba haciendo, qué había hecho la noche anterior y lo que pensaba serían mis planes para ese día y el siguiente.
Quisimos vernos. Casi acordamos una cita, pero después dije que no, que nos veríamos el martes, que fijaríamos la cita durante la mañana del martes.
Y yo hasta aquel domingo nunca la había amado, pero esa vez la amé:
–¿Y si nos vemos en Fred's el martes?– sugería ella.
–Sí –dije–. Puede ser. y si no, te llamo a la mañana...
Y así comenzó todo: ella dijo que mis palabras la tocaban.
–¿Cómo? –pregunté .
–Me tocan –dijo ella–. Siento que me tocás: Me tocan.
Quise saber, pregunté más.
–¿Dónde te tocan?
–Ahí –contestó–, me están tocando ahí...
–Tocame vos –pedí y ella dijo que era "precioso".
–No –le dije–. Eso no me toca.
–¡Sos hermoso y precioso! –repitió.
–Tampoco toca –dije.
–¡Sos asqueroso! –probó ella.
–¿Cómo asqueroso? –pregunté yo, sintiendo algo.
–¡Como un sapo asqueroso y hermoso! -contestó.
–Puta –le dije y averigué–: ¿Te toca si te digo puta?
–Sí –dijo como un suspiro–. ¡Sí! Y cuando te hablo yo... ¿Te toco?
–No, vos no. Me toco solo. Yo, me toco –anuncié–. ¿Te toca?
–¡Baboso! –ella me dijo y:
–Tortillera –le dije yo, sintiendo que respiraba fuerte, y más (pidió que le dijera más) y yo dije "baba", "rata", "gata", "tortillera" y también que la estaba tocando:
–Te toco entre las piernas con un teléfono asqueroso negro –amenacé.
–¿Sucio? ¿Enchastrado? –indicó ella.
–Sí –le juré y entonces me di cuenta que ella estaba jadeando de verdad.
No entendía por qué; quise saber:
–¿Te estás tocando, vos...?
–No; vos me tocás. ¡Cuando hablás me tocás! –susurró ella.
–¿Será porque me toco...? –Supuse y probé: –¿A ver?
–Ahora sí –decía ella–. ¡Ahora no... ! ¡Ahora... sí!
Y acertaba siempre y jadeaba. Jadeaba más cuando decía que sí, y creo recordar que también acertaba siempre: si yo tocaba, ella decía que sí y sentía. Pero ¿dónde?
–¿Dónde? –le volví a preguntar.
–Ahí, te dije, ¡ahí...!
–¿Cómo?
–Como si yo tuviera un...
–¿Y no tenés, acaso, un...?
–Sí, pero uno igual a vos. ¡Uno igual...! –exclamó y entonces jadeó más y le dije que pronto cortaríamos la comunicación y ella dijo que también cortaría al mismo tiempo, y estoy casi seguro de que también esa primera vez cortamos juntos, al mismo tiempo.
Desde entonces no volvimos a vernos; nunca la vi, y creo que ella a mí nunca me vio. El martes, cuando la llamé desde la oficina, dijo que no quería verme. "Nunca más", dijo. "Hablame". Entonces ese mediodía fui a mi piecita y desde ahí la llamé.
Y seguimos llamándonos muchas veces. Siempre juntos, al mismo tiempo, hablábamos. Adivinaba ella cada vez, decía "sí" al tocar, como suspirando y yo también sentía que sus palabras me tocaban y eso, –ahora puedo reconocerlo–, lo aprendí de ella, pero solamente me sucedió con ella.
Siempre hablábamos. Siempre llamaba ella, a veces yo. Me sucedía una cuestión de orgullo: esperar a que llamase. Siempre llamaba ella, y si yo pasaba lejos de la piecita varios días entonces calculaba que ella había estado tratando de llamarme, y la llamaba yo. "¿Llamaste?", preguntaba. "¡Sí!", decía ella, "...pero no contestabas".
¡Cuántas veces tomé el tubo del teléfono y dije: "hola" con el tono de voz que bien sabía que la tocaba y me sorprendía alguna voz distinta preguntando por mí, por "señor Fogwill", como si el que había pronunciado aquel "hola" no hubiera sido yo!
¿Cuánto duró? Tres meses, cuatro. Para entonces, nuestra charla había comenzado a volverse famosa. Las amigas... Algunas me llamaban, decían un nombre falso, y me pedían que hablase, pero no era lo mismo. Sólo con ella –vuelvo a nombrarla– sólo con Diana, las cosas solían producirse de aquel modo. Y después todo se derrumbó. Una sola vez que nos falló, dejamos de llamarnos. Cuestión de orgullo, o miedo de que ya no pudiera tocarla con mi voz. Como ella no llamaba, tampoco llamé yo. La última vez que hablamos. sintió mi voz y dijo no, que ahora tampoco, que ya no sería más posible, que nada más valía la pena, y que ya todo se había terminado.
¿Terminado?
Ahora que todos hablan, ahora que hasta han escrito una novela con nuestro tema, ahora que todos saben la historia de la famosa charla y ahora que ella también ha comenzado a ser famosa como la charla, dudo que algo haya terminado. Creo que algo comienza: pienso que escribo y que ahora todo lo escrito vuelve a tocarla a ella y entonces vuelve eso a tocarme a mí, como un reflejo, y siento que es mejor que hayamos dejado primero de vernos, y después de hablarnos, porque hay nuevas maneras de hacernos eso, contárnoslo, mostrando a todos la verdad de lo que es nuestro amor, esta nueva manera, el mejor modo de nuestro amor.
A las amigas, a los novios de ella y de las amigas, y a todos los que escuchen en cualquier parte sus famosas grabaciones de nuestras charlas, se les formó una idea equivocada de nuestro amor. Nuestro amor no eran esas voces y ruidos que escucharon grabado tantas veces. Nuestro amor fue todo lo que hicimos y que ahora circula entre nosotros, entre todos los que en un mismo instante estaremos leyendo una vez, otra vez más, (¡más! ¡más!), la historia de la famosa charla, y a un mismo tiempo, en diferentes sitios y sobre diferentes hojas de papel, una vez más, muchas veces (más, más) de esa historia famosa de amor sintamos juntos el final.

sábado, 7 de marzo de 2009

Sexies bloggirls y sus atrevidos blooks


Por Alan Pauls

Cielo Latini y Lola Copacabana son los avatares argentinos más recientes de una nueva generación de amazonas letradas: chicas jóvenes, bonitas, ricas, que no tienen miedo de decir yo a lo largo de trescientas páginas de banalidad confesional. Quizá la que tiró la primera piedra fue Melissa Panarello, la italiana que a los 16 -buena edad para los balances- se puso a rebobinar su currículum sexual y publicó “Cien cepilladas antes de dormir”, una memoria novelada con forma de diario íntimo que hacía oír, entre los pliegues transpirados de las sábanas, el mismo grito cándido que subyace a la poética pornonaïve de Corín Tellado: ¡un poco de amor! La siguió la brasileña Bruna Surfistinha, una chica bien que se aburría y a los 17 huyó de la casa de sus padres para abrazar el oficio, el way of life, la Causa Narrativa de la prostitución, que procedió a pormenorizar primero en un blog y luego en un libro, “El dulce veneno del escorpión (Diario íntimo de una prostituta)”, ambos de éxito inmediato.

El gran hallazgo de Surfistinha es la velocidad, el “efecto atajo” de su operación: en un par de temporadas de sexo pago elegido, Bruna atesoraba la experiencia que a Xaviera Hollander le llevó décadas conquistar, y perfeccionaba un Dogma erótico -”Los 15 mandamientos de Bruna”- que a cualquier sexólogo televisivo le exigiría como mínimo preparar (no necesariamente aprobar) un par de exámenes universitarios. El otro hallazgo, co-producido a medias con sus editores, fue la metamorfosis del blog en libro y la incierta criatura mutante a la que dio lugar, el blook, que hoy encabeza todos los rankings de las literaturas personales.

Publicados en 2006, “Abzurdah” (Cielo Latini) y “Buena leche. Diarios de una joven (no tan) formal” (Lola Copacabana) también nacieron on line, en esa extraña Feria Universal de la Persona Común y Corriente que es la blogosfera. Pero esa patria de origen es quizá lo único que comparten. Me como a mí, la página de Latini, surgió como el diario de una chica con problemas de alimentación y terminó convirtiéndose en un foro religioso o político, sede de una militancia pro anorexia que en nombre de la autofagia reivindicaba el derecho civil a no comer, hacía de la dieta un deporte de riesgo y proponía subterfugios ingeniosos para engañar simultáneamente al estómago y el control policial de médicos, sicólogos y familiares. La prédica de Lágrima (el nickname de Latini en el blog) fue tan radical, y su repercusión tan sorprendente, que varios servidores de internet se negaron a hospedarla, condenándola a errar de dirección en dirección como una paria electrónica, hasta que algo más drástico que la moral del ciberespacio -un intento de suicidio- la dejó fuera de un juego (el de la víctima) y la metió de lleno en otro (el de la autobiografía de la víctima) que a los 21 años la estamparía en la portada de la Newsweek argentina y la sentaría a la mesa (¡a comer!) con Mirtha Legrand, la gran almorzadora del show business argentino.

La brisa liviana

Con Lola Copacabana estamos lejos, muy lejos, de esas tinieblas tortuosas. Contra el fondo del paisaje de encierro, vómitos y desangramientos que pinta la pobre Lágrima, la mera dirección de su blog -justlola.blogspot.com- suena como una brisa liviana, ágil, que sólo acepta los antecedentes de las cepilladas de Melissa P. y los callejeos de Bruna a condición de aligerarlos, vaciarlos de dramatismo y de consecuencias, rebajarlos con un chorro de distraída irresponsabilidad. Por mucho que se esfuerce en gozar, subrayar que goza y ranquear sus formas predilectas de goce, la mentora del diario de Lola Copacabana no es Anaïs Nin sino Carrie Bradshaw, la seudoetnóloga romántico-sexual de “Sex and the city”, o más bien lo que quedaría de Carrie Bradshaw después de intoxicarse con malvaviscos en algún rincón de San Isidro, ex ghetto aristocrático tradicional, hoy ghetto consumista witty del norte de la provincia de Buenos Aires, donde Lola, madre soltera a los 20, vive al parecer con su hija Zoe y su verdadero nombre, Inés Gallo.
Fiel al registro discontinuo pero cotidiano de la intimidad, justlola no es más ni menos que eso: la crónica avispada, tautológica, a menudo encantadora, de la vida de una veinteañera desahogada que sólo es lo que es, que estudia Derecho, charla mucho con su hija, encolumna sus gustos y sus fobias, ama el Fernet con Coca Cola, se saca fotos (que cuelga en el blog), maneja a toda velocidad cantando las canciones que le gustan y sólo condesciende a nombrar con todas las letras a uno de los partenaires con los que confiesa entretenerse en la cama, la cocina o “el frío piso del baño”: su vibrador Hitachi Magic Wand. Mientras Cielo usaba su página para hacer del hambre una fuerza casi nietzscheana y convertirse en líder, gurú, mártir de una nueva minoría insurrecta, Lola usa la suya para ver y verse, para afilar la malicia o consolarse, para maldecir, pero sobre todo para desmenuzar la espuma de la vida cotidiana, algo que hace con las armas y la perspicacia de una socióloga salvaje, aburrida pero sagaz, formada al calor de viejas clasificaciones despectivas que el avance de la corrección política no cesa de estetizar en ejercicios de un fisonomismo cínico y chispeante.

Afanes literarios

Los rasgos que distinguen los blogs de Cielo y Lola sobreviven casi intactos en sus respectivos blooks. Salvo cuando inserta e-mails o transcribe chats, “Abzurdah” -que acaba de llegar a librerías chilenas-parece querer olvidar que nació, vivió y se hizo famosa en bloglandia; solemne y kitsch, quiere ser a toda costa un libro, del que pretende tener la seriedad, el peso, el aliento narrativo, el suspenso (ocho de cada diez capítulos terminan con esos augurios ominosos con que suelen terminar los bloques de “E! True Hollywood stories”) y hasta esa “neutralidad” lingüística (”paseo de compras”, “alcanzar mi gol”, “denme un respiro”, “malas vibras”) en la que ciertos editores, quizás influidos por el éxito de la escuela de doblaje de TV centroamericana, creen ver hoy la garantía de una circulación hispanoglobalizada.

Pero “Abzurdah” es un “caso”, la historia clínica, contada en primera persona, de una joven erotómana que ama a un hombre que la enloquece, abraza la anorexia, usa el yacimiento planetario de internet para investigarlo todo, se convierte en la máxima especialista de su propio mal y cuando llega a la cima, cuando ya lo sabe todo, descubre con espanto que saber no es curarse y se desmorona sin remedio. Torpemente escrito, malogrado a menudo por las poses literarias que Latini se empeña en emular, hay sin embargo algo en ese delirio de saber que conmueve y sacude, quizá la puesta al desnudo de una soberanía indefensa que tiene que ver con dos fenómenos bien contemporáneos: uno es la cibercultura, fuente de las formas más intensas y demenciales de empowerment; el otro, quizá más perturbador, es la metamorfosis potencial de cualquier condición anómala en micromovimiento político.

“Buena leche”, en cambio, es más idiota pero no tiene complejos: cómoda en el fragmentarismo del blog, Lola Copacabana engalana sus entradas con subtítulos de un ingenio telegráfico y pertinentes estrofas de canciones en inglés, alterna párrafos con listas, top fives y diagramas didácticos (óptimo el de la página 212 sobre el ciclo anímico-menstrual, una de las pocas bêtes noires que parecen desvelar a la autora) y sabe cómo darle descanso a ese yo irreverente y maníaco antes de que el lector lo abofetee, un impulso que las abusivas 280 páginas del libro despiertan con frecuencia. Cielo Latini es densa, crédula, enfática; Lola es seca, epigramática y brutal. Cada una a su modo, las dos siguen empantanadas en una especie de inercia adolescente, pero mientras Cielo hereda el dark angustioso de la rojinegra Emily, siempre sombría y cabizbaja, Lola, narcisista y jovial, es más bien hija de Eloîse (la niña-flapper de Kay Thompson y Hilary Knight) y de Zoë, la protagonista de “Life without Zoë” (la New York story de Francis Ford Coppola), que vivía sola en un hotel de lujo, derretía el corazón de los botones y se afanaba por reconciliar a sus padres.

Cielo Latini tiene más ganas de ser escritora que de escribir, pero su blook está atravesado por la figura de un otro -Alejo, el amante-verdugo- que no termina de desgarrarla. Lola Copacabana escribe, escribe antes, más acá o más allá del fantasma de “ser escritora”, y es difícil no oír, no rendirse a los gemiditos de placer con que chapotea entre las palabras o las arroja contra el mundo; pero en su blook no hay nadie más que ella, nadie que le haga frente, le responda o la ponga en peligro: nadie que no sean su hija o su consolador, dos prótesis quizás eficaces pero algo limitadas.

Lo que “Abzurdah” y “Buena leche” dejan por fin en suspenso es la pregunta: ¿por qué lo que vive en una pantalla debería morir en un libro? ¿Se gana algo con la transferencia del blog al blook? La respuesta es obvia sólo para los editores, que son básicamente quienes urdieron el (trans)género. El blog no es sólo un libro en potencia; es un libro + un público; un libro leído, comentado, plebiscitado, que obtura cualquier incertidumbre o riesgo con las evidencias (cantidad de visitas, posts, comentarios, rebotes en la red, etc.) de lo que ya ha sido testeado. Para la experiencia blog, en cambio, me temo que la transubstanciación libresca quizá no valga tanto la pena. Porque todo blog que se precie, se alimenta y respira en el contexto promiscuo de internet y es siempre la combinación de un registro (el factor literario) y un tiempo real (el factor performático), la alquimia de una escritura íntima, personal, y ese presente único, bastante enigmático, en el que se exhibe y se ofrece a la lectura. En la medida en que suprime el contexto salvaje de la red y el tiempo real, ¿qué es un libro derivado de un blog sino una manufactura trivial, el merchandising anacrónico de un hit que vive rozagante y pleno en otra dimensión de la vida?.

Publicado en QuéPasa, Consorcio Periodístico de Chile S.A.
tomado de NACION APACHE